GUAYAQUIL : Con los espíritus no se juega, ni con los vivos tampoco

SUCEDIO EN GUAYAQUIL
CON LOS ESPIRITUS NO SE JUEGA

NI CON LOS VIVOS TAMPOCO

En la casa ancestral de mis mayores, de muchas puertas y ventanas y no menos recovecos como era normal en las casas de antaño, había un cuartito de confianza algo íntimo que se usaba frecuentemente como cuarto de juegos para los muchachos o como sitio de expansión a los mayores. Nunca conocí la casa que fue demolida en 1.934, ni tuve fotografías del mencionado cuarto, pero tantas veces oí hablar de él que es como si lo conociera de memoria. 

Por los años de 1.907 y en plena presidencia del general Alfaro solía frecuentar la casa un hermano de mi abuela, viejo cascarrabias y muy metido a político y a espiritista, que no se contentaba con ser un teórico formidable en esta última materia, al punto que se conocía casi de memoria las obras gnósticas y astronómicas del francés Camilo Flammarion, del no menos célebre Doctor Mardem y otros cuantos sesudos escritores de las ciencias y el ocultismo del siglo XIX sino que también recitaba páginas enteras del periodista colombiano José Maria Vargas Vila, el más feroz panfletista del liberalismo de ese país, que no dejaba cura con sotana ni monja con velo, al decir del bigotudo tío, que como Uds. podrán haber adivinado era recalcitrante liberal – radical de hacha y machete, de aquellos que habían hecho correr a los progresistas en Gatazo y luego repartieron bala a troche y moche en Cuenca, cuando la insurrección de los Oblatos y Salesianos. 

Cuando llegaba el tío con sus cuentones de espíritus y diablos, de monjas pecadoras y curas sacrílegos, se congregaba la muchachada para escuchar sus verídicas mentiras que siempre terminaban en algún espeluznante acertijo. ¿Se llevaría el demonio a la Madre Superiora por ser mentirosa y enemiga del gobierno de Alfaro? La respuesta era pedida gritos y el tío agradaba a todos salvando en última instancia a “la sotanuda” porque había sido buena cuando era chica, pero después la habían convertido en peligrosa curuchupa y así por el estilo cada noche era una historia diversa, con parecidas soluciones, solo que cambiaban personajes y detalles insustanciales. 

El tío, por lo demás, no era nadita aburrido, porque cada mes viajaba y se perdía de vista, regresando de sus andanzas con nuevas historietas repletas de pasajes tragicómicos y soluciones simples, que nunca en él se dieron retruécanos ni formalismo, que todo era al pan pan y vino vino ¡Así de rotundo era en su carácter!. 

Pero una noche le salió el muerto y voy a contar como. Resulta que a eso de las siete después de cenar en su casa, subió a la de mis abuelos como era su costumbre para conversar y contar sus cuentos, pero esa noche se le ocurrió hacer una sesión de espiritismo con varios primos mayores de edad pero no tan morochos como él. Mi abuela estaba en vena, se escondió detrás de una mampara y cuando el tío haciendo apagar el candil y tomando las manos de los demás que estaban a sus lados sentados en cómodas butacas, pronunció la llamada de rigor, se oyeron tres fuertes golpes en la mampara y el tío, sobresaltado y al mismo tiempo encantado, gritó con su voz de tenor: “Ya ven, ya ven, allí están los espíritus”, pero una sonora carcajada coreó su frase y mi abuela salió en triunfo de detrás de la mampara diciendo: “Qué espíritus ni qué ocho cuartos, soy yo y ya déjate de tanta locura que te van a llevar al manicomio” y se armó la gorda, pues jamás se le había visto tan furioso y arrebatado, ni cuando se tomó el pueblo de Gatazo con sus soldados esmeraldeños que fue la mejor parte de su corta pero atrevida y victoriosa vida militar; era de ver cómo brincaba y saltaba de rabia, los bigotes le sacudían el rostro y se daba contra sus paredes y entonces, al darse cuenta del ridículo, pues los demás se morían de risa, se fue con su sombrero y bastón a su casa, no sin antes aventar las puertas de calle para recalcar que la broma no le había hecho gracia. Y pasaron dos meses y el tío no aparecería, así es que la abuela empezó a preocuparse por su hermano. ¿Seguiría disgustado con ella? El abuelo, cada vez que le tocaba el tema se reía a más no poder y hasta le aconsejó que lo fuera a visitar como en son de disculpas, lo que la abuela cumplió al pie de la letra siendo recibida en la escalera con esta frase: ¿A qué vienes? ¿A seguirte burlando? ¿No sabes que con los espíritus no se juega, ni con los vivos tampoco? Pero fue desarmado por un beso de la abuela que no contestó tan certera como verídico apotegma y haciendo caso omiso pasó a saludarse con su cuñada que como nada sabía del asunto estaba algo aturdida. Luego se explicó la situación y ellas rieron, pero a él le duró el coraje algunas semanas más, hasta que poco a poco lo fue olvidando y regresó a sus antiguas visitas, aunque ya no hubo más sesiones de espiritismo.