POLIGRAFO Y GRAMATICO.- Nadó en Otavalo, provincia de Imbabura, el 12 de Octubre de 1912. Hijo legítimo de José Antonio Jácome Carrillo, joyero de mediana posición económica y de Rosa Jácome Terreros, su prima segunda, dueña de casa propia y varias quintas aledañas a Otavalo, la tierra de Yambos. Era, además, muy atractiva de rostro y poseía grandes simpatías. Su padre era propietario del único hotel, de la jabonería del pueblo y de numerosas tierras labrables. Ella murió a consecuencia de eclampsia al a causa de negligencia médica.
Nació muy delicado y siendo el décimo y único varón de una familia de once hermanos que quedaron huérfanos de madre en 1914, creció enfermizo y mimado por su tía soltera Carmen Jácome Terreros, quien hizo las veces de madre para todos.
Su padre, tía, hermanas y numerosa servidumbre vivían en una amplia casa del pueblo pero casi siempre visitaban la quinta “El Rocío” de propiedad de doña Carmen “donde todo era verde y crecían airosos frutales por doquier, al punto que le llamaban el vergel de Otavalo”, pues tenía vertientes de agua y otras ventajas. En dichos campos leyó la vida de los santos, obra que por esos días era costumbre que los niños conocieran, sobre todo la de san Francisco de Asís, a quien se tenía por el santo más humano. La quinta El Rocío pertenece ahora al maestro Jácome.
De seis años fue matriculado en la escuela fiscal Diez de Agosto, la única de varones que por entonces existía en su pueblo. Siempre llegaba primero a la escuela “si era posible veía nacer el día ahí” y cuando estaba en el quinto grado su profesor Fernando Chávez le hizo lector. El primer libro que le hizo leer fue “Guillermo Tell” el héroe suizo, luego seguiría una lista interminable. “En sexto grado ya nos inició en la creación de cuentos . A él le debo mi vocación literaria” y ganó dos concursos escolares de Historia y Cívica y llegado a los doce años quiso ser maestro como su amado y respetado profesor Chávez, el de la palabra fácil y docta pero su padre le solicitó que escogiera un oficio – posiblemente le hubiera agradado que fuera el suyo – para que continuara con el negocio de joyería, pero el niño solo ambicionaba estudiar y como el horizonte era muy estrecho, pidió que lo enviaran al Seminario menor de San Diego de Ibarra, donde pensaba hallar muchos libros, que era lo que más le llamaba la atención. Su padre, comprendiendo que no se trataba de una vocación religiosa, le engañó manifestándole que se habían acabado las becas y terminó permitiendo que viaje a Quito en 1928, a cursar la secundaria en el Normal Juan Montalvo para que se hiciera profesor.
Era un muchacho atlético que acostumbraba escalar los cerros de la provincia de Imbabura al punto que llegó a decir que los conocía a todos y ya en Quito, permaneció ocho años como alumno interno en el Normal porque al principiar el tercer curso enfermó gravemente con amebiasis, luego con surmenage, fue curado por diversos médicos quiteños y tuvo necesidad de descansar dos años, con expresa prohibición de leer. Finalmente pudo graduarse de normalista en 1936 habiendo estudiado con mucha ilusión.
Poco antes había participado en un debate sobre el tema de sociología propuesto en la siguiente pregunta: ¿Debe la escuela ecuatoriana cultivar las características psicológicas de la población indígena? y defendiendo la identidad indígena ganó el debate.
De allí en adelante se convirtió en un idealista de izquierda, autodidacta, que estudiaba continuamente la realidad del país y se esforzaba por mejores días. El 38 se afilió al partido Comunista pero no hizo vida activa ya que prefirió ser un intelectual destacado antes que político.
Desde su egreso del Normal había desempeñado varios trabajos. El mismo año 36 ocupó una plaza de profesor de sexto grado de la escuela rural municipal “Amable Aráuz” de Conocoto, allí conoció a la que después sería su esposa, quien era profesora del primer grado. El 37 pasó a profesor de primero en la escuela “Brasil” de Quito. Poco después fue cambiado a la “Sucre” y dio clases a distintos grados hasta el 44.
