SUCEDIO EN GUAYAQUIL
UN SUEÑO PREMONITORIO
¿Existirá realmente el tiempo?
Tuve la suerte de gozar a mi abuelita paterna por muchos años pues ella murió viejecita de más de 97 años, en 1967, cuando yo tenía tranquilamente casi los treinta y ya estaba casado. Como nieto que mucho la quería, no había semana que no la fuera a visitar y siempre le llevaba algún regalito; que unos bombones, que un vinito dulce, es decir, trataba de contentar su paladar, que era lo último que no fue perdiendo al llegar al siglo, pues ya ni veía bien como para leer, ni caminaba mucho por temor a una caída, así es que había que contentarla en su paladar.
Ella no es que fuera muy golosa digamos, el goloso era yo que la ayudaba a comer los dulces y a tornar el vinito que los acompañaba, pero al calor de tales tragos y bocados me soltaba la mar de historias cómicas o trágicas, espirituales y novelescas y quizá, de vez en cuando, como cosa realmente de interés, algún cuento de aparecidos o alguna experiencia sobrenatural que le hubiera ocurrido.
Un día que estaba mejor preparada que otros para contar historias me dijo muy suelta de huesos que ella creía las cosas más raras del mundo a raíz de una experiencia que tuvo con su suegra y como me la contó la pongo en blanco y negro para consumo del público lector.
Se acababa de casar con mi abuelo, abogado de la ciudad que vivía en casa propia, muy rumbosa y ubicada con frente a la Iglesia de San Francisco, cuando salió encinta de mi papá que fue su hijo mayor y quizá el más querido de todos por eso mismo. Mi papá nació gordito y robusto y nadie temió por su vida. Meses después salió nuevamente encinta y tuvo un segundo varoncito, igualmente saludable.
Su suegra, después de haber permanecido más de treinta años en Europa, vivía en Lima acompañando a una hija soltera que estaba media trastornada y se asilaba en un Sanatorio con tratamiento psiquiátrico permanente. La buena señora doña Carmen no perdía las esperanzas de una recuperación paulatina de la enferma, pero a medida que pasaban los años todo indicaba que la paciente en lugar de mejorar empeoraba a ojos vista y hasta se volvía peligrosa, incluso con sus seres queridos.
En esas estaban en Lima cuando el segundo hijito de mi abuela enfermó de gastroenteritis con vómitos y diarreas y a pesar de los intensos cuidados que pusieron los médicos y familiares, murió dejando en el mayor desconsuelo a mi abuelo y qué decir de mi abuela, que como madre sufrió muchísimo más que todos juntos. Entonces su suegra decidió abandonar a su hija loca en Lima por unas cuantas semanas que vendría a pasarlas con mis abuelos y ni bien lo pensó, compró pasaje en un vapor de la Pacific Steam Co y llegó a la casa de su hermano Serafín en el Malecón con frente al río, donde se hospedó en una habitación interior, con todas las comodidades del caso.
Dos noches anteriores a la llegada de mi bisabuela a Guayaquil, mi abuelita había tenido una horrible pesadilla que se desarrollaba en una casa desconocida a donde iba de visita y al subir las escaleras se topaba con gentes vestidas de negro, que acompañaban un velorio. La hacían pasar por medio de todos y como en calle de honor hasta una habitación interior donde se velaba una señora entre cuatro cirios. Tal fue la impresión del sueño que mi abuelita se despertó gritando y mi abuelo tuvo que auxiliarla con un vaso de agua.
Bueno, seguimos con la narración. Mi abuelita fue a visitar a su suegra a primera hora de la mañana y cuál no sería su sorpresa de encontrarla en un cuarto idéntico al que había visto en sueños. Sufrió, como es de esperarse, un impacto emocional muy grande, pero se quedó callada. Esa noche le dijo a su esposo: “Me parece que tu mamá va a morir en ese cuarto, que es igual al que he visto en sueños.”
Mi abuelo no le creyó, pero a los siete días su madre enfermó súbitamente de una afección hepática, murió en menos de cuarenta y ocho horas y fue velada en el mismo cuarto y en la misma cama que mi abuelita había soñado.
Ella después recordaría todo esto y se preguntaba ¿Existirá realmente el tiempo? ¿Cómo es posible que yo haya visto algo que no había sucedido?