IGLESIAS LINARES AGUSTIN

ESCRITOR.- Nació en Cuenca el 29 de Julio de 1862 en la casa vecina a la esquinera de la plazoleta de San Francisco y fueron sus padres el Dr. Crisanto Linares, sacerdote franciscano de muy buena presencia y vida poco recomendable, que en una noche de juerga murió apuñaleado por mujeriego en el barrio del Vado y N. Iglesias, señorita beata y soltera de treinta años, hija de confesión del padre Linares, Ella era hija del español Esteban Iglesias llegado a América en el séquito del Obispo Quintián y Ponte de Andrade, que tan activa participación tuvo para impedir el triunfo de la revolución quiteña del 10 de Agosto de 1809 en Cuenca.

Se crió con su madre en relativa pobreza y llevando solamente su apellido, se educó con los padres jesuitas e hizo votos al pie de las madonnas jurando antes morir que pecar, es decir, fornicar, como era usual en los estudiantes de la Cuenca conventual del siglo pasado y estando en el Seminario en 1886 colaboró en “El Reinado Social de Jesucristo”, revista que dirigían Tomás Alvarado y Julio Matovelle, compañeros suyos, aunque mayorcitos, en aquel centro de estudios.

Allí siguió cursos Canónicos, Teologales y Apologéticos y movido por su fe pidió el ingreso a la orden franciscana, aunque a última hora se arrepintió, pues pasó a Quito y fue discípulo aventajado en Ciencias, del célebre padre Juan Bautista Menten S.J. en Matemáticas del ingeniero constructor Cristóbal Till y entró a la facultad de derecho de la U.Central.

En 1890 se graduó de Doctor en Jurisprudencia tras lucidos exámenes. Era un joven blanquísimo, nervioso, musculado, delgadito y de pequeña estatura, que andaba rápido por las calles, siempre de prisa como si tuviera algún asunto urgente que atender. Por eso le decían cariñosamente “Pajarito” pero él no se molestaba. Ese año pronunció y editó luego un “Discurso sobre las ventajas de las matemáticas.”

En 1892 habló en la velada que se llevaron a efecto en la Universidad de Cuenca con motivo del IV Centenario del descubrimiento de América. El 93 salieron a la luz sus “Breves reflexiones sobre la Economía Política” folleto de un cierto sabor erudito y con Octavio Díaz editó “Principios Católicos” en la imprenta del Clero, hasta que en 1896 cesó dicha publicación a causa de las amenazas del Jefe Civil y Militar del Azuay, General Leonidas Plaza, que no toleró sus reiteradas embestidas. De allí en adelante Díaz empezó a evolucionar hacia la doctrina liberal y su socio Iglesias, por el contrario, se fue haciendo cada vez más recalcitrante, hasta convertirse con los años en uno de los humanistas conservadores vividores fanáticos de Cuenca. Por eso su amigo Manuel J. Calle le calificó de más papista que el Papa, por su ciega intransigencia con los que se apartaban de lo que él llamaba la verdad revelada y las normas canónicas; pues para Iglesias, por sobre todo los conocimientos humanos solo existía el infalible matemático y sobre él únicamente Dios.

A principios de 1896 colaboró para el periódico “El Ciudadano”. En Mayo fue apresado por habérsele pillado en conversaciones políticas contra el régimen alfarista en los portales de la casa de Hortensia Mata, con Nicolás Duran a) El Lupe, Francisco Roldan y el Dr. Emiliano Hinostroza. En los Retenes se les unió el Dr. José María Astudillo Regalado y bajo la terrible acusación de ser propaladores de rumores falsos contra el gobierno fueron enviados al Panóptico de Quito. Poco después salió Astudillo en libertad por la garantía que extendió a su favor el Dr. José Peralta, a cambio de que suspenda la publicación del periódico “La Alianza Obrera” que redactaba con Nicanor Aguilar. En cambio, iglesias y sus contertulios sufrieron varias semanas de prisión con diarios baños fríos, fueron desterrados y salieron al Perú.

En Julio acompañó a las fuerzas revolucionarias conservadoras   en su campaña militar. Estuvo con Antonio Muñoz Vernaza en Gualaceo, avanzaron a Azogues, Biblián y Tambo, penetraron por Tixan con Antonio Vega Muñoz a la provincia del Chimborazo y se unieron a las fuerzas de Pedro Ignacio Lizarzaburo, combatiendo entre el 18 y 19 de Julio en Columbe y en Tanquis. El 21 picaron a la Florida y amenazaron Riobamba, pero entonces vino la desunión azul y Vega se retiró con los cuencanos al Azuay, dejando solo a Lizarzaburo, que a la postre fue vencido por los refuerzos enviados desde Quito. Entretanto Vega tomaba Cuenca el 5 de Agosto derrotando a las fuerzas del Coronel León Valles Franco. Finalmente fue el propio Presidente Alfaro quien sitió Cuenca y por mediación del Obispo Miguel León Garrido celebró un armisticio con los conservadores y pudo entrar en la ciudad.

En 1897 figuró como redactor del periódico “La Prensa Libre” con Ángel Vélez y volvió a arremeter contra el liberalismo hasta que el 14 de Diciembre de 1898 cayó preso Vélez a quien los soldados le quitaron la imprenta para que no siguiera insultando a Alfaro y encerrado en una celda del Seminario convertida en calabozo, le bañaban a la una de la mañana por varias semanas, hasta que recobró su libertad sin ganas se seguir haciendo periodismo.

Aunque era Abogado prefería ganarse la vida como Perito topógrafo o como Partidor agrimensor de herencias dada su impecable fama de Juez incorruptible. Por eso, en algunas ocasiones, su amigo el Dr. Guillermo Ochoa Alvear le llevó de Conjuez a la Corte Superior de Justicia del Azuay, aunque sus mayores triunfos y alegrías los consiguió como polemista furioso.

