GAMARRA DE HIDALGO MARIA

REVOLUCIONARIA.- Nació en Baba el 13 de Abril de 1846. Sus padres eran propietarios de la

hacienda “Victoria” situada al pie del estero Gallinazo o Chalupo, con ganado, cacao y árboles

frutales.

Creció despreocupadamente en el campo, saltando y corriendo feliz con los hijos de los

trabajadores y se formó demócrata. Siempre fue ágil, alegre y entretenida, gustaba mucho de la

compañía de sus semejantes.

Al convertirse en una agraciada jovencita leyó a Lamartine y a Chateaubriand y como buena

romántica suspiró por Joselyn, Rene, Atala y otras heroínas de esos tiempos. También se interesó

por obras más serias como El Contrato Social, la Historia de los Girondinos y la Revolución

Francesa y de ensayos como El Genio de Cristianismo y las Memorias de Ultratumba, de suerte que

amó la justicia a través de la igualdad social.

^ En 1866 contrajo matrimonio con

Eduardo Hidalgo Arbeláez, nacido en 1837, joven de carácter serio y trabajador que logró

acrecentar la fortuna con su dedicación a las labores del campo. Era alto, rubio y de ojos azules,

lo opuesto a ella que era bajita, algo entrada en carnes, trigueña clara y muy ñata, pues tenía la

nariz roma y ancha y por eso era conocida cariñosamente como la Ñata Gamarra o simplemente

como la Ñata, apodo que le duraría hasta su muerte.

El matrimonio fue bien avenido y pronto arribaron siete hijos en la casa esquinera de Clemente

Bailen y Pedro Carbo: Eduardo, Juan José, Guillermo, Alberto, Clemencia, Roxana y Clara, criados

entre el campo y la ciudad con mucho esmero y atención, pues la Nata siempre supo ser una

perfecta madre y una cariñosa esposa, a la par de acuciosa activista liberal.

En 1876 participó en la revolución del General Ignacio de Veintemilla contra el presidente Antonio

Borrero. Recogió fondos y donó medicinas para las ambulancias que subieron con el ejército

costeño a la sierra. Su esposo Eduardo peleó en la batalla de Galte, en 1878 fue Jefe Civil y Militar

del Cantón Puebloviejo, donde estaba situada la hacienda, donde estaba situada la hacienda.

Entonces los revolucionarios Chapulos pasaron a Palenque y pernoctaron el día 20 en la

hacienda del Coronel Nicolás Infante Diaz, a quien designaron Jefe Civil y Militar del

movimiento.

La Ñata había organizado en su hacienda Victoria a setenta y siete peones conciertos entre los

cuales figuraban los hermanos Manuel y Crispín Cerezo (Crispín Cerezo era el Mayordomo y se

hizo famoso en las guerrillas) así como a ocho empleados y los denominó “Húsares de

Chapulo”.

La campaña fue corta pero sangrienta y finalizó en Diciembre de 1884 con la derrota de

Infante en las pampas de Piscano y su fusilamiento el 1 de Enero de 1885 en Palenque. Eduardo

Hidalgo pudo escapar de los soldados del gobierno internándose en las montañas y vivó varias

semanas a la intemperie con grave peligro para su vida, dado lo inhóspito de la zona.

Al producirse la invasión de Loja por Vargas Torres en 1887, el gobierno de Caamaño le confinó

a Cuenca, pensando que allí los conservadores le harían un mal ambiente, pero estaba

equivocado porque los cuencanos aprendieron a quererle a él, a la Ñata y a sus hijos.

Sobretodo a la Ñata, que los conquistó con buenas obras, con su fino humor y la sutil

diplomacia que siempre sabía poner en todos sus actos, y hasta logró hacer algunos adeptos a

la causa liberal.

En la sequía que asoló los campos azuayos en 1889, como delegada de la Sociedad Filantrópica

del Guayas repartió víveres entre los campesinos más afectados para aplacar parcialmente la

hambruna. Tan caritativa labor, desarrollada con generosidad y altruismo, le ganó una

tremenda popularidad. Quizá por eso demoró su regreso a Guayaquil siete años, volviendo

finalmente en

1894 ante la gravedad de los sucesos políticos ocasionados por el negociado de la venta de la

bandera.

