HIDALGO NEVAREZ ADOLFO

MIEMBRO DE LA JUNTA DE GOBIERNO.-

Nació en Guayaquil el 18 de Marzo de 1891 y fue hijo legítimo de Adolfo Hidalgo García, Gerente fundador del Banco

Agrícola en 1886 con cuatro acciones, guayaquileño, hermano entero del poeta Federico Marco Hidalgo García; y de María

Dolores Nevarez Plaza, nativa de Charapotó, Manabí.

Su infancia transcurrió tranquila en la casa paterna. En 1903 ingresó al Colegio Nacional Vicente Rocafuerte donde su

natural simpatía le captó el aprecio de compañeros y profesores hasta graduarse de Bachiller con notables calificaciones

el 26 de Abril de 1909.

Decidido por la carrera médica ingresó a esa Facultad y pronto destacó entre sus compañeros, ocupó la tesorería de la Asociación Escuela en 1911, año en que ganó el Internado de los Lazaretos. El 12 fue nuevamente Vocal de la Asociación y

a finales de año comenzó a colaborar en “’El Guante” bajo el pseudónimo de “Máximo de Bretal”, con chispeantes

artículos de política, literatura y poesía que le hicieron famoso, después escribiría para “El Telégrafo” de Guayaquil y “El

Universitario” de Quito; pero al mismo tiempo se tornó bohemio y hasta llegó a compartir la morfina con otros literarios y

poetas de la llamada generación decapitada, tan en boga en aquellos tiempos, aunque se me ha informado de parte de

personas que le conocieron que logró superar esa adicción a fuerza de voluntad.

El 4 de Septiembre del 16 se Licenció en Medicina, el 27 de Diciembre de 1917 sustentó el grado doctoral con la tesis “El

Método Rogers en el acceso hepático tropical” en 28 págs. con grabados. Su situación económica era buena; pues, merced

a un capital que le había suministrado su padre, mantenía en propiedad la botica del Malecón, un excelente negocio.

En 1916 formó parte con los Dres. José Darío Moral y Augusto N. Martínez Holguín, de la Comisión designada por la

Sociedad de Agricultores para combatir el hongo Phytophara que atacaba las plantaciones de cacao del Litoral, pero no

tuvieron exito.

En 1920 fue nombrado Diputado por la Provincia del Guayas, concurrió al Congreso y se hizo conocer como orador. El 25

comenzó a enseñar en las nuevas facultades de Odontología y Veterinaria de la Universidad de Guayaquil. Ese año contrajo

matrimonio con Sara Mejía Burbano pero debido a su natural bohemia que chocaba con el fuerte carácter de ella, el

matrimonio no anduvo bien, tampoco tubieron hijos.

En Enero del 26 fue electo miembro de la II Junta de Gobierno y tuvo a cargo el desempeño de las funciones de Ministro

de Instrucción Pública por el corto lapso de dos meses pues en Marzo terminó intempestivamente esa Junta. El 27, en

Guayaquil, volvió a la adicción de la morfina, quizá como una forma de escapar de la realidad. El 30, tras conseguir el

divorcio, su adinerada esposa se instaló en Quito. Ese año dictó en dicha ciudad la Conferencia “Comunicación sobre los

primeros electrocardiogramas obtenidos en el Ecuador”. El 32 se reunieron en la capital y volvieron a casarse y a

separarse pues se querían pero no se toleraban. Entonces pasó a vivir en la residencial Guayaquil de la calle Venezuela

donde una noche se disparó en la sien, cubriendo su camisa blanca con un pañuelo, para no mancharla con su sangre, en

imitación de Mariano José de Larra, el gran periodista español del siglo XIX, que impuso la moda.

Su trayectoria por la vida fue pletórica en amistades. Era un humanista que incursionaba por los caminos de las ciencias

médicas con tanta fortuna como hacía versos, escribía artículos y composiciones de fina ironía, pues para todo se daba

tiempo y como era acomodado y tenía algunas propiedades, solía ganar corazones con su generosidad habitual.

A su muerte apareció una Corona Fúnebre con parte de sus Composiciones. Sus amigos le recordaron por muchos años.

Arroyo del Río le dedicó una sentida Oración Fúnebre. Pareja Diez-Canseco le calificó de ser extraordinario, de una de las

inteligencias más lúcidas del país. Mi tío Jorge Pérez Concha recordaba la siguiente anécdota. En cierta ocasión, un

conocido médico guayaquileño, orador por afición, solicitó el Salón de Honor del Colegio Vicente Rocafuerte para dictar

una charla, pero el Rector negó el permiso. Entonces apeló ante el Dr. José A. de Rubica Ramos, Ministro de Educación que

sin saber el antecedente envió

telegrama disponiendo el acto. Esa mañana se llenó el salón y en medio de la charla, el

Orador, dirigiéndose a Adolfo Hidalgo que estaba sentado en primera fila, le preguntó: ¿Te

acuerdas Adolfo de este episodio? No, fue la sonora respuesta. Pocos minutos después le volvió

a preguntar ¿Te acuerdas Adolfo de esto otro? No. I así se estuvieron preguntando y negando

sucesivamente ente el regocijo de la concurrencia que no cabía en sí de gozo, pues el asunto

era una burla.