GARCÍA MORENO JOSE MIGUEL

RECTOR DE LA UNIVERSIDAD.- Nació en Guayaquil el 11 de Abril de 1893. Hijo legítimo de Dr. José Miguel García Moreno,

inteligente abogado, desaparecido prematuramente, de solo treinta y ocho años, al inspeccionar la apertura de una cloaca

en su casa habitación de Pedro Carbo y Roca, una calurosa tarde de Enero de 1893. El escape de gases comprimidos

envenenó su sistema y falleció el 30 de ese mes; y de Isabel Moreno Bodero, que quedó viuda de treinta y un años con

cuatro hijos y uno más que estaba por venir.

Nació póstumo en la casita familiar y de tres años de edad los suyos perdieron todos los enseres durante el incendio

Grande del 5 al 6 de Octubre de 1896. Entonces pasaron a habitar en casa de su abuelo materno el Comandante Agapito

Moreno Acosta, quien los ayudó de allí en adelante.

Antes de terminar el siglo XiX y de regreso a su casa por la vía de los carros urbanos arrastrados por muías, se le cayeron

la gorra y sus libros, con tan mala suerte que al agacharse a recogerlos, la rueda metálica le destrozó su mano izquierda,

que tuvo que ser amputada por el Dr. Alejo Lascano (1).

A principios del siglo XX su madre vendió un derecho de llaves en el viejo edificio de la Municipalidad y se fue a Quito con

sus dos hijos menores: Renato y José Miguel que necesitaban cambiar de clima por los frecuentes ataques de asma que

sufrían.

En 1905 estudió el primer año de Secundaria en el Colegio San Gabriel que era pagado, luego pasó al instituto Mejía a

seguir el segundo, sobresaliendo en sus exámenes. En 1907 solicitó el pase al Vicente Rocafuerte de Guayaquil y el Rector

Abelardo Moncayo Jijón le ofreció una beca porque quería retenerlo.

Regresó en un tren de carga y contrajo una sarna que le curó su tía Maria Sabina Moreno con jugo de limón. Entonces

comenzó en el Vicente, descollando tempranamente por su claro talento, inquietudes intelectuales y consagración al

estudio; al mismo tiempo era copiador de recetas en la botica Universal, después sería el soldado amanuense José García

en la Artillería Sucre. En Noviembre de 1910 entró de Ayudante a la Escuela Nacional de Niños No. 14 que dirigía el

Profesor Nelson Matheus.

El 31 de Marzo de 1911 se graduó de Bachiller, comenzó sus estudios de Jurisprudencia, e ingresó a la Asociación General

de Profesores que se constituyó en los salones del Vicente. El 22 de Agosto le designaron profesor de Historia y Geografía

del Ecuador del instituto Normal José Andrés Matheus.

En la Universidad tuvo desde el primer año por mejores amigos y compañeros a Carlos Ordeñana Cortés y a Víctor Palacios

Orellana. En 1912 pronunció un discurso en la sesión solemne por el X aniversario de la Asociación Escuela de Derecho. En

1913 fue bedel en el Vicente Rocafuerte, el 14 recibió el Accésit al premio Julián Coronel de la Escuela de Derecho.

El 8 de Mayo de 1915 fue Licenciado en Ciencias Públicas con cinco sobresalientes. En Noviembre le premió la Sociedad

Filantrópica del Guayas. El 16 de Julio de 1917 logró el doctorado en Jurisprudencia con la tesis “Estudio sobre el título

preliminar del Código de Comercio Ecuatoriano” pequeña monografía, como entonces era de estilo, en solamente 37 págs.

El 28 de Junio siguiente se inscribió como abogado. De allí en adelante su existencia giró en torno a dos actividades

fundamentales: la profesión, en la que llegó a sobresalir hasta ser considerado uno de los más reputados abogados del país

y la docencia universitaria, que le ganó la nombradía de maestro desde 1919 que comenzó a dictar la difícil cátedra de

Derecho Civil y desde el 25 Derecho Romano, aunque por cortos años, pues volvió al Derecho Civil, al Penal y al Código de

Comercio, demostrando en todas ellas sus extensos conocimientos.

Desde 1922 se desempeñaba como Defensor de Pobres. En 1924 le tocó defender a una bella dama de la sociedad

guayaquileña que había asesinado con pistola a su ex amante el Comisario Jorge Garaycoa Peña.

Era la primera ocasión que una señorita de familias conocidas salía a Jurado y la conmoción fue general, la ciudad se

paralizó ese día, la sala resultó estrecha para tanto público. García Moreno terminó sus brillantísimas intervención

exclamando “Que pena, qué pena me dan las abandonadas” y pudo convencer al Jurado, que votó solo por dos años de

prisión y como ya los tenía cumplidos, salió enseguida. Entonces el Fiscal, al oír la lectura del veredicto, en gesto insólito

gritó en la Sala. La declaran inocente porque es bella… ocasionando la conmoción natural de esta clase de improntus pero

el público asistente no pensó igual pues la defensa había sido brillantísima.

En 1923 había contraído matrimonio con Libia Feraud Peñafiel después de cinco años de noviazgo y tendrán numerosos

descendientes.

En 1935 fue electo Vicerrector de la Universidad de Guayaquil conformó la Comisión de Juristas que el 36 redactó el proyecto de Constitución Política, explicándolo ampliamente en la Universidad. Ese

año le iban a ofrecer la Sindicatura Municipal en la presidencia de su amigo Luis Vernaza

Lasarte, pero los ediles encontraron que dicha designación privaría a la juventud universitaria

de sus sabias enseñanzas y resolvieron no alejarlo de las aulas, conforme quedó constancia de

un Oficio.

