FLORES JUAN JOSE

PRESIDENTE DE LA REPUBLICA.-Nació en Puerto Cabello, Capitanía General de Venezuela, el 19 de Junio de 1799. Hijo del comerciante español Juan José Aramburú, que se embarcó de regreso a su tierra a los primeros síntomas de la revolución y murió en Vizcaya (España) y de Rita Flores Bohórques, natural de Puerto Cabello y “quiensolo se recomendaba por los dotes que había recibido de la naturaleza y señaladamente por su físico.” Aprendió las primeras letras en el establecimiento del pedagogo canario Vicente Molina, que le dispensó favores útiles a su infancia. Al viajar su padre de regreso a España el joven Juan José solamente tenía doce años y como hijo único quedó en posesión de sus bienes, consistentes en dos casas ubicadas en los contornos de los manglares que rodean a dicha ciudad y de algunos esclavos. Con el tiempo doña Rita procreó una segunda familia que resultó ser de piel muy morena.

Su tío segundo Bartolomé Salom, primo hermano de doña Rita, vivía cerca y viéndole despierto y bien apercibido lo alistó en un hospital militar patriota. Su actuación inicial ocurrió durante la defensa en el primer sitio de la ciudad de Valencia. Después asistió al segundo y logró salvar su vida cuando la ciudad fue tomada por los realistas merced a la protección que le dispensó el Coronel español Remigio Ramos, quien le vio muy muchacho como para enviarle a fusilar. En calidad de prisionero de guerra fue trasladado a Barinas y a Guasdalito, donde le engancharon en el cuerpo de Sanidad Militar de la División del Coronel Sebastián Calzada que se dirigía a los llanos de Casanare y peleó en Chile contra los patriotas con resultados indecisos. Entonces el jovencito Flores, que ya era Cadete, aprovechó la confusión del momento para separarse de esas filas y dirigirse a Pore, donde el Brigadier Rocafuerte le acogió con interés, confirmándole el rango el 14 de Abril de 1815. De allí en adelante combatió en Arauca y Palmarito a las órdenes de José Antonio Páez y con el Coronel Antonio Rangel estuvo en los encuentros de Mata de Miel, Mantecal, Achaguas y Paraguas. En Blanco Largo volvió con Páez que le expidió el título de Alférez efectivo el 18 de Julio de 1816. En esos encuentros solo se buscaba conquistar posiciones estratégicas mientras el Libertador Simón Bolívar atacaba a los españoles en la Nueva Granada. Ascendido a Subteniente efectivo en 1817, asistió a los acciones de Caracoles contra el Jefe español Gorrín, al sitio de San Fernando con En 1823 Bolívar le designó Gobernador de la Provincia de Pasto, funciones nada fáciles pues aunque la ciudad estaba ocupada por las fuerzas del ejército patriota, las abruptas sierras aledañas seguían en poder de numerosos grupos de guerrilleros realistas a quienes Flores tuvo que combatir, principalmente al valiente caudillo indígena Agustín Agualongo, que con ochocientos hombres bien parapetados derrotó a Flores en el paso del río Juanambú, librándose éste último de caer prisionero porque escapó con José María Obando a Popayán, mientras Agualongo avanzaba a Ibarra con el ánimo de tomar Quito, pero fue frenado por el General Bartolomé Salom, que lo persiguió hacia el norte y sitió Pasto, donde se le unió su pariente Flores, aunque un mes después, dado lo incierto de la situación, tuvieron que retirarse, Flores pasó a Túquerres y Salóm a Ibarra a fin de rehacer sus efectivos, sin embargo ambos ejércitos se volvieron a unir en una acción envolvente sobre Pasto, Mientras Agualongo, derrotado por Bolívar en las inmediaciones de Ibarra, había emprendido la invasión de Barbacoas donde fue rechazado por Tomás Cipriano de Mosquera y bastante debilitados sus guerrilleros, fue tomado prisionero y murió fusilado con quince de los principales capitanes, En esa campaña Flores sostuvo un singular duelo a caballo con un brabucón guerrillero pastuso, al que puso en vergonzosa fuga frente a las miradas de sus atónitos compañeros, y contrajo una infección menor a las vías urinarias pero sanó sin dificultades.

