GARAYCOA LLAGUNO FRANCISCO JAVIER

ARZOBISPO DE QUITO.- Nadó en Guayaquil el 26 de Febrero de 1775. Hijo legitimo del Capitán de Milicias Ventura de

Garaycoa Romay natural de la Coruña, Galicia, España, cuya biografía puede verse en este Diccionario y de Eufemia de

Llaguno y Lavayen, guayaquileña.

Recibió las primeras letras en su ciudad natal y en 1787 fue enviado al Seminario de San Luis, luego pasó a la Universidad

de Santo Tomás de Aquino y se recibió de Doctor en Teología y Sagrados Cánones en 1798.

Ordenado en Cuenca el 15 de Marzo de 1799 por el Obispo José Carrión y Marfil que ejercía su gobierno eclesiástico sobre

Guayaquil, fue destinado como Presbítero a la sacristanía mayor de la Iglesia Matriz de Loja que entonces se proveía por

oposición.

En 1802 le trasladaron al curato de Cone (Yaguachi viejo) Allí construyó la iglesia, una de las más decentes de la costa en

esos tiempos. En 1812 fue designado Comisario de Bulas y Juez subdelegado de Diezmos en Guayaquil por Melchor de

Aymerich.

En 1816 su tío segundo el V Obispo de Cuenca Dr. Ignacio de Cortázar y Lavayen, le nombró Rector del recién fundado

Colegio Seminario de Guayaquil que funcionó al lado de la iglesia Matriz. Allí enseñó Teología, y también lo promovió a

Vicario Foráneo del puerto, pero dos años más tarde renunció al rectorado y fue reemplazado por el Doctor Pedro

Benavente.

A principios de 1820 hizo introducir nuevamente la vacuna cuya linfa se había perdido y comenzó la inmunización de brazo

a brazo. El Cabildo creó la Junta de Sanidad para evitar nuevamente esa catástrofe y el vecindario envió una petición a

Quito a que fuera promovido al curato de la iglesia Matriz, pero Aymerich designó a su preferido el Doctor Benavente,

quien actuó para la revolución del 9 de Octubre de ese año; sin embargo, sufrió la oposición de la mayoría de la población

que veía en él a una autoridad realista.

Quizá por eso, en Agosto de 1822, Bolívar usó del derecho de Patronato y elevó a Garaycoa a la Iglesia Matriz pues era

amigo de toda confianza de su madre y hermanas, que jugaban un papel político preponderante comolíderes del partido

colombianófilo. Efectivamente “las señoras Garaycoa” salían a las calles por las noches a cantar canciones patrióticas por

el Libertador y Colombia y en su casa se realizaban las reuniones políticas más sonadas de entonces.

Enseguida comenzó la construcción de la nueva Iglesia Matriz con fondos de sus proventos parroquiales que pronto

concluyó y fue el mejor templo de la ciudad. En Febrero del 23 donó mil pesos para los gastos del Estado. En 1827 fundó la

Vice parroquia de San Alejo en el barrio del Astillero que administró por medio de su auxiliar el mercedario fray José

Manuel Betancourt y de los Presbíteros Pedro Arnáez, José Joaquín Rodríguez y Pedro Benavente, con quien jamás había

llegado a disgustarse.

En 1829 Bolívar le nombró Obispo de Cuenca, sede que llevaba largo tiempo vacante, pero no aceptó por no tener dicho

cargo rentas ni emolumentos. En 1832 le pidieron que viaje de todos modos a esa ciudad, excusándose de hacerlo en

razón de que su anciana madre y hermanas solteras vivían en Guayaquil a su costa.

El 22 de Marzo de 1837 el presidente Rocafuerte, su primo segundo por Lavayen, dividió el Obispado de Cuenca en dos y se

dirigió al papa Gregorio XVI pidiendo la designación de Garaycoa para ocupar el nuevo obispado de Guayaquil y del Deán

Pedro Antonio Torres, ex Capellán de Bolívar, para el de Cuenca. Las Bulas llegaron el 38 y Garaycoa fue consagrado el 14

de Octubre por el Arzobispo de Quito Nicolás Joaquín de Arteta y Calisto en solemnísimo acto verificado en esa Catedral.

“Con anticipación de cuatro días se habían tomado todos los asientos de la iglesia y hubo un inmenso y lucido concurso.

Durante la Consagración se llevaba la atención de todos la extenuante figura del venerable varón que, preparado por una

penitencia de diez días, se postraba con profundo reconocimiento delante del Altísimo, para recibir con la unción sagrada

una misión divina; y edificó a todos la devoción inalterable que se observó en el señor Garaycoa, por todo el tiempo de

una función que duró como dos horas y media”. Enseguida el Presidente Rocafuerte le brindó un banquete en Palacio, a1

que concurrieron numerosísimos sacerdotes. “Se dijeron cosas muy lisonjeras al señor Garaycoa yn él, con aquella

humildad propia de un alma verdaderamente evangélica, tras ocho años de gobierno falleció en Quito a causa de una pulmonía el de diciembre de 1859. Su cadáver fue traído a Guayaquil y permanece en la Catedral bajo el siguiente epitafio escrito

en latín “Aquí yacen los restos del varón muy esclarecido y muy digno Arzobispo de Quito, Dr. Francisco de Garaycoa,

honra y pres primero de la iglesia de Guayaquil y después de la iglesia de Quito. Mantuvo incólume su autoridad (1) y

adornado de virtudes y de edad avanzada recibió el premio de sus grandes méritos. Entregando su alma el 2 de Diciembre

de 1859, a los ochenta y cuatro años de edad”.

Brilló por la gravedad de su doctrina, prudencia, probidad de costumbres y rara experiencia de las cosas.

Durante su arzobispado hizo imprimir en Quito y a su costa el opúsculo de Balmes intitulado “La religión demostrada al

alcance de los niños” con el objeto de difundir su lectura en las escuelas. Los maestros de Santo Domingo, para secundar

sus deseos, habían organizado con los niños mayores la clase de Balmes, especie de academia en que aprendían de

memoria y se comentaba las enseñanzas del mencionado escritor catalán, lo cual ilusionó mucho al bonísimo Arzobispo,

para quien la revolución francesa, el romanticismo liberal y otros adelantos de la Europa del tiempo nunca llegaron a su

entendimiento, por eso se ha dicho que jamás fue un intelectual ni cosa por el estilo, aunque era muy versado en los

asuntos eclesiásticas pero poco dado a las especulaciones filosófico – políticas, de suerte que pasaba por excelente

persona. En cuanto a los conocimientos científicos nunca le preocuparon, sin que esto suponga que cayó en la ignorancia y

fanatismo de su antecesor Nicolás Joaquín de Arteta y Calisto, cuyo pensamiento no rebasaba los límites de la contra

reforma del Concilio de Trento de 1563 y todo ello cuando se vivía en el siglo XIX llamado el de las luces.