JARA REINA MENELAO

PERIODISTA.- Nació el jueves 22 de Julio de 1920 en la Boca, hoy población de Las Palmas, en la desembocadura del río Esmeraldas, fue el cuarto de siete hermanos y recibió los nombres de Franklyn Menelao. Fueron sus padres Segundo Jara Alvarado, cuencano que primero pasó a Guayaquil y luego a Esmeraldas donde formó familia con María Concepción Reina natural de la isla de los Amarales, cercana a Tumaco, en el Departamento de Nariño, Colombia. (1) Fue su abuela materna Rosalía Reina, partera y curandera en Esmeraldas. En la costa del Chocó los Reina son de muy antigua data. El sabio naturalista guayaquileño Pedro Franco Dávila contrajo matrimonio en esa zona a mediados del siglo XVIII con Emerenciana Reina, sin hijos, sobrina del sacerdote de esa región.

Su padre fue designado Escribano en Balzar y se trasladó con la familia a esa población, pero hacia 1925 “por haber quedado abandonados por nuestro padre perdimos las comodidades de que gozábamos”. Entonces su tío Camilo Reina, agente de la Casa Tagua en Muisne y en Mompiche, los mantuvo por algún tiempo y su madre supo criarlos para que se convirtieran en hombres de bien.

En 1928 volvieron a Esmeraldas, ingresó a la escuela Fiscal Juan Montalvo No.1 que tenía ocho grados de primaria. El 30 comenzó a trabajar por las noches en el aserrío de la Ecuadorian Lumbert Co. de Gustavo Von Buchwald Mesones recién instalado en la Boca, percibiendo un ínfimo jornal de 40 centavos diarios, por cortar trozas de madera de balsa que se exportaban a Inglaterra y servía por su poco peso para armar el fuselaje de los aviones.

Al terminar la primaria en 1936 decidió buscar a su hermano mayor Linneo Castillo Reina, mecánico graduado en la escuela de la Sociedad Filantrópica del Guayas y tripulante en una embarcación fluvial que hacía sus recorridos por el río Guayas. Para el efecto se valió del padre de su amigo Martín Tirsio Carvache, propietario de un velero que le llevó a Guayaquil y tras recorrer el malecón pudo localizarlo en una casa del antiguo barrio del Conchero, denominado barrio Villamil desde 1910.

”Él tenía a un compadre llamado Leopoldo Rugel, especializado en máquinas a vapor, quien me llevó a trabajar por cuarenta centavos diarios en una piladora, familiarizándome con el manejo de dichas máquinas. Al Año y medio nos contrataron para la estación del ferrocarril en Duran, admirando a las grandes locomotoras que arrastraban los coches de pasajeros”.

“El 38 encontró plaza de ayudante en varias embarcaciones pequeñas de servicio fluvial y cuando Pedro Carvache inició su astillero en la Boca, fui segundo maquinista de un motovelero que viajaba hasta Santa Rosa y Puerto Bolívar. Mi hermano Linneo era uno de los principales sindicalistas, me hizo afiliar al partido Comunista y tuve la oportunidad de tratar a Pedro Saad, Enrique Gil Gilbert, Manuel Arenas Coello, Víctor Hugo Briones, Segundo Ramos, Franklyn Pérez Castro y Joaquín Gallegos Lara entre otros, quienes me dieron clases de marxismo.”

Casi enseguida fue llamado por la Compañía de Navegación de El Oro, propietaria de los vapores Olmedo, Bolívar y Jambelí, para laborar como segundo maquinista en este último debido a sus conocimientos en motores a diesel. Cierto día zozobró la nave en el golfo pero felizmente no hubo desgracias porque pasó cerca otra embarcación y les recogió a tiempos de las aguas. Ya le acompañaban en Guayaquil su madre y hermanos en un departamento alquilado en San Martín y Noguchi.

A principios de los 40 formaba parte de una cédula comunista que sesionaba en el domicilio de Franklyn Pérez Castro y durante la invasión peruana del 41 fue obligado por el alto mando a poner su nave y tripulantes al servicio del ejército para movilizar soldados, municiones y víveres. Presenció desde la motonave Jambelí cuando el diminuto Aviso Atahualpa se batia con tres aviones de la fuerza aérea peruana en el muelle de Puerto Bolívar y se dio cuenta del desorden imperante en el frente de batalla cuando uno de los jefes militares impidió que dichas municiones pasaran a manos de los combatientes. Los demás tripulantes del Jambelí lo consideraban muy instruido, el marinero Vicente Merello le sugirió que llenara algunos cuadernos con anotaciones sobre lo que estaba ocurriendo y más por complacerle dio forma a unas “Memorias de un maquinista” que al pasar en limpio bajo el subtítulo de relatos de un pueblo, de una batalla, de una traición, de muchos crímenes y de un castigo, alcanzó las 236 págs y apareció en 1979 con prólogo de Carlos Ojeda San Martín.

Al finalizar el conflicto concurría a la Sociedad de Carpinteros a recibir clases gratuitas de Joaquín Gallegos Lara y dentro de su profesión ascendió a maquinista de buques grandes, conoció numerosos puertos del país y aún del exterior y tuvo varios percances. Una vez explotó una máquina de refrigeración y murió un joven recién entrado como tripulante.