El 25 de Abril de 1824 Bolívar le designó Coronel efectivo y Comandante de la Provincia del Pichincha aunque era tenido como uno de los generales relativamente oscuros que alcanzaron preeminencia durante las luchas de las guerras independentistas, Inteligente, ambicioso y protegido de Bolívar a quien trataba de imitar en todo, alcanzó su tierra prometida en Quito cuando solo tenía veinte y cinco años de edad, Al año siguiente volvió a insurreccionarse Pasto con el Coronel Mina y el Cura José Benavides y con trescientos hombres tomados en Tulcán, Flores los derrotó en Sucumbíos, Nuevamente en Quito contrajo matrimonio con Mercedes Jijón y Vivanco, joven, hermosa e inteligente, de la aristocracia terrateniente quiteña aunque de posición económicavenida a menos, estableciendo fuertes lazos con la nobleza criolla de la sierra y tuvo trece hijos, Fueron padrinos de este matrimonio el Dr, José Félix Valdivieso y su esposa y prima hermana Catita Valdivieso, grandes propietarios agrícolas y personas de mucha distinción en el señorío quiteño, Una descripción de su aspecto físico le muestra “joven, de cuerpo algo bajo y delgado, de facciones animadas y traviesas, con fama de valiente y buen jinete, vivo, alegre, sagaz, dotado del don de gentes, activo y hábil capitán,” Luego se transformaría en un hombre de mundo, hecho a los hábitos de una vida elegante, Indudablemente era un hombre de talento para la vida del bien y del mal, En efecto, adoraba las hojas volante y coleccionaba todos los remitidos e impresos que podía conseguir, por muy humildes que fueren, al punto que llegó a formar un estupendo archivo, Se cuenta que entre las hojas volantes coleccionada hay una sucia de excrementos secos por el tiempo, usada como papel higiénico por su anterior dueño, lo cual no le restó valor para formar parte de su colección, En 1826 sofocó la sublevación del batallón Araure en Quito y ascendió a General, El 27 fue llamado por Bolívar a Venezuela a fin preparar una expedición armada contra Puerto Rico y Cuba, pero la protesta de Guayaquil contra la Constitución colombiana le impidió el viaje y tuvo que iniciar una campaña militar que terminó en Septiembre de ese año con la toma del puerto principal. En 1828 Bolívar le despachó el nombramiento de Intendente del Departamento Sur de Colombia, actual república del Ecuador, y como tal gobernó estos territorios, Unas familias le querían y otras llegaron a aborrecerle, ya que manejaba la duplicidad admirablemente bien, Nunca se enfrentaba directamente, siempre lo hacía de lado, de manera que no se sabía a ciencia cierta cual era su verdadera forma de pensar ni se podía adivinar sus actuaciones futuras.

En 1829 Colombia rompió relaciones con Perú, fue designado Jefe de Estado Mayor del ejército comandado por el Gran Mariscal Antonio José de Sucre, quien derrotó en Tarqui a los peruanos del Mariscal José Domingo de Lamar y Cortázar, En esa acción mataron al caballo de Flores y una bala le atravesó el poncho, Luego de la victoria fue ascendido a General de División en el campo de batalla y se retiró a Quito con el cargo de Prefecto del Departamento Sur de Colombia al tiempo que Sucre partía a Bogotá a presidir el Congreso Admirable, que sesionó hasta 1830, así llamado por la calidad de sus miembros.

