PINTOR.- Nació en Quito el 28 de Marzo de 1905 en una casa de la avenida Veinticuatro de Mayo cercana a la vieja cervecería, “casa llena de geranios y de sol, viejísima y lindísima,” donde era profesor su padre. Hijo legítimo de Ramón Guerrero Borja, gran dibujante y bordador en seda, liberal, profesor de Urbanidad y Buenas Costumbres e iniciador de los programas de dibujo artístico en los Colegios del país. En lo físico don Ramón era de baja estatura, blanco y rubio aunque al final quedó enteramente calvo. En lo espiritual era alegre, simpático, cantaba y por eso sus amigos le decían cariñosamente Porotito de Oro, “miembro nato de la clase media quiteña donde se mezclaban antiguos pujos aristocráticos y hondas vivencias artesanales” pues era hijo de Manuela Borja Rebolledo que envió varias artesanías a la Exposición Universal de Chicago en 1894 y obtuvo por ellas una Mención de Honor. Don Ramón fue casado con Mercedes Portilla Peña, hija del sabio entomólogo francés Augusto Coussin, ella se ayudaba vendiendo joyas a comisión.
Los hermanos Ramón, Víctor y Manuel Guerrero Borja ingresaron a la Compañía de Jesús con el fin de ordenarse sacerdotes, pero por razones de tipo económico Ramón tuvo que dejar sus estudios para mantener a sus numerosos hermanos y hermanas. Ejerció desde entonces la docencia, habiendo llegado a ocupar la dirección de la primera escuela municipal que y llamo Vicente Rocafuerte. Fue compañero de notables educadores como Pablo J. Gutiérrez y Reinaldo Murgueytio entre otros.
El joven José Enrique vivió en la plazuela de la Merced y por el Cementerio de San Diego y jugaba con otros vecinitos cerca de las tumbas. También se distraía dibujando con trozos de carbón en los patios de su casa.
Aprendió las primeras letras de su padre que era profesor y le quería y mimaba por ser ambos muy parecidos, al extremo de que aún de grande le sobaba la cabeza y decía cariñosamente “Mi Henry”. Su madre le cortó sus largos chorros de pelo dorado a los cinco años, para colocarlos a una preciosa talla policromada de un Niño Dios venerado en el vecindario.
De siete años entró a la Escuela del Cebollar, de nueve huyó a la costa con dos amiguitos y trabajaron de peones aguateros en una hacienda de Babahoyo, pero se cansó a las pocas semanas y regresó casi sin zapatos porque se le destruyeron en el camino. Fue recibido con la alegría que todopadre siente por el hijo pródigo y volvió a la Escuela. Era travieso y aventurero, pasaba largas horas en el taller de sombrerería de sus tíos Vega Guerrero conversando con la clientela y con los obreros, pero al mismo tiempo era un excelente alumno, al punto que su profesor de sexto grado César Mora le costeó el atuendo completo para que se presente a las pruebas finales que supervisaban los funcionarios ministeriales.
En 1917 inició sus estudios en el Normal Juan Montalvo y como persistían sus inclinaciones artísticas, su padre le dio algunas clases de dibujo, tratando de encauzarlo.
En 1919 dejó el Normal al finalizar el Segundo Curso y se matriculó en la Escuela de Bellas Artes. Tuvo por maestros a José Abraham Moscoso, Juan León Mera Iturralde, al Arq. Luis Aulestia, al escultor italiano Luigi Casadío, al decorador Ciro Pazmiño y a Camilo Egas. Pronto descolló como habilísimo dibujante dentro del impresionismo implantado en dicha escuela por el maestro Paúl Bar.
En 1923 fue invitado por el profesor Harold Putnam Browne, quien era profesor en la Escuela de Bellas Artes y además un notable paisajista, para que forme parte de un troupe de pintores ecuatorianos, colombianos y venezolanos que iría a New York a continuar sus estudios para profesionalizarse. (1)
Realizado el viaje vivió en la pensión de Albina Fosa, excelente señora de origen italiano que lo cuidó con esmero cuando enfermó gravemente de pulmonía. Después radicó en Provincetown, Massachusset, lugar tradicionalmente preferido por los pintores de entonces y aprendió el inglés.
