DIPLOMATICO Y ESCRITOR.- Nació en Quito en 1889, en la casa de su padre, junto al Carmen bajo. Hijo legítimo de Alejandro Guarderas y Villacís, agricultor y de Josefina Pérez Quiñónez -quiteños-.
Desde pequeñito fue llevado al campo donde sus tíos le obsequiaban caballos y yeguitas. Las primeras letras se las enseñó una señorita Obdulia, luego ingresó a la escuela municipal Sucre donde un mal profesor le dio de latigazos, pero fue sancionado enérgicamente por el Director Roberto Cruz, pedagogo justo que no creía que “la letra con sangre entra”.
Motivado por la vecindad de un viejo pintor, pidió a sus padres que le dejaran aprender ese arte y ellos accedieron a condición de que no abandonara la escuela. Entonces se puso a copiar ojos, narices y bocas por las tardes. Luego le tocó hacer la Primera Comunión y su madre quiso que fuera sacerdote como su tío UI piano Pérez Quiñónez.
De trece años inició la secundaria en el Colegio San Gabriel de los jesuitas. Los cursos de Humanidades se componían de ínfima, Media, Suprema y Retórica y de tres años de Filosofía para obtener el título de Bachiller en Humanidades Clásicas. También estudió dos años de latín. “Los profesores eran malos y ostentaban groseras preferencias por todo lo que podía rendirles provecho económico y social”. Entonces faltaba a clases, leía a escondidas y se hizo agnóstico.
A los catorce años triunfó con su amigo Alfredo Flores Caamaño en un Concurso literario. Otro amigo suyo, Aníbal Viteri Lafronte, se dedicó a orientarle en el camino de la vida. “Me suministraba libros y revistas escogidas que estaban dentro de mis capacidades de asimilación” y como perdió el último año y acababa de abrirse la Escuela de Bellas Artes con el pintor León Camarero, se matriculó en ella.
Después arribaron a Quito otros profesores como el portugués- marroquí Raúl María Pereira y el anciano escultor Valenti, pero graves disenciones obligaron a Pereira a renunciar.
El 17 de Enero de 1906 murió su madre y su hermana María se hizo cargo de sus numerosos hermanos menores, surgieron dificultades económicas y desmejoró la salud de su padre que no pudo reponerse de la viudez. Por eso buscó trabajo y lo encontró en la Compañía de Crédito Agrícola, como pagador de la sección caja de ahorros. Con el sueldo compraba libros, escribía versos y se los confió a su amigo Aníbal, que los aprobó sin reservas y mandó a publicar en uno de los diarios de Quito. Desde esa fecha se hizo conocido y fue muy amigo de los jóvenes poetas modernistas Arturo Borja, Ernesto Noboa y Caamaño y Humberto Fierro.
En eso tuvo que viajar a Lima en 1910 por pocas semanas, a atender un asunto familiar. A su regreso a la capital fue elevado a corresponsal, depositario de prendas Pretorias y secretario del directorio y de allí salió a otro empleo tres años después, con mayor sueldo y mejores oportunidades; cuando estalló la guerra civil de 1911 se presentó como voluntario donde el General Leonidas Plaza, quien le hizo su Ayudante de Campo y llevó a Riobamba, Huigra, Naranjito y Yaguachi, pero no combatió dada su escasa edad. Al fin arribaron a Guayaquil donde estuvo pocos días y le enviaron de vuelta a Quito para que asistiera al entierro de su padre.
De allí en adelante volvió a su empleo y en el Club Pichincha integraba una a peña literaria con Isaac Barrera, Julio Moncayo, Emilio Alzuro Espinosa y Humberto Fierro que presidían viejos respetables como el General José María Sarasti, Joaquín Gómez de la Torre y José Fernández-Madrid y cuando arribó de Europa Gonzalo Zaldumbide publicaron la revista “Letras” en 1913, que sostuvo con abnegación Barrera y provocó la aparición de “El Telégrafo Literario” y la revista “Renacimiento” en Guayaquil, bien es verdad que una nueva generación poética afloraba en el país.
