LIBRERO.- Nació en Batenhorst, Wiedenbrueck, Alemania, el 4 de Junio de 1941 y fue el cuarto hijo de una familia de la burguesía agrícola de Westfalia.
Niñez feliz en una gran casa de campo, donde sus padres tenían una granja dedicada a la crianza de ganado vacuno y porcino y preparaban jamones y embutidos, pero todo eso cambió al final de la guerra y llegó la pobreza que acarreaba la derrota militar del país. Para 1947, sinembargo, la situación volvió a normalizarse y hasta se ayudaron de tuvieron una niñera que cuidaba a los más pequeños.
Siguió los primeros estudios en una escuela de Batenhorst y la secundaria en el Colegio en Redha, teniendo repetidos choques con su padre, quien era muy autoritario, de suerte que al graduarse en el bachillerato y sin saber a ciencia cierta qué hacer, realizó prácticas de química en una fábrica metalúrgica y en la primavera y el verano del 6l trabajó en una finca en Cheshire, Inglaterra. De regreso ingresó a la Universidad de Colonia, donde tudiaba su hermana Edwin con quien era muy unido, participó en los movimientos izquierdistas de esa época y finalmente se graduó de Técnico librero o lo que es lo mismo, en Bibliotecólogo, mientras tabajaba en la Distribuidora de E. Wengenroth “puesto que la carrera requería de mucha práctica.” El 66 contrajo matrimonio con Dagmar N.
A mediados del 67 dirigió la Biblioteca Científica Knapsack. El 68 se enteró que existían dos trabajos vacantes: uno en el corazón del Africa y otro en el Ecuador y siendo más fácil y seguro comunicarse con el número telefónico en Hamburgo donde un señor Carlos Liebmann hacía el contacto, se decidió por este último y vino a Quito con su esposa y la gata Mitzie, alquilando un pequeño departamento en La Gasca. Ella, sinembargo, pronto abandonaría el país en compañía de un austriaco. El se quedó con la gata y compartió por corto tiempo el departamento con Gert, un fotógrafo profesional que dictaba clases en el Colegio Alemán, quien posiblemente le enseñó a tomar fotografías y en un Volkswagen alquilado y armado de una cámara Leika, Enrique recorría el país aficionado como era a la ecología y las culturas andinas. Pronto se cambiaría a una buhardilla para ahorrar hasta el último centavo y haría amistad con Moritz Thompsen, veterano voluntario del Cuerpo de Paz de los Estados Unidos y con John Hay, de una familia adinerada de Connecticut, quienes un día decidieron por diversas causas permanecer para siempre en el Ecuador. Los tres formarían un grupo solidario de trabajo pues eran jóvenes, cultos y amaban los buenos libros.
Era un hombre sensible e intuitivo, cubierto a veces con actitudes bruscas, que quería amor pero lo rechazaba al mismo tiempo; aplicado y correcto, siempre vestía terno, ayudaba a hacer los pedidos y atendía al público, en especial a los extranjeros, declararía años después su compañera de trabajo Susana Muriel.
“Su Librería” de Liebmann funcionaba en los bajos del antiguo Palacio Arzobispal, pero desde 1970 que el presidente Velasco Ibarra proclamó su dictadura civil, menudeaban las manifestaciones y cierra puertas y el centro urbano de Quito se volvió insoportable. Quizás por eso, a fines del 71 Enrique decidió fundar su propia librería en un cuarto de empleada doméstica, pero el mayor porcentaje de ventas lo realizaba él mismo, visitando por las mañanas a sus clientes. Fiel a su slogan comercial de tener y vender todos los libros del mundo bautizo a su librería como “Librimundi”
Era un hombre de negocios con visión cultural”. y por eso Librimundi creció vertiginosamente durante la época del boom petrolero que se inició desde 1972 y duró hasta el 82, exactamente diez años. En ese lapso se cambió a una casita blanca, el mismo local que actualmente ocupa en la Juan León Mera No. 851 y Reina Victoria, muy cerca de la Avenida Amazonas, donde se podía encontrar parqueo en cualquier hora.
Al principio Enrique vivía en el segundo piso para ahorrar, pero poco a poco fue llenándose de libros y finalmente tuvo que dejar toda la casita para bodega y librería Allí, tras el mostrador, con o sin bigote, el cabello más largo, mostraba los primeros esbozos de los que serían las Guías y Libros sobre las Galápagos para turistas y viajeros.
