ANTROPOLOGO.-Nació en la localidad de Aarhus, ciudad costera situada en el reino de Dinamarca, el 10 de Febrero de 1915. Hijo de Markus Olsson Holm (1871-1914) y de Gertine Holm fallecida en 1949, católicos daneses.
Nació póstumo y mellizo, siguió la primaria en Aarhus y luego pasó a un Seminario con la intención de tomar los hábitos, donde aprendió latín y perfeccionó sus conocimientos en inglés y alemán. Hacia 1938, hizo una crisis alcohólica, abandonó los estudios y a bordo de un mercante arribó a Colombia como agente de comercio.
El 11 de Enero de 1940 pasó al Ecuador y se metió en las montañas de la cuenca alta del río Guayas, provincia de los Ríos, donde crece el palo de balsa, producto que tenía gran demanda en los Estados Unidos para forrar el fuselaje de los aviones ligeros de combate y alcanzar una mayor velocidad con fines bélicos, pero no pudo competir con los precios de Federico von Buchwald Mesones, conocido como el Rey de la Balsa, que poseía gente especializada y la infraestructura adecuada para sacar por los ríos el palo de balsa hasta Guayaquil, empresa asaz difícil, de manera que tras varios intentos fallidos prefirió dedicarse a la exportación de cascarilla, para lo cual aprovechó los trabajos de las expediciones Cinchoneras del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos para el Ecuador, que dirigía como botánico – jefe el sabio Misael Acosta Solís, en los ramales de la cordillera oriental donde crecen los arboles productores (Macas, Gualaquiza, Zamora, Telimbela).
La cascarilla es un producto noble y bien pagado en los mercados internacionales que sirve para la fabricación de quinina, propiedad curativa que en los años de la segunda guerra mundial la hacía muy apetecible en los extensos territorios del Asia tropical como Singapur, Indochina, Birmania, Filipinas, etc.
Dinamarca había sido invadida por Alemania y anexada al III Reich en Abril del 40 y se consideraba a los ciudadanos daneses aliados de guerra, de manera que tuvo la ayuda financiera de las misiones norteamericanas en el Ecuador para realizar este tipo de operaciones, pero fracasó en el primer embarque a causa de su falta de experiencia porque compró cascarilla de mala calidad, esto es, cascarilla mezclada con cáscaras de otros árboles parecidos a la quina pero sin sus propiedades vermífugas, casi milagrosas.
En estas andanzas – que más tenían de aventureras que de comerciales gastó más de un año y tuvo que recorrer varias provincias del país. En la hacienda “Alao” de los Merino de Riobamba vivió algún tiempo, en una biblioteca encontró la Historia del Reino de Quito del padre Juan de Velasco y se prendó de ella. Luego pasó a Cuenca con cartas de recomendación, le trató en un comienzo del etilismo el Dr. Emiliano Crespo Astudillo y lo puso a trabajar con Max Konanz, conocido arqueólogo, en cuya casa fue recibido y tuvo oportunidad de admirar su colección de tiestos, que años más tarde daría inicio a la del Banco Central del Ecuador. Donde los Crespo hizo amistad con el joven Hernán Crespo Toral.
Konanz lo atendió paternalmente y a través de sus conversaciones le explicó los rudimentos de esa ciencia, que Holm escuchaba con curiosidad. Su nacionalidad danesa, país que había declarado la neutralidad, le habría numerosas puertas en el Ecuador.
A finales del 41 el Cónsul de Dinamarca Dr. Peter Holts lo llevó a trabajar en los Laboratorios Holger Glaeser de Guayaquil dedicados a la elaboración de medicinas y luego a la hacienda cacaotera “San Antonio” del Cantón Naranjal, donde investigó varias tolas en busca de objetos de oro como entonces era usual pues aún la arqueología se encontraba en pañales En San Antonio se mantuvo por largos períodos e intermitencias hasta mediados de la década de los años setenta. En San Antonio sembró el 67 una nueva variedad denominada cacao clonal pero no le prendió bien y el experimento fracasó.
