GUTIERREZ Y GRANADOS JUAN MARIA

CRITICO Y LITERATO.- Nació el 6 de Mayo de 1809 en Buenos Aires, hijo legítimo de José María

Gutiérrez Díaz de Arenas, comerciante asturiano venido a América en tierna edad, quien tomó parte en la defensa de

Buenos Aires durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807 recibiendo de los Virreyes Sobremonte y Liniers merecidos

ascensos hasta obtener los despachos de Teniente Coronel y ^ de Concepción Granados y Chiclana,

perteneciente a una conocida familia criolla señalada por su ardiente amor a la causa de la

independencia.

Hizo sus estudios primarios en una escuela particular a la que solo eran admitidos niños de

determinadas familias. De noche, cuando no había reunión en su casa, su padre cuidaba de darle

lecciones él mismo, de manera que el joven Gutiérrez aprendió la afabilidad de maneras y el tino

especial, buen gusto y nobleza que cautivan y seducen, resultando que no era posible hablar con

él sin estimarle desde las primeras palabras.

En dichas tertulias se comentaba las noticias y opiniones de las gacetas con cuyas lecturas se daba

principio, siguiendo o reemplazando con otras obras tales como las Memorias Secretas de Jorge

Juan y Antonio de Ulloa o Los Viajes de Antonio Abadía aparecidos bajo el seudónimo de Alí Bey.

Inició los estudios preparatorios

bajo los señores Senillosa, Mosetti, Fernández y López. Hizo cinco años de matemáticas sin

descuidar los idiomas, el latín, la literatura y el dibujo. Siguió topografía bajo la dirección de los

señores Guerra, Agüero y Díaz. Este último le llamó a formar parte

tres meses de cárcel tuvo que salir a Montevideo. Poco después colaboró en la defensa de la

ciudad sitiada, atacó la dictadura de Rosas en prosa y en verso desde los periódicos

“Iniciador”, “El Talismán”, “Tirteo” y “Muera Rosas” y triunfó en un Certamen Poético con su

composición “A Mayo” revelando dotes líricas e inspiración ciudadana.

En 1843 viajó a Europa con Alberdi. A bordo escribieron “El Edén” – Alberdi en prosa y

Gutiérrez en verso – recorrieron varios países. Ocho meses después regresaron a América y

radicaron en el Brasil hasta 1845 que Gutiérrez pasó a Chile.

En febrero de 1846 comenzó a aparecer en la Imprenta de El Mercurio, en Valparaíso, una

antología titulada “América Poética”, escrita por americanos en el presente siglo, colección

escogida de compositores en verso escritas por americanos en el presente siglo con noticias

biográficas y juicios críticos”. Allí apareció la edición definitiva de la Victoria de Junín de

Olmedo. La obra comprende 43 entregas, 53 autores, 455 composiciones y más de 54.500

versos.

Esta primera Antología volvió a editarse veinte años después entre 1865 y el 67 en Buenos

Aires, ampliada, siendo la primera que dio a conocer el mundo intelectual americano.

El mismo año 46 creó y fue el primer Director de la recién fundada Escuela Náutica de

Valparaíso, establecimiento en el cual permaneció por algún tiempo e introdujo mejoras de

gran importancia. En 1848 publicó una recopilación de las poesías de Olmedo, revisadas y

corregidas por este, poco antes de morir. El 49 dio a luz una nueva edición de “El Arauco

Domado” de Pedro de Oña, con una Noticia biográfica del autor. También recopiló y tradujo

durante su permanencia en Chile algunas obras didascálicas tales como “El lector americano” el 46, “La vida de Franklyn” traducida del francés el 49, y “Los elementos de Geometría” el

50, pequeño pero magnífico texto para la enseñanza de este ramo en las escuelas.

Allí le conoció el viajero Alexander Holinski, quien publicó en 1876 en París sus “Escenas de la vida sudamericana” donde

escribió de Gutiérrez: Encontré pocos hombres que yo pueda poner por la variedad enciclopédica de conocimientos, al

nivel de este ilustre ciudadano de la república argentina. Poeta y escritor político, se jacta por

una oposición enérgica contra Rosas. Obligado a exiliarse, él redactaba en Santiago uno de los mejores periódicos de Chile

durante mi estadía en esa capital en 1851. La literatura le debe una cantidad de publicaciones remarcables”.

