JARAMILLO LAURIDO JULIO

CANTANTE INTERNACIONAL.- Nadó en Guayaquil el 1 de Octubre de 1935 a las tres de la tarde en la Clínica Panchana. El parto fue atendido por el Dr. Liborio Panchana y el niño fue bautizado con los nombres de Julio Alfredo. Hijo de Juan Pantaleón Jaramillo Erazo, nacido en la población de Machachi provincia del Pichincha, alrededor de 1902, que por huir de la pobreza existente en la sierra arribó a Guayaquil a finales de los años veinte en compañía de su hermano Damián y para sobrevivir trabajó en diferentes oficios desde sastre. El 14 de Febrero de 1932 contrajo matrimonio con Apolonia Laurido Cáceres hija de un obrero jamaicano de apellido Laurittraído por el ing. Archer Harman para la construcción del ferrocarril Guayaquil – Quito. Doña Apolonia tuvo una hija en un segundo compromiso llamada María Antonieta Jiménez Laurido que radicó en Barcelona con su esposo e hijos.

Juan Pantaleón se especializó como obrero marmolista en la fábrica de un ciudadano italiano y murió a causa de un accidente de trabajo ocurrido el 2 de Abril de 1941 mientras fabricaba una cruz de marmolina para la tumba de su hijita recién fallecida y al sacarla del molde sufrió un resbalón, la pesada cruz le golpeó en el vientre y desgarró un brazo. Llevado de urgencia al Hospital no pudo soportar una aguda hemorragia interna y le sobrevino el paro cardiaco.

Dejó dos hijos: El mayor llamó José, más conocido como Pepe, nació el 15 de Diciembre de 1933 y el menor Julio, en grave desamparo, pues doña Apolonia, aunque había cantado de chica a dúo con su madre y en los coros de las escuelas religiosas donde aprendió las primeras letras, no trabajaba ni producía, era una ama de casa que sacó fuerzas para ganarse la vida, unos cuantos meses vendió chicles, colas y sanduches frente a la Piscina Olímpica donde se había cambiado y tenía su nuevo domicilio, después fue enfermera y veladora nocturna en la Clínica Edmundo Vera y consiguió trabajar de día en los Laboratorios ECU por lo cual casi no tenía tiempo para dormir, finalmente fue enfermera en el Hospital de Aislamiento Alejandro Mann.

Julio creció delicado, sufrió de neumonía, tuvo principio de parálisis infantil, le sobrevino la difteria, una disentería amebiana y hasta fiebre tifoidea pero siempre le atendió el Dr. Francisco de Ycaza Bustamante, pediatra especializado que no le cobraba a su madre en el Hospital de Aislamiento donde ella trabajaba, porque había sido su padrino de matrimonio. De todo eso le quedó un asma inveterada que no le abandonó nunca.

Con su madre habitaban un pequeño departamento en Gómez Rendón y Villavicencio y estudiaron en la Escuela de Artes y Oficios de la Sociedad Filantrópica del Guayas, pero Julio solo llegó al tercer grado porque faltaba a clases y era considerado un niño problema, en cambio Pepe era más formalito aunque muy callado e introvertido, era difícil sacarle las palabras.

En 1940 vivían en un chalet de madera y caña en el barrio de Brasil y Coronel. Al frente se pasó un músico llamado Ignacio Toapanta que además era fabricante de guitarras, a cuyo departamento de soltero empezaron a concurrir diariamente un grupo de muchachos con el ánimo de aprender dicho instrumento. Allí se iniciaron los hermanos Jaramillo y descubrieron que ellos también podían rasgar guitarras y cantar bonito. Julio se construyó una de bambú para practicar en su casa pero su madre se oponía a que fueran cantantes y cuando los escuchaba les daba duro en la boca.

El 43 se cambiaron a Guaranda y Manabí, doña Apolonia, a quien apodaban Polita, matriculó a Julio en la escuela fiscal “Francisco García Avilés” ubicada en los contornos, cuyo director era el maestro Lauro Dávila, comprometido con los músicos y autor de numerosas letras utilizadas en canciones muy populares. Pepe asistía al Programa Tribuna Libre del Arte en Radio Ortiz y a otro de carácter infantil que se pasaba semanalmente en Radio América. En el primero conoció al locutor Carlos Armando Romero Rodas. De estas andanzas nada sabía doña Apolonia pues a causa de sus dos trabajos carecía de tiempo para el hogar y los chicos andaban sin control o como se dice, bastante sueltos.

A principios de 1944, cuando tenía nueve años, acostumbraba vagar por las calles aledañas a su domicilio y una noche los carabineros del Cuartel vecino lo quisieron llevar preso por contravenir al toque de queda decretado para las nueve por la proximidad de las elecciones y tuvo su madre que salir a defenderlo haciéndole entrar a la casa a empellones, donde comprobó que del susto Alfredito – así le decía ella cariñosamente – se había orinado los pantalones. Al finalizar la primaria intentó llevarlo al Colegio Mercantil para que siguiera la carrera de Contador pero no hubo forma de convencerlo porque nunca le interesaron los estudios.

Al día siguiente de la revolución del 28 de Mayo, de 1944 mientras doña Polita asistía a los heridos en la Cruz Roja, Pepe y Julio visitaron las ruinas calcinadas del cuartel de los Carabineros y pudieron observar los numerosos cadáveres que permanecían tendidos en las calles adyacentes y en el patio interior. El espectáculo era de terror pues el edificio de madera había sido quemado con bombas molotov y todo era escombros humeantes. La impresión les duraría mucho tiempo.

El 47 de solamente doce años, decidió no continuar en la escuela y prefirió trabajar de ayudante de albañil en una construcción, después lo haría en la zapatería de calzado fino para mujeres del maestro Arteaga cuyo taller estaba justo al frente de su casa, donde demostró buenas aptitudes para ese oficio pero se peleó con un compañero y pasó a la zapatería del maestro Manuel Zúñiga en Ayacucho y Chimborazo, allí le pusieron a arreglar las medias suelas y empezó a enamorar a una chiquilla hija del propietario de La Panadería Lalama a quien iba a cantar al pié del chalet en que habitaba. Correspondido por la coqueta, que también tenía un enamoradito de apellido Coronel, el asunto comenzó a comentarse en el barrio hasta que llegó a los oídos de Coronel, éste montó en cólera, fue a la botica más cercana, adquirió un pequeño frasco de ácido nítrico que entonces se vendía libremente para destapar cañerías y arrojó su contenido al rostro de la muchacha en afán de desfigurarla, pero ella logró interponer el brazo a tiempo y el frasco cayó al suelo donde se rompió, salpicándole buena parte del contenido en una de las piernas. Llevada al hospital recibió las primeras curaciones y volvió al barrio toda turulata pues sabía que la noticia había corrido como bomba, mientras tanto el novio no esperó que le sacaran boleta de captura, se hizo humo y nunca más se volvió a saber de él. Julio, en cambio, quedó asustadísimo y solo atinó a cambiar de barrio pues la chica ostentaba una mancha en la pierna y cuando salía de su casa los vecinos al verla comentaban: allí va la Pata quemada y se reían. Entonces, para evitar que continuaran las habladurías, sus padres la mandaron a estudiar donde unas buenas monjitas en Huigra y aquí no pasó nada, cerrándose el incidente con la huida de los tres protagonistas. Este fue uno de los primeros desagradables incidentes en que se vería envuelto a causa de su donjuanismo.

