GUAYAQUIL : El misterio del segundo yo

SUCEDIÓ EN GUAYAQUIL
EL MISTERIO DEL SEGUNDO YO

Toda persona sabe y conoce más de lo que supone saber y conocer pues cuenta con la ayuda del segundo yo también llamado el subconsciente. Esta fuerza vive en contraposición con el consciente, pues vive a la sombra, como en acecho, dispuesta a salir a la superficie cuando menos lo esperamos y sin que medie nuestra voluntad, es pues, un segundo yo independiente y por lo tanto incontrolable. Este yo oculto o segundo yo a veces nos hacen muy malas pasadas, nos hace quedar mal ante nuestros amigos, revela nuestros más recónditos secretos, las frustraciones de nuestra persona y en fin, es tan bromista, que hay que tenerle miedo. 

Por otra parte determina la mayor actividad de nuestra diaria vida y posee fuerzas y capacidades misteriosas de cuya existencia no tiene conocimiento la conciencia. Puede ser el motivo de actuaciones aparentemente ilógicas e “impropias de nosotros por completo” y puede intervenir en nuestra vida de una manera y forma práctica, es decir, avisándonos cuando necesitamos una advertencia. Quien pretende abrirse paso en el secreto del ocultismo ha de seguir primero las huellas de nuestro segundo yo. Los modernos psicólogos han establecido en la forma siguiente las facultades de nuestra subconciencia: 

1) Desconoce la fatiga y no duerme nunca. 
2) Percibe muchas cosas que el conciente pasa por alto. 
3) No se le escapa nada de lo que nuestros sentidos captan. 
4) Reacciona con mayor sensibilidad a las impresiones exteriores; y 
5) Juzga mucho más acertadamente que nosotros mismos.

Nuestra subconciencia influye en el cuerpo de las maneras más diversas. Una voluntad instintiva puede duplicar nuestras energías… y el miedo instintivo puede paralizarlas por entero. Un hombre es capaz a voluntad de detener por unos cuantos segundos las palpitaciones de su corazón, aumentar o disminuir el ritmo de sus pulsaciones, dislocar sus articulaciones y volverlas a sus posiciones originales, tanto en el hombro como en la cadera, elevar la temperatura de su cuerpo hasta una altura peligrosa para la vida. 

Muchos casos registra la historia de personas “raras”. Hubo en Guayaquil un sujeto y de esto hace muchos años, que dominaba de tal manera las funciones de su organismo, que podía ponerse en un estado similar a la muerte: todo su cuerpo se volvía como el hielo, se volvía rígido, la cara se tornaba pálida, aguda, de mejillas hundidas, los ojos parecían vidriosos, yertos, sin signo alguno de vida. No se apreciaba respiración ni pulso y el corazón quedaba paralizado y así era capaz de permanecer por espacio de varias horas para solaz de los curiosos, hasta que se despertaba otra vez y prácticamente volvía a ser un ser vivo. 

Los yogas y los faquires han llevado esta clase de experimento a su máximo valor, haciéndose enterrar en vida. Apenas puede rebatirse que estas personas por medio de sistemáticos ejercidos realizados durante muchos años, han podido lograr la facultad de reducir a un mínimo los procesos vitales, como ocurre con los animales que duermen durante los meses de invierno, y que mediante la autosugestión se sumen largo tiempo en un estado de muerte aparente. 

Hace muchos años llegó a Guayaquil un circo que anunciaba el siguiente número: “El programa fue presentado como el enterramiento en vida y bajo condiciones que no permitían la más pequeña duda”. Era cosa normal que los espectadores se desmayaran durante tales exhibiciones pero Gómez parecía insensible al dolor y hasta en cierta ocasión comentó “mi cuerpo está en el lugar donde el arma penetra, jamás he tenido la sensación de miedo durante estos experimentos, mi segundo yo sale del cuerpo y se va a otras regiones a vagar mientras me clavan el florete.” ¿Un charlatán? ¿Una sensación científica?