GIL FLORES PEDRO

POETA.- Nació en Manta el 18 de Mayo de 1971 y fueron sus padres Víctor Gil Torres natural de

Esmeraldas, Maestro de Albañilería y luego Guardián del Cementerio de la parroquia Tarqui de

Manta, y Monserrat Flores Lucas, nacida en el sitio Los Bajos, Cantón Montecristi, Provincia de

Manabí, de orígenes campesinos.

Su padre acostumbraba contar cuentos sanos que ponía a volar la imaginación de sus cinco hijos,

siendo Pedro el penúltimo de ellos. La pobreza era estrecha y tuvo una infancia solitaria. Vivían en un barrio marginal del

Cementerio y a veces su padre bebía. La madre administraba una pequeña cantina para mantener a los suyos. Pedro

ayudaba betunando zapatos o vendiendo periódicos, pero cuando su hermano Ubaldo se superó y llegó a profesor, las cosas

empezaron a cambiar. Entonces pudo estudiar la primaria en la escuelita “Gil Delgado Pinto” cercana a su casa. De diez

años, su hermano Ubaldo – que acaba de publicar un libro de cuentos

titulado “Trama sin utopía”- le dio a leer “Crimen y Castigo” de Fedor Dostoievsky y se le hizo

costumbre leer todo cuanto caía en sus manos.

En 1983 comenzó la secundaria en el Colegio “Cinco de Junio” aunque después se cambió al

“Bahía” de Manta hasta culminar el ciclo básico. Ya era conocido como declamador. Ubaldo le había enseñado desde muy niño a hacerlo, más su ambición mayor era escribir poesías y no recitar

cantos ajenos como los del indio Duarte, célebre declamador argentino al que llegó a conocer por

un disco que casualmente cayó en sus manos, ya que en Manta solo existía una pequeña Biblioteca

y lo cultural era difícil. A toda costa quería ser original, identificarse por si y no a través de otros.

En 1986, ayudado por sus profesores Gonzalo Andrade y Antonieta Arellano, que no se

escandalizaban con sus versos duros y de protesta, pasó nuevamente al “Cinco de Junio”, siguió la

especialidad de Química- Biológica y quedó en el tercer lugar en un concurso Intercolegial de

poesía convocado por el Núcleo de Manabí de la CCE y el Diario “El Sol”, con un canto a la Paz,

muy comentado. Para

y tiempo”, artículo que llegó a despertar ciertas susceptibilidades y resquemores en esa

provincia, donde algunos escritores mayores en edad se sintieron rezagados frente a la

presencia de esta nueva figura de la lírica contemporánea; sin embargo, también hubo otras

razones, la vida agitada y descompuesta que llevaba, su visión del mundo tan personal, con un

total alejamiento de los círculos culturales y sociales, frecuentando amigos de poco lustre

– simples muchachos pobres como él

– en esquinas y bares sin importancia, ofendía el status de los escritores consagrados,

miembros casi todos del Núcleo de Manabí de la CCE, en otras palabras, académicos, de

provincia.

Por eso se producía nuevamente en Gil el inevitable choque generacional, aumentado en esta

ocasión por la diversidad de costumbres. Serios y engominados los unos, bohemio y diletante el

otro, que vio como se le cerraban numerosas puertas.

De todas maneras, superando su incorregible bohemia de salones malos, triunfó con sus

compañeros del “Cinco de Junio” en el Programa televisivo de preguntas y respuestas del

Canal 10 de Guayaquil “Quien sabe, sabe”, aplicando a su especialidad la Literatura y con el

apoyo de su hermana Victoria, obrera que dejó generosamente sus estudios para ceder el paso

a sus hermanos, obtuvo el bachillerato en Ciencias Sociales y decidió salir del terruño. El éxito

y la fama no habían incidido en su mala economía. Era conocido pero prácticamente se moría

de hambre y solo algunos amigos fieles como Patricio Lobato, quien siempre ha creído en el

valor de su poesía, le alentaban a seguir.

Primero vivió en Quito en plan trashumante y amistó con Edwyn Madrid – uno de los mejores poetas jóvenes del país – y

con otras figuras de los medios culturales capitalinos, pero en 1992 regresó sabiendo que hay que afrontar los conflictos

reales o imaginarios para lograr su solución y ganó los concursos de Poseía y Cuento de la unidad Eloy Alfaro de Manta,

inició estudios de Jurisprudencia y de Literatura y se reintegró al Taller. A fines del 93 editó un segundo poemario

“Delirium Trements”, retrato patético por autobiográfico de una mala época de su vida, con sus descarnadas y sórdidas

experiencias en el mundo de la fármaco dependencia, que recibió una gran acogida.Rehabilitado empezó a escribir para

“El Mercurio” unas crónicas que llamó “Crónicas de un puerto lejano” y alborotó el cotarro con descripciones del bajo

mundo, propiamente del lumpen mantense, y la gente se escandalizó muchísimo. Pronto fue el periodista más comentado

de Manabí, aunque su vida seguía dispersa pues acostumbraba residir en casa de familias amigas que le brindaban su

protección en vista de su innegable talento y simpatía.

