PINTOR. – Nació el 18 de Septiembre de 1901. Hijo legítimo de Abel Guarderas, Administrador del ferrocarril trasandino de
Antuco al sur de Santiago en cuya construcción había participado su hermano Carlos que en 1916 retornó al Ecuador para
trabajar en la construcción del ferrocarril Ambato – Pelileo – Curaray pero como murió de fiebre amarilla, el padre del
pintor debió cuidar a su madre, hermanos y todos vinieron a Quito en 1917; y de María González, chilena. El barco en que
llegaron vino caleteando y era peligroso alejarse a mar abierto a causa de la Primera Guerra Mundial. El joven Sergio
pintaba muy bonito a la acuarela y al óleo y fue inscrito en la escuela de los Hermanos Cristianos de San Blas pero no se
adaptó a la enseñanza y prefirió concurrir a la Academia de Bellas Artes donde encontró un ambiente renovado por su
director José Gabriel Navarro con profesores de la talla de Luigi Cassadío que descubrió al indio como motivo de arte, Paul Bar que sacaba a sus alumnos de
clase para copiar los paisajes capitalinos, Nicolás Delgado, Juan León Mera Iturralde, Víctor
Mideros. Allí conoció el impresionismo y a través de la geometría descriptiva adquirió el
dominio de la perspectiva, que tanto influyó en sus óleos de claustros, zaguanes e interiores y
tuvo por compañeros de aula a Alberto Coloma Silva y Neftalí Martínez Jaramillo, también a los
guayaquileños Antonio Bellolio y Enrique Martínez Serrano que vivían en el departamento de
los Guarderas en el barrio de San Blas y compartían sus estudios en Bellas Artes. “Aparte de
pintar y ayudar a mi padre en el control de la plaza de toros Belmonte, salía por las noches a
tomar apuntes y tragos con los dos costeños y Alberto Coloma”.
Luigi Casadío era su mejor amigo y les daba clases privadas a Guarderas, Bellolio y Martínez
Serrano en el departamento de San Blas pero quien más influyó en su pintura fue Paul Bar porque le enseñó a usar el
puntillismo enriquecido por los movimientos antiacademicistas de los pintores Independientes de París, los fotólogos y
veteranos de Barbizon. Hay que aclarar que la primera decantación criolla de impresionismo se daba ya con
Delgado y Pedro León pero tomaría con Guarderas la fuerza que después tuvo a través del
grupo plástico encabezado por Juan Francisco González y Alberto Valenzuela Llanos que hacía
furor en la parte sur de Latinoamérica. “Camilo Egas había vuelto de Europa y dirigía la
Escuela que funcionaba en la Alameda, trajo las nuevas ideas que comenzaban a circular en el
viejo continente, nos hablaba con entusiasmo de la pintura que se estaba haciendo en París. Yo
le llevé una obra que hice regando tinta china sobre cartón, una especie de casualismo que
completé con algunos trazos para reforzar la apariencia de caballos que con alguna buena
voluntad podía hallarse en esas manchas, a las cuales titulé Los Caballos del Apocalipsis. Egas
me dijo que había logrado algo maravilloso, que mis caballos eran una cosa estupenda. Cuando
salí de casa de mi amigo y antiguo maestro, rompí el cuadro con vidrio, paspertú y todo.
Carlos Andrade-Kanela-con quien estaba, me preguntó sorprendido qué hacía, le dije ¿Cree Ud.
que en esto hay sinceridad? Para mí no sería sino un fraude, lo hice solo por tomarle el pelo a
Camilo”.
En Bellas Artes fue el mejor alumno cada año y al tercero egresó con
declaró ecuatoriano y el Jurado me concedió el Segundo Premio. Ocurrió que precisamente en ese
momento se discutía la nacionalidad de Neptalí Bonifaz y de Luís Larrea Alba. Al año siguiente,
cuando ya estaba nacionalizado, me dieron el Primer Premio”.
El 33, el 37 y el 41 logró por tres ocasiones el Primer Premio, convirtiéndose en el más famoso
pintor de esos momentos en Quito pues sus óleos conservaban un cierto preciosismo de ilustración
de libro, de colores planos, estampas perfectas de una sensibilidad poética de ritmos circulares.
El 39 participó en la Exposición Colectiva de Viña del Mar donde le correspondió el Premio de
Honor. El 40 participó en las Exposiciones Internacionales de New York y San Francisco.