Ese año – a finales de 1850 – viajó a Guayaquil invitado por su hermano Juan Antonio que ejercía el consulado de Chile y

estaba encargado de los asuntos comerciales de la Argentina en ese puerto. Varios meses vivió en el trópico que no le

asentaba enteramente pues a su amigo Diego Barros Arana escribió: Aquí tengo a mi hermano, un caballo, una habitación

cómoda y mis libros. Sin embargo este clima es excelente para los zambos que crecen aquí con una energía poderosa, pero

no para quien ha gozado del calor del brasero y de la chimenea en ese sur de América; mas se dio tiempo para trabajar en

lo suyo y hasta logró que el joven José María Avilés Girau le proporcione el copioso manuscrito titulado “Versos

castellanos, obras juveniles y misceláneas” con las mejores poesías del padre Juan Bautista Aguirre Carbo, S.J. del que

copió Gutiérrez las más importantes y sugeridoras, desechando las otras por gongoristas y enrevesadas (sic.)

Dicho manuscrito del padre Aguirre Carbo había pertenecido a su cuñado el Capitán Gerónimo de Mendiola y Obregón

(marido de María Ventura Fernández – Caballero y Carbo) posiblemente antes de 1767, fecha del extrañamiento de los

jesuitas a Italia; años después estaba en la biblioteca del anticuario José María Molestina Roca, que se ufanaba por ello,

como lo aseveró después su hijo Juan Emilio Molestina Roca, primer antólogo ecuatoriano, quien explicó: Mi padre las

había prestado – las poesías – a José María Avilés Pareja, padre de Avilés Girau, para que las lea con cuidado.

En Enero de 1852 Gutiérrez escribía que se hallaba “angustiado al ver qué tristes consecuencias y a qué debilidad civil

conduce a un pueblo la anarquía; al ver saludado el pabellón español con los mismos cañones conque tantas glorias

conquistó Bolívar. Al ver la suerte de una nación independiente (Ecuador) entregada a los movimientos tenebrosos de un

cuartel de quinientos hombres (los Tauras) mientras una nación entera contemplaba como si se tratase de los intereses del

Papa o del gran turco”.

Poco después le llegaron los ecos del triunfo militar del General Justo Joséde Urquiza, quien el 3 de Febrero de 1852 había

derrotado al odiado dictador Rosas en la célebre batalla de Caseros, obligándole a abandonar el poder y a salir exilado a

Southampton en Inglaterra. Gutiérrez regresó a Buenos Aires tras casi dos años en Guayaquil (1851 – 52) y un total de doce

años y siete días de exilio y fue nombrado Ministro de Gobierno por el Presidente Vicente López y Planes, en cuyo ejercicio

tuvo que defender el tratado de San Nicolás, que encontró decidida oposición en la capital porteña.

Entonces se alejó a Santa Fe, participando en la Convención Nacional como Diputado por la provincia de Entre Ríos, fue

miembro de la Comisión de asuntos constitucionales y autor principal con José Benjamín Gorostiaga del anteproyecto de

Constitución, siendo de los que más gravitaron en la discusión y aprobación definitiva. Mientras tanto no desperdiciaba

momentos libres y publicó “El Nacional Argentino” en la población de Paraná, considerado como uno de los más grandes

periódicos doctrinarios que ha tenido esa nación.

En Marzo del 54 fue designado por el presidente Urquiza para el desempeño de las funciones de Ministro de Relaciones

Exteriores de la Confederación, con sede en Paraná, donde trabajó asiduamente y preparó las negociaciones previas para

el reconocimiento de la independencia argentina por parte de España.

En 1856 renunció para volver a Buenos Aires y alejado de toda actividad política se dedicó a investigar y a escribir con la

elevación que exigía la hora. “No se sentía viajero provinciano trabado por siglos y hemisferios, pues conocía y ahondaba

las más altas manifestaciones del espíritu” y por ello su presencia descollaba entre la de sus conciudadanos,

En 1860 editó “Apuntes biográficos de escritores, oradores y hombres de estado de la República argentina” y “Artículos

críticos y literarios”.

En 1861 el presidente Bartolomé Mitre y Vedia le hizo nombrar Rector de la Universidad de Buenos Aires y allí permaneció

por más de doce años hasta su jubilación. Desde ese cargo, fundamental para el desenvolvimiento de la inteligencia

argentina, realizó una larga labor solo comparable a la de Andrés Bello en Chile, haciendo que esa U. adquiriera prestigio

continental, modernizando sus planes provincialismos literarios y mostró la hermandad y madurez de las flamantes naciones del hemisferio constituyendo un

aporte sustancial para la conformación de una conciencia cultural americana”.

