MARTIR DE LA MEDICINA ECUATORIANA.- Nació en Quito, el 11 de Julio de 1854 y fue bautizado el 32 de Agosto siguiente. Hijo legítimo del Dr. Ramón Flores Vinueza, farmacéutico colombiano natural de Pasto y médico empírico que pasaba en Quito por ser primo hermano del Presidente Juan José Flores y de Carmen Ontaneda Jijón, quiteña.
Hizo sus estudios en el Seminario de San Luís de Quito y se graduó de bachiller en Filosofía. En 1872 fue de los primeros en matricularse y asistir a los cursos de Química y Farmacia que dictaba el ilustre jesuita Luis Dressel en la Escuela Politécnica hasta alcanzar el título de Licenciado en 1878. Por estas épocas mantuvo un romance largo, fruto del cual fueron dos hijos, pero aunque casi no los vio, nunca dejó de velar económicamente por ellos.
“Atraído por mejores expectativas viajó a Guayaquil y obtuvo colocación en la botica de una señora de apellido Robles que lo explotaba haciéndole trabajar hasta doce horas diarias, sin embargo logró ahorrar un pequeño capital que invirtió a medias con un amigo en un “expendio de tabaco” pero al poco tiempo el socio desapareció llevándose el dinero.
En 1884 volvió a asociarse con dos amigos e instaló la farmacia “Flores Ontaneda y Cía.”, fue designado Superintendente del Ferrocarril, pero renunció a esa colocación pocos meses después. El 9 de Enero de 1885 apareció su nombre entre los firmantes de un comunicado en el
diario “El Telégrafo” en protesta por el criminal fusilamiento del Coronel Nicolás Infante el 1 de ese mes en la población de Palenque, dispuesto ilegalmente por órden del General Secundino Darquea. Entre el 86 y el 89 mantuvo un romance con Angela Saá con dos hijos.
En 1887 pasó a desempeñar las cátedras de Química Orgánica y de Farmacia en la Universidad de Guayaquil y empezó la fabricación de medicinas que se vendían con notable éxito dentro y fuera de la República, de manera que ganó mucho dinero a base de imaginación y dedicación total a su negocio.
En 1890 abrió en el antiguo barrio del Astillero el primer laboratorio que funcionó en el país y le puso por nombre “Laboratorio de Ramón Flores Ontaneda y Cía”, allí realizó los primeros análisis bromatológicos y merceológicos que conoció la ciudad, novedad que introdujo como aporte al desarrollo de la ciencia médica ecuatoriana, para lo cual se instruyó en libros y folletos que solicitaba a Francia, cuyo idioma había aprendido con diccionarios ya que era un trabajador conciente e incansable y en 1892 viajó a París becado por el gobierno ecuatoriano pues era buen amigo y pariente del Presidente Antonio Flores Jijón. La beca le permitió estudiar en el Instituto Pasteur con el profesor Elle Roux, sucesor del inmortal sabio y con los Dres. Gautier y Selmy y figuró como alumno del curso de Microtécnica, después pasó a realizar prácticas en el laboratorio del Dr. Armand Gauthier y adquirió los implementos necesarios para instalar un nuevo Laboratorio más completo y mejor que el de Guayaquil. En 1893 regresó a Guayaquil, y hasta trajo los implementos necesarios para montar el primer taller de fotograbados que tuvo la ciudad y como era habilísimo para la mecánica en general pudo montarlo con sus propias manos y empezó a ejercer como fotógrafo. El 26 de julio traspasó su nuevo laboratorio a la Municipalidad, permaneciendo en la dirección con sueldo y en calidad de Químico Municipal y de la Aduana, publicando los análisis que practicaba al agua potable para conocer si estaba contaminada.
Durante el Incendio Grande en octubre de 1896 sufrió la destrucción de su botica y títulos, perdió el nuevo laboratorio y quedó pobre pero después del flagelo abrió la “Botica Francesa” a media cuadra de la Iglesia de San Alejo, recibiendo dinero en préstamo.
El 26 de Junio del 97 casó con recibo de dote con Juana Villard. La dote había sido extendida por un tío político de ella llamado Charles Lavaller natural de Orléans, fallecido en 1893. El novio tenía treinta y ocho años de edad y la novia veinte y nueve pero no se notaba la diferencia. No hubo descendencia.