Entonces pasó a trabajar como charolador de muebles en el taller del maestro Luís Espinosa cercano a su casa y como nunca fue deportista, prefería las mujeres al futbol y los fines de semana, en lugar de ir a jugar a la pelota de trapo, sus amigos le veían vacilando chiquillas, haciéndoles guardia en sus domicilios, piropeándolas al pasar. Era simpático, llenito de rostro, piel canela algo trigueña, pelo ondulado y negro, estatura regular, pero lo mejor de su ser era la sonrisa por fácil y sincera que conquistaba corazones. Como todo ser humano tenía virtudes y defectos y siendo inteligente pasaba por dejado para los estudios. Tímido por naturaleza y al mismo tiempo violento con sus amigos de barrio a quienes hacía bromas pesadas y ponía apodos que casi siempre era jocosos, no hablaba mal de nadie, de suerte que su fondo era eminentemente bueno y por eso le querían sus numerosos amigotes aunque a veces les hacía maldades. I cuando estaba entre ellos se olvidaba de todos sus momentos de dolor ocasionados por la orfandad, y la pobreza. Por eso prefería sus compañías.

Entre sus rasgos de carácter prevalecía la generosidad sin límites. En cierta ocasión fue hasta su casa para llevarse uno de sus discos que guardaba su madre, a fin de obsequiarlo a un amigo que no lo tenía. Así era de desprendido. También le gustaba la gastronomía y solía cocinar platos criollos, jugar cartas en las esquinas, especialmente el Juego de Cuarenta, de suerte que su vida – siendo azarosa – era despreocupada, pues no pensaba en el futuro.

I su retrato no estaría completo sin La Mamita, apodo con que se conocía a Rosario Castro Arteaga, dueña de un centro nocturno de cantantes y pasilleros populares, calificado por Fernando Artieda como una cantina de arroz quebrado y muro de lamentaciones. Allí concurría cuando su madre lo echaba de la casa por sus travesuras juveniles calificadas de mal comportamiento. Llegaba a las cinco o seis de la tarde, fumaba un cigarrillo y comenzaba a cantar, la dueña del lugar le ayudaba con cinco o diez sucres y salía a cantar en compañía de su amigote Isidro, el hijo de La Mamita, muchacho de la misma edad de J.J. Ambos iban a dar serenatas más por amor al arte que por el dinero, pues la paga era escasa. Lo malo es que se hizo noctámbulo pues recién comenzaba a vivir a partir de las doce de la noche y hasta aprendió a beber.

El 47 su hermano Pepe triunfó en un concurso radial cuyo premio era presentarse a cantar en un centro nocturno, iniciando así su carrera musical mientras Julio comenzó a frecuentar a los músicos apostados en las veredas de la calle Santa Elena entre Aguirre y Ballén, el sector era conocido como la Lagartera, quienes de tanto verle entre ellos terminaron por aceptarlo como uno más del gremio, le permitían acompañar con la guitarra y en ciertas ocasiones hasta que cante. Estaba gordito, vestía overol azul y se hacía querer de todos los mejores tiempos del boom de la era bananera. Por esa época anduvo metido en amoríos con la esposa de un policía y cuando éste los pilló juntos no disparó por considerar muy joven al enamorador furtivo.

En 1951, de escasos dieciséis años de edad, se unió a tres amigos de su edad conocidos como Holguer peluquín Jara, Raúl Espinosa y Luís Alarcón y se fueron a rodar por los pueblos de Manabí y Esmeraldas cantando en trío, dando tumbos por algún tiempo y hasta se empleó de zapatero para poder comer hasta que un amigo les arregló sus documentos y pudieron viajar a Colombia. En Pasto y en Popayán tuvieron un éxito incierto.

De regreso alguien le presentó una tarde en el programa de aficionados “Descubriendo Estrellas” que dirigía Julio Morante en la Radio El Triunfo ubicada en Rumichaca entre Colón y Alcedo, consiguió como primer anunciante a los “Zapatos Rapidol” empresa de los hermanos Saltos Domínguez. Después lo hizo en otro programa similar de la Radio Cóndor que dirigía Gonzalo Heredia, donde los ochenta o cien asistentes pagaban cuatro sucres cada uno. Allí conoció al requintista Rosalino Quintero, maestro de la guitarra que tanto benefició sus comienzos de cantante con sus arreglos musicales y el acompañamiento sin igual de su guitarra mágica.

Hugo Reyes, amigo y vecino suyo, quien sería su representante personal, contaba que una noche, mientras bebía en un bar de los contornos aquejado por un desengaño, le pidió a “un negrito” que por allí rasgaba la guitarra, canciones para halagar a una de las chicas del lugar. Cumplido el pedido, Reyes le invitó a su mesa, encontrando con sorpresa que éste también sufría por esos días del abandona de una mujer. El joven no aceptó el dinero pero le solicitó departir en amistad para desahogarse juntos. Así empezó una camaradería que subsistió muchos años a pesar que Reyes se enteraría después que Julio estaba enamorado de su prima Elsa Reyes a lo que Hugo se opuso rotundamente y Julio fingió hacerle caso, pero cuando compuso la canción Elsa, descubrió Reyes que Julio había traicionado la amistad, haciendola su amante.

El 52 mantuvo un compromiso con Blanca Pozo, mayor que él, en quien tuvo dos hijos. En esos días quien cantaba en las radios era su hermano Pepe que no quería que Julio lo hiciera por su poca edad y tendencia a vivir la bohemia que tanto daño ocasiona a la voz.

El 53 el Dr. Carlos Guevara Moreno, líder de Concentración de Fuerzas Populares, partido del pueblo ecuatoriano, ordenó a Luís Orellana Erazo que hiciera grabar la marcha “Nuestro Líder” compuesta por el músico chimboracense Ruperto Romero Camón (Tixan 1926 – Santiago de Chile 1995) La interpretación estaría a cargo del trío Los Soberanos inicialmente integrado por Abilio Bermúdez, Pedro Chinga y Alfredo Lamar. Al acercarse el día de la grabación, Lamar se quedó afónico y se le buscó un reemplazo. Bermúdez se acordó “del negrito” que cantaba con Rosalino Quintero y fue a buscarlo. Julio aceptó y concurrieron a la Radio Ondas del Pacífico. Esta fue la primera ocasión que grabó en su vida. Cada uno de los tres músicos recibió trescientos sucres por el trabajito y solo se grabaron doce acetatos, uno para cada estación de radio donde debía pasarse la Marcha, por eso no ha quedado el correspondiente registro para saber cómo fue dicha canción política denominada “Capitán del Pueblo”.

De dieciocho años en 1953 y ^ trabajando en una zapatería, alquiló una pieza en el vecindario y llevó a una chica llamada Irene, a quien de día mantenía ayudando en las labores en casa de doña Apolonia y tuvieron un hijo que lamentablemente murió de escasos ocho meses a consecuencia de una apendicitis mal diagnosticada

Con Fresia Saavedra, que a pesar de su juventud había triunfado inclusive en Lima y a quien había conocido en el programa “Album Musical Radio América, grabó el 54 un disco sencillo para el sello Cóndor propiedad de la compañía IFESA que dirigía Alfonso Murillo García. De un lado estaba el yaraví “Pobre mi madre Querida” del compositor Alberto Guillén y del otro el Pasillo “Mi Corazón”. Rosalino Quintero los acompañó con la guitarra, pero el disco no tuvo éxito.

Poco después su maestro Carlos Rubira Infante le propuso grabar su composición “Esposa” en ritmo de pasillo titulado para el sello Onix de J. D. Feraud Guzmán, con el requinto de Rosalino Quintero. ESPOSA.- // Quiero que seas feliz mientras yo viva / y que no tengas un dolor, siquiera / yo te daré mi amor para que vivas / como una flor en plena primavera. / En plena primavera. // Yo cuidaré de ti, cual jardinero, / porque seré agua

tarde detrás del escenario. A las pocas semanas la chica le denunció a la policía, se armó un problema y desde entonces algunos malquerientes, para molestarle solamente, solían chiflearlo insinuando una supuesta falta de hombría y Julio terminó por dejar de cantar en dicho cine.