Para la revolución del 28 de Mayo de 1944 se encontraba pasando vacaciones en Salinas y

redactaba un Acta de Partición de bienes bastante difícil, pero se interesó por la suerte de

varios amigos especialmente por el Dr. Enrique Cabanilla Ceballos – y en generoso gesto ofreció

su garantía por la libertad de dos de ellos.

El 9 de Julio de 1945 fue electo Rector de la Universidad de Guayaquil. Durante su período se

fundó la Escuela de Periodismo, incrementó la biblioteca, instaló un gabinete de odontología, el departamento de

Publicaciones tomó gran impulso, se publicaron los “Anales”, inauguró el edificio de la Facultad de Medicina dotándole de

modernos laboratorios y se aprobaron las bases del concurso de anteproyectos de la Ciudadela ^ Un i v e r s i t a r i a y

todo ello, mientras

se daba tiempo para no descuidar su estudio ubicado en lllingworth No. 117 y Pichincha.

A la caída de la dictadura del Coronel Carlos Mancheno Cajas en 1 947 sonó su nombre en la

capital para la presidencia de la República. Su figura caía simpática a la derecha y a la

izquierda, no tenía enemigos por haber sido apolítico toda su vida y no estar comprometido

con ningún grupo de presión, además, su forma de ser abierta y hasta campechana, sus

conocimientos y hombría de bien, predisponían a su favor.

El Encargado del mando supremo Dr. Mariano Suárez Veintimilla le ofreció la cartera de

Educación Pública en tan precarias circunstancias, que García Moreno aceptó solamente por el

cumplimiento estricto del deber de ecuatoriano y a sabiendas que sacrificaba cor dicha

participación la presidencia interina que algunas personas del país le habían ofrecido. De todas

maneras reunido el Congreso fue presentado su nombre que quedó eliminado por el

impedimento constitucional.

Días más tarde, al ascenso de su amigo Carlos Julio Arosemena Tola,

sistematizado, de la honorabilidad, del entusiasmo, del desprendimiento que te son peculiares. l

veo complacido la reacción justiciera y afectuosa de tus amigos que vamos a expresarte en otra

forma, acaso más perdurable, nuestro júbilo y nuestro aprecio”.

Poco antes de morir de cáncer, dirigiéndose a su esposa con quien siempre había sido muy unido,

dijo: “Antes tenía miedo de dejarte pero ahora no porque nuestros hijos son buenos…”

Falleció en su casita de madera de la calle Chile, cercana a la Universidad, declarando algo

desconsolado: “Me da pena dejarles tan poco, quizás hasta insuficiente para que vivan sin mi”.

Ese había sido el precio de su honestidad profesional y desprendimiento por los bienes materiales,

pues siempre prefirió los del espíritu.

Estatura más bien baja, rostro canela, boca y ojos expresivos, fácil para reír y hasta chacotear con grandes y chicos pues

no hacía distingos de edad y se preciaba de tener amigos de toda clase y porte. Tuve la suerte de que me considerara su

amigo: Era como un muchacho grande conmigo, me daba consejos, contaba anécdotas y ocurrencias, por ejemplo, un día

me explicó sencillamente que desde que el Dr. Velasco Ibarra había subido a la presidencia, se le habían acumulado tantos

decretos, leyes y resoluciones y con tanta rapidez que ya no podía leerlos todos como siempre había sido su costumbre y

con dejo de picardía agregaba “Por eso ya no me considero enteramente abogado pues la República marcha más rápido

que mi mesita de velador.” I nos reíamos de su gracia. Años después el Dr. Miguel Serrano Hidalgo a) el chueco Serrano, me

dijo que cuando se graduó de abogado y puso su estudio vecino al de García Moreno, en el edificio popularmente conocido

como la Cueva de Alí Baba por ser de madera, muy grande y contener solamente estudios de abogados, en Pichincha y

Aguirre esquina, diariamente armaba un escándalo por la música de un radio de su propiedad que colocaba encima de un

ropero. Resuelto a terminar con el barullo una mañana García Moreno entró violentamente donde su vecino y gritó: “Cinco

sucres de fritada y dos cervezas” y acto seguido, poniendo cara de asombro, exclamó: “Perdón colega, disculpe la

equivocación, creí que se trataba de una chingana…” dio media vuelta y se marchó rápido. El chueco comprendió y

bajando la cabeza muy avergonzado solo atinóa desconectar la radio”. Así era el maestro de ocurrido, aún cuando daba

con palmeta, me terminó confesando.

Indudablemente “el maestro” era un hombre superior. Cuando Pío Jaramillo Alvarado se ausentó en 1944 de Guayaquil, luego de una estadía de varios años, matizada con charlas patrióticas, conferencias, clases en la Universidad y otras

disertaciones, le envió una atenta esquela que decía: “Al separarme de la Universidad y ausentarme de Guayaquil, llevo

conmigo la valiosa conquista de su amistad que sinceramente deseo que sea eterna. Ha sido Ud. mi mejor amigo en

Guayaquil y el recuerdo de su bondad y de la integridad de su espíritu, será imborrable. Es Ud. uno de aquellos raros

Hombres en quien se puede confiar, en esta época en que los sentimientos de caballerosidad están perdidos. Sus

ejecutorias de hombre de ciencia le dan un prestigio merecido y uno no sabe qué admirar más, si su cabeza o su corazón.

(1) En la improvisada sala de operaciones se escuchaba los mal contenidos sollozos del Cirujano y sus asistentes por tener que realizar una operación tan

radical a un niño.