En 1898 fue designado profesor de Química del Colegio “Vicente Rocafuerte”. Al año siguiente obtuvo medalla de Oro en la Exposición de Muestras de la Sociedad Filantrópica del Guayas por la bondad de sus medicinas, sobre todo por su famosa “Poción indiana al tamarindo”, lo mejor que se conocía contra el paludismo y por su alcohol absoluto que extraía de los glucósicos del plátano.
En 1899 había editado dos artículos sobre la “Leche Esterilizada” y sobre “Toxicología”. En la primera planta a mano izquierda del Pabellón ecuatoriano en la Exposición Universal de París de 1900 un hermoso mueble encerraba algunas preparaciones histológicas y farmacéuticas provenientes de su laboratorio, que llamaron mucho la atención de los visitantes y ganó Medalla de Oro en la Exposición Universal de París y en 1901 asistió con varias muestras a la Exposición regional de Búfalo en los Estados Unidos, famosa porque durante la visita del Presidente Mac Kinley ocurrió su asesinato a manos de un anarquista de origen europeo quien le disparó un tiro a quemarropa.
En diciembre de 1904 poseía una regular fortuna y viajó por segunda ocasión a Francia permaneciendo seis meses en Europa. A su regreso se incendió su segunda botica y sólo pudo salvar el microscopio. Entonces adquirió un extenso solar en la Calle Colón entre Chile y Pedro Carbo frente a la Casa Bonín, y construyó un cómodo edificio con columnas de hierro para vivienda, botica y laboratorio, era lo que entonces se llamaba un edificio incombustible. La inauguración fue con banda de música y numeroso público. Hubo ramos de flores y discursos, Adela Seminario de Indaburo fue la madrina y concurrió acompañada de su hijita María, que muy viejecita me refirió el hecho, para ella inolvidable, pues le obsequiaron dulces de faltriquera.
En 1905 fue electo miembro de la Sociedad Filantrópica del Guayas. En 1906 viajó a Alemania y en Franckfurt compró la maquinaria para modernizar la preparación de sus remedios pues pensaba instalar una industria farmacéutica.
Nuevamente en Guayaquil publicó en el Boletín Médico su trabajo sobre “Recopilación de Notas Clínicas útiles para el Diagnóstico Médico”. En 1907 trasladó la “Botica Francesa” a Aguirre y Chile y recabó a la Universidad de Quito la concesión de su título de doctor en Farmacia.
En 1908 preparaba un viaje a Alemania cuando se declaró la epidemia de peste bubónica en Guayaquil. La Municipalidad organizó un Cuerpo Técnico encargado de dirigir la lucha antipestosa. Por tal motivo postergó su viaje.
La peste infectaba al Perú posiblemente desde 1903 pero en forma aislada lo que influenció para que se formara en Guayaquil una Junta de Sanidad Marítima presidida por el Dr. Ismael Carbo Cucalón. El 5 ocurrieron masivos casos en el puerto de Paita aunque existen dos teorías sobre el origen del brote en Guayaquil. El Dr. Virgilio Paredes Borja indica que pudo venir en ratas infectadas en un buque procedente del Callao. John D. Long de la Asistencia de Salud Pública norteamericana en cambio dice que las pulgas infectadas pudieron arribar en sacos de yute procedentes de la India, utilizados en nuestro puerto para ensacar cacao para su exportación y depositados en una bodega del malecón del río Guayas, pudieron ser la causa del brote endémico.
Flores Ontaneda fue el primero en aislar la bacteria denominada Yersinia pestis, más conocida entre la población como el cocobacilo de Yersin, causante de la epidemia. Enseguida comenzó a fabricar el suero Danis para las ratas, que al ser incubadas se muerden entre sí exterminándose. A los humanos enfermos les aplicaba el suero Yersin para lograr su mejoría y si estaban sanos los vacunaba con la Linfa Hafkins, después de fortalecerlos con el suero. Ya estaba en pleno funcionamiento un Lazareto para los enfermos de peste ubicado en las faldas del cerro Santa Ana, cuyo director era el Dr. Wenceslao Pareja y Pareja.