A finales de ese año los militares se lo llevaron a la conscripción por su condición de remiso, sacándole de la oficina de Francisco Feraud Aroca en el boulevard. Primero estuvo acuartelado en el batallón de infantería No. 3 Guayaquil cuyo Comandante era el Mayor Lorenzo Hinojosa Calero pero al poco tiempo lo pasaron de ordenanza a la Segunda Zona Militar y comenzó a realizar esporádicas intervenciones artísticas con licencias que le conferían sus amigos oficiales, que las más de las noches le cargaban farreando en serenatas, fiestas particulares, lugares poco recomendables y terminó acomodándose definitivamente en una bohemia de malas noches, lo que a la postre le afectaría su estado general hasta provocarle prematuramente la muerte.

Una mañana el Jefe de Zona Coronel Piñeiros le mandó a lavar el carro y como Julio se escapó, sus amigotes militares, para evitarle el castigo consiguieron el pase a El Oro, donde terminó esta etapa militar. De regreso a la casa de su madre abandonó a Irene, aunque ella siguió viviendo cinco años más con doña Apolonia pues se llevaban y querían mucho.

En 1955 Julio Morante le presentó a su cuñada Odalia Sánchez Moreno, a quien Julio hizo su amante y como era pobre habitaron en el departamento que alquilaba Morante cerca del estadio Yeyo Uraga. De esta unión nació un hijo. Ella terminó trabajando de boletera de la piscina Olímpica.

El 13 de Mayo lo casaron con María Eudocia Rivera, que estaba de cuatro meses de embarazo y daba sus primeros pasos como cantante en las radios de Guayaquil. El matrimonio se celebró en la iglesia de San Alejo, a las siete de la noche. Doña Apolonia recién se enteró de la boda cuando Julio le llevó esa noche una funda de dulces y un pedazo de la torta de bodas ¡Menuda sorpresa]

Años antes su hermano Pepe había formado parte de un trío con Olimpo Cárdenas y realizado giras por Colombia pero terminaron por separarse. Con el paso del tiempo Olimpo se hizo famoso y grabó en la firma Disco Victoria deMedellín el vals peruano “Fatalidad” (música de Laureano Martínez Smart y letra de Juan Sixto Prieto) y cuando esa pieza pegajosa llegó al Ecuador y todos comenzaron a solicitarla. En los Almacenes de discos de J. D. Feraud Guzmán se pusieron en grandes apuros pues no la tenían porque el disco había sido importado por IFESA.

En Marzo del 56 se le ocurrió a Francisco Feraud Aroca pedirle a su padre José Domingo Feraud Guzmán que también lo importe. Fue así como éste escribió a su amigo Otoniel Cardona, ejecutivo de Medellín, pero de Colombia contestaron que cobraban ciento cincuenta dólares por cada grabación, suma bastante elevada para la época. Francisco, que trabajaba en el mostrador de los Almacenes y seguía recibiendo pedidos, para evadir el pago de esas regalías a la casa disquera colombiana, se acordó que el promotor artístico Carlos Morante, dueño del programa Descubriendo Estrellas en Radio El Triunfo, le había hablado muy bien del joven J. J. y una mañana que le vio en la puerta del almacén le solicitó que grabe “Fatalidad” imitando en todo lo posible la voz de Olimpo y ofreciendo a cambio la modesta suma de quinientos sucres por una sola ocasión, pero fue respondido con una sonrisa pícara: “No solo eso, lo voy a superar.”

Al lado opuesto de “Fatalidad” en un disco de cuarenta y cinco revoluciones se grabó “Náufrago de Amor” que siempre fue la canción favorita de doña Apolonia. Para el acompañamiento musical se escogió el requinto de Rosalino Quintero y las guitarras de Sergio Bedoya, Juan chino Ruiz y Carlos Silva Pareja.

J. J. recibió sus quinientos sucres de honorarios y de pronto su nombre comenzó a sonar pues la primera semana se vendieron seis mil discos de manera que tuvieron que hacer más copias que también se vendieron y así por el estilo. Francisco Feraud Aroca se frotaba las manos de contento pues aparte de la venta continua del disco había descubierto un nuevo cantante popular que prometía muchos réditos para el presente y más para el futuro.

Acababa de ingresar a la fama y las giras internacionales no se hicieron esperar pero su matrimonio con María Eudocia terminó en los meses finales del 56 porque se fue a vivir con Blanquita Garzón que resultó el gran amor de su vida, pero sus continuos viajes y forma de vida bastante irregular terminaron con esta relación, de la que sin embargo quedarían dos hijos. Años después doña Apolonia le solicitó a su hijo la firma para el divorcio y María Eudocia contrajo nuevas nupcias con un hijo del actor Toño Cajamarca, creador del programa La Escuelita Cómica en la TV guayaquileña y fueron muy felices.

FATALIDAD.- // Nocturno de celaje deslumbrante / tu encanto rememoro a cada instante / romance de un momento en que viviera / con el alma iluminada / descubriendo en tu mirada / un amor que nadie tuvo para mí / aunque el aciago destino / dividió nuestro camino / y angustiado para siempre te perdí. // Fatalidad, sino cruel / que en mi rodar se llevó / el más valioso joyel / que tu querer me brindó, / el calor permanente de un cariño / que ávido como un niño / de ti tanto esperé // porqué te fuiste mujer / como un sueño fugaz / dejando en todo mi ser / una ansiedad pertinaz .// Ahora espero en las noches tu regreso / el sitio donde un beso / fue chispa de mi fé. // Estrella furtiva de mi anhelo / me llevas por desconocido cielo; / detente, no me robes la alegría / sin tu influjo luminoso / mi existencia es un destrozo // ¡Oh gitana¡ sin tus ojos mi guión / no te apartes del camino / ¡Oh gitana¡ mi nocturno de pasión. //

La dulzura de su voz le hizo un cantante único y nuevas grabaciones, algunas en Colombia, confirmaron su creciente fama: “Ódiame” letra y música de Rafael Otero, “Te odio y te quiero”, “Hojas muertas”, “Elsa”, “Carnaval de la vida”, “Sendas Distintas”, “Alma Mía”, “Falsía” y no había celebración cívica donde no fuera llamado, por eso le llovían los contratos de toda la república.

Durante una temporada de presentaciones con llenos completos en el teatro Parisiana, ubicado en García Avilés entre Vélez y Luque, al finalizar la función a la una de la mañana y en medio del público que salía fue violentamente raptado por varios individuos que lo lanzaron al interior del balde de una camioneta y se lo llevaron con rumbo desconocido. A la mañana siguiente (día sábado) apareció asilado en el Hospital y se conoció que un padre había tomado venganza haciéndole propinar una paliza.

Ese año de 1956 estuvo por primera ocasión en Colombia con resultados económicos no muy halagadores porque solo le pagaban cincuenta pesos diarios por presentarlo en diversos pueblitos. En cambio las mujeres lo seguían por donde quiera según ha anotado su compañero el músico Pedro Chinga, pues tenía un no sé qué de simpatía que las atraía y cuando se hizo famoso volvió a ese país varias veces pero jamás tuvo el éxito de Olimpo Cárdenas, a quien hasta hoy veneran los colombianos; de manera que J. J. aunque gozó de fama en ese país, fue el primero en todas partes, menos en Colombia. De este primer viaje quedó una grabación hoy lamentablemente perdida, realizada a dúo con la intérprete Judith Arboleda, quien integró el famoso grupo Las Trigueñitas.

