HISTORIADOR. Nació en Quito el 12 de Abril de 1844, hijo legítimo de Manuel González Suárez, natural de la Plata en Colombia y de su prima hermana Mercedes Suárez Alzamora, quiteña. Fue bautizado el 13 en la capilla del Sagrario pero
nació débil y enfermo y se temió por su vida. En 1847 su padre viajó a Colombia al saberse leproso y quedaron el niño y la
madre en abandono y cuando sus abuelos maternos -José Maria Suárez y Gertrudis Alzamora Peñaherrera- perdieron los
bienes adquiridos a fuerza de honorabilidad y trabajo, entró la pobreza, subsistiendo por la ayuda del Obispo Francisco
Javier Garaycoa y de otras personas caritativas.
Su madre le enseñó las primeras letras, de cinco años solamente y silabeando con soltura ingresó a la escuela de Colombia
regida por el Dr. Manuel Vaca Martínez, que funcionaba en el Convento de San Francisco. Su madre había adquirido con sus
últimos ahorros una pequeña casa en los arrabales frente a la quebrada de Jerusalén y recibió una carta del esposo que la
llamaba, pero casi enseguida se enteraron de su muerte.
Enfermó, no pudo rendir el examen final, perdió el año, convaleció y concurrió a la escuela gratuita de Santo Domingo
regentada por los maestros fray José Rodríguez, O. P. Mariano Chica y Antonio Cárdenas. De siete años, en 1851, hizo la
primera comunión en la iglesia de la Compañía, asistido por su confesor el Canónigo Manuel Orejuela que le obsequió un
ejemplar de “La Religión demostrada al alcance de los niños” de Balmes, libro que leyó con fruición a pesar de su escasa
edad.
En 1854 vivía con su madre casi en la miseria y enfermó tres meses,logró salvarse con remedios comprados al fío por su
madre. Largo tiempo iba a la escuela descalzo. En 1855 terminó la primaria de once años solamente, recibió la tonsura de
manos de Garaycoa en el santuario de Guápulo y comenzó a estudiar gramática latina y retórica en la Universidad de
Santo Tomás de Aquino.
Desde su más tierna edad se había aficionado a la lectura Tenía unos doce años cuando cayó en sus manos la historia del
Reino de Quito del padre Juan de Velasco y empezó a sentir vehemente inclinación hacia los estudios históricos. Por
entonces frecuentaba las aulas del Colegio Nacional de San Fernando bajo la dirección del Dr. Manuel Angulo y cursó tres
años de filosofía racional, matemáticas, física, meteorología, cosmografía y geografía, después siguió teología dogmática y
derecho canónigo en el Colegio de San Luís cuando estalló la revolución de García Moreno de 1859 contra el Presidente
Francisco Robles, vino la guerra y los reclutamientos forzosos. Fue conducido al cuartel, del que salió para ocultarse pues
solo tenía quince años recién cumplidos. Deseaba entrar al Seminario pero no contando con medios económicos solicitó
una beca y el Arzobispo Riofrío quien se la negó por razones humanitarias debido a que era hijo único de madre viuda y
pobre y estaba moralmente obligado a cuidarla y atenderla. Era un joven culto, una rara ave en el Quito ignorantísimo de
esos tiempos, pues ya había leído entre otros libros Los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega y los primeros
volúmenes de la Historia Universal de César Cantú que se comenzaba a publicar.
Por esos motivos, especialmente por su pobreza y por los disturbios políticos del país, dejó los estudios dos años,
sinembargo los reinició el 62 en el Seminario que había sido entregado a los jesuitas, quienes le asignaron la ansiada beca.
El padre Francisco Javier Hernáez lo acogió en su favor e ingresó de novicio a la enseñanza de literatura y fue atacado de
viruelas benignas de las que sanó sin complicaciones.
En 1863 se hizo amiguísimo del novicio Abelardo Moncayo Jijón y juntos arreglaron los libros dispersos de la Biblioteca
Nacional de Quito trastornada por el terremoto de 1859 y cuando éste salló de la orden debido a serios conflictos entre la
ciencia y la fe, González Suárez fue puesto por sus superiores en observación “por haber sido su amigo”.
Una mañana de 1865, se acercó al estudiante Leonidas Batallas Flores y le preguntó si sería posible visitar la biblioteca del
convento de La Merced, El joven era amigo de esos padres, le llevó para que examine dichos libros, encontrando algunos
muy interesantes como El Orinoco Ilustrado del padre Gumilla, el Catálogo de las Lenguas del padre Hervás y otras de no
menor importancia, Desde entonces quedaron de grandes amigos, sentimiento que no sufrió mengua durante cincuenta y
dos años,
En 1871 pronunció en un certamen público su discurso sobre “La Poesía en América” que constituyó el inicio de su carrera
como escritor y orador, pero no se atrevió a afirmar que existía una poesía propia expresando que solo sería verdadera
cuando sea religiosa, patriótica y original, En dicha ocasión también dijo “Soy el ínfimo de los ecuatorianos pero a nadie
cedo en amor a mi patria”, anciano expresará: “Yo solo leo las cosas de mi patria”
De esa época de juventud es su “Estudio sobre Virgilio” donde critica el olvido de las lenguas clásicas en los programas de
enseñanza superior y el “Estudio de la Poesía épica cristiana” obra que revela una prosa rica en giros idiomáticos, Sus
primeros sermones, como el pronunciado en honor a la Virgen dolorosa carecían de unción y fueron calificados de
profanos, desagradando a García Moreno, Era el momento en que leía mucha historia, sobre todo al erudito César Cantú
(propietario de un maravilloso estilo y de una inacabable documentación) para escribir una Historia del Ecuador y otra de
América, pero también hacía versos y realizaba traducciones como una forma de ejercicio literario; en cambio, su poesía
le salía más bien retórica y forzada, sin unción verdadera, Va un ejemplo: // Como volar quisiera / a la región donde la
luz reside, / I donde, a duradera / vida de gozo el mismo Dios preside, / Si este mundo mezquino / mansión de llanto y de
dolor morada / en gozo peregrino / el ánima suspende enajenada, / ¿Cuál será la alegría / de quien a ti contemple cara a
cara? / Por gozarla ¡Oh María! / la vida por la muerte yo trocara, //
En 1872, estando en Cuenca donde le habían enviado sus superiores, de veinte y ocho años, decidió salir de la Orden; años
después expuso en sus Memorias Intimas: “viví en la Compañía diez años y tengo como uno de los más grandes beneficios
que he recibido de la bondad divina esos diez años de vida religiosa pasada en la sotana jesuita…” ¿Por qué salió
entonces? Parece que lo hizo para ayudar económicamente a su madre, Los jesuitas se sintieron molestos y con toda la
razón, Era mucho tiempo y por ello ejercieron influencias para evitar que ingrese al clero de las diócesis de Quito e Ibarra
dirigidas por el Arzobispo Ignacio Checa y Barba y por el Obispo José Tomás de Iturralde y Suárez respectivamente; mas, el
Obispo de Cuenca, Remigio Estévez de Toral, salió en su ayuda y lo llamó bajo su protección, entonces se ordenó de
Subdiácono el día 4 de Agosto, de Diácono el 11, de Presbítero el 18 de ese mes y al día siguiente recibió las órdenes del sacerdocio en el templo de la Concepción de Cuenca “de un modo privado y casi oculto,” El jueves 22 dijo su primera misa
en el oratorio de la hacienda que poseía su padrino de vinajeras el Dr, Antonio Borrero, quien ejercía la secretaría de la
Curia en Cuenca, La hacienda estaba situada en el Valle de Chaullabamba no muy cerca de Cuenca, Cuatro meses después
fue designado Canónigo Racionero de esa Catedral, ejercía la secretaría privada del gobierno eclesiástico y ayudaba con
