NORMALISTA.- Nació en la hacienda La Merced, parroquia Gatazo, provincia del Chimborazo, el 23 de Febrero de 1881 y
fueron sus padres legítimos Rafael García Badillo y Rosaura Ortiz de Mora, que también eran propietarios de las haciendas
“Chancahuan” o la grande, entre Calpi y San Juan, que producía cebada, maíz y trigo y “Ballagan” en el páramo de
Cajabamba, que daba mellocos, ocas y papas. Ambos riobambeños. Ella de familias oriundas de Guaranda.
Fue el quinto hijo de un hogar compuesto de ocho hermanos que crecieron en Riobamba. Aprendió quechua y contrajo
parálisis infantil pero superó esa dolencia aunque cojeó levemente el resto de su vida, por eso sus amigos le decían “El
Patojo”
Estudió la primaria en la escuelita de Calpi y la secundaria en el San Felipe Neri de los jesuítas, recibiendo los beneficios
de una educación humanística y al mismo tiempo palpando las limitaciones formativas que le imponían. Por eso, su amigo
Emilio Uzcátegui, ha escrito, que llevó en el San Felipe una vida de estudios, metódica, aunque en las aulas leía a
hurtadillas y con graves riesgos de ser expulsado, ciertos libros prohibidos por el índice Romano como “Las Ruinas de
Palmira y “El Cosmopolita”, que entonces escandalizaban y hoy no harían sonrosar ni a una beata.
En Agosto del 95, terminando el segundo curso de Colegio, acompañó a su padre a la hacienda Chancaguan y en la pampa
de Pisug, liderando a cien obreros indígenas que hacían una cosecha de cebada pudo ver la batalla de Gatazo que se dio
en parte de esa hacienda.
En 1900 se graduó de Bachiller y viajó a la capital para iniciar estudios de Jurisprudencia en la Universidad Central. Allí
tuvo la suerte de contar con profesores sabios y notables como los Dres. Víctor Manuel Peñaherrera, Carlos Casares y el
Cojo Manuel R. Balarezo. Al mismo tiempo combinaba las clases con una bohemia fina y divertida no exenta de seriedad y
como tenía ciertas facultades parasicológicas y le gustaba investigarlo todo, se hizo espiritista, aunque pronto se
desilusionó. Casi enseguida ingresó a una Logia Masónica de la capital. En 1903 la Sociedad Jurídica Literaria de Quito le
recibió en su seno. A principios del 6 formó parte del al Club Universitario Político que con Belisario Quevedo y Manuel
Cabeza de Vaca se aprestaba a luchar por la consecución de ciertos ideales patrióticos, como la libertad de sufragio.
El 25 de Abril de 1907 se produjo una manifestación estudiantil en protesta por la suscripción del Contrato Charnacé para
la construcción del ferrocarril al oriente y fueron dispersados a garrotazos y algunos resultaron heridos. En los siguientes
días comenzó la persecución de los jóvenes líderes y tuvo que esconderse hasta que su padre lo mandó a Chile, tras rendir
el grado de Licenciado el 8 de Junio, con la tesis “La propiedad, en su aspecto sociológico” en 29 págs.
En la Universidad de Santiago obtuvo su título de abogado en Mayo de 1909 y comenzó el aprendizaje de la Pedagogía con
excelentes maestros, ciencia novísima que no se conocía en el Ecuador y que despertó su interés. Visitó diversos centros
de enseñanza como el Instituto Mocul, escuelas primarias, normales, jardines de Infante, etc.
En 1910 representó a la Jurídico – Literaria en el II Congreso Científico Panamericano y sustentó la doctrina Tobar expuesta
por su autor, Carlos Rodolfo Tobar, por primera ocasión en Europa. También concurrió al XVII Congreso de Americanistas de
Etnología, Historia y Geografía celebrado en Buenos Aires, amistando con pensadores de la talla de José Enrique Rodó,
José Ingenieros, Adolfo
Posada, Enrique Ferri y escritores como Ramón del Valle Inclán.