Tuvo numerosos embates por la prensa con amigos y hasta con desconocidos. Con el Dr. Manuel María Ortíz, Vice rector de la Universidad de Cuenca, discutió sobre Física. En 1913 publicó un estudio jurídico titulado “¿Cómo debe testar quien ignora lengua Castellana?” ensayo en 58 págs. refutando el opúsculo del Dr. Adolfo A. Torres “El Testamento con intérpretes”, basado casi íntegramente en los Comentarios al Código Civil francés por el tratadista Lauraine, que Torres tenía en edición Castellana en treinta y tres tomos, como quedó claramente demostrado por Iglesias, dejando en el ridículo a su oponente. Su Pseudónimo “Junius” era famoso y no faltaron quienes opinaran que lo había adoptado por su maestro Julio “Julius” Matovelle, quien revisaba y hasta corregía lo suyo.

“Tenía la costumbre de glosar sus libros favoritos y cuantas veces le solicitaron para ocupar la cátedra de Matemáticas, que era su fuerte, se negaba, aduciendo que no podía servir a ningún régimen liberal, equivocando a la Patria con sus gobiernos” ¡Tanta su tozudez!

“Vestía usualmente de negro y salía a la calle con la boca hermética y cruzadas las manos. Regresaba a su casa a descansar pero se enredaba en las matemáticas o proponiéndose en el ajedrez y en la baraja lances peregrinos o problemas de solitario…”

“Su cuarto tenía una chulla ventana, allí – entrando y saliendo al patiecito

– calaba su birrete de borlas y mataba el tiempo con sus periódicos favoritos, en general, los de candente polémica: “Fray Gerundio”, hojas volantes, contra réplicas, protestas, las Charlas famosas de Ernesto Mora pseudónimo de su amigo Calle, en fin, todo lo que tuviese condimento, buena salsa o ají picante para un paladar ávido de aperitivos. Tenía genio matemático y vocación cenobítica. Luchaba con los guarismos y con las tablas Pitagóricas y Logarítmicas.” Por eso le reputaban hombre raro y de genio colérico.

“De mezquina contextura física, daba motivo a la rechifla, a la sandunga, pero de su fanatismo por la severidad teológica no se veía libre ni el Prelado y más que el laicismo, le temía la tonsura”.

Sus amigos no eran muchos pero si muy buenos y le querían… El Dr. José Vega, benemérito sacerdote confesor de asilos y leprocomios que solía celebrar Misa a las cinco de la mañana todos los días. El poeta y abogado Gonzalo Novillo que cantaba las derrotas conservadoras de Cuenca en el Cebollar. El Presbítero Daniel Sélleri llegado a Coronel durante la campaña Restauradora de 1883 y luego a guerrillero de trabuco al hombro y capellán castrense del ejército del Coronel Manuel Folleco en Pangor en 1896. Todos ellos miopes en política pero Curas valentones y de opinión, con quienes pasaba largas horas en amenas pláticas y en el inocente juego del ajedrez o el tresillo.

En 1934 publicó el folleto “Cerebro empastelado” con acopio de erudición propia, citas ajenas y testimonios al granel contra su coideario conservador el Dr. Juventino Vélez. Después discutió largamente en “El Mercurio” con varios artículos titulados “Explicación Obligada”.

Entre 1942 y el 43 escribió para el famoso “Diario del Sur” del terrible cura velasquista Carlos Terán Zenteno. Allí aparecieron sus trabajos “Dar Tiempo al tiempo”, “Notas”, “Estudios de la ubicación geográfica de la ciudad de Tomebamba” y “Vestigios Incásicos” pues también era entendido en historia y arqueología y hasta llegó a rebatir las afirmaciones del arqueólogo alemán Max Uhle, utilizando las páginas de la revista del Centro de Estudios Históricos y Geográficos del Azuay; pero esto último, sin éxito.

Sus postreros años pasaron como siempre en pobreza y soledad pues fue un humanista honesto y un solterón empedernido. Seguía saliendo por las calles pero lo hacía despacito y con la ayuda de un bastón; sin embargo, nunca dejó sus mediciones agronómicas que le daban para vivir. Por eso nadie se preocupaba si veía cerrada su casa de la antigua calle “Pola” hoy “Vásquez de Noboa”, pero como en Marzo de 1944 demorara su ausencia, se conoció que había caído enfermó de malaria en el valle de Yungilla, donde falleció el día 20 de ese mes, de casi ochenta y dos años de edad.

Dejó como la mejor de sus obras un folleto sobre la Lápida de Tarqui que ha servido para que otros escritores amplíen el tema, e inéditos un “Boceto crítico biográfico de Manuel

J. Calle” en más de 300 págs. unos “Apuntes de la Campaña de 1895 – 96”, un “Curso de Ingeniería Civil” en dos tomos, ampliaciones a las clases recibidas de su maestro el Ing. Till, unas “Resoluciones de problemas planteados como rompecabezas”, un “Estudio de Matemáticas Puras”, amén de muchos papeles no acabados según anotó José María Astudillo Regalado en un Opúsculo en la Revista del Centro de Estudios Históricos y Geográficos del Azuay, publicado con motivo del II Aniversario de su muerte.

Entonces fue calificado de diminuto campeón por lo pequeño de su estatura, pero nada vulgar por el talento natural que siempre le acompañó Como curiosidad digna de mención cabe indicar que al final de sus días, viendo a tantos tránsfugas de la política, llegó a perder la confianza en el Partido Conservador sin intentar hacerse velasquista.