ESCRITOR.- Nació en Guayaquil el 9 de Abril de 1909, a la una y media de la tarde, en una casa de la calle Bolívar cerca de
Pichincha y fue inscrito con los nombres de Joaquín José. Hijo único del matrimonio formado por el poeta romántico,
periodista y escritor liberal Joaquín Gallegos del Campo (1) y Emma Lara Calderón, de antigua familia dauleña avecindada
en el puerto. Ambos guayaquileños. Huérfano de padre antes de los dos años fue llevado por su madre a vivir en un chalet
de madera propiedad del Dr. Julián Lara Calderón (2) ubicado en las calles Chile y Puná (hoy Gómez Rendón) frente a la
fábrica de galletas y caramelos “La Roma” del italiano Vallazza, donde gozaron de un espacioso jardín que ella cultivó con
esmero, sembrándolo de rosales, cuyas flores vendía para costear la manutención de su tierno hijo y la edición del libro
de su esposo. El propio Joaquín a descrito la casa como solariega y casi colonial con un jardín y grandes habitaciones como
arcos de iglesia. Oscuros cuartos llenos de ecos de otros tiempos. Los muebles mismos eran cosa fuera de moda. I había sobre todo en lo que
era mi cuarto una cómoda enorme color caoba oscuro,
sus tiradores brillantes Tendía al
pie mis haces de juguetes.
El niño nació aparentemente sano como se desprende de la lectura de dos de los poemas de su
padre que dicen así: // A mi primogénito.- // Tus ojitos, espejos de los míos, / en tan pequeña
edad, preguntadores, / con sus luces alivian mis dolores / y vuelven a mi ser todos mis
bríos. // Quiera Dios no te aflijan desvarios / y tu senda perfumen bellas flores; / que no
sufran del hado los rigores, / ni te hiera la suerte en sus desvíos. // Atenaceado en mi dolor
inmenso, / con la vida, luchando en lo profundo, / en ti pongo mi fe, contigo pienso; //
I aunque el pesar, el pecho te taladre, / es mi anhelo que seas en el mundo / ¡el sostén
cariñoso de tu madre! //
El Primer Diente.- // Ayer tu madre, bella y sonriente, / llena de santo amor y de alegría / me señalaba en tu rosada encía / como un blanco botón, tu primer diente. // Sentí llegar a mi
cansada frente / un hálito de nueva lozanía, / pues el huesito aquel enflorecía / las ilusiones
que abrigó mi mente. // I me puse a pensar, hijo querido, / si el diente ponzoñoso del
malvado / te hará apurar tu cáliz de amargura. // Pues hay diente rastrero y escondido / que
se clava en la sombra despiadado / con la innoble ruindad de la impostura! //
En algún momento de su primera infancia debió sufrir el ataque de una enfermedad poco
conocida – tuberculosis a la médula espinal – hoy llamada la enfermedad de Pott en homenaje
al médico inglés que la estudió, porque se le atrofiaron ambas piernas y fue un ser inválido,
condenado a arrastrarse por el suelo, porque en aquellos atrasados tiempos aún no se
acostumbraban las sillas de rueda en Guayaquil.
A los tres añitos preguntó a su madre ¿Cuándo aprenderé a caminar? A los cuatro pidió que le
enseñaran a leer y su madre y una de sus tías le llenaron de textos, libros y revistas hasta
formarle una nutrida biblioteca y no contenta con ella su madre le costeó una excelente
educación, pues el niño jamás pudo asistir a una escuela pública y sin embargo “hizo una
infancia tranquila, consagrada a la lectura, leyó como pocos jóvenes lo han hecho en nuestro
país y le fueron familiares los clásicos hasta adquirir
obreros en Guayaquil, que le serviría de fondo histórico a su novela “Las cruces sobre el agua.” En
carta a Nela Martínez Espinosa diez años más tarde le indica que esa noche, tras el baleo, “estuve
con mi tío Julián en la Cruz Roja y en el panteón de los pobres en el cerro”, lo que decididamente
constituye una falsedad por su calidad de niño inválido de solamente trece años. Más bien se
puede pensar que efectivamente su tío estuvo de noche cumpliendo con su deber de médico, pues
si se hubiera atrevido a salir de tarde posiblemente le hubieran asesinado, y que después contaría
a los suyos en detalle sus experiencias sobre tan sobrecogedores sucesos.
A los diez y seis, en 1925, se cambió su familia a una casa mixta en la esquina de Manabí No 208 y
Eloy Alfaro, más rumbosa y elegante que el chalet y por supuesto más central. Esta vivienda fue
en otros tiempos ocupada por la familia Aguilera Malta y en ella había venido al mundo el niño
Raúl Demetrio. No era por lo tanto una vivienda nueva y fue adquirida por el tío Julián mediante
un préstamo hipotecario en el banco La Previsora, préstamo que por algún tiempo se volvió una
pesada carga para la débil economía de la familia pues don Julián, a pesar de sus brillantes
estudios, nunca tuvo una clientela selecta ni numerosas dado su mal carácter habitual y su fama
de eterómano.
En sus bajos existían locales alquilados para tiendas a varios comerciantes del Mercado Sur. En los altos funcionó el
Consultorio médico con sala de espera y servicio higiénico independiente; y un departamento donde cada quien disfrutó
de un amplio dormitorio con buenas hamacas de paja mocora y muebles art nouveau que estaban de moda. Doña Emma y
Joaquín tuvieron sendos dormitorios. A éste le dieron el del pie de la escalera. Una persona que le conoció diría después
que siempre le veía sentado en el suelo, rodeado de libros, que leía con avidez. Arriba había una buhardilla con ventanas
que nadie quiso ni servía para nada, simplemente era una costumbre guayaquileña el tenerla como sitio destinado a los
trastos viejos o para solaz de la servidumbre. Allí comenzó Joaquín a refugiarse las tardes y las noches quizá para no
molestar a la clientela de su tío e instaló una hamaca, leía a solas en absoluta tranquilidad, naturalmente y sin que nadie
se la concediera, la convirtió en su sitio predilecto, hasta que un día acordaron subirle la cama. Esta casa de un piso alto y
buhardilla
no era tan grande como el caserón de caña y madera donde habían habitado hasta entonces, pero
era más céntrica e higiénica y sobre todo, poseía las comodidades de la vida moderna (agua
y luz)
En 1926 la revista “Variedades” le presentó como un alma delicadamente triste… En la plenitud
de su vida, cuando apenas cuenta dieciséis años de edad, siente en su corazón soñador y
romántico, las ansias infinitas del ideal. Sus estrofas, escritas con mucho sentimiento, revelan
toda la inspiración de su alma delicadamente triste y nos hablan muy elocuentemente, de su
alcance intelectual. Podemos decir en pocas palabras que Joaquín Gallegos Lara es una promesa
para la literatura ecuatoriana.
De 1927 es su “Despedida del Hogar”, escrita dos años atras, que apareció en la revista “Páginas
Selectas” y dice así: // Me voy, amigos, del hogar risueño / donde volaron mis primeros días, / No es extraño que vuelvan
a la mente / los recuerdos de viejas alegrías, / Desierta queda la gozosa casa / donde tranquila deslizó mi infancia; / casa
donde murieron mis abuelos / impregnada de rústica fragancia, / La calle en que soñé bajo la luna / el ^ b a l c ó n
que se vuelve al occidente /
donde vi la caída de la tarde / tantas veces soñando tristemente! / Hoy me despido vagaroso,
errante, / y en todas partes soñador me pierdo, / en esta casa tiene todo sitio / un amoroso
aroma de recuerdo, / Adiós, adiós, alares carcomidos / donde arrullan ledas las palomas / vecina
palma que el ramaje inclinas / jardín lleno de flores y de aromas… / Adiós, feliz hogar, donde he
pasado / las horas más hermosas de mi vida, / vivirás siempre, casa envejecida / en el fondo sin
fin de mi pasado.// Esta composición ha sido calificada de juvenil y empalagosa.
Doña Emma no era una madre absorbente como las hay muchas y por eso acostumbraba dejar a su
hijo en paz, respetando sus gustos y costumbres, su mundo interior que imaginaba rico y
prometedor. Por sus continuos accesos de asma era una asfixiada crónica, por eso salía de
vacaciones al campo o a la playa para ver si mejoraba y en esas travesías llevaba a su hijo, que conoció los ríos de nuestro litoral y la inmensidad del mar ecuatorial. “De joven aprendió a
montar y corría por las sabanas, remaba por las tembladeras y esteros y escuchaba el habla
montubia”, pero una vez en Estancia Vieja – por el lado del Daule – se fue ahogando.
suelo o guindaba de unas sogas sujetas en las paredes de su habitación.
Al poco tiempo arribó de España su prima Matilde Gallegos Ortiz a quien dedicó el “Poema en
su Hoja de Album” // Era un muchacho pálido, meditador y triste, / que pasaba la vida
aburrido talvez; / ¿No le recuerdas prima? Acaso tu lo viste?…. / Acaso lo conoces?… El que
esto escribe es. // Yo he sentido una suave y aburrida tristeza, / he amado la poesía, la gloria
y el amor, / pero todo era un sueño que forjó mi cabeza; / hay que desengañarse, todo es
dolor, dolor… // Hoy, por eso, en tu libro, no estampo la alegría / que merece la España de
donde vienes tú; / yo solo puedo darte mucha melancolía / y la sueva tristeza que hay en mi
juventud. // Y yo hubiera querido dejar aquí las glorias / de mis ensueños de oro, de perfume
y de sol, / arrancar de mi mente las lejanas memorias / de esa raza que es mía, pues soy casi
español. // Pues tu mereces eso; donaires y majezas, / rejas floridas, cantos de sonido
andaluz. / Ya que tus ojos tienen las moriscas tristezas / de esa tierra de ensueño, de color y
de luz. // Y no puedo, no puedo, aquí dejar escrita / toda mi soñadora y fugaz ilusión; / sólo
dejo el reflejo de mi vida marchita / en esta melancólica y fraternal canción. // Solo puedo
decirte que mi verso es sincero / que en él pongo las notas de un remoto ideal; / y quisiera ser
poeta… porque mucho te quiero / cual si fueras mi hermana, cariñosa y leal. // Octubre 4 de
1926.
Esta poesía salió en la Revista “Páginas Selectas” que le presentó como uno de los elementos
de la generación intelectual post medardo angeliana y como “poeta de estilo nervioso como el
minuto que vivimos, ideas desconcertantes, audaces y aquilatadas, hacen del joven poeta y
escritor, uno de los más amenos e interesantes.” También colaboraba en “Letras y Números”,
“Cosmos” e “Ilustración.”
I advino la época del cambio, en 1927, que fue de maduración en todo sentido, incluso en lo literario, pues un amigo puso
en sus manos un ejemplar de la revista “Amauta” que publicaba José Carlos Mariátegui en Lima desde el año anterior y
que traía a Guayaquil Pedro Bellolio Pilart y ocurrió que por la lectura de sus artículos aprendió a amar a la justicia social
como supremo fin de los gobiernos, fijando sus ojos soñadores en la doctrina marxista que estudió a fondo, al punto que
empezó
a ser considerado en Guayaquil como uno de los más informados y eruditos ideólogos del
marxismo y solo tenía dieciocho años de edad. El mismo lo ha dicho “Me expresé con nuevo
acento que mi tío Enrique no podía entender y meneaba la cabeza incrédulo de mi, apenado,
viéndome en vías que le parecían extraviadas. Secretamente acaso me creía un apóstata.”
Fruto de esos días aún con resabios románticos y modernistas fue su declaración lírica a una
bella joven llamada Carlota “la de los ojos color de pasa”, a quien confesó que en otros
tiempos la hubiera regalado con versos. “Entonces acudían ellos solos a mis labios, vivía
embriagado continuamente del divino temblor: poesía. Después jugué mi corazón al azar y me
ganó la violencia…”
Aumentada su capacidad de aprehensión del mundo exterior con idiomas y teorías políticas,
creyó conveniente emerger de su buhardilla hacia el plano nacional para aconsejar a sus
iguales y enseñar a los demás. Su fuerza interior, disciplina constante en todos los actos de su
vida, el atractivo de una elevada cultura y un cierto carisma personal llamaban la atención y
se hizo conocer a través de versos y artículos que periódicamente aparecían en las principales
revistas culturales de Guayaquil y de una nutrida correspondencia que empezó a sostener con
numerosas personalidades del país.