Mientras tanto había contraído matrimonio en Guayaquil con Irene Cox Vernimen y desde el 48 dirigió la Planta Municipal stassanizadora de leche ubicada frente a la vieja casona universitaria pero tuvo que renunciar a consecuencia de una ridícula anécdota propia del Guayaquil cuasi pueblerino de esa década. En efecto, la planta se aprovisionaba de diversos productores que traían la leche atravesando la ría en canoas. Uno de ellos, para aumentar el contenido de sus tarros, “bautizó” la leche con agua, sin notar que le entraban larvas de camarón.
Procesada la leche y vendida al público en las clásicas botellitas piponas, a varios consumidores les tocó encontrar la leche con camarón. El asunto se hizo público, causó críticas y risas y hasta salió publicado en los periódicos como algo simplemente anecdótico, porque los análisis probaron que no registraba la existencia de colibacilos y era apta para el consumo humano. El 52 renunció volvió a la hacienda San Antonio.
Desde sus conversaciones en Cuenca con Max Konanz se interesaba seriamente en el conocimiento de la antigüedad prehispánica a través de Carlos Zevallos Menéndez, presidente del Núcleo del Guayas de la CCE, quien se convirtió en su gran amigo y mecenas pues le entregaba en préstamo sus libros, comunicaba sus descubrimientos y llevaba consigo en las expediciones que periódicamente realizaba a diversos sectores de la península de Santa Elena, especialmente a la zona de San Pablo.
También se relacionó con el Prof. Francisco Huerta Rendón, Director del Museo Municipal de Guayaquil, que puso a su disposición las colecciones del Museo y del suyo particular para que las estudie. Zevallos Menéndez y Huerta Rendón, aunque todavía jóvenes, eran arqueólogos de gran experiencia, pues se habían iniciado veinte años antes, de suerte que fueron excelentes profesores.
En Diciembre de 1952 realizó un primer trabajo etnológico sobre “El tatuaje entre los aborígenes prepizarrianos en la costa ecuatoriana” en 36 págs, anunciando que se trataba de “una pequeña monografía estimulada por Zevallos y Huerta”, sobre todo por el primero, que acostumbraba decirle: “Escriba Holm, aprovécheme, use mis notas personales, porque yo estoy muy ocupado formando el Museo de Oro”.
Como elementos comunes en sus primeros trabajos encontramos abundantes citas y notas bibliográficas y coautoría con personas de mayor experiencia. I aunque anunció que continuaría con el tema, parece que debió perderle interés pues no volvió a tratar sobre él, quizá porque el tatuaje ha sido una de las costumbres primitivas más estudiadas por los etnólogos. El 53 Zevallos le abrió las puertas de Núcleo haciéndole designar miembro correspondiente de la Sección de Historia y Arqueología.
Al año siguiente insistió con un artículo en 16 págs. sobre la “Verruga peruana en el cerámico patográfico ecuatoriano” a base de una figura de la colección del museo del Núcleo del Guayas. Lo raro es que la moderna investigación médica niega la existencia de verrugas en la costa ecuatoriana pudiendo tratarse de lesiones originada por el pian, enfermedad oriunda de Africa aunque muy extendida en las regiones tropicales sudamericanas.
En 1955 sintetizó en 9 págs. una excavación efectuada por Huerta, de la que Holm formó parte como ayudante. Entre el 56 y el 57 dirigió los Cuadernos de Historia y Arqueología del Núcleo del Guayas, después los tomaría a cargo por muchos años, con un breve paréntesis entre el 81 y el 82.
También el 55 editó una bibliografía de Max Uhle tomada de varios autores como él mismo lo aclaró, comentó la obra de Felipe Guaman Poma de Ayala en “Atahualpa y Huascar”, trató de formar una Sociedad de estudios arqueológicos, dio noticias sobre las actividades culturales de la Sección de Historia y Arqueología y sobre el 32° Congreso Internacional de Americanistas celebrado en Copenhague.
