CRONISTA.- Nació en Guayaquil el 13 de Marzo de 1905. Hijo legítimo del poeta Emilio Gallegos del Campo cuya biografía
puede verse en este diccionario y de Conchita Ortíz del Campo, su prima hermana madrileña, a quien conoció y trató
cuando era Cónsul en España.
Hizo sus primeros estudios en el Colegio San Luis Gonzaga de los Hermanos Cristianos donde tuvo de profesores en el
primero y segundo grado a Luis Mariano Guevara y a Ciro Cordero, pero habiendo muerto su padre en 1914, la familia
compuesta de la viuda y sus hijos Emilio y Matilde viajó a Cristóbal en el vapor “Manatí” de la Pacific Steam Co. y de allí
en el “Uruguay” siguieron a Cádiz, donde fueron recibidos por Jorge Gallegos del Campo que estaba de Cónsul en aquel
lugar. Al llegar el 1o. de Agosto tuvieron problemas con un barco alemán que patrullaba esas aguas y que hizo requisa de
armas pues ya sabían que iba a estallar la Primera Guerra Mundial.
Poco después estaban con su abuela
materna Conchita del Campo y Burgaleta de Ortíz, propietaria de una pequeña casa en el
centro de Madrid. Entonces comenzó una niñez plena de afectos familiares, coleccionaba
estampillas y monedas y terminó la primaria en el Colegio de los Hermanos Cristianos en 1917,
para iniciar la secundaria en el Instituto San Isidro, donde se graduó de Bachiller en 1921
estudiando por las noches dibujo artístico con el maestro José Blacio Coriz en la escuela de Bellas Artes de Madrid donde conoció a! célebre pintor José Romero de Torres.
Su madre cosía ropa fina y ganaba lo suficiente pero el joven Emilio no quiso seguirla
sacrificando con el alto costo de una carrera universitaria y prefirió entrar a la Escuela de
Comercio donde estudió una carrera corta hasta graduarse en 1924 con el título de Perito
Mercantil que hoy equivaldría al de Ingeniero Comercial o Economista. Ese año ingresó de
agente vendedor de la recién salida Enciclopedia Espasa- Calpe y recorrió la mayor parte de
España y Portugal, y Ceuta y Meiilla en el norte de África, percibiendo buenas comisiones que
compartió con su madre y hermana.
Era un dandy que vestía elegantemente y a la moda y que había viajado y
conocido mucho, pues durante las vacaciones de verano su tío Jorge le había llevado a vivir
con su familia en los diferentes consulados en Saint Nazaire, París, Rotterdam, Florencia,
Roma, Napoles, etc., y por ello hablaba fluidamente el francés, inglés e italiano; pero un día
se le ocurrió que deberían volver a América, vendieron la casa en Madrid, se embarcaron en el
buque Manuel Arnús y regresaron a Guayaquil el 26 con algunos ahorros que no eran muchos.
A poco entró de Secretario de la Comisaría Nacional Segunda de Policía con S/.250 de sueldo,
siendo el Comisario Augusto Guerrero Varillas. Ese primer empleo se lo consiguió el periodista
Luis Guevara Travieso y hasta quiso estudiar leyes pero el asunto se le tornó difícil por la
revalidación de los papeles.
Varios meses después fue a trabajar con Carlos Fortich, que había inaugurado su acreditado
Salón de comidas y bebidas en 9 de Octubre y Chimborazo, y antes había tenido una pastelería
al lado de La Palma. Allí fue Cajero y Administrador con S/.400 mensuales y la comida para sí y
su familia, mas, un agudo, ataque de paludismo, que lo puso al borde de la
desempeñar piponazgos y otras sinverguencerías, tuvo que renunciar. Entonces su amigo Francisco
Dueñas Estrada lo llevó de Apoderado y Administrador General a Comercial Intaco, empresa que
andaba mal y había que levantar.
El 59 Rodrigo Icaza Cornejo le pidió que pasara a La Previsora como Asistente de Gerencia y el 61
lo designó Subgerente. Esta fue su mejor época pero debido a su falta de ambición por el dinero
no se preocupó de adquirir una vivienda, lo que hubiera sido muy fácil para él porque gozaba de
crédito bancario. Este error le costó a la larga, terminar en el Asilo. El 68 se jubiló pero siguió
trabajando allí hasta 1974, que renunció por expresa disposición del Decreto Supremo de
Rodríguez Lara sobre jubilaciones en la República.
Mientras tanto había desempeñado la presidencia del Centro Filatélico y Numismático de
Guayaquil desde 1964 al 66, año en que editó “El Monetario Español y su influencia en la
Numismática de las Colonias de España en América, años 1500 a 1825” en 46 págs. y numerosas
fotografías y “Tradiciones Hispánicas” con diez leyendas españolas recogidas en sus viajes, que
habían ido apareciendo en el Diario El Telégrafo con la colaboración artística de Luis Peñaherrera.
