MAESTRO ERUDITO. Nació en Madrid el 20 de Julio de 1919. Hijo legítimo de Ezequiel González Vázquez, ingeniero de
montes, profesor universitario, autor de un Tratado General de Silvicultura, sabio especialista en esa materia y de
Mercedes Mas Forns, naturales de Cortelazor en Huelva y de Madrid respectivamente y tuvo por apodo familiar el nombre
de Tino.
Nació en la Calle de Fomento en una casa donde había vivido el poeta Leandro Fernández Moratín y “no faltará un
ambiente erudito en su familia” pues su padre era una autoridad en el cultivo de los bosques y montes y siendo Ezequiel el
segundo de seis hermanos, una de ellas, Carmen, también se dedicará al quehacer literario cultivando con asiduidad la
poesía.
Desde niño – siempre – tuvo vocación poetica pero como buen perfeccionista rompía todo y por eso no publicó. Bachiller
en 1936, la Guerra Civil no le tomó desprevenido y a pesar de que viajó con su familia a Alicante, fue movilizado al
ejército republicano y por su miopía destinado a servicios auxiliares en el Batallón de Retaguardia No. 6 donde formó
parte de la Banda de Música como poeta y recitador y realizó numerosos programas, sin embargo, casi al terminar la
Guerra, el 18 de Febrero de 1939, su cuartel fue bombardeado por aviones falangistas de la base de Mallorca, resultó
lesionado en la pierna izquierda y alcanzado por la metralla en otras partes del cuerpo. Repuesto de sus heridas observó la
conclusión de la Guerra Civil. Los años 30 fueron tiempos de gran plenitud, curiosidades y ambiciones.
En junio del 39 volvió a Madrid, atravesó con su familia una “aflictiva situación debido a las ideas liberales y republicanas
de su padre y de él mismo” y comenzó a estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central hasta 1941,
cuando un arbitrario Tribunal Médico lo declaró apto para el servicio, destinándole al Regimiento de Artillería de Costa No.
4. en Ceuta. Nuevamente en Madrid después deun año de Idiotismos militares, tales como marchas, formaciones, cánticos
de tintes falangistas et, rompió sus romances sobre temas bélicos y amorosos que había escrito durante la Guerra Civil por
considerarlos anodinos, ya que siempre ha cuidado la expresión literaria y estética, y reingresó a la Universidad,
colaborando en numerosas y principales revistas de poesía.
En 1944 editó un Cuaderno con siete sonetos dedicados al Greco que tres años después republicó con el título de “Sonetos
al Greco y a Van Gogh”, con diez a este último (1) Era un poeta desconocido pero ya se perfilaba, y como alumno de
Literatura francesa de la Universidad de Madrid escribió un trabajo sobre Chateaubriand, premiado con una beca a la
Sorbona de París, allí asistió a un Curso de Literatura Francesa Contemporánea e hizo amistad con numerosos
intelectuales.
Nuevamente en Madrid el 48 y con 29 años a cuesta, Licenciado en Filología Románica, se dedicó a la enseñanza privada,
dio charlas en el Ateneo, trabó amistad con numerosos escritores jóvenes como Buero Vallejo, Corrales Egea, Soto,
Labordeta y García Pavón, quien evocando aquellos días juveniles ha escrito: “Fue Ezequiel quien
nos puso en contacto con los viejos maestros. Era el mejor cicerone del turismo literario. A cuantas docenas de
estudiantes de literatura nos presentó y llevó reiteradamente a casa de Pío Baroja, de Ruiz Contreras, de Solana, de Azorín”, con José María Jove y José Antonio Nováis fundó una colección intitulada “La Botella en el Mar”
Había sido el alumno predilecto de Dámaso Alonso y José Camón Aznar, con quien tenía por costumbre visitar el Museo del
Prado en útiles paseos; a fines de los cuarenta se dedicó a ser secretario ad-honorem del ilustre Ruiz Contreras. De su
estadía en París le había quedado una amplia experiencia en autores y pintores, libros, cuadros. Su trato casi cotidiano
con Sartre, Malraux, Camus, Matisse, etc. le facilitaron el dominio panorámico de la estética cultural.