remesas de dinero a su madre en Quito, anciana, achacosa y como siempre pobrísima,
Superada su crisis vivencial comenzó una vida cultural intensa, Moraba en casa de la familia Izquierdo Serrano,
frecuentaba las reuniones literarias del “Liceo de la Juventud” que dirigía el padre Julio Matovelle donde se formaban los
poetas marianos de los sábados de mayo con los que versificaba. Estas creaciones se leían en la intimidad y González
Suárez las denominaba composiciones furtivas; muchas romperá después, pero la colección de once originales y quince
traducciones se publicó en 1877 en estrofas llamadas liras y vieron una segunda edición en 1899, Editorial Herder,
Alemania, El 77 también editó un estudio sobre Balmes de quien era un asiduo lector y el opúsculo “Belleza Literaria de la
Biblia”, Escribía para los periódicos del Azuay, pronunciaba sermones y ganó fama y prestigio como sacerdote culto y más
aún como orador,
El 8 de julio de 1873 pronunció en la Catedral de Cuenca su oración fúnebre sobre el Dr, Agustín Cueva, médico venido de
Europa y fallecido joven, El 75 dio a la imprenta “Observaciones sobre el poder temporal del Papa”, escrito cinco años
antes con motivo de la ocupación de Roma por las tropas de Víctor Manuel II de Saboya – Cerdeña, coronado Rey de Italia,
que contiene pensamientos tan menguados como estos: El papa hace las veces del hombre -Dios sobre la tierra, ergo:
nadie puede ser soberano del Papa, El Papa es la salvaguardia de la libertad de conciencia y de la verdadera ilustración
contra el materialismo impío y corruptor, bla bla bla,
Por eso se ha dicho que González Suárez se salvó con su Historia del Ecuador y que lo demás es hermoso si, por su brillante
estilo literario, pero anacrónico por ortodoxo y por contener lugares comunes,
El 6 de agosto murió asesinado el Presidente García Moreno y el 21 se celebraron sus exequias en la Catedral de Cuenca,
González Suárez improvisó un sermón en sólo dos horas, comenzando así: “No pertenecí yo a su partido político, como es
notorio”,,, Bastó y sobró para que se encendieran los ánimos en su contra y en tal forma que monseñor Toral le aconsejó
imprimir la “Oración Fúnebre”, acción que le salvó de una segura prisión porque los terroristas garcianos de Cuenca
escribieron al gobierno de Quito muchísimas calumnias pero el sermón fue leído en el gabinete y nada malo encontraron
en él; su madre, en cambio, fue insultada y casi abofeteada a la salida de una misa en Quito, por una beata que trató de
“reparar” la memoria del tirano con acto tan innoble, mientras en Cuenca, según Tomás Rendón Solano, la gran mayoría
consideró el asesinato de García Moreno como la “aurora de un porvenir de rosas,”
El Viernes Santo de 1876 predicó en la Catedral sobre “La Pasión de Jesucristo en el siglo Décimo Nono” que trata sobre el
proceso de Jesús comparado con la situación de la Iglesia de entonces, “La Pasión” despertó intensos comentarios y el
Obispo Toral volvió a aconsejar la impresión para desvirtuar el comentario jocoso que circulaba en Cuenca acerca de este
sermón, calificado de parodia y sátira contra el presidente Antonio Borrero, atacado por los garcianos y por los radicales al
mismo tiempo,
Con motivo de la revolución del General Ignacio de Veintemilla en Guayaquil, su posterior ascensión al poder y la
reacción clerical en su contra, dio a la luz “Opúsculos de polémica religiosa” colección de
artículos de su pluma sobre tan palpitante tema.
El 22 de febrero de 1877 escribió su informe a monseñor Toral sobre la “Carta a los Obispos”
de Manuel Cornejo Cevallos, que basado en las escrituras exigía libertad de conciencia, de
prensa, tolerancia de cultos, etc. garantías que por supuesto no existían en el Ecuador, país
atrasado, inculto y fanatizado por esos días. El informe de González Suarez resultó negativo
pues criticó en él, acerbamente, la Carta a los Obispos y a su autor joven.
En abril murió asesinado el Arzobispo de Quito Ignacio Checa y Barba y publicó una hoja suelta
titulada “Un Mártir” pero no dijo de quien y verificadas las averiguaciones judiciales ningún
radical resultó implicado sino más bien lo fue el Canónigo Manuel Andrade Coronel, a) el loco
Andrade, quien andaba metido en líos de faldas con el pintor Joaquín Pinto, y el crimen perdió
interés político. Entre marzo y agosto de ese año imprimió en Cuenca “Exposiciones en defensa
de los principios católicos” es decir, de la ortodoxia fundamentalista de la época, replicando
los decretos ^ del civilizado Pedro Carbo, Ministro
General del régimen.
En 1877 fue designado Representante del Azuay ante la Convención Nacional reunida en
Ambato en Enero del 78. González Suárez solicitó al Delegado Apostólico Mario Monceni que le
dispensara su residencia canónica pues tenía la obligación de trasladarse a esa ciudad y con
motivo de una Nota de Protesta al Gobernador de Cuenca, Mariano Moreno, éste envió una
queja a la Asamblea, que la discutió acaloradamente el 31 de enero.
Por esos días pronunció el discurso en los solemnes funerales acordados por la Convención a la
memoria del Papa Pío IX, luego apoyó las reformas liberales que intentó Pedro Carbo imponer,
contradiciendo en la práctica con lo afirmado en su Exposición. El 17 de octubre habló en la
iglesia de la Compañía durante las exequias de Vicente Piedra hita, asesinado misteriosamente
en su hacienda “Palestina” por otro lío de faldas, dado su notorio donjuanismo.
En septiembre de 1.878 había aparecido en Quito su primera obra arqueológica denominada
“Estudios históricos sobre los cañaris, antiguos habitantes de la Provincia del Azuay, en su parte más antigua que encontró pobre en datos pero al ver que había anotado una gran
cantidad se dio cuenta que podía hacer una obra nueva, se decidió a escribirla e hizo bien.
Hacia 1883, tras once años de vivir tranquilamente en Cuenca, viajó a lacapital invitado
oficialmente por el Arzobispo ignacio Ordóñez Lazo que lo nombró su secretario personal y al
mismo tiempo Canónigo de esa Catedral con apercibimiento de la correspondiente congrua.
A los tres meses de instalado en Quito le dio una gravísima pulmonía a su madre que en cinco días
murió gozando de una merecida fama de santidad pues usaba cilicios y disciplinas como era casi
normal entre las beatas del siglo XiX, obedecía en todo a su director espiritual – un sacerdote muy
politizado – y por ello aconsejó a su hijo cuando estaba de miembro de la Convención Nacional en
1878 que no vote para Presidente por el General Veintemilla, debido a que éste no había
procedido en 1876 como católico por haber hecho la revolución al presidente Borrero, compuso un
libro sobre la vida íntima de Jesucristo que no se conoce qué se hizo y que debió ser una
verdadera paparruchada, acarició la idea de irse a las regiones del río Napo a catequizar a los
indios salvajes, tenía visiones que luego dizque se cumplían, por eso le decía a su hijo: lloraremos
por el Ecuador, ya que no podemos verlo gozando de paz y tranquilidad ( se refería a la paz y
tranquilidad de la era de la tiranía garciana) ya que la política ha encendido la llama del odio
entre los ecuatorianos, de manera que era famosa en el corrillo de beatas ignorantísimas en que
se movía.
En nueve cartas que publicó en 1884 en “La Revista del Sagrado Corazón de Jesús” dirigida por el
Padre Julio Matovelle en Cuenca, González Suarez recogió sus “Recuerdos de viaje”; estas cartas
verán una edición en 1901.