El 13 de Mayo de ese año, tras el fracaso del Congreso y la renuncia de Bolívar, se declaró la creación de la República del Ecuador desmembrada el Distrito Sur de Colombia. Flores traicionó así la confianza que Bolívar le había concedido y fue designado Jefe Supremo interino del nuevo Estado. Al día siguiente se instaló la Asamblea que aprobó la primera Constitución de la República obra en su mayor parte de Olmedo. En su proclama – publicada el día 31 de Mayo – dice: El Sur se ha elevado al rango de Estado soberano y me cabe la satisfacción de haber merecido su confianza, encargándome de sus destinos. Sucre se encontraba en Bogotá y al enterarse de los sucesos apuró el regreso a Quito pues deseaba mantener la unidad colombiana, pero fue asesinado alevosamente en las selvas de Berruecos. El crimen originó un juicio que terminó recién en 1842 con el fusilamiento en Bogotá de Apolinar Morillo, autor material, pero la polémica histórica sobre los autores intelectuales ha perdurado hasta nuestros días, responsabilizando a los Generales José María Obando y Juan José Flores, quienes mantenían relaciones epistolares por medio de Pedro José Arteta Calisto, concuñado de Flores.

A mediados de ese año 30 Flores se internó hacia el norte a defender la incorporación de Pasto al Ecuador, mientras el Coronel Luís Urdaneta se declaraba en Guayaquil a favor de Bolívar, obligándole a regresar apuradamente a Quito donde la situación tampoco iba bien. De todas maneras se dio mañas para pactar una tregua con Urdaneta, cuya revolución terminó al conocerse la súbita muerte del Libertador ocurrida en Diciembre, y por lo cual Urdaneta abandonó el país.

 La situación económica, por otra parte, era caótica. El gobierno carecía de dinero para el pago de los sueldos y el comercio nacional para sus transacciones comerciales. La escasez de numerario permitió la introducción de moneda de baja ley (malas) por las fronteras, que sin embargo sirvieron comprender que no podía cancelar el saldo, escapó de la boleta de captura que le habían sacado sus acreedores e instalado en Panamá pasó sus últimos años en relativa pobreza después de haber sido un comerciante millonario. Pedro Moncayo le ha descrito en esta etapa de su vida diciendo que se pasaba como un muchacho travieso, mezclado en todas las cosas, pero especialmente en los chismes y en los enredos de las familias. Genio afeminado, mostrando una dulzura aparente. Tenía algo del sexo femenino, la duplicidad de Catalina de Médicis, y al mismo tiempo la ferocidad y arrogancia de César Borgia. Oyéndole, nadie le creía capaz de las acechanzas de que se había valido en Pasto para librarse de sus enemigos y de las que empleó más tarde para cortar el hilo de la vida a los escritores que vituperaban su conducta y a los héroes que le hacían sombra en su carrera pública.