En 1956 participó en la I Mesa Redonda Internacional de Arqueología ecuatoriana celebrada en Guayaquil por iniciativa de Zevallos Menéndez, aprovechando que se encontraban de paso por esta ciudad varios especialistas extranjeros. Emilio Estrada Icaza presentó la Cronología y Secuencia Cerámica de la Arqueología del Litoral del Ecuador a través del método del carbono radioactivo 14, trabajo elaborado en el Smitsonian Museum de Washinton por Betty Meggers. Clifford Evans expuso sus investigaciones sobre las fases culturales Chorrera y Tejar en la provincia de Los Ríos y su esposa Betty Meggers trató sobre su expedición al oriente y localización de un sitio Marajó amazónico. Los restantes asistentes no presentaron trabajos escritos sino simples notas personales, razón por la cual no pudieron ser reproducidas. Holm se
limitó a hablar sobre el Taptana o ajedrez educativo de los Incas, trabajo que editó al año siguiente en 18 págs con varias láminas.
En esa ocasión Evans, Meggers y Estrada sentaron las bases científicas del estudio de las culturas del litoral ecuatoriano y como coincidencialmente Zevallos Menéndez inauguró el Museo de Orfebrería prehispánica del Núcleo del Guayas (Museo de Oro) y Estrada a través de varias publicaciones estudió las culturas del litoral, dando mayor importancia a la fase formativa que bautizó como Valdivia, por el el sitio epónimo donde la encontró y estableció que era la fuente generatriz de todas las culturas posteriores, cabe pensar que fue el momento cumbre de la arqueología de la costa ecuatoriana en el siglo XX.
Holm ya era perito en el manejo de las Crónicas de Indias que consultaba con frecuente familiaridad. Coleccionaba tiestos y figurines, monedas y medallas, seguía de cerca los estudios arqueológicos y antropológicos del grupo del Dr. Antonio Santiana en Quito, los del Instituto Ecuatoriano de Antropología y Geografía editados en la revisa “Llacta” que dirigían los esposos Costales Samaniego, a la par que era un fervoroso seguidor de Zevallos Menéndez en cuyo vocero se había convertido.
El 59 le acompañó en el inicio de unas excavaciones arqueológicas en el sitio San Pablo, donde hallaron ricos yacimientos de la época formativa o Valdivia. El Informe preliminar firmado por Zevallos y Holm saldría en 1960 y la parte relacionada con la industria lítica fue presentada por ambos, como ponencia en el 34° Congreso Internacional de Americanistas celebrado en Viena.
También escribió sobre “El Cucharón, un utensilio doméstico de la cultura manteña” en 18 págs. y sobre “La técnica alfarera en Jatunpampa” en 39 págs.
Entre el 60 y el 61 realizó dos viajes a la parroquia Julio Moreno invitado por Zevallos Menéndez, con el objeto de reconocer unas tumbas en el sitio Bella Vista y con la ayuda de Jorge Sweet Palomeque y los obreros Juan Emilio Yagual, Domingo Balón y Francisco Alejandro colaboró en la excavación de la tumba No. 5 de ese cementerio prehistórico. El Informe consta en 28 págs.
Igualmente el 61 escribió la bibliografía de Emilio Estrada que acababa de fallecer de un fulminante infarto, ingresó a la Academia Nacional de Historia y con otros personeros del Núcleo recibió a los miembros de la Expedición Científica de Tokio a los Andes.
El 64 formó parte de la Sociedad de Amigos de la Arqueología de Quito que dirigían los profesores Antonio Santiana Barriga y su esposa argentina María Luisa Carlucci Lazarino. El 65 intervino en el Seminario que para profesores secundarios organizó la Subdirección General de Educación del litoral y a fines de año entró al Consejo de Gobierno del Museo Arqueológico del Banco Central en Quito, llevado por su amigo de siempre el Arquitecto Hernán Crespo Toral.
En 1966 asistió al Simposio convocado por la Universidad de San Marcos de Lima para hacer un inventario del estado de los conocimientos arqueológicos en Sudamérica y presentó la continuación de su trabajo en Jatunpampa bajo el título de “Una técnica alfarera del sur andino del Ecuador” en 11 págs. Ese año, al dividirse la sección de Historia del Núcleo del Guayas en dos grupos: 1) Historia y Geografía, y 2) Antropología Social y Cultural, formó parte de ésta última. Entonces figuró en el estudio del proyecto de la Ley de Patrimonio Artístico Histórico Nacional junto a Zevallos Menéndez, Crespo Toral y el padre José María Vargas, O. P.