En Agosto del 27 sobresaltó al abúlico vecindario y a los lectores y lectoras de “Páginas
Selectas” con un soneto heterodoxo y difícil de comprender para el pacato criterio de
entonces, pues negaba la divinidad a Jesús. I lo que ahora no llamaría la atención de nadie,
entonces fue piedra de escándalo y hasta le atrajo el reproche de algunos íntimos. // Al
Nazareno.- // Oh tu, que en una cruz, entre dos miserables, / bebiste hiel amarga antes de
perecer, / befado por la turba de canes despreciables, / y llorado por una sola y débil
mujer! // Hombre pálido, dime ¿Cual era tu dolor? / ¿Era ver a tu madre ante la Cruz de
hinojos / llena el alma de pena y de llanto los ojos? / ¿Era el olvido de tu doctrina? ¿Era el
temor? // No, lo que atormentaba tu alma en ese instante / no era amor ni miedo, era el
interrogante / que en ti mismo nacía como serpiente atroz. // Era pensar ¿Engaño a los
hombres? ¿Me engaño? / y más que las espinas de oprobio te hacía daño / decirte: Padre mío ¿I
si no soy un Dios? //
su lealtad absoluta, el desmesurado kaleidoscopio de su alma”… El 57, Pareja, en Carta Abierta y
Literaria, lo describió así “Te gustaba aconsejar en una forma que no se advirtiera el consejo. Esto
lo habías aprendido en los viejos diálogos socráticos que reproducías montado en tu hamaca, con
tus piernas colgando, las voz clara, conclusiva, dirigiendo la polémica, indagando, siempre
indagando, a las veces con una curiosidad aterradora.”
Era un curioso del mundo y de las almas, que solo intuía a través de las ventanas abiertas de su refugio, que no era una torre de marfil ni el minarete de un solitario filósofo, sino una simple
buhardilla vecina al Mercado Sur de la ciudad con el incesante movimiento de hombres y mujeres
sudorosos a trópico, pueblo llano que él amaba y comprendía y al que quiso reivindicar.
I como para desahogar, para escapar de la invalidez que lo oprimía, que le condenaba a
arrastrarse sobre sus manos en presencia de sus amigos, escribía poemas que cambió por cuentos
que salían con gran naturalidad, como hermoso legado paterno. Habiendo intentado editar sus
poesías bajo el título de “Audiciones ecuatoriales” no lo pudo hacer por razones económicas
porque los tiempos eran muy duros y renunció al lirismo en aras de la realidad social a través de
cuentos que tenían que ser como él era porque su incapacidad física le impedía moverse y por ello
era tremendamente apasionados, de allí que sus cuentos resultaban de estilo cortado y nervioso,
de temática tremendista y cruel – sexo y violencia fue su fórmula magistral – en donde no rehuía
las malas palabras ni las situaciones escabrosas porque esas eran sus armas para conmover las
conciencias sobre la realidad de la tragedia socioeconómica que vivía el Ecuador. “No toda su
labor intelectual era simplemente escrita, como tampoco lo era exclusivamente literaria” iba más
allá, era especialmente política, atea, marxista y por eso incomprendida.
Entre el 28 y el 31 trabajó de controlador en un camioncito que acarreaba cascajo de las canteras
del cerro San Ana hasta la periferia de la ciudad, apuntando las camionadas que iban y venían,
pero la crisis económica terminó con este negocio de su tío y Joaquín volvió a ser un desempleado.
Desde el 28 Joaquín había amistado con el literato español Francisco Ferrándiz Albors, trashumante aventurero
deideología izquierdista pro comunista que hacía crítica periodística en “El Telégrafo” bajo el pseudónimo anagramático
de Feafa y con el escritor colombiano Carlos Cisneros Palacios que también trabajaba allí, quienes le empujaron al
realismo, adjurando de la vanguardia literaria por bárbara y antisocial. Feafa fue su principal mentor y consejero, tenía
treinta y un años y había vivido y viajado mientras Joaquín solo era un muchacho curioso de diecinueve que no había
recorrido mundo, por eso la influencia de Feafa sobre él fue determinante, pues hizo las veces de padre para el
muchacho. Le decía que más convenía al país una literatura realista, expresión de una filosofía en la literatura, que
sirviera de furibundo alegato en pro de los humildes y revelara la magnitud de la tragedia social, que seguir en inútiles
disertaciones anti rítmicas. Guayaquil vivía la crisis agobiante del cacao enfermo ¿Quién no pasaba estrecheces y hasta
bordeaba la pobreza o la miseria? Por eso fue el mismo Feafa quien lanzó la clarinada de alerta sobre la nueva temática y
forma reiterativa de la denuncia, cuando aparecieron los cuentos de “Los que se van”.
En Noviembre del 29 ocurrió el desbarajuste económico de Occidente con la quiebra de la bolsa de valores en Wall Street
y ese fue el preciso momento para incitar, mover corazones, desperezar intelectos, por eso decidió actuar.
En Mayo del 30 empezó a escribir para la revista “El Clamor” de Guayaquil, de claro tinte socialista, fundada por César
Naveda Avalos, Francisco Ferrandiz Albors, Rigoberto Ortiz Bermeo, Adolfo Hidalgo Neváres y Francisco Rodríguez G. el
popular Chocho Mote que alcanzó diecisiete números. Sus coidearios comunistas como Enrique Gil Gilbert le criticaron
acerbamente por colaborar con gente fuera del partido pero no les hizo mayor caso. Sin embargo, Joaquín terminó
quejándose porque “El Clamor lo leían cinco mil personas, y ni los insultados ni los defendidos ni ningún ser humano
reacciona a nuestra voz y por eso se preguntaba si sería la raza ecuatoriana la culpable de tanta desidia intelectual, para
contestarse a sí mismo que no era la raza sino el régimen económico absurdo “que nos hace así tan bestias, así tan
indiferentes, así tan ridículos y castrados de iniciativa y de vigor humano” y termina aseverando “Somos una horda
primitiva y estúpida, sin preocupaciones, sin conciencia de lo que somos en el planeta, sin ver nuestro destino,
individualmente preocupados de cualquier miseria o pequeñez. Es desesperante”.
I comprendiendo que ese no era todavía el camino hacia la revolución, cambió el rumbo mediante el ardid de sacar un
libro de cuentos del cholo y del montubio, a medias con sus amigos Demetrio Aguilera Malta y Enrique Gil Gilbert. El
primero de estos llamaba Raúl Demetrio pero Joaquín le convenció para que solo firmara Demetrio, nombre que
consideraba más eufónico y menos baladí que Raúl. Entre ambos amigos había surgido una gran amistad, eran compañeros
de arte y de política, pues Demetrio había recibido lecciones de socialismo de su padre, gran lector de libros, quien
conocía los avances de la revolución bolchevique y vivía pendiente de la situación política mundial. Por eso Demetrio fue
el primero y quizá con Feafa, los únicos maestros en marxismo que tuvo Joaquín en toda su vida, el resto le vendría por
sus lecturas, especialmente de las obras del joven escritor peruano José Carlos Mariátegui, editor de la revista Amauta,
que traía Pedro Bellolio, se conseguía en las librerías de Guayaquil y circulaba de mano en mano.
Entonces, movido por su espíritu fraterno, Joaquín seleccionó ocho cuentos por cada uno de los tres autores, los pulió y
pasó a máquina, creó el título: “Los que se van” – por el cholo y el montubio – y puso como aclaración al inicio de la obra:
Este libro no es un haz de egoísmos. Tiene tres autores: no tiene tres partes. Es una sola cosa. Pretende que unida sea la
obra como unido el ensueño que la creó. Ha nacido de la marcha fraterna de tres espíritus. Nada más.
Después agregó los siguientes tercetos, que han sido calificados de malos y sin embargo son bellos y elocuentes. // Porque
se va el montubio, los hombres ya no son / los mismos. Ha cambiado el corazón / de la raza morena enemiga del
blanco. // La victrola en el monte apaga el amorfino / tal un aguaje largo los arrastra el destino / los montubios se van p’
bajo del barranco. //
Tomó esta feliz expresion de “La Raza Morena” de un conocido cantar poético del español Manuel Machado.
Cuando en Octubre de 1930 salió el libro impreso en Editorial Zea – Paladines, Joaquín solo tenía diez y nueve años de
edad y ya era considerado el jefe de una generación literaria que pugnaba por emerger y estaba llamada a ser piedra de
escándalo por su índole realista y su voluntad de denuncia social, por eso sus iguales le reconocían como maestro aunque no gustaba de ese tratamiento, simplemente se consideraba un compañero más.
El Ecuador había soñado con el lirismo modernista y suntuoso de los años veinte que vistió al castellano con ropajes
selectos y seductivos, pero como todo lirismo, el modernismo fue una simple evasión. Con el grupo de los relatistas de
Guayaquil de 1930 el país se incorporó a una realidad contraria, sudorosa a trabajos e injusticias, es decir, se fue al
extremo opuesto, pues de París pasamos al monte, de lo extranjerizante a lo nacional. Más, el libro, fue pésimamente
recibido por chocante, crudo y brutal, exagerado por decir lo menos, y por ser tan especial los críticos callaron en actitud
despectiva, aunque algunos le acusaron de erótico y hasta pornográfico y hasta las buenas tías de Joaquín se sonrojaron
de vergüenza, mientras la poetisa y escritora Rosa Borja de Ycaza advirtió a su joven amiga la pintora Alba Calderón, que
no lo leyera, porque eso no era literatura. Cuestión de gustos y criterios….
Feafa fue sin embargo el único crítico que lo alabó públicamente y en su columna manifestó que “Los que se van” era lo
mejor de la literatura ecuatoriana del tiempo, pequeña obra maestra que conmocionaría la estética del Ecuador.
Se ha dicho que la obra es de denuncia y de protesta pero críticos tan avezados como Jorge Enrique Adoum han escrito
que en ella no aparecen patrones o explotadores y que las situaciones se originan en una crisis individual, aunque no estén
tratadas con profundidad psicológica. El tema de los cuentos es la violencia del hombre, con casos individuales y
personajes colocados en situaciones insólitas por la truculencia, condenados – más que por el sistema por la fatalidad –
suerte de oráculo del trópico contra el que no se puede luchar, de manera que es inevitable la catástrofe por un fatalismo
trágico. La violencia del lenguaje salva a algunos de esos cuentos de ser simples cuadros de costumbres.
En síntesis, Joaquín tomó como ambiente la ciudad, Demetrio el cholo y el manglar y Enrique el montubio y el campesino.
Otro asunto palpitante de 1930 fue la visita de una joven llamada María Nela Martínez Espinosa, llevada por su amigo
Enrique Gil Gilbert a la buhardilla.
Ella era una estudiante amiga de la literatura y la poesía que le admiraba en silencio tras haber leído uno de sus poemas
en alguna revista. El amor fue a primera vista para Joaquín, no para ella que solo le apreció en un primer momento como
intelectual. La pasión se hizo desorbitada y cuando al poco tiempo ella volvió a Cuenca, Joaquín quiso devolver la visita.
Una locura dada su condición de paralítico de la cintura para abajo, para colmos adoleciendo de incontinencia urinaria y
por ende de impotencia sexual permanente. Mas, este amor y el inicio de una nutrida correspondencia pues ambos vivían
en diferentes ciudades, despertó en Joaquín un interés siempre creciente sobre la tragedia del indio ecuatoriano, para la
cual – segun su criterio – solo existía el camino del socialismo. “Todos los otros recursos serán nulos. Darles la conciencia
de su valer y valor es lo que puede elevarlos. Entregarles sin restricción su tierra para que la fecunden.” El epistolario,
que se inició entre ellos, como se puede imaginar, toca muchos puntos, pero principalmente habla de amor, de ilusiones
presentes y planes para el futuro, de la misión revolucionaria de ambos y de vez en cuando relata algún chismecillo
lugareño relacionado con amigos comunes.
En Joaquín, el amor por Nela se volvió obsesivo, incluso llegó a formar planes matrimoniales. En cuanto a ella, inexperta
jovencita proveniente de una pequeña población de la sierra, fue víctima del veneno político de Joaquín, que le duraría
toda su vida, que tantas complicaciones, prisiones y sinsabores le ocasionaría hasta casi el final de su vida.