También ese año 84 el Arzobispo le pidió que lo acompañe a la visita “ad limina apostolorum” que realizaría a Roma. Entre
Ordóñez y González Suárez existía una antigua amistad nacida en 1872 en Cuenca pues el Arzobispo era cuencano.
Viajaron juntos a las Antillas, Francia, Suiza, italia y España. En este último país González Suárez radicó dos años y los
aprovechó para estudiar los Archivos de Simancas y Alcalá de Henares maravillándose de sus contenidos,
en la biblioteca y archivo de la Real Academia de la Historia, en el Depósito Hidrográfico, en la
biblioteca del Real Palacio, y en muchas otras de España. En la Biblioteca Nacional de Madrid
estudió doscientos cuatro códices y en el Archivo de Indias de Sevilla más de mil legajos de
documentos. Hizo amistad con personajes de la talla del crítico Marcelino Menéndez y Pelayo, del
historiador chileno José Toribio Medina, con americanistas como Marco Jiménez de la Espada y
Justo Zaragoza; escritores como Cesáreo Fernández Duro, copió documentos y otros extractó con
su clara letra redondeada, de hermosa caligrafía. Por entonces sufrió una aguda crisis alérgica por
el polvo acumulado en los archivos y perdió todas sus muelas o ¿Sería una descalificación general?
Visitó Roma, París, la Suiza con sus pequeñas poblaciones, Lisboa, Río de Janeiro, Montevideo,
Buenos Aires, Santiago de Chile y Lima. En 1887 regresó al Ecuador tras casi tres años de ausencia.
Nuevamente en Quito reasumió la secretaría del arzobispado y empezó a compaginar los datos
obtenidos en España. Fruto de este trabajo es la “Memoria Histórica sobre Mutis y la Expedición
Botánica en Bogotá”, que apareció merced al apoyo que le ^brindó el Secretario Municipal de
Quito
Dr. Leonidas Batallas Flores en 1905.
Metódico para el trabajo, leía despacio documento por documento y hoja por hoja para el análisis
y la crítica histórica con la cual se depura la verdad.
1887 editó “El Nuevo Mes de María” o explicación de la Salutación Angélica, en dos tomos; obra
empezada durante la travesía a Panamá. Una segunda edición se imprimirá en Madrid, en 1904.
Por muerte del Arcediano de la Catedral de Quito, Dr. Leopoldo Freire, lo llamaron a ocupar dicha
dignidad y con tal motivo el Arzobispo Ordóñez lo nombró Visitador Apostólico para las Diócesis de
Cuenca y Guayaquil.
En 1889 publicó “Refutaciones Históricas”. En 1890 escribió su “Ensayo sobre Lacordaire”. En
1891, en Quito, su Tomo II de la “Historia General del Ecuador”; en 1892 el Tomo III y el Atlas
Arqueológico, también llamado el Tomo innumerado con cuarenta y cuatro láminas de objetos
arqueológicos excavados por el autor y precedido por su estudio sobre la etnología nacional y “La
imprenta en el Ecuador durante el tiempo de la colonia”.
propios y adecuados. La iglesia en lo espiritual y el Estado en lo temporal o terrenal. Segundo:
La Competencia.- El Senado hubiera tenido que examinar la justicia o injusticia de la
excomunión, pena espiritual sometida al fuero eclesiástico y si el Senado hubiera hecho tal
examen habría usurpado la competencia de la Iglesia con grave escándalo para la religión. Así
era el pensamiento religioso de entonces.
Al saberse en Manabí la abstención de González Suárez, le acusó Schumacher nuevamente y le
recordó que mientras duró su visita arqueológica a Manabí no daba misas diarias, por lo que le
había llamado la atención varias veces. González Suárez contestó que sufría del estómago y
que el vino de consagrar le producía agrieras, saliendo a relucir una serie de incidentes
menores ocurridos entre Schumacher y González Suárez, pues el primero había obligado al
segundo a residir en la casa del anciano, probo y mansísimo sacerdote manabita Vicente Loor pero dominado en todo por Schumacher y posiblemente su confidente en asuntos domésticos
de poca monta.
Mientras tanto Pablo Herrera como el mayor conocedor de los archivos quiteños en esos
tiempos, había trabajado por encargo del padre Duranti una refutación a los principales
asuntos escandalosos contenidos en el Tomo IV, que salió publicada bajo el título de “La
Veracidad del Sr. Dr. Federico González Suárez en orden a ciertos hechos referidos en el Tomo
IV de su Historia General”, folleto que despertó las más encendidas pasiones. González Suárez
estaba recibiendo con la misma moneda de fanatismo, su oposición y censura al folleto “Carta
a los Obispos” de la autoría de Manuel Cornejo Cevallos ¡Así es la vida!
Schumacher felicitó a Duranti pero al mismo tiempo le recriminaba por no haber aclarado todo
el contenido del libro, calificando a González Suárez de ser una amenaza para los intereses
católicos”.
El Ministro de Negocios Eclesiástico del Ecuador ante la Santa Sede Leonidas A. Larrea comunicó al presidente Luís Cordero
la queja recibida contra González Suárez y éste le contestó que como el asunto era muy delicado, convenía que Su Señoría
dejara expedita la acción de la Santa Sede (con relación a la concesión del obispado de Ibarra) haciendo hincapié que era
falso que G. S. hubiera dado su voto adverso al de los demás eclesiásticos
en el incidente de la expulsión del Senador Felicísimo López.
En el confesionario hubo religiosos que me calificaron de apóstata y de corrompido reveló el
propio González Suárez, que se vio forzado a ausentarse a Ambato abatido por una cruel
depresión y no pudo leer ni escribir por varias semanas. De allí continuó a Riobamba, donde
redactó sus “Memorias intimas” e inició la “Defensa de mi criterio histórico” pero no llegó a
publicarlas por el advenimiento de la revolución liberal en Junio de 1895, con referencias
importantísimas para el conocimiento de los principales sucesos de su vida y en cuanto a sus
ideas generales dijo: No hay pasión más ciega que la política pues trastorna el juicio y
oscurece la razón… y sin embargo – digo yo – es la que salva a la nación de la mediocridad de
los gobernantes de turno.
A fines de 1894 la situación del país se tornó aún más crítica al darse a conocer el escándalo de
la venta de la bandera y el régimen presidencial de Luís Cordero se desmoronó con la
publicación del folleto “Censura de los actos administrativos” del Canónigo Juan de Dios
Campuzano, que despechado por su postergación a la ^ mitra de ibarra se había convertido en
el principal detractor del régimen. A principios de abril del 1895 al gobierno de Cordero
sucedió un período de inestabilidad política durante el cual ocuparon la presidencia de la
República interinamente Carlos Matheus Pacheco y Lucio Salazar Cabal hasta que se produjo el
advenimiento del liberalismo radical con la batalla de Gatazo en agosto de 1895, lo cual salvó
a González Suárez de su forzado exilio donde se hallaba en apretada situación por el mal
predicamento que le tenía el Arzobispo Pedro Rafael González Calisto.
Al fin fue electo Obispo de Ibarra y el 8 de diciembre tuvo lugar la consagración episcopal en
la Catedral de Quito con asistencia del Arzobispo, principales miembros del cabildo
eclesiástico y clero secular. Esa misma tarde inició el viaje a su diócesis y se posesionó de la
mitra la tarde del 15 de dicho mes y año entre aclamaciones populares y embanderamiento de
la ciudad. Durante los siguientes meses reorganizó el Cabildo eclesiástico, el seminario y
algunas costumbres que consideró pueblerinas como el uso y abuso de la música sacra para las
fiestas de navidad que le resultaba asaz bulliciosa prefiriendo para el efecto la música clásica
sacra de Juan Palestrina y de Luís Dentice.
