GARCES LARREA CRISTOBAL

PROMOTOR CULTURAL.- Nadó en Guayaquil el 20 de abril de 1924 y fueron sus padres legítimos Ignacio Garcés Terán (1) y

Rosa Larrea Sánchez, naturales de Ambato y Guayaquil respectivamente.

Hijo único y por lo tanto muy consentido, no le gustaba la sopa y para lograr que se la tomara – Margarita Mora – una

señora de raza negra y bastante mayor que trabajaba en su hogar realizando labores domésticas – le contaba cuentos que

ella se inventaba, leyendas fantásticas que tenían algo de su Esmeralda nativa. En 1931 ingresó a la escuela fiscal “Simón

Bolívar” y fue compañero de Tomás Pantaleón que también llegaría a poeta. En 1934 falleció su madre de derrame

cerebral y pasó a vivir con la familia de su padrino Roberto González Ruidiaz en Víctor Manuel Rendón y Lorenzo de

Garaycoa.

En 1937 comenzó la secundaria en el “Vicente Rocafuerte”, fue pésimo alumno en matemáticas pero obtuvo premios en

varios concursos de poesía y ensayo, demostrando innatas inclinaciones hacia las bellas letras pues desde el tercer curso

empezó a escribir poemas que enseñaba a sus compañeritos, de manera que naturalmente trabajaron el periódico

estudiantil “Nosotros” que alcanzó renombre. Era su profesor de literatura Enrique Gil Gilbert y enseñaban en el Vicente

otras personalidades como Leopoldo Benítes Vinueza, Demetrio Aguilera Malta, etc.

En “Nosotros” figuraron Eduardo Borja lllescas, Manuel de J. Real Murillo, Elias Muñoz Vicuña, Jorge Sweet Palomeque,

Ney Castillo Vélez, Miguel Augusto Egas Orellana, el propio Tomás Pantaleón y otros más que pronto se vincularían a las

figuras consagradas de nuestra literatura a través del profesor Enrique Gil Gilbert, que les comenzó a llevar a la buhardilla

de Joaquín Gallegos Lara, quien ejercía una especie de magisterio rutilante, pues de todas partes del país arribaban

artistas e intelectuales a visitarle. Allí conoció a Adalberto Ortíz recién llegado de Esmeraldas con un poemario bajo el

brazo y a César Andrade y Cordero de Cuenca, figura de prestigio nacional. Junto a ellos se formó como poeta, entonces

recibió el mecenazgo de Abel Romeo Castillo, que dirigía la página literaria de El Telégrafo donde aparecieron sus

composiciones, las iniciales, en 1939, cuando solo frisaba los quince años de edad, lo que se tenía como una especie de

consagración.

Graduado de bachiller, deslumbrado por la poesía francesa de Lautremont y por la lectura de poemas americanos de

Gonzalo Escudero y Pablo Neruda entre otros, concurría a la Sociedad de Artistas y Escritores Independientes y en 1943

ingresó a la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Cuenca, vinculándose a la intelectualidad del Azuay. En dicha

ciudad hizo amistad con un gran poeta extraño y hasta escurridizo, completamente bohemio: César Dávila Andrade y

colaboró en la revista “Acción Universitaria” que dirigía Rafael Galarza Arízaga con Hugo Ordóñez Espinosa.

En 1944 viajó a Quito a estudiar en la Universidad Central integrándose al grupo “Latitudes” de Luis Verdesoto Salgado,

Plutarco Naranjo, Jorge Enrique Adoum, Galo Recalde y Galo Rene Pérez. En la I Exposición del poema mural juvenil

intervino con dos composiciones, ilustradas por Jorge Sweet y Eduardo Kingman respectivamente y logró uno de los

premios.

Tras la revolución del 28 de mayo de ese año Benjamín Camón formó en 1945 la Casa de la Cultura Ecuatoriana que inició

un ambicioso proyecto y varios intelectuales guayaquileños, cuencanos y lejanos se trasladaron a Quito y acostumbraban

reunirse por las noches en el “Café Exprés” con otros jóvenes de esa ciudad, mientras Jorge Enrique Adoum, bajo el

pseudónimo de Jorge Ariel, publicaba en la revista “Oasis” de Antonio Chediak y de su padre Jorge Elías Adoum, una

interesante Antología de la nueva poesía, figurando Garcés con varias de sus obras. Esta Antología fue celebrada por

Alejandro Carrión, Humberto Vacas Gómez, Benjamín Carrión, se dijo que una nueva época, óptima por cierto, nacía en la

poesía ecuatoriana

Ese año de 1945 se fundó una agrupación de jóvenes escritores tales como Jorge E. Adoum, Galo René Pérez, Enrique

Noboa Arízaga, Rafael Díaz Icaza, Alejandro Velasco, entre otros. Después Alejandro Carrión Aguirre daría inicio a la

publicación de una colección de folletos con la poesía de cada uno de sus miembros, que tituló “Colección Madrugada”

porque el grupo rompió en cierto modo con esa poesía de cartel que hacían Atanasio Viten, Pedro Jorge Vera, etc.