La bubónica o peste negra se conoció en el siglo XII de la era común y fue traída por los cruzados a occidente. La mortandad que ocasiona fue tan cruenta que atacó por varias ocasiones durante los siguientes trescientos años. Se cree que una tercera parte de la población total europea falleció
a causa de esta peste, cuyo origen remotísimo se ha localizado en las riberas del río Ganges en la India, donde la acumulación de población y falta de higiene permite una rápida expansión. El contagio se lleva a cabo entre dos y seis días después que la persona ha sido picada por una pulga infectada. A su vez las pulgas se contagian picando a las ratas, aunque también portan el mal las ardillas y otros roedores. En ocasiones el contagio puede ocurrir por vía aérea o a través de gotas de agua infectadas. Se produce en el enfermo fiebre alta, escalofríos, debilidad general y ganglios de coloración morada, inflamados y dolorosos, llamados bubones, que pueden ser internos y externos. Los primeros salen dentro de los pulmones garganta o hígado, los otros en las axilas y entrepiernas. La enfermedad tiende a diseminarse a otras áreas del cuerpo si no es atendida prontamente. En la India los poblados prácticamente quedaban vacíos tras la pandemia, que aún es recurrente en ese país, la última vez ocurrió en 1992. La bubónica se trata en la actualidad con antibióticos, pero tiene que ser atendida enseguida pues si la enfermedad avanza se vuelve mortal.
Dedicado a esos menesteres en el laboratorio del Colegio Vicente Rocafuerte “no tenía reposo, las mañanas se trasladaba al lazareto a extraer el líquido de los bubónicos, algunos de los cuales morían mientras se efectuaba la extracción, de tan graves que estaban. Muchas veces y por temor de que ese valioso hombre se contagiara de la peste le entregaban dosis del suero Yersin para que se aplicara; pero lo cedía a algún enfermo grave pues se creía inmunizado por estar en contacto directo con bubónicos. Aquel error le fue fatal y lo llevó al sepulcro, pues prefirió vacunarse sin tomar la precaución de fortalecer su organismo con una previa aplicación del suero y como había estado contagiado se le desarrolló el mal en forma incontrolable y en la peor de las formas, la neumónica, con bubones o tumores interiores, localizados en los pulmones, garganta o hígado. Su recio organismo se deshizo en solo dos días y todo esto a pesar de la lucha desplegada por sus colegas y colaboradores médicos y falleció el 21 de abril de 1908 en horas de la madrugada, sonriendo y con pleno uso de sus facultades mentales, al punto que la noche anterior había diagnosticado como y cuando se produciría el ataque final. Sólo tenía cincuenta y cuatro años de edad”.
El cadáver fue velado al día siguiente en el Paraninfo de la Universidad de Guayaquil y tomaron la palabra varios oradores. Entonces su amigo Modesto Chávez Franco refirió a los presentes que el ilustre fallecido había tenido una especie de premonición de su muerte, pues al terminar la que habría de ser su última clase en la Universidad, se despidió entre bromas esa tarde de sus alumnos, invitándoles a su sepelio para cuarenta y ocho horas después, extraño anuncio que los dejó intrigados y así fue.
Su viuda regresó a Europa bastante enferma. La facultad de Medicina lo declaró “Hijo predilecto de Guayaquil” y pidió que se le erija un monumento como mártir de la ciencia, igualmente que se coloque una placa conmemorativa en la casa donde nació en Quito.
Dejó dos hijos habidos en la Capital llamados Edmundo y Lucila Flores (Ontaneda) Saá, esta última fue una importante poetisa, autora del poemario “Alas”, dedicado a un hijo aviador, llamado Edmundo Flores Carvajal, muerto accidentalmente en vuelo.
La biografía del ilustre mártir ha sido escrita por el Dr. José Emilio Arias. Su fotografía lo muestra alto y de contextura robusta, piel canela y nariz ancha, ojos miopes, frente despejada y grandes bigotes. Su carácter romántico y alegre, su trato sencillo y abierto a los demás y la amplitud de sus conocimientos científicos le hicieron tan popular que siempre era tenido en cuenta y más aún cuando se presentaban problemas de salubridad, epidemias y otra clase de incertidumbres. Con los pobres fue generoso y no era raro verlo en su botica atendiendo gratuitamente y hasta poniendo inyecciones que luego olvidaba cobrar.
Este notabilísimo benefactor de nuestra ciudad, introductor de modernas técnicas, merece el monumento que perennice su recuerdo, ya que la ciudad está en deuda con él.