SUCEDIO EN GUAYAQUIL
LAS ADVERSIDADES DE UN ADIVINO MENTIROSO

Esto de los adivinos que se anuncian por los periódicos es una plaga que está germinando estrepitosamente en nuestra ciudad. No hay día que esos vívales no hagan de las suyas con incautos bobitos que nunca faltan y qué decir de las bobitas que entregan sus alhajas y hasta se entregan ellas mismas permitiendo que las manoseen con ridículos baños de suerte y otras ceremonias peores?
Voy a referir lo que le sucedió a un adivino de los tantos que pululan por el litoral. El picaronazo graduado en no sé cuántas escuelas esotéricas de México y del Perú, con diplomas falsos entregados por algunas imprentas que se prestan para esta clase de sinvergüencerías, anunció con bombos y platillos en los periódicos, que sólo por pocos días daría consultas, pues numerosos compromisos y la obligada concurrencia a encuentros internacionales en Ciencias
Ocultas le impedirían quedarse por más tiempo en el Ecuador.
Instaló un “consultorio profesional”, se publicitó por las radios y dio el número de un teléfono que comenzó a sonar insistentemente cada cinco minutos con peticiones, consultas, obtenciones de turnos y todo lo demás que por conocido no lo voy a relatar. Unas niñas pedían consultas sentimentales, otras bobitas querían saber si las traicionaban, las feúchas y timidotas ambicionaban suerte en el amor, una bobísima solicitó un novio determinado y hasta dio las señas personales y la dirección domiciliaria de él para que la invocación no sea a tontas ni a locas, sino dirigida. A todas atendió el maestro, a quien llamaremos el Profesor Sagitario, por ser este su nombre de combate.
El segundo día y con algunos miles de sucres ganados en el bolsillo, el profesor Sagitario se levantó a los ocho, desayunó fino, consumiendo huevos fritos con jamón en la residencial donde se hospedaba y cuando se aprestaba a tomar un baño sonó el teléfono:
“Alo”, dijo el adivino.
¿El profesor Sanitario?
I como creyó que le estaban tomando el pelo lanzo un fuerte carajo y cerró el fono. Mal comienza él día, pensó para sus adentros. Enseguida volvió a sonar el aparatito y nueva cliente.
Alo, ¿Con quién habló? — preguntó el adivino.
Obteniendo como respuesta esta inquietante pregunta:
¿A que no adivinas?
Nueva tirada de teléfono y más rabietas y ajos y cebollas de alto calibre.
Otro timbrazo, el tercero en menos de tres minutos.
No puede ser que mi mala suerte me juegue la tercera pasada hoy día dijo y cobrando ánimos volvió a contestar.
Alo ¿Con quién hablo?
¡Con tú madre!
La sorpresa no restó fuerza a la indignación del adivino que reaccionando inmediatamente iba a gritar una grosería por el fono cuando oyó que efectivamente era su mamá, que lo estaba llamando por larga distancia desde Colombia, a comunicarle que habían apresado a un hermano por tráfico de drogas.
Por favor, no siga hablando más mamita, esto es mucho para una sola mañana; alcanzó a protestar débilmente el adivino y resolvió tornarse lo que restaba del día para ir a la piscina Olímpica, donde logró cuentear a una mocita de diecisiete abriles que acepto ser su enamorada para comenzar. Y es que los colombianos, los chilenos, los peruanos y todos los vivos que pasan por Guayaquil, llámense la quitacalzon, la Kalasazón, la turriflay, la chepa, la entrechepa, el brujo del carretero a la costa, el Profeta Mahoma, el de Boca de los Sapos, Arturito, Filomena, la Dra. Corazón, el Riqui-raca, etc., no pasan de ser más que unos ocultistas de la verdad, pues no hay mejor verdad que la que se enfrenta diariamente en la vida con entereza y valentía, sin necesidad de recurrir a subterfugios y a consejos infantiles que sólo sirven para que nos saquen la platita del bolsillo ¿Si o no?.