En julio de 1900 publicó el folleto “Cuestiones Palpitantes”, analizando los sucesos ya reseñados y
libre de estas trabas y molestias aprovechó para insertar entre 1902 y 1903 en los Anales de la
Universidad Central su obra “Los aborígenes del Carchi e imbabura”, escrita a raíz de varias
excavaciones arqueológicas realizadas en 1900. Una segunda edición saldrá en 1908.
El 10 de Agosto de 1904 predicó en la Catedral de ibarra sobre el patriotismo como virtud
cristiana. El 06 ascendió finalmente al arzobispado de Quito por muerte de su antecesor y sin
oposición canónica porque la mayor parte de los prelados – nacionales y extranjeros – se hallan
desterrados y fuera del país. Ese año publicó “Estudios Literarios” en 191 págs. Entre el 07 y el 08
salió la segunda serie que continuó en 1909 con un tomo en 143 págs. y felicitó al Presidente Eloy
Alfaro y al Partido Liberal por la llegada del ferrocarril a Quito.
Los Estudios Literarios contienen: Dos palabras, Belleza literaria de la Biblia, Crítica literaria
poética del cristianismo, Los iniciadores de la restauración literaria católica en Francia,
Chateaubriand, La poética del Cristianismo, Crítica Literaria, fray Luís de León, Reminiscencias
Políticas, méritos de fray Luís de León, comparación entre Horacio y fray Luís de León, juicio
crítico de sus obras, El Evangelio, de la poesía épico cristiana, concepto de la Belleza, la Cristiada
del Padre Ojeda, la Teología Dogmática y la Poesía, El Paraíso perdido de Milton, las reglones de
Ultratumba en la poesía épica cristiana, La Divina Comedla, inicio sobre el poema, Literatura
Pagana y Literatura Cristiana, Poemas bíblicos de San Avito.
El 24 de Julio de 1909 reunió a un grupo de jóvenes, formó con ellos la Sociedad de Estudios Históricos Americanos y la presidió, que años más tarde se transformó en la Academia Nacional de Historia del Ecuador. Entre 1909 y 1913 publicó
tres volúmenes de opúsculos titulados: “Miscelánea”, “Nueva Miscelánea” y “Miscelánea Religiosa” con artículos ya
editados aunque poco conocidos, en 203 y 308 págs. respectivamente. En 1910 bendijo la bandera del batallón
universitario que marchó a la frontera sur a pelear con el Perú, compuso una “Arenga”, Presidió la Junta Patriótica
Nacional y dijo “Si la Patria debe morir, que lo haga peleando contra el enemigo y no envuelta en las sutiles redes de la
diplomacia”. En 1911
publicó dos tomos de “Obras Oratorias” donde recogió sus discursos.
En 1912 intervino en los sucesos posteriores al arrastre de los Alfaro tratando de calmar al populacho quiteño y en el
Boletín Eclesiástico tuvo palabras de encomio para la memoria del asesinado General Julio Andrade. A petición del
Municipio capitalino prologó largamente los “Escritos de Espejo”, en 1914 editó las “Advertencias para buscar, coleccionar
y clasificar objetos arqueológicos pertenecientes a los indígenas, antiguos pobladores del territorio ecuatoriano” y en 1915
aparecieron las “Notas Arqueológicas.”
Cansado de tantos trabajos y aquejado de uremia, murió en Quito, el sábado 1 de diciembre de 1917, a los setenta y tres
años de edad y once de arzobispado y según comentó el populacho por no poder miccionar. El Estado decretó honras
fúnebres. El sepelio fue suntuoso y oficial, pero frío por solemne, pues el ilustre decesado no tenía parientes íntimos ni
amigos de confianza, y sus discípulos los americanistas le guardaban temor reverencial. Por eso nadie derramó una lágrima
entre los miles de asistentes, según confesó un testigo presencial.
Su amigo el periodista Nicolás Jiménez escribió un hermoso y completo esbozo biográfico que más importancia dio a lo
literario que a lo histórico. La Academia Nacional de Historia patrocinó en 1937 la publicación de “Defensa de mi criterio
histórico” y Monseñor Manuel María Pólit Lazo editó dos gruesos volúmenes titulados “Obras pastorales del limo. Sr. Dr. Dn.
Federico González Suárez”. En 1930 apareció “Memorias Íntimas” que alcanzó gran éxito y se reeditó un año después y
luego en 1936, en esta última edición figura como apéndice la biografía escrita por Nicolás Jiménez y las “anotaciones”
que comenzó a escribir Monseñor Pólit antes de su muerte.
El retrato moral y físico del gran Arzobispo lo muestra tranquilo y apacible en el trato familiar y cuando estaba de buen
humor, aunque fue serio y severo en el ejercicio del ministerio sacerdotal. De temperamento nervioso y sensible, al
contemplar su rostro bien a las claras se adivinaba un sentimiento de tristeza profunda que dominaba su alma noble y
generosa. Sus modales decorosos y dignos inspiraban respeto y aún veneración. Tenaz en sus propósitos y firme en sus
resoluciones, nunca le faltó elvalor para llevar a cabo empresas de trascendental importancia. “Sobrio y Laborioso” solía
decir que el honor era el premio a la virtud.
El andar lento y mesurado. Melancólico, pesimista y misógino, huía del trato social creyendo con ello que ganaba tiempo y
no se comprometía en etiquetas. Pocos, poquísimos amigos, aunque cultivó la amistad de los hermanos Batallas Flores,
sobre todo la casa de los tres solteros que vivían con tres hermanas igualmente solteras cuya casa visitaba todas las tardes
durante una hora para tertuliar pues los dos casados vivían con sus familias aparte, pero a las tres hermanas las veía
solamente dos o tres veces al año pues no era costumbre que las mujeres salieran a recibir. Casi nunca reía, tenía la
mirada triste, melancólica y penetrante y según opinó erradamente Leonidas Batallas la tristeza es el carácter distintivo
del sabio ¡Que cosas!.
Su estatura pequeña y la cabeza bien conformada, el cabello entrecano. La nariz larga, la boca grande, los labios gruesos
y algo extendidos al terminar en su parte inferior, las mejillas blancas y rosadas.
Formó discípulos en las disciplinas históricas y una nueva generación de sacerdotes más a tono con la nueva realidad del
país. Sirvió de puente y evitó el abismo entre dos mundos, el decimonónico que él clausuró y el siglo XX que inauguró con
su influyente personalidad de sabio y sacerdote.
Al recibir a cualquier persona levantaba la cabeza y el pecho para mirarla de frente, gesto que le daba un aire señorial y
regio, como de quien no se intimida ante nadie y que infundía respeto y algo de turbación en cuantos se le acercaban,
sobre todo la primera vez.
De índole comunicativa en la intimidad, en Cuenca gustaba de la conversación y de las tertulias de amigos, deleitándolos
con las anécdotas que refería con gran franqueza y cierto salado gracejo, pero en Quito vivió solo en Palacio y tuvo por
costumbre jamás visitar a señoras, ni a monjas de claustro, por mucha edad que tuvieren, pues en eso del trato con las
mujeres jamás dejó de ser un misógino, es decir, un sujeto huraño, aparte del sexo opuesto.
Su mayor obra es la Historia General del Ecuador compuesta de siete tomos más el Atlas Arqueológico aparecidos entre
1890 y 1903, libro clásico enlas bellas letras ecuatorianas. Para su autor, la historia no es solamente una obra de arte, es
una ciencia de edificación moral, que va presentando los hechos humanos, y plantea reglas de conducta para las
generaciones sucesivas. Por eso el historiador debe ser imparcial y severo en sus narraciones y apreciaciones sobre hechos
sucedidos.
Una de sus obras más bellas es “La hermosura de la naturaleza y sentimiento estético de ella” que salió con prólogo de su
amigo Menéndez y Pelayo y contiene magníficas descripciones del paisaje ecuatoriano. Fue también el primer ecuatoriano
en evaluar la obra inmensa de Pedro Vicente Maldonado, primer geógrafo ecuatoriano.