En 1832 se formó en la capital la Sociedad del Quiteño Libre y empezó a circular un periódico con ese nombre, donde la oposición liderada por el Coronel inglés Francisco Hall inició una campaña de denuncias contra Flores. Por esos días arribó al país Vicente Rocafuerte desde México con la aureola del demócrata que había luchado por años contra todas las tiranías. De inmediato fue candidatizado a Diputado por la provincia del Pichincha, salió electo, capitalizó la oposición en el Congreso y al oponerse a la concesión de las facultades extraordinarias al presidente Flores, fue preso y trasladado al destierro, pero en mitad del camino le liberó el Comandante Pedro Mena, arribando en triunfo a Guayaquil donde fue proclamado Jefe Supremo, mientras en Quito abortaba la conjura del Quiteño Libre con el asalto al Palacio Presidencial, pero una denuncia les vendió y fueron asesinados los miembros principales y sus jefes, entre ellos el Coronel Francisco Hall. Entonces comenzó la revolución de los Chihuahas. Flores se trasladó a las cercanías de Guayaquil y con el apoyo del Comandante Mena, atravesó el estero salado, tomó por sorpresa el puerto principal y obligó a los sorprendidos revolucionarios a huir hacia la isla Puna. Una nueva acción, le permitió apresar allí a Rocafuerte pero Vicente Ramón Roca, quien actuaba como Consejero de Flores, arregló una alianza que se suscribió el 9 de Julio de 1833 entre Flores y Rocafuerte y que al conocerse enQuito ocasionó la reacción de los sobrevivientes del Quiteño Libre, que en Abril del 34 invadieron el norte y proclamaron la Jefatura Suprema de José Félix Valdivieso, quien movilizó sus fuerzas hasta Babahoyo y ocupó el resto del país, mientras Flores entregaba el poder a Rocafuerte e iniciaba operaciones militares contra Valdivieso, produciéndose una sangrienta batalla en los campos de Miñarica cercanos a Ambato, el 19 de Enero de 1835, en la que murieron cerca de ochocientos ecuatorianos, muchos de ellos alanceados por la espalda por la caballería de Otamendi, cuando huían en franca derrota, tras lo cual, Flores y Rocafuerte ocuparon Quito, mientras los vencidos liberales nacionalistas huían nuevamente a refugiarse en Colombia. Flores dejaba a un país en completa bancarrota y con sus finanzas públicas en total desorden. Seguramente conocía que los procesos inflacionarios se estimulan cuando existe un déficit administrativo del Estado, pero como sus aspiraciones eran simplemente políticas canalizó el 73% del presupuesto anual para el mantenimiento de las fuerzas armadas, el 2% para obras públicas emergentes y el 5% para educación.

Esta falta de visión económica creó una aguda crisis. De manera que el paso de la colonia a Colombia y luego a la creación de la República no constituyó un cambio económico sino una mera revolución política, pues las estructuras socio económicas siguieron iguales sin tocar la esencia de la vida nacional. La aristocracia mantuvo su poder y el indio permaneció esclavizado a la tierra. Para colmos, a consecuencia de las constantes guerras y revoluciones experimentadas entre 1820 y el 30, la agricultura y el comercio llegaron a la ruina, las propiedades se devaluaron en sus dos terceras partes, las ventas de la producción apenas bastaban para cubrir los gastos y por eso los propietarios muchas veces abandonaban el trabajo de sus fincas que se cubrían de malezas y deterioraban, de manera que el interés del dinero empezó a elevarse hasta alcanzar un dos por ciento mensual y por ende las rentas fiscales tuvieron que disminuir en la misma proporción que la riqueza pública, siendo insuficientes para cubrir aún los gastos ordinarios y empezó a circular casi en forma masiva la moneda falsa, fabricadas con aleaciones de cobre y por eso fueron llamadas cobrunas, que el gobierno se vio obligado a usar para pagar sus gastos y demás necesidades.

En tales circunstancias la costa – libre de las trabas coloniales para vender sus productos – se volvió liberal mientras la sierra permaneció conservadora y ambas regiones continuaron separadas entre sí por las montañas. Rocafuerte, conociendo que José Joaquín de Olmedo tenía cincuenta versos comenzados en homenaje a la figura del General Antonio José de Sucre, vencedor en Pichincha y Ayacucho, y para alabar la vanidad de Flores que en ese momento era su único sostén político – militar, le solicitó que termine el Canto pero ya no en honor a Sucre si no a Flores y así se lanzó a los cuatro vientos, con el nombre de “Oda al vencedor de Miñarica” composición considerada la mejor de Olmedo por sus ricas imágenes y alegorías, aunque el motivo y el personaje no merecían tales efluvios.