El 46 volvió a Las Palmas por la enfermedad de su madre, quien no se pudo recuperar y falleció un año después a consecuencia de un cáncer lento al estómago, atendida en el Hospital de Guayaquil.

En las Palmas organizó un Comité femenino de apoyo al progreso y a nivel de la provincia realizó una fervorosa campaña política en pro del grupo izquierdista que lideraban el Comandante Roberto Luís Cervantes, Alejandro Montalvo Reyes, Javier Cárdenas y otros. En Febrero del 48 hubo un gran incendio que abrazó varias manzanas en el sector de la Boca antigua – que desapareció – y se quemó la casa de su tía Manuelita Reina, donde vivía con sus hermanos. Por tal motivo organizó a los damnificados en un Comité y tuvo que refugiarse en el local de la escuela Guayaquil – casa que fue de su tío Camilo Reina – donde permaneció un año con los suyos mientras encabezaba los reclamos por el total abandono en que les tenían los poderes públicos, sobre todo la Municipalidad. Los restantes perjudicados se dispersaron a diversas casas de familiares o amigos. En esos días se presentó ante Jorge Daniel Jalil Zambrano, propietario del semanario “El Cosmopolita”, quien le publicó una queja contra el Alcalde Julio Plaza Ledesma. De allí en adelante colaboró con escritos de carácter informativo y se dio a conocer como periodista bajo el seudónimo de “Don Mene” Desde esa fecha ha sido un representante auténtico de los palmeños y nunca han cesado sus escritos en pro de esa hermosa zona esmeraldeña.

Casi al finalizar la década de los años cuarenta había comenzado el boom bananero en Esmeraldas y numerosos propietarios de veleros decidieron transformarlos en motonaves, menudeando las oportunidades de trabajo para su especialidad. Esa fue una buena época, ganó mucho dinero, pero un día se trapillo dos dedos reparando un motor, accidente con suerte pues pudo haberlos perdido. El 48, habiendo mejorado su situación económica, alquiló con su hermano Juan un departamento en Esmeraldas.

El 52 organizó el Sindicato de trabajadores municipales. Ese año el Frente Democrático presentó para la alcaldía a Simón Pacheco Perdomo y los liberales a Simón Plata Torres quien ganó por estrecho margen gracias a la votación proveniente del campo y sacó cuatro puestos; sin embargo, la minoría puso tres concejales que fueron Julio Estupiñan Tello, Simón Macias Resabala y Fernando Checa, pero éste último fue descalificado por “adeudar” un título de crédito emitido años atrás por la insignificante suma de dos sucres y como Menelao era el suplente, fue principalizado y le correspondió actuar en la etapa más álgida del caciquismo del Comandante César Plaza Monzón y de su hijo el Dr. Julio Plaza Ledesma que fue una época de abusos sin límites y de oprobiosas acciones. En efecto, l poco tiempo de iniciar su mandato el Alcalde Plata Torres descubrió que el Secretario Municipal había falsificado su firma en un cheque por veinte mil sucres y lo separó inmediatamente del cargo pero el culpable fue a quejarse ante el Dr. Plaza Ledesma, quien intercedió para que se levantara la sanción; como el incorruptible Alcalde no cedió, se produjo su ruptura con el liberalismo y con su líder Plaza Ledesma, que pocas semanas más tarde utilizó a la Contraloría para hacerle apresar bajo la acusación de malversación de fondos.

Menelao también fue a parar a la misma celda por orden del Intendente, bajo el cargo de haber hablado mal del gobierno y permanecieron ochos días compartiendo tan infamante situación. El 53 a los treinta y tres años de edad, contrajo matrimonio con Daniela Lucas Acosta con dos hijos. Ese año tuvo columna propia en “El Cosmopolita”, se inauguró la radiodifusora Iris y la locutora Pepita Aguiar tomó la costumbre de leer sus artículos. Cierta tarde del 53 el Alcalde Plata Torres le invitó a la loma del Panecillo, así llamada por los manabitas que comenzaron a poblar dicho cerro, pues había concebido la idea de construir un mirador con todas las comodidades del caso, pero no tuvo el apoyo de los Concejales y el asunto quedó en proyecto. Desde entonces Menelao tituló así su columna.

El 54 el Comandante Roberto Luis Cervantes ganó los comicios ampliamente. Menelao continuaba de Concejal pero a las 11 de la mañana del 6 de Julio del 54 fue desalojado del Palacio Municipal al igual que Cervantes y los concejales Simón Pacheco Perdomo y Walter Quiñonez Sevilla.

Previamente la policía había cerrado el tránsito del parque principal y perseguía exportar en cajas de cartón.

El 61 abrió una campaña periodística contra los miembros de la Junta autónoma del ferrocarril Ibarra – San Lorenzo pues querían arrebatar sus tierras a los colonos de la zona. Para el efecto llegó a movilizar a los legisladores de la provincia, que se trasladaron al norte a conocer personalmente la verdad de la denuncia.

El 11 de Julio del 63, al iniciarse la dictadura de la Junta Militar de Gobierno tuvo que ausentarse de Esmeraldas por precaución y tras recorrer la zona sur de la provincia se estableció en La Unión, a la entrada del río Atacames. Por esos días falleció su esposa al dar a luz su segundo hijo.