En 1875 murió asesinado en Quito el tirano Gabriel García Moreno y el 76 subió al poder su
sucesor Antonio Borrero Cortázar que gobernó sin apoyarse en los liberales, pero meses más
tarde triunfó la revolución del General Ignacio de Veintemilla y su padre regresó finalmente al
país. Nicolás Augusto tenía dieciocho años y tradujo del francés la poesía “La Vieja Bandera
tricolor” del General Beranguer, composición que anunciaba su claro ideario liberal.
Por esos días escribió el drama en tres actos y en verso titulado “Hojas Secas” en 64 págs. Al
año siguiente su amigo el General Cornelio E. Vernaza lo recomendó a Juan Bautista Elizalde
Pareja y juntos fundaron el diario “La Nación” de Guayaquil. González fue redactor único y
fijo para escribir los editoriales, regularmente las crónicas, una bien trazada revista de la
quincena y hasta contribuía con sus composiciones en la sección literaria denominada “El
Parnaso” bajo el pseudónimo de “El Hijo del dolor”, despertándose un noble empeño en la
juventud intelectual del Guayas.
En 1878 figuró entre los editores de “El Imparcial” que dirigió el escritor proletario Torcuato
Follaín y cuyos ^ talleres fueron destruidos por el gobierno. En septiembre del 79, sus
escritores fueron perseguidos y presos, Nicolás Augusto fue llevado a Quito y tras diecinueve
días en prisión le visitó el General Veintemilla que le hizo su secretario privado con cien pesos
mensuales, por esa su amabilidad y cortesanía que siempre le abría las puertas y conquistaba
los corazones. El 79, a causa de una colaboración poética en “El Fénix” de la capital, criticada
por José Modesto Espinosa, polemizó sobre literatura, para lo cual fundó en Noviembre, en la
imprenta del Gobierno, el bisemanario político y científico “El Orden” donde escribió de todo,
desde versos y novelas de folletín de carácter filosófico y social, hasta artículos sobre el
régimen municipal, política, finanzas, arte y unos “Retratos a pluma del Partido Negro del
Ecuador” contra las principales figuras del garcianismo, también criticó a Juan Montalvo por
atacar al régimen y defendió la honra “del más angelical y puro de los seres” – Marietta de
Veintemilla Marconi – secretaria y sobrina del Presidente.
En “El Orden” fomentó las bellas letras y cuando en 1880 arribó de paso por América Latina la
célebre viajera y escritora Emilia Serrano García, natural de Granada, más conocida como la
que se conoce una segunda edición en 1886 en Lima, y “Miguel de Santiago” en tres actos, “cuyo
tema sugiere posibilidades dramáticas diferentes y mucho más interesantes para el teatro
ecuatoriano.”
De regreso a Guayaquil desempeñó la secretaría del Concejo Cantonal y publicó “Ensayos
Poéticos”, ramillete en que juntó sus pesias con las de Baquerizo Moreno y Juan Illingworth Ycaza,
en 202 págs.
En 1883 fue Secretario de la Gobernación de Los Ríos con asiento en Babahoyo. El 84 editó en “La
Nación” una historieta que parece cuento y no lo es, titulada “Al Abordaje”.
El 16 de febrero de ese año había aparecido la primera edición del diario “El Telégrafo” bajo la
dirección de Juan Murillo Miró contando con Nicolás Augusto González de primer Redactor, que a
mediados de año se ausentó a Guatemala llamado por el Presidente de esa nación General Justo
Rufino Barrios, quien le guardaba una afectuosa amistad y brindó su protección haciéndole su
Secretario privado y Director del “Diario de Centroamérica” órgano oficial de ese gobierno. Un
artículo suyo originó la histórica polémica sobre el suicidio de la gran poeta ecuatoriana Dolores
Veintemilla de Galindo.
En 1885 se hallaba atareado escribiendo sus Memorias cuando estalló la guerra con la vecina
república de El Salvador. Barrios dirigió la invasión, pero murió el 3 de Abril de 1885 en la batalla
de Chalchupa. González, que estaba a su lado, salvó la vida, poco después publicó la hoja
“Justicia Nacional” sobre una tentativa de asesinato al General Alfaro y el 15 de septiembre
pronunció un discurso en el templo masónico “Escuela de Cristo” por la celebración del 64
aniversario de la independencia de Guatemala, impreso en 17 págs. Era activista masónico y llegó
a Gran Maestro grado 33.
En 1886 consiguió trabajo en la redacción del diario “El Comercio” de Lima y con tres hijos
naturales que criaba por muerte de la madre y a los que mantenía consigo, raptó a la joven Delia
Castro Márquez de casa de sus padres, que estaba al lado del edificio de El Comercio, subiendo
por una escalera y entrando por la ventana del cuarto de ella, pero enseguida se casó.
Delia Castro Márquez, llamaba la hermosa quinceañera muy menor a él que ya frisaba en los veintiochoaños. Ella era “de
cabellos negros y sedosos”, que conoció porque ella acostumbraba trepar al techo de una casa vecina movida por la
curiosidad de observar el interior de la imprenta de El Comercio. González llevó al matrimonio a sus hijos y así, de
improviso, la joven desposada fue madre adoptiva y esposa al mismo tiempo. Ella era hija legítima de Juan Castro y
Ocete, célebre tenor, actor y escritor español natural de la villa de Motril y llegado á Lima en una compañía de Opera y de
Manuela Antonia Márquez y García de Saavedra, hermana entera de los poetas y literatos peruanos José Arnoldo y Luís
Enrique Márquez, ambos laureados.
Ese año publicó en Lima el folleto político “Caines de oficio” sobre la conspiración del Presidente Plácido Caamaño para
asesinar a Eloy Alfaro en Centroamérica, en 58 págs. El folleto causó revuelo internacional y situó a González en la
avanzada del radicalismo americano, enemistándole para siempre con Caamaño.
En 1887 salió electo Diputado por Esmeraldas pero el gobierno anuló la elección. Entonces la librería limeña “Boix –
Ferrer” encomendó a tres literatos notables la tarea de escribir los episodios nacionales de la Guerra del Pacífico en
lenguaje sencillo, claro, breve y de fácil comprensión. González compuso él solo un grueso volumen titulado “Nuestros
Héroes” que a visto varias ediciones. Conozco la de Barcelona, profusamente ilustrada, de fines de siglo pasado y una última que acaba de editar el gobierno peruano.
Poco después el Dr. César Cordero escribió en Lima sin su firma un artículo histórico sobre el crimen del Mariscal Sucre.
Julio Salazar Arboleda, hermano del General Francisco X. Salazar, Ministro Plenipotenciario del Ecuador, lo atribuyó
equivocadamente a Nicolás Augusto. Este se defendió por la prensa. Alfaro, que residía exiliado en la capital peruana,
aprovechó del incidente para entregarle algunos apuntamientos sobre aquel asesinato, que el joven ecuatoriano Miguel
Rivadeneira Andrade había obtenido de manos de Ricardo Palma y éste a su vez del viejo bibliotecario nacional de Lima,
Francisco de Paula Vigil, De allí surgió su mayor y más importante obra “Cuestión Histórica, el asesinato del Gran Mariscal
de Ayacucho” en la que acusó del crimen al General Juan José Flores y cuyos dos primeros volúmenes aparecieron entre
1887 y 89 desatando en su contra la persecución y el odio del nuevo Presidente ecuatoriano
Dr. Antonio Flores Jijón, quien trató de impedir la circulación de la obra haciéndola retirar de las librerías y hasta de las
puertas del diario “El Comercio” aunque de otros órganos de la prensa limeña le fueron negadas. Por entonces solo
colaboró en la revista “La Opinión Pública” de Guayaquil y el 88 dio a luz el poema dramático, original y en verso, titulado
“El Águila Cautiva” en 47 págs. y el 89 “Mignon” arreglo en verso castellano en tres actos y cinco cuadros de la ópera de
ese nombre, que triunfó dieciocho noches seguidas en el teatro “Lara” de Lima con llenos completos y el drama en verso
“Fuegos Fatuos” aparecido en la revista “Social” de esa capital. También zahería con artículos urtipicantes al Presidente
Flores bajo el pseudónimo de “Isidorito” usado a medias con Luís Felipe Carbo y Amador, en clara alusión a un sobrino de
dicho Presidente, llamado Isidoro Barriga y Flores, fallecido en Quito de solamente quince años a causa de una fiebre
tifoidea, en cuya memoria su tio había publicado un folleto conteniendo una elegía fúnebre con ese título.