Con estos antecedentes Rocafuerte inició un gobierno civilizador y progresista aunque manchaba a cada instante su buen nombre con medidas tiránicas y opresivas, al tanto que Flores conservaba el poder del ejército en Babahoyo, cultivando a las musas y administrando sus nuevas propiedades, adquiridas con el préstamo efectuado a favor del Estado por los agiotistas de Guayaquil. De esa época son las poesías que recopiló Víctor León Vivar y Correa de manos de Virginia Flores Jijón y dio a la publicidad en Santiago de Chile en 1892, bajo el título de “Ocios Poéticos” Una de ellas dice: // cuan diferente vida es la que gozo / en el silencio de mi selva umbría / de aquella que en otro tiempo pesaroso / en la silla del mando no dormía, / de aquel infeliz tiempo en que velaba / por el reposo de la Patria mía. / El 39 y al término del período de Rocafuerte, que fue una época de grandes logros para el país pues se estableció una contabilidad fiscal ordenada haciendo desaparecer el déficit de las finanzas del estado, considerando el pacto de alternabilidad Flores fue nuevamente electo Presidente de la República, “reviviendo el tiempo pesaroso e infeliz de sus desvelos (sic.) aunque en realidad no lo fue así, pues pudo gozar de la paz impuesta por su antecesor y dar comienzo a un ambicioso programa de obras públicas y colegios, principalmente en Quito; pero, mal aconsejado por algunos espíritus pequeños, quiso eternizarse en el mando y en 1843, hizo aprobar por la Convención Nacional una nueva Constitución – la tercera que tuvo la República – y que por su contenido aberrante y absurdo fue llamada la “Carta de Esclavitud”, pues autorizaba la reelección presidencial indefinida con períodos de ocho años de gobierno, convirtiéndole en el dueño legal del país, prácticamente en un monarca reinante, porque ya lo era del ejercito en manos de los militares extranjeros a los que Rocafuerte llamó genízaros y del Congreso que ocupaban sus amigos y cuyas representaciones se había ampliado igualmente a ocho años, aunque solo podían reunirse cada cuatro.

Para colmos, esta Constitución estableció un poder ejecutivo casi absoluto pues la única forma de anularlo era con el voto de las tres cuartas partes de cada Cámara. El Presidente tenía el poder para designar funcionarios y despedirlos según su voluntad y conveniencia. Se creaba un cuarto poder compuesto por cinco Senadores y se lo denominó Comisión permanente. Podía incluso declarar la guerra y asumir el mando del ejército nacional y era el único facultado para convocar al Congreso a reuniones extraordinarias. En lo económico Flores establecería el cobro anual de tres pesos y medio a todo varón mayor de veintidós años y menor de cincuenta y cinco. Abuso que sirvió para que se insurreccionaran los pueblos, sobre todo los de la provincia del Chimborazo en el centro de la república, y tuvo que suspenderse el odiado tributo. En Quito surgieron varias sociedades opositoras y hasta le quisieron asesinar. Rocafuerte rompió en Guayaquil su alianza, comenzó a escribir el primer ensayo de una serie que tituló “A la Nación” y marchó al exilio en Lima, donde continuó con sus “Cartas a la Nación” que tanto impactaron en la opinión pública, hasta que el 6 de Marzo de 1845 estalló la revolución en Guayaquil, con carácter reivindicador y nacionalista. Entonces Flores envió al temido General Otamendi a su hacienda La Elvira para que que apenas cesaran las lluvias invada el puerto principal, pero los llamados marzistas se le adelantaron y comenzó la lucha que tuvo características sangrientas. En Mayo pudo arribar a La Elvira pero el cerco se fue estrechando cada vez más hasta que se vio obligado a pactar el 17 de Junio, aceptando su retiro por dos años a Europa pero conservando sus empleos, honores, rentas y propiedades, su grado militar y un sueldo de veinte mil pesos anuales para su manutención en Europa El día 24 salió con destino a Guayaquil, donde se deprimió y hasta dicen que lloró, comprendiendo la gravedad de sus errores políticos sobre todo su reelección presidencial en 1843 que fue la gota que colmó la copa. El 10 de Agosto de ese mismo año, mientras Flores se encontraba en Londres, el agente norteamericano Delazon Swith informó a su gobierno que Flores había tratado de sacar por la frontera sur, mediante su antiguo Ministro de Relaciones Exteriores Benigno Malo treinta o cuarenta mil dólares en efectivo, joyas, diamantes y cien libras de plata en barra y con un pariente cercano (su yerno el General Leonardo Stagg) más barras de plata y cinco mil libras esterlinas de oro, sumas consideradas fabulosas por entonces. Pronto se conoció esta nueva fechoría y en contrapartida la Convención Nacional reunida en Cuenca desconoció el tratado de la Virginia y su Convenio adicional dejándole sin renta. Ante esta situación, sintiéndose perjudicado en sus intereses personales, empezó a preparar una invasión armada al Ecuador con su fiel amigo y acompañante el Coronel Ricardo Wright. En Diciembre pasó a Francia donde estudiaban tres de sus hijos. El Rey Luís Felipe le entregó personalmente el Gran Cordón de la Legión de Honor discernido en 1.844.

