ORADOR Y ESCRITOR. – Nadó en Canet del Mar, Cataluña, España, el 27 de Febrero de 1813. Vistió el hábito franciscano en
Gerona el 3 de Febrero de 1831 y profesó al año siguiente, distinguiéndose como estudiante talentoso, aplicado y de
excelente memoria.
Cuando se produjo la revolución de 1835 que inició una de las tantas persecuciones religiosas que ha registrado la historia
española, juró luchar contra el triunfo de la doctrina liberal, que a su juicio era perjudicial para la humanidad. Entonces
viajó de simple corista a Roma, ordenándose de sacerdote el 19 de Septiembre de 1835 y desde esa fecha se dedicó por
entero a las misiones populares en los barrios pobres.
Diez años después, el 45, viajó con el padre Fernando Pallares al Perú y predicó en Lima unas sonadísimas Misiones, luego
pasó en triunfo a otras ciudades y en 1849 se internó en el convento de Ocopa donde empezó a escribir sus primeras obras
tales como “El Discurso teológico sobre la definibilidad dogmática del antiguo misterio de la Concepción Inmaculada de la
Santísima Virgen María” que editó en Lima en 1850, “El equilibrio entre las dos potestades o sea los derechos de la
Iglesia”, Barcelona, 1852, en tres gruesos volúmenes, que es quizá la obra más importante de todas las que escribió, no
solamente por la aparente lógica de sus argumentos, sino también por el recuento pormenorizado y eruditísimo de citas
tomadas de los Padres de la iglesia. Por dicha obra ganó el aplauso y la admiración de la jerarquía eclesiástica peruana.
En 1852 regresó a misionar a Lima y fue tal su clamoroso éxito que el pueblo y las autoridades le solicitaron que se
quedase viviendo en el convento franciscano de los Descalzos, donde fue electo Guardián por tres años.
El 17 de Agosto de 1853 obtuvo que se elevara dicho Convento a la categoría “Si quieres ser santa, ándale al Patrocinio”, refiriéndose al pequeño beaterío de terciarias dominicanas ubicado cerca del
convento de franciscanos Descalzos de Lima.
Poco después mantuvo una agria polémica en Valparaíso con el escritor Augusto Le Plangeón, que lo satirizó en su obra “El
reverendo Fray Pedro Gual y sus doctrinas en transparencias”.
En 1869 editó en París un texto en latín “Orácula Pontificia”. El 70 representó en el Concilio Vaticano I de Roma al
Arzobispo de Lima, Sebastián de Goyeneche. A su vuelta a Lima dio a luz una reseña del acontecimiento titulada “Concilio
Ecuménico en latín y en castellano” y poco después publiscitó la posición político-dogmática del pontificado con su “El
dogma de la infalibilidad del Romano Pontífice en sus definiciones ex Cathedra”.
En 1871 intervino en la polémica suscitada entre J. Barrenechea y el Dr. Manuel Tovar con “El Abogado del señor
Barrenechea y el Dr. Tovar, o sea, el Racionalismo y el Catolicismo”. El 72 editó “El Derecho de Propiedad en relación con
el individuo, la Sociedad, la iglesia y las Corporaciones Religiosas”. El 73 “Antítesis y clausura de la tesis sostenida por don
César A. Cordero”. El 75 “La Herejía de la Libertad”, tratando de probar que era plausible negársela al hombre y por ende
a la Humanidad. El 78 “La India cristiana o Cartas bíblicas contra los libros de Luis Jacolliet”. El 79 “Cuestión Canónica en
defensa entre el llustrísimo Señor Obispo del Paraguay B. de Cárdenas y los reverendos Padres Jesuitas”.
En 1884 predicó un famoso sermón sobre la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo que se reprodujo ampliamente por la
prensa y escribió en tres tomos un Curso para Misioneros Apostólicos, con normas para su seguimiento y aplicación, que
editó en Barcelona. El 89 un Curso de Ejercicios Espirituales, El 93 “El Rosario de la Santísima Virgen María Madre de Dios,
practicado y meditado”, obra pía que se divulgó mucho en su tiempo, pero que como todas las de Gual, no trascendió, hoy
es un libro para eruditos y bibliógrafos.
Colmado de méritos y honores y considerado el mayor polemista dogmático de su tiempo en el Perú, con influencia sobre
el pensamiento tradicional en toda Sudamérica, falleció en Lima el 3 de Diciembre de 1890, de 77 años.
Fue Canonista y se sostuvo contra las ideas racionalistas de su siglo que califico de herejías, sin comprender que el mundo
es cambio y continuo movimiento.
Su estatura mas bien alta; delgado, ascético, blanco, nervioso, de fácil palabra y estilo claro, ejerció gran influencia en su
tiempo sobre el pensamiento de las jerarquías eclesiásticas que siempre le tuvieron en altísima estima y apoyaron
económicamente sus publicaciones. En Lima cultivó la amistad de su paisano el Obispo de Loja, José María Masiá y Vidiela,
tan fanático como Gual.