En Colombia grabó varias canciones de éxito para el sello Ónix, tales como Carnaval de la Vida, Hojas muertas, Elsa, el bolero Cinco centavitos letra y música de Néstor Ulloa.

CINCO CENTAVITOS.- // Quiero comprarle a la vida / cinco centavitos de felicidad / quiero tener yo mi dicha / pagando con sangre y con lágrimas. // Quiero tenerte en mis brazos / tan solo un minuto, poderte besar, / aunque después no te tenga / y viva un infierno / y tenga que llorar. / aunque me mate la angustia / de saber que fuiste / / mi felicidad. //

Iniciabase para él una existencia de continuos viajes con llenos completos en todas partes, pero al mismo tiempo comenzó a vivir entre la bohemia de malas noches, a veces también le daba al juego y a mantener romances con diferentes mujeres que terminaban en escándalos que se hicieron públicos.

A comienzos del 57 viajó al Perú con Rosalino Quintero y otros dos guitarristas y el éxito no se hizo esperar. Primero trabajaban en radios, teatros y carpas, durante una de esas giras entregó todo el dinero que tenían a unas monjitas de la Caridad que le pidieron limosna para los niños de un asilo. Nos quedamos sin siquiera tener para un ceviche recordaba Rosalino.

I tan bien les fue que Julio volvió a Lima con su manager Manuel el diablo Dávila y en una artista peruana llamada Ana Melba, a quien conoció en esa capital, tuvo una hija. Ese año terminó de presentarse en radio Cóndor a consecuencia de un incidente que tuvo con el Director Gonzalo Heredia. De allí pasó a radio Cristal donde permaneció algún tiempo y grabó “Nuestro Juramento” en ritmo de bolero, del boricua Benito de Jesús.

El 58 partió a Buenos Aires, actuó en la Televisión con éxito antes no visto. Se paraba frente a las cámaras sin movimiento alguno, cantaba y el público deliraba de entusiasmo. Era un fenómeno de masas pocas veces visto. Le llovían los contratos, fue el principio de su mejor época, filmó con Antonio Prieto la película “Mala Mujer”. Cobró notoriedad con el tango “Te odio y te quiero” que interpretó en ritmo de bolero, contrajo matrimonio con la artista argentina Gloria Reich, y el empresario Aldo Legui le hizo grabar un disco propiedad exclusiva de la persona que lo había contratado. En Buenos Aires cantó varios tangos y es fama que no le salieron mal.

ODIAME.- // Ódiame por piedad, yo te lo pido / ódiame sin medida ni clemencia odio quiero más que indiferencia / porque el rencor hiere menos que el olvido. // Si tu me odias, quedaré yo convencido / de que me amaste, mujer, con insistencia, / pero ten presente, / de acuerdo a la experiencia / que tan solo se odia, lo querido. // Que vale más / yo humilde y tu orgullosa; / O vale más tu débil hermosura; / piensa que en el fondo de la fosa / llevaremos la misma vestidura. //

Entonces siguió a Montevideo y fue la apoteosis. Recibido por delirantes fans se presentó en el Palacio de los Deportes ante dieciséis mil personas y fue notorio que se quedaron otras dieciséis mil afuera sin poder entrar pues sus discos grabados en la Argentina le habían ganado una enorme fama y popularidad. En Paisandú, cantando el bolero “Nuestro Juramento”, del compositor boricua Benito de Jesús el público le lanzó monedas y billetes, costumbre uruguaya que le asombró pues nunca le había sucedido nada igual. Ya era conocido como “Mister Juramento”, apodo que no le disgustaba pues era muy jovial y sencillo y todo lo aceptaba cuando venía de sus admiradoras. I con esta bellísima pieza musical ha pasado a la historia pues constituyó el mayor éxito de su brillante carrera.

NUESTRO JURAMENTO.- Bolero.- // No puedo verte triste, porque me mata / tu carita de pena, mi dulce amor, / me duele tanto el llanto que tu derramas / que se llena de angustia mi corazón. // Yo sufro lo indecible, si tu entristeces, / no quiero que la duda te haga llorar, / hemos jurado amarnos hasta la muerte / y si los muertos aman después de muertos / amarnos más. // Si yo muero primero, es tu promesa / sobre de mi cadáver dejar caer / todo el llanto que brote de tu tristeza / y que todos se enteren de tu querer. // Si tu mueres primero, yo te prometo / escribiré la historia de nuestro amor / con toda el alma llena de sentimiento / la escribiré con sangre / con tinta sangre del corazón. //

Su repertorio se había incrementado con canciones que hablan de la viejecita lavando ropa ajena, la hija o hermana burlada, el esquinazo del mal amigo, los abusos del patrón, la traición de la mujer, el abandono de la amante, los golpes bajos de la suerte, los desengaños de la vida, temas comunes para los seres humildes. Las historias tienen como fondo la casa de inquilinos, la celda de una prisión y las calles bravas de las áreas empobrecidas que incuban diariamente millones de dramas similares, lo cual explica el fenómeno de veneración popular que despiertan artistas como J. J.

Después de un mes siguió para Bolivia, fue atendido por el Embajador Abel Romeo Castillo en su casa, quien le organizó en La Paz una recepción con asistencia del Cuerpo Diplomático; pero a la semana se regresó al Ecuador porque según dijo el clima demasiado frío y seco le perjudicaba la voz.

En esos primeros tiempos era llamado a cantar a todos los países de la América Latina excepto en Cuba, donde no existen dólares para pagar artistas extranjeros dada la miseria con que vive la gente en esa depauperada isla, pero fue en Venezuela donde radicó más tiempo, allí adquirió el sello discográfico “J.J. Radio Mundial de Caracas” que pasaba una hora diaria sus canciones.

El 59 debutó en la televisión guayaquileña con un programa especial junto a Blanquita Amaro, y trabajó en la película “Mala Mujer” con Antonio Santos ya gozaba de fama de seductor pero nunca de violador pues las mujeres se le entregaban.

A principio de los sesenta fue invitado a Medellín por el empresario discográfico Hernán Restrepo Duque y grabó en el Centro Artístico Musical Cooperativo y en Sonolux con el acompañamiento de Angel Lavid, quien ha manifestado que Julio no era cantante de escenarios porque el público le ponía muy nervioso y debía emborracharse para salir a cantar “prendido,” que más bien era cantante de cabina. También lo recuerda por bromista pues durante una fiesta una dama le pilló con Olimpo Cárdenas encerrados en el baño midiéndose los sexos para ver quien lo tenía más grande. No eran la gran cosa, los tenían normales, según opinión de Restrepo Duque.

Rafael Álvarez Soler le programó una gira por Centroamérica y México con su hermano Pepe como guitarrista. Hicieron escala una noche en Panamá para hacer el cambio a Managua, los músicos panameños le brindaron una velada de canciones, inolvidable. En Nicaragua estuvo un mes en continuas presentaciones y otros tantos triunfos, incesantemente las radios trasmitía su música. En Honduras el éxito también fue indescriptible. En Guatemala no le conocían pero tras sus primeras presentaciones ganó treinta mil dólares en solo quince días. Enseguida pasaron a El Salvador y enamoró a la artista Coralia Valle, de gran fama local como bailarina y cantante y se casó con ella en un programa especial de la Televisión cuyos dueños pagaron todos los gastos de la celebración que recuperaron con creces por la publicidad. Ese día se paralizó el país y todos estuvieron pendientes de sus pantallas de TV pues nadie quiso perderse los detalles de tan sonada ceremonia (y todo ello a pesar que seguía casado en el Ecuador con María Eudocia Rivera y en la Argentina con Gloria Reich) pero a la semana partió a Costa Rica abandonando a la flamante novia que por el chasco se refugió en Colombia.