En 1890 sus hijas Haydee y América enfermaron gravemente de viruelas y temeroso del contagio dispersó a la familia y
pasó con ellas a un pequeño hotelito de propiedad de la señora Rosario Henríques en el callejón de Petateros donde
permanecieron un mes.
Mientras tanto moría la pequeña América pero se logró salvar a su hermana y cuando quiso salir del hotel encontró que
debía más de cien soles, de los cuales solo pudo abonar cuarenta y por saldo dejó el baúl con ropas, libros y manuscritos.
Allí quedaron varios de sus originales y entre ellos el tercer volumen de su “Cuestión Histórica”. Entonces decidió regresar
al Ecuador pues su situación económica se había vuelto extremadamente estrecha, recordó que su amigo Leonidas Pallares
Arteta era secretario de la presidencia de la República, le pidió un salvo conducto pero este se lo condicionó a que
previamente debía humillarse ante el Presidente Flores Jijón.
González no estaba enjuiciado, mas temía la retaliación de la poderosa familia Flores, así pues, consultó con el notable
abogado Dr. Lorenzo Rufo Peña León, quien le aseguró que el crimen de Sucre estaba prescrito y en consecuencia
cualquier incidente relacionado con dicho acontecimiento histórico era extemporáneo. Con todo, le prometió su
patrocinio profesional en caso de necesidad y le aconsejó viajar a Guayaquil. González prefirió esperar el final del período
presidencial de Flores Jijón y entonces aprestó las maletas.
La sociedad limeña lo despidió cariñosamente y hasta hubo una función de teatro en su beneficio con lleno completo pues
había ganado la general simpatía. El 7 de Mayo de 1892 arribó a Guayaquil con su familia tras ocho años de ausencia.
Venía aureolado por su reciente ingreso a la Academia Nacional de Historia de Venezuela y por su calidad de miembro del
Ateneo de Quito y del Círculo de Periodistas Literarios de Lima donde había sido secretario, pero también le acompañaba
como lastre su fama de escritor polémico, Masón grado 33 y activista liberal radical.
La prensa le tuvo de inmediato en su seno y pronto menudearon las solicitudes de colaboraciones. El periodista José de
Lapierre le consiguió la dirección de la Escuela de Letras Rocafuerte de la Sociedad Filantrópica del Guayas, pero a pesar
de la buena labor que allí desarrolló y de los brillantísimos exámenes que rindieron sus alumnos a fin del año lectivo, tuvo
que renunciar por la prensa ante la injusta persecución que le hizo el presidente de dicha entidad Francisco García Avilés,
que estaba emparentado politicamente con los Caamaño.
Con Lapierre colaboró en el diario “El Tiempo” y en el semanario “La Alborada”, oponiéndose a la candidatura
presidencial del candidato progresista General Francisco X. Salazar con una serie de fuertes artículos aparecidos en el
periódico “Los Andes” que dirigía.
A poco falleció Salazar de fiebre amarilla y los progresistas le sustituyeron con el Dr. Luis Cordero Crespo, mientras los
liberales radicales unificaban fuerzas con los conservadores en torno al Dr. Camilo Ponce Ortiz. Contra ese pacto escribió
González, le salió al paso Manuel J. Calle y se insultaron por la prensa. Calle le dijo que era el tostado de las letras
nacionales y éste le respondió: ratón de altar chiquito, bizco, torcido de ojo como de alma, y no se volvieron a tratar el
resto de la vida.
En 1891 se mantenía en suma pobreza, habitaba con su numerosa familia en un tugurio en el callejón Loja en Ciudavieja –
oscurito y estrecho cucurucho, casi una buhardilla.
mantuvo una violentísima polémica con el periodista Vicente Becerra dueño de “El Globo” por
un llamado a la cordura que realizó González Tola para evitar el conflicto armado con el Perú.
Una noche, la turba armada fue a su casa a gritarle: peruano traidor y otras lindezas, pero
este no se amilanó y les enfrentó desde su balcón y utilizando palabras vibrantes y magnéticas
logró calmarlos y hacerles disolver, aunque poco faltó para que lo lincharan.
En 1893 su amigo el poeta Numa Pompilio Liona y el Cónsul de España en Guayaquil Juan
Rodríguez Rubí, le solicitaron al Ministro del Interior Pablo Herrera, el nombramiento de Cónsul
del Ecuador en alguna ciudad de Europa, pues tenía un hijo que necesitaba atención inmediata
porque estaba paralítico a consecuencia de una desgraciada pelea callejera en Lima y a pesar del tratamiento que años más tarde le hicieron en Europa no logró la total rehabilitación.
En 1894 fue designado Cónsul en Jerez de la Frontera, Extremadura, España, pero sus
enemigos inventaron la patraña que había vendido al gobierno los originales de sus restantes
volúmenes de “Cuestión Histórica” y ya iba a viajar cuando se conoció el ^ vergonzoso asunto
del negociado de la venta de la bandera, principiaron las revueltas y en una de ellas murió su
concuñado Gabriel Urbina Jado. Para colmos, en medio del caos, Fernando García Drouet, más
por retaliaciones y odios personales, ordenó su destierro a Panamá.
Al triunfo de la revolución Liberal el 5 de junio de 1895, con dinero facilitado por Alfaro
despignoró su famoso baúl y salieron a la luz los volúmenes tercero y cuarto de su “Cuestión
Histórica” entre 1895 y el 96, cubriendo el gobierno los gastos de imprenta. La obra tiene una
extensión total de 530 páginas aproximadamente y está considerada maestra en su género, por
la abundancia del material consultado, fácil y hermoso estilo, lógica irrebatible en sus
conclusiones.
En 1896 editó su composición poética “Cuba”, cuatro palabras sobre la revolución de Febrero
del año anterior en que perdió la vida José Martí, en 14 págs. En este asunto de la libertad de
Cuba, como en muchos otros asuntos y materias, Nicolás Augusto González Tola fue un
periodista de avanzado ideario liberal.
El 97, por chismes y malos entendidos de personas que querían hacerle daño
solicitó a su amigo el Presidente de Guatemala, General Manuel Estrada Cabrera, le lleve a ese
país, como efectivamente ocurrió. A fines de año se instaló con los suyos en esa capital, dirigió el
periódico oficial y preparó las elecciones.
A principios de 1908 su hija Blanca Delia cayó gravísima con tifus y aunque sanó, quedó tan
delicada del corazón, que falleció tras sufrir un infarto. Tenía dieciocho años solamente. No
pudiendo soportar el dolor de su ausencia, su padre solicitó al Presidente Estrada Cabrera que lo
envíe de Cónsul a cualquier parte de Europa.
Superada la crisis partió en Abril a Málaga, cumpliéndose su sueño de conocer Europa. Fueron con
él sus dos hijos mayores, Víctor, para someterse a un tratamiento y Nicolás Augusto. Ofreció
mandar a recoger a su esposa y al resto de la familia. Ese año editó en Madrid su novela “La
Llaga” en 250 págs. y el poemario “Himno y Cenizas” en 176 págs. con prólogo de Luis Villarazo
hijo; pero en Málaga conoció a la joven española Luisa de Perera, de solamente catorce años de
edad, con quien empezó a hacer vida marital, complicándose la existencia. Después se casarían.