Sus compañeros de versos y paseos le habían puesto “El Burgués”, apodo que él rechazaba casi avergonzado, pero era cierto, pues trabajaba, ganaba lo suficiente y tenía costumbres morigeradas; además, su parentezco con Carlos Manuel Tobar y Borgoño le había abierto las puertas de la Sociedad Jurídico Literaria, formada entre otros por Belisario Quevedo, Alejandro Mosquera Narváez, Homero Viteri Lafronte, Manuel María Sánchez, Alberto Larrea Chiriboga, Julio Enrique Moreno y Alfonso Moscoso y les nació la idea de fundar un periódico que apareció con el nombre de “El Día” bajo la dirección de Luis Robalino Dávila, mas la empresa se arruinó a los pocos meses y cambió de dueño. A principios de 1917 fue designado Diputado y poco tiempo después el 16 de Julio contrajo nupcias con Lucía Cordovez Caicedo, matrimonio bien avenido pero sin hijos y se asoció para manejar una piladora y un aserrío en Ventanas, provincia de Los Ríos, donde permaneció casi un año y como los negocios no prosperaron tuvo que regresar a Quito a trabajar ciertas representaciones comerciales y a construir una casa para vivir.
En 1919 fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores Augusto Aguirre Aparicio, su amigo por haberse conocido ambos en Lima, quien le propuso la subsecretaría que acababa de estar vacante por muerte de Trajano Mera Iturralde. Guarderas se posesionó del cargo el 10 de Julio y se desempeñó con éxito durante todo el ministerio de Aguirre y el de su sucesor Nicolás Clemente Ponce, que también le brindó su confianza.
En 1923 pasó de Primer Secretario a Lima, fue miembro del Círculo Literano “La Protervia” de Víctor Andrés Belaúnde e hizo intensa vida social. El 24 le correspondió recibir a la Comisión ecuatoriana que concurrió a las fiestas del centenario de la batalla de Ayacucho, siendo Ministro Plenipotenciario José de Lapierre.
El 27 ocupó la cancillería su amigo Homero Viteri Lafronte y le designó Encargado de Negocios en Italia. Guarderas se trasladó inmediatamente a Europa en un barco holandés y llegó a Rotterdam. De allí pasó a Amberes, París, Milán y Roma donde trabajó varios meses. En 1928 representó al Ecuador en al Conferencia de la Liga de las Naciones con sede en Ginebra y a las pocas semanas recibió la noticia de que había sido designado Ministro Plenipotenciario en el Brasil y que Luis Antonio Peñaherrera iba a Roma.
Entre el 28 y el 32 se desempeñó en Río de Janeiro. Ese último año fue reemplazado por Luis Robalino Dávila y de regreso a Quito pasó algunos días en New York.
El mismo año 32 salió elegido Diputado por el bonifacismo, concurrió al Congreso y realizó inusitados esfuerzos por defender y sostener a su candidato, que a la postre fue descalificado por causa de su nacionalidad incierta. Ello originó los interinazgos de Alfredo Baquerizo Moreno, Carlos Freile Larrea, Alberto Guerrero Martínez en el congreso y la lección de Juan de Dios Martínez Mera. Durante ese tiempo estuvo en la oposición y representó al Congreso en la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores, no escatimando sus críticas. Martínez Mera quiso atraérselo a su partido y por dos ocasiones le mandó a hacer ofrecimientos pero Guarderas no los aceptó; sin embargo, el 32, y solo por la intervención de José Rafael Bustamante consintió en asumir la Cancillería, en circunstancias muy precarias para el país y el régimen, pues acababa de producirse el conflicto internacional de Leticia, donde el Ecuador había declarado su neutralidad y las relaciones con el Perú y Colombia se hallaban tensas.
Entonces comenzó la cerrada oposición del Congreso a Martínez Mera y los votos de desconfianza contra sus gabinetes no se hicieron esperar. En el primero, en 1933, cayó con los demás ministros. Después vino el interinazgo del Dr. Abelardo Montalvo y las presidencias de Velasco Ibarra y Antonio Pons. En 1936 asumió la dictadura el Ing. Federico Páez, quien le ofreció la Plenipotencia nuevamente en el Brasil, que aceptó.
Durante el viaje por barco hizo escala en Chile y se entrevistó con el presidente Arturo Alessandri. Luego siguió a Buenos Aires y al final arribó a Río de Janeiro sin novedad.
En 1936 formó parte de la Delegación ecuatoriana a la Conferencia de la consolidación de la Paz promovida por el Presidente Roosevelt en Buenos Aires. La delegación ecuatoriana estuvo formada por Humberto Albornoz, José Gabriel Navarro, Antonio Pons y actuó en la secretaría el Dr. Carlos Proaño Alvarez, consejero de la Delegación ecuatoriana en Buenos Aires. Dicha Conferencia revistió gran importancia por ser la reunión antibélica continental. Ese año fue sustituido en Río de Janeiro por el General Alcides Pesantes. Volvió a Quito y formó parte de la Junta Consultiva el 37, sin embargo, poco tiempo después fue enviado de Ministro Plenipotenciario al Paraguay para asegurar la buena voluntad de los países del cono sur del continente en un futuro conflicto con el Perú, y justamente eso tuvo que hacer el 41, ante el Canciller argentino Enrique Ruiz Guiñazú, quien al principio actuó con toda energía para evitar que las acciones bélicas se siguieran produciendo, pero luego comenzó a desentenderse del problema ante una orden de Washington.