Como subdirector de la Escuela de Artes y Oficios de Quito, junto al director Alfredo Albán
Mestanza lograron em 1942 la creación del Colegio Central Técnico cuya dirección le fue
encomendada. Artista múltiple, se le encontraba constantemente forjando diseños para nuevos
tipos de muebles y juguetes, prestó ayuda a numerosos judíos emigrados al Ecuador a quienes en
sus inicios proveyó de máquinas y telares confeccionados por los alumnos del plantel. También
estuvo muy ligado al trabajo artesanal en madera, especializándose en montaje de ferias y hasta
logró instalar una fábrica de muebles (Serben)
Fue profesor fundador de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central, transformada en
Facultad en 1947.
En los años 50 que marcaron el ascenso de la pintura indigenista en Quito sobre todo con la creación en 1944 de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, sufrió el embate de la crítica negativa, de
manera que al sentirse relegado terminó por marginarse; pero justamente fue en esta etapa
donde aligeró su mano y adquirió libertades antes no conocidas para expresar composiciones
cromáticas con finura e ingenio como bien lo indica Hernán Rodríguez Castelo. De esta época son
unos “Floripondios” en el Museo de Arte Contemporáneo del Banco Central de Guayaquil.
En 1960 fue atacado de una dolencia grave al ojo derecho, que terminó por operárselo en la clínica del Dr. Barraquer en
Bogotá, donde le practicaron un trasplante de córnea, pero estando en el período de recuperación le fue
avisado el fallecimiento de uno de sus hijos y a consecuencia de ello sufrió una recaída y terminó
perdiendo la visión de ese lado. El exceso de cortisona le produjo un temblor en las manos que le
obligaría a adaptar a su caballete un soporte o regla móvil para fijar la mano derecha. “Sufro
dolencias tales, que otro ya hubiera dejado de pintar.” El 61 intervino en el Colectivo “Testimonio
Plástico del Ecuador.” El 71 recibió un homenaje de la Municipalidad de Quito, que el 80 le hizo
entrega de una Bandeja de Plata.
Hasta el advenimiento de la era petrolera en 1974 había vivido de sus cátedras pobremente, pero
desde entonces comenzó a vender mucho y bien, cobrando buenos precios, de manera que en la
vejez gozó de una bonanza económica antes no visualizada. El 76 presentó una Muestra
retrospectiva en el Salón Español de Quito.
Su vida transcurrió en su hogar, dentro de la casa que adquirió en la calle Flores y Junín esquina,
que fue centro de reunión y de tertulias, al punto que allí se fundó la Sociedad de Artistas. Su conversación estaba
poblada de dichos, gustaba recitar en las reuniones sociales. De carácter suave, amoroso, ^ oportuno, alegre, culto,
prodigó un
gran amor a su familia.
En 1980 concedió una entrevista a Rodrigo Villacís Molina. Vivía en la Calama, barrio Amazonas,
que por entonces era un emporio de comercios y restaurantes que no le dejaban descansar por las
noches. Ya no oía muy bien.
Agnóstico en cuanto a las religiones, no creía en ninguna; sin embargo, praacticó una moral
rigurosa y tuvo una conducta siempre vertical.
En 1991 su Patria de nacimiento le confirió el Premio Gabriela Mistral por sus méritos como
maestro educador. Pintó hasta los ochenta y cinco años, edad en la que disminuyeron sus
habilidades manuales. Falleció a los noventa y ocho, de vejez que no de otra cosa, fue sepultado
en el cementerio Parques del Recuerdo, junto con la bandera chilena, con fama de buena gente
pues siempre había sido un espíritu entusiasta, tenaz para las empresas, sencillo y franco con
todos. Manuel Esteban Mejía escribió que a pesar de no ser el paisajismo una moda, cuando es
bueno y está basado en una sabia distribución del color en los detalles, causa un encanto
cromático capaz de sensibilizar los criterios estéticos más opuestos. “Sus cuadros representan
vistas
de tres años de Filosofía para obtener el título de Bachiller en Humanidades Clásicas. También
estudió dos años de latín. “Los profesores eran malos y ostentaban groseras preferencias por
todo lo que podía rendirles provecho económico y social”. Entonces faltaba a clases, leía a
escondidas y se hizo agnóstico.
A los catorce años triunfó con su amigo Alfredo Flores Caamaño en un Concurso literario. Otro
amigo suyo, Aníbal Viteri Lafronte, se dedicó a orientarle en el camino de la vida. “Me
suministraba libros y revistas escogidas que estaban dentro de mis capacidades de asimilación”
y como perdió el último año y acababa de abrirse la Escuela de Bellas Artes con el pintor León
Camarero, se matriculó en ella.
Después arribaron a Quito otros profesores como el portugués- marroquí Raúl María Pereira y el
anciano escultor Valenti, pero graves disenciones obligaron a Pereira a renunciar.