Llamado por Julio Estrada Icaza ingresó al Centro de Investigaciones Históricas de Guayaquil, entidad que dejó de funcionar cuatro años después por decisión de la Junta Cívica.
En 1967 continuó con su labor de investigación de las técnicas de alfarería con “Ignacia, la alfarera de Cerro Alto” en 21 págs., 7 láminas y
1 mapa. Con Crespo Toral, Director del Museo del Banco Central en Quito, trabajó en la formación de una comisión para obtener los fondos para la restauración del castillo de Ingapirca en la provincia del Cañar, lo que a la postre se consiguió no sin superar múltiples dificultades económicas dada la complejidad burocrática que siempre ha sido un formidable obstáculo para el desarrollo de la cultura del país. El 68, ya con el dinero, contrataron a J. Hadden, que organizó y dirigió la limpieza y excavación de las ruinas.
En 1968 sacó “Quipu o Sapán. Un recurso nemotécnico en el campo ecuatoriano” en 5 págs. ingresó al Instituto ecuatoriano de Ciencias Naturales, y comenzó una serie de publicaciones sobre “Bibliografía Antropológica” que continuaron las iniciadas por Carlos Manuel Larrea y sirvieron para actualizar esa rama del conocimiento humano en el Ecuador. Lo hizo a través de varias entregas.
En 1969 publicó “Cortadura o piola, una técnica prehistórica” en 22 págs y 7 láminas. El 70 “Dientes de tiburón, un utensilio prehistórico y un comentario folklórico” en 22 págs. y 5 láminas. También fue de esa época un ensayo preliminar sobre la Cerámica colonial del Ecuador” en 13 págs.
En Julio de 1971 ayudó a organizar, pero no presentó ponencia, en el I Simposio de Correlaciones antropológicas Andino – Mesoaméricano” que Zevallos Menéndez celebró y presidió en Salinas. El 73, a petición de Crespo Toral, formó parte con sueldo de la Comisión regional en Guayaquil del Patrimonio Artístico Nacional y tradujo del inglés un trabajo corto de James
J. Parsons sobre los campos de cultivo prehistóricos con camellones en la cuenca del río Guayas.
Desde 1974 comienza la edad de oro para la cultura ecuatoriana pues había empezado a desempeñarse como Cónsul Ad -honorem de Dinamarca en Guayaquil, el 75 ingresó al Banco Central del Ecuador como Director – Asesor Técnico del Museo Antropológico en Guayaquil, que abrió sus puertas en un antiguo edificio propiedad del Banco en las calles Panamá y Roca, cargo que le convirtió en el factótum cultural de la ciudad pues formó la comisión de adquisiciones con Enrique Tábara y Yela Loffredo de Klein (mucho tiempo después se sumarían Felipe Cruz y Juan Castro y Velásquez) y comenzó a realizar compras de lotes de piezas pre cerámicas, cerámicas y metalúrgicas.
I porque se corría el riesgo de que le vendieran piezas falsificadas, formó un grupo de huaqueros de confianza que comenzaron a proveerle. La comisión de adquisiciones prontamente amplió su esfera de poder a obras de arte en general: óleos, acuarelas, ceras, pasteles (tisas) carboncillos, esculturas coloniales, republicanas y actuales. Se iniciaba la era petrolera y se gastaron algunos miles de millones de sucres no devaluados. Lamentablemente, los huaqueros, en su afán de ganar dinero rápidamente, no se paraban en pelitos como vulgarmente se dice, saqueaban y destruían sistemáticamente los sitios
arqueológicos que descubrían en el litoral, sin importar el daño irreversible que estaban causando a la ciencia, más interesada en la investigación de campo que en los tiestos propiamente dichos.
Su biógrafo Juan Cordero Iñiguez relata que a Olaf no le podían engañar los vendedores de piezas porque sabían que era estricto y que un solo error les podían alejar del mejor comprador, que no les regateaba cuando se trataba de algo muy valioso en lo cultural o estético.