Flores era un hombre de buen ver: “La talla más bien pequeña que grande era bien proporcionada. Su cara, notablemente bella, era plena de expresión y benevolencia y sus maneras impresas de una graciosa distinción anunciaban al hombre de mundo hecho a los hábitos de una vida elegante. De saber sin pedantería, él escuchaba con gusto, hablaba con facilidad y encanto a sus interlocutores, con una voz dulce y armoniosa. Era valiente a toda prueba y desde su juventud, sus capacidades militares y administrativas le habían merecido ser acogido por Bolívar para comandar el Departamento Sur de Colombia”.

En Francia renovó sus pedidos de armas y hombres para invadir al Ecuador, pedidos que ya había presentado en Inglaterra, pero no obtuvo resultados. En toda esa etapa trató de interesar a las autoridades europeas en la conveniencia de una expedición de reconquista de América. Años más tarde Jacinto Jijón y Caamaño diría que Flores estaba interesado en crear una empresa colonizadora al estilo de las inglesas en las colonias americanas a base de traer artesanos y agricultores europeos para entregarles tierras baldías pero al no conseguirlo pensó en crear una monarquía con características e instituciones republicanas en Latinoamérica. Mientras tanto en la Convención Nacional celebrada el 45 en Cuenca, Pedro Moncayo acusaba al fenecido régimen de crímenes atroces cometidos contra el pueblo ecuatoriano. I con relación a los tratados de la Virginia opinaba que la falsedad de la capitulación de parte del General Flores estaba basada en su notoria perfidia, en su desmesurada ambición y en el aferrado apego que ha tenido a las rentas nacionales para invertirlas en su provecho. En París había visitado al General Blanco Encalada, distinguido marino de la armada chilena y obtuvo de él una Carta de Recomendación para su amigo Angel de Saavedra, Duque de Rivas, que estaba de Embajador español en Nápoles. A principios de 1846 pasó a Italia. Primero estuvo en Roma visitando al Papa Gregorio XVI que le obsequió una Medalla de Oro y la bendición apostólica. También se entrevistó en su hotel con el Secretario de los Estados Pontificios. En Nápoles recabó del Embajador español las necesarias Cartas de Recomendación ante la reina María Cristina de Borbón, viuda de Femando VII y madre de la reina Isabel II. Doña Maria Cristina había vuelto a casar con un militar de baja graduación llamado Agustín Muñoz y Sánchez, creado Duque de Riansares cuando se hizo público este matrimonio morganático y secreto. La pareja tenia numerosa descendencia que podría coronarse en América.