El 17 de Enero de 1906 murió su madre y su hermana María se hizo cargo de sus numerosos
hermanos menores, surgieron dificultades económicas y desmejoró la salud de su padre que no
pudo reponerse de la viudez. Por eso buscó trabajo y lo encontró en la Compañía de Crédito
Agrícola, como pagador de la sección caja de ahorros. Con el sueldo compraba libros, escribía
versos y se los confió a su amigo Aníbal, que los aprobó sin reservas y mandó a publicar en uno
de los diarios de Quito. Desde esa fecha se hizo conocido y fue muy amigo de los jóvenes
poetas modernistas Arturo Borja, Ernesto Noboa y Caamaño y Humberto Fierro.
En eso tuvo que viajar a Lima en 1910 por pocas semanas, a atender un asunto familiar. A su
regreso a la capital fue elevado a corresponsal, depositario de prendas Pretorias y secretario
del directorio y de allí salió a otro empleo tres años después, con mayor sueldo y mejores
oportunidades; cuando estalló la guerra civil de 1911 se presentó como voluntario donde el
General Leonidas Plaza, quien le hizo su Ayudante de Campo y llevó a Riobamba, Huigra,
Naranjito y Yaguachi, pero no combatió dada su escasa edad. Al fin arribaron a Guayaquil
donde estuvo pocos días y le enviaron de vuelta a Quito para que asistiera al entierro de su
padre.
De allí en adelante volvió a su empleo y en el Club Pichincha integraba una a peña literaria con Isaac Barrera,
El 27 ocupó la cancillería su amigo Homero Viten’ Lafronte y le designó Encargado de Negocios en Italia. Guarderas se trasladó inmediatamente a Europa en un barco holandés y llegó a Rotterdam. De allí pasó a Ámberes, París, Milán y Roma
donde trabajó varios meses. En 1928 representó al Ecuador en al Conferencia de la Liga de las Naciones con sede en
Ginebra y a las pocas semanas recibió la noticia de que había sido designado Ministro Plenipotenciario en el Brasil y que
Luis Antonio Peñaherrera iba a Roma.
Entre el 28 y el 32 se desempeñó en Rio de Janeiro. Ese último año fue reemplazado por Luis Robalino Dávila y de regreso
a Quito pasó algunos días en New York.
El mismo año 32 salió elegido Diputado por el bonifacismo, concurrió al Congreso y realizó inusitados esfuerzos por
defender y sostener a su candidato, que a la postre fue descalificado por causa de su nacionalidad incierta. Ello originó los
interinazgos de Alfredo Baquerizo Moreno, Carlos Freile Larrea, Alberto Guerrero Martínez en el congreso y la lección de
Juan de Dios Martínez Mera. Durante ese tiempo estuvo en la oposición y representó al Congreso en la Junta Consultiva del
Ministerio de Relaciones Exteriores, no escatimando sus críticas. Martínez Mera quiso atraérselo a su partido y por dos
ocasiones le mandó a hacer ofrecimientos pero Guarderas no los aceptó; sin embargo, el 32, y solo por la intervención de
José Rafael Bustamante consintió en asumir la Cancillería, en circunstancias muy precarias para el país y el régimen, pues
acababa de producirse el conflicto internacional de Leticia, donde el Ecuador había declarado su neutralidad y las
relaciones con el Perú y Colombia se hallaban tensas.
Entonces comenzó la cerrada oposición del Congreso a Martínez Mera y los votos de desconfianza contra sus gabinetes no
se hicieron esperar. En el primero, en 1933, cayó con los demás ministros. Después vino el interinazgo del Dr. Abelardo
Montalvo y las presidencias de Velasco Ibarra y Antonio Pons. En 1936 asumió la dictadura el Ing. Federico Páez, quien le
ofreció la Plenipotencia nuevamente en el Brasil, que aceptó.
Durante el viaje por barco hizo escala en Chile y se entrevistó con el presidente Arturo Alessandri. Luego siguió a Buenos
Aires y al final arribó a Rio de Janeiro sin novedad.
En 1936 formó parte de la Delegaciónecuatoriana a la Conferencia de la consolidación de la Paz promovida por el
Presidente Roosevelt en Buenos Aires. La delegación ecuatoriana estuvo formada por Humberto Albornoz, José Gabriel
Navarro, Antonio Pons y actuó en la secretaría el Dr. Carlos Proaño Alvarez, consejero de la Delegación ecuatoriana en
Buenos Aires. Dicha Conferencia revistió gran importancia por ser la reunión antibélica continental. Ese año fue sustituido
en Río de Janeiro por el General Alcides Pesantes. Volvió a Quito y formó parte de la Junta Consultiva el 37, sin embargo,
poco tiempo después fue enviado de Ministro Plenipotenciario al Paraguay para asegurar la buena voluntad de los países
del cono sur del continente en un futuro conflicto con el Perú, y justamente eso tuvo que hacer el 41, ante el Canciller
argentino Enrique Ruiz Guiñazú, quien al principio actuó con toda energía para evitar que las acciones bélicas se siguieran
produciendo, pero luego comenzó a desentenderse del problema ante una orden de Washington.
