HERNANDEZ CISNEROS JOSE GREGORIO

MEDICO.- Su padre fue Benigno Hernández Manzaneda, natural de Boconó de Trujillo, Venezuela y hombre progresista que

intervino en la agitada vida política de ese país y por eso se vio obligado a abandonar el terruño radicando en la villa de

Pedraza, estado de Barinas, donde casó en 1863 con Josefa Antonia Cisneros y Mansilla, pero pocos meses después ambos

regresaron a Trujillo y afincaron definitivamente en la villa de Isnotú, donde el 20 de octubre de 1864 les nació el

primogénito José Gregorio, raquítico y enclenque y mucho temieron por su vida.

En Isnotú no había futuro para nadie pues era un poblado antiguo, pobre y bucólico, bueno solamente para la agricultura y

ganadería, la vida se deslizaba entre rezos y oraciones que presidía doña Josefa Antonia, quien también enseñaba a leer a

sus cinco hijos; sin embargo, la tranquilidad se quebró en 1872 con el fallecimiento de ella y al poco tiempo don Benigno

contrajo segundas nupcias y tuvo siete hijos más. Entonces el profesor de la escuela de Isnotú le dijo que el niño José

Gregorio había asimilado los conocimiento del lugar y que sería conveniente enviarlo a proseguir nuevos estudios en

Caracas.

Por esos días estaban de visita en Isnotú algunos diputados amigos de la familia y a ellos les encomendó don Benigno a su

hijo. En Caracas la vida era más o menos parecida, pero había escuelas, colegios y bibliotecas. José Gregorio se matriculó

en el afamado colegio “Villegas” y se graduó de Bachiller en 1884. Ya era un joven de temperamento religioso que a la

hora del Angelus dejaba cualquier cosa que estuviera haciendo para recitar sus oraciones. Además el buen ejemplo dejado

por su tía María de Jesús Hernández, monja clarisa del Convento de Mérida y fallecida en olor de santidad en 1870, le

servía de acicate para proseguir por el camino del bien. Por ello era considerado “algo raro” entre sus condiscípulos; que,

sin embargo, lo admiraban y querían por su simpatía y bondad.

Poco después ingresó a la Facultad de Medicina y para ayudarse en los gastos aprendió a coser y a cortar su propia ropa

con un sastre amigo.

Durante tres años consecutivos obtuvo la Medalla de Oro del mejor alumno de medicina, el 29 de junio de 1888 recibió el

ansiado titulo de doctor y regresó a Isnotú, encontrando a su padre viejo, enfermo y rodeado de numerosos hijos.

En 1889 volvió a Caracas y fundó la “Comisión de Higiene Pública” para combatir las pestes y epidemias. fue la base para la fundación del Ministerio de Salud Pública de Venezuela. Pronto se extendió su fama entre ricos y pobres que lo admiraban y querían, pues atendía a todos por igual, con singulares

muestras de cariño y bondad, sin importarle sacrificios y a cualquier hora del día y de la

noche. Prefería caminar antes que montar a caballo y cuando podía hasta regalaba las

medicinas, de suerte que su condición económica no era buena, bordeaba la indigencia,

porque todo lo que ganaba lo devolvía a los más necesitados.

En 1890 falleció su padre en Isnotú, viajó hacia allá, recogió a sus hermanos, los llevó a vivir a

Caracas y desde ese tiempo acostumbró vestir de negro en señal de luto. Sus trajes eran

modestos pero limpios, su semblante honestísimo y siempre bajo, sus conocimientos científicos

notables; todo en él revelaba una extrema sensibilidad rayana en timidez, inteligencia,

preparación y la bondad de un corazón generoso, dado por entero a los demás. Por ello el

gobierno venezolano le entregó una beca para que estudiara en Europa y en 1893 ingresó a la

Universidad de París donde fue discípulo del profesor Matías Duval que le enseñó Embriología y

Microbiología, visecciones y experimentos con vacunas.

De nuevo en Caracas dictó varias

cátedras de Medicina en la Universidad y escribió artículos y folletos, figurando entre los más

notables galenos del país. Sus curaciones se hicieron famosas porque donde fracasaba la

ciencia podía la fe y a muchos enfermos incurables regresó de la otra vida a punta de

oraciones, cuando eran dolencias psicosomáticas.

A los 44 años de edad, en 1908 atravesó por un período de agitación mística, viajó a Italia e

ingresó a la Cartuja de Luca con el ánimo de hacerse monje, pero su mala salud se lo impidió.

Posteriormente quiso entrar a un convento venezolano por dos ocasiones pero también lo

rechazaron por la misma razón. Era un hombre religioso y humanitario, aunque no

intelectualizado, que rehuía el afecto de las mujeres.