En 1942 había conseguido el Primer Premio en el Concurso de biografías con un trabajo – aún inédito – sobre la poetisa cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda. Eran los años primeros de su producción y también de la oprobiosa dictadura civil del arroyismo y se sentía partícipe de la reacción nacional. Hacia 1944 comenzó a estudiar para Doctor, se enamoró de la joven Emperatriz Lobato Vargas, siguió a su hermano Juan Isaac Lobato, activista de Acción Democrática Ecuatoriana A.D.E. en la campaña electoral que diariamente cobraba violencia, finalmente el 29 de Mayo se conoció el triunfo de la revolución de Guayaquil. El día 30 permaneció concentrado con los miembros de ADE en el local de la Venezuela y Sucre. El día 31, a la una de la tarde, acompañó a Lobato y al pueblo en general a la toma del palacio y “como era joven y bromista, me senté un ratito en el sillón presidencial”. Poco tiempo después contrajo matrimonio con su novia y han sido tan felices desde entonces que al solicitarle una frase final para esta biografía, me dijo emocionado; “amo entrañablemente a mi sangre florecida y cada uno de mis libros he dedicado a mis hijos y ahora a mis nietos. Mi mujer es un tesoro de bondad ilimitada, de nobleza sin par, mi sostén, mi todo”.
Ya era profesor del Colegio Americano de Quito y después del 28 de Mayo fue designado profesor de Literatura en el Colegio Montúfar, intransigente frente a la mediocridad de sus alumnos, triunfó en el concurso Nacional de biografías sobre la vida del Dr. Luis Felipe Borja (padre) texto que escribió en setenta días con sus noches porque se cerraba el plazo, publicado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana en 1947, institución de la que era miembro fundador desde dos años antes.
Dentro del género de la literatura infantil editó “Luz y Cristal”, poemario
para niños en 152 páginas, premiado cuatro años atrás por el Ministerio de Educación y “Ronda de la Primavera y otras rondas infantiles” que apareció en la editorial Kapelusz de Buenos Aires en 67 páginas, conociéndose una segunda edición en 1965.
Desde el 51 dejó de ser maestro colegial y pasó a dictar las cátedras de Castellano y Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad Central. El 52 viajó a Viena y asistió al Congreso Mundial sobre la Protección del niño. El 53 obtuvo el Primer Premio en el Concurso Nacional del Cuento organizado por el Núcleo del Tungurahua, con “La Misha.”
El 55 se doctoró en Ciencias de la Educación y ocupando el rectorado del Colegio Montúfar se produjo la protesta estudiantil a nivel nacional contra el gobierno del Dr. Velasco Ibarra y la consiguiente represión policial, circunstancias en las que perdió la vida el estudiante Isidro Guerrero. El Rector Jácome dirigió una carta abierta y fue cancelado por el propio presidente de la República.
El 56 fue candidatizado al Sub decanato de la Facultad de Filosofía y Letras y como no recibió el apoyo del profesorado comunista que auspició a otras candidaturas, protestó y se desafilió de dicho partido. Desde entonces es un ciudadano independiente.
El 58 asistió en México al congreso Mundial sobre Semántica General. Ya era una figura altamente conocida en los medios cultos del país. Maestro sobre todo, gozaba de la amistad y la absoluta confianza de figuras de la talla de Benjamín Camón, Alfredo Pérez Guerrero y Julio Enrique Paredes, sus compañeros.
Desde el 59 hasta el 61 publicó los textos de “Castellano” para los tres primeros cursos de secundaria. Ese último año ganó el Primer Premio y Medalla de Oro en la Exposición de textos escolares realizada en Cuenca y editó en la Casa de la Cultura una colección de cuentos bajo el título de “Barro Dolorido” en 316 páginas, “con un trascendentalismo social y sentimental, romántico a ratos, dentro de ajustado realismo, que pronto fue traducida al ruso y al japonés. Su cuento inicial Alpa – Mama fue premiado el 60 con la Frutilla de Oro de la Feria de la Fruta en Ambato. Benjamín Carrión ha opinado de los cuentos de Jácome que “son una insurgencia de la tierra otavaleña, en donde el hombre, el indio, es el barro dolorido que protagoniza la acción y la pasión del relato”.
Ese año fue condecorado por el Ministerio de Educación con la Medalla al Mérito de Primera Clase.
El 63 editó la “Cartilla Ecuador” para alfabetización en 42 páginas y siguió en la línea de los textos. El 65 publicó “Sintaxis”. El 66 “Iniciación Literaria” para el cuarto grado. El 67 “Rocío”, hermosísimo libro de lectura para alumnos del primer grado, que junto a la “Guía didáctica de Rocío” para uso de los profesores, constituye un método de lectura de hermosas innovaciones. El 68 salió “Amparito” para el segundo grado, dedicado a su hija por contener muchos pasajes autobiográficos. El 66 “Idioma Nacional” texto para el quinto grado y “Romancero Otavaleño” en 42 páginas que es una hermosa colección de poesías que trasunta amor al terruño y a sus gente comarcana y que apareció con prólogo de Benjamín Camón. El 71 “Idioma Nacional” para el cuarto grado. Dichos libros didácticos han sido el fruto de sus experiencias, recogidas a través de muchos años en el magisterio, y constituyen una valiosa ayuda para estudiantes y profesores primarios del Ecuador, por sus aciertos metodológicos y escogidas lecturas. Cabe indicar que fuera del Romancero mantiene muchos poemas aún inéditos.