El hacendado colombiano Rafael Páez González le refirió que Héctor Endara estaba necesitando para su radio “La Voz de Esmeraldas” una persona que escribiera informes del campo y fue así como inició su nueva columna que tituló “Corresponsal Campirano” a través de la cual realizó nobles cruzadas, sobre todo cuando empezó una mortífera epidemia de sarampión que atacaba de preferencia a la población infantil. Entonces logró la movilización de una nutrida brigada de médicos y se contuvo el peligro.

El 65 contrajo segundas nupcias con Piedad Paredes Pincay, guayaquileña criada en La Unión, con cinco hijos. El 68 trabajó en la radio “El Iris” y presidió el Comité pro carretera Atacames -La Unión -Tazones, aconsejando el corte de la loma del Cangrejillo para disminuir distancias.

Durante este período rural de su vida, que duró ocho años hasta el 71, aprovechó para escribir mucho y bien, no solo sus artículos de prensa sino también algunos cuentos y así fue como compuso su libro “Acuarelas de mi tierra”, que apareció en la década de los años 80 dedicado a su hijo Juan muerto del corazón, en 275 págs. y prólogo de Arcelio Ramírez Castrillón con cuentos, relatos y anécdotas de Esmeraldas.

El 72 fue electo Presidente de la Federación Provincial de Periodistas y le correspondió terminar el local institucional. El 76 fue homenajeado por cumplir veinticinco años como periodista. El 77 le honró la Municipalidad con un Diploma al mérito periodístico. Poco después adquirió un solar esquinero con un préstamo al Seguro Social y construyó una casa de cemento de dos plantas. Su labor en el periodismo esmeraldeño de opinión se mantuvo a través de diversas columnas en los voceros que iban apareciendo y desapareciendo de la ciudad y fue Tupac Yupanqui cuando escribió desde el Tahuantinsuyo, Lucifer en desde el Averno, El Riviel en desde la Playa, El Vigía en desde la Atalaya, finalmente recuperó su primera columna desde el Mirador de Las Palmas cuando regresó a radio “El iris” donde se había iniciado

Entre 1984 y el 86 intervino por tres ocasiones en el Concurso de cuentos y relatos promovidos por el Centro de investigación y Cultura del Banco Central en Esmeraldas.

En los años siguientes se mantuvo como relacionista público del Consejo Provincial, durante cuatro años fue operador mecánico de la compañía francesa Batignolles que construyó el puerto marítimo, instaló una pequeña fábrica de harina de pescado y produjo cuentos de tanto interés como “Eduvije y el duende”, “Tatujanda y la tunda”, “Las Sirenas del Pailón”, “Rumaldo, “El tira piedras de la Boca”, “El mero y la titibra”, “Wimbi y el tiburón” todos ellos escritos en una línea relacionada con el heroico comportamiento de los ^ rudimentarios pescadores de las costas esmeraldeñas cuando solo usaban para pescar los anzuelos con volatines o los espineles, la atarraya, el chinchorro manual y el arpón de una sola o de dos lengüetas para capturar los picudos, las albacoras, los meros y hasta los feroces tiburones y esperaba dar a la publicidad en dos o tres volúmenes que posiblemente titularán “Relatos de mi tierra”, “Las sirenas del Pailón”

El 98 sufrió un infarto debido a su inveterada angina de pecho y fue trasladado al Hospital del IESS en Guayaquil, pero se repuso casi enseguida y volvió a la normalidad. El 2000 redactó una breve autobiografía a expresa solicitud de su amigo Julio Estupiñan Tello.

Alto, grueso, canela claro, conversación amena y enjundiosa aunque se queja por haber perdido la gracia conque solía contar las numerosas anécdotas de su juventud marinera que recuerda pleno de añoranzas.

Se siente joven y no le teme a la muerte pues asegura que ha vivido bastante. No sufre de presión elevada ni de colesterol, ni de dolencia o molestia alguna. ”Mi mamacita me acostumbró desde que era un niño a beber agua de zurumba (limoncillo o yerba luisa con panela) y asegura que Puerto Bolívar, Loja y Zamora con el río Marañón y en el periódico “La Defensa Nacional” de Quito publicó su estudio “Por Zamora al Marañón”

El 9 de Enero de 1911 se doctoró en la junta universitaria de Loja en Jurisprudencia. El 8 de Marzo siguiente obtiene la matricula de abogado en la Corte Superior de Justicia de Loja y fue designado Secretario – Relator de ese tribunal.

Era un gran lector que acostumbraba “examinar la realidad nacional con espíritu investigativo, buscando las causas del fracaso de la revolución liberal en la falla de la estructura socioeconómica, inspirándose en un gran amor a la Patria, amor de historiadores”. Ese año publicó en el semanario político lojano “El Voto Popular” la biografía de Manuel Carrión y Pinzano, fue electo Diputado por Loja, concurrió al Congreso y formó parte del bloque gobiernista. Eran los tiempos del general Leonidas Plaza Gutiérrez.

