GUAYAQUIL : Brujos de antaño

SUCEDIÓ EN GUAYAQUIL
BRUJOS DE ANTAÑO

En Guayaquil como en las demás ciudades americanas florecieron brujos y brujas durante la colonia, por lo menos esto es lo que sentenciaba la Inquisición de Lima, a donde nuestras autoridades solían enviar a esos pobres cristianos para que los latiguearan y sometieran a las penas del tormento o el fuego. De la lista de penitenciados por la Inquisición entresacamos algunos casos para ejemplos: 

Juanita la Mondonguera y Chica Calabazas fueron un buen par de grandísimas brujas de nuestro puerto en el siglo XVIII. Sus delitos, viéndolos bien y a la luz de las ciencias modernas, eran de aquellos que hoy serían reprimidos con penas menores pero a tanto llegó su fama que hasta venían gentes de los pueblos vecinos a consultarlas y otras de más lejos aún, desde Santa Elena y Ojiba (Naranjal). 

Juanita se especializaba en cocinar ricos manjares, hacía mondongos durante el día y carnes en palito por la noche, aunque también veía las manos, leía las cartas y adivinaba el porvenir. Tenía su covacha en la tercera calle de la ría que era un fangal como lo fue hasta bien entrado el año de 1.947 en que el Alcalde Rafael Mendoza Avilés rellenó los terrenos de la llamada “Quinta Pareja”. 

Era de mediana edad, algo regordeta y dizque viuda, aunque nunca se tomó el trabajo de mostrar la correspondiente papeleta de matrimonio. Tenía una hija llamada Agustina, moza libre y soltera pero madre de dos pequeñines mulatos que andaban trajinando por esas calles de Dios sin oficio ni beneficio, viviendo de lo que producían las consultas de su abuelita. A todos les echó mano la inquisición en 1.776 y confinó en Daule, donde siguió viendo las cartas y manos hasta 1.779 en que volvieron a Guayaquil, ya purgadas y sin culpa. 

En este caso la pena fue solo de confinamiento,  pues durante el largo interrogatorio a que fue sometida Juanita en la cárcel, bajo tormento, para saber si también tenía tratos con los espíritus, parece que soltó algunos nombres de personas muy conocidas y hasta de una que otra autoridad importante, sus habituales clientes. Lo de mondonguera le vino de apodo por ser experta cocinera y nada más se sabe de ella. 

Chica calabazas en cambio, era hija natural de un Teniente de Corregidor que hubo en Guayaquil en el siglo XVII y aunque su fecha exacta de nacimiento no aparece en el expediente mixtureado que se le siguió en 1.704, por otras fuentes se conoce que meció su cuna en 1.670. 

Era baja y rolliza, muy traviesa en los juegos del amor pues que el apodo le caía al pelo debido a las muchas calabazas que había dado en su vida. Se especializaba en invocar a los espíritus de los reyes de España, con los que tenía grandes conversaciones. 

Por esta razón era muy respetada por las autoridades pues ¿Quien podía asegurarles a ellos que dichas ánimas benditas no tuvieran influencia sobre los reyes sus descendientes?  pero como todo llega a su fin, la médium fue tomada prisionera, atormentada y confinada a la Isla Puná, donde tuvo que hacer penitencia por varios meses, rezando dos Rosarios al día, oyendo Misa y convirtiéndose en católica practicante para que no la molestaran los espíritus. 

Canguil era un negro y fornido nieto de esclavos venidos de Panamá y por esto recordaba las costumbres y el idioma de sus mayores, oriundos del centro mismo del África, de una de sus regiones ribereñas. 

Canguil era algo poeta y de noche acostumbraba mirar a la luna y soñar con otras regiones y mejores días; muy por las mañanas iba al mercado a comprar y conversaba con las placeras de muchos tópicos de interés; su amo era don Bernabé Gómez Cornejo y hacia 1.815 Canguil logró un capitalito y montó en un corralón de la actual calle Colón, conocida entonces como calle del Fango, una destartalada tienda, donde vendía alcohol a los marinos y por las noches echaba las cartas, leía el pensamiento y musitaba palabras ininteligibles, bien que esto último solo lo hacía de vez en cuando y solamente borracho, entonces cambiaba por completo y se convertía en otro ¡Había que verlo! 

Las autoridades lo apresaron por faltar al respecto a un rondín que hacía la vigilancia del sector poco después de la invasión pirática de Brown, ocurrida en febrero de 1.816 y como lo sujetaron al tormento, Canguil cantó no sé cuantas majaderías por que lo habían interrogado borracho, comprometiendo a algunos vecinos en el fermento de determinados brotes anárquicos que ya se sentían venir del norte y sur. Por eso su pena fue sólo de confinamiento a Portoviejo, donde en noviembre 1.820 enroló en las Milicias urbanas y se vino a Guayaquil a pelear en la campaña libertadora, desconociendo todo lo demás sobre su persona. 

Así pues, a grandes rasgos y tomando aquí y allá como se dice, han aparecido brujos y brujas guayaquileños de otros días, de un pasado colonial que ya nadie recuerda.