Joaquín ya había leído al autor peruano Luís E. Valcárcel – tildado por la crítica errada de ser solo un escritor indigenista
cuando en realidad era todo un sociólogo especializado en temas indígenas – quien se manifestaba enemigo de la violencia
social. “Nosotros, que sin ser indios queremos su reivindicación, tenemos que hallar la palabra conciliadora; catequizar al
mestizo, catequizar al proletario de las ciudades; al montubio, a todos.” En cambio Joaquín – pensando en los sucesos de
Rusia – al tiempo que admiraba la obra de Valcárcel caía en contradicción con el meollo de sus ideas, al manifestar que el
socialismo evolutivo que sirve para trepar a los advenedizos no lleva a ninguna parte, el socialismo verdadero es la
revolución…
En su epistolario con Nela le envía consejos para superar la inercia intelectual de la mujer ecuatoriana. “¿Cuál ha de ser el
camino de una muchacha inteligente? ¿Qué caminos optará? ¿Por dónde empezará? ¿Qué debe hacer de inmediato? No
todas van a ser intelectuales ni revolucionarias pero hay una inmensa cantidad de chicas de la clase obrera que
despiertan. Hay una mayoría crecidísima de chicas de la clase media que viven en estado de opio. Sin esperanza de
redención, sin una luz. Hay una cantidad menor en las ciudades industrializadas de empleaditas de la clase media. Ellas
necesitan unirse, recibir una dirección espiritual, dejar de ser las víctimas de la belleza de las medias de seda y de la
fealdad del chino su patrón lujurioso y estúpido. I hay una minoría de niñas bien, las más animales ¡¡ y acaso las que más
necesitan de luz..
La influencia de Feafa, que en realidad siempre fue un anarquista desordenado y delirante, más que un comunista
disciplinado, era determinante en Joaquín, pues mientras alababa su primera obra, los cuentos, le empujaba a la
revolución alejándole de la creación literaria. En otras palabras, distraía su atención con la idea fija en una revolución
inmediata, propia de la candorosidad de este español soñador y trashumante que aplicaba para el Ecuador la misma
fórmula que estaba dando resultados en España, creyendo que también era buena para la atrasada mentalidad política de
los pobladores ecuatorianos. Gravísimo error que impidió a Joaquín producir más para la literatura. El mismo lo confiesa
en su epistolario con Nela. Yo me afligía de pensar en que mis quince o veinte libros que me he leído sobre socialismo no
bastaban para tratar el problema (la revolución) después Feafa me hizo ver que esto debe ser un devenir. Que la acción se
preconiza como inmediata para el revolucionario, pero que la acción no impide vivir inquieto, vivir remozando las ideas,
cambiándolas por otras mejores, leyendo, discutiendo. Es así como vamos a tener una actuación y una hondura dignas de
la nueva humanidad hispanoamericana. Hacer, pensar. Esto es ya una idea integral para nosotros (entiéndase los
revolucionarios pues ya se sentía y actuaba como uno más entre ellos) Ya me verás con el atrevimiento con que abordo
todas las cosas. La sed, la curiosidad perenne de saber que me devora. I hago, en la medida de lo posible, es mi plan.
¿Cómo en mi ignorancia, soy sincero, cómo me atrevo a hablarte con suficiencia de esto? La suficiencia es aparente. No es
en realidad suficiencia sino agitación.
En la navidad de 1930 escribió sobre Jesús y el cristianismo: Él era grande. Una descollante y altísima figura humana. Un
creador de historia. El desplazó las fuerzas de la cultura mágica de tipo oriental y le dio mito central a la cultura gótica.
Por ende su influencia en el nacimiento de la cultura occidental cuya culminación son el capitalismo y el marxismo tiene
en él una de sus explicaciones. ¿En qué forma? No es una forma directa y positiva. La forma de influencia que tuvo el
Cristo en los hombres de la cultura occidental – Dante – Calderón
– Da Vinci – los anónimos forjadores de catedrales – Goethe – Beethoven
– no fue directa. En el espíritu mismo de las sociedades europeas Cristo obra por lo negativo. La morfología de su
influencia no se ha escrito aún. Yo llamo negativa y solo mito – raíz a la influencia cristiana que parecen mostrar los
occidentales. En efecto, el cristianismo puro de los primeros Concilios, de la iglesia de san Pedro y san Alejandro a la
cabeza y con el arrianismo y con Juliano el Apóstata por enemigos; el cristianismo de las logias o sea en moderno de los
soviets no tiene que ver nada comunista e igualitario como es, con el catolicismo de san Gregorio y de san León, con la
decisiva intervención de san Agustín que le da color faústico y le transforma. Transformado en el catolicismo. Ha perdido
ya su fuerza de terror cósmico. La forma filosófico – mágica redencionista del Galileo – idea de cueva, advenimiento de los
Mesías Apocalipsis al final, vuelvese con los católicos ascensión de infinito, extra versión. Hacia el año 1100 se cumple el
cambio. La influencia del Cristo ha dejado de ser directa, el cristianismo ya no es comunismo. Nuevo mitos – los dantescos
más tarde – con nuevo valor antropomórfico llenan el alma de los pueblos. Un despertar se anuncia. Es el advenimiento de
la cultura occidental. Esta trae el tipo aristócrata (como todas las culturas nacientes) Su culminación faústica es el
capitalismo. Cristo pues solo como mito originario y como nombre está en ellos. De todos modos es innegable su
presencia.
Por esos días su tío Julián, viéndole joven, inteligente, estudioso y con deseos de trabajar le propuso enseñarle
bacteriología para que pudiera ganarse la vida fácilmente, sin tener que salir a la calle, haciendo análisis desde su propio
laboratorio. La idea no era del todo mala y Joaquín estuvo a punto de aceptarla pues necesitaba ganar dinero. Por eso
escribió a Nela: Trabajar es lo más hermoso del mundo. Yo voy a trabajar materialmente también. I pronto acaso.
Entonces las esperanzas serán menos esperanzas. Ya no me hallaré con problemas de dinero pues acaso lo gane. Emprendo
en estos días estudios bacteriológicos. Tendré un laboratorio pequeño. Les ganaré dinero microscopio en ojo…. Pero el
asunto no era tan simple, pues hubiera tenido que abandonar sus sueños y planes revolucionarios que le mantenían
ocupado casi todo su tiempo.
También pensaba escribir un libro junto a Nela sobre los Cañaris que apareciera con pseudónimo para alborotar el cotarro
y de ser posible recorriera el mundo latinoamericano anunciando las buenas nuevas revolucionarias, pero el asunto quedó
en proyecto.
El 31, a raíz de la muerte de su tío abuelo Enrique, ocurrida con agonía, a las cinco de la mañana del día 30 de Diciembre
del año 30, borroneó una “Notas” autobiográficas y explicativas de su desarrollo interno, de sus interioridades. Tras esa
primera publicación donde anunció estar preparando una novela sobre la tragedia del cacao enfermo, creyó que era
llegado el tiempo de actuar, de emprender el adoctrinamiento político a nivel sindical y empezó a trabajar en diversas
asociaciones de obreros dentro del grupo comunista que lideraban sus amigos Pedro Saad y Ricardo Paredes. Bien sabía
que la acción inicial había surgido de la masonería guayaquileña durante el siglo XIX a través de obras sociales y
filantrópicas, para lograr la superación de los grupos de artesanos por la educación y la cultura, pero tales empeños
habían disminuido considerablemente en los años treinta y la mayoría de esas asociaciones, habiéndose perdido la garra
inicial, pasaron a constituirse en sitios de reunión de la burguesía. Así pues, la nueva lucha debía salir de los sindicatos
formados por el pueblo llano, no por aburguesados artesanos entregados al juego de las clases altas en la Sociedad
Filantrópica del Guayas, en la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso, en la Sociedad Hijos del Trabajo, en la
Asociación de Empleados, etc.
La época de oro de las izquierdas fue justamente entre los años 25 al 45 cuando dominó en los sindicatos y en las calles
desplazando al viejo partido liberal, luego vendría el Populismo con la Unión Popular Republicana UPERRA de Rafael
Mendoza Aviles, con la Concentración de Fuerzas Populares CFP de Carlos Guevara Moreno y luego de Asaad Bucaram. I
formando parte de una generación que le consideraba el compañero consultor, se dedicó a estudiar los problemas
nacionales en Guayaquil con Pedro Saad, Enrique Gil Gilbert, Rafael Coello Serrano, Alfredo y Pedro Jorge Vera, y Adolfo
Hidalgo Nevares.
Con los años, sobre todo en la década de los cuarenta, tras la revolución del 28 de Mayo, se sumarían algunos jóvenes
como Efrén Jurado López, Roberto Nevares Vásquez, Franklyn Pérez Castro, Alfredo Palacios Moreno, Manuel Medina
Castro, Rafael Díaz Icaza, Cristóbal Garcés Larrea, Blanca Navas Palomeque, Jorge Swett Palomeque, Ana Moreno Franco,
Elias Muñoz Vicuña, Jorge Maldonado Renella, Fortunato Safadi Emén, Dora Durango López, Ney Castillo y Miguel Augusto
Egas hijo y dos mujeres que gravitarían en su vida Nela Martínez Espinosa que le admiraba como escritor e Isabel Herrería
novia de su amigo Pedro Saad, que le recibía en su casa con gran familiaridad pues tenía hermanos y hermanas de todas
las edades con quienes conversaba animadamente Joaquín, al punto que aceptaba que le dijeran Joaco..
A principios del 31 quiso completar su novela “Cacao” sobre el campo agostado e improductivo por la peste de la escoba
de la bruja aunque nunca la llegó a concluir, quedando a su muerte, diferentes versiones de algunos capítulos imposibles
de ordenar. En carta a Benjamín Carrión le declaró que iría a pasar unos días a la hacienda “Chojampe” de los Gilbert,
cerca de Taura, para compaginar y darle feliz término, pero en eso se enfermó de fiebres palúdicas y no pudo viajar.
¿Por qué no la concluyó? Caben muchas respuestas, una de ellas es que aún no había decidido lanzarse enteramente a las
calles o lo hacía a medias por su impedimento físico que le condenaba a transitar en los estrechos parámetros de los
alrededores y como tampoco era un montubio le era difícil escribir sobre el campesinado costeño. Hernán Rodríguez
Castelo también ha respondido esta interrogante al afirmar que Joaquín siempre tuvo problemas estructurales en sus
novelas, siendo más certero y pronto en el cuento, en la crónica rápida del periodismo, etc. y que los cinco miembros del
Grupo de Guayaquil de los años 30 juntos, no llegaron a utilizar ni la mitad de los modismos montubios que usó José Antonio Campos, a) Jack the Ripper, en sus sabrosos artículos humorísticos. De todas maneras, en Septiembre del 33
apareció en la revista “América” de Quito, uno de los capítulos titulado: En las Huertas.
En 1996 Nela declaró al suplemento Semana de diario “Expreso” que Joaquín si terminó Cacao, cuyo subtítulo era La
Escoba de la Bruja, por aquella peste que azotó las inmensas haciendas y lo que vibraba en la novela era la fuerza y el
carácter de los montubios, su inmensa pasión ante la tierra aunque no fuese propia, para hacerla fuente y origen de su
ser. El manuscrito fue enviado a una editorial de Buenos Aires con la que Joaquín mantenía correspondencia y cuando la
novela no fue publicada reclamó su devolución, pero nadie le dio razón de ella.
Refiriéndose a Joaquín, agregó: “Lo veo en la hamaca de su buhardilla, que se movía crujiente. Recostado se mecía para
sentir aumentado el aire fresco que entraba por la ventana siempre abierta sobre los tejados y las azoteas vecinas llenas
de voces o música. El cuaderno sobre sus rodillas reemplazadoras de sus pies inmóviles, le servían de apoyo al escribir. I
los lápices, sus cómplices múltiples, estaban al alcance de su mano. Les sacaba punta con firmeza como si de ellos solo
dependiera la letra pareja y hermosa, antes de deslizarse en las páginas que lo esperaban. Muchas veces al día debió
interrumpir la escritura ante la continua presencia de los camaradas y amigos. La consulta venía del sindicato de
panaderos con los que trabajaba más frecuentemente o de los carpinteros. Igual llegaban los políticos o poetas con sus
problemas y notas. A nadie he encontrado que percibiera la esencial razón del otro, en su más profunda raíz de
inteligencia y comportamiento, como a Joaquín. Lo desnudaba, no para hacerle daño sino para comprenderlo mejor y
proyectarlo desde su propia personalidad. Conversaba en cátedra sin proponérselo, por la sola seguridad de su voz potente
y su más potente cerebro alerta desde su primer recuerdo de su invalidez. Desde ese momento comprendió su drama y se
lanzó a volar de otra manera venciendo al dolor de ser distinto y mutilado… Sin escuela, su cultura de autodidacta era un
milagro de su inteligencia. Encontró la razón en el marxismo: explicación de las diferencias en la sociedad capitalista y a
la vez alegato histórico del necesario desarrollo humano. I no abandonó el quehacer del militante en medio de su pertinaz
carácter. En lo que no estuvo acertado es en imaginar un cercano triunfo de la
revolución y del marxismo en el Ecuador, idea pueril que sin embargo le dominó
completamente, haciéndole perder energía hasta volverle un sujeto aberrante.