Es digno de anotar que habiendo nacido en 1920 cuando es nombrado en el Banco Central solamente contaba cincuenta y cinco años, edad que en ningún caso puede ser considerada provecta. Más, desde su cómoda posición de adquirente de piezas arqueológicas, comprendió que no tenía sentido realizar excavaciones y por eso abandonó sus comienzos en esta ciencia para dedicarse con todo empeño a profundizar sus estudios en ciertos aspectos puntuales, más bien relacionados con la antropología y etnografía ecuatoriana. Murió el arqueólogo en ciernes y nació el especialista erudito que intercambiaba conocimientos y opiniones con numerosas personalidades del exterior.
Desde que captó el Museo del Banco Central (1975) ya no requirió de los servicios de su amigo Zevallos Menéndez ni del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que pasaron a ser las cenicientas del cuento pero éste jamás le reclamó y por eso siguieron siendo los mismos amigos de antaño, que se reunían a conversar sobre temas arqueológicos comunes.
El 76 el BC adquirió el edificio Gorelik, ubicado en el Boulevard, al lado del consulado norteamericano, para sede del Museo en Guayaquil. Holm lo readecuó hasta el 80 pero jamás llegó a inaugurarlo a pesar que tuvo veinte largos años para hacerlo, pues las trabas administrativas que enturbiaban todas las iniciativas en el Banco Central, unidas a su forma de ser introspectiva y muy dada al secretismo en todo lo que hacía y pasaba en “su” administración, se lo impidieron. Sin embargo, de estos años de vida, queda un legado inmenso de adquisiciones artísticas y arqueológicas depositadas en las reservas a las que pocos afortunados pueden ingresar con el agravante de que por orden de Crespo Toral, todo el arte antiguo (colonial y republicano del siglo XVIII y XIX localizado y adquirido en Guayaquil) pasaba automáticamente al Museo de Quito que de paso solo se inauguró como Museo Nacional treinta años más tarde pues, a su criterio criminal, por centralista y absurdo, el Museo del BC en nuestra ciudad solo podía contener objetos de arqueología y de arte moderno y contemporáneo.
También adquirió para el Banco Central en Guayaquil el museo del fallecido Emilio Estrada Icaza, que debidamente clasificado era exhibido en la residencia de sus herederos en el barrio del Centenario, quienes lo mostraban al público y sobre todo a los estudiantes de los colegios cuando eran requeridos, pero que dado el costo de su mantenimiento constituía una carga económica muy pesada para ellos.
Se mezclaron esas valiosas piezas con las del Banco Central en unas fundas de yute depositadas en el interior del sótano del edificio Gorelik, sin exponerlas al público.
El 75 había concurrido al Simposio de la Prehistoria celebrado en Manta con tres ponencias cortas: “Apuntes nuevos para la investigación precolombina. La Venus de los cerros, Mitología manteña”. El 76 comenzó a coordinar con varios estudiosos el tomo I del “Arte Ecuatoriano” de Editorial Salvat.
El 77 representó al Museo Antropológico en el II Congreso peruano del hombre y la cultura andina con la ponencia “Hachas monedas del Ecuador, un sistema monetario precolombino” y fue elegido Vicepresidente y coordinador del Seminario “La arqueología del norte Andino”. También visitó la localidad alfarera de La Pila en Manabí, para aprender esa técnica.
En 1978 comenzó a colaborar comentando sobre la fundación de Guayaquil en el diario “El Universo” pero poco después decidió hacerlo a través de su amigo el profesor Angel Veliz Mendoza, con datos tomados de la biblioteca del Museo del Banco Central y de la suya propia, de este forma evitaba cualquier polémica sobre un asunto tan explosivo. Julio Estrada Icaza lo llevó al Patronato del Archivo Histórico del Guayas.
En Marzo del 79 visitó Colonche y escribió dicha experiencia en un artículo de 8 págs. en la revista del Archivo Histórico del Guayas. Julio Villagrán Lara le entregó una Placa “Al Mérito Investigativo”.