En 1911 regresó al Ecuador y a pesar de que su título de abogado le capacitaba para ganar honestamente la vida, imbuido
en los altísimos ideales del arielismo, simbolizados en la América Latina en la creencia de una raza cósmica fruto y mezcla
de todas las razas, prefirió dedicarse al periodismo y empezó a escribir una serie de artículos contra el poder material de
los Estados Unidos y el gobierno del General Eloy Alfaro, que aparecieron en las columnas de “La Prensa” junto a los de
Manuel María Sánchez, Luis Napoleón Dillon y Julio E. Moreno, hasta que dicho periódico fue clausurado y García tuvo que
ausentarse al campo, no sin antes declarar “Solo el trabajo puede fortalecer a los individuos y engrandecer a la Patria”.
Durante la corta presidencia de Emilio Estrada escribió artículos notables para “El día” tales como “Cartas al Presidente
electo Emilio Estrada”.
En 1912 fue electo Presidente de la Sociedad Pedagógica de Pichincha y editó dos artículos largos sobre “El Militarismo en
Sudamérica” y “La Raza indígena de América y la inmigración europea” en 3 págs. y habiéndose lanzado al desempeño de
la profesión de abogado, ganó su primer caso, pero luego se dio cuenta que había defendido a quien no tenía la razón y
decidió desde ese momento dedicarse por entero a la enseñanza.
En Octubre fue designado por el Ministro de Educación Luis Napoleón Dillon para el desempeño del difícil rectorado del
Normal Juan Montalvo de Quito, realizando una labor tan digna y positiva que no ha tenido reprise, por eso se le conoce
con el nombre de El Padre del Laicismo ecuatoriano.
Primero consiguió ubicar al plantel en un lugar sereno, tranquilo, lleno de verdura, en el sitio del Placer, donde todavía
existe. Luego organizó científicamente sus diferentes departamentos y curriculum escolar, introduciendo materias
fundamentales para la vida del maestro y dando una nueva visión a la educación normalista sin orientaciones políticas ni religiosas, haciendo escuela de los procedimientos modernos y científicos.
Pronto vio que requería de maestros más tecnificados y sugirió al gobierno la contratación de profesores alemanes y por su
iniciativa arribaron a Quito cuatro expertos. Luego se contrató catorce más. Esta fue la segunda Misión que prestigió a los dos Normales: el Juan Montalvo y el Manuela Cañizares, ambos de Quito.
Con tan buen derrotero pudo auxiliarse de jóvenes valores como Luis Felipe Chávez, César Semblantes, Daniel Belisario
Hidalgo y tomó para sí la cátedra de Cívica de reciente creación en el país, que “sabía desarrollar utilizando la Historia y
la Sociología, haciendo las clases agradables, provechosas y muy esperadas por los alumnos.
Fue el ejecutor material de la llamada Escuela Nueva que superó la enseñanza clásica en el Ecuador con innovación
revolucionaria. Las aulas tenían que ser amplias, clara y bien ventiladas para que la educación tuviera la base
indispensable de la salud, removiendo los pasados escaños y pupitres y sustituyéndolos por sillas y mesas más baratas,
menos extranjeros y menos dañinos a la columna vertebral. Las aulas no debían escuchar únicamente la voz magnética del
maestro ante el silencio impuesto a los alumnos, debía ser colmenas en que se dividiera el esfuerzo. Las clases al aire
libre en íntima comunicación con la naturaleza serían frecuentes.
Preconizó un tipo de hombre total, en que las fuerzas de la razón y el sentimiento estuvieren equilibrados, para que el
idealismo y la realidad del país fueren juntos y la conciencia de la Patria lo primero. Trabajó por la profesionalización del
magisterio mediante su perfeccionamiento en los Normales, inculcó una nueva visión sicopedagógica del niño, que
evoluciona con un bagaje de complejidades peculiares en cada etapa, determinando un diferente sistema de enseñanza y
tipo de aprendizaje. Avivó el fuego de la rebeldía normalista, que es fuego de juventud para animar los cambios del país
mediante la buena docencia. Señaló que el maestro no era solamente un instructor si no el transformador del país y que
sus realizaciones corresponden a su entrega total en la misión de enseñar. Que solo el estudio de las Ciencias Sociales,
bien aplicado a la educación ecuatoriana, podía romper las barreras de la religión. Que al maestro correspondía formar el
espíritu de unidad de las masas.