Por esos días de Abril del 31 Joaquín sintió una gratísima emoción al enterarse que el décimo
Congreso pan ruso de los Soviets, en la esperanza que el nuevo estado abarque al mundo
entero acabando con las denominaciones nacionales, decidió transformar al antiguo imperio
ruso en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Así era de sencillo pues no intuía que el
cambio de denominación constituía una reafirmación del afán imperialista de esa nación pero
ahora con otro enfoque, menos nacionalista más doctrinario.
Planificó un libro sobre la realidad nacional y hasta escribió unas palabras liminares que envió
en carta a Nela. La obra revelaría las injusticias sociales imperantes en el país, “recorrerá la
América y haremos una pequeña polvareda, sería la unión de dos opiniones diversas, de un
hombre y de una mujer.” Una novedad para el medio ecuatoriano machista.
Doña Emma estuvo muy enferma en cama y Joaquín se puso tenso y empezó a sufrir
de unos fuertes
dolores de cabeza que felizmente no fueron duraderos.
Joaquín era un teórico consumado del marxismo, un fanático de esa revolución lejana y
realmente desconocida, casi se sabía de memoria el “ideario bolchevista” folleto que daba los
fundamentos de las doctrinas revolucionarias así como del “Manifiesto de Marx y Engels” que
se lo había prestado un amigo aunque por poco tiempo y por eso lo leía con avidez puesto que
le parecía un libro clarísimo, el libro donde se expresa la idea más pura del socialismo
científico y en consecuencia era necesario prepararse porque la revolución social ya estaba
vecina y entonces no habría tiempo pues parece que el ejército se hará rojo y el pueblo se
organizará en proletariado comunista y bla, bla, bla, su discurso se había vuelto delirante por
alejado de la realidad nacional.
En cuanto a la última Encíclica del Papa Pio XI reproducida en El Telégrafo opinaba que el Papa
era un estúpido y el más ridículo de los esbirros de Mussolini lo cual es de fácil explicación
porque el dictador italiano había concedido a la Santa Sede el status de estado Vaticano y
varios territorios soberanos dentro de
Sobre la forma de escribir un cuento – la técnica narrativa se entiende – manifiesta que dentro del
cuento los seres y las cosas adquiere un alto relieve plástico y un colorido sobrios y vigorosos,
expresando toda la tragedia del ambiente. Lo envuelve todo una nebulosidad psicológica de
lejanías que cae bien en la carne brusca del relato…
Tras leer “El sentido humanista del socialismo” del tratadista español Fernando de los Ríos,
desechó las tendencias mesiánicas y humanitarias del socialismo y termina por creer que tras el
fracaso de todos los idealismos el único viable es la doctrina materialista, derivada del idealismo
puro de Hegel a través de Fauerbach, Marx y Engel. Sin ella como base no se puede defender en
conciencia el punto de vista revolucionario. Volvemos al sentimentalismo de fray de las Casas que
no reivindica sino da caridad. El punto ético que niega el derecho por ejemplo del indio a la tierra
y solo pide escuela a los indios. En fin, ellos tienen que ser católicos. Nosotros no podemos menos
de ser materialistas. Sin dioses o con mejores, más altos dioses: las ideas, las relaciones
cósmicas del individuo y la especie con la materia en movimiento, la materia sensible.
En Agosto le avisó a Nela que tenía un libro bastante bueno de Rafael Ramos Pedrueza titulado “La Estrella Roja” sobre su viaje a la Unión Soviética. Ramos había actuado durante la revolución
mexicana, profesaba el ideario comunista, había desempeñado la plenipotencia de su país en
Quito, inteligente y leal no había torcido jamás su senda – seguía la línea recta del marxismo – y
había muerto hacía pocos días en ciudad de México.
Otro asunto que llamó poderosamente su atención fue la candidatura presidencial del Comandante Ildefonso Mendoza
Vera, figura política muy conocida en el país desde la revolución Juliana del 25 cuando dirigió por poco tiempo los destinos
de la provincia del Guayas y llegó a formar las Guardias Cívicas y los Tribunales populares. Las Guardias estaban
conformadas por jóvenes de clase media que se presentaban en el local de la Confederación Obrera y Campesina del
Guayas, entonces revolucionaria, atacaban a palos a los trabajadores, aprisionaron al Comité Ejecutivo, destrozaban
archivos y afiches murales al grito de “Muera la sierra, mueran los obreros”. Tras este recuento histórico se pregunta cómo
funciona
el mendocismo sin plata, al revés del bonifacismo conservador y quiteño de Neftalí Bonifaz
Ascázubi y el carrerismo bancocrático y guayaquileño de Cesáreo Carrera Padrón, pero ambos
movimientos de tinte regionalistas. El mendocismo vendría a ser el primer brote populista del siglo
XX en el Ecuador.
Este recuerdo político le trajo a la memoria que la II Internacional de Moscú poco antes había
proclamado que en nuestro país nadie la representaba y que por lo tanto no existía partido
comunista ecuatoriano, ni el de Ricardo Paredes en Quito, ni la Confederación Obrera del Guayas
en Guayaquil ni el del negro Neftalí Pacheco en Milagro. Todos fuera… finalmente habiendo
conversado con la Madrina Criolla del Litoral, una chica bella e inteligente que ha leído “Los que
se van” sin asustarse, concluye que muchas mujeres ecuatorianas tienen pasta para ser
camaradas.
El sábado 5 de Septiembre finalmente pudo trasladarse por dos semanas a la hacienda Chojampe
de los Gilbert a ver si podía terminar su novela sobre el cacao en la tranquilidad del campo.
Ese mes relata algo muy importante ^ desde el punto biográfico. Un affaire
con alguien que no menciona ni quiere recordar porque se fue con otro estando embarazada y
después le dijo que el niño no era suyo. El chico se llama José y el segundo marido Temístocles,
pero el asunto se volverá un misterio porque Joaquín parece que jamás llegó a conocer al crío. El
asunto es más curioso porque Joaquin sufría de impotencia a causa de invalidez.
En Enero del 32 escribió un ensayo sobre Montalvo para ver si ganaba los quinientos sucres de
premio que ofrecía la revista quiteña “Nariz del Diablo”, su amigo el periodista Carlos Alberto
Flores le llevó a integrar el “Centro de Estudios Literarios de la Universidad de Guayaquil” creado
ese año bajo la presidencia de Rosa Borja de Ycaza, siendo el miembro más joven y el único de
pensamiento de izquierda. Se puede considerar este honor como el primer reconocimiento oficial
obtenido en su vida intelectual. Allí amistó con valores consagrados como José María Egas, José
Antonio Falconí Villagómez, el ex Presidente Alfredo Baquerizo Moreno que se portó con Joaquín
cariñoso y paternal, etc.
Benjamín Carrión alabó los cuentos de “Los que se van” por ser el
a dilucidarse debido a la pérdida de los archivos de ese partido, pero su dedicación al
adoctrinamiento político en sindicatos y asociaciones obreras le granjeaba el respeto de todos.
Mas, en carta a Nela escrita en Septiembre del 33 le confiesa: que seis meses después de
conocernos me hice comunista. Debió ser entonces a fines del año 1930. El 32 Nela le trata de
Camarada, adjetivo que solo se daban los miembros del Partido.
En Mayo estuvo con su madre en Alausí y en Sibambe en viaje de vacaciones y durante tres días
pudo gozar, al fin, de la grata compañía de Nela “y sus hermanas Loli y Aurorita y todos me
formaban, esa aura irreal en que existí tres días.” En Julio volvió a visitar el austro, vivió en
Cuenca, siempre con su madre que le cuidaba. Primero vivieron en un departamento alquilado
“vecino a las zucas Córdova Pozo. Dos casas más adelante de la del tío Tarquino Espinosa
Borrero, pero tuvieron que cambiarse porque hubo dos casos de tifoidea en el vecindario. En la
nueva morada se sintió Joaquín no controlado por el vecindario, gozando de una magnífica
libertad. La casita era blanca con ventanas azules y tenía un puentecito de ladrillos que
atravesaba un pequeño barranco y daba al río Tomebamba. Al frente tenía al puente del
centenario donde pasaban gentes, caballos y vehículos.. la salita es empapelada color beige
claro “con una mesa negra sobre la que tengo todos los libros y la máquina, con vidrieras
amplias y clarísimas hacia un claustro bien asoleado. Recibo sobre una silla y el cajón que
enviaste con regalos a mamá….”
Acostumbraba pasear a caballo por su imposibilidad física de movimiento. “Una mañana,
estando en compañía de G. humberto Mata y Manuel María Muñoz Cueva, a la puerta de donde
vivo se me acercó un tipo balbuciendo una lección aprendida y apestando a aguardiente,
reclamando por mis escritos contra los poetas de Cuenca. Rechazado con términos duros el
insolente me dijo que él tenía alcohol pero Joaquín usaba morfina. Alcé la rienda para cruzarle
la cara al desgraciado, pero se interpusieron. Allí cerca dos choferes más se apostaban en
actitud provocadora.”
Crespo Toral y su hijo Cornelio le visitaron en automóvil y lo llevaron a la Fiesta de la Lira. “Me atendieron
extraordinariamente, con una cortesía y una delicadeza únicas; pero la gravedad de su tía Carmen de Calderón apresuró
intempestivamente el regreso a Guayaquil.Entonces atrajo su atención un caso típicamente pueblerino pues un militar
ruso blanco emigrado a causa de la revolución y de apellido Kovalof que los periódicos anunciaron con bombos y platillos
porque era conferencista y para colmos sociólogo, comenzó a hacer declaraciones y hablaba libremente de las
persecuciones y demás atrocidades del régimen tiránico de Stalin que no se conocían porque recién le fueron reveladas al
mundo tras la segunda guerra mundial. Guayaquil era una ciudad pequeñita y cualquier personaje novedoso hacía noticia.
Pronto se empezó a comentar que Stalin, lejos de ser el gobernante ideal de los trabajadores era todo lo contrario, un
monstruo egoísta y asesino de millones de personas a las que enviaba a morir en las heladas estepas de Siberia. Joaquín se
sintió llamado a contradecirlo pues todo lo que era contra Stalin le sonaba a anticomunismo, tan grande era su
desconocimiento de la realidad política de ese país; mas, llegado el momento del tan cacareado acto o conferencia y lleno
hasta el tope el local por una audiencia curiosa y en expectativa, Kovalof habló más de un cuarto de hora y en su parte
medular dijo en su lengua mocha: El problema social del Ecuador no lo arregla el comunismo. Indio trabaja poco o nada,
no produce ni consume, hay que hacer trabajar más al indio…después de esta declaración ya no hubo réplica alguna, pues
la gente comenzó a reírse abiertamente.
En su viaje al austro cuencano Joaquín había admirado la fragosidad de sus precipicios, la novedad del paisaje andino,
sentido el intenso frío paramero que cala los huesos, contemplado en toda su magnitud la tragedia del indio y su amiga
Nela le alertó sobre la dolorosa condición de los porteadores de personas y mercaderías llamados comúnmente los
Guandos, por eso comenzó a escribir su historia en forma novelada, que dejaría inconclusa en manos de ella, quien la
completó y publicó en la editorial “El Conejo” en 1983 aunque usando otro lenguaje, menos brillante por supuesto, de
manera que Los Guandos pasaría a la historia de nuestra literatura como algo que pudo ser y nunca fue.
La mutua estimación y trato entre ellos acrecentó los sentimientos de afecto surgidos en ambos, al punto que hablaron de
matrimonio. En Cuenca hizo buenas amistades literarias, conversó con G. Humberto Mata, recibió clases de quichua de
Manuel
María Muñoz Cueva y por meras críticas literarias – a Joaquín no le agradaba la poesía mariana y así lo había expresado en
varias ocasiones – sufrió un nuevo amago de ataque mientras paseaba a caballo por las calles de Cuenca, del que se salvó
merced al ardid de sacar una pistollta que llevaba consigo, posiblemente avisado de la mala voluntad que alguien le tenía.