En San José trató al célebre cantante puertorriqueño Daniel Santos, con quien hizo una gran amistad y volvió a Honduras con una oferta de catorce mil dólares por dos semanas de presentaciones que fueron otros tantos éxitos. Finalmente terminó la gira en Panamá, se presentó en boites de primera, en la Televisión, recorrió el país, tuvo un romance con una chica y como la abandonó, ella se quiso suicidar. Julio cometió el error de irla a visitar a la clínica y el hermano de ella lo hirió en la pierna con un cuchillo, felizmente lo contuvieron a tiempo, pues deseaba asesinarlo. El asunto le mantuvo escondido una semana y por supuesto también alejado de los micrófonos. Después pasó a Caracas donde compuso Caraqueñita, canción de enorme éxito que años más tarde cambió a Guayaquileña cuando volvió a nuestro país. // Caraqueñita linda florcita de primavera / de los jardines la más bonita por ser morena / caraqueñita te entrego toda mi vida entera / con mi canción te entrego el corazón. //

Poseía una gran memoria musical y aprendía rápidamente las letras que solía escuchar y se ponía a tararear sus canciones, casi siempre boleros de Daniel Santos, pasillos de Olimpo

de radio Continente. El tema fue “Mire comadre mire” que cuenta la triste historia de un campesino que ve que su hijo se va muriendo y no puede hacer nada. Este ritmo sincopado venezolano (efecto rítmico que inicia en tiempo débil y se prolonga al fuerte) se convirtió en su arma de combate en Caracas pues le abrió todas las puertas debido a que nadie, ni el mejor de los cantantes típicos venezolanos podía igualarle. También grabó “Ay mexicanita” con ritmo de huapango, canción que había compuesto en una de sus noches de bohemia alrededor de la colonia Herrera, cerca de la basílica de Guadalupe. Esta canción amainó en aquel país el mal recuerdo dejado por lo de su esposa Gloria.

J. J. hizo de Venezuela su segunda Patria pues en cada ocasión que regresaba a Caracas lo hacía cansado y allí se reanimaba para principiar una nueva gira en otro país.

Cuando quería era un trabajador a tiempo completo. Lo que no sabía es que con el género de vida que se daba no le iba a durar mucho la voz. Concurría a las grabadoras con una botella de brandy o de wisky y dos cajetillas de cigarrillos, cantaba doce horas seguidas y se despedía fresquito. Normalmente solía por las noches reunirse con varios músicos serenateros en la esquina de “El Rosal”. Le acompañaba su amigo el guitarrista Pepe Peñalver y no era raro escucharle. De esta época aún se recuerda su bolero “Azabache” cuya letra dice así: Fragmento.- // En el negro azabache / de tu blonda cabellera / y en el rojo escarlata / de tu boca tan divina. // I en las fuentes hermosas, / de tus ojos hechiceros / es que busca mi alma / la esperanza perdida. //

En Venezuela gozó de enorme fama al punto que le creían venezolano y ganó mucho dinero que se le iba enseguida. Un amigo recuerda que J.J. vio en una vitrina de la joyería La Española un reloj muy fino y lo adquirió en dos mil bolívares pero lo extravió a los ocho días. En otra ocasión una cadena de oro le duró solo dos semanas. Cuando perdía un carro no se tomaba el trabajo de denunciar el hecho en una comisaría sino que compraba otro enseguida pues era lo que se dice un sujeto repentista que solo vivía el presente, sin preocuparse de nada más. Con Evelio Álvarez realizó múltiples grabaciones solo o acompañado. En alguna ocasión lo hizo con Olimpo Cárdenas con quien se había reconciliado y en otracon el inquieto anacobero Daniel Santos a quien admiraba y como era muy afinado, tenía una vocalización perfecta y trabajaba a conciencia, cuando terminaba una grabación sentenciaba: “Salió caliente” lo que equivalía a salió bien pues consideraba que el producto estaba óptimo y no se requería repetirlo.

Al principio vivió en las Residencia Taormina del barrio de las Acacias, edificio moderno donde tuvo su departamento de soltero, por las noches paraba en la esquina de los artistas, situada en el centro de la urbe, avenida de los Cipreses y Vicente Lecuna. Al sitio llegaban a proponerle presentaciones y grabaciones, cobraba cuatro mil dólares por un elepé y dos mil dólares por un sencillo y como nunca fue artista exclusivo de ninguna disquera solía decir: Que ellos se vuelvan ricos, pero a mi me pagan lo mío y fuera. Su manager era el colombiano Oyala Rodríguez y su mejor amigo el quiteño Hugo Cobos. Fue una época feliz y hasta cierto punto tranquila, se presentaba esporádicamente en “The Garaje” ubicada en Cacaito cuyo dueño era el pianista ecuatoriano Oswaldo Manzano, también cantaba en distintas emisoras hasta que fue artista exclusivo de Radio Rumbos y Venevisión donde promocionó la telenovela La Panadera, casó con una menor de edad llamada Graciela (su cuarto matrimonio) pero también tuvo hijos con otras mujeres de las que únicamente se recuerda sus nombres: Maria Luisa y Teresa. A todos les ponía el nombre de Julio, a los propios como primer nombre y a los que recogía de sus mujeres como segundo y fue generoso mientras se acordaba de ellos, pero como viajaba mucho los olvidaba pronto aunque sin malicia pues siempre tuvo un lado bueno y todo lo hacía naturalmente, porque nunca dejó de ser el mismo muchacho de barrio, sencillo y humano, que en noches de licor gastaba su dinero en amigos, quienes veían en él al artista genial, admirado por campechano, afable y de fama.

El 62 grabó el tango “El Jornalero”, en tiempo de bolero, música y lera de Leanoro Carbono, con el acompañamiento de la orquesta tipica del maestro Piazzola.

El 64 realizó varias giras por Centroamérica y se desplazó hasta Puerto Rico. El 65 intervino en la película “Fiebre de juventud, romance en Ecuador” estrenada al siguiente año en Guayaquil. La escena donde aparece interpretando el pasillo

Sombras fue filmada en el balneario de Playas de General Villamil. También tuvo un hijo de Teresa Olvera.

En 1966 vivío nuevamente en Guayaquil por corto tiempo pero salió por varios motivos, uno de ellos los juicios por alimentos debidos a sus hijos. A mediados del 68 volvió por pocos días para visitar a su madre a quien ayudaba económicamente desde el exterior pero tras una reunión con amigos se intoxicó comiendo fritada y debió permanecer casi un mes hospitalizado porque el asunto se complicó a causa de una dolencia hepática.

En 1969 casó en Caracas con Luisa Navarrete (su quinto matrimonio) sin embargo duró muy pocos meses y casi enseguida contrajo nupcias con Nancy Arroyo Henao (la sexta y última) hija de padre ecuatoriano. Con ella se acompañó los últimos diecisiete años de vida que le quedaban, aunque sin serle fiel porque esto era contrario a su naturaleza y cuando le era infiel volvía a los pocos días al hogar con su buen humor de costumbre y como si no hubiera pasado nada de modo que jamás se le vio arrepentido. Nancy aprendió a soportar esa conducta pues era imposible desprenderlo de la multitud de admiradoras que se le insinuaban y hasta lo perseguían por todas partes, al punto que dejó de concurrir a sitios públicos para evitar el escandaloso comportamiento de sus fans y las había de todas las edades y condiciones, desde las loquitas quinceañeras hasta respetables damas de sociedad. Según Nancy se había alejado de la jorga de amigotes que siempre le acompañaban, adquirió un vehículo de lujo último modelo, tomó la vida con mayor responsabilidad que antes tratando de no pasar malas noches para preservar su voz, pero en cambio nunca pudo desprenderse totalmente del trago.