En 1870 principió la publicación de las obras completas de su maestro Esteban Echeverría que encabezó con una magistral

introducción y sirvió para rescatar la labor de ese poeta. Cuatro años le llevó completar esta labor. El 71 editó “Estudio

sobre las obras y la persona del literato y publicista argentino D. Juan de la Cruz Varela”.

En 1873 pasó a presidir el Consejo de Instrucción pública. “Gutiérrez, uno de los mejores conocedores del habla castellana

que ha tenido el país, rehuyó por instinto la fogosidad y exuberancia corrientes en los poetas rioplatenses de la época, a

quienes aventajó por la gracia y elegancia de las formas y por la autenticidad de sus impresiones y delicadeza de sus

sentimientos.”

En Febrero del 78 concurrió a los solemnísimos festejos del Centenario del nacimiento de San Martín y al día siguiente, 26

de ese mes, falleció de infarto, posiblemente ocasionado por el intenso calor y la agitación de la víspera. En su tumba

tomaron la palabra ilustres escritores argentinos del tiempo tales como Cané, López, del Valle, Unen, Uñarte, Encinas,

Saldía, Salas, Peyret.

Fue el más completo hombre de letras de su Patria no solamente por ser el anticuario curioso que todo lo quería conocer y

al mismo tiempo un crítico versado y sapiente que atisbaba con amor el alma del ser americano, sino porque tenía

apreciaciones de conjunto que transmitió a las siguientes generaciones a través de sus numerosos escritos. I aunque

rechazaba la herencia española por el notorio atraso, decadencia y esterilidad de sus instituciones, comprendió que era

imprescindible entender a la colonia como una continuidad en el desenvolvimiento de estos países, por ello tan llenos de

contradicciones. Más que un simple crítico y literato fue ciertamente un civilizador que gozó de la amistad de los

prohombres de su tiempo, considerado a la misma altura de Mitre, Sarmiento, Alberdi, etc.

Desde el rectorado de la U. de Buenos Aires ejerció una gran influencia en la vida argentina.

“Paralelamente a su vasta obra de historiador y vinculado directamente con ella, concretaba su labor de crítico literario.

En este sentido se lo considera el iniciador de una crítica erudita, fundada en metodología y apoyada en un profundo

conocimiento del contexto histórico que enmarca la producción enjuiciada. Menéndez y Pelayo lo tuvo por el primer

crítico hispanoamericano del siglo XIX después de Bello”.

“Planteó, entre los primeros, el problema de la tradición y de la independencia cultural. En directa relación con estas

cuestiones debe recordarse la conmoción internacional que provocó al rechazar en 1875 el diploma de miembro

correspondiente de la Real Academia Española, por no admitir hegemonías de instituciones peninsulares sobre nuestra

lengua ni sobre aspecto alguno que afecte la independencia cultural de esos pueblos”.

“De la polifacética actividad cumplida corresponde mencionar aquí cuanto atañe a su preocupación literaria. Así, su

adhesión al romanticismo, al que considera no sólo como una tendencia estética sino como un instrumento sensible apto

para captar la realidad. A ello deberá añadirse un acendrado espíritu nacional y americanista, que vivió con toda

intensidad la problemática de su tiempo. Esto lo llevó a participar abierta y dignamente en la vida cívica del país. El

hombre de letras y el hombre político fueron dos aspectos integrados y complementarios en su personalidad”

“Como poeta buscó la inspiración en el paisaje y en las costumbres nacionales y expresó su lirismo con pulcritud y

mesura”. Una de sus poesías titulada “Endecha del gaucho” fue grabada como canción setenta años después de su

publicación, bajo el título de “El Moro”, por el dúo Gardel-Razzano. También escribió dos novelas tituladas “El Capitán de

patricios” y “El hombre hormiga”.

De Juan María Gutiérrez se han ocupado plumas tan elevadas como el uruguayo Alejandro Magariños Cervantes, el peruano

Ricardo Palma y el colombiano José María Torres – Caicedo. I su obra como crítico del padre Aguirre en el Ecuador es de tal

importancia para nuestra Patria, que sin la revalorización de Gutiérrez no tendríamos a nuestro padre Aguirre en la

cumbre de los poetas nacionales de todos los tiempos.