José de la Cuadra publicó en Septiembre del 33 en la revista “Semana Gráfica” de El Telégrafo una “Silueta” de Joaquín,
enjundioso artículo sobre su obra, mencionando que era el suscitador de una nueva promoción literaria. De regreso a
Guayaquil cometió el error de sincerarse con Pablo Palacio, que se había dado cuenta de los inconvenientes del amor que
profesaba a Nela y así se lo dijo. Discutieron, la amistad terminó ¡Fue una pena enorme!
Pero otros asuntos – posiblemente más serios – también le llamaron la atención, sobre todo uno, el célebre ensayo de
Marañón publicado en la Revista de Occidente de Madrid, titulado Amiel, sobre la timidez sexual, le desconcertó, pues
para el autor, las mujeres que se fijan en los hombres tímidos están lejos de la preocupación primaria del instinto y
persiguen la maternidad.
Había tomado a cargo la edición del periódico obrero “Bandera” y solicitando colaboraciones a plumas revolucionarias
solamente. Nela, en cambio, se afanaba en sacar una revista femenina, que jamás pudo nacer.
Ese año 33 escribió para “Semana Gráfica”, también en el semanario político “Cocoricó” de Clotario Paz y Eleodoro Avilés
Minuche y desde su columna en “El Telégrafo” en Mayo del 31 había criticado el pirandelismo literario de Humberto
Salvador autor de “En la ciudad he perdido una novela”, a mediados del 32 lo haría con el absurdo a lo Kafka de Pablo
Palacio en “Vida del ahorcado” pues como lo explicó en uno de sus artículos “la ira contra el gran montón de lodo, hecho
de tierra y de sangre, que quedaba de la guerra del catorce, se exterioriza en el afán de destruir aunque sea en el campo
literario, el único no defendido por la policía, las normas contra la clase social autora del desastre”. Esta visión política le
llevó a una estética contraria a las indeterminaciones de los artistas e intelectuales puros, aquellos que defendían los
postulados capitalistas del arte por el arte, calificado por Joaquín de demagógico, superficial, retórico, falso, formal.
Por eso se ha dicho que, transformado en beligerante ideólogo marxista, pontificaba – calificando y descalificando las
obras de sus colegas artistas y escritores – así como antes había ordenado a sus coidearios, atacar físicamente al jovencito
Eduardo Solá, recién llegado de Europa, por el “delito” de haber expuesto algunas acuarelas art nouveau que a gusto de
Gallegos eran obras pequeño burguesas por representar escenarios exóticos y damas elegantes, muy versallesca por cierto.
Su crítica siempre estuvo influida por una visión fanatizada, más política que literaria, creía en la inminencia de una
revolución marxista en el Ecuador, empezó a considerar que no era oportuno ocuparse del arte y dejó de escribir cuentos y
se despreocupó de continuar sus dos novelas: Los Guandos y Cacao. El tiempo ha demostrado que estaba equivocado en su
marxismo ortodoxo y duro frente a la posición marxista troskista abierta al mundo, a la cultura y al arte. Fue de difícil
trato, pues había que estar siempre de acuerdo con sus teorías revolucionarias so pena de caer en las furias de sus
dicterios. I como crítico se equivocó con la obra de Humberto Salvador, de Pablo Palacio, a quienes quería forzar a que
cambiaran de estilo, solo porque sí. El primero le hizo caso y perdió las brillantes de sus primeras obras, cayendo en la
rutina del cartelismo socialista de entonces, el segundo lo mandó a rodar y quedaron de enemigos.
También colaboró en la revista “Hontanar” de Loja dirigida por Carlos Manuel Espinosa con profesores y alumnos de los
cursos superiores del Colegio Bernardo Valdivieso y durante una sesión en un Sindicato demostró su humor a través de la
siguiente anécdota. El Compañero Luís Felipe Huaraca Duchicela fue electo director de la sesión pero muy orondo declaró
que no la presidiría a menos que fuere reconocido heredero del Imperio del Tahuantinsuyo. Joaquín tomó la palabra y
procedió a realizar un formal reconocimiento de tales derechos, en vibrante discurso por sus conocimientos históricos y por la amistad que le profesaba al profesor Huaraca. Solucionado el incidente, éste asumió la dirección, actuó de buen
grado y todos contentos y satisfechos.
En Agosto recibió dos cartas importantes, una de Jorge Carrera Andrade para que se integre al grupo Social Agrario que se
estaba conformando en Quito y sin negarse en redondo le dio largas al asunto porque a pesar que intelectualmente le
apreciaba no aprobaba su línea política. La otra comunicación fue la respuesta de Plinio Enríquez, sobre la posibilidad de
viajar a Chile, pero le anticipó que todo estaba muy difícil allá; sin embargo le recomendó que escribiera al gran crítico
Raúl Silva Castro, para que a su vez le recomiende ante Agustín Edwards, dueño de las empresas periodísticas El Mercurio,
de cuyo diario hay una editorial en cada ciudad chilena de importancia.
Por esos días intentaba escribir una biografía de García Moreno a la que pensaba titular “Gabriel García Moreno, tirano
tropical” para la cual contaba con alguna bibliografía, que consideraba todavía insuficiente.
En Octubre intervino en la primera Exhibición del Poema ecuatoriano organizada por la Asociación artística y cultural Alere
Flamma de su amigo el escultor Enrico Pacciani con el poema “Film ferroviario” junto a Jorge Carrera Andrade, Gonzalo
Escudero, Hugo Mayo, Aurora Estrada de Ramírez, Abel Romeo Castillo, Víctor Hugo Escala, Pedro Jorge Vera, Jorge Pérez
Concha.
En carta a Nela le manifiesta su preocupación por las diferencias entre las obras de Marañón y de la esposa del sociólogo
Guillermo Ferrero. El primero concebía a la mujer como hembra pura, es decir, como reproductora, mientras que Gina
Lombroso, feminista convencida, anatemiza al machismo, sosteniendo la no inferioridad frente al hombre y si sus
diferencias pues concibe al amor como un mundo hermético frente al hombre que estima que es un mundo abierto.
En cuanto a literatura nacional confiesa que no le agradó el libro Repisas de José de la Cuadra, excepto sus dos últimos
cuentos y termina confesando que le tiene una gran amistad y mucha gratitud, por ser todo un hombre generoso y leal.
En Noviembre viajó al Cañar, el trayecto desde Sibambe lo hizo a bordo del kalamazo, pero solo estuvo pocos días, los
suficientes para visitar a Nela. Durante el regreso un pastor evangélico trató de catequizarlo brindándole tajadas de piña y
hablándole de religión. Joaquín le escuchaba atentamente mientras saboreaba tan dulce fruta.
Por esos días regresó de España su tío Jorge Gallegos del Campo tras largos años de Cónsul en Europa, llegó junto a sus dos
hijas María Eugenia y María Leonor. Ambas trajeron nuevas modas y útiles experiencias pero Joaquín ya estaba cerrado a
toda novedad que no fuera el comunismo. El 20 de Diciembre dictó una charla sobre la nueva Poesía ecuatoriana y la
siguiente semana trabajó “como negro” en los preparativos de la fiesta de la Federación Juvenil Comunista a celebrarse el
31 de Diciembre.
A principios de Enero del 34 pronunció una charla por radio y luego otra con Pedro Jorge Vera y Enrique Gil Gilbert que
tuvo un cierto matiz político por ser anti guerrera, con música y poesía variada. Ya para entonces había calificado a su
amigo Pedro Jorge de “Mayacovsky arrepentido” porque habiendo comenzado su vida literaria como poeta cartelista,
había abandonado esa posición “revolucionaria” para incursionar en otras facetas literarias. En Marzo del 34 terminó de
escribir su ensayo “Biografía del pueblo indio”.
I sabedor que Nela había salido de la casa paterna para radicar en Ambato, viajó a esa ciudad y el 14 de Abril contrajeron
matrimonio en el pueblito de Atocha con la premura que siempre ponen los enamorados. Ella había viajado para aceptar
un puesto de profesora primaria ofrecido por un amigo de su padre – director de Educación en la provincia del Tungurahua
– pero estaba en situación de apremio porque el sueldo era bajísimo y llegaba tarde, alimentándose prácticamente de
manzanas pues no tenía dinero para nada más. Joaquín frisaba los veinte y seis y Nela veinte y un años solamente.
De vuelta a Guayaquil, como el tío Julián no había aprobado la boda creyendo que era una locura, pues conocía
perfectamente la limitación sexual de su sobrino, que tenía el cuerpo muerto de la cintura para abajo, los recién casados
fueron con doña Emma a habitar un departamento alquilado desde dos años atrás por Feafa en Clemente Ballén entre
Boyacá y García Avilés, al lado de la casa esquinera a Boyacá propiedad de la familia Durango. Doña Emma instaló una
pensión familiar y vivieron con Enrique Gil Gilbert recién casado con Alba Calderón, los pintores Alfredo Palacio, Galo
Galecio, el poeta Miguel
Angel León y por supuesto Feafa. Entre todos se repartían las labores en un ambiente de franca camaradería, prestándose
los libros unos a otros, recibiendo visitas y organizando tertulias literarias. Enrique Gil le cargaba cuando salían a la calle
pero se lo prohibió Alba porque la incontinencia de orina de Joaquín le dejaba el cuello de la camisa húmedo y mal
oliente.
Rememorando esa época Nela ha dicho “compartíamos una activa militancia política. No hacíamos armas para el trabajo
literario sino para el trabajo sindical. Escribíamos manifiestos, íbamos a los sindicatos, nos reuníamos con gente a la que
ayudábamos a que aprenda, comprenda y participe en un movimiento que considerábamos necesario, aunque esto nos
llevaba mucho tiempo y exigía de mucha entrega, era una práctica muy hermosa en cuanto a comunicarse,” pero por
razones fáciles de comprender no menciona la parte sexual, tan importante en todo matrimonio, más aún en los que
comienzan. Pío López Lara, primo de Joaquín confesaría en familia que Joaquín siempre practicó con Nela el sexo francés
y que por eso ella lo abandonaría.
En Junio se produjo una huelga general de panaderos que pedían un aumento de jornal de tres a cinco sucres diarios.
Velasco Ibarra ocupaba por primera ocasión la Presidencia de la República y los panaderos aprovecharon una visita suya a
Guayaquil para solicitar audiencia en el edificio de la gobernación. El día martes 25, en horas de la mañana, Velasco
Ibarra salió al Salón de Honor a escucharles y Joaquín tomó la palabra. El Presidente, muy adusto, le escuchó hasta el final
y entonces, en uno de esos exabruptos que le singularizaban, gritó “A ver, señor, enséñeme sus manos” Joaquín obedeció y
Velasco Ibarra triunfante y dirigiéndose a los presentes dijo: “Estas manos no son de panadero.” La sorpresa fue general, se produjo un silencio comprometedor pero rápido se oyó una sonora carcajada. Era Joaquín que se reía del Presidente en
su cara y demás está decir que fue coreado por todos los presentes en alboroto increíble. Velasco Ibarra, amoscado,
viendo la imposibilidad de enfrentarse a un inválido, dio media vuelta y sin decir palabra se retiró bravísimo. Horas
después, siendo las tres y media de la tarde, un pelotón de caballería y otro de gendarmes allanaron el local de la sede de
la Unión de Panaderos ubicada en Luque entre Santa Elena y Seis de Marzo provocando un grave escándalo pues más de
cien obreros panificadores huelguistas fueron conducidos presos al Cuartel de Policía incluyendo al Vicepresidente de la
entidad Israel Luque y al secretario Francisco Mora Guerrero. El Intendente Cristóbal Escala dispuso que los Comisarios
Segundo y Cuarto les condenaran a cuatro días de prisión y vente y dos sucres de multa. Esa misma tarde la policía
recorrió las panaderías y apresó a otros setenta y cinco obreros huelguistas, a los cuales amarraron los pulgares a la
espalda y así fueron conducidos por las calles. A la postre, tras cuatro días de huelga, los obreros presos recobraron su
libertad, los propietarios de las panaderías subieron los salarios y Joaquín fue uno de los héroes de esas jornadas. Ese año
también ejerció de redactor del periódico “Bandera Roja” del partido comunista.
A finales de año ocurrió un incidente doméstico entre Alba y Nela, pillada cuando coqueteaba con Enrique. El asunto se
tornó álgido dado los celos inmotivados de Alba. Nela prefirió partir a Quito donde instaló un comedor para universitarios.