Á principios del 42 fue designado Ministro Plenipotenciario en Santiago de Chile y cuando en Abril se produjo la renuncia
del Dr. Julio Tobar Donoso en la Cancillería, fue designado por el presidente Arroyo del Río para reemplazarlo. La noticia
se conoció en Santiago y causó gran complacencia pues Guarderas se había hecho querer en el poco tiempo que tenía en
funciones. El Perú aprovechó muy ladinamente la ocasión para invitarle a Lima, ciudad a la que arribó por pocas horas, de
paso a Guayaquil. Allí asistió a un banquete diplomático que le brindó el presidente peruano, lo que se consideró u gran
error.
Nuevamente en Quito, se posesionó del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero lejos de cambiar la política derrotista
que se venía practicando como hubiera sido lo más acertado en esos momentos, mantuvo a los diplomáticos de vieja cepa
conservadora y siguió las directrices de Tobar Donoso, volviéndose totalmente impopular. Otro hubiera sido el resultado de
sus gestiones si limpiaba la cancillería, pero lejos de ello, solo atinó a hacerlos circular. Zaldumbide fue trasladado de
Bogotá a Rio. Carlos Manuel Larrea de Lima a Buenos Aires. Enrique Arroyo de Río a Lima. Viten Lafronte ocupó la
Embajada en Santiago, Carlos Proaño Álvarez fue su Subsecretario. Director de Protocolo Cristóbal de Gangotena Jijón.
José Gabriel Navarro continúo al frentede la Comisión Delimitadora y Luís Bossano se mantuvo en la Dirección de Asuntos
Políticos y Diplomáticos.
Así pues, endurecida nuestra diplomacia y mortalmente enferma desde la invasión peruana, participando Guarderas en los
abusos del gobierno Arroyista, se produjo la revolución populista del 28 de Mayo de 1944 en Guayaquil y tuvo que pedir
asilo en la legación brasilera en Quito, para evitar una prisión en el panóptico. Sin embargo, no pudo escapar de las acres
acusaciones del nuevo Canciller Dr. Camilo Ponce Enríquez, recién posesionado por orden del Presidente Velasco Ibarra,
quien le atacó duramente.
En 1945 dio a luz en Cali, donde estaba desterrado, un libro conteniendo sus memorias, que tituló “Mis Epocas” en 314
páginas con los principales acontecimientos de su vida y poniendo énfasis en sus gestiones diplomáticas. La obra causó
buena impresión pues está escrita con “gracia y donaires comprimidos y gracejo seductor”. Tobar Donoso ha dicho que
“Mis Epocas” es una especie de memorias autobiográficas y recuerdos de juventud.
El 49 publicó su segunda obra titulada “Horizontes”, en 178 páginas con ensayos sobre Valle Inclán, Giovanni Papini, André
Gide, Romain Rolland y León Bloy. La prologó su amigo Gonzalo Zaldumbide y también contiene una carta literaria de él.
En 1953 sorprendió a la opinión liberal del país con una biografía de Eloy Alfaro en 453 páginas bajo el título de “El Viejo
de Montecristi”; el 60 fue llevado a la Academia ecuatoriana de la Lengua en premio a sus aficiones y el 62 prologó las
páginas de Gonzalo Zaldumbide, edición especialmente dedicada a su amigo de siempre, que confeccionara el padre
Sánchez Astudillo. Dicho prólogo magistral de Guarderas contiene 203 páginas y es un recuento pormenorizado de la vida y
obra del gran escritor, sobre quien volvió el 66 con su “Zaldumbide íntimo” en 9 páginas que apareció en las Memorias de la Academia de la Lengua.
Guarderas vivía desde su regreso del destierro en 1960 en una villa de su propiedad, leyendo y escribiendo como todo gran
señor, retirado de la política y jubilado de la diplomacia, hasta su fallecimiento en Quito, el 25 de Agosto de 1967 a los 78
años de edad a consecuencia de una pertinazbronquitis que le obligó al final a vivir largas temporadas en la costa y en
Guayaquil. Fue un excelente prosista, en sus últimos años presidió el Grupo América y empezó a escribir un extenso
ensayo de corte antivelasquista que dejó inconcluso y no se ha publicado.