GUARANDA : Venganza de ultratumba

SUCEDIO EN GUARANDA
VENGANZA DE ULTRATUMBA

Historia verídica ocurrida en tiempos de nuestra independencia.

El viento rugía en la población, hacía frío y era una de esas noches de pesadilla en las que la gente de nuestras serranías prefiere abrigarse en sus hogares a salir a las desiertas  calles. Nadie transitaba. El cura Francisco Benavides se retiró a descansar pues sus fuerzas se hallaban disminuidas por una serie de presentimientos, sentíase perseguido por el recuerdo de una mala acción cometida meses antes, el 8 de Enero de 1.821, con el cadáver del joven comandante José García y Zaldúa, a quien había mandado a fusilar y cuya cabeza y mano fueron cortadas y colocadas en sitios públicos para escarnio de todos. 

García era Jefe de ejército patriota que había tratado de entrar en Guaranda pero fue derrotado por Benavides y el jefe realista Miguel de la Piedra, que lo abatieron en el punto llamado “Tanizahua”, a sólo dos leguas de distancia, el 5 de enero, fecha en que murieron cuatrocientos diez soldados oriundos de Guayaquil; pero esto era un simple recuerdo, mejor sería rezar, acostarse y dormir. 

Serían las doce de la noche aproximadamente cuando de pronto despertóse sobresaltado y entre fríos de muerte, sintió con terror que una mano ensangrentada y cortada a la altura de la muñeca venía como flotando en el silencio de la noche, rodeada de un halo de luz fantasmagórica y se posaba fuertemente sobre su pecho, como aplastándolo. La mirada del sacerdote se extravió, su garganta se negó a pronunciar palabra y sólo después de algunos segundos pudo gritar y vinieron a su auxilio. ¿Sería un aviso de ultratumba? Tenía que huir de Guaranda y así lo hizo, veamos por qué. 

Semanas después del 9 de Octubre de 1.820 los patriotas controlaban el primer puerto y arsenal de la mar del Sur donde estaban sobre las armas más de mil quinientos soldados y esto era un serio peligro para la estabilidad de la región. Además. Guayaquil contaba con numerosas riquezas, en el Fortín de San Carlos se almacenaban ciento cincuenta mil pesos de oro destinados para las reales cajas que se iban a enviar a Panamá cuando ocurrió la revolución. 

Estas noticias motivaron a algunos impetuosos jóvenes interandinos a viajar a Guayaquil y tomar las armas contra España, alistándose en las milicias que comandaban el Coronel Luis Urdaneta, oficial del Batallón “Numancia” que había contribuido a la transformación política y que con estas fuerzas avanzó en noviembre hacia Bodegas (hoy Babahoyo) y siguió por la vía que sigue por San Miguel de Chimbo a Guaranda y Latacunga. Entonces el General Melchor de Aymerich, presidente interino de la Audiencia, destinó al coronel Forminaya para que con quinientos milicianos custodie el Camino Real impidiendo a Urdaneta su arribo a la sierra. 

Mientras esto sucedía en el bando realista Urdaneta enviaba postas a numerosas poblaciones comunicando la revolución de Guayaquil, para activar a los grupos rebeldes por la independencia. El efecto fue inmediato, Cuenca se proclamó el 3 de Noviembre con José María Vásquez de Noboa, quien levantó a la población contra las autoridades y se tomó el Cabildo. En Ambato Francisco Flor influenció en Josefa Calisto y Muñoz, esposa del corregidor Jorge Ricaurte, para que plegase a la independencia y lo misino consiguió del Corregidor de Latacunga Ignacio de Arteta y Garzón. Además, con algunos hombres, ocupó la hacienda “Tilipulo” de José de Larrea Jijón, Marqués de San José y esperó a las fuerzas de Forminaya que entró un domingo en Ambato, ocupando el cuartel, donde sus hombres se acostaron a descansar y a dormir por el esfuerzo desplegado en la marcha a pie desde Quito. Era día de Feria y había mucha gente en la plaza pública así  que a eso de las diez de la mañana, el segundo jefe de la tropa llamado Cipriano Delgado, secretamente comprometido con Flor, abrió las puertas y permitió el ingreso de “toda una poblada” de vendedores y compradores. Algunos armados de pistolas y otros de escopeta pero la mayor parte solo portaban piedras, azadas y picos, y haciendo un barullo infernal cercaron a Forminaya, quien creyéndose perdido alzó bandera blanca y se rindió a los vivanderos del mercado bajo formal promesa de que le respetarían la vida. Mariano Eguez intervino corno mediador en esta rara y singular victoria que sólo duró pocos días, pues Aymerich despachó contra Ambato al Teniente Coronel González, con un numeroso contingente recogido y armado en Pasto. Urdaneta, en cambio, que ya había ocupado Ambato, prefirió abandonarla y esperar en la llanura arenosa de Huachi. El 22 de noviembre ocurrió el choque de ambos ejércitos, la caballería patriota no pudo manobriar en la arena y quinientos soldados de 1os nuestros quedaron muertos, los heridos y prisioneros fueron incontables, pasando todo el parque al enemigo que sólo sufrió veinte y cinco bajas y treinta heridos. 