En Junio Flores arribó a Madrid, fue recibido por doña María Cristina y le promovió dicha expedición, propuso la coronación del hijo mayor llamado Agustín Muñoz de Borbón como Rey del Ecuador y Emperador del Perú bajo el nombre de Agustín I, finalmente consiguió la protección secreta de la cándida señora, quien le concedió un préstamo en efectivo de un millón quinientos mil duros, a través de los banqueros Seriola, Carriquí, Salamanca y Buchental, al siete por ciento de interés anual, pagadero por semestres, con la garantía hipotecaria de todas las rentas del Ecuador que el astuto e inmoral Flores ofreció como si fueran de su absoluta propiedad. La expedición armada debía componerse de dos mil hombres contratados en Europa, tres barcos (Neptuno, Monarca y Glenelg) y numerosas piezas de artillería. El Comandante Senen de Buenaga y Guzmundi realizó la recluta y enganche en las empobrecidas provincias vascas, mientras el Coronel Ricardo Wright (primo hermano del General Tomas Carlos Wright) lo hacía en la no menos paupérrima Irlanda. Los mercenarios fueron reunidos en Octubre en Santander al norte de España en espera de las tres naves que los desembarcarían en la ría de Guayaquil y el propio Flores dibujó unos planos bastante rudimentarios con indicación de los lugares que tenían interés, mientras en los corrillos internacionales se empezaba a rumorar la peligrosidad de su invasión.

En Madrid “El Clamor Público”, diario de oposición, dio a la luz los pormenores tenebrosos del asunto, se armó el escándalo y finalmente dimitió el Gabinete presidido por Francisco Istúriz Montero, pero la reina Isabel II, tras declarar que impediría el zarpe de cualquier nave de la expedición Flores, confirió a su medio hermano Agustín, posiblemente en gesto de desagravio, el título de Duque de Tarancón, pequeño pueblecito de donde son originarios los Muñoz. El gobierno peruano temía que la estrecha amistad de Flores con el Mariscal Andrés de Santa Cruz, pudiera hacer aún más peligrosa la aventura y convocó a un Congreso Internacional que se reunió en Lima, protestó ante el Secretario de Relaciones Exteriores inglés Lord Palmerston y con la ayuda de varios diplomáticos latinoamericanos obtuvo el embargo, confiscación e inmovilidad de las naves, bien es verdad que paralelamente más de treinta comerciantes británicos se habían sumado con un Informe valorizando el perjuicio económico que sufrirían sus negocios si triunfaba la expedición Flores en Sudamérica.

Al conocer esta noticia Flores viajó a Londres a fin de conseguir la devolución de las naves pero por el temor de involucrarse en el juicio terminó abandonando Inglaterra mientras sus mercenarios comenzaban a dispersarse por el norte de España, unos desertaron y otros fueron disueltos. Los víveres adquiridos se remataron, Flores fue detenido temporalmente y luego partió a Francia y Alemania a fin de recuperar, aunque inútilmente, las tres naves.

En esta singular y atrevida aventura internacional Flores se había enajenado la voluntad americana y le calificaban de “Audaz sujeto enemigo de la independencia”, otros decían que estaba “interesado en finalizar una indebida y tenebrosa transacción con el objeto de llevar la guerra a la república del Ecuador y a las naciones vecinas” y no faltaron quienes le gritaron “Apátrida, aventurero vulgar, etc.” I como tras el embargo ya no tenía nada que hacer en Europa, a principios del 47 abandonó Paris con destino a New York y siguió a Washington, donde el presidente James K. Polk se negó a recibirle; enseguida pasó a La Habana, continuó a Kingston capital de la isla de Jamaica donde se enteró de la expulsión de su esposa e hijos del Ecuador, de su declaración fuera de la ley y de la incautación de todos sus bienes (la hacienda La Elvira y el molino de la Chima en la jurisdicción de Bodegas(Babahoyo) Siguió a Caracas, capital de su Patria de nacimiento, a la que arribó en ^ Diciembre de 1847, fue atendido por sus antiguos compañeros de armas, que por solidaridad castrense le confirieron el título de General en Jefe y un sueldo vitalicio. Ese año el gobierno inglés abogó porque también se cumpliese lo acordado en el Tratado de la Virginia, pero la legislatura del Ecuador se opuso, subsistiendo la prohibición de su vuelta al país.