De vuelta en Guayaquil y decepcionado de los estudios universitarios de Derecho hacia los que no sentía ninguna vocación,

tuvo un período dedicado a la cultura, ofreciendo recitales y conferencias en los colegios de la urbe y en en el núcleo del

Guayas de la Casa de la Cultura.

El 16 de Noviembre de 1947 tomó la palabra en los funerales de Joaquín Gallegos Lara. En Abril del 48 fue electo

Secretario de la revista “Cuadernos del Guayas” órgano oficial del Núcleo de la Casa de la Cultura y ha colaborado en ella

luchando a brazo partido por su supervivencia hasta su fallecimiento.

En 1950 entro a la carrera docente como profesor del Liceo América del Lic. Carlos Estarellas Avilés donde permaneció

cuatro años. En Octubre del 52, ofreció una conferencia sobre la poesía de César Vallejo, producto de sus investigaciones

en el Perú pues siempre fue un viajero trashumante empeñado en recorrer todos los caminos de América. El 54 pasó a

dictar Literatura e Historia en el “Ciclo Educativo Tarqui” del Prof. Eloy Velásquez Ceballos. Por entonces ingresó a la

Facultad de Filosofía y Letras y tras brillantísima carrera egresó con el Premio Contenta y el grado de Licenciado en

Literatura; realizando prácticas docentes en dicha materia, en el colegio experimental “Francisco Campos Coello” anexo a

dicha facultad. En 1955 conoció en el café Costa del bou leva rd al joven médico argentino Ernesto che

Guevara, que apareció un día en Guayaquil en plan aventurero. Culto, servicial, discreto, llegó una noche al Café Costa

donde solían reunirse a conversar y a tomar una coca cola o un café varios intelectuales porteños. Los más asiduos eran

Rafael Díaz Icaza, Cristóbal Garcés Larrea, Enrique Wilford del Ruiz, Humberto Moré y Jorge Thoret (pintores) Paco del

Casty actor. Una noche se quejó de la carestía del hotel donde estaba alojado y Garcés Larrea se lo llevó a la pensión para

estudiantes donde él vivía en Las Peñas, de la Sra. María Luisa de Espín, Calle Numa Pompilio Liona No. 191, donde el Che

pasó algún tiempo. La FACSO de Guayaquil acaba de publicar un libro titulado “El Che en Guayaquil” con numerosos

reportajes a personas que le conocieron y trataron.

En los cincuenta inició su periplo de viajes por centro y Sudamérica. En uno de ellos, en 1953, estando en Barranquilla, su

amigo el literato colombiano Meira del Mar le presentó al grupo de escritores jóvenes de esa ciudad, entre los que se

encontraba Gabriel García Márquez, que entonces hacía periodismo y todavía no estaba consagrado, también a Alvaro

Cepeda Samudio, a Germán Vargas, etc. Se reunían en la librería del catalán Ramón Vinyes y las tertulias eran con ron,

cerveza y café, siendo el tópico principal la literatura, que matizaban con bromas y malas palabras. De regreso al Ecuador

Cristóbal trajo el cuento “Alguien desordena estas rosas” de la autoría de García Márquez, pero el consejo de redacción

de la revista del Ateneo de Quito no quiso publicarlo por deficiente. Cristóbal se puso necio y logró que saliera en el

número cinco de Octubre del año siguiente, en tres páginas. Años más tarde Cristóbal encontró a un Gabo consagrado en

La Habana y refiriéndole la anécdota, éste contestó: Tuvieron toda la razón, pues el cuento era malo.

En Noviembre del 57 intervino en el I Festival Nacional de Poesía celebrado en Portoviejo. En Septiembre del 58 entrevistó al poeta chileno Antonio de Undurraga. Posteriormente realizó entrevistas a diversas personalidades como los peruanos

Luis Alberto Sánchez, Mario Vargas Llosa, Chabuca Granda, al Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez; al

nicaragüense Sergio Ramírez que llegó a vicepresidente de esa República. El 59 viajó a Cuba. En un viaje al Brasil fue

huésped durante un mes en casa del gran poeta Jorge Amado.