Para 1917 estaba en plan de estudios en Boston, dispuesto a seguir a España. Un paisano lo

reconoció en las calles, elegantemente vestido a la última moda y sorprendido de tal cambio,

le preguntó la razón. El Dr. Hernández le contestó que lo hacía como penitencia ordenada por

su director espiritual.

Poco después volvió a Caracas y el 29 de junio de 1919 mientras

comprendido que era necesario vivir en Guayaquil y de regreso alquilaron una casa central. Ella

dispuso para Isabel una educación de primera; debía concurrir al “Vicente Rocafuerte”, que era

mixto, pero el natural temor de muchacha de hacienda se lo impidió. Entonces Mercedes Moreno

Irigoyen, directora de la escuela municipal No. 4 “Manuel María Valverde” y muy amiga de su

madre, la llevó a sus clases y quiso ponerla en el séptimo grado, pero Isabel prefirió el sexto,

donde fue la mejor alumna y al final del curso dictó clases de alfabetización en la Sociedad de

Carpinteros ubicada en Huancavilca entre Chimborazo y Coronel”.

En 1930 conoció en casa de amigos comunes al joven Pedro Saadd Nigaim con quien en novió; pero

los avatares propios de los tiempos políticos se interponían en dicha relación.

“En 1939 de 29 años de edad, contraje matrimonio con Pedro, después de ocho de amores y al

nacer mi primer hijo en 1940, renuncié al empleo de profesora y comencé a estudiar taquigrafía

para ayudar como secretaria a mi esposo, quien me dictaba diariamente, y así salieron

documentos muy valiosos para la historia del país, como las declaraciones de principios de la FEUE

y de la Confederación de Trabajadores del Ecuador”.

En 1940 realizó junto a su esposo líder de los comunistas en Guayaquil una activa labor sindical

entre el Campesinado y especialmente en la zona del Ingenio San Carlos. El 41 su esposo sufrió una

prisión de varios meses.

“Entre 1942 y el 44 Pedro Saad cayó varias veces preso y fue perseguido por los pesquisas que no

lo dejaban ni a sol ni a sombra. Vivíamos modestamente, de una módica pensión mensual que nos

pasaba mi suegro Kalil Saad, quien siempre quiso a su hijo y nunca lo dejó de proteger, porque

vivía orgulloso de él”.

“En 1943 entré de lleno a la política antiarroyista y ayudé a la formación de los Comités Populares

de Guayaquil, dictaba cursos nocturnos de orientación, fui miembro del bureau político del

partido y contribuí a organizar el I Congreso de la Confederación de Trabajadores del Ecuador, que se realizó en la clandestinidad porque lo prohibieron las autoridades”.

“Al triunfar la revolución del 28 de mayo Pedro fue designado Diputado a la Asamblea Constituyente del 45, por

el Congreso Nacional de Trabajadores del Ecuador que se reunió en Quito. Ya era Secretario General del Partido Comunista

Ecuatoriano y a mi me consideraban la primera dama del Partido”.

El Presidente Velasco Ibarra dio el golpe dictatorial del 30 de marzo de 1946 y su Ministro de Gobierno Carlos Guevara

Moreno inició una de las mayores persecuciones políticas que registra la historia del país. Pedro Saad estaba de Presidente

de la Confederación de Trabajadores del Ecuador y tuvo que esconderse. Guevara ordenó el secuestro de nuestro hijo

Pedrito -que sólo tenía 4 años- para obligarlo a presentarse ante las autoridades. A Pedrito lo sacaron con engaño del

interior del Hotel Savoy mientras yo me encontraba ayudando al Sindicato de la fábrica de tejidos La Internacional, que

había declarado la huelga. Cuando mi hijo era conducido al vehículo de la Intendencia del Pichincha, de placas 0-002 se

dio cuenta de la estratagema, logró soltarse y salió corriendo, entonces los pesquisas cometieron el crimen de lanzarle el

carro y lo tumbaron al suelo sangrando y mal herido y como lo creyeron muerto huyeron del lugar. Pedrito fue recogido y

llevado a la Clínica del doctor Isidro Ayora donde estuvo algunas semanas entre la vida y la muerte, con fracturas

múltiples en el cráneo y contusión cerebral. El asunto se hizo público y la opinión nacional censuró acremente al gobierno.

La señora Corina del Parral, esposa de Velasco Ibarra, mandó a su médico personal; que, por supuesto, fue cortésmente

rechazado. ¡Así eran de duros esos tiempos!”.

“Por otra parte, entre 1944 y el 46 surgieron tremendas contradicciones dentro del Partido Comunista Ecuatoriano.