“Siempre estaba muy pendiente de la gente y era simpático porque se acercaba a ofrecer un cafecito; mas, cuando se sentaba al frente de la chimenea a charlar, su objetivo no era vender libros sino motivar a que la gente leyere porque era él mismo un gran lector en varios idiomas. Su amiga Carmen Rosa Ponce informa que por entonces comenzó el interés de Enrique por la microfotografía con una cámara Blazer roja GMC, especialidad hasta entonces casi desconocida en el Ecuador y se iba a las montañas, especialmente al Cotopaxi y a Papallacta, a fotografiar líquenes.
El 76 “Librimundi” empezó a ser también una Galería de Arte, su propietario asistió en compañía de Denise Greiner a la feria del libro de Frankfurt y fue Comisario del puesto de libros del Ecuador. De regreso abrió la exposición de obras de Adalberto Ortíz. El 77 empezó a importar la revista alemana “Der Spiegel”. El país vivía la ebriedad económica del boom petrolero y “Librimundi” – habiéndose agrandado considerablemente – competía exitosamente con sus colegas. Enma Chiriboga, de la Librería Científica, le recuerda: Trabajaba el libro nacional con tenacidad y tenía ideas precisas de cómo llevar el negocio. La verdad es que se sentía un poco superior, a los otros libreros nos decía texteros, porque nos respaldabamos vendiendo textos de Colegio.
Por esos días “Librimundi” recibió dos impulsos muy valiosos, pues Enrique heredó una cierta cantidad de marcos alemanes que invirtió en libros del exterior e independientemente compró los saldos de la librería de Carlos Liebmann, a precios casi irrisorios, pues el bueno de Don Carlos, siempre le vio como a su sucesor, le consideraba casi un hijo.
Constituida la Cámara Ecuatoriana del Libro, ocupó diversas posiciones, ayudando a realizar las ferias populares en la Alameda, disertando sobre la importación y exportación del libro, abriendo en su local un nuevo espacio dedicado a los niños, coeditando obras de mucho interés y mejor venta.
El 82 fue electo Presidente de la Cámara y la modernizó en cuanto pudo y estuvo a su alcance, luchando por la aprobación del proyectio de la Ley del Libro. En Mayo del 85 sufrió un desface cardiaco y estuvo asilado en una clínica, de la que salió mejor aunque sin perder su costumbre de inveterado fumador de cigarrillos.
Poco después inauguró su Exposición Microfotográfica de las magueyes, resaltando el detalle pequeño pero que está dentro del alcance del ojo humano, que causó la natural sensación de todo lo nuevo en el país. El 86 concurrió a la feria de Barcelona. El 87 se aprobó finalmente la Ley del Libro, a destiempo por supuesto y con una serie de recortes y fallas. Finalmente los ignorantísimo y hasta perversos miembros de la Junta Monetaria no hizo caso alguno de ella y la mutiló con sus famosas disposiciones económicas, pasando por alto el clamor del país que pedía libros baratos. Por entonces inició la serie de libros ecuatorianos “Ediciones Librimundi”, que a pesar de su muerte ha continuado hasta nuestros días, ofreciendo útiles impresos para conocer mejor el amplio panorama artístico y cultural del país.
El 88 su esposa Marcela García lanzo su libro de fotografías titulado “Ecuador, entreluces la Sierra” El 89 Enrique adquirió una casa al frente de “Librimundi” para instalar un Café Galería que llamó “Art Forum”, espacio adecuado para dar cabida y albergue a todas las manifestaciones para adultos y niños, en uno de sus pisos instaló también las oficinas y un taller fotográfico. Ya tenía una casita de campo en Mindo, a la que dedicaba los fines de semana adecuándola hasta en sus menores detalles, pues gustaba realizar él mismo todo trabajo casero.
Nada anunciaba su rápido fin hasta que una mañana lluviosa, 4 de Mayo de 1990, habiendo iniciado sin contratiempo alguno su diaria jornada de trabajo, cayó bruscamente sobre el escritorio y cuando le fueron a auxiliar para conducirlo a la Clínica Pichincha falleció. Tenía casi 49 años de edad. Su sepelio se realizó al día siguiente en Art Forum y sirvió para demostrar el cariño que había sabido ganar en Quito. Años después, la viuda y Pablo Cuvi lanzaron su biografía en “Ediciones Librimundi” con el sugestivo título de “Una aventura cultural en la mitad del mundo” en 147 págs. y varias fotografías del recordado amigo librero, el único en el país que pagaba los libros nacionales cuando los recibía, y no los tomaba simplemente a consignación como aún es costumbre en los demás.