Haciendo trampita pues seguía casado en Lima con la señora Castro, pero dicho matrimonio jamás
se había inscrito en España, de suerte que en dicho país era de estado civil soltero.
En 1909 publicó “Bronces” en 246 págs. en la editorial Garnier hermanos de París con prólogo de
Luis Villarazo hijo y datos biográficos del literato por Adolfo Jiménez Casado. Ese año editó
“Horizontes” en 219 págs. igualmente en Garnier hermanos, con poemas escritos desde 1 899 que
causaron furor en Guayaquil por sus versos aconsonantados y modernistas. “Mi Musa” una de cuyas
estrofas dice así // ¿Qué es mi Musa? / No es la pálida, la anémica buscona / que su silueta
confusa / refleja en el lodo y la sien corona / con lirios marchitos, con crenchas teñidas / con el
oro falso de agua oxigenada / No es mi ardiente musa como esas pérdidas / que corren las calles
en noche callada…// de manera que bien puede figurar entre los precursores del movimiento
modernista en el Ecuador.
A los pocos meses ese año 9 cesó en sus funciones y más tarde – en 1910 – regresó a Guayaquil acompañado de la señora de
Perera. Su hijo mayor Nicolás Augusto seguía en España estudiando mientras su esposa e hijas
Barcelona una retractación notarizada de lo expuesto en su libro “Cuestiones Históricas” y hasta pignoró su “inmenso
bagaje literario a Madame Candiel en Marsella y a Madame Vda. de Serré en Burdeos”, que jamás pudo ser recuperado a
pesar de las gestiones que realizaron tras su muerte los albaceas.
De nuevo en Guayaquil escribió para numerosas publicaciones, entre otras para “El Diario Ilustrado” y en “El Grito del
Pueblo Ecuatoriano” abrió una columna y usó el seudónimo de “Antisana” que pronto hizo famoso. Era considerado uno de
los periodistas más importantes del continente americano y sus obras circulaban a nivel internacional.
“De espíritu sumamente liberal e ilustrado, poeta inspiradísimo”, vivía en un departamento bajo alquilado en la segunda
cuadra de la calle Bolívar en honorable pobreza, aquejado de una molestosa nefritis y veía desfilar sus penas frente a la
ventana, pensando en sus hijas que pasaban vicisitudes en Lima, donde trabajaban de obreras.
En 1916 empezó a publicar por entregas en El Grito del Pueblo Ecuatoriano su obra “La Herencia del Dolor”, cuyos
originales se conservaban hasta 1949 en la Biblioteca de Autores Nacionales “Carlos A. Rolando”.
A principios del 17 fue nombrado por su amigo el Presidente Baquerizo Moreno, encargado de negocios en Buenos Aires y al
anuncio de su viaje se formó un Comité presidido por el Dr. José Luís Tamayo para obsequiarle una Lira de Oro
primorosamente labrada y un Álbum autográfico como anteriormente se le había entregado a Numa Pompilio Liona y a
Dolores Sucre. El Apoteosis del poeta se realizó en el Salón de Honor del Rocafuerte, que la revista literaria Renacimiento
calificó de acto grandioso y elocuente en todos sus detalles. Entonces recitó su canto “Amor y Patria” que el comité editó
en 12 págs. y escribió su testamento literario designando a Francisco J. Falques Ampuero “el poeta digno de heredar la lira que Liona me legó en pública actuación.”
Tras este Canto del Cisne pues se sabía su delicado estado de salud y la proximidad de su fin, partió con doña Luisa y su
hijita recién nacida, a quien le decía Coqui, sabiendo que no iba a regresar. En el Callao se emocionó con sus hijas
mayores (las González Castro) que no le guardaban rencor por el abandono en que las dejó ylloró al abrazarlas, siguió a
Santiago de Chile donde le robaron su equipaje, perdió la Lira y el Álbum. Su hijo Nicolás Augusto, quien también le
acompañaba desde Lima, quedó en el hogar de una tía materna.
Al final arribó a Buenos Aires muy decaído espiritualmente; sin embargo, pronto comenzó a escribir la sección Vida
Internacional para el Diario La Prensa y en la Revista Ilustrada del Río de la Plata pero al enterarse del trágico fin de su
hija Haydee que murió envenenada en Guatemala mientras guardaba prisión a consecuencia de la labor periodística que
realizaba, sufrió un serio revés de salud y falleció el 18 de Enero de 1918, a consecuencia de un súbito ataque cerebral,
faltándole únicamente tres meses para cumplir sesenta años, aunque aparentaba más,
Sus restos fueron enterrados con honores en el panteón de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) del Cementerio de
Buenos Aires. El 19 su joven amigo el poeta Medardo Angel Silva en un artículo titulado Nosotros, publicado en el diario El
Telégrafo, le recordaba así: el viejo González pedía tregua al dolor para soñar un poco y tuvo para nosotros (los poetas
jóvenes) cariño de abuelo, poniendo la hélades de su invierno al contacto de nuestros estíos y dando de sus últimas
cosechas frutos ya madurados del árbol de su espíritu, que en actitud desesperada tendía aún hacia el vislumbrar lejano
del sol de las cumbres.
Su viuda casó en Buenos Aires con un caballero muy rico y tuvo un final feliz, rodeada de amor y comodidades. Falleció en
la década de 1980 en mar del platas.
En 1976 cuando desempeñé una de las concejalías de Guayaquil y siendo comisionado de Cultura solicité que se disponga
la repatriación de sus restos con honores pero el Alcalde contestó: dejemos que los muertos descansen en paz, a lo cual
respondí: ¿Quién le ha dicho que los poetas mueren? ellos viven y vivirán en sus versos mientras existan admiradores que
los sigan leyendo y recitando.
Está considerado el mayor dramaturgo ecuatoriano del siglo XIX, Ricardo Descalzi ha recogido en su Historia del Teatro
Ecuatoriano parte de su cuantiosa producción expresándose en los siguientes términos “Su repertorio dramático
comprende tragedias, comedias, juguetes cómicos, tanto en prosa como en verso, utilizando con más profusión la forma
poética.
Sus piezas, en número de cincuenta y más, las divide en uno y tres actos, estrenando varias de
ellas en Quito y Guayaquil alternativamente. Sus obras también se representaron en ciudades
de otros países, especialmente en Lima, donde vivió largas temporadas como desterrado o en
ostracismo, dedicado a la vida periodística. De entre ellas, todas escritas en verso a excepción
de “Por un Sereno”, vertida en prosa, podemos mencionar “Amor de Reina y amor de Esclava”,
drama en tres actos estrenado por la Compañía Gómez. “Flores y Espinas” sainete en un acto,
“Seductor que no seduce”, sainete en un acto. “Hojas secas”, drama de tres actos estrenado
por la Compañía María 0’ Lohalin, “En la edad está el misterio”, juguete cómico en un acto,
“El mundo del Hombre” drama en tres actos, “Tumba de un sueño”, drama trágico y fantástico
en tres actos. “El Águila Cautiva” drama trágico de un acto. “Miguel de Santiago” drama
histórico en tres actos, “En la frente del Maldito”, drama trágico en tres actos, “Entre el amor
y el honor”, comedia de tres actos, “Amor y Patria”, tragedia en tres actos.
