COMISIONISTA.- Cuando el general Juan Manuel de Rosas declaró su dictadura en Buenos Aires hacia mediados del siglo XIX,
numerosos intelectuales argentinos emigraron al exterior huyendo de la barbarie y de los crímenes que cometía la
soldadesca. Unos fueron a Montevideo donde formaron hogares y fundaron familias, otros pasaron a Chile y de allí se
desparramaron por el Perú y hasta por Guayaquil; los menos -contando con dinero suficiente- viajaron a Europa, a seguir
estudios y a aprovechar el tiempo.
Entre los que llegaron a Guayaquil estaban los hermanos Juan Antonio y Juan María Gutiérrez. El primero desde 1835 había
ejercido el comercio en Valparaíso y después en Lima. En 1845 ya figuraba en Guayaquil instaló una Casa dedicada a la
compra de productos del país, tales como cacao, café y la orchilla, vegetal muy usada para el teñido de telas en la época
en que aún no se inventaban las anilinas químicas que hoy nos llegan de los Estados Unidos y Alemania.
Ambos hermanos eran hijos legítimos de José Matías Gutiérrez Díaz de Arenas, natural de Asturias, de profesión militar y
de Concepción Granados y Chiclana, nacida en Buenos Aires.
Juan Antonio llegó a ser Cónsul de Chile en Guayaquil y era hombre de buen talante, amigo de escritores y artistas,
hablaba idiomas, generoso con las cosas del espíritu y la cultura y hasta anticuario. En 1852 ayudó al artista – fotógrafo y
pintor – francés Ernest Charton que estaba de paso por el puerto, sin ropa ni dinero
a consecuencia de una aventura marítima ocurrida en las Galápagos. En 1858 – como buen anticuario –
facilitó el dinero necesario a Manuel Villavicencio para la impresión de la “Geografía del Ecuador” en New York, pero en
1861 ocurrió la quiebra de su Casa Comercial, a causa de malos manejos de dos amigos que abusaron de la confianza que
se le había concedido y Gutiérrez entró en mala situación (1)
El 20 de Agosto de 1864 comenzó a publicar «El Duende», escrito con Nicolás Augusto González Navarrete, Manuel Marcos
Aguirre y Jorge Tola Davalos editado por varios jóvenes liberales en una imprentita secreta que tenía Mercedes Calderón
Garaycoa en su casa. Esta señora era hermana entera de la viuda de Rocafuerte y fue célebre en Guayaquil por su
patriotismo, constancia e intrepidez. Más tarde sufrió persecuciones por parte del tirano y tuvo que salir desterrada, de
suerte que con Manuela Sáenz y Marietta de Veintimilla han sido las tres únicas mujeres que han sufrido esa pena en la
historia del país.
Para 1865 vio turbada su tranquilidad y hasta amenazada su seguridad personal cuando García Moreno hizo apresar al Dr.
Santiago Navarro Viola, bajo la acusación de estar comprometido con el general Urbina en la invasión armada que culminó
con la batalla naval de Jambelí.
Entonces Gutiérrez, que actuaba como encargado del consulado de la Argentina, intervino con más insistencia que ninguno
otro y hasta con amenazas en nombre de la fraternidad internacional para obtener el perdón de Viola, su amigo personal
de muchos años y conciudadano argentino, con quien le unía el mismo odio a Rosas; pero el tirano no cedía y al final,
agotada su paciencia, le gritó a Gutiérrez: “Si todavía insiste Ud., le envuelvo la bandera de la nación al Dr. Viola y lo fusilo” refiriéndose a la bandera argentina, lo cual resultaba no solamente un despropósito sino una grosería sin nombre.
Gutiérrez escapó de sufrir la pena del fusilamiento por su calidad de Cónsul o agente de una potencia amiga y no se sabe
si por la contrariedad o de enfermedad, murió a los pocos meses, el 6 de diciembre, de cincuenta y dos años, con su fortuna muy disminuida y dejando a su viuda
Rosa Destruge y Maitín con numerosos hijos, de los cuales hay descendencia.
Desde 1851 se había unido a Rosa Destruge y Maitín con quien casó el 61 con hijos. En el censo de
ese año declaró vivir en la Parroquia Central de la ciudad.
En su casa se respiraba un ambiente de gran liberalidad, cultura y buenas maneras pues tenía por
costumbre que sus hijos leyeran los periódicos y las revistas europeas y americanas y tocaran
instrumentos musicales.
( 1 ) Gutiérrez y Compañía suspendió sus pagos el 11 de Octubre de 1861 pues el cajero Gabino Ycaza Gainza y el Contador
principal Thomas Viner Clarke se confabularon para robar la cantidad de 360.000 dólares o quizá más. No solamente que
de vez en cuando habían robado grandes sumas, haciendo que el balance mensual cuadrara siempre con el efectivo de
caja; sino también habían embarcado inmensas cantidades de cacao y otros productos de las bodegas de Gutiérrez con
nombres ficticios, destinados a casa comerciales del extranjero que no existían más que en su imaginación. El 60
Gutiérrez mandó a Clark a Europa a comprar y regresó con mercaderías invisibles y facturas falsas; Finalmente Clark tomó
un vapor y se fue llevando 7.000 dólares más, pero Gutiérrez lo persiguió en otro vapor, lo abordó y delante de la
tripulación los apostrofó malamente y se los arrebató con la consiguiente vergüenza del culpable, pero nada más pudo
hacerle.