SUCEDIÓ EN HUIGRA
LA NIÑA QUE RECOBRO SU PASADO
Un subconsciente que despertó años después.

Hacia 1.920 ocurrió en Huigra un romance campesino entre dos jóvenes enamorados que de tanto mirarse el uno al otro decidieron intentar la gran aventura del amor, pero como a veces sucede, las malas relaciones con los parientes, la pobreza general del medio y la incomprensión de los padres arruinaron tan hermosa aventura, fruto de la cual fue una hermosísima niña llamada Leonor, que terminó por ser entregada a unas tías abuelas solteronas para que la criaran.
Huigra era un pequeño poblado en la ladera occidental de los Andes por donde pasaba el tren a Quito. Su clima primaveral y el verdor eterno de su región la habían convertido en sitio de convalecencia para los guayaquileños que iban a visitarla y a reponer sus fuerzas. Así es que nada de raro tenía que los esposos Espinosa Tufiño, él de casi cincuenta años y ella de tan sólo treinta y pico, fueran por allí, medio en broma y medio en serio, pues a ella le aquejaba una insistente tosesita que no se le quería ir.
Los Espinosa habían casado muy jóvenes pero por aquellas razones propias del destino y que antes no se conocían y ahora sí, no había podido tener hijos; sin embargo se querían entrañablemente con aquel raro y peregrino amor que a veces se da entre esposos solitarios que viven el uno para el otro, tratando de complacerse mutuamente en pequeños caprichos y a la medida de sus posibilidades que no eran pocas pues el negocio de compra y venta de arroz les había producido pingues ganancias.
Doña Raquel de Espinosa presentía que estaba “picada del pulmón”, pues llevaba tosiendo más de dos meses. Por eso alquilaron una cómoda villita en Huigra y se instalaron a vivir siquiera un año, no había prisa. Recién llegados conocieron el caso de la niñita sin padres porque fueron vecinos de las tías y de tanto visitarse diariamente comenzaron a tener intimidades y secretos y una tarde las tías decidieron regalarle a la niña de solo dos añitos para que la llevaran a criar a Guayaquil. Así fue como los Espinosa se hicieron de Leonor, recibida como bendición de Dios y bautizada como hija propia.
Para 1.921 regresaron con ella a Guayaquil, la tos se había quedado en Huigra con el reposo, la buena alimentación y la felicidad de doña Raquel que se sentía madre por primera vez en su vida y pasaron los años y la niña comenzó a hacerse señorita. De su pasado nada quedaba pues las tías habían ido falleciendo una a una de vejez que no de otra cosa.
Mas sucedió que doña Raquel volvió a toser y se le ocurrió regresar a Huigra a ver si como en la primera ocasión un nuevo reposo la dejaría sana. Ya no alquilaron la misma villita sino otra más cómoda y en el centro de la población donde se instalaron con Leonor, joven de dieciséis años, que desde el primer momento se sintió a sus anchas en esa población, recorriendo sus pocas calles por las tardes ventosas y como ensimismada en extraños pensamientos y una noche que estaban tomando el fresco en la puerta preguntó a sus padres: ¿Qué tendrá Huigra que me atrae tanto? Es como si me sintiera mejor que en mi casa de Guayaquil, como si aquí estuviera entre los míos.
Los Espinosa comprendieron que algo había en Leonor que la llamaba en Huigra, el subconsciente, recuerdos de sus primeros años que había pasado allí. ¿Qué sería? I como no eran egoístas le refirieron su historia para que conociera sus ancestros.
Leonor ni se inmutó siquiera con su drama, pues que no reconocía más padres que a los Espinosa, pero desde entonces creyó en la existencia de un subconsciente dormido que despertó de pronto al contacto con la realidad de sus dos primeros años. Esta historia me la contó ella misma, mucho después, un día que fui a su establecimiento comercial en Huigra a comprar algunos alimentos para una excursión y es que Leonor se quedó en su tierra definitivamente cuando murió doña Raquel y su esposo, pues no le apetecía vivir en otro sitio que no fuera la tierra de sus mayores.