PINTORA.- Nació en Guayaquil el 18 de Agosto de 1950 y son sus padres legítimos Patricio García Alcívar de profesión comerciante y Jenny Caputti Campodónico, quien presidió la Sociedad Femenina de Cultura, propietaria del Teatro Centro de Arte de Guayaquil.
La mayor de tres hermanos que crecieron en la casa familiar de los García en 9 de Octubre y Mascote. Ingresó de seis años al Colegio María Auxiliadora y en cuarto grado la cambiaron a las mercedarias. Buena dibujante, recibió una esmerada educación, fue alumna de piano de Blanca Muirriagui en el Conservatorio Nacional de Música y de Piero Jaramillo y Esperanza Cruz en la Escuela de ballet de la Casa de la Cultura. En 1969 se graduó de Bachiller.
Vivían en Sucre entre Carchi y Tulcán, barrio del Salado. Ese año ingresó a la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica y fue alumna de Rodolfo Rodríguez Castelo. El 70 obtuvo una beca para estudiar Arte en el Incarnate Word College de San Antonio, Texas, revalidó sus estudios de Literatura y fue alumna de la Hermana Regina Wojinski, de la Orden Dominicana, en Lite Drawing, lo que determinó su vida, pues desde entonces pensó seriamente en ser pintora.
El 71 regresó a Guayaquil, siguió los Cursos de Decoración de la U. Católica y contrajo matrimonio con Eduardo Manrique Trujillo con tres hijas. El 72 ingresó a la Escuela Municipal de Bellas Artes, pintaba paisajes. El 73 recibió clases de Literatura con el Padre José Ignacio Varas y con Nila Velásquez. Su profesor Enrique Tábara la llevó a su taller. De allí en adelante evolucionó, experimentando y gestando una forma propia. El taller de Tábara marcó profundamente su expresión diría el crítico Hernán Rodríguez Castelo a quien seguiremos. Aprendió los secretos del oficio, fundamentalmente en lo que se refiere a la utilización del espacio, las posibilidades de las diferentes materias y el rigor creativo que de ninguna manera significa una pérdida de libertad. Su búsqueda se centró entre el impresionismo, el estructuralismo y el informalismo, viviendo su expresión visual un largo período de tensión entre las formas del maestro y el mundo propio que buscaba sus formas. Mérito suyo fue no rehuir la tensión y asumir la complejidad que en su caso tenía la conquista de la originalidad. El color de esta etapa se aleja del
precendente, busca crear ambientes etéreos a través de la utilización de blancos y de difuminados trabajados con minuciosidad.
El 74 presentó sus Primeras Exposiciones en el Museo Municipal y en el Centro Ecuatoriano- Norteamericano con dibujos figurativos aunque tendientes hacia la abstracción y obtuvo buenas ventas. El 75 fue Comisionada de Artes Plásticas del Centro Municipal de Cultura. El 76 obtuvo el Premio Adquisición en el Salón Nacional de la Casa de la Cultura. Entre el 76 y el 78 fue Asistente del Servicio Cultural e informático de los Estados Unidos USIS. El 77 participó en el Primer Salón del Banco Central con “Purificación” donde aún se observan gruesas texturas mediante encolados que buscaba reemplazar con figuras cromáticas en ocres. Ese año logró el Segundo Premio en el Salón Nacional de Tempera, Grabado y Dibujo convocado por la Municipalidad de Quito. El 79 participó en el Seminario de Arte “Tokalon” en West Palm Beach, Florida. Su obra comienza a cobrar autonomía, reemplaza la solidez compositiva por fugas cromáticas, vive un momento de perplejidad. El 78 alcanzó el Segundo Premio en el Salón Municipal de Pintura Fundación de Guayaquil.
Entre el 79 y el 89 participó en tres Bienales Internacionales de Arte celebradas en Valparaíso. El 85 y el 89 en las de La Habana, el 86 en la de Miami, el 87 en la de Sao Paulo. Tantos trabajos la hicieron ampliamente conocida a nivel nacional y aún fuera del país.
El 80 ingresó al Centro de Estudios Arqueológicos y Antropológicos de la Escuela Superior Politécnica del Litoral, cuyo Director Jorge Marcos Pino le ayudó a encontrar las raíces ancestrales que requería para pintar temas nuestros: “Mi realidad es el cholo y el montubio no lo precolombino, por eso me sentía como extranjera aunque mi pintura era muy ecuatoriana” (1) Y tuvo excelentes maestros como el peruano Luis Lumbreras y el chileno Felipe Bates, ambos de la UNESCO, que supieron enriquecer su contexto cultural.
El 85 intervino en las excavaciones en Real Alto, sitio que había comenzado a ser trabajado en los años setenta por el grupo de arqueólogos venidos de la Universidad de Urbana en Illinois, USA. El profesor belga Joss Buys y la Doctora argentina Silvia Alvarez fueron los que más influyeron en su formación, pero el norteamericano Jimmy Zeidler, al darle a examinar los numerosos figurines Valdivia que iban apareciendo, le sugirió el tema
para una Tesis de Licenciatura en Arqueología que tituló “La figurina Valdivia en Real Alto: reflejos de los modos de vida Valdivia” que sustento el 89.