En 1913 fue designado profesor de castellano del instituto Mejía, radicó en Quito y editó su primer trabajo “El Ecuador y el Canal de Panamá” en 39 págs. ingresó a la Sociedad Jurídico – Literaria y comenzó a escribir para los periódicos del país bajo el seudónimo de “Plácido Ximénez”. Sus colaboraciones aparecían en “El Oriente” y “El Municipio Lojano” de Loja, “El Fénix” de Riobamba, “El Telégrafo”, “El Guante”, “El Nacional” y “Diario ilustrado” de Guayaquil y “El Comercio”, “La Prensa”, “La Nación” y “El Día” de Quito. Entonces presentó su memorandum al Presidente Leonidas Plaza planteando la realización de los estudios para llevar a cabo el ferrocarril transamazónico que uniría el Pacífico y el Atlántico a través de las provincias de Loja y El Oro, el oriente ecuatoriano y la amazonía brasilera, pero no logró despertar otro interés que el puramente científico y se adujo entonces y se repitió después, que siendo buena la idea, era impracticable en la realidad por falta de disponibilidades económicas. Aún hoy, en pleno siglo XXI, se piensa así.

El 13 de Diciembre de 1913 fue designado Gobernador de Loja y “regresó a la tierra natal con las gallardías de una juventud inteligente y fervorosa. Se hallaba en el filo de sus treinta años y era dueño de todas las curiosidades, de todas las iniciativas”.

Enseguida se puso manos a las obras y comenzó por habilitar la casa del Gobierno, reparó el Cuartelde Policía, adecuó el local del protectorado de Señoritas. En 1915 contrató la construcción de un edificio para el nuevo Hospital, ayudó a la contratación para la provisión de agua potable de la ciudad de Loja con los Ingenieros Enrique de Witt y Norton Pratt, adelantó el camino a la Costa, puso especial atención en mantener caminos y puentes y tampoco descuidó las labores del espíritu pues “en su casa, que era en las tardes el remanso espiritual de la ciudad, reunía a los universitarios para hablar de literatura y dar conferencias que no eran otra cosa que anticipos de lecturas y para recitar versos. I así nació Vida Nueva, aquel periódico de literatura y arte”.

En 1915 publicó “Formulario para la formación de sumarios en materia criminal” en 23 págs. y “Reglamento interno de la Policía de Loja” en 8 págs. En 1916 “Memoria del Hospital de Loja, con el plano, fachada, estatutos y reglamentos de esa casa asistencial” en 69 págs. e “Informe y Renuncia” en 26 págs. cesando en sus funciones el 31 de Agosto, al finalizar el segundo período presidencial del general Leonidas Plaza, volviendo a radicar en la capital.

En 1917 ocupó la posecretaría de la Cámara de Diputados. El 18 fue nuevamente electo diputado por Loja y discutió largamente sobre la veracidad de la Historia del Reino de Quito del jesuíta Juan de Velasco, cuya obra había sido impugnada por Jacinto Jijón y Caamaño. Allí le tocó defender los mitos y leyendas como fuentes de la prehistoria y mantuvo la tesis de la existencia de un reino o confederación de pueblos cuya capital fue Quito, así como el origen de la cultura incásica en Sumpa (actual península de Santa Elena) según versión del cronista jesuita de finales del siglo XVI Anello de Oliva. Para Jaramillo, asumir la existencia de un reino de Quito, resultaba fundamental en la construcción de la identidad del ser ecuatoriano. Esta discusión histórica mantuvo al país en vilo por varios años. De un lado se posicionaron Jacinto Jijón y Caamaño, Homero Viten’ Lafronte, Carlos Manuel Larrea en un principio, Luís Felipe Borja Pérez hijo, del otro Pío Jaramillo Alvarado, Celiano Monge Navarrete, el jesuíta José María Legouir Raud, el dean Juan Félix Proaño, el lingüista chileno Santa Cruz y la Sociedad de Estudios Históricos Americanos vió escindidos a sus miembros.

Al concluir las sesiones del Congreso pasó a ocupar una de las fiscalías y en el Jurado reunido el 6 de Marzo de 1919, dentro del proceso penal seguido en Quito contra autores, cómplices y encubridores del asesinato de Alfaro y sus tenientes, acusó públicamente al gabinete del presidente encargado Carlos Freire Zaldumbide y en especial a sus Ministros de Gobierno y de Guerra y Marina y a varias personas del bajo pueblo quiteño sin revisar las actuaciones del elemento militar tanto o más culpable que el civil y como el juicio era de carácter político nunca se llegó a pronunciar sentencia y el crimen quedó en la impunidad; sin embargo, su Alegato, escrito con pasión y en hermosísimo estilo periodístico, ha pasado a la historia ecuatoriana como un modelo de lo que debe ser un ensayo histórico – político.

En 1920 fue designado Director General del Oriente y exploró las amplias regiones ubicadas entre los ríos Napo y Pastaza, recogiendo dichas experiencias administrativas en una erudita obra que tituló “Ferrocarriles al Oriente”, editada ese año en 178 págs.

En 1922 publicó en la revista de la Sociedad Jurídico – Literaria de Quito un ensayo crítico sobre la “Literatura Lojana” en 26 págs. y se trenzó en acaloradas discusiones con el Dr. Luis Felipe Borja hijo y con Italo Paviolo, representantes de la Sociedad de Agricultores del Ecuador, cuando propugnó la formación de un partido Social Agrario para realizar cambios fundamentales en la economía agrícola del país.