A principios del 42 fue designado Ministro Plenipotenciario en Santiago de Chile y cuando en Abril se produjo la renuncia del Dr. Julio Tobar Donoso en la Cancillería, fue designado por el presidente Arroyo del Río para reemplazarlo. La noticia se conoció en Santiago y causó gran complacencia pues Guarderas se había hecho querer en el poco tiempo que tenía en funciones. El Perú aprovechó muy ladinamente la ocasión para invitarle a Lima, ciudad a la que arribó por pocas horas, de paso a Guayaquil. Allí asistió a un banquete diplomático que le brindó el presidente peruano, lo que se consideró u gran error.
Nuevamente en Quito, se posesionó del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero lejos de cambiar la política derrotista que se venía practicando como hubiera sido lo más acertado en esos momentos, mantuvo a los diplomáticos de vieja cepa conservadora y siguió las directrices de Tobar Donoso, volviéndose totalmente impopular. Otro hubiera sido el resultado de sus gestiones si limpiaba la cancillería, pero lejos de ello, solo atinó a hacerlos circular. Zaldumbide fue trasladado de Bogotá a Río. Carlos Manuel Larrea de Lima a Buenos Aires. Enrique Arroyo de Río a Lima. Viteri Lafronte ocupó la Embajada en Santiago, Carlos Proaño Alvarez fue su Subsecretario. Director de Protocolo Cristóbal de Gangotena Jijón. José Gabriel Navarro continúo al frente de la Comisión Delimitadora y Luis Bossano se mantuvo en la Dirección de Asuntos Políticos y Diplomáticos.
Así pues, endurecida nuestra diplomacia y mortalmente enferma desde la invasión peruana, participando Guarderas en los abusos del gobierno Arroyista, se produjo la revolución populista del 28 de Mayo de 1944 en Guayaquil y tuvo que pedir asilo en la legación brasilera en Quito, para evitar una prisión en el panóptico. Sin embargo, no pudo escapar de las acres acusaciones del nuevo Canciller Dr. Camilo Ponce Enríquez, recién posesionado por orden del Presidente Velasco Ibarra, quien le atacó duramente.
En 1945 dio a luz en Cali, donde estaba desterrado, un libro conteniendo sus memorias, que tituló “Mis Epocas” en 314 páginas con los principales acontecimientos de su vida y poniendo énfasis en sus gestiones diplomáticas. La obra causó buena impresión pues está escrita con “gracia y donaires comprimidos y gracejo seductor”. Tobar Donoso ha dicho que “Mis Epocas” es una especie de memorias autobiográficas y recuerdos de juventud.
El 49 publicó su segunda obra titulada “Horizontes”, en 178 páginas con ensayos sobre Valle Inclán, Giovanni Papini, André Gide, Romain Rolland y León Bloy. La prologó su amigo Gonzalo Zaldumbide y también contiene una carta literaria de él.
En 1953 sorprendió a la opinión liberal del país con una biografía de Eloy Alfaro en 453 páginas bajo el título de “El Viejo de Montecristi”; el 60 fue llevado a la Academia ecuatoriana de la Lengua en premio a sus aficiones y el 62 prologó las páginas de Gonzalo Zaldumbide, edición especialmente dedicada a su amigo de siempre, que confeccionara el padre Sánchez Astudillo. Dicho prólogo magistral de Guarderas contiene 203 páginas y es un recuento pormenorizado de la vida y obra del gran escritor, sobre quien volvió el 66 con su “Zaldumbide íntimo” en 9 páginas que apareció en las Memorias de la Academia de la Lengua.
Guarderas vivía desde su regreso del destierro en 1960 en una villa de su propiedad, leyendo y escribiendo como todo gran señor, retirado de la política y jubilado de la diplomacia, hasta su fallecimiento en Quito, el 25 de Agosto de 1967 a los 78 años de edad a consecuencia de una pertinaz bronquitis que le obligó al final a vivir largas temporadas en la costa y en Guayaquil. Fue un excelente prosista, en sus últimos años presidió el Grupo América y empezó a escribir un extenso ensayo de corte antivelasquista que dejó inconcluso y no se ha publicado.