El 60 fue designado profesor fundador del colegio nacional “Eloy Alfaro” permaneció largos años hasta su jubilación y ha ejercido las cátedras de

literatura ecuatoriana e hispanoamericana en la facultad de Filosofía y Letras. Entre sus alumnos – numerosísimos por

ciertos – ha logrado sacar algunos intelectuales. En el Tarqui a Agustín Vulgarín y Nancy Carlín. En la universidad a Sonia

Manzano de Vela, Otón Muñoz, Jorge Velasco Mackenzie Dalton Osorno, Carlos Rojas.

En las décadas de los 60 y 90 viajó durante las vacaciones anuales por diversos países del continente: Europa, Asia y

Africa, llevando la voz y el mensaje de la poesía ecuatoriana a todos los confines. En Febrero del 65 asistió a las IX

Jornadas Interamericanas de poesía celebradas en Pirápolis y Montevideo. El 67 la Universidad de los Andes con sede en

Mérida, editó su ensayo largo sobre “Una visión de la poesía contemporánea ecuatoriana”, elogiado por el argentino Tito

Ernesto Lamagni al más alto nivel.

En una ocasión recibió un telegrama de Mario Vergas Llosa que estaba en Barcelona y regresaba a su Patria el Perú. Le

decía que iba a estar un día en Guayaquil y quería que fuese su anfitrión. Cristóbal se encontró en el soportal del correo

con Vicente Leví Castillo y éste lo recibió en su casa, donde convocó a los diarios y canales de televisión para que sea el

acontecimiento una gran noticia. Pepe Guerra, con su humorismo de siempre, comentó el asunto por la prensa diciendo

que el famoso escritor peruano había caído en manos de dos personajes, que el uno debió haberlo llevado a su casa a que

conociera su colección de perros y el otro a la suya a leer todas sus novelas, pues Vicente era un prolífico autor de más de

diez títulos, la mayor parte inéditos y hoy posiblemete perdidos.

En 1974 colaboró en la editorial Ariel Internacional y publicó cuatro tomos de Antología de la poesía brasilera, colombiana,

peruana, cubana y centroamericana contemporánea, que fueron un éxito y circularon masivamente. El Ab. Tomás Rivas

Mariscal creó la colección de libros Ariel en Guayaquil con cien tomos de autores ecuatorianos y cien internacionales. El

propósito era muy ambicioso. Hernán Rodríguez Castelo se consagró con sus eruditos prólogos de los cien autores

nacionales, los otros prólogos, los internacionales, corrieron a cargo de diferentes intelectuales. Garcés Larrea seleccionó

algunas de

las Antologías extranjeras: narradores centroamericanos, peruanos,

colombianos, brasileños y cubanos.

En Agosto del 76 asistió al Congreso de Escritores en Panamá tras una estadía de un mes en Cuba, invitado por el gran

poeta Nicolás Guillen, con quien mantenía una activa correspondencia desde su primer viaje a La Habana en 1959. Ese año

seleccionó los mejores poemas de su generación para el volumen de “Madrugada” que editó la Casa de la Cultura Núcleo

del Guayas.

El 77 tuvo activa participación en el II Encuentro Iberoamericano de Escritores y Artistas celebrado por la Municipalidad de

Guayaquil. El 85 asistió al II Encuentro de Intelectuales por la soberanía de los pueblos en La Habana y a los encuentros de

escritores en Huampani y Lima.

Su criterio serio y profundamente conocedor de los valores de la literatura continental le distinguía del común. Había

tratado a las principales figuras de la poética hispanoamericana y gozaba de la amistad general de esa intelectualidad. Su

poesía se encuentra dispersa, de suerte que su valoración se realiza principalmente por la difusión de los valores

ecuatorianos en el exterior, tarea realizada con sentido de Patria y por el buen nombre nuestro.

POEMA. // En la noche, / en la alta noche, / cuando brilla la Cruz del Sur / como el cardumen titilante / de cien peces

plateados; / en la noche / en la alta noche, / pienso en ti, compañera, / amiga en la distancia / amiga mía. // Cuántas

fechas lejanas, cuanto cielo, / cuanta tierra / y fronteras…// El Mar de Maracaibo // llega hasta tus plantas / con sus

cantos de viejas caracolas / y el cuervo negro que duerme / entre las olas de tu cabellera / oye la voz azul. // Oh, qué

amarga e interminable / la noche en que no escucho / la voz de tu epidermis / quemándome la sangre”. // Ayer busqué

en tus cartas / la luz de tus miradas, / pero un alto muro, / unas estatuas, / otro mar y otras espumas, / -extranjeras

espumas- / mar extraño y cielo extraño / me derriban el sueño / y vuelvo y no te encuentro, / en tanto Aldebarán arde

como una hoguera / y en la altanoche de nocturnos peces; / pienso en ti, compañera, / amiga en la distancia / amiga

mía. // Cuántas fechas lejanas, cuanto cielo, / cuanta tierra / y fronteras…// El Mar de Maracaibo / llega hasta tus

plantas / con sus cantos de viejas caracolas / y el cuervo negro que duerme / entre las olas de tu cabellera / oye la voz

azul.