En Diciembre de ese año dió a la luz “El Indio Ecuatoriano” con el subtítulo de: Contribución al estudio de la sociología indoamericana, que dedicó a la juventud liberal de América en 227 págs. obra que ha sido calificada como una brillantísima defensa de los derechos conculcados a la raza, al proletariado y a los campesinos, es decir, a los estamentos más débiles de la economía del país. Alegato escrupulosamente escrito que no ha tenido reprise y que impactó en el criterio de la juventud, convirtiendo a su autor en el portavoz de quienes llevaron la causa del indio ecuatoriano ante los tribunales de la nación. Allí escribió lo siguiente: “Con la fe del sembrador, sigo echando al voleo la simiente, en los surcos del pensamiento nacional, pues sé que ésta germina y florece”.

La publicación de tan importantísimo trabajo coincidió con el centenario de nuestra independencia y con el auge del movimiento arielista latinoamericano surgido años atrás en el Uruguay con el escritor José Enrique Rodó y marcó en el Ecuador el principio de la llamada corriente o escuela indigenista, que tanto ha gravitado en la cultura y el arte ecuatorianos, así como en la idiosincrasia de los políticos.

La primera edición de “El Indio Ecuatoriano” contenía solamente un ensayo largo sobre el indio, pero en las ediciones sucesivas fue incorporando otros ensayos como “El agro, cuestiones previas”, “Realidades del agro”, “Organización del trabajo indígena” y “Acotaciones finales” y ha conocido hasta la presente siete ediciones más en 1925, 36, 54, 79, 83, 97 y 2012. Por esta obra Jaramillo figura entre los fundadores de la Sociología Ecuatoriana con Alfredo Espinosa Tamayo, Belisario Quevedo y Agustín Cueva.

La segunda edición de 1925 incluyó un examen preliminar del distinguido escritor Orestes Ferrara, la tercera del 36 agregó 3 págs. sobre el Agro costeño, tomado de un artículo suyo aparecido en la Revista de la Asociación Escuela de Derecho de la Universidad de Guayaquil (1)

Angel Felicísimo Rojas ha escrito que “El Indio Ecuatoriano” es un libro erudito que agota la materia y señala la solución pues plantea el problema indígena en su verdadero terreno, el de una modificación sustancial que tenga base económica y que liquide al feudalismo. Antes de Pío Jaramillo Alvarado se habían propuesto solamente vagas disertaciones más bien sentimentales. Juan Montalvo se quejó aunque no daba ninguna solución. Abelardo Moncayo en su largo alegato “El Concertaje de Indios” denunciaba patéticamente el horror de la explotación que tenía ese nombre y alentaba las esperanzas de que esa monstruosidad terminara.

A Jaramillo corresponde la gloria del precursor pues estudió al indio como sujeto histórico, expuso la necesidad de cambios en la legislación como la eliminación del concertaje para lograr su Incorporación a la vida nacional y la necesidad de realizar una reforma agraria. Su fórmula económica basada en el mensaje de pan, trabajo y libertad continúa vigente aunque lamentablemente su obra de conciencia y denuncia crea una visión sentimental sobre la triste situación del indio de las comunidades de la sierra, olvidando al del litoral (el cholo que habita en la costa marítima, el montubio de la cuenca fluvial del Guayas, y las comunidades Cayapas y Colorados en el norte) así como el indio de la amazonía.

Ese año 22 también fue importante en la historia del Ecuador porque marcó el inicio de la lucha de obreros y artesanos por la reivindicación de sus derechos tras la masacre ocurrida el 15 de Noviembre en Guayaquil

En 1923 dió a la luz su ensayo “Don Abelardo Moncayo y su época” en 80 págs. como estudio introductorio al libro “Añoranzas”, que contiene varios ensayos críticos de don Abelardo. Jaramillo atacó al liberalismo ya sin ideales y hasta puramente mercantilista de su tiempo y lo comparó con el heróico y desprendido de los años gloriosos de la revolución y de Moncayo, cuando a fines del siglo ^ XlX pugnaba por cambiar las caducas estructuras coloniales del país.

Por esos días Luís Napoleón Dillon dictó una conferencia sobre el liberalismo en el teatro Sucre y denunció la equivocada política nacional del presidente José Luís Tamayo, cuyo gabinete estaba infiltrado de elementos reaccionarios ultramontanos y conservadores. El discurso ocasionó tal impacto político que obligó a reunirse a la Junta Liberal de Pichincha y desde el mes de Abril los diarios “El Día” de Quito y “El Universo” de Guayaquil abrieron rudas campañas para reafirmar las conquistas y los principios doctrinarios liberales radicales en el Ecuador.

Entonces Jaramillo comenzó en “El Día”, dentro de una elegancia expositiva que hizo de él uno de los más grandes periodistas de nuestra historia, su columna “Aspectos Políticos”, que pronto fue buscada y leída con fruición y su seudónimo “Petronio” se hizo famoso. “Una recopilación de dichos artículos salió a la luz bajo el título de “La Doctrina Liberal. Hombres e ideas en el Ecuador”.

El 9 de Septiembre se reunió la Asamblea Liberal en Quito y sus miembros le encargaron la redacción del Programa y los Estatutos, respuesta, pero que aún con el paso de los años resultan de difícil aplicación.