En 1924 realizó un extenso recorrido por España. Se conservan varias plumillas firmadas en Madrid. Luego ingresó a la afamada Academia Julien de París llevado por el pintor paisajista Geo Browne, padre de su amigo Harold y aprendió el francés. En 1925, tras un recorrido turístico por Francia, Italia e Inglaterra, entró a la National Academy of Desing, especializándose en Diseño y en Arte Decorativo. Entonces cambió de aros con la ecuatoriana Mildred Defranc pero no llegaron a contraer matrimonio.
En 1926 regresó a Guayaquil, el 28 obtuvo una Medalla de Oro en la Municipalidad y al viajar a Quito consiguió un Primer premio del Ministerio de Educación en el Concurso de Pintores organizado por el Centro Nacional de Bellas Artes y una de las Menciones de Honor en el Salón Mariano Aguilera.
Vivió en la casa de su hermano Julio en el barrio del Aguarico, ayudándole con traducciones del inglés en su oficina de Patentes y Marcas de Fábrica que éste tenía, donde laboró largos años – hasta los 60- que un sobrino le reemplazó.
Hernán Rodríguez Castelo ha escrito “Por esa época trabajaba un paisaje Impresionista claro, luminoso, rico de sabidurías cromáticas impresionistas
-lagunas, bosques- pero influido por el expresionismo indigenista de Kingman, Guayasamín y Paredes, se pasó al tema indígena y procuró la deformación feísta”.
En lo político profesaba ideas de avanzado socialismo. Tenía el Carnet No. 5 de afiliación a ese Partido y con el tiempo hasta llegó a formar parte del Comité Ejecutivo Nacional. En lo personal vivía entregado a la vida noctámbula y bohemia, de tragos y malas noches en fisgones barriales como la Cueva del Oso Mosquera en la calle Chile.
“Nadie conoció los barrios, calles y plazuelas de Quito como él, por eso fue parte de ellos, de su luz, su alegría, su bulla o su tristeza y como se acostumbró a verlos con las primeras luces del amanecer o las últimas del atardecer, comprendió el sutil y grave misterio de su melancolía”. Alejandro Carrión llegó a calificarle del pintor de Quito cuando su persona y su obra llegaron a ser parte de la ciudad y Fernando Jurado Noboa en “El Chulla Quiteño” ha escrito que con sus colegas Sergio Guarderas González, Alberto Coloma Silva, Eduardo Kingman Riofrío, Diógenes Paredes Castillo a) El Azuceno de Quito – yo agregaría también al Chiquito José Amable Espín que era casi un enano y a Jorge Reyes, fueron los chullas de las artes plásticas, personas imprescindibles de Quito, urbe que se precia de tener un espíritu diferente y un estilo propio.
En Septiembre de 1931, siendo padre de Ivan Guerrero Vallejo, contrajo matrimonio con Blanca Blum Flor, guayaquileña viuda y con dos hijos de apellido Feraud Blum. Su hermano Julio le prestó el departamento bajo de su casa. Se quisieron mucho a pesar de que ella era mayor en cuatro años, tuvieron tres hijos y como no se podía vivir por entonces solamente del arte, se empleó de Profesor de Dibujo e Inglés en la escuela municipal Eugenio Espejo con S/. 35 mensuales de sueldo, donde laboró con otros prestigiosos maestros como Fernando
Chávez, Carlos Romo Dávila, Néstor Lara, etc., sin embargo, con el paso de los años se fue acentuando su bohemia, comenzaron los malos tratos y finalmente el matrimonio terminó.
En 1935 alquilaron una casa en el barrio de la Tola. El 37 logró el II Premio en el salón Exposición Mariano Aguilera y como mejorando su situación se cambió a una casa más amplia en el barrio de la Chilena.
Al finalizar los 30 militó activamente en el Sindicato de Maestros, quizá por eso fue cancelado en 1936 por la dictadura de Páez, de los Normales Juan Montalvo y Manuela Cañizares, donde enseñaba Dibujo e Inglés. El 37 logró el Segundo Premio en el Salón de Pintura Mariano Aguilera.