Victorioso en Huachi, el siniestro González regresó a Ambato y no dejó piedra sobre piedra, arrasando la villa con furia satánica. No hubo puerta que no fuera destruida y las moradas saqueadas y no contentos los pastusos con tanto latrocinio se desparramaron por las comarcas vecinas asesinando a mujeres, niños y ancianos. Desde entonces les quedó a los pastusos la fama de brutos que aún conservan.

Acto seguido González avanzó al Sur para escarmentar a los cuencanos que aún continuaban manteniendo su gobierno seccional. En Verde Loma se avistaron ambos ejércitos y como era de esperarse los morlacos sufrieron la peor parte ante el ejército disciplinado y realista y huyeron en desbandada, volviendo Cuenca a ser un reducto godo en la audiencia. En Guayaquil la población estaba deseosa de tomar pronto desquite y en eso llegó el comandante José García y Zaldúa enviado a fines de ese mes de Noviembre a Babahoyo, donde se preparó y avanzó hacia Guaranda, dando el enfrentamiento el 3 de enero de 1.821. I aquí entra el Padre Benavides pues García debía atravesar un corto desfiladero para llegar a donde estaban las fuerzas del realista Miguel de la Piedra y con el ímpetu propio de su juventud se lanzó con la caballería. Sin considerar la posibilidad de una emboscada que le había preparado Benavides y que fue decisiva, ocasionando cuatrocientos diez muertos y heridos y ciento veinte y nueve prisioneros. Los realistas sólo sufrieron dieciseis muertos y doce heridos. 

García peleó como un valiente y fue aprisionado y llevado a Guaranda. Horas después lo fusilaron sin fórmula de juicio ni sacramentos. A los dos días fue arrancada su cabeza del cadáver insepulto y enviada a Quito como trofeo de guerra. Aymerich la hizo colocar en una jaula de hierro en el puente sobre el río Machángara a vista de los transeúntes que se horrorizaban, pero a los pocos meses el nuevo presidente Mourgeon la mandó a enterrar. Mientras en Guaranda, la mano derecha fue cortada a la altura de la muñeca por orden de Benavides y puesta en una picota, que se colocó en un árbol de capulí que crecía por las fueras, permaneciendo podrida y tumefacta hasta que el propio Benavides la mandó a retirar. Actualmente el árbol forma parte del perímetro urbano de Guaranda, ca1culandose que cuenta con más de ciento setenta años de sembrado. Los indios de los contornos lo llaman “Ayamaqui” que significa “Mano de muerto”, pero otros lo conocen como “el árbol de la libertad” o como “el capulí sangriento”. En 1.955 el Núcleo de Bolívar de la Casa de la Cultura y el Municipio de Guaranda levantaron un sencillo monumento a su alrededor; meses después algunos inciviles, creyendo que obraban bien y salvaban la memoria de un sacerdote, cortaron sus ramas y pusieron sustancias tóxicas a su alrededor, consiguiendo secarlo. 

Benavides siguió con sus visiones sobrenaturales como justo castigo por su crimen y huyó de Guaranda. Estuvo varios años en el Perú y parece que hasta se arrepintió, para 1.830 regresó a Guaranda donde sus amigos lo recibieron cariñosamente. Entonces se dedicó a construir un nuevo cementerio que inauguró el 1 de enero de 1.831 y esa noche volvió a ser molestado por las pesadillas de antaño. El día 2 pasó preocupado y por la noche volvió a sentir la ya conocida opresión en el pecho, no soporto más y murió de infarto. En la mañana del 3 encontraron su cadáver, tenía el pecho desnudo y un rictus de dolor en los labios. Demás está decir que su cadáver inauguró el cementerio. Del comandante García se conoce que nació en Santa Cruz de Mompós (Nueva Granada) el 14 de junio de 1.776. Entró al ejército y fue Primer Jefe del Batallón de Voluntarios de Castilla en 1.798 y Teniente del Registro Fijo de Buenos Aires en 1.799 cuando su padre el Brigadier Ramón García de León y Pizarro, caballero de la Orden de Calatrava, fue destinado a Capitán General de la Provincia de Salta. Posteriormente regresó a Quito y casó con María Mercedes Avila y Mogro, que al quedar viuda contrajo segundas nupcias con Alberto Salazza, Regente de la Casa de Fundición de Monedas. Su hijo Rafael García Salazza y Ávila fue prohijado por su padrastro Salazza y casó con Mercedes Carrión de la Barrera, de donde proceden las dos familias Arteta García y las dos Pallares García de Quito.