Por entonces un artículo suyo titulado “Política de tierra calienta” suscitó escozor en Guayaquil. Los periodistas de “El Guante” sacaron su fotografía en primera página endilgándole subidos adjetivos, pero la publicación tuvo un efecto contrario y Jaramillo resultó “víctima de la incomprensión y del rencor salvaje de unos pocos plebeyos.”

En 1926 el nuevo dictador Isidro Ayora lo desterró a Panamá, donde residió varios meses. A su regreso volvió a escribir en “El Día” manifestando que “el conservadorísimo y el liberalismo ya nada tenían que ofrecer a la nación sino su pasado ya extinguido” y siguió obstinadamente argumentando en favor de una acción radical, socialista y nacional desde su sitial de intelectual doctrinario y hasta formó parte de la Liga Antiimperialista que se fundó en Quito para combatir al fascismo que ya comenzaba a irrumpir en América.

Los escritos de “Petronio” deben ser dados nuevamente a la publicidad pues bien se lo merecen porque solo se han reunido unos pocos en “La Crisis del Liberalismo. Aspectos Políticos” y en otras dos obras más, pero la mayoría están olvidados. “Todos son vivos testimonios de contenido histórico contemporáneo contra el caudillaje y las dictaduras, singularmente la de la época Juliana, y de defensa indeclinable de la libertad y la democracia, en los momentos culminantes de desorientación política y de anarquía militarista”.

En 1927 con motivo del escándalo internacional suscitado al conocerse el tratado secreto Salomón – Lozano por el que Colombia cedía al Perú nuestros territorios en el sector del río Putumayo, editó “Los Tratados con Colombia” en 12 págs y luego salieron otros ensayos: “Blasones de Loja”, “En Defensa de Rocafuerte” en 23 págs, donde estudió las consecuencias de la quiebra de la Casa bancaria Goldmit” de Londres, “Política Tropical” con un estudio preliminar de la dictadura del Libertador Bolívar en 1826 en 66 págs. y “Don Antonio Borrero” que apareció como artículo en la revista de la Jurídico – Literaria.

En 1928 le correspondió el honor de inaugurar la estatua de Alfaro en Quito y con tal motivo publicó su Acusación Fiscal “La Victimación del General Eloy Alfaro y sus tenientes” en 33 págs.En 1929 fue designado Profesor de Derecho Político y Administrativo de la Universidad Central y el gobierno de Ayora lo envió de Ministro Consejero al Perú en desagravio a pasadas injurias. Allí permaneció hasta 1930.

El 31 ascendió al decanato de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central y el Grupo América de Quito lo eligió socio activo en momentos en que esta agrupación reunía a lo más selecto de la intelectualidad capitalina.

A mediados de septiembre la Asamblea Liberal “hizo una invitación especial a los socialistas, porque se conceptuaba que dentro de la ideología liberal ellos tenían aceptación”, a fin de tratar sobre la formación del partido Radical – Socialista o Partido Agrario Ecuatoriano. Jaramillo estuvo entre los redactores de los estatutos del nuevo partido, pero esa posición no prosperó y en una siguiente sesión se declaró que los estatutos vigentes eran los del Partido Liberal. De todas maneras a principios de 1932 se unificaron las fuerzas aunque únicamente con fines electorales y marcharon unidos en apoyo a la candidatura de Modesto Larrea Jijón, que perdió frente al conservador Neptalí Bonifáz Ascázubi.

Pío Jaramillo luchó siempre por un socialismo autóctono y nacional que fuera radical en sus todos pero no lo logró. En ese aspecto su pensamiento se adelantó a los acontecimientos del convivir nacional.

A mediados del 32 fue electo miembro de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores y pronunció un discurso en el Centenario del nacimiento de Juan Montalvo, publicado como “Montalvo político” en 22 págs.

En 1934 dió a la luz “Estudios Históricos, ensayos sobre la vida interna e internacional de la República” en 585 págs. la segunda edición apareció en 1960 en 449 págs. y contiene los siguientes trabajos:

I) La Revolución del 10 de Agosto de 1809, 2) Las Dictaduras de Bolívar, 3) Caudillos y Dictadores, 4) En defensa de Rocafuerte, 5) Montalvo político, 6) El General Eloy Alfaro, 7) La victimación del General Alfaro y sus tenientes, 8) Don Abelardo Moncayo y su época, 9) Resumen histórico del régimen constitucional ecuatoriano, 10) Ubicación histórica del Marañón,

II) Los Tratados con Colombia, y 12) Síntesis de la nacionalidad ecuatoriana y defensa de su territorio.

En 1936 ocupó por segunda vez el decanato de Jurisprudencia y editó “Tierras de Oriente” en 519 págs. “Del Agro ecuatoriano” en 348 págs. ensayos que le muestran patriota y estilista y los folletos “Atahualpa creador de la nacionalidad ecuatoriana” en 70 págs. y “El nuevo Tahuantinsuyo” en 5 págs.