Jorge Marcos ha dicho que a través de la arqueología se halló Mariela a sí misma. No partió de lo precolombino para ello, ni de lo indígena ni de lo autóctono, porque alumna de Tábara nació informalista, respetando lo aborigen como una forma de expresión artística valida. Sin embargo, al pintar, siguió manejando el espacio que le brindaba el lienzo, jugando con la textura, las manchas, la luz y el color, dominó los grises, el negro y el blanco, en un melódico rumbo hacia lo monocromático. Allí nacieron monstruos oníricos, ídolos e íconos, pintó sus fantasmas y alegrías, incorporando a su tela pedazos de ropa. Se creaba y se recreaba a sí misma, siempre buscando nuevas formas de expresión. I llegó a lo precolombino, lo hizo en el aula, en el laboratorio, en el terreno, excavando y estudiando, profundizando en la Antropología se volvió arqueóloga, pero no dejó nunca de ser pintora; por el contrario, su profesión de arqueóloga se iba articulando en sus lienzos. Los estratos dibujados en papel milimetrado que servían para dilucidar las superposiciones, asociaciones y recurrencias de los restos del comportamiento social y
del modo de vida de las sociedades pretéritas, se proyectaron en nuevos cuadros.
Los años 80 no fueron para ella la década perdida. Sucesivas exposiciones en Guayaquil, Quito y Cuenca la mantuvieron en actividad. El 81 logró el Primer Premio del Salón Municipal de Pintura Fundación de Guayaquil y fue seleccionada para las Bienales de dibujo del Museo de Arte Americano de Maldonado en el Uruguay. Sus cuadros fueron adquiridos por prestantes Colecciones Públicas y Privadas. El
85 participó en el 45 Congreso de Americanistas celebrado en Bogotá.
Nuevas indagaciones sobre el espacio, la síntesis de todas estas búsquedas y de un encaprichado trabajo con materia y color daba obras de tanta belleza visual y tanto poder de sugestión como el gran tríptico que presentó en la Primera Bienal de Cuenca de 1987. De esta última etapa es un juego entre lo matérico que se aprovecha del encolado pegando cosas y lo cromático casi abstracto, pero lo sígnico sigue presente.
Tras su divorcio el 90, contrajo segundo matrimonio con Francisco Parra Gil y comenzó a viajar indistintamente por el extranjero. Ese año recorrió Europa y Japón. El 91 expuso en Lima y en Bruselas, el 92 en México, Minas Gerais en Brasil y Vinches en Bélgica.
Vivía en la Ciudadela Los Almendros, en una villa hermosamente arreglaba con un jardín interior, en cuyas cercanías tenía su Taller. Conocía mucho de historia y tomó en comodato el Museo de Real Alto para restructurarlo.
El 2000 enviudó. El 2002 fue designada Directora de los servicios Culturales del Banco Central en Guayaquil para inaugurar el Museo y otras instalaciones en la zona regenerada del Malecón Dos Mil.
El 2013 pasó a dirigir el Archivo Histórico del Guayas tras la renuncia de José Antonio Gómez Iturralde. Es un raro caso de artista intelectualizada en búsqueda permanente de la belleza ancestral. En lo físico es bella, alta, delgada, blanca, ojos claros y pelo color de trigo. Su conversación amena y franca, sin afectación posteriormente a pasado a prestar sus servicios al MAAG.
- (1) Lo precolombino, como lo indígena y lo autóctono, ha jugado un papel predominante en el Arte Ecuatoriano. Pintores como Rendón, Egas, Wulf, Kingman, Guayasamín, Espinel, Viteri y Tabara, entre muchos otros, lo han expresado de diferentes maneras. Algunos de ellos como Rendón y Egas, partieron de la organización clásica de la imagen logrando un realismo idealista, una pintura apolínea, indígena en su temática. Otros como Wulf llegaron a través de sus danzantes a la abstracción del movimiento del alma andina. Espinel le dio vida a lo campesino y a lo cholo, mientras Kingman y Guayasamín lo volvían el símbolo de lo ecuatoriano, del sufrimiento del pueblo indígena y de la ira contra la opresión. Viteri se enamoró de la forma y del color expresados en el arte del pueblo indígena y a Tábara, desde su visión interior, su creación precolombina lo llevó a su informalismo tan cerebral y técnico.
De esta superposición de texturas, de sus estratos, comenzaron a surgir figurinas y los monstruos oníricos de antaño – los ídolos y los íconos – se volvieron Valdivia, pero un Valdivia recreado. Nos encontramos ante un caso singular en el arte ecuatoriano, una pintora que es también arqueóloga profesional, una antropóloga seria, pintora prolífica y trabajadora que vive sus carreras con dedicación e intensidad. La articulación de la pintura con la arqueología en su obra no ha restado la seriedad debida a su pintura ni a su otra profesión.