Tras su fallecimiento Nancy declaró con mucha candidez que le había convertido a la fe evangélica aunque doña Apolonia aseguró que su hijo murió en la católica y que esto lo sabía perfectamente bien pues él le escribía siempre, contándole todo lo que le sucedía en cualquier sitio donde estuviere.

J.J. fue realmente un sujeto agnóstico, nunca sintió apetencias religiosas ni le preocuparon los asuntos del espíritu, peor el rito y sus monsergas y la posible existencia del más allá; pues, al contrario, siempre vivió a plenitud el presente sin preocupaciones teológicas ni filosóficas. Fue, lo que se dice, un ser primario, repentista, su conducta le quitaba tiempo para una obra maestra y lo último que gravó en Venezuela pues ya nunca más volvió.

En 1973 se estableció en México con Nancy Arroyo, alquilaron un lujoso departamento en Polanco, uno de los barrios más exclusivos de la capital federal. El mayor mérito de esta mujer es el haber luchado con una gran dosis de amor, a veces con éxito y en otra no tanto, para hacerle olvidar el trago. Fue una esposa ejemplar porque vivir con J. J. demandaba mucho carácter y ella siempre lo tuvo, incluso cuando le reclamaba porqué botaba el dinero que ganaba con su música a manos llenas, a lo cual él le solía responder: No te preocupes, que si yo lo hago, sé porqué lo hago. I lo que yo compro cuando quiero lo boto… ante este tipo de respuesta era inútil seguir discutiendo. Lo raro de esto es que J. J. jamás probó las drogas a las que se llega por los caminos de los malos amigos y la bebida.

En esta segunda visita a México volvió a llenar de bote en bote el teatro Blanquita con la canción “Ay Mexicanita” que se transformó en uno de los himnos populares de ese país. Ya no concurrió al bar La Negrita donde años atrás solía encontrarse con Marco Antonio Muñiz, Pepe Jara y los integrantes de los tríos Los Panchos y Los Tocolines en la colonia Guerrero cercana a la Basílica. Su esposa quería que ponga un negocio para normalizar su existencia porque avisoraba un futuro incierto, pero él no le hizo caso. I el día que cumplió cuarenta años Nancy le sorprendió en el departamento que ocupaban con ramos de flores, pero eso no le agradó en absoluto y dijo: Quítame estas flores de aquí, esto parece un cementerio.

De México se desplazó en numerosas ocasiones a los Estados Unidos donde existen comunidades fronterizas de habla hispana. En Texas adquirió varios equipos para instalar una radio, pero como no disponía de los papeles de importación, los dejó encargados a un amigo en Tijuana y nunca se preocupó en reclamarlos. En otra ocasión, estando de paso por Laredo, durante una fiesta popular sufrió un principio de infarto que felizmente superó exitosamente y terminó por restar importancia al incidente.

El 1975 vivió en Colombia y gravó para la empresa Codiscos en compañía de los requintos Guillermo Rodríguez y Oscar Velásquez la canción Amantes en Enero. Después gravó para Sonolux con el mismo Velásquez y con Ángel Lavid, en el piano el maestro Juancho Vargas y en el bajo Enriuque Águilar otras muchas canciones. Para Discos Fuentes gravó baladas mexicanas y boleros y con Judith Arboleda a) Adriana, del famoso grupo Las Trigueñitas, cantó a dúo. El empresario musical Norberto Jiménez le contrató para cantar en pueblitos de la zona por cincuenta pesos diarios más transporte, cama y comida. Este año durante una entrevista radiofónica en New York, al mencionar sus cualidades y defectos declaró con mucha gracia: “El defecto que más me perjudica y más mal me hace es tomar trago pero me gusta hacerlo y como cualidad te diré que soy muy bueno para tomar trago” y hablando de los millones despilfarrados aclaró “No los he botado, me los he bebido que es otra cosa y además lo he hecho con gusto. He vivido.” para agregar con una mirada maliciosa “Tengo mis millones aquí, aquí y aquí” y al decirlo se tocaba las partes del cuerpo relacionadas con licor, dinero y mujeres es decir, la boca, el bolsillo y la bragueta.

I de triunfo en triunfo, viajando siempre y sin un hogar estable, vivió los agitados años que transcurrieron entre su primera gira en 1955 hasta uil el 23 de Julio de 1976, cuando la firma comercial “J. D. Feraud Guzmán” con motivo de sus sesenta años de existencia, le trajo de Medellín, donde residía con su hermano Pepe para realizar varias grabaciones. El viejo José Domingo Feraud Guzmán había dicho: Quiero que Jaramillo venga a mi celebración, es el artista que más dinero nos ha hecho ganar con su música y es justo que comparta este momento con nosotros.

Su recibimiento en el aeropuerto fue apoteósico y al ser llevado en triunfo por una caravana de vehículos bulliciosos al local de la popular Radio Cristal cantó en el balcón para el pueblo. El clamoreo fue general y bien impresionado por esta recepción pasó a la casa de su madre, a quien abrazó tras largas jornadas de ausencia aunque su antiguo profesor de canto Rubira Infante al oírle inmediatamente se dio cuenta que ya no le daba la voz como antes, pero la gente comprendió que regresaba el hijo del pueblo llano guayaquileño a la ciudad que le había visto nacer y crecer y que regresaba triunfalmente, con Fama Internacional.

Al principio todo fue bien, se alojó con su esposa e hijo en un hotel de postín, la ayuda de su amigo Carlos ta-te-ti Morán a quien mintió diciendo que el vehículo se encontraba estacionado cerca de Durán cuando en realidad estaba lejísimo. Felizmente el asunto tuvo un feliz desenlace en horas de la madrugada y “entre los dos remolcamos el carro con mi Chevrolet del 53 ayudados por unos cordeles de tender ropa.”

En un especial en vivo en el Canal Cuatro no dio el tono y dijo que se sentía mal. Lucho Gálvez se le acercó. Julio agregó: Es momentáneo, algo que me cayó mal.

Sus numerosos émulos le habían dado fama de bisexual, a él, el machista por excelencia. En otra de sus presentaciones en el teatro al aire libre “Bogotá” al pie del cerro del Carmen, un grupo de jovencitos le insultó y tuvo que retirarse del escenario. Esa noche juró no volver a cantar en Guayaquil y para sobrevivir conservó únicamente el programa de una hora diaria llamado “La Hora de J. J.” en Radio Cristal, viviendo en pobreza, de las escasas propagandas que obtenía su esposa, pues no había ahorrado un solo centavo de los cientos de miles de dólares percibidos por su arte en los veintiún años de constantes giras por Latinoamérica,

Para colmos se enfermó y le ingresaron a la Clínica Santa Mañanita del Dr. Walter Franco Ibarbó en Boyacá y Colón, donde el mencionado galeno le inyectó varios sueros intravenosos. Estando en franca mejoría su hermano Pepe y Hugo Reyes se acercaron al Dr. Franco para que le permitiera salir una noche pues debía cumplir un compromiso musical en Anconcito, donde tuvo una actuación memorable pero al momento de las fotos le pusieron una botella de wisky para que las fotos salieran mejor, con más ambiente de fiesta se dijo entonces. De regreso a Guayaquil en horas de la madrugada Pepe le dijo a su hermano Julio: Compadre, preste la botella que Ud. no puede tomar. No, fue la respuesta, si la botella me la regalaron a mí. Al final se la tomó y tuvimos que devolverlo a la Clínica porque se puso mal, pero ya no quisieron recibirlo por desobedecer la orden médica de no beber licor y quizá por no tener dinero para pagar aunque hasta ese día le había atendido gratis.