Porque siento en mi’ piel la miel de tus caricias y sé que estás dormida entre niebla y poesía. Y porque están en mi sangre

y en mis ojos y en la fresca alborada y en el agua que bebo, yo no te lloro madre, no te lloro, porque te llevo, viva, en mi

palabra.

El crítico colombiano Otto Morales Benítez ha dicho: Cristóbal Garcés Larrea vive en olor de literatura. Sin ésta, la

existencia para él, no tiene significado. Es una especie de misionero de las letras. En ellas cumple un apostolado. Está

confundido a todas horas con los libros y con sus autores. Indagando, escudriñando, consultando, ha ido formando un culto

por quienes escriben y por su mensaje. Es el más solidario de los hombres de letras y ejerce ese mandato interior con

generosidad. Actitud que no es usual en las gentes del oficio. En pocos hombres de letras hay tanta inquietud, como la que

despunta en sensibilidad abierta en Cristóbal. Principia por actuar en su medio. Los escritores, poetas, artistas de su país,

reciben en su palabra, consagración. Los analiza con sistemático cuidado y siempre encuentra manera de relievarlos, para

que las demás personas se inclinen hacia ellos para admirarlos. Lo mismo sucede con todos los hombres del continente

nuestro. Luego, en estadio más amplio, con los del universo. Sus límites de fervor y análisis no son comarcanos. Su

creación poética no es muy extensa, además, es esquivo con ella. De vez en cuando aparece un poema en los suplementos

literarios. Tiene una voz de sutil fuerza lírica… Tiene otra vertiente admirable. Es aquella de ser un compilador de textos.

Como es erudito en libros y en autores, esta tarea la puede ejecutar ampliamente y sin mezquindades. Para divulgar tiene

su cátedra de profesor, la de conferenciante, la de editor de revistas y periódicos. Y en ninguna de esas tribunas hace

concesiones. Nada distinto de la literatura merece su referencia. Es como si el resto de los problemas del universo

desaparecieren… En el Ecuador le encontramos en todas partes, siempre en misión mental. Pero su centro es Guayaquil y

allí está con su figura breve, con sus maliciosos ojos, con su risa complacida, vigilando el paso de los astros. Estos no están

en el cielo para Garcés Larrea, al contrarío, andan por la tierra en olor de literatura, como él y como su vida.

Dirigía la revista “Cuadernos del Guayas” del núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura del Ecuador que habiendo sido

fundada por Carlos

Zevallos Menéndez tuvo de directores, aunque por cortos períodos, a Adalberto Ortiz y Francisco Pérez Febres Cordero. La

revista aparecía esporádicamente dado el bajo presupuesto del núcleo y la antigüedad de sus talleres tipográficos, al

punto que cuando nombraron Ministro de Educación al escritor Raúl Vallejo le solicitó un texto para la revista pero cuando

apareció el número que titulaba “Saludando al Ministro”, ya Vallejo había cesado en sus funciones. Así de simple era la

tardanza de esta publicación, que entre tumbos, va por el número 68 en igual número de años.

Al ser preguntado del porqué no ha recogido en algún poemario sus composiciones contestaba con mucha claridad “la

literatura es cíclica, hoy los autores hablan en un lenguaje que no es el mío y por eso publicar vendría a ser

extemporáneo, pero el día que me muera alguien los recogerá”.

Caminaba ayudándose en un bastón, su visión había disminuido y el doctor le prohibió leer pero él no hacía caso. Tenía la

conversación clara, aguda, rápida e incisiva. Vivía en un departamento de madera en el barrio de las Peñas, que ha sido su

entorno desde hace muchos años, con dos perros y dos gatos, aunque en el pasado tuvo más animalitos, pues los quería

mucho y consideraba que la mejor compañía para un solterón como él. Ya no viajaba anualmente en razón de su

edad.Hasta que el 9 de Mayo del 2017 falleció tranquilamente en su hogar. Su sepelio no fue anunciado en los periódicos.

En alguna ocasión Paulette de Rendón que era muy generosa y sencilla rogó a su esposo Manuel le obsequiara uno de sus

valiosos cuadros para que Cristóbal lo venda y pueda completar el dinero que le faltaba para emprender otra de sus

travesías literarias durante sus vacaciones anuales. El deseo de Paulette fue cumplido y Cristóbal viajó.