Isaac Barrera ha dicho que González Tola nació con la inquietud que no le dejó por mucho
tiempo en ningún lugar y con tantas y tan magníficas disposiciones intelectuales que se
distinguió como cultivador en todos los géneros literarios con abundancia y prodigalidad que
asombran. Una abundancia de esta clase tiene que quitarle vigor a la obra. Escritor fecundo se
le ha llamado, no es una fecundidad tan solamente la que se encuentra de abundancia
intelectual, sino una fuerza tan grande, que tenia dificultad para detenerse. Estaba lleno de
energía y talvez procedía acosado por las necesidades. Recurría a la cantera inagotable de
ingenio y daba cuanto se le pedía. Periodistas de esos que saben captar el momento fugitivo
para ostentarlo ante los lectores, hizo en la prensa peruana célebre su pseudónimo de
Huancavilca y en Guayaquil escribió en numerosísimos periódicos y sobre todo asunto, por eso
el periodismo del Ecuador le debe mucho…
Poeta romántico, aunque inspirado en los maestros franceses y por ello precursor del
modernismo en el Ecuador. Autor prolífico que mantuvo su vocación dramática y periodística, a
la par de novelista e historiador. Pero tuvo la mala suerte de ser pobre, vivir en un país pobre,
lleno de hijos que mantener, y por eso su vida fue un drama largo y penoso porque le faltó
día se hizo la pava a Ayangue con sus compañeros Iván Rivadeneira, Philip Holst v Zacarías Viten’.
Se bañaron en la playa, comieron pescado y dibujó a los nativos; mas, al día siguiente, se
sorprendieron al saber que habían sido descubiertos y existía orden de expulsión. Para librarse de
la pena realizó el busto en yeso del rector y un dibujo a la plumilla del Inspector General, quienes
resultaron tan gratamente sorprendidos, que todo fue olvidado y los infractores pudieron regresar
a clases.
En otra oportunidad, al ponerse de moda entre los estudiantes el uso de abundantes melenas,
hubo una disposición general para que se las corten, pero logro evadir la orden sujetando el
cabello hacia atrás y cuando pensaba que se había salido con la suya, una tarde que pasó por el frente del Batallón Quinto Guayas, ubicado entonces en el edificio de la antigua Aduana cerca de
Las Peñas, fue interceptado por varios militares que le llevaron al interior y se la cortaron al rape.
Medio repuesto de la impresión solo atinó a correr hacia su casa y encerrado en su dormitorio no
salió hasta que le volvió a crecer el pelo. Sus padres vivían preocupados por esta sensibilidad del
joven, explicable únicamente por su temperamento de artista.
Tras esta gran tristeza y frustración salió del Colegio y su tío Hugo Gonzenbach le tomó a cargo con su hermano mellizo
Ricardo, formando la tripulación de un yate de su propiedad y se iban a regatear los fines de semana por las aguas de la
ría v del golfo hasta salir a mar abierto en Salinas. Esta terapia surtió sus efectos y como también aconsejó que le
matricularan en la Escuela Municipal de Bellas Artes, volvió a experimentar la alegría de vivir su arte a plenitud en un
magnífico ambiente, El cuerpo de profesores estaba formado por César Andrade Faini, Enrique Tábara, Jaime Villa, Peter
Musfelt, Luis Miranda, Ana von Buchwald, Abel Tandazo, Abdón Calderón, Celso Moya, Yolanda Valverde de Miranda. Sus
mejores amigos y compañeros fueron Carlos Morales, Alberto Carcelén, Eloy Cumbe, Tito Montenegro, Silvia Rojas. “A la
salida de clases iba a las calles, montaba un pequeño caballete en cualquier esquina y mientras los curiosos se acercaban
comenzaba a dibujar, o simplemente me sentaba en las veredas a plasmar las fachadas de las casas antiguas, las chazas, a
los vendedores ambulantes de colchones, de ollas, a los soldadores, etc. todo era
un pregonar de esa época pues pintaba lo que veía, lo que sentía, vendía cada plumilla a
quinientos sucres y pronto me hice conocer.”
También solía recoger paisajes típicos campestres, motivos retóricos que cobraban vida por sus
trazos certeros, influenciados por la obra que Roura Oxandaberro ejecutara entre los años 30 y 50.
En esta primera etapa que llamó de los Contrastes y que va de 1975 hasta el 81 iniciada en el
paisaje urbano y terminada en el rural, usó pluma, tinta china y lápiz al carboncillo, en síntesis
luces y sombras, pero no tentó el óleo, demostrando únicamente que sabía dibujar lo cual es poco
común en los artistas de nuestra urbe.
Aún estudiante obtuvo el Primer Premio en el Concurso de Afiches organizado por la Cruz Roja
Provincial del Guayas sobre el tema “La Prevención de Incendios” bajo el seudónimo de Sagitario,
así como una de las menciones honoríficas en el Concurso de Plumillas, pero seguía siendo un ser
solitario que difícilmente se integraba con sus compañeros de la Escuela de Bellas Artes; en
cambio, por vivir en Las Peñas, recorría diariamente los talleres vecinos y trató a los ^ pintores
Antonio del Campo, Manuel
Yara, Héctor Ramírez, los hermanos Hugo y Luís Lara, Fernando Andrade y cuando Manuel Rendón
estaba en tránsito por Guayaquil le recibía en su departamento de Las Peñas. En cierta ocasión
hasta le hizo un retrato al lápiz. El 73 Yela Loffredo de Klein le llevó al Museo Municipal, sus
treinta dibujos a plumilla sobre Guayaquil se vendieron inmediatamente. La Muestra constituyó un
éxito, Federico se mostró diestro en el dibujo. Ya era miembro de la Asociación Cultural Las Peñas
y puso taller propio en Numa Pompillo Liona No. 160. El 76 y el 77 expuso en el Centro Ecuatoriano
Norteamericano. El 80 en la Sociedad Femenina de Cultura tendría solo veinticuatro años, vendía
todo lo que dibujaba con gran facilidad.
Ese año adquirió a su tío Hugo en cincuenta mil sucres una camioneta usada con la cual empezó a
vender sus obras a las empresas ubicadas en la vía a Daule. Entraba, se hacia anunciar de la
secretaria y convencía a los gerentes. En otras ocasiones visitaba los bancos, siempre con buenos
resultados.
El 82 decidió romper sus propios esquemas de dibujante, utilizar óleos sobre tela y lanzarse a la
conquista del
sabiamente con verdes y magentas formando una abigarrada superficie de símbolos y
personajes.
Desde el 90 cambió a una cuarta Etapa más bien figurativa y religiosa, de enorme
simplificación, que ha denominado “Rostros de Amor” porque son una forma de acercamiento
espiritual a la vida del hombre común. Pintura directa, en tonalidades adecuadas al gusto del
público, primeros planos de rostros sabiamente trabajados, más bien clásicos, arios y no
mestizos, de Jesús y María, que lucen sugerentes miradas influenciadas por los rostros que en
los años veinte dieran tanta fama a Víctor Mideros Almeida, de suerte que en esta etapa
Federico no aporta ninguna novedad formal al arte sacro ecuatoriano. En suma, un esfuerzo
más en su trayectoria laboriosa.
El 93 recibió una de las Menciones de Honor en la IV Bienal Internacional de Pintura celebrada
en Cuenca. El 96 le fue conferido en New York el premio “World Wide Fine Arts Promotions”
por su óleo sobre tela “Maja Erótica”, composición rica en símbolos y en representaciones.
Sus obras figurativas y hermosas forman parte de diversas colecciones privadas en países tales
como España, Suiza, Francia, Checoslovaquia, Japón, Rusia y Estados Unidos.
Pronto surgió una quinta etapa de su arte llamada “Catarsis” con abstracciones y colores del
Alma, originada en la libertad del yo interior y sus energías etéreas. “Escucho y siento el ritmo
de los colores y como se ligan entre sí al ritmo que impone mis emociones.”
El 2012 presentó una muestra titulada Guayaquil y su antigua infancia en el hotel boutique Mansión del Río en Las Peñas. Fueron treinta óleos pintados a espátula, alto relieve y colores
claros realzados por la luz tropical.