A fines del 77 un productor de los Estados Unidos llamado Eduardo Jairala llamó por teléfono al requintista Ney Moreira y le solicitó grabar dos discos de Julio con doce canciones cada uno. El asunto se pactó en la soda bar El Flamingo de Guayaquil y tras el regateo acostumbrado quedaron en que Julio, que ya empezaba a sentirse enfermo, recibiría tres mil dólares y los músicos del acompañamiento dos mil. Efectuadas las grabaciones y enviada la cinta el productor llamó a Moreira a las tres de la mañana para decirle que lo había estafado y que esa no era la voz de Julio si no la de algún imitador; sin embargo se grabó un long play doble titulado “Julio Jaramillo recordando sus grandes éxitos” en el sello Angelito con arreglos y dirección musical de Ney Moreira.

Ya no afinaba y se lo escuchaba descuadrado y terriblemente mal, su voz no era la de antes porque debió haber tenido alguna lesión que le impedía hacer un esfuerzo en el vientre y sacarla del plexo, por eso andaba depresivo.

Su amigo Elias Vera ha referido que por esa época y estando un día a eso de las nueve de la mañana desayunando en el “Flamingo”, se le acercó Julio y contó sobre sus dolencias (estaba indispuesto del hígado, de los riñones, de todo) “Elias yo ya no quiero vivir, ya he disfrutado bastante” – Vivir es bonito, la vida es lo más bonito que existe…fue mi respuesta, pero no le convencí.

En otra ocasión el mismo Vera dice que Julio llegó al Rincón de los Artistas y armó una serenata para cantarle a doña Polita quien vivía en Brasil y la Octava porque estaba cumpliendo años, pero allí se sintió una tristeza inmensa porque a Julio ya no le daba la voz como antes. “Luego yo canté música de las madres y otros temas. De pronto doña Polita abrió la ventana y todos gritamos “Viva la Santa.” La señora nos invitó a pasar a su casa y una vez dentro vi la humildad y sencillez con que vivía la madre del Ruiseñor de América.

Estaba con el amor propio muy bajo, se había vuelto un ser casi taciturno, que no sonreía como antes. El lunes 26 de Enero de 1978 grabó el programa “La vida de las canciones” en Radio Cristal con libreto de su esposa la periodista venezolana Nancy Arroyo,

No era el mismo de antes sin embargo aún tuvo fuerzas para aceptar una cordial invitación de Radio Cristal y concurrió al homenaje rendido a Alberto Spencer electo el mejor futbolista ecuatoriano de los últimos años. Esa noche deleitó a los asistentes y a los miles de oyentes que escuchaban el programa con dos

J.J. seguía en su entero juicio y libre de dolores por los sedantes que le administraban, al punto que alcanzó a pedir por escrito pues de nuevo estaba entubado, que le permitieran escuchar sus canciones y al oírlas posiblemente rememoraba otros tiempos y rompía a llorar mientras en la planta baja y en las veredas de la Clínica numeroso público le acompañaba en silencio, pendiente de los detalles de su gravedad.

El jueves 9 de Febrero a las 9 de la noche, al décimo día de su internamiento y bajo los cuidados del Dr. Armando Briz, yerno de Rosalino Quintero, tras conversar con su esposa y con un Interno, entró en sopor. Su esposa corrió al templo Alianza situado muy cerca de la Clínica y oró pidiendo por su vida pero en esos momentos J.J. dejó de existir a consecuencia de un paro cardiaco final, tranquilamente y sin señales de agonía, y mientras caía sobre la ciudad una tenue llovizna su espíritu se elevaba en alas de la fama hacia la inmortalidad de la infinita gloria, tras pasar trece noches interno en la Clínica cuidado por la enfermera Francisca Trujillo, única persona que le vio expirar.

En eso entró a la pieza el Dr. Domínguez y notó que acababa de fallecer. Tenía solamente cuarenta y dos años de edad y sus amigos le iban a trasladar al Hospital del IESS mientras reunían el dinero para llevarlo a una clínica de los Estados Unidos, conforme quería Nancy pues estaba en la más absoluta pobreza. Demás está decir que ni el Dr. Domínguez ni ninguno de los médicos que le atendieron cobraron honorarios y que los medicamentos usados se pagaron hasta donde alcanzó el poco dinero del enfermo. Pronto el edificio donde funcionaba la clínica fue cercado por una gran cantidad de público ansioso por conocer los detalles de la muerte.

Carlos Armando Romero Rodas inició una maratónica trasmisión con canciones y datos de su agitada vida, así como los detalles de lo que estaba ocurriendo con las multitudes reunidas para darle el último adiós.

J.J. había manifestado su deseo de que lo enterraran en la intimidad y su viuda tenía preparado el sepelio para el día siguiente viernes 10 de Febrero, así lo expresó en el Parte Mortuorio aparecido ese día. Pero tan grande fue el impacto ocasionado por la noticia que primero se veló en el auditorio de Radio Cristal, luego lo pasaron al Salón de Honor de la Municipalidad, perocomo todo local resultaba estrecho fue llevado al Coliseo Cerrado y miles le fueron a acompañar, algunos se despedían varias veces del ídolo y surgieron casos de histeria, mujeres que lloraban, se desmayaban, gritaban, caían al suelo sin sentido. Nunca se había visto tantas personas en un sepelio. “La multitud se volvió loca, se arremolinaba, lloraba por su ídolo, quería verlo, despedirse de él, hacían largas colas para mirarlo por última vez y hasta vino gente de todo el Ecuador.”

A las once de la mañana del siguiente día, sábado 11 de Febrero, salió el cortejo al camposanto. Se calcula que asistieron cerca de doscientas mil personas pues hubo cantidad de gente que se trepó al cerro para observar aunque sea de lejos, varias bandas de músicos populares tocaban sus aires. El acto fue retransmitido por las emisoras locales y el Cementerio se vio lleno – de bote en bote – hasta las primeras horas de la noche, cuando ya el sepelio había concluido. El sepelio comenzó a disolverse a las cuatro de la tarde, tras cinco horas y media de histeria colectiva.

Había nacido un mito, el del cantante salido del pueblo y famoso, que jamás había renegado de sus orígenes humildes, el del hombre de generoso corazón y bolsillo fácil que gustaba ayudar a los pobres y representaba el machismo porteño. Venezuela fue inmediatamente sacudida por una fiebre jaramillista y desde entonces muchas canciones se han escrito en su memoria // El panita que se fue / el compañero del arte / el que fuera el baluarte / del cantar sentimental. //

Dos jovencitas llamadas Maritza Baldeón Alvarado y Bolivia Villegas León trataron de suicidarse, ésta última después de asistir al sepelio regresó muy impresionada a su hogar en Huancavilca No. 329 y Chimborazo y tomó numerosas pastillas para dormir. Ambas fueron salvadas a tiempo por familiares. Tres chiquillas hicieron un pacto suicida para cuando pasara el féretro junto al sitio en que ellas estaban cerca del camposanto, se llamaban Lidia Martínez, Elena Vargas y Miriam Jaramillo, iban a ingerir docenas de diablillos que llevaban en los bolsos pero dos policías que las escucharon, las zamarrearon e hicieron desistir, no sin antes apropiarse de los diablillos, por si acaso cambiaban de opinión.