En 1939 fue acusado de ser el autor de unos afiches colocados en la Universidad Central cuando la huelga de ese establecimiento. En los 40 empezó a dictar clases en el Mejía. Pintaba paisajes cada vez más sólidos de formas, abandonando su impresionismo inicial. Gruesos delineados, empastes vigorosos, pesadez atmosférica, les daba forma impresionista. También pintó cuadros de temas indígenas que el crítico José Alfredo Llerena describió como meramente decorativos, pues, dentro de un inmenso fondo (paisaje formado por cerros) se veían indios teístas (figuras deformadas) que provocaban el rechazo de la gente de gusto aburguesado. Pero, como toda etapa de transición, fue breve y dio paso a otra más esperanzada, donde llegó a la estilización recia de lo urbano.
En 1941 se volvió a cambiar de casa, a la calle Tena No, 105 en la Hermita y puso taller en la Benalcázar No. 527. Sus actuaciones políticas contrarias al régimen opresor arroyista le llevaron a presidir el Comité de Alianza Democrática Ecuatoriana ADE que funcionó desde 1943 en su casa.
El 45 expuso sus primeros “Quito Horizontal” y “Quito Vertical” así como un óleo sobre el tradicional barrio de la Mama Cuchara en el I Salón Nacional de Pintura de la Casa de la Cultura, y obtuvo el I Premio. Así culminaba una larga trayectoria de búsqueda estética – nuevas maneras de enfrentar el paisaje – encontrándolo en dos dimensiones esenciales a la ciudad. De allí en adelante se inició su mejor época artística. El 46 realizó una exposición de sus obras en Bogotá.
De este momento es su Exposición de motivos como pintor: El pincel de los artistas nuevos busca ante todo decoración, aun cuando sea despreocupado de la perspectiva y de la proporción. Los artistas modernos buscan una forma de belleza alejada de la mímica fotográfica. No pintan lo que ven sino lo que sienten. El arte no debe encerrar una sentimentalidad barato, ni motivos demasiado comunes, no debe perseguir solo el producir belleza sino el causar una impresión profunda.”
En 1947 obtuvo el título de Profesor de Segunda Enseñanza y pudo continuar en el Mejía dictando Dibujo y Apreciación del Arte. El 50 fue becado por el Congreso para estudiar Museología en el Instituto Town de Arte de Los Angeles. Expuso en Pasadena con éxito y sufrió un accidente de tránsito durante unas vacaciones a México. Una cicatriz le quedó como recuerdo de tan peligrosa aventura.
En 1952 vivió una temporada en la isla Puná mientras alternaba con una señora. El 53 fue electo Miembro Titular de la CCE por la sección de Artes Plásticas y se acentuaron sus graciosas y chispeantes salidas de buen tono. Sus alumnos del Mejía, que mucho le querían, lo apodaban por eso “El Chispo Guerrero”, pero a él no le desagradaba. También era profesor de Dibujo del Normal de señoritas Manuela Cañizares y le correspondió dirigir la Exposición de Arte Ecuatoriano presentada por la CCE en Lima.
El 54 obtuvo el Segundo Premio Nacional de Pintura en el III Salón de Mayo de la CCE.
El 55 le divorció su hijastro Carlos Feraud Blum recien graduado de abogado, cansado de la mala vida que el pintor le daba a su madre. En la división de bienes, tuvo que vender la casa de la Tena y compró otra más pequeña en la Perrier No. 135 en la Ciudadela Vicentina. Entonces escribió su poema “Final” dirigido a sus hijos, pues siempre había sido un intelectual, escritor especializado en crítica pictórica. Algo de lo suyo se encuentra recopilado en “Trece Años de Cultura Nacional”, CCE. 1957 pero ni el divorcio le cambió, pues es fama que siguió enamorando hasta los ochenta años, ya casado desde el 56 con Lucrecia Valdivieso, sin hijos.
