GONZÁLEZ PRADA MANUEL

IDEOLOGO. Nació en Lima en 1848, escritor, poeta, sirvió de maestro a la generación española del 98. Su familia era

linajuda y rica, tradicional y religiosa y lo matricularon en el Colegio inglés de Valparaíso pero no concluyó sus estudios y

al regreso a Lima intentó hacerse sacerdote aunque luego escapó del Seminario para iniciar cursos de Derecho que

tampoco terminó pues era un espíritu libre, autónomo, aunque no anárquico.

Entonces se fue a una lejana propiedad rural donde permaneció siete años cultivando su espíritu y

su inteligencia con la lectura de los clásicos griegos y latinos y también a los románticos alemanes.

En el Perú, admiraba a los heterodoxos Mariátegui, Vigil y Amézaga que estremecían a la iglesia

tradicional con sus libros y folletos.

A los veinte años había empezado a escribir versos y en 1869 publicó “Amor” soneto que comienza

así: fragmento. // Si eres amor, un bien del alto cielo / ¿Por qué las dudas, el gemido, el llanto, /

la desconfianza, el torcedor quebranto, / las turbias noches de febril desvelo? // y hubiera

continuado por esos derroteros poéticos de no haber sobrevenido la guerra contra Chile que le

impactó enormemente en 1879, transformando de raíz su vida y aunque no podía admirar a

Piérola, se decidió a servir a su gobierno por patriotismo; sin embargo, al llegar la derrota se

encerró en su casa y no salió sino a la partida de los enemigos de su Patria meses más tarde.

De esos tiempos de protesta fueron “Cuartos para hombres vacíos”, “La redención de la mujer o la

dama ^ de los tomates” y “Ortometría”.

En 1885 comenzó a escribir para la prensa. “El Comercio” de Lima lo nombró editorialista. Era

descreído en religión, democrático, cientista y positivista y en su vida privada solterón y literato,

por eso ocupó la presidencia de la sociedad de la “Bohemia Literaria” y escribió para el periódico

“La Sabatina” donde rompió lanzas con Ricardo Palma, criticando sus Crónicas de la siguiente

manera: “Quién escribe hoy desea vivir mañana, debe pertenecer al día, a la hora, al momento en

que maneja la pluma. Si un autor sale de su tiempo ha de ser para adivinar las cosas futuras, no

para desenterrar ideas y palabras muertas. Arcaísmo implica retroceso… En el prosador de largo

aliento, las ideas desfilan bajo la bóveda del cráneo como hilera de palomas blancas bajo la

cúpula de un templo … Inútil resultaría la emancipación política si en la forma nos limitáramos al

exagerado purismo de Madrid, sí en el fondo nos sometiéramos al Syllabus de Roma…

Tales ideas le acarrearon las mayores invectivas que se dijeron en su tiempo, pero siguió igual, como que tenía el suficiente dinero para reírse del mundo sin torcer derroteros ni claudicar sus

ideas. Palma quedó amoscado y hasta

Paris y estuvo siete años, mientras los últimos regímenes militares peruanos se desmoronaban

y sucumbían ante la revolución que él había ayudado a fraguar.

En 1895 protesto por la unión de civiles y militares con Nicolás de Piérola, los obreros y

estudiantes le hicieron numerosas manifestaciones, dedicadas “al maestro González Prada”

figura indiscutible de la izquierda más avanzada de américa y prosista parnasiano que acuñaba

cadafrases con singulares muestras de inteligencia y amor.

En su vejez, vivió casi setenta y cuatro años y falleció en 1918, fue jefe de los nuevos

escritores como Abraham Valdelomar, José María Eguren, Cesar Vallejo, Luis Alberto Sánchez,

Raúl Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui y Percy Gibson que lo comparaban con Juan

Montalvo, José Martí, Domingo Faustino Sarmiento y Eugenio María de Hostos.

Miguel de Unamuno lo admiraba desde España y se hermanaba con González Prada por haber

sido ambos, producto de dos desastres nacionales.

En 1912 ocupo la dirección de la Biblioteca Nacional del Perú, el 16 se dejó entrevistar, lo que

nunca había ocurrido antes y al ser preguntado si creía en Dios contestó: Yo fui en mi juventud

un ateo convencido y resuelto. Tan arraigadas estaban en milas convicciones que profesaba,

que ni un aleteo de dudas sombreó en aquella época, la marcha rectilínea de mi pensar en

materia religiosa. Después, en mi viaje a Europa, no sé si por reflejo de la reciedumbre de las

convicciones de la masa o por causas inexplicables, empecé a olvidar.

“No fue un negador ni confundió al indígena como raza biológica, lo trato como grupo social

proletario, dándole la oportunidad de escalar a través de la razón, la cultura y la igualdad.

Creyó en la juventud, cultivó las rosas de sus versos y creyó en un futuro mejor para américa.