Entre 1949 y el 50 fue profesor de un Colegio secundario de Piedrahita, Avila, en plena sierra de Gredos, dondecompuso un
pequeño volumen que casi no circuló titulado “Tres Elegías” más bien panteista que contiene las siguientes composiciones:
“Cementerio Civil” (donde están todos los rebeldes) “Aniversario siempre”, que dedicó a su amigo el pintor Luis
Castellanos y “A una Niña Difunta” que publicó en solo cien ejemplares en 1951 en Valencia, sin pasar por la censura
franquista, por contener un poema sospechoso: “Cementerio Civil”. Mas, el ambiente (absurdamente pacato,
fanáticamente religioso, y ferozmente agresivo y dictatorial del franquismo) coartaba toda libertad individual, tornando la
atmósfera cultural asfixiante, hizóle pensar seriamente en salir de España y por medio de su amigo Antonio Rodríguez
Huescar, quien le recomendó a José Ortega y Gasset, consiguió venir contratado en 1952 a la Universidad de Guayaquil,
como profesor de Literatura, encontrando en América el amplio horizonte que nadie tenía ni gozaba en su sufrida Patria, y
también arribaron con él otros ilustres profesores como el filósofo Antonio Salvador de la Cruz y el historiador Juan
Astorga que enseñaron en la Universidad de Guayaquil y el filósofo Francisco Alvarez González y el filólogo románico Luis
Fradejas Sánchez contratados por la Universidad de Cuenca. Esta pléyade de talentos eruditos vinieron al Ecuador merced
a las gestiones realizadas por el entonces Ministro de Educación Dr. Carlos Cueva Tamariz, quien se preocupó en renovar el
panorama universitario con gentes tan valiosas, lo que logró solo por la situación política de la España franquista. Don
Vicente Llorens, que a escrito la historia de la España peregrina bajo el título de “Migración republicana en América” los
menciona a todos ellos, lo que da una idea de su real valía.
En 1954 contrajo nupcias con la guayaquileña Carmen García Amador con quien mantuvo un matrimonio estable y feliz
aunque sin hijos. El 55 apareció “Oratorio Marino” con 24 sonetos escritos en Salinas. Este hermoso volumen se abre con
una frase de León Felipe, salí del mar y acabaré en el fuego, pues Ezequiel cantó al mar, a su gente, a la navegación, al
Pacífico. Formó con Horacio Hidrovo Velasquez, Alejandro Carrión y José Antonio Falconí Villagómez el Jurado del I
Concurso Nacional de Poesía del
Diario El Universo. Entre el 56 y el 57 mantuvo su columna “Los Libros” en el suplemento dominical del diario “La
Nación”, convirtiéndose en uno de los más importantes críticos del país. El 58 recibió el doctorado en Filosofía y Letras de
la Universidad de Cuenca. Ese año recopiló una serie de poemas aparecidos en su columna dominical Lienzo y Lira que
también mantenía en “La Nación” y editó “Museo Privado” poemario sobre cuadros de distintos pintores. Enrique Gil
Gilbert se entusiasmó con su lectura y le felicitó por cantar a los obreros que son la sal del mundo. El 59 “Sartre y Camus,
el nuevo espíritu de la literatura francesa”, ensayo original cuya primera parte había salido en La Nación y que alcanzó un
resonante éxito de librería al punto que la revista internacional “Bohemia” se hizo eco de él en amplio reportaje en
Diciembre de ese año. El 60 “Nivel del sueño” con poesía escrita en España a base de cuatro canciones tradicionales del
siglo XV complementadas por Ezequiel con otras propias en el mismo estilo, como simple divertimiento literario.
Entonces apareció su obra más conocida en nuestro país, ensayo que preparó durante mucho tiempo, medio crítico y
medio erudito, titulado “El Quijote, invitación a la locura”, cuyo capítulo sobre Erasmo había adelantado en “El
Telégrafo”. El libro se agotó en sólo un mes y Agustín Cueva Tamariz lo elogió como aporte psiquiátrico, bien es verdad
que la obra contiene diversas facetas, todas ellas importantes para un mejor conocimiento de la obra cervantina. También
fueron años asendereados en la cátedra, pues era profesor en las Facultades de Filosofía, y Jurisprudencia y en la Escuela
de Diplomacia. Entre el 59 y el 62 ejerció el Sub decanato en Filosofía y Letras. El 61 fue electo Miembro de la Casa de la
Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas, dirigía la “Revista de la Universidad de Guayaquil” y se multiplicaba dictando
charlas y conferencias.
En 1962 recibió una oferta muy generosa de la Universidad de Puerto Rico para cubrir la cátedra de Literatura Española en
Río Piedras y allí estuvo dos años, regresando a Guayaquil el 64 por no tener Visa de Residencia americana.
mismo tiempo; su regreso fue saludado con cariño, bien es verdad que se abrigaba la esperanza de que algún día
regresaría, y así lo informó su amigo Ángel Felicísimo Rojas en hermoso artículo, donde aplaudió abiertamente a Carmen,
“por su modo amable e irresistible de hacerle volver”.