El 68 había sido enviado como experto de la Unesco a dirigir la campaña de alfabetización de adultos al Paraguay, pero como no se acostumbró a vivir en Asunción pidió que se le trasladara, y fue llevado a París, pero renunció poco tiempo después.
El 71 recibió la Medalla de Oro al Mérito Cultural de la Municipalidad de Otavalo. El 73 y a la caída de Salvador Allende, editó la conferencia “Pablo Neruda en su muerte” en 26 páginas donde denostó del régimen policial del dictador Pinochet.
El 75 la Universidad Central le condecoró con la Medalla de Oro al Mérito Docente. El 77 recogió en “Estudios Estilísticos” en 337 páginas, varios textos suyos sobre Rubén Darío, José María Egas, Juan Montalvo y sus valiosos ensayos sobre la poesía de César Dávila Andrade y Gonzalo Escudero Moscoso. De la exégesis crítica de Dávila, que le sirvió de Discurso para el Ingreso a la Academia de la Lengua, Carrión ha opinado: “Qué estudio el de Jácome sobre el fakir! Difícil igualarlo, donde no falta tampoco el análisis poemático, el examen de oficio”.
El 78 dio a la publicidad “Siete Cuentos” en 102 páginas en cuyo prólogo se anunció la novela grande de Jácome, que se haría realidad tres años después con “Por qué se fueron las garzas”. Esos cuentos, extraños por su temática universal, escritos por diversas influencias como las de Borges. Arguedas, Vallejo y otros, le sirvieron para tentar los nuevos recursos de la narrativa, libres de limitaciones del realismo social, rompiendo la imagen que separa la narración desde fuera de la narración desde dentro.
El 79 se acogió a los beneficios de la Jubilación y pudo disponer de más amplio espacio y de tiempo para su obra literaria. Vivía en su villa situada en Jorge Juan No. 398 y Avda. Mariana de Jesús con dos estudios; uno para recibir visitas donde está su biblioteca, medallas y libros y otro arriba para escribir con mucha luz y viendo a los nevados de los contornos. Allí terminó “Por qué se fueron las Garzas” en 321 páginas y un vocabulario explicativo de términos quichuas en 11 páginas que marcó el fin del indigenismo ecuatoriano nacido por los años veinte y el principio de una corriente neo indigenista muy particular, la de los
años ochenta. La novela trata sobre un miembro de la comunidad indígena de Quichimbuela en la provincia del Imbabura, que emigra a los Estados Unidos, estudia, llega a graduarse de Doctor y contrae matrimonio con una gringa. Luego regresa a su tierra en busca de …y aquí comienza su drama, pues “Andrés Tupatauchi es un indio de hoy, pensante y consciente de las tensiones y conflictos que caracterizan a todo hombre contemporáneo”. Su comunidad es urbana, la simpar Otavalo, donde el capitalismo ha occidentalizado a sus habitantes que por otra parte no han perdido totalmente sus raíces y viven en un constante vaivén entre dos mundos y dos culturas. La lucha es doble, pues la comunidad se enfrenta con su metamorfosis y el Andrés consigo mismo, es decir, con sus raíces ancestrales. Hay tensiones y un constante sentido de vergüenza por haberse metamorfoseado. Forman un Comité de Defensa, lanzan un Manifiesto y ponen énfasis en que son hombres sin renunciar a ser indios, rompiendo la dicotomía tradicional entre blanco e indio mantenida a través de todas las novelas indigenistas escritas con anterioridad. En esto, asegura Michael Handelsman, se sigue al neo indigenismo del Perú “liberado de toda enemistad con la cultura occidental y concibe la redención del indio y su incorporación a la nacionalidad como secuela de la revolución económico- social, pacífica o violenta”. Todo ello hace que Andrés se pregunte sobre su identidad y tratando de alcanzarla descubre que posiblemente es uno de los descendientes del Auqui, hijo de Atahualpa que vivió en Quito y comienza por primera vez a sentir orgullo de sí mismo. Su alienación continua con la investigación de nuevos documentos que profundizan sus conocimientos sobre el Incario, sus bellezas y maravillas; aunque en la realidad, él se presenta diferente a sus hermanos de raza en razón de su esposa gringa, que le hace aparecer más patrón que hermano. Esto le hace sufrir intensamente. Hay en la novela un entramado mágico dentro del cual el cerro “taita Imbabura” es uno de los actuantes decisivos, al igual que “el lechero” – el árbol totémico – “el auqui cocha” y los demás seres míticos con que el primitivismo del indio imbabureño puebla su mundo. Vertebrada la novela en el mito incásico de Manco Capac y su hermana Mama Ocllo, que el Andres repite al repudiar a su esposa gringa y unirse carnalmente con una hermana suya, encarnado y encarnizado en los dos hermanos protagonistas, que al consumarse, desencadenan un diluviante cataclismo erótico y cósmico, del que se alejan, pudorosas, las garzas. Todo esto, a través de un estilo en el que la lengua coloquial está transfigurada por un relampagueo de hallazgos poéticos y aciertos lingüísticos.