Proclamó una educación laica y libre de perjuicios de toda índole (religiosa, económica, social, cultural) Inculcó animar a
los ideales en la juventud, ya que una juventud sin ideales edificaría la muerte de la Patria y amó el honor, la justicia, la
limpieza, la honradez y la conciencia de los procedimientos humanos. Sus clases tenían fervor, despertaban interés y
conducían al civismo efectivo. Los nuevos maestros saltan a los villorios, campos y parroquias a impartir una enseñanza
funcional y no teórica, sabiendo que no requerían hacer memorizar sino llevar hacia buenas realizaciones. Los maestros
fundaban granjas escotares y centros sanitarios, iniciando artesanías (1)
Leonidas García les dio a los normales su ideal arielista, sintetizado en los siguientes puntos:
1) Amor hacia la nacionalidad en forma demostrativa.
2) Interés del hombre sobre los problemas de la tierra.
3) Unión de las diferentes regiones del país,
4) Creación de escuelas experimentales que darían una visión en el hombre ecuatoriano.
5) Concepción de una nueva problemática en el niño y sus diferentes etapas evolutivas.
6) Una enseñanza y aprendizaje acondicionada a estos
Requerimientos.
7) Iniciación y propagación de la escueta activa, frente al nivel pesimista de la época.
En 1912, de treinta y un años de edad, se había unido a María Olimpia Cisneros Pérez, de Ibarra, en quien tuvo una hija.
Posteriormente se uniría a Carmen Alemán con otra hija. El 13 dio a luz “Montes de Piedad, lectura para el pueblo” en 56
págs. abogando por la creación de dichos centros de ayuda económica social.
En 1916 ingresó al Ateneo del Chimborazo con seda en Quito y presidió el Congreso Pedagógico celebrado en Quito. El 17
editó el folleto explicativo “Panorama y orientación de la educación ecuatoriana publicado en octavo y 33 págs.”
En 1925 apoyó decididamente a la revolución Juliana y dictó una conferencia sobre la ideología de esa transformación que
avizoraba para toda una generación cambios fundamentales que finalmente sequedaron a medias, también editó su obra
más querida “Hogar y escuela”, tratado que ha conocido dos ediciones más, está considerada una obra clásica de las
letras ecuatorianas y contiene lo mejor de su pedagogía.
Siempre había tenido ideas marcadamente socialistas aunque jamás aceptó afiliarse a ese partido ni a ninguno otro, para
conservar su independencia como maestro, pues decía que el magisterio era la profesión más honrosa del ámbito nacional
y que por ello no podía verse perturbado en luchas intestinas, que estaban muy por debajo de su altísima investidura. En
esto de defender la dignidad del magisterio fue reacio, necio, tratando siempre de levantarles la dignidad, que había
estado sumida en pobreza material y espiritual y hasta en miseria.
En 1926 ingresó a la redacción del diario “El Día” de Ricardo Jaramillo quien solía encomendarle tareas difíciles. A finales
de Noviembre el Ministro de Previsión Social anunciaba que el gobierno había autorizado a los funcionarios de policía a
tomar las medidas correspondiente para impedir que las ideas disolventes de la unidad del país continuaran prosperando
sobre todo en Guayaquil y la provincia del Guayas. En la edición correspondiente al día 27 de ese mes de Noviembre y sin
firma, salió un artículo pungente titulado “Voila lé ennemi” – He ahí al enemigo – cuya paternidad le fue atribuida a
diversos autores pues apareció escrito con rabia y convicción al ver que gran cantidad de ecuatorianos en abierta campaña
pedían no solo el federalismo si no también el separatismo.
“Voilá l’ ennemi” motivó las más enconadas protestas en Guayaquil pues El Telégrafo lo reprodujo in extenso con una nota
editorial aclaratoria “por injuriar a los hombres representativos y a las instituciones prestigiosas, dado que el cúmulo de
males surgidos con la revolución del 9 de Julio de 1925 mantenía en permanente inquietud y en situación límite de
pobreza a los habitantes de la ciudad.
El resto de la prensa porteña se hizo eco de la noticia y pronto la Confederación batallón Manabí se oponía al golpe dictatorial y apresaba al Presidente. García Ortiz fue liberado en horas de la tarde
junto al General Alcides Pesantes, por su futuro yerno Alfredo Salvador Chiriboga y regresó a su hogar entre aplausos, tras
varias horas de constante zozobra.
En 1936 se dictó la Ley del Seguro Social y fue designado primer Presidente del Instituto de Previsión, desempeñando por
muchos años una de las vocalía en el Consejo de Administración de la Caja de Pensiones, en donde ejerció la presidencia
por varías ocasiones.