Entonces el profesor erudito regresó a aislarse en Salinas, a dar término a su labor en la soledad de la playa y frente al
mar, pero el 87 volvió a Urdesa habitó en la villa “Mi refugio” y le declararon miembro del Instituto de Cultura Hispánica y
socio honorario de la Sociedad Española de Beneficencia y del Casal Cátala. Nuevamente las gentes cultas comenzaron a
frecuentarlo y casi sin querer, volvió a ser la mayor autoridad cultural de nuestra urbe.
En 1997 fue designado miembro de la Academia Hispano – Americano de Cádiz, y volvió a su Patria tras cuarenta y cinco
años de ausencia encontrándola muy cambiada. Estuvo en Sevilla. Madrid, Cádiz y en Génova fue a visitar a su hermano
Manuel que se encontraba enfermo. Su discurso de orden versó sobre “José Enrique Rodó y España” reconoció a sus
numerosos sobrinos a quien había dejado niños y regresó a los dos meses para recibir el Botón de Oro del Club de la Unión.
Dedicaba su tiempo a leer, a escribir cartas, conferencias y artículos especializados. Su amada esposa falleció a finales de
los años 90 y desde entonces ya no quiso salir de su departamento, bien es verdad que le había comenzado la
arterioesclerosis, de lo cual falleció el día 15 de octubre del 2007 a los ochenta y ocho años de edad, de arterioesclerosis
cerebral. Su biblioteca especializada en literatura española fue donada por su cuñado Carlos Pino Plaza a la biblioteca del
Club de la Unión, donde la cuidan con esmero; en sus últimos tiempos solicitaba que le llevaran a dar clases a la
universidad. En el auto de su cuñado daban el paseo y al llegar le decían: No hay clases, estaban en huelga y se
regresaban a casa.
De estatura más que mediana, tez blanca, ojos cafés, pelo ralo y bigotes negros. Delgado, rápido de movimientos, de
conversación vertiginosa, inacabable, diferente. Léxico riquísimo en giros, pronunciación casi perfecta, abundantísimo
lenguaje con inmensa cantidad de adjetivos, conocía de gentes y de libros, perspicaz crítico y biógrafo con mucho de
psiquiatra puesposeía un poder de penetración y una claridad mental sorprendentes.
Sus alumnos le amaban y respetaban, sus amigos le querían bien, mientras “don Ezequiel” caminaba raudamente por la
vida intelectual dejando tras de sí conocimientos; y como siempre había sido parco en el comer y atildado en el vivir,
representaba muchísimos menos años que los que tenía, aunque fumaba incansablemente una pipa más como pose
literaria y por costumbre, que por otra cosa. Su vida eran los libros y las gentes, por eso nuestro poeta e investigador
acucioso, tecleaba sin descanso en su maquinilla portátil, mientras su mente recorría fantásticas distancias casi a la
velocidad de la luz.
La “Historia de la Literatura Española” de González Mas ofrece a la juventud estudiosa, a los lectores cultos y a los
profesores de España e Hispanoamérica, un texto documentado y sugestivo, que sigue el rumbo de las edades y los
géneros, de las escuelas y de las capillas, destacando el perfil biográfico de los autores y la irradiación estética de cada
obra. Registra, además, los múltiples vínculos que unen a la literatura hispana con las otras y acusa, iluminando un vasto
horizonte cultural, la gran proyección del fenómeno literario indígena en el vario pinto territorio de las bellas artes.
También pretende armonizar lo noticioso y lo novador, vivificar el dato inerte, dándole asidero firme a la fantasía.
Para el lector maduro, curioso de legítimas novedades, exhibe aún otro atractivo: la consideración de los símbolos, mitos
e imágenes latentes en la secreta entraña de muchas obras clásicas.
Su bibliografía está ordenada por capítulos y párrafos y apura todo el material representativo, con un exhaustivo caudal
de noticias e informaciones. Finalmente, para no abundar más en elogios sobre la bondad, utilidad y belleza estilística de
esta obra ya clásica en las letras españolas e hispanoamericanas diremos que se compone de cinco volúmenes, a saber:
I. – Época Medioeval, siglos X al XV.
II. – Renacimiento, siglo XVI
III. – Barroco, siglo XVII.
IV. – Edad Moderna, siglos XVIII y XIX, y
V. – Los Contemporáneos, siglo XX.