En 1980 recopiló y editó “Bibliografía Antropológica Ecuatoriana” e inauguró una sala en el Museo con la exposición transitoria “Los primeros hombres” sobre la cultura pre cerámica. Para entonces había abandonado la idea de exponer los fondos guardados en las reservas en un monumental edificio con suficientes espacios, por eso creyó más probable convertirlo en un centro de investigaciones y trabajos. Sus conocimientos de varios idiomas le abrían las puertas para realizar contactos en el exterior y consiguió la ayuda del Smithsonian Institute de Washington, del Massachussets Institute of tecnology, de la Gety Trust de California, de la Fundación Volswagen, de las Universidades de Bonn y la Complutense de Madrid.
En 1981 apareció su nombre como coautor en el Informe Preliminar que Felipe Cruz escribió acerca de sus investigaciones personales en la Comuna de San Lorenzo de El Mate en 12 págs. También decidió lanzar un trabajo para el pueblo, con divulgaciones sobre la vida de “Los Primeros hombres en el Ecuador” en 40 págs e ilustraciones y comenzó a editar una “Miscelánea Antropológica” comprendiendo que los tiempos de la arqueología pura habían pasado en el Ecuador, desde que el carbono Catorce había desvelado el misterio que la ocultaba.
El 82 inauguró una muestra titulada “El pasado aún vive”, técnicas y recursos del hombre precolombino para desarrollarse en el medio. Exposición igualmente transitoria. Ese año escribió un artículo largo sobre “El Período de Desarrollo regional” publicado en Barcelona por la Editorial Salvat con su firma y la de Hernán Crespo Toral, que como no era arqueólogo ni antropólogo solo atinó a poner las fotografías a colores. Dicho artículo figuró luego en el tomo I de la Historia del Ecuador.
En sus trabajos actuaba como diletante desorganizado, muy influenciable por terceros debido a su permanente inseguridad frente al elemento nacional ya que jamás quiso optar la nacionalidad ecuatoriana. Por eso trataba de no firmar ningún documento del Banco Central, ni siquiera los oficios meramente administrativos, pero en cambio solía ser muy extrovertido y anecdótico y hasta se explayaba en su correspondencia científica y cultural, de la que ha quedado un gran legado.
A mediados del 82, habiéndose acumulado las quejas por las compras para el Museo, Luis Navarro Terán, Gerente de la Sucursal de Guayaquil del Banco Central las prohibió, pero pocas horas después Crespo Toral movió al Subgerente General, Eduardo Samaniego Salazar, quien dispuso que se continúe adquiriendo y hasta llegó a ordenar al Gerente de Guayaquil que no intervenga en los asuntos tocantes al Museo, esfera directa de su poder. Por supuesto que la noticia se corrió en el Banco causando el consabido escándalo administrativo, pues era absurdo que un simple Director Departamental se impusiera a la Gerencia.
Entre el 82 y el 83 que nos visitó el fenómeno del Niño, la villa de su propiedad en la Ciudadela Miraflores, con frente al carretero a la costa, donde vivía con los suyos, se inundó en varias ocasiones, perdiendo numerosos libros de su propiedad.
En 1983, le fue consultado por parte del Gerente del Banco Central en Guayaquil, sobre la posibilidad de publicar las obras dejadas por Carlos Zevallos Menéndez quien acababa de fallecer en Quito y se opuso, pero utilizó esos trabajos en un artículo de 2 págs. sobre Navegación precolombina, bajo el subtítulo de “Análisis de una leyenda histórica”. Después ampliaría el tema con dos artículos más editados en la revista del Instituto de Historia Marítima de Guayaquil, de manera que ha quedado establecido que la navegación precolombina en las costas ecuatorianas fue ampliamente estudiada por Zevallos Menéndez quien se dio perfecta cuenta de su importancia y trascendencia y finalmente por Holm quien le agregó múltiples detalles de su erudición como por ejemplo la forma de la vela que utilizaban las balsas, etc.
Ese año agregó un capítulo suyo sobre la Vivienda prehistórica a la tesis doctoral de arquitectura de David Nurnberg Anda, titulada “Arquitectura Vernácula del Litoral”, como requisito para hacerla publicar por cuenta del Banco Central. La tesis apareció con los nombres de Estrada, Holm y Nurnberg y obtuvo ese año uno de los Premios Accésit otorgados por Hiliar.