Joaquín quedó anonadado, volvió con su madre a casa del tío Julián y en gesto verdaderamente romántico y heroico dado
lo penoso que le era moverse, viajó a Quito siempre en compañía de su madre para tratar de arreglar su situación con
Nela. En cuanto a su amistad con Enrique, quedó seriamente resquebrajada y no se hablaron por mucho tiempo pero
finalmente volvieron a ser los mismos de siempre.
Para poder subsistir solicitó a su amigo el Ministro de Educación Carlos Zambrano Orejuela, abogado de filiación socialista,
una plaza de ayudante en la Biblioteca Nacional y como nunca faltan los estudiantes burlones, empezaron a pedir los
libros que estaban más elevados, solamente para ver como trepaba con sus manos como si fuera un mono o un maromero.
Tal espectáculo se repetía diariamente hasta que llegó a oídos del propio Ministro – que lo estimaba por coideario – y le
ascendió a Jefe de la Sección Archivos con doscientos cincuenta mensuales de sueldo para que trabajara en un cuarto
alejado de todo y de todos, repleto de documentos.
Joaquín había alquilado con su madre una pieza interior en la calle Flores a solo cuatro cuadras de distancia del
Ministerio. El servicio higiénico era común para los inquilinos y estaba al final del corredor. No había agua caliente pues el
vecindario era pobre. Doña Emma se encargaba del aseo de su hijo, cada dos días le bañaba y como subsistía el problema
de su movilidad, Luís Pérez, dirigente de la Fábrica La Internacional de tejidos ubicada en Chimbacalle, le presentó a su
pariente Juan Alberto Falcón Sandoval, albañil de veintidós años de edad, oriundo del pueblecito de Alaques cercano a
Latacunga, para que le trabaje puertas adentro como empleado doméstico, cargándole sobre sus fuertes hombros. Falcón
terminó viviendo en la pieza, que era grande y espaciosa.
En las mañanas, a eso de las ocho, Falcón le llevaba a visitar a Nela que vivía en un primer piso alto y les dejaba solos. A
las nueve regresaba a verlo para trasladarle al Archivo y regresaba a las doce para llevarlo a almorzar a su pieza, casi
siempre una sopita de queso, carne asada y puré de papas, todo en pequeñas porciones. Quien cocinaba para los tres era
doña Enma. Por la tarde repetían los viajes porque se hacía doble jornada. Como buen goloso Joaquín se desvivía por los
aplanchados, aunque también le agradaban los cakes y los higos en almíbar de panela o raspadura, así como los
confitados.
Pronto se hizo popular pues no era usual ver a un hombre cargando a otro. A veces sus amigos costeños lo embarcaban en
sus carros. En una ocasión Benjamín Carrión lo invitó a su hacienda y conversaron largamente. Numerosos artistas y
escritores le buscaban. Con ellos hacía planes culturales. Por eso se ha dicho que su estadía en la capital le fue altamente
provechosa (x)
El camarada Juan Tacle, miembro del Partido Comunista y de profesión zapatero remendón, las más de las veces le
conducía a los mítines y reuniones para que tome la palabra o dicte conferencias. Jorge Icaza lo presentó en el Sindicato
de Escritores y Artistas, el Coronel Juan Manuel Lasso se desvivía atendiéndole. La Confederación Obrera le invitaba a la
Casa del Obrero y en las Asambleas le sentaban en la mesa directiva. Tomaba la palabra, se exaltaba, arengaba con
energía no exenta de lógica y emoción. Finalmente era aplaudido con frenesí, los obreros se lanzaban a abrazarle y en
hombros lo retornaban a su pieza. Joaquín siempre fue un excelente orador, de ideas elevadas y profundas, poseía la voz
fuerte, el tono enérgico, facilidad de expresión y gran convicción sobre los temas que exponía. Era, pues, un orador muy
completo, de los llamados de barricada. También estuvo junto a la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI)
Entre los líderes indígenas más amigos estaba Ambrosio Lasso, famoso como caudillo del levantamiento de Leito contra un
gamonal colombiano llamado Marco Antonio Restrepo Jaramillo, que negaba a esa Comuna el uso de unas aguas cercanas.
El asunto tomó características nacionales cuando la fuerza pública mató en 1923 a varios comuneros. Finalmente se
impuso la razón y el agua fue para el bien de todos. Ambrosio Lasso le visitaba continuamente, estaba aprendiendo a
escribir para ayudar a otros dirigentes de la Liga de Pule y Galte.
El Ministro Zambrano le contaba entre sus asesores y cada cierto tiempo concurría a su despacho para tomar consejos. Un
día le llamó el dictador Federico Páez a la Casa presidencial y trataron treinta minutos sobre lo más aconsejable para el
país.
Esos fueron buenos tiempos, pero desde Noviembre del 36, a raíz del incidente provocado por el alzamiento armado en el
interior de un Cuartel, llamado la guerra de las Cuatro horas, el Ing. Páez se deshizo de sus ministros izquierdistas y el del
Interior Aurelio A. Bayas Argudo, asumió prácticamente la dirección del gobierno y comenzó la persecución de los
Elementos progresistas. A unos hacía coger presos y a otros mandaban confinados a las islas Galápagos.
A finales del 1936 Joaquín fue cancelado pero aun tuvo fuerzas para fundar con Atanasio Viten la
revista “Base”, cuyo segundo número incineró la policía. Por ello se temía una orden de prisión en
su contra o por lo menos un atropello, pero no quiso ocultarse a pesar de las continuas
advertencias de sus amigos.
Una tarde, ya sin esperanza en un cambio próximo, habiéndose agotado la pequeñísima reserva de
dinero, su madre le dijo: “Vámonos”. Joaquín no tuvo más alternativa que aceptar pues su
relación con Nela había terminado y Quito no le podía ofrecer nada más por el momento.
El regreso fue aparatoso. Joaquín, su madre y Falcón tomaron el coche de primera en Chimbacalle
con unos pasajes de cortesía conseguidos por un amigo, pero al arribar a la estación de Riobamba le dieron la mala noticia
que por orden de la presidencia de la República habían quedado anulados los pasajes gratuitos y como no tenían dinero
para conseguir otros les hicieron desembarcar en ^ Cajabamba, alojándose en la choza de
unos indígenas mientras doña Emma, usando al telegrafista del pueblo, solicitaba a su hermano
una remesa de dinero en tan crítica situación. Ni siquiera contaban con colchas para abrigarse del
intenso frío y como la libranza demoró quince días en llegar y cobrarse – tan atrasado estaba el
país en esos años – fue una aventura amarga, casi una tragedia.
En Duran los recibió el Dr. Julián. En la casa encontraron a numerosos periodistas y fotógrafos
ansiosos por conocer los detalles del viaje y Joaquín pidió permiso a su tío para formular
declaraciones. Era una figura reconocida como escritor y político nacional.
Comenzaba una nueva etapa de su vida, la más dura, por su enfermedad final. Entonces empezó a
buscar trabajo, permaneció cinco meses desocupado y tramitando el divorcio, entre tanto le
designaron miembro de la Asociación Ecuatoriana “Alere Flamma” y como Pedro Saad había salido
al exilio en Costa Rica donde fundó el Partido Comunista de ese país, se hizo cargo de la Jefatura
del Comité regional para el litoral. Finalmente su amigo el Profesor Ernesto Guevara Wolf le
empleó de
de Pedro Jijón Salcedo, el 47 “Los animales puros” de Pedro Jorge Vera.
El tema diario de la Guerra Civil española era otro asunto que le mantenía ocupado y con
varias amigas del partido ayudó en las labores del Socorro Rojo para enviar dinero, alimentos y
vituallas a la España republicana y leal.
Su amigo y protector Carlos Alberto Flores, nuevo Subdirector de Estudios, periodista de El
Telégrafo y persona cultísima, le tomó cariñosamente a cargo como Secretario y hasta le
consiguió una ocupación a doña Emma de ecónoma en el internado de la Escuela de
Reeducación de Menores con doscientos sucres mensuales de sueldo.
Se sentía bien, volvía a ser útil e importante aunque trabajaba poco, pero conversaba con
Flores quien le solicitaba consejos y hasta compuso una pequeña biografía de Francisco
Campos Coello que por allí anda impresa. Su fama de intelectual era por todos reconocida.
Visitaba a sus amigas las Herrería Herrería en su departamento del primer piso ubicado en
Vélez entre Boyacá y García Avilés, casa de madera propiedad del ilustre pedagogo Fermín
Vera Rojas, director de la Escuela de la Sociedad Filantrópica del Guayas, quien ocupaba con
su familia la planta baja del edificio. En el segundo piso vivió muchos años mi abuelo Juan Luís
Pimentel Tinajero con los suyos.
Sus amistades le apreciaban y querían, las Herrería, su joven amiga Araceli Gilbert Elizalde
sacó de la clínica Guayaquil propiedad de su padre una silla de rueda de madera, pero como
no pasaba por las puertas interiores del departamento, Joaquín nunca pudo utilizarla.
Fue una etapa relativamente tranquila y feliz, dentro de lo posible, pues le dolía la ausencia
definitiva de Nela tras el divorcio ocurrido el 38.
Ese año figuró entre los miembros fundadores de la Asociación de Artistas y Escritores independientes. El 39 estuvo entre
los que recibieron y atendieron al escritor norteamericano John Dos Pasos en el salón Fortich y desde Septiembre la ii
Guerra Mundial copó toda su atención. En Marzo del 40, al ocurrir la muerte de su amigo José de la Cuadra, quiso terminar
la novela “Los monos enloquecidos” que éste había dejado inconclusa y hasta tuvo en su poder los originales, pero al
solicitar el permiso a la viuda, lefue negado porque según me lo refirió su viuda inesita Núñez del Arco, no le tenía
simpatías debido a la mirada fuerte y escrutadora de Joaquín para con las mujeres en general.
En el plano de sus relaciones intelectuales acostumbraba reunirse los miércoles de tarde con otros amigos literatos,
inclusive con pintores (Alfredo Palacio, Galo Galecio) en casa de Enrique Gil Gilbert. El 41 se preocupó hondamente por la
invasión peruana y la ocupación militar de varios sectores de nuestro territorio, luego del armisticio decretado por los
países garantes, advino la sorpresiva invasión nazi a la Unión Soviética y en medio de tantas emociones fuertes comenzó una novela netamente urbana fundamentada en las historias oídas a su tío Julián, donde seis personajes entretejen sus
vidas hasta caer asesinados a balazos por elementos del Ejército Nacional durante la matanza de pueblo y obreros
ocurrida el 15 de Noviembre de 1922, sirviendo de fondo la vida diaria del Guayaquil de principios de siglo, tema de
denuncia que le sirvió para desplegar las banderas del mensaje social, impactando con la magnitud de esa tragedia, que
pormenorizada en sus más íntimos detalles presentó macabra, espeluznante.
El 42, tras la suscripción del Tratado de Río de Janeiro, conciente de la inercia del gobierno, adoptó una política contraria
al Presidente Carlos Alberto Arroyo del Río y fue sacado de su cargo en 1a Subdirección. Lo mismo le ocurrió a su madre.
Fueron tiempos de mucha agitación política y sindical. Vicente Lombardo Toledano, Presidente de la Confederación de
Trabajadores de América Latina visitó el Ecuador y fue recibido y aclamado en todo el país pero especialmente en la
pequeña población serrana de Cayambe donde cientos de jinetes le dieron la bienvenida.
El 43 formó parte de la célula comunista que preconizaba la movilización de masas en el “Frente Único Antifacista”
fundado en Quito por el ciudadano francés Raymond Meriguet (quien sería el segundo esposo de Nela) concurrió al
Congreso de Trabajadores del Guayas, antecedente inmediato de la Federación Provincial de Trabajadores y como
miembro del Partido Comunista asistió al agasajo tributado por un grupo de amigos al Dr. Francisco Arízaga Luque, luego
de su incidente en Marzo durante los días previos a la Semana Santa con el intendente General de Policía de
Guayaquil, Manuel Carbo Paredes. Allí tomó la palabra. Su pieza oratoria fue brillantísima y aún la recordaban en 1984 –
fecha en que inicié estos apuntes – algunos viejos de la ciudad.