Poco después su amigo Abel Romeo Castillo, coeditor de El Telégrafo, le solicitó que escribiera
sobre sus recuerdos del Fortich y del Guayaquil de los años 26 al 40 cuya bohemia había vivido con
sana intensidad y Gallegos aceptó, dando comienzo a una columna dominical que el mismo Castillo
tituló “Estampas de mi Ciudad” y que aparecieron entre los años 68 y 76 en un número mayor a las
setenta, que debidamente ordenadas mantienía en su poder y pensaba publicar algún día con el
título de “Estampas del Guayaquil de ayer” en 300 págs. aproximadamente. Expresión bien
lograda de las costumbres y del ambiente de las clases sociales que coexistieron con la crisis de
esos años y que Gallegos describe con tal lujo de detalles que su lectura resulta como observar
una película de historia social.
Entre 1968 y el 73 desempeñó la Presidencia del Instituto de Cultura Hispánica de Guayaquil. El 70 viajó con su esposa a
Europa, realizó una larga gira por diferentes países y especialmente por España, donde visitó los sitios de su niñez. El viaje
fuemotivado por la petición de mano de su nuera en Barcelona pero le sirvió de pretexto para recrearse nuevamente con
los paisajes y ciudades donde había vivido.
En 1975 Juan José Vilaseca le llevó de Apoderado especial a la Cámara de Comercio española, justamente cuando Ortiz
cumplía 70 años de edad, pero nadie lo hubiera podido adivinar viéndole tan joven y erguido, tan delgado y ágil, pues
caminaba con rapidez y seguridad por las calles, .frecuentaba todos los sitios, hacía una agitada vida de sociedad.
En 1981 sufrió un principio de derrame pero habiendo sido atendido a tiempo por el Dr. Absalón Guillen se repuso sin
consecuencias, aunque ya no quiso regresar a la Cámara, dedicándose a sus estampillas, a las que siempre le había dado
una atención preferente.
Ortíz había comprado y vendido colecciones en numerosas ocasiones y había formado otras muchas, se dedicaba a Ecuador
y a dos colecciones de Historia y Geografía respectivamente. En cuanto a su valiosísimo Monetario vendido en 1962 a un
coleccionista americano en casi 40.000 dólares, dinero que invirtió en la publicación de sus dos libros y en el viaje a
España, solo se puede decir que era uno de los mejores del país.
El 6 de Agosto de 1985 sufrió un derrame que le paralizó la mano izquierda y aunque gozaba de buena salud y de gran agilidad mental sentía las molestias y dificultades propias de su condición.
Vivía con su esposa y su hijo único Emilio -dvorciado y vuelto de España- en un departamento alquilado del centro de la
ciudad, dedicado a sus escritos, colecciones y recuerdos. Pensaba escribir sus Memorias que en parte ha publicado a través
de sus estampas. Era el cronista de Guayaquil de una época (1925 al 40) posterior a la descrita por Carlos Saona Acebo en
sus libros “Rielando en un Mar de recuerdos” y “Recogiendo mis pasos” (1880 – 1930) y anterior a la que me correspondió
escribir en sus crónicas de Expreso (1940 – 85) editadas en el Tomo IV de “El Ecuador Profundo”, de suerte que los
tradicionistas guayaquileños que comenzaran con Rosa Borja de Icaza en 1959 en el Universo con “Mi mundo íntimo” en 29
entregas, se han pasado la posta a Carlos Saona, Emilio Gallegos, Rodolfo Pérez Pimentel, hasta desembocar hacia 1986 en
Jorge Martillo Monserrat, con sus “Crónicas contemporáneas” y a Jenny Estrada Ruiz con “EL Tiempo de la yapa”.
Capítulo aparte merecen los Cronistas Generales que comenzaron con el Emérito Camilo Destruge autor de “La Revolución
de Octubre y Campaña Libertadora 1820-22” y de “Historia de la Prensa”, luego se asentaron con José Gabriel Pino Roca
en “Leyendas y Tradiciones de Guayaquil”, con Modesto Cháves Franco autor de “Crónicas del Guayaquil antiguo” y con
Pedro José Huerta en “Rocafuerte y la epidemia de fiebre amarilla en 1842” y otros escritos más, y con José Joaquín Pino
de Icaza con “Rostros antiguos y papeles viejos” han seguido con Pérez Pimentel en sus primeros tres tomos de “El
Ecuador Profundo” que contiene el material histórico publicado entre 1968 y el 71 en El Universo.
Emilio tuvo mala suerte al final de su vida pues aquejado de un segundo derrame y con una pensión jubilar que por la
inflación se le fue tornando cada vez más escasa, tuvo que cambiarse con su esposa al Asilo Del Corazón de Jesús, de la
Junta de Beneficencia, donde vivió sus últimos años en estrechez, aunque llegó a celebrar sus bodas de oro matrimoniales
y recibió un sentido homenaje y una ayuda económica de la Sociedad Española de Beneficencia de Guayaquil. Falleció en
su ciudad. Su vida no le sobrevivió mucho y su hijo, aquejado de una dolencia mental, ingresó al mismo asilo donde habían
estado sus padres.