En 1984, al ocurrir el triunfo electoral del Ingeniero León Febres-Cordero, se desarticuló la férrea dictadura personal que venía ejerciendo por años desde la Subgerencia General del Banco Central del Ecuador, el tristemente célebre Lic. Eduardo Samaniego Salazar, quien tuvo que renunciar para evitar las medidas penales que se iban a tomar en su contra. Crespo Toral y Holm quedaron sin respaldo, el primero también salió y el segundo, a última hora, logró sostenerse merced al generoso apoyo que le brindó Julio Estrada Icaza, quien además pidió que lo eleven a la categoría de Subgerente Consultor del Centro de Investigación y Cultura del Banco Central en Guayaquil; pero ya sus tiempos de dominio absoluto había pasado y anémico de respaldo en Quito gravitó alrededor de Estrada cuatro años.
En 1986 recopiló en 17 págs. diversas relaciones sobre la historia de Santa Elena, fue designado miembro fundador del Instituto de Historia Marítima de Guayaquil y empezó a colaborar en su revista. En el Museo del Banco Central en Guayaquil inauguró la exposición “Cultura Valdivia” que mantuvo por varios meses, cambiándola con “La botella silbato Chorrera” también con carácter temporal, en la misma sala de la planta baja, única que se encontraba adecuada, pues el resto del edificio servía para oficinas y otros menesteres burocráticos. Por entonces cesó en sus funciones como Cónsul ad honorem de Dinamarca por límite de edad.
En 1987 editó con Octavio de la Torre y Julio Estrada “Apuntes para la Historia de Manabí” en 42 páginas y cuando el 88 éste último renunció la Subgerencia General en Guayaquil debido al avance de su cruel enfermedad (una distrofia muscular progresiva que lo llevó a la muerte) quiso reemplazarle, inútilmente.
Ese año asistió a las Jornadas Culturales ecuatorianas celebradas en Lima y habló durante hora y media a través del canal estatal de televisión demostrando sus amplios conocimientos etnográficos y obtuvo el título de Doctor Honoris Causa en la Universidad de Aarhus, donde era conocido por sus artículos, relaciones familiares y de amistad. La reina Margarita de Dinamarca le dispensó una hora de su tiempo en amena charla arqueológica. Entonces sus amigos trataron de solicitarle el doctorado Honoris Causa en la Universidad de Guayaquil pero el petitorio no progresó debido al aislamiento en que había vivido, dedicado únicamente y por entero a sus lecturas y estudios en el Museo, sin visitarse con nadie, tratando solamente a otros funcionarios del BC. Un raro caso de investigador puro y reconcentrado en sí mismo.
Algunas personas conscientes del enorme perjuicio que se estaba irrogando al país con las continuas compras de tiestos arqueológicos le venían advirtiendo que no continuara, hasta que el 89, habiendo ascendido al poder el Dr. Rodrigo Borja Cevallos, puso en práctica una nueva línea cultural, más acorde con los postulados sociales de su partido la Izquierda Democrática y se prohibieron las compras.
El 92 se jubiló aunque continuó como asesor científico en el Museo. Fue reemplazado en la Dirección Regional por el Arquitecto Freddy Olmedo Ron, al que los miembros de la Junta Monetaria inopinadamente sacaron del Departamento de Patrimonio Cultural del BC en Quito para trasladarlo a Guayaquil como si fuéramos una simple colonia cultural de la capital y aquí no hubiera gente preparada y pensante.
Olmedo había trabajado con la Misión española en la restauración del convento de Santo Domingo en Quito pero no era una persona cultivada, sus conocimientos eran mínimos en materias tan eruditas como la historia, la arqueología y el arte ecuatoriano, de manera que desde el principio empezó a girar alrededor de Holm sin atreverse a actuar, tal el miedo que le producía el desempeño de un cargo tan delicado como era tener en sus manos y dirigir la cultura en Guayaquil.