El tiempo le venía escaso porque “El Universo” le había solicitado dos columnas, “Noticiario Tropical” y “Problemas y
Perspectivas”, desde las cuales difundió el ideario político de “Acción Democrática Nacional” ADE principalmente,
entablando polémicas con otros escritores como Raúl Andrade, a quien llegó a calificar de escritor de alcantarillas, todo
porque había señalado serias objeciones a la candidatura presidencial de Velasco ibarra, al que Joaquín defendía
denodadamente. Finalmente cuando en Marzo del 46 Velasco se proclamó dictador civil y todo lo dicho por Andrade se
hizo realidad, Joaquín quedó con un palmo de narices. Otros temas de su agrado fueron la literatura, la economía y el
acontecer internacional. Entre sus principales artículos de esta época están: Los Cuatro de ADE por el Guayas, George
Sorel y los Nazis, El Ecuador debe romper con Franco, El desarrollo del Capitalismo en el Ecuador, Replanteamiento del
problema indígena, Las elecciones norteamericanas y nosotros, La Asamblea Constituyente y los trabajadores de la
cultura, etc.
Su asistencia a numerosos mítines le tornó figura popular y era fama que cuando cargaba la caballería a sablazos, su
empleado Juan Falcón lo depositaba encima de un hidrante del Cuerpo de Bomberos y salía corriendo. Allí le tomaban
preso y luego había que agenciar su salida de la Cárcel, pero él era así, le gustaba ir a prisión.
En su buhardilla se realizaban numerosas reuniones conspirativas contra el oprobioso arroyismo como él solía calificar al
gobierno, a las que concurrían sus amigos comunistas Manuel Arenas Coello, Pedro Saad, Manuel Medina Castro, hasta que
los empezaron a sacar de la ciudad.
Al poco tiempo sostuvo una dura polémica en la revista “Bloque” de Loja con su amigo el escritor – también izquierdista –
Jorge Hugo Rengel, quien mantenía la tesis de los socialistas ecuatorianos, de luchar por una revolución permanente a
través de las ideas de políticos y pensadores tan diversos como Trovsky, Ortega y Gasset, y Mariátegui, mientras Joaquín
aspiraba – como ya se ha mencionado – a la revolución inmediata y abogaba por la importancia de los férreos postulados
del marxismo – leninismo combatiendo sus desviaciones. En el ensayo referido critica a Bergson, Spengler, Scheler, dice
que los intelectuales no tienen la capacidad orgánica y política para dirigir la lucha por la conquista del pan y la cultura
porque son pequeños burgueses al servicio del capitalismo, “ahorcando la razón con la soga de Dios”. Solo el proletariado
y su partido de Vanguardia están en capacidad de liquidar el sistema económico que se caracteriza por la explotación del
hombre. Inclusive llegó a rechazar la afirmación de Rengel, quien había sostenido que las obras de Pablo Palacio y el libro
Los que se Van fueran representantes de la nueva ecuatorianidad. Esta polémica ha sido recogida en el libro “Realidad y
Fantasía revolucionaria” Loja, 1954.
i le ocurrió la siguiente anécdota que habla de su percepción en materia internacional. Resultó que, encontrándose en
frente de un afiche a colores con el rostro sonrosado de Winston Churchill, Primer Ministro inglés y líder de su Patria en la
ii Guerra Mundial, le fue cambiando rápidamente el rostro con un lápiz hasta asemejarlo a Hitler, dando a entender
gráficamente a sus amigos, que para los comunistas, ambos líderes eran meros burgueses, es decir, la misma cosa.
Después del triunfo de la revolución popular del 28 de Mayo de 1944 la Municipalidad de Guayaquil le premió con una
artística Medalla de Oro, impuesta en la Sesión Solemne del 25 de Julio, por sus valientes escritos en “El Universo.” Fue su
minuto de gloria, salió retratado en los periódicos, gozó de popularidad. Varios estudiantes del Colegio Nacional Vicente
Rocafuerte pidieron su designación pero algunos maestros tuvieron la avilantes de oponerse pretextando su defecto físico
cuando en realidad era por sus ideas políticas. Por eso tuvo que conformarse con la designación de administrador boletero
de la piscina Municipal No. 1 ubicada en la intersección de las calles Malecón y Loja con trescientos sucres de sueldo, pero
en compensación sus amigos los Concejales le concedieron un terreno municipal en arrendamiento, ubicado en Coronel y
Argentina, cuya posesión traspasó a un tercero en momentos de necesidad, para saldar urgentes deudas posiblemente
originadas en la edición de su novela que aparecería poco después.
El 45 volvió a Quito con motivo de
la inauguración del Congreso de la Confederación de Trabajadores del Ecuador CTE, se hospedó en
el Hotel América de la Plaza del Teatro y permaneció cinco días. Aprovechó para visitar a su amigo
Carlos Guevara Moreno que estaba de Secretario General de la Administración y despachaba en
palacio. Salió Guevara y le dijo “Joaquín. Disculpe que no podemos hablar en este momento porque estoy con el Dr. Velasco en una reunión.” Luego le preguntó dónde estaba hospedado, pero
no fue a verle como le ofreció por compromiso, pues ya tenía pensada una dictadura y sabía que
no recibiría el apoyo comunista, como efectivamente sucedió.
De esta época es un incidente romántico con Olga Herrería Herrería, profesora primaria en una
escuelita pública frente a su casa, a quien miraba de reojo a través de su ventana cuando ella se
bajaba del tranvía. Notado el interés y habiendo amistad de por medio, pues Pedro Saad era
casado con su hermana Isabel Herrería, Olga empezó a visitarlo como amiga, pero luego se hizo su
secretaria y hasta su confidente. Fue un amor meramente platónico de parte de Joaquín, que ella
no adivinó siquiera. El estaba muy ilusionado como buen romántico y hasta llegó a solicitarle
cartas de amor escritas por un corazón femenino dizque para lograr una mayor autenticidad y
poder utilizarlas con éxito en una novela que estaba preparando. Ella, más por complacerlo, le
siguió la cuerda algunos meses. Esas cartas eran atesoradas por Joaquín, que llegó a contestarlas
para allegar suficiente material para la tal novela que nunca comenzó. Una tarde, ya enfermo de
cuidado y despechado de su suerte, sabiendo que estaba próximo su fin, las hizo volar al viento
desde su buhardilla y cayeron sobre la azotea de un edificio vecino donde las encontraron al día
siguiente varios muchachos, uno de los cuales las recogió y se tomó el trabajo de leerlas, pero –
muchacho inexperto – no de conservarlas. Así fue como se perdió para siempre tan inocente como
extraño epistolario.
El 46 fue electo miembro de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas y tras la aciaga dictadura
velasquista del 30 de Marzo se sintió mal y permaneció varios días en su casa, muy deprimido a
causa de la pérdida de su empleito en la piscina municipal. Ya no podía darse el lujo de tener a su
empleado Falcón – a quien el populacho había bautizado con el remoquete de las piernas de
Gallegos Lara – y hasta
centro feminista Rosa de Luxemburgo y varios personajes populares.
La crítica comentó que la obra pertenece a una época avanzada del realismo social
ecuatoriano, ya menos costumbrista y desplazado del campo a las urbes debido al éxodo del
campesinado por la crisis económica de los años treinta. Jorge Enrique Adum considera que
con esta novela culmina el realismo de ambiente urbano en el Ecuador y el crítico chileno
Mariano Latorre ha dicho que es una de las grandes novelas de América Latina. Su amigo el ex
presidente Alfredo Baquerizo Moreno le aplaudió sin reservas, terminando su hermosa crítica
con las siguientes palabras: Venga otra novela, la esperamos. No voy con Ud. en años ni en
doctrina, tal vez ni en arte, mas ya nos enseñaba el divino Platón por la boca de Fedro “que
entre amigos todo es común” y si no todo algo en común habrá entre nosotros… que somos
amigos.
“Las Cruces sobre el agua” solo es una novela, no tentó en ella su autor la explicación de las
causas ni las consecuencias del hecho histórico en sí, tampoco abordó la razón fundamental
del fracaso de la huelga decretada por los obreros, precariamente organizados, lo que les
volvió vulnerables y posibilitó la aparición de otras agendas que distorsionaron el reclamo
original pues lo de la baja del dólar fue una errada intervención de Víctor Emilio Estrada,
Gerente del banco La Previsora, quien hiló muy fino en materia económica creyendo que con
tal medida, se abaratarían los víveres de primera necesidad.
Ese año ofreció a una Editorial argentina sus originales sobre el cacao, novela que estaba por
concluir, pero no se llegó a ningún arreglo. Faltó voluntad de los editores. Un breve testimonio
de ella ha quedado en el capítulo titulado “En las huertas” que entregó a su amigo Alfredo
Martínez para su publicación en el No. 53 de la Revista “América”, del grupo de ese nombre en
Quito. También escribía mucho sobre temas políticos y literarios.
Por entonces se produjo un serio incidente en el interior del partido comunista a causa de Earl Browder, Jefe del
comunismo norteamericano, quien escribió en 1942 dos obras tratando de convencer a los camaradas latinoamericanos
para que se acogieran a las directrices del comunismo norteamericano y renuncien a la
internacional de Moscú que en esos momentos no funcionaba, Joaquín leyó los libros y en una
reunión celebrada en su casa, cogiéndose con ambas manos sus tirantes, gritó vascosidades
contra Browder y los norteamericanos, acusándoles de tratar de inducir al error a los obreros y
trabajadores de occidente, Esa posición tajante y al mismo tiempo irreductible, propia del
fanático se dijo entonces y creo que no andaban muy equivocados los que así le calificaban, le
alejó de todos los líderes nacionales del Partido que veían con sumo interés la alianza con los
comunistas norteamericanos, Finalmente, dicha posición de entendimiento se debilitó cuando
el tratadista francés Jacques Duclós denunció a Browder y al browderismo como un “peligroso
desviacionismo” y en los Estados Unidos el Senador Mac Carty inició una feroz persecución
contra los comunistas de ese país, incluyendo entre los primeros y más peligrosos de la lista a
Earl Browder, quien terminó viviendo oscuramente en un pueblecito sin importancia,
En Guayaquil, en cambio, se continuó considerando a Joaquín un ser intratable por su
inconmovible ortodoxia, de pensamiento obcecado y difícil, por ende poco maleable, ^ mientras el browderismo
pasaba por el panorama político latinoamericano como algo que pudo ser y nunca fue,
i así empezó también su aislamiento, al que le sometieron inmisericordes sus camaradas,
quienes dejaron de visitarle, Coincidió esta etapa de su vida con el inicio de una fétida
infección en los genitales, posiblemente originada por la escara o fístula rebelde en el recto
que tenía desde hacía mucho tiempo y que jamás se le había curado del todo a pesar de los
cuidados y tratamientos de su madre,
Su tío Julián le recetó lavados de las zonas infectadas con la solución Carrol and Decker a base
de hipoclorito de sodio que le aplicaba diariamente su amigo el estudiante de medicina
Fortunato Safadi Emén y que no surtió efecto pues el asunto tomó un cariz canceroso y
comprendiendo Joaquín la gravedad de su situación decidió aprovechar el poco tiempo que le
quedaba, terminando varios trabajos que mantenía pendientes, y comenzó en Abril del 46 por
el que creía más fácil, un libro de cuentos que tituló “La Ultima Erranza” por el nombre de
uno de ellos, que se alcanzó a imprimir en México en 1947, obra que la crítica ha considerado
como la de mayor construcción de todo lo suyo,
Rochester le hubieran recetado algún antibiótico, pero la Visa le fue negada en el consulado;
entonces, desesperado ante la crítica situación le trasladó a Lima, allí los médicos le
desahuciaron, ya que el mal había avanzado y era muy tarde,
Falleció en Guayaquil el domingo 16 de Noviembre, a las 12 y 45 de la mañana, en su casa, Las
calles permanecían desiertas porque era la hora en que tradicionalmente se almorzaba en
Guayaquil, Joaquín tenía solamente treinta y ocho años de edad y había permanecido cuatro
meses en estado de gravedad, Doña Emma, había rogado a los santos de su devoción que
mantuvieran con vida a su hijo siquiera hasta que termine la biografía de Rumiñahui y sintiéndose
defraudada entró en una crisis nerviosa y lanzó varias imágenes al suelo y no había cómo calmarla,
Le sobrevivió casi diez y nueve años pues murió el 64 en Guayaquil, Siempre fue una mujer
callada, hacendosa y delgadita, de mediana estatura, pocas palabras y una gran resignación frente
a las injusticias de la vida, que castigó a su hijo único con una dolencia aparatosa y hasta teatral.
