SACERDOTE.- En 1624 una balsa
piratas holandeses capitaneados por un tal Chermicio. Encina se metió a lo montuoso con sus
indios y aunque los holandeses entraron a buscarle no pudieron hallarlo porque estaba muy
retirado. Entonces la capital de la isla era la población de Bou hoy conocida como Puná vieja,
situada muy cerca de la actual Puerto Roma, en el canal de Jambelí, donde abundan las
ciénagas y los manglares que dificultan cualquiera marcha.
Los holandeses, viendo que no podían hallarle, trataron de atraerse a los indios dándoles cosas
de comer y cuando los tenían pacíficos, les pidieron que enseñen el sitio donde estaba
escondido el “papa “, porque él los había engañado y querían castigarlo y quitarle la vida. Los
muy bárbaros dieron fáciles oídos a tales mentiras y fueron al lugar donde estaba el Padre
Encinas, a quien hallaron muy flaco y enfermo y puesto de rodillas en oración, rogando a Dios
y así que le vieron sus enemigos, le echaron mano y empezaron a burlarse de él, maltratándolo
de palabra y obra.
Uno de ellos le preguntó si era sacerdote y él respondió que sí, que era “hijo obediente de la
Iglesia Católica Romana y religioso de la Orden de nuestra Señora de la Merced, confesor y
predicador de la Ley evangélica” y aquí la cólera les subió de punto a los holandeses que se las
traían con los católicos, por los muchos crímenes que habían cometido en las guerras de
Flandes, suscitadas entre las tropas de Guillermo de Nassau y los tercios de Felipe II y
volviéndose a los indios les decían, que Encinas era un engañador y otras cosas más que no
vienen al cuento, tras lo cual, el más atrevido pirata sacó un puñal y cogiéndole al padre
exclamó:
“Estos cada día se comen a su dios, saquémosle de la barriga, que allí le tiene” y ayudado por
los otros le abrieron desde la garganta hasta el vientre, echando fuera las tripas y por último
le arrancaron el corazón en medio de una atroz agonía. Así fue su martirio. El Padre Encinas
murió invocando el nombre de Jesús y el de María, según lo relataron los indios al Padre Pedro
de Mendoza, enviado semanas después por el Provincial de la Orden, a enterrar el cadáver del
mártir, en cristiana sepultura.
Enseguida se hizo una extensa relación de todo lo acontecido, “que sirvió para que durante años recibiera el culto público en varias iglesias de la Orden en España, donde se venerabacomo mártir, de cuya acción existen efigies y pinturas del
Padre Encinas”, pero después la iglesia revisó la lista de mártires y retiraron a este Patrono de la isla Puná y personaje
histórico de olvidada memoria.
Una relación de su vida fue impresa en Madrid en 1625 por su autor Diego Flamenco; era alto de cuerpo, completamente
lampiño y con tres lunares en el carrillo derecho, alto y cenceño y de buen talante sin ser hermoso.