En esta época tentó óleos muy vigorosos: “La Virgen del Terremoto” y otros más claros como “San Diego”, “Santa Catalina” y “Santa Bárbara” barrios de su tradicional Quito y “logró plasmar toda la sombría grandeza de la ciudad con impresionantes colores asordinados, sombríos, desolados como significante Gramático de un Quito oprimido y opresor en su atmósfera, estructura y vida recóndita. A la materia, tratada en surcos hechos con espátula fina, le dio ritmos vigorosos y exactos. I la composición creaba ese mundo alucinante, contrastando valores volumétricos y dejando al conjunto, nuevo ser plástico, con la ruptura de la perspectiva tradicional: casi líneas de fuga, todo el motivo está inmanente, aplastante, volcado sobre el espectador”.
En 1956 logró el segundo Premio en el Mariano Aguilera. El 58 el Segundo premio en el V Salón de Artes Plásticas y participó en Lima en una Exposición Colectiva de Arte Ecuatoriano.
En 1959 obtuvo el primer Premio en el Salón de Octubre del Núcleo del Guayas y vivió varios meses en Bogotá la bohemia de esa capital. Allí le invitaron a una Muestra Retrospectiva de varios artistas importantes.
El 62 expuso en el Museo de Arte Colonial de Quito y seducido por el “fauve” intensificó sus colores hasta límites casi efectivistas; geometrizando los motivos con categorías vagamente cubistas y aproximándose al informalismo.
Entre el 70 y el 77 que se jubiló, ejerció la Dirección del Museo de Arte Colonial de la CCE en la Cuenca y Mejía. El 71 le condecoró la Municipalidad de Quito. El 72 intervino en la Exposición Colectiva del Patronato Municipal de Amparo Social. El 74 expuso en la Casa de Andrés Bello de Caracas.
Tendía hacia el abstraccionismo, más aún, hacia simples manchas de colores fuertes, colocados uniformemente. El 75 fue invitado al XIX Salón de Octubre del Núcleo del Guayas.
En 1977 intervino como Artistas especial en el III Salón de Artes Plásticas de la CCE y obtuvo el Premio Adquisición del Salón Nacional de Pinturas. La CCE realizó una hermosa exposición retrospectiva con cuarenta años de sus pinturas en el Salón Nacional.
El 79 el MPD. Movimiento Popular Democrático, le candidatizó para Diputado alterno a la Cámara
Nacional de Representantes. Salió electo pero no llegó a intervenir. Ese año la pesquisa le bajó de un colectivo y se lo llevó a un lugar desconocido, como retaliación por la huelga decretada en el Mejía, donde era rector su hijo el Lic. Edwin Guerrero Blum. Estuvo día y medio incomunicado y solo pudo recobrar su libertad merced a las generosas gestiones realizadas por Pedro Jorge Vera y Camilo Mena ante el Canciller Alfredo Pareja Diez- Canseco, quien interpuso sus buenos oficios ante el Ministro de Educación Galo García Feraud, para que finalice tan irrita persecución policial.
El 81 concurrió con Eduardo Kingman, Nelson Román y Aníbal Villacís en una Exposición en Homenaje a Quito. Desde el 83 estaba con sus fuerzas tan decaídas que hasta la simple confección de las telas y bastidores le causaba agotamiento y dejó de pintar, pero siguió con su buen carácter de siempre. El 86 se dio a restaurar un cuadro suyo, ahumado en el incendio del Museo del Banco del Pacífico, en el edificio del hotel La Moneda y la CCE denominó a una de las salas de su Museo con su nombre.
En la madrugada del 10 de julio de 1988 su esposa le encontró muerto en la cama a consecuencia de un infarto nocturno. Sus restos fueron velados con, honores en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, “como correspondía a su altísima condición de artista creador y de Chulla prototípico. Con él finalizaba una época en la historia de la ciudad, de trompizas, arrullos y serenatas con capas españolas y a la luz de los faroles, donde floreció el pasillo clásico ecuatoriano. Época que no volverá.”
