FERRER RAFAEL

REDESCUBRIDOR DEL MARAÑON._ Nació en la población de Valls, reino de Valencia, España. De familia hidalga, su padre le tenía destinado a la carrera de las armas pero motivado por sus sentimientos religiosos y al mismo tiempo por un afán de aventuras en 1566, de escasos veinte

y un años de edad prefirió ingresar a la Compañía de Jesús y fue maestro de Novicios pero poco después solicitó ser misionero y pasó a lasIndias. En 1589 residía en Lima y habiéndose fundado el Colegio de Quito fue enviado por sus superiores a estas regiones, pero debió viajar porbarco a Panamá y penetrar por tierra al Nuevo Reino de Granada (hoy Colombia) En 1597 se empleó en las misiones de Pasto y Cali en elgobierno de Popayán, en 1599 pasó por Pasto con el padre Diego de Cuenca. Una vez en Quito aprendió el quichua y alternó el ministerio con blancos e indios.

Estando de Obispo fray Luís López de Solís en 1602 se le ofreció la gran empresa misionera y enviado por el padre Onofre Esteban, salió en busca de operarios, para lo cual tuvo que atravesar la zona de Pimampiro hasta llegar a la región de los indios Yumbos, de allí siguió hasta los Quijos, entró en la ciudad de Baeza situada entre los ríos Napo y Coca a doce leguas solamente del habitad de los Cofanes, donde permaneció poco tiempo, pues su interés principal era llegar hasta ellos con el ánimo de catequizarlos pues nadie lo había logrado desdeque en 1563 el Gobernador Melchor Vásquez de Avila les había visto al recorrer dicha zona.

Los Cofanes eran temidos por habitar un territorio fragoso y prácticamente inexpugnable, aunque no numerosos, era marcada su   belicosidad.   En lo político se dividían en veinte parcialidades que hablaban un mismo idioma, muy difícil por cierto, gobernándose conindependencia.

Ferrer iba solo y sin portar armas, con un pequeño Cristo al pecho, el breviario y un manojo de papel para anotar lo estrictamente necesario. Fue recibido de buena voluntad, pronto logró entenderse y como además tenía la salud robusta, pudo resistir. Consumió su único vestido y se hizo un grosero saco de algodón (planta que se daba mucho en la región) y unas sandalias de esparto. Tres máximas observaba siempre, conlas cuales consiguió rápidos progresos: Nunca hablaba de religión hasta haberles ganado plenamente las voluntades. Ponía su mira y atenciónen las principales cabezas haciendo que las respeten y procedía a instruir a dichas cabezas y a otras principales.

La observancia de tan prudentes máximas, su trato afable y su modo santo de vivir, le hicieron en menos de un año dueño de la voluntad

de los Cofanes, que le rodeaban y escuchaban, rogándole que nunca los desampare, y ganados con tal modo, procedió a bautizarles. Solo entonces convidó a las tribus vecinas a aceptar la reducción y envió a Quito por herramientas, donecillos y ornamentos paracelebrar misa.

El 29 de Junio de 1603 fundó la población de San Pedro de los Cofanes, que tuvo iglesia con campanas. Luego salió a recorrer lasriberas de los ríos Duino y Payamino hacia el norte y Azuela y Aguarico al sur. A fines de 1604 había fundado dos poblaciones más,denominadas Santa María y Santa Cruz y entre las tres totalizó seis mil quinientos indianos. A las demás parcialidades las juzgóseguras y volvió a Quito donde solo permaneció algunos meses, volviendo al oriente en compañía del hermano Antón Martín de nacionalidad francesa, con quien realizó su segunda entrada pues la Compañía de Jesús no disponía de sacerdotes.

Una tarde le preguntó a un indiano de edad y juicio ¿De qué otras naciones situadas por las partes orientales tenían noticia? Mostróle el indiano un árbol elevado y muy frondoso cogiendo la más pequeña hoja de él y le respondió: Esto y nada más somos todos juntos los Cofanes, todas las demás hojas que ves son otras tantas naciones desde nuestros confines, regadas por tantos ríos como son las ramasdel árbol, las cuales van a unirse con la madre de todos los ríos. Dicha respuesta le hizo concebir la clara idea de hallarse en medio de unamultitud casi infinita de gentilidad distribuida en los inmensos países orientales, de que no tenían los españoles la menor luz, porque apenas habían llegado a salir de la gran cordillera. Esta idea, del gran árbol, que le representaba vivamente un mundo por descubrir, ledio ánimos para ejecutar tan magna empresa, sin que aterrase a su corazón, dificultad alguna.

En 1605 dejó arreglados sus tres pueblos y se adentró con el padre italiano Fernando de Arnulfini por los ríos hacia el oriente hasta hallar las aguas del Aguarico, que por llevar muy fino oro en sus arenas bautizó como río de Oro hasta su unión con el Napo. En esta aventura viajó casi tres mil seicientas leguas y finalmente avistó el gran río Marañón, vagando dos años y siete meses por entre lospueblos Amaguas, Encabellados o Secoyas y Avijiras, sin temor a las fieras y enfermedades de la selva, enseñando el evangelio, lavida civil

y la agricultura, proveyéndoles de herramientas que recibía del Colegio de Quito. Fue, pues, el primer Jesuita en llegar al Marañón y en darnoticia de él.