En los años cuarenta publicó una obra titulada “Disertación científica acerca de la Caja de Pensiones del Ecuador” y
“Verdades y responsabilidades relativas al Protocolo de Río de Janeiro” ésta última a medias con su amigo el Dr. Julio
Tobar Donoso.
En 1945 le nombraron Presidente del Consejo Nacional de Educación con Pio Jaramillo Alvarado, Julio Endara, Luis Monge y
el padre Aurelio Espinosa Pólit. En esa época vivía en su casa propia en la Oriente entre Venezuela y Vargas, después se
cambió a donde su hermana Rosario Isabel, que acababa de vender sus tierras en el Chimborazo para adquirir una casa
grande y antigua en la Olmedo entre Flores y Montúfar y dos propiedades agrícolas: la hacienda Victoria en Amaguaña y
una quinta en Cumbayá, pues siempre había sido muy chacarera.
En 1956, a petición del alumnado, ocupó el rectorado del instituto Nacional Mejía, encontrando un nuevo hogar y el trato
cordial de los estudiantes y profesores. Tenía setenta y cinco años pero trabajó afanosamente y dotó al plantel de una
imprenta, etc. sin embargo, su época habla pasado y a los tres años justos, el 59, renunció tras la subida de Fidel Castro al
poder, América Latina abandonó la vieja clasificación de liberales laicos y conservadores clericales para adoptar
membretes de nuevo cuño: castristas y anti castristas o lo que es lo mismo, comunistas y anti comunistas. I como él no era
ni lo uno ni lo otro, salío sobrando.
Colaboraba en diferentes sociedades, fue directivo de la Asociación de Empleados de Quito, miembro del Instituto
Nacional de Previsión y Presidente del Consejo de Administración de la Caja de Pensiones. El 61 la Casa de la Cultura
Ecuatoriana editó su obra “Dos Capítulos de Historia Ecuatoriana” con reminiscencias de larevolución liberal alfarista del
95 que le tocó vivir.
La década de los sesenta le tomó sano aún pero envejecido en sus lecturas. Salía poco, prefería la biblioteca y autores
serios. Hasta el final conservó su austera moral de maestro. A veces le visitaban sus alumnos, casi de continuo se vela con
sus amigos íntimos José Ignacio Jiménez, Pancho de Mora, Abelardo Flores y con el padre Aurelio Espinosa Pólit. Cuando
Justino Cornejo viajaba a Quito no dejaba de saludarle largamente.
Uno que otro artículo al diario “La Tierra” llenaba sus horas libres, en otras ocasiones jugaba con su perro, chocheaba con
los nietos. En fin, trataba de pasar el tiempo en forma útil y lo mejor posible.
A mediados de 1963 comenzó a sentir una molestia al tragar los alimentos y consultado un médico opinó que eran nervios,
pero nuevas molestias avisaron que se trataba de un cáncer al píloro, casi indoloro, que le llevo a la sepultura el martes 3
de Diciembre de ese año, dejando una estela de trabajos y doctrinas pedagógicas de gran valía y repercusión nacional, a
los ochenta y dos años de edad.
Su traslado al cementerio fue una clara demostración del pesar ciudadano. Se cerraron varias calles para dar paso al
cortejo. Encabezaba el imponente desfile una nutrida delegación de profesores normalistas discípulos suyos en el Juan
Montalvo, así como sus compañeros de cátedras en el Mejía. Los discursos estuvieron de acuerdo con el solemne momento.
Fue un hombre grande en la vida. Rector insigne del Juan Montalvo por catorce años, que jamás renegó de sus
convicciones profundas y procedió siempre bien, por eso se le considera con toda justicia el padre del Normalismo en el
Ecuador.
Justino Cornejo escribió “Impenetrable al miedo, tenaz en su doctrina laica. Nadie como él antes, nadie como él después
del Normal, sombra prolongada de un solo hombre”.
Modesto, incansable, exacto, probo y de altivo porte. Firme y dulce a la vez, nariz de regular tamaño, plácidas mejillas,
su cuidado bigote anunciaba y recortaba el labio como prueba de tesón. Jamás perdió el dominio de sus facultades. Comía
de todo excepto el maqueño que no le agradaba. Prefería pescados y locros.