Algunos quisieron seguir la línea de Earl Browder, Secretario General del comunismo norteamericano; quien, después de la

Conferencia de Teherán en 1943, había renunciado a la vida del partido y hasta publicó dos libros. Blas Roca recogió ese

planteamiento para América latina y en el Ecuador tuvimos muchas desafinaciones. Joaquín Gallegos, Ana Moreno, algunos

compañeros y yo luchamos contra la desviación de Browder; después aconteció que en Rusia iniciaron el culto a la

personalidad de Stalin, a laque varios compañeros nos opusimos, así como también a otras tácticas del Partido, sin que por

eso dejáramos de ser marxistas, pero esta nueva pugna se agudizó desde 1948 y era causa de frecuentes roces internos”

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“En 1950 Pedro fue electo Senador por los Trabajadores y viajó a Quito para asistir al Congreso. Nuestro matrimonio se

deshizo en su ausencia a causa de sus amoríos. Me separé del Partido y entré a trabajar a LEA, como Jefe del

Departamento de Estadística con S/.3.000 mensuales de sueldo. En 1952 advino el divorcio. En 1953 me instalé en Quito y

puse la lavandería “La Rápida” con maquinaria moderna, pero el negocio arrojó pérdidas hasta que lo cerré en 1960.

Entonces me convencí que no sirvo para industrial ni para comerciante”.

“En 1962 viajé por primera vez a Rusia, como profesora de idioma español y enseñé durante seis años en el Instituto Lenín

de Moscú con 180 rublos mensuales de sueldo, al lado de mis hijos Pedro e Isabel, que estudiaban becados”. En su

ausencia falleció su madre. En 1966 regresé a Guayaquil y como había concluido la dictadura militar decidí quedarme en

casa de mi hermana Violeta de Cuesta. El Ministro de Educación Cicerón Robles Velázquez me ofreció un empleo de

Supervisora, pero nunca cumplió y me fue difícil hallar trabajo; al fin mi amigo Luis Albizuri me dio algo en Radio Bolívar.

Por dos años hice el papel de suegra cargante en el programa cómico comercial denominado Desayuno Familiar que se

trasmitía de lunes a viernes entre las 8 y 9 de la mañana”.

“A eso de las seis de la mañana me trasladaban gratis a la radio y percibía S/.500 mensuales de sueldo; así es que, para

mantenerme, tuve que promocionar libros para la Librería Cervantes, luego vendí antigüedades y dirigí muchísimas

Monografías de segundo y tercer nivel, investigando en archivos y bibliotecas en lo que restaba del día, documentándome

sobre la problemática social, política y económica del país y pude salir adelante en la lucha por la vida. vendiendo libros a

profesionales y llegué a colocar hasta diez al día entre 1969 y el 72”.

“En 1969 volví al magisterio municipal después de 27 años de ausencia, como profesora de la escuela mixta nocturna No.

13 “Manuela Cañizares”, situada en Maldonado y la Dieciséis, donde trabajé catorce años consecutivos hasta 1985,

siempre con niños del suburbio”.

“En 1972 fui por pocos meses empleada supernumeraria de la Empresa de Teléfonos y luego ocupé la Secretaría del

Departamento Municipal de Educación”. En 1973 el concejal Otton Chávez Pazmiño le entregó la responsabilidad de llevar

a la práctica un programa de teatro a las escuelas primarias. Entre 1973 y el 76 desempeñé la coordinación ad-honorem

del Centro Municipal de Cultura y me tocó realizar el Congreso Latinoamericano de escritores que se celebró en

Guayaquil”.

“En 1976 obtuve el primer premio en el concurso biográfico convocado por el Programa Radial “Antena Pedagógica”, con

un trabajo sobre el profesor Fermín Vera Rojas, en 7 páginas, que presenté bajo seudónimo y salió publicado en 1979 con

mi nombre”.

“En 1977 volví a triunfar, esta vez en un concurso organizado por el C.M.C. con una “Historia de la Literatura Infantil” en

40 páginas, aún inédita. En 1980 la Dirección Municipal de Educación abrió un concurso y escribí “Situación actual de las

escuelas primarias en Guayaquil” en 62 págs. Ese fue un año de grandes realizaciones, dí a la luz tres ensayos titulados: 1)

“Crisis de la educación” en 4 págs., publicado en el segundo tomo de la serie “Debate Pedagógico Ecuatoriano” 2) “El Arte

y la Formación Escolar” en 4 págs., presentado como ponencia en el seminario de Análisis pedagógico sobre la educación

del C.M.C. y 3) “Los medios de comunicación y la alienación” en 30 págs. ponencia en el Congreso de profesores realizado

en Cuenca”.

“Igualmente,” en 1980, pasé a formar parte del Directorio del C.M.C., por la sección de artes infantiles.

“En 1983 me acogí a los beneficios de la jubilación y aunque no me he reintegrado al Partido comunista, sigo dictando

cursos de teoría marxista a hombres y mujeres sindicalizados.