La vida de J. J. fue llevada al cine. “Producciones García Dos” rodó en México y en Guayaquil un largometraje titulado “Nuestro Juramento” con argumento de su hermano Pepe Jaramillo y guión de Miguel Donoso Pareja, quien reprodujo su azarosa existencia al plano cinematográfico. En definitiva, un homenaje más al ídolo, el siempre recordado “Míster Juramento.”

César Carmigniani realizó el documental “Ruiseñor de América” con la actuación de Julio Alfonso Jaramillo hijo de J.J. en el rol principal.

Lucho Mueckay escribió y presentó en varias ocasiones una hermosa obra de teatro, música y danza “No quiero verte triste porque me matas” con una historia próxima al ambiente lumpen que tanto gustó J. J.

El Teatro Sánchez Aguilar ha presentado en Febrero del 2016 un musical de dos horas de duración titulado J.J. con sus canciones más conocidas y un argumento que se ajusta en lo posible a su historia sentimental.

Fernando Artieda escribió de J. J. en Vistazo, Carlos Díaz en Dino Producciones, Egdar Alian García en Editorial Eskelectra. Estas han sido aproximaciones al J. J. íntimo, al de sus deseos subyacentes de macho y de cantante famoso y popular, etc. Todos estos autores aportan al conocimiento pleno y cabal de un ser desgarrado, al que todavía no se le conoce a cabalidad, pues la causa de su forma tan personal de ser y obrar sigue siendo un misterio.

En internet existe la web de J.J. con numerosos ítems y hasta con grabaciones de su música cebolla, porque hacía llorar a los borrachos de las cantinas cuando la escuchaban en las rockolas.

El Club de Fans de J.J. en la ciudad de Ponce (Puerto Rico) realiza el primer domingo de Mayo de cada año un encuentro de fans para intercambiar discos y canciones, evento al que concurren coleccionistas de todo el mundo y el de Guayaquil funcionó por algún tiempo en un local de venta de bebidas situado en Quito y Capitán Nájera donde se reunían los fans de J. J. dos sábados de noche al mes, hasta que al cerrar el local se produjo su disolución.

En el Estudio del sello venezolano Velvet Records, en New York, desde 1998 se reúnen cada dos años sus mayores fans mundiales como el salvadoreño José Reyes radicado en los Estados Unidos que tiene cinco mil ciento veinte y cinco canciones. En Guayaquil Alfredo Enderica Negrete ha coleccionado cuatro mil cien canciones de J. J., el japonés Yosinori Yamamoto, en su lejano país, también colecciona por miles sus canciones.

Al ser consultado un psiquiatra sobre la razón de la fama póstuma de J. J respondió: Cantaba bonito, su voz era dulce y pegajosa, modulaba perfecto, tenía una gran simpatía personal y hasta era buen mozo y todo junto hizo de él un paradigma en su estilo. Aparte, murió justo a tiempo, cuando aún tenía fama pero empezaba a declinar, por eso el mito.

J.J. fue un caso raro de calidad artística y carisma puro, se hacía querer en todas partes, era repentista, expansivo, alegre, veneraba a su madre pero nunca se acordó de darle siquiera una casita para que viva en condiciones precarias y donde quiera que iba levantaba a las multitudes. Lamentablemente también fue machista, usaba a las mujeres y las abandonaba con hijos que reconocía para mantener su propia imagen de macho latinoamericano. A Blanquita Garzón la llegó a calificar del mejor calzón y como nunca estuvo psicológicamente preparado para el triunfo internacional, botó el dinero que ganaba fácil y quedó pobre y para colmos, por abusar de los cigarrillos y el trago se le fue tempranamente la voz. Su tumultuoso entierro sirvió para revelar características inigualables de esta rara mezcla de personalidad.

Dejó más de cinco mil canciones grabadas, veinte y siete hijos reconocidos y algunos más sin reconocer y se dice que cinco matrimonios. El 1 de Octubre, fecha de su nacimiento, ha sido designado el día del pasillo ecuatoriano y hasta figura como personaje en la bellísima novela de Jorge Velasco Mackenzie “El rincón de los justos” ambientada en el barrio de Matavivela, es decir, el lumpen guayaquileño de las calles Pio Montúfar y Machala, donde a través de “El Cuento de Erasmo” que dice así, refiriéndose a J. J. // Fuiste el zambo infiel de codo alzado, el plato lleno para los muertos de hambre, los que a tu muerte te cafetearon largo, te dieron vueltas y vueltas en el Coliseo Cerrado donde te velaron, Como tú, que de oficio de albañil te volviste pasillero, primero cantando encima de los sacos de cemento, entre montones de arena y piedra fina, después tú eras la radio; por eso le tirabas esquina a la Blanca Rosa, te ibas nomás de frentehacia su ventana y colgabas de las rejas. Fue a ella a quien dedicaste el primer número de tu presentación en la radio Cóndor, cuando dijiste con voz de tiple. Este pasillo va dedicado a la mujer de iniciales B. R. entonces todo el mundo aplaudió porque creyeron que se trataba de su madre, la pobre vieja que ahora ni una casa tiene. Todo eso pasó cuando Armando Romero Rodas no tenía Radio Cristal, la del balcón del pueblo, ni había en el aire la hora tuya.. //.

Cuando se inició simplemente era el negrito, luego las élites (social y literaria)n lo veían como a un cholito que cantaba bonito para las domésticas, pero tras su fallecimiento se apropiaron del mito cuando antes lo habían despreciado y comenzaron a verlo como figura literaria o como símbolo alegórico de inspiración. Por eso se ha comenzado a hurgar en su vida y en su epopeya aventurera, no con el afán morboso de desenterrar escándalos sino más bien para comprenderlo como ser humano huérfano de padre y casi sin escuela, con virtudes y defectos, estos últimos provenientes de su escasa preparación para la vida pues siempre fue lo que se dice un muchacho de la calle que triunfó porque tuvo cualidades especiales para el canto, hizo lo que le dio la gana, sin refrenarse. En síntesis, J. J. fue grande por su genialidad, su arte inigualable de cantante popular, sus anécdotas, su simpática presencia, tal su carismática personal.

En 1981 Alfredo García presentó en el Festival Fílmico de Cartagena de ese año la película “Nuestro Juramento, Julio Jaramillo” de 93 minutos de duración, versión libre sobre la vida del cantante, El 29 de Febrero del 2008 se inauguró el Museo de la Música en Guayaquil que lleva su nombre, obra de la Municipalidad y de su directora Jenny Estrada Ruiz que está realizando una excelente labor pues ha logrado ambientar varias secciones, obtener instrumentos, partituras y objetos relacionados con los músicos y con su gran convocatoria lo ha sabido mantener vivo a través de múltiples presentaciones artísticas a todo nivel, desde lo clásico hasta lo popular, pasando por lo folk.

Una avenida que se extiende por veinte y siete cuadras en el suburbio oeste lleva su nombre, antes se denominaba Callejón Parra y en el Cementerio General se ha levantado un mausoleo con su busto en bronceque lo presenta altivo, elegancia y con mucha dignidad.

En Esmeraldas No. 2.630 y Gómez Rendón aún funciona en una edificación mixta de un piso el Rincón del Artista fundado por Pedro Manuel Espinosa Martínez, cuya atención principiaba a las diez de la noche y finalizaba al amanecer, que registra una faceta de la vida de J. J. la del bohemio y vendía un trago preparado con aguardiente, cola y limón.

En el sector de la calle Lorenzo de Garaicoa entre Sucre y Colón continúa la Lagartera donde se interpretan pasillos, boleros, música de J.J. etc. a todo precio.

Ascendió a base de esfuerzo y carisma hasta alcanzar las más altas cimas de la fama internacional. Por eso su recuerdo vivirá en la memoria del pueblo como el cantante internacional que fue.