Ya era padre natural de una niña y como solterón gustaba de los escarceos y aventuras románticas que compartía con un grupo de comprovincianos entre los que se encontraban Juventino Arias y Pablo Palacio, con quienes solía intercambiar amigas. El 37 contrajo lúes por causa de una bailarina pelirroja venida de la Argentina que actuó una corta temporada en la capital. Quien le descubrió la enfermedad fue el laboratorista Dr. Luís A. León Vinueza, le recetaron inyecciones de Salvarsan y por prescripción médica viajó a la costa-

El Salvarsan (salvar la sangre) o experimento 606 era un medicamento en extremo tóxico porque las inyecciones se preparaban en Alemania a base de una solución de sales arsenicales, cuyos residuos eran eliminados de la sangre a través del sudor y la orina, que son mayores en los climas cálidos, de manera que los enfermos en la sierra viajaban a curarse en la costa hasta que – meses más tarde – terminado el tratamiento, volvían a sus hogares. El Dr. José Payese y Gault fue su introductor en el Ecuador en 1912, aplicando las inyecciones en su consultorio de Guayaquil a los llamados caballeros cruzados, pues que el avance de la dolencia se marcaba en los exámenes de sangre por cruces, una era para los contagiados recientes, dos para los medios, tres para los avanzados y cuatro significaba que la cantidad de lúes por centímetro cuadrado era incontable.

Instalado en Guayaquil el mismo año 37, al siguiente fue designado profesor de Derecho Territorial en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Guayaquil, alquiló un departamento cercano, en el primer piso de un edificio de madera en la esquina de las calles Sucre y Chile, donde solía recibir por las tardes y con las chazas totalmente abiertas a sus numerosos alumnos, sentado en una gran hamaca, abanicandose y con la camisa abierta por el calor. Así conversaba largo, de todos los temas culturales y patrióticos posibles y hasta gustaba aconsejar. Ya estaba curado.

Ese año 38 editó “La entrevista de Guayaquil y su secreto”, con la que inició una serie sobre dicho controversial tema. Igualmente pronunció una conferencia en la U. sobre “El Nuevo Concepto del Estado” que publicó en 44 págs. y dió a la luz su obra magna, suma de sus conocimientos y utilísima pues siempre tuvo el sentido de la oportunidad: “La Presidencia de Quito. Alegato histórico – jurídico sobre nuestra nacionalidad” en dos tomos de 508 y 546 págs. trabajo escrito años atrás y que fuera presentado en Washington con motivo de las discusiones limítrofes que se llevaban a cabo bajo el nombre de Fórmula Mixta.

Jaramillo fundamentó su argumentación en “las raíces más antiguas del país, que prueban la alta cuna de la estirpe ecuatoriana”. La obra ha sido considerada un monumento a la sabiduría y al patriotismo, porque analiza nuestra historia territorial y nuestros derechos.

En 1939 editó “Síntesis Histórica – Jurídica de la nacionalidad ecuatoriana y de su defensa territorial” en 60 págs.

El 40 presidió la delegación ecuatoriana que asistió al Congreso indigenista reunido en Pascuaro, México, y publicó “El régimen totalitario en América, Democracia o Fascismo” en 148 págs. que vió una segunda edición en 1962.

En 1941 salió “Sucre y Lamar en la iniciación de la República” y en “El Telégrafo” escribió una relación cronológica y documentada de los acontecimientos producidos por la invasión peruana y la tituló “La Guerra de conquista en América”, republicada el 42 por la U. de Guayaquil en 436 págs. y 4 mapas; y en el suplemento de la revista del Vicente Rocafuerte salió “Ecuador es nación amazónica” en 23 págs. denunciando minuciosamente “las maniobras peruanas para penetrar, agredir y apoderarse del territorio ecuatoriano, dá a conocer la penetración hitlerista en el Perú y el Ecuador y analiza la conducta falaz contra el Ecuador y demás acciones hispanoamericanas del fementido panamericanismo. Libro fundamental para el pueblo ecuatoriano, calificando al Protocolo de Río de Janeiro que se acababa de suscribir como instrumento írrito y nulo, producto de una política imperialista que dividía a nuestros pueblos y los golpeaba por separado. Trae documentos para avivar la conciencia nacional y establecer que el Ecuador es país amazónico y que las aguas de ese anchuroso río – mar son continentales. Obra escrita para la defensa de la soberanía nacional y de la integridad territorial”.

Por esas patrióticas iniciativas el “Instituto Ecuatoriano de Estudios Amazónicos” lo premió designándole Miembro de Número y en 1942 el “Centro de Investigaciones Históricas de Guayaquil” lo recibió en su seno. Era, lo que se dice, un escritor que combatía las injusticias vinieren de donde vinieren.

En 1943, dejó su cátedra universitaria de Guayaquil y regresó a Quito totalmente curado tras cinco años y medio de estadía en la costa. El 44 dió a la luz “Personalidad histórica de Atahualpa”. El 45 “La Nueva Grancolombia” en 15 págs. El 46 fue designado Vicepresidente del directorio de la matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, donde laboró incansablemente al lado de Benjamín Camón para que esta nueva institución alcance una gloriosa edad de oro y se convierta en la rectora del pensamiento y la cultura nacional. También editó “La Universidad norteamericana en función de la cultura democrática” en 31 págs. con notas e impresiones al vuelo de un viaje realizado a ese país como invitado especial del Departamento de Estado.

I en México presentó un informe sobre la “Situación del indigenismo en el continente” en 4 págs.