Tras la revolución del 5 de Junio de

1895 despachó a su hijo Eduardo a Nicaragua con suficiente dinero para que trajera inmediatamente al General Eloy

Alfaro a bordo del vapor “Pentaur” especialmente fletado para el efecto. El 8 hizo su Ingreso en Guayaquil el General

Plutarco Bowen, Jefe de las guerrillas liberales compuestas de manabitas y dauleños. Fue paseado en carroza desde el

Malecón y Aguirre, por la calle Pedro Carbo, hasta el Astillero, donde la Ñata tenía su chalet (Calle Manabí e Industrias) y

allí descansó,

pero cuando quiso retirarse al día siguiente, le fue impedida la salida con grandes muestras de

cortesía y estuvo prácticamente secuestrado con atenciones continuas porque se temía que

llegue a complotar y se negase a entregar el mando militar a Alfaro, como efectivamente ocurrió, pero el golpe de Bowen no tuvo éxito. Al día siguiente hizo su arribo el general Eloy

Alfaro y formó comisiones que viajaron a Quito y Cuenca con el fin de evitar inútiles

derramamientos de sangre. A Cuenca se trasladaron Eduardo Hidalgo, Domingo de Elizalde

Vera, Homero Morla Mendoza y José María Carbo y Amador y conversaron el 27 con el

Gobernador Bernardo Astudillo, sin lograr la entrega de la plaza.

Poco después ocurrió la batalla de Gatazo que puso fin a los regímenes progresistas. Hidalgo

fue designado Gobernador de Los Ríos, mientras la Ñata se quedaba en Guayaquil

desbaratando conspiraciones

reaccionarias.

Pasado el peligro su esposo fue trasladado a la Intendencia General de Policía de Guayaquil,

función menos importante que la anterior pero más necesaria para los altos fines de la

revolución, a efectos de controlar y reprimir a los quintacolumnistas.

Durante el Incendio Grande del 5 y 6 de Octubre de 1896 y varias semanas después la Ñata se

prodigó en atenciones continuas a los damnificados. En su chalet del Astillero (que luego sus

herederos venderían a los Dascalzi) dio asilo a mucha gente. Era de ver como en horas del

almuerzo y la merienda se ponía hasta cinco y seis veces la mesa para alimentar a numerosas

familias indigentes. “Su casa se transformó en refugio de familias enteras. Unos le llevaban sus

joyas, otros algún recuerdo muy querido de familia, éste un pequeño lío de mantas, aquel las

escrituras de su casa quemada, de la que solo quedaba el terreno. La Ñata recibía a todos en

la puerta, conciente de su deber y sin llorar, simplemente sonriendo y con los brazos abiertos.

Para los que caben están las habitaciones de su casa que sus hijos han desocupado para dar

lugar a los que vengan, para los que ya no caben están los patios y las escaleras que en poco

rato son copados, para los restantes una manta, una pieza de abrigo y alimentos que ella, su

esposo y sus hijos sirven por doquier. Largos días continuó en esa labor hasta que la gente

comenzó a salir a los campos, a las haciendas vecinas, en fin, en donde podían instalarse”.

de 1916, tras almorzar en la casa de Enrique Baquerizo Moreno y su esposa, en momentos de

retirarse a la suya fue aquejada de intensos dolores abdominales (violentísima oclusión intestinal

que no fue advertida por los médicos llamados a tratarla) y murió a las seis y media de la tarde,

cuando arribaba el Presidente Alfredo Baquerizo Moreno a la ciudad y la banda del ejército tocaba

los primeros acordes del Himno. Fue una excelente mujer que solamente dejó buenos recuerdos.

Un hijo suyo, médico de profesión, se portaba mal con su esposa porque era mujeriego, ésta

concurría a la casa de doña María a dar las quejas. Cuando se presentaba el culpable, la Ñata “le

cogía por el pescuezo y encerraba a pan y agua durante un día en su casa” para que aprendiera a

respetar a su mujercita. En eso, como en otras cosas, fue una consumada feminista.

I no soltaba al preso por mucho que éste rogara por su libertad hasta que no cumplía su corta

condena.

En 1991 se formó un Monumento para erigirle un busto en la esquina de Sucre y Pedro Carbo,

formado por Carlos Julio Arosemena Monroy, Marcel Laniado de Wind, Jorge Villacrés Moscoso,

Ignacio Carvallo Castillo y por mí. El 4 de Noviembre se realizó el desvelizamiento, concurrieron

las autoridades civiles y militares, Carlos Julio pronunció una vibrante arenga patriótica,

calificando a la Ñata de ser una singular figura en la historia del liberalismo radical y

revolucionario. Agradeció a nombre de la familia su nieto Lucho Hidalgo Gnecco que estaba muy

emocionado, pero extrañó a los presentes comprobar que no concurrió ningún descendiente de

Roxana Hidalgo Gamarra de Barredo, quizá por su filiación derechista y hasta Opus Dei ¡Cosas de

la vida!