Ante tanta estulticia de la Junta Monetaria, Holm se armó de paciencia para coexistir con este “intruso” en su Departamento. Poco antes de su muerte escribió a su amiga la arqueóloga Roswith Hartmann: Nuestro director aún no ha dicho ni que no ni que si sobre el proyecto de una publicación Cañari y lo más aconsejable por el momento, sería no pensar en esto antes de que se haya despejado el ambiente y conseguido el dinero para publicar todo lo aún pendiente…I es que el arquitecto elevado a mayores, por ser hijo de jefe militar de Guayaquil, Vice almirante Renán Olmedo Gonzáñez no opinaba, no actuaba, tampoco se movía para obtener fondos, por lo que su actuación en el BC en Guayaquil fue un desastre pues dejó languidecer las iniciativas y planes de Holm sin proponer nada nuevo. A este tiempo se le puede denominar de noche oscura. Felizmente nuestra Municipalidad asumió desde el 92 las promociones artísticas y culturales dejadas por el BC en Guayaquil con las administraciones del Ing. León Febres Cordero y del Abog. Jaime Nebot.
A pesar de tan adversas circunstancias no perdía su especial sentido del humor. El 94 escribió: Estoy en el Museo, más o menos, aunque renuncié hace más de dos años y medio pero me tienen aquí con título de asesor, lo que significa literalmente (a es partícula privativa que quiere decir sin) seso: es cierta masa encefálica que unos usan y otros no (y son los más felices de este mundo) r: es un sufijo aumentativo. Ahí tienen Uds. mi posición actual.
El 95 logró presentar una hermosa y didáctica selección de cerámicos titulada “Los Orígenes” para difundir en la comunidad los sentimientos más avanzados de la historia aborigen. A la salida aparecía la réplica de una balsa Huancavilca, tema que le sedujo en sus últimas preocupaciones científicas (sic.)
Esta fue su última obra pues a las 7 de la noche del domingo 26 de Mayo del 96 le sobrevino un infarto mientras descansaba en su villa de Miraflores y aunque lo llevaron sus hijas a la clínica Kennedy no se repuso y falleció sin dolores el lunes 27 a las 11 de la mañana, de ochenta y un años de edad. Vivía solo desde el fallecimiento de su esposa, ocurrido años atrás, el 72, también de infarto.
Era muy didáctico en sus explicaciones pues como buen conocedor de los avances de la arqueología mundial a través de libros y revistas nacionales y extranjeras, sin ser propiamente un arqueólogo, estaba perfectamente capacitado para explicar la prehistoria ecuatoriana de manera que pasaba por sabio en esa materia y en efecto lo era. Por algo el ilustre y erudito Padre Pedro Porras Garcés, descubridor de las culturas arqueológicas del oriente ecuatoriano, al obsequiarle una de sus obras de arqueología, le puso: Al único amigo del Ecuador que me comprende….
En su trato personal, diplomático y de particularísimo sentido de humor y proverbial paciencia, según feliz expresión de Julio Estrada Icaza. Poseía una excelente biblioteca, archivo y museo particular.
Como funcionario supo manipular a las personas y rodear de secretismo todo lo suyo. Su labor en el Museo del Banco Central fue hasta cierto punto negativa pues a pesar de haber manejado grandes sumas en casi un cuarto de siglo, convirtiéndose en el factótum de la cultura del puerto principal, sus resultados fueron poco notorios, bien es verdad que la torpe burocracia centralista no le permitió la creación del gran Museo que merecía nuestra ciudad.
No dejó discípulos ni escuela, postergaba sistemática al elemento nacional y protegía indiscriminadamente a los extranjeros para quienes mantuvo abiertas las posibilidades de realizar trabajos y excavaciones pagadas en el Ecuador, pero al mismo tiempo se quejaba que no existieran arqueólogos ni el interés por la arqueología en nuestro país, al tiempo que mantenía a sus colaboradores en la penumbra vaga, restaurando, ordenando y catalogando en las reservas, sin figurar en el mundo exterior ni tener opciones válidas para salir a conquistar nuevos y más variados conocimientos en las Universidades de otros países.
Viajero por todo el mundo, no tuvo libros que le apoyen, escribía folletos, pero dejó aproximadamente un total de ciento cuarenta artículos largos y eruditos aparecidos principalmente en revistas especializadas, que deberán ser recogidos. Alto, delgado, pelo crespo y canoso, grandes ojeras alrededor de los ojos. Buen conversador, bebía muchísimo café cuando estaba nervioso o tenso, lo que ocurría casi de contínuo.