El primer crítico que saludó calurosamente a “Por qué se fueron las Garzas” fue Antonio Sacoto en el exterior, pero desde entonces numerosos escritores han relievado sus méritos sin discusión; aunque algunos han objetado diciendo que se trata de una supuesta historia sobre personajes reales.
“Por qué se fueron las Garzas” ha sido traducida al inglés y alemán, conociendo cuatro ediciones, siendo la más importante por su tiraje, la de Seix – Barral de Barcelona.
Ese mismo año 80 fue invitado por el gobierno de Francia a dictar un ciclo de Conferencias en la Sorbona sobre Literatura Ecuatoriana. El 81 viajó a Amsterdam a la presentación de “Por qué se fueron las Garzas.” En la feria del libro realizada en Alemania fue la figura central a causa del protagonismo que le había concedido su novela.
Entre el 82 y el 84 mantuvo una columna sobre aspectos gramaticales y Literatura en el diario “El Comercio”. El 84 pasó a escribir al diario “Hoy” y allí se mantuvo hasta el 87 con igual éxito, regresando ese año a “La Liebre Ilustrada” de El Comercio, suplemento dominical de buen tiraje, que le acogió con beneplácito.
En 1984 editó una segunda novela “Los Pucho – Remaches” en 335 páginas partiendo de un hecho histórico acaecido en Otavalo en 1896 con el fusilamiento de los ladrones Remache, que acostumbraban asaltar a los viajeros en un tambo del camino y continuando con las historias particulares de sus hijos llamados los puchos, desde cuando fueron obligados a presenciar el fusilamiento de sus progenitores. La novela discurre en tres estratos que o se suceden o se sobreponen pero sin fraguar propiamente en un cuerpo novelesco.
Se encontraba escribiendo dos textos sobre Puntuación para niños y Puntuación artística, una nueva novela, y había vuelto a la literatura infantil por la ternura que le inspiraban sus nietos.
Era un estudioso de la lengua que trataba de dominar el vasto ambiente cultural enamorado de la belleza literaria. Como ser humano hipersensible a causa de su orfandad inicial, practicaba un idealismo que amaba al género humano y se compadecía de toda miseria, hambre o vilantes.
El 88 dio a la luz unos “Estudios estilísticos de la Poesía de César Vallejo” en 193 páginas y a consecuencia de la depresión que le ocasionó la muerte de una hermana tomó vacaciones en la isla de San Andrés en el Caribe.
Era considerado un gran defensor de la gramática y ortografía españolas y quizá por eso se atrevió a escribir su libro “Gazapos académicos en ortografía de la lengua española” con críticas a la Academia de la Lengua.
El 2006 falleció su esposa dejándole en situación depresiva de la que sin embargo lograron sacarle sus cuatro hijos y especialmente sus nietos. Entonces decidió donar su biblioteca de cinco mil libros a su ciudad natal.
El 2009 escribió unos “Estudios estilísticos sobre la poesía de Alfredo Gangotena” pues a pesar de sus noventa y seis años conservaba la memoria lúcida y escribía con la misma agilidad de siempre, recitando poemas de la edad de oro de la literatura española casi de memoria..
El día 12 de Octubre del 2012 cumplió cien años de vida. Tranquilo, responsable, disciplinado, generoso, afectuoso, había iniciado su vida literaria con libros infantiles, la continuó con textos y finalmente fueron las novelas y las cuestiones gramaticales las que llenaron sus aspiraciones intelectuales.
Su estatura mediana, tez trigueña, ojos negros, usaba lentes. Su conversación alegre, didáctica, señorial. Profundo en sus conocimientos gramaticales y estilísticos, maestro rural que había recorrido los caminos de la enseñanza dando ejemplo y publicando textos, era una de las glorias del país pues como él mismo ha confesado “nunca me gustó la juerga, siempre tuve la misión de ser alguien en la vida”. Fallecío en Quito el 10 de febrero del 2018 a los ciento cinco años de edad.