En 1947 publicó “La Cultura Indígena Quiteña” en 11 págs. “La Nación quiteña, perfil biográfico de una cultura” en 197 págs. cuya segunda edición apareció en 1958 y que se complementó con sus Estudios Históricos de 1934, de suerte que pueden ser considerados como dos volúmenes de una sola obra. También insistió en el tema de la entrevista de Guayaquil con “Nueva crítica histórica sobre la entrevista de Guayaquil”, fue electo Senador por Napo – Pastaza y obtuvo la aprobación del proyecto de creación de la Provincia de Zamora- Chinchipe.

En 1948 fue delegado del Ecuador a la IX Conferencia Interamericana celebrada en Bogotá, le eligieron presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y al finalizar sus labores presentó una Memoria en 128 págs.

En 1950 entró en polémicas con la secretaria de la Embajada de Panamá que había atribuido al hermano Hernando de la Cruz los cuadros de los profetas que están en la iglesia de la Compañía. Sus dos artículos refutando tal aserto y comprobando que dichos cuadras habían sido confeccionados

Grupo América de Quito por cumplir ochenta años de edad.

El gobierno nacional le confirió tardíamente la Orden Nacional al Mérito y entonces se dijo que “el buen viejo era el campeón de los Derechos del hombre común entre los hombres y de la Soberanía del Ecuador entre las naciones. Ninguno más digno de ocupar la presidencia de la República que él”.

A la caída de la dictadura de la Junta Militar de Gobierno en 1966 el Partido Liberal le otorgó la Medalla de la Lealtad Doctrinaria por su permanente defensa del ideal liberal y por su inquebrantable fe en el triunfo de la democracia ecuatoriana, surgida al rescoldo de las conquistas alcanzadas a través de la gloriosa revolución del 5 de Junio de 1895.

Vivía en una casita propia, modesta, limpia y llena de libros, a la que invariablemente concurrían sus alumnos y amigos, a quienes atendía y aconsejaba con cariño y sencillez. Los domingos se hacia preparar platos lojanos – especialmente los famosos tamales – por una cocinera que le acompañaba muchos años y que saboreaba con algunos paisanos en jolgorios casi familiares y de sano esparcimiento. Entonces, sintiéndose viejo, decidió regresar a su Loja natal, a vivir otra vez entre los suyos y a meditar en los altos e indeclinables destinos del país.

Retirado en 1967 a su finca de “El Prado”, disfrutando del acogedor clima y del verdor del paisaje del valle del Malacatos, a mediados del 68 fue súbitamente aquejado de una hipertrofia prostática que dado el atraso de la medicina de esos tiempos revestía de alguna gravedad pues no podía orinar y un fin de semana fue conducido a una de las clínicas particulares que por entonces funcionaban en Loja, donde por ausencia de los médicos un simple interno le atendió de urgencia y como no poseía mayor experiencia le perforó la vejiga al colocarle una anticuada sonda de caucho rígido. Esta nueva calamidad hizo que empeorara su estado general. El 24 de Julio requirió de tratamiento quirúrgico en la clínica San Agustín pero su corazón no resistió y dejó de latir en la mesa de operaciones.

Tenía ochenta y dos años de edad. Dejó un hijo no reconocido, así como una hija reconocida y varios nietos en ella. Esta última había nacido deuna hermosa campesina macareña vendedora de comida en el mercado de San Sebastián, que luego contrajo matrimonio con un militar de notoria actuación en la dictadura del General Enríquez Gallo el 37 – 38.

También quedaron varias obras inéditas entre las que conozco “Reflexiones sobre el problema limítrofe” y “Documentos relativos a la historia de Loja”. Su Biblioteca y Archivo fueron vendidos a la U. de Loja y por testamento legó su casa donde nació para que allí se instale un colegio de niñas con el nombre de su progenitora.

Bajo de estatura, rostro blanco, rollizo, de pelo negro y después blanco plateado, ojos vivaces, azules y pequeños, voz apagada pero armoniosa, talento polifacético y genial. En su trato fue siempre tranquilo, cordial, sencillo, bondadoso y paternal, docto sin afectación, profundo y llano al mismo tiempo, pues nunca aspiró ni a la lisonja ni al aplauso sino al convencimiento de la verdad de todo acuanto exponía.

I con sus amigos y alumnos siempre generoso en sus elogios y en dar ánimo a los principiantes.

Defendió a la nación y valientemente combatió con la pluma por sus derechos territoriales. Amó al indio y a las regiones orientales del país, así como a su ciudad y provincia natales. Fue escritor de altas miras, periodista de resonancia nacional, historiador notable y fecundo. Quizo para la Patria mejores días y luchó incansablemente por ellos, por eso se le considera uno de los más importantes ecuatorianos de todos los tiempos aunque como bien lo ha anotado Hernán Rodríguez Castelo, escribía con gran facilidad y notable belleza, pero ni tuvo estilo literario ni luchó por tenerlo, pues su misión fue muy distinta en la vida. No escribía para recrear sino para denunciar y exponer los más densos problemas de la nacionalidad ecuatoriana, que ayudó tan intensamente a formar.

Como novelista se le conoce solamente un texto breve con trasfondo histórico sobre los indios jívaros del oriente ecuatoriano, escrito en su primeros años y titulado “El último de los Yaguarzongos”. La política y la polémica mataron al novelista según parece. Se puede afirmar que es el fundador de los estudios rurales en el Ecuador.

Su método se fundamentaba en un trabajo académico y un esfuerzo permanente por la defensa de sus tesis y principios a través de las polémicas.