Un cuantioso legado de casi cinco mil obras, casi todas sobre Quito, su paisaje urbano y sus gentes, testimonian su amor a su ciudad, pues nadie como él ha comprendido la integración del paisaje y el hombre. “Miró a sus habitantes, entendió sus problemas, denunció la verdad de las clases populares a través de sus obras con avenidas llenas de gentes que luchan por ganarse el sustento”. Se realizó en plenitud venciendo las vacilaciones y tentaciones, entrando por caminos que no eran los suyos y regresándose y dentro de un expresionismo final, luminoso y rebosante de calor, supo clausurar su voluntad suprema de crear.
Una ciudad, y eso nos lo han probado El Greco con Toledo o los grandes impresionistas con París, tiene el rostro de la multitud y es, en sí misma, una personalidad supremamente humana, en la cual se alternan la mañana y la tarde, la noche y la aurora, la alegría, el temor, la tristeza y la esperanza, y pintándola se pinta a la humanidad que en ella vive y a la edad de la historia en la cual esa vida se desarrolla.
El maestro Guerrero se expresa pintando a Quito, es su pintor, así, simplemente, sin adjetivos: el pintor de Quito, como Guy de Maupassant fue el novelista de París. La esencia misma de nuestra vida colectiva adquiere en sus telas personalidad singular, distinta, multánime, dotada de maravilloso color, de inolvidable variedad, de aliento, siempre igual y siempre distinto, como una cabellera de mujer al viento o como la ola incesante. Siempre atinado, adecuado, medido, gozoso de crear; Guerrero se convierte en una parte esencial del alma y del rostro de Quito y su obra es Quito mismo, el Quito de estos años, que vive su vida con profundidad, con aliento inconfundible.
Fue un intelectual que sintió, pensó y escribió sobre temas de arte. Daba discursos, presentaba exposiciones y guiaba en el Mejía. De regular estatura, ojos café claros, tez blanca, pelo y bigote rubios, guapo y de buen ver en su juventud y siempre muy inquieto para las mujeres a las que atraía por su simpatía.
- (1) Harold Putnam Browne nació en 1894 en Denver, Colorado, USA, ingresó como profesor de Pintura a la Escuela de Bellas Artes de Quito en 1918, Sus estudios elementales los había recibido en los Estados Unidos, Francia, Bélgica, Italia, Suiza y Alemania, después siguió los profesionales en New York, París, Florencia y Munich. Fue un pintor Neoimpresionista de la escuela francesa, su padre era el renombrado pintor norteamericano Geo Eimer Browne. Entre sus maestros tuvo a F. Luis Mora, a Jean Paúl Laurents, Carol Delvaille, Heymann y Geo Elmer Browne. Estudió en las más famosas Academias de Bellas Artes de Europa y América, tales como el Art. Studens Leage of New York City, la Academia Coloíasi y la Academia Julien de Paris, el Heymann Schule Furkunst en Munich y en otros importantes centros de arte. Durante tres años sirvió en el ejército norteamericano que peleó en Europa durante la Gran Guerra. Exhibió sus cuadros en algunas de las más eminentes Galerías de Arte de Europa y América, enseñó pintura y decoración en Provincetown Art School en Massachusset, en The Finets Art School of the Fine Art Departament of Kansas. Fue Director de la escuela de Bellas Artes de Columbus, Ohio y profesor de pintura de la Escuela de Bellas Artes de Quito. También fue profesor-ayudante de su padre en el West End School of Art. Sus pinturas se exhiben en numerosos museos de los Estados Unidos y Europa y en varias colecciones particulares de Latinoamérica. Era muy didáctico y por eso sus lecciones no se olvidaban, prueba de ello es que recogió una abundante cosecha de discípulos en la Escuela de Bellas Artes de Quito, pues, como Paúl Alfred Bar, ejerció a conciencia su magisterio. José Enrique Guerrero fue uno de sus escogidos, le ayudó a formar llevándole fuera del país con otros valores jóvenes sudamericanos y lo convirtió en un profesional de la pintura. Murió muy joven, el 10 de Agosto de 1931, en Provincetown, Cape Cod, Mass USA. a la edad de treinta y siete años.