Para ayudar a su padre en la guardianía del Cementerio se hizo por algunos meses sepulturero, que todo trabajo es útil y

necesario a la sociedad. Esa fue una época de contrastes pues su nombradía no iba de acuerdo a su condición proletaria.

Al inicio del 94 volvió a la vida errabunda en Quito, de bohemio noctámbulo y mesero, pues ese era el ambiente que más

le atraía. Finalmente entró a colaborar en la sección cultural del vespertino “La Hora”, percibiendo S/ 40.000 por cada

artículo de humor que escribía.

El actor de teatro Carlos Valencia, de las miniseries de TV “Los Sangurimas” y “A la Costa”, le tuvo es su casa pero luego

su familia le internó en la Clínica Psiquiátrica de Bahía de Caráquez, donde se curó radicalmente y aprovechó para escribir

una obra en prosa titulada con su nombre “Pedro Gil”. También tiene un tercer poemario “Combate del amor y la ofensa”.

Sus amigos del grupo de Guayaquil: Femando Iturburu, Franklin Briones, Jorge Martillo, Fernando Artieda, María Elena

Junco, Carlos Calderón Chico y Wilman ürdóñez, que admiraban su obra, le trajeron al puerto principal, lo que hacia

pensar que su esfuerzo creativo no ha sido en vano. Había entregados a la revista “Letras del Ecuador” varios poemas

nuevos y ha sido invitado al Festival de la Poesía Joven de Medellín. No quiere ser una leyenda sino un escritor y están

lejanos los días en que sus amigos solicitaron al Dr. Medardo Mora, Rector de la Universidad Eloy Alfaro de Manta, que le

diera un empleo, gesto que agradeció conmovido pero rechazó, pues en dicha carta se ponía como razón para ello “que el

poeta se estaba perdiendo en una vida mundana”.

Trabajó en el diario “El Meridiano” de Guayaquil. Vital, espontáneo, casi desenfadado, aparentando aires de niño malo

cuando solo era un poeta de inspiración natural y espontánea. Su presencia constituía una realidad en las Bellas Letras

ecuatorianas, sin las sofisticaciones que restan fuerzas a la expresión, por sus mensajes directos, profundos, con cláusulas

de descarnada belleza.

En su aspecto físico es más bien alto, musculado, trigueño claro, de ojos y pelo negro, amplia y franca sonrisa, pues todo

en él trasunta finura de espíritu y hábito de sencillez campesina, que conmueve por su poderosa inteligencia creativa, tan

inusual en el común de los escritores.

En 1997 salió “Con unas arrugas en la sangre” y el 2001 “Los poetas duros no lloran” con parte de sus vivencias como

drogadicto porque su poética es autobiográfica y por eso declara “las drogas son parte de mi sangre, mis vivencias, mis

encuentros y desencuentros”.

A las dos de la mañana del 1 de mayo del 2008 tres sujetos ingresaron a una casa abandonada del callejón de las siete

puñaladas cercano al cementerio de Tarquí en el centro de Manta y propinaron diecisiete puñaladas al hombre que

dormía, dejándole como muerto. Tiempo más tarde al hospital, sobrevivió a sus graves heridas a pesar de ser diabético.

Este hombre era Pedro Gil Flores, el poeta del lumpen más conocido como.

El 2010 editó “Diecisiete puñaladas no son nada” que recoge veinte y un años de ejercicio literario de seis poemarios

publicados y algunos textos inéditos. Son composiciones o capítulos de su vida, profundizada, filtrados por la reflexión y la

ironía. En ellos aparecen voces de delincuentes, drogadictos, hijos y padres que fallaron, lectores, bebedores, amigos y

vecinos, cada uno con su herida y su puñal en alto. “La portada la hice con Joselo Márquez, un amigo fotógrafo, en el sitio

en que me hirieron.”

Su salud ha desmejorado notablemente en los últimos tiempos a causa de una neuropatía alcohólica y hasta sufrió un

infarto que le tuvo al borde de la muerte. Ultimamente se le ha declarado una cirrosis que sin embargo mantiene

controlada.