En 1607, estando en la ciudad de Baeza, recibió otros dos jesuitas del Colegio de Quito llamados Onofre Esteban y Juan de Arcos que sustituyeron a Martin y a Arnulfini quienes regresaron. Entonces enfermó de gravedad pero se repuse tras varios meses.

A fines de 1608 regresó a los Cofanes que encontró en paz y aprovechó en ordenar sus apuntes sobre todo lo descubierto y observado y en formar un pequeño Catecismo y Diccionario de la lengua Cofán, para ayuda de los misioneros que entrarían después.

Luego, en la segunda misión, siguió la ruta norte o equinoccial y descubrió a cincuenta leguas la laguna Quequeya y el curso de las aguas del río Putumayo que nace en la provincia de Mocoa; pero no hallando tantos pueblos como había esperado volvió a fines de año a sus amados Cofanes.

En Junio de 1609 partió de regreso a Quito, dio su Informe de boca al Viceprovincial Jesuita, en originales a la Audiencia bajo el título de“Información a la Real Audiencia de Quito, sobre el descubrimiento de muchos y grandes ríos y de muchas naciones bárbaras que los habitanpor las partes orientales del reino. Manuscrito en folio.”

En estos viajes también logró dibujar un plano de la gran cuenca del río Napo, un mapa del país explorado y un herbario de plantas útiles pormedicinales que presentó al Virrey de Lima, Francisco de Borja y Aragón, a quien solicitó le suministrara ayudantes.

Mientras tanto la Audiencia había designado un Gobernador para que restableciera en tierra de Cofanes la derruida ciudad de Ecija con elnombre de San Miguel de Sucumbíos, erigiendo un presidio en ella.

El Gobernador comenzó con varios encomenderos a reducir a la cautividad a los indios para llevarlos a dicha ciudad. El padre Ferrer temió que sedestruyera su obra que iba en aumento, pues había agregado cosa de cuatro cientos indios más a San Pedro, bautizándoles con gran fiesta en aquella reducción. I cuando se hallaba en esa función, entraron dos soldados con avisos de que el Capitán

del presidio quería hacer la revista de los indianos del padre, quien se mostró reacio, por considerar que era una imprudencia.

El Capitán se querelló ante la Audiencia y el Provincial de los Jesuitas llamó a Ferrer a Quito para que alegue sus razones personalmente, lo cual hizo con éxito, superándose el problema, Mas, su posición se había debilitado tan ostensiblemente, que la Compañía de Jesús envió a los padres Juan de Arcos y Onofre Esteban como Visitadores y como resultado salieron todos los misioneros, dejando abandonados loscampos.

Ya sin mando, pues había sido nombrado Jefe de las Misiones de los Cofanes, obtuvo que le permitieran regresar como simple Párroco deSan Pedro, donde los Curacas le dieron las quejas que uno de ellos había vuelto a la poligamia, Ferrer reprendió con suavidad al culpable y le redujo a una sola mujer, Disimulo “el indiano su rabia y decidió retirarse con los de su tribu a la selva, pero no quisieron seguirle y viendo que había, perdido el mando, comenzó a maquinar la muerte del jesuita, como único medio de liberación.

En eso ocurrió una rebelión general entre los Cofanes debida a los excesos cometidos por la soldadesca y los encomenderos, a la par que Ferrer enfermaba de gravedad. El Colegio jesuita de Quito envió al padre Luis Vásquez para que lo cuidara y trajera de vuelta, pero al arribar a Baeza se enteró que Ferrer se había hecho llevar a hombro de indios a su querida misión de San Pedro que encontró destruida; sinembargo no se amilanó y a principios de 1612 quiso ir a los Pastos, a confesar y a proveer de lo necesario a la ruta se presentó su enemigo el Cacique polígamo, acompañado de un cómplice, sin armas y en son de paz, y hasta se atrevieron a darle un ósculo. Así las cosas,siguieron por el camino y llegaron a un correntoso río que debía ser atravesado de uno en uno por tener un puente peligroso formado por un grueso madero. Ferrer se adelantó y cuando había caminado la mitad, le fue volteado el madero, perdió el equilibrio y cayó cosa de veinte pies a las vivas peñas, perdiéndose en las turbulentas aguas. Tenía cuarenta y ocho años de edad solamente.

Su cadáver jamás pudo ser localizado y tampoco se conoce la fecha exacta de su muerte pues sus ayudantes no tuvieron noticias sinodespués de varios meses. Sus indios abandonaron

las reducciones por temor a las retaliaciones y se perdió esa gran obra por algún tiempo.

En 1620 el Obispo de Quito fray Alonso de Santillán, mandó un Vicario Provincial a tomar informaciones jurídicas sobre el suceso, y elmuy simple, en lugar de ceñirse estrictamente a la realidad de lo acontecido, se dejó influenciar por la imaginación y magia de los salvajes y escribió que el padre Ferrer había flotado varios minutos sobre las aguas, con los brazos levantados y predicando a sus asesinos con gran energía para que hicieren penitencia de sus culpas si querían evitar el castigo del cielo y su perdición eterna. A consecuencia de ello se comenzó a considerarle en Quito como a glorioso mártir de la fe que obraba milagros así como otrasmaravillas.

El padre Detré publicó un Extracto de las Notas de Viaje del padre Ferrer, copiado años más tarde por el padre Bernards de Boloniaen la Biblioteca de la Compañía de Jesús.