Al final recorría los cuartos del departamento como si fuera una sombra añorante, porque jamás
se acostumbró a vivir sin la presencia de su hijo amado,
El lunes 17 amanecieron los diarios con la noticia de su muerte y el edificio de la Universidad de
Guayaquil enlutado a pesar que Joaquín jamás había sido ni alumno ni profesor de ella, tal su
fama de intelectual conspicuo, Después fue trasladado a la Capilla Ardiente levantada por sus
amigos Alfredo Palacio y Enrico Pacciani como se estilaba en esos tiempos, en el salón principal de
la Sociedad de Carpinteros, finalmente fue conducido al local de la Casa de la Cultura Núcleo del
Guayas, ubicado en Pichincha e illingworth, donde un orador dijo: Llama viva de fervor justiciero,
de mili tanda heroica por la democracia económica y social,”
Pedro Jorge Vera leyó el siguiente bellísimo soneto: “Soneto sin llanto por Joaquín Gallegos Lara” // No es lágrima,
Joaquín, lo que aparece / al filo de mi voz adolorida; / es el silencio de tu voz querida / que fundiéndose en la sombra,
permanece, // Cómo crece el silencio, cómo crece / y como cubre nuestra tierra herida / cómo al aproximarse tu
partida / la sangre de tu pueblo se estremece, // Pero no hay llanto, / pero no hay sonido / para tu verde corazón
dormido / para tu frente pura de arquitecto /
para tu soledad irremediable / este adiós silencioso, adiós perfecto…// El gobierno nacional
presidido por Carlos Julio Arosemena Tola y el partido comunista dirigido por el Dr. Ricardo
Paredes dictaron sendos Acuerdos de Condolencia. La gente dio en comentar que Paredes había
tenido un hijo en Nela, años después de su separación de Joaquín, y que no debió firmar el
Acuerdo para evitar comentarios, pero el camarada Paredes siempre fue un hombre de bien, que
estuvo por encima de cualquier malicioso entredicho.
Al momento de darle sepultura no faltaron algunas voces que entonaron el Himno de la
Internacional, cuya letra dice así: // ¡Arriba los pobres del mundo¡ / ¡De pie los esclavos sin
pan¡ / Alcemos todos al grito / de ¡Viva La Internacional¡ // Destruyamos todas las trabas / que
impiden nuestro bien / cambiemos el mundo de faces / rompiendo el imperio burgués. //
¡Agrupémonos todos en la lucha final / y que se alcen los pueblos por la Internacional¡ // No más
salvadores supremos, /Ni césar, ni burgués, ni dios, / que en nosotros mismo está / nuestra propia
redención. // Para llegar al mundo dichoso / donde reina nuestro bien, / debemos ser los
obreros / los en. // ¡Agrupémonos todos en la lucha final / y que se alcen los pueblos por la
Internacional. // El día que el triunfo alcancemos / ni ricos ni esclavos habrán, / los odios que al
mundo envenenan / del orbe lanzados serán. // canción de claros tintes reivindica ti vos y hasta
belicistas, que como siempre que se entona arranca aplausos, gritos y lágrimas por su fuerte
contenido de lucha brava, romántica y final.
A principios del 48 los camaradas de Quito enviaron a Jorge Enrique Adoum, quien recién acababa
de regresar de Santiago de Chile, para recoger la documentación de Joaquín y escribir una
biografía que le hiciera justicia. Fruto de sus entrevistas con Dña. Emma fue un artículo corto
aparecido entonces que dice en lo medular: “Su casa en la calle Manabí 308, hay siete escalones
hasta el descanso y de allí trece hasta su piso. Los libros están en su lugar, ciento seis papeles a
los que un día sobrevendrá un otoño largo, el único de este país; en las paredes los mismos
retratos de Lenin, de Stalin y el diploma que el Municipio le otorgó en reconocimiento a su labor
de preparación de la conciencia cívica nacional que reapareció el 28 de Mayo. Está su madre con su heroísmo de costumbre, pero crecida, pero
movimiento revolucionario en el siglo XX, en haber entregado su talento y su pluma al cuento,
la novela, el relato, la poesía, la crítica y el periodismo. Sus ensayos tienen la impronta del
estilo y la profundidad del contenido sociológico.
Su preocupación fundamental fue la tragedia económica y el destino futuro del proletariado.
Su pensamiento clasista y revolucionario le llevaba a difundir ideas rebeldes y patriotas,
practicó la verdad, luchó por los obreros y quiso para su Patria mejores días.
Creó una conciencia social, motivó a los talentos, fue maestro suscitador de una gran
generación y líder de su partido y aunque escribió poco, como escritor no ha envejecido.
En lo personal era de escaso comer, de excelente carácter aunque exagerado hasta la necedad
en las discusiones pues tomaba posturas radicales, pero como consejero cambiaba pues se
volvía dialéctico, afectuoso, profundo, nunca lineal; quienes le trataron me han manifestado
que usualmente escribía en su pequeño escritorio o en la hamaca utilizando lápices suaves que
despuntaba con una navajita y pasaba en limpio esos borradores en una máquina de escribir
portátil color negro. Compraba los lápices en la Librería Anzoátegui de 9 de Octubre y Pedro
Carbo y el papel por gruesa donde Zea, almacén ubicado en Illingworth y Pichincha, que
alcancé a conocer, atendido por su propietario el popular gordo Zea, que atrás del mostrador
de la entrada era un inveterado bromista con la clientela y hasta acostumbraba carcajearse
con todo el que pasaba.
No se le conocen debilidades a no ser sus monomanías comunistas casi fijas que le volvían un
sujeto intemperante al punto que toda conversación con amigos terminaba siempre en algún
tema político internacional. Estoico como el que más, nunca se quejó de la vida ni de su
parálisis pues era, lo que se dice, un carácter severo, que se auto educó para la cultura y la
vida. Nunca fumó ni abusó de la bebida pero dulcero si era.
Su ensayo “Biografía del pueblo indio” concluido el 30 de Marzo del 35 en Quito, salió publicado en la Revista de la Casa
de la Cultura Ecuatoriana, como un homenaje póstumo a su autor. Se compone de dos partes, una histórica y otra
contemporánea, en la primera se habla de Atahualpa, su captura en Cajamarca, la encomienda.
(x) Juan Alberto Falcón Sandoval cargó en sus hombros al escritor, había cursado hasta el tercer grado de primaria, sabía leer y escribir, tenía buena letra y le
agradaba hacer cálculos de matemática. Casó con la cocinera de los Herrería Herrería a quien conoció en una de las visitas que realizaban Gallegos Lara y
Pedro Saad a esa familia. Años más tarde Falcón convivió con Domitila Mosquera en quien si tuvo familia. Trabajó en el Departamento Municipal de Aseo de
Calles hasta su jubilación y vivía al final de sus días en una villita modesta, adquirida cincuenta años antes, en el suburbio oeste de la ciudad, esquina de la
calle Veinte y Nueve y San Martín. En los últimos tiempos acostumbraba visitar por las tardes el recién inaugurado paseo del Malecón Dos Mil, llevando un
banquito de plástico color verde para descansar las piernas pues sufría de reumatismo y de dos hernias que no se llegó a operar. El día lunes 6 de Junio del
2006 a eso de las once y media de la noche, en circunstancias en que se disponía a cerrar la puerta de calle de su morada, resbaló, cayó al piso y se golpeó la
cabeza. Llevado al Hospital Guayaquil le suturaron ocho puntos para cerrarle la herida. De vuelta en casa se acostó en su cama de una plaza que hizo llevar a
la sala y no volvió a levantarse, pues la muerte le sorprendió a las cinco de la mañana del martes 7. Tenía noventa y tres años de edad, había nacido a finales
de 1912. Siempre fue un ser primario y alegre, dejó borroneados unos pocos papeles conteniendo pasajes de su vida. Su nieto Alex Huacón Falcón los recogió y
pensaba darlos a la publicidad, lo cual dudo mucho pues las veces que entrevisté a Juan Falcón de quien llegué a ser amigo – para que me cuente sus recuerdo
de Gallegos Lara – fue muy escueto, pues dada la rusticidad propia de sus orígenes campesinos profundos, no recordaba gran cosa. I por supuesto, nada, pero
absolutamente nada, de la forma de pensar de su patrón. Lo velaron en su casa y está sepultado en una de las bóvedas del Cementerio General, entrando por
la puerta número nueve. Era de raza mestiza tirando más bien a indígena, estatura bajita, contextura fuerte y su especto macizo y musculoso.
(1) Joaquín Gallegos del Campo nació en Guayaquil el 27 de Julio de 1873, miembro de una ilustre familia de escritores, poetas e intelectuales con casa
en el popularísimo barrio de las Cinco Esquinas. A finales del año 94 participó en la campaña de Bulubulo – calificada de áspera, lodosa y sangrienta – que
capitaneó Pedro J. Montero Maridueña contra el régimen progresista del presidente Luís Cordero. El 20 de Enero de 1895 fundó con su hermano Emilio y otros
jóvenes el semanario “El Cáustico”, satírico y de clara postura alfarista, con diatribas virulentas y comentarios burlones. Falleció de Secretario de la
Gobernación de El Oro el 20 de Noviembre de 1910 al producirse un tiroteo en las calles céntricas de Machala, siendo pajareado por asomarse curiosamente a
una de las ventanas de su despacho. Su muerte fue de contado y la viuda recopiló sus poesías líricas y cuentos en prosa que tituló “Mis recuerdos” y editó en
1912 en la imprenta de El Tiempo, con prólogo, en 135 págs.
(2) Julián Lara Calderón nació en Guayaquil en 1887, era un acreditado médico que pasaba por neurótico por su siempre serio talante, por callado y
circunspecto. Sus allegados le querían y respetaban y el vulgo le apodaba “Pulga brava” debido a su pequeña estatura y contextura fibrosa y porque aún
recordaba el vecindario que en cierta ocasión se había enfrentado como macho con Pío Cupelo, célebre matón del puerto, en anunciada e histórica lid por la
supremacía de las pandillas juveniles barriales y había salido con la nariz y unas cuantas costillas rotas, pero con el honor indemne y hasta con fama de
valiente caballero que no temía a nada ni a nadie. Después había morigerado su espíritu aunque conservando sus antiguos hábitos gimnásticos y boxeriles.
Como estudiante, siempre inteligente, metódico, ganador del Gran Premio de Honor del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte en el curso 1900-1901, en la
Facultad de Medicina se convirtió en el discípulo predilecto del Dr Alfredo Valenzuela Valverde, en 1912 se graduó de Médico y Doctor en la especialidad de
Medicina Tropical. En 1914 prestó servicios en la Cruz Roja del gobierno en la campaña militar de Esmeraldas durante la revolución del Coronel Carlos Concha
Torres. Nuevamente en Guayaquil consiguió clientela entre la que se encontraba el banquero Víctor Emilio Estrada y su numerosa familia. En horas de la noche
del 5 de Noviembre del 22 se hizo presente en la Cruz Roja para auxiliar a los heridos. Su temperamento introvertido y enemigo de las confianzas le granjeó
fama de hombre difícil y las malas lenguas hasta le inventaron que en ratos perdidos se convertía en eterómano. Su vida familiar era tranquila, vivía rodeado
de los suyos (sus hermanas Clemencia y Carmen Lara Calderón Vda. de Calderón eran honorables profesoras fiscales victorianas, sus sobrinos carnales Walter y
Mercedes Lara, su hija natural Emma Lara (pues él nunca contrajo matrimonio) y como ya sabemos su hermana Emma Lara Calderón vda. de Gallegos y el
pequeño Joaquín) en esos tiempos patriarcales era lo normal que se conformaran las familias con ocho miembros y tres viejas empleadas domésticas. El Dr.
Lara nunca fue un profesional rico y en ocasiones hasta pasó trabajos para cumplir con los vencimientos de su hipoteca, salvando la casa únicamente a la
paciencia y al afecto que le profesaba su amigo el Gerente de La Previsora, Víctor Emilio Estrada Sciacaluga, que le extendió los plazos; pero brindaba a todos
los suyos su afectuosa y paternal protección. Les daba casa, comida, atención médica y hasta los remedios, pagaba a la servidumbre y los servicios básicos de
agua y electricidad, pero nada más y cada quien tenía que ingeniárselas para buscar el dinero de bolsillo. A veces, sin embargo, concedía ciertas ayudas extras
para casos fuera de lo ordinario y como su hermana Emma no podía trabajar en la calle porque debía cuidar a su pequeño Joaquín, la autorizó a cultivar el
jardín y a beneficiarse con el producto de la venta de las rosas.