En Enero de 1848 se descubrió en Guayaquil una conspiración de sus partidarios. En Abril estuvo en Panamá como simple particular, pero su presencia motivó agrias polémicas en el Congreso colombiano, terminando por serle notificada la orden de salida. El 11 de Julio arribó a San José de Costa Rica en compañía del periodista francés Adolphe Marie y aconsejó al joven Presidente José Maria Castro Madriz que declare la independencia de ese territorio, de manera que el golpe se produjo en Agosto y fraccionó la unidad centroamericana. Con su amigo Frederick Chatfield, Encargado de Negocios de Gran Bretaña en Centroamérica, solicitó un protectorado inglés, que el Foreing Office en Londres rechazó con cortesía para no enajenarse las simpatías de los Estados Unidos, poderosa nación que dominaba la zona. Chatfield observó rentas y se devolvieran los bienes de Flores. Urbina rechazó firmemente la intervención extranjera en asuntos internos de nuestra Patria y el militar peruano volvió a finales de Mayo a Lima. Mientras tanto Flores había tomado a la pequeña población de Puná y hacía ataques relámpagos a otros pueblos pequeños, impidiendo el tráfico comercial en el golfo. El 4 de julio dos de los barcos de Flores se presentaron en la ría Guayas, bombardearon el malecón de Guayaquil, destruyó dos de las tres baterías de cañones ubicadas para la defensa del puerto y sin mayores consecuencias se retiró ante lo inútil de su acción pues la ciudadanía no se prestó para secundarle y por el contrario, reaccionó indignada. El día 19 sus mercenarios derrotaron en las cercanías de Machala a las fuerzas del gobierno; pero, faltos de apoyo, terminaron por sublevarse y regresaron al Callao. Flores y los pocos soldados que le quedaron fueron perseguidos por el General Francisco Robles y tuvo que pasar al Perú, donde su gente fue desarmada por las autoridades de ese país, que diplomáticamente se desentendió de esta aventura militar.

Desde ese año 53 vivió en Lima con su familia siendo motivo de frecuentes roces diplomáticos entre los gobiernos del Perú y Ecuador. El 57, perdidas las esperanzas, renunció a la ciudadanía ecuatoriana para volver a la venezolana e ingresar al escalafón militar de esa nación. De inmediato logró que su nueva patria exigiera en su nombre cuantiosas reclamaciones al Ecuador, pero al caer el régimen que las propiciaba desde Caracas se solucionó el problema internacional. A fines de 1858 la situación política ecuatoriana se tornó muy delicada con el Perú, nación que ambicionaba la conquista de Guayaquil y su provincia. El diputado ecuatoriano Gabriel García Moreno conspiraba con el presidente peruano Ramón Castilla en contra de su Patria y juntos planearon la invasión armada. Poco tiempo después ambos arribaron a bordo de la nave insignia del Almirante Ignacio Mariátegui situándose frente a Guayaquil con un ejército de cinco mil soldados, una armada compuesta de veinte y un buques de los cuales once eran de guerra artillados con veinte y cuatro cañones y sesenta obuses, a más de un cuerpo de Voluntarios del Rímac. Los habitantes del puerto, al divisar desde el malecón tales fuerzas, comprendieron que cualquier resistencia era inútil y que Guayaquiliba a ser bombardeada e incendiada a los pocos días. Las principales familias emigraron a las haciendas y el comercio finalizó quedando las calles desiertas.

García Moreno desembarcó subrepticiamente porque había sido puesta su cabeza a precio con orden de fusilamiento, de incógnito pudo pasar a Quito y abrió campaña en la sierra con diferentes suertes y tras su derrota en la batalla de Tumbuco a manos del General José Maria Urbina, viendo que requería de los servicios de un militar experimentado, aceptó la propuesta que le hizo Vicente Piedrahita, delegado de Flores, para que éste pueda regresar al Ecuador y tomar a cargo la dirección del Ejército serrano. Demás está indicar que Virginia Flores Jijón, la hija mayor de Flores, tenía poco tiempo de casada con Pedro Pablo García Moreno, el hermano rico de esa familia, de suerte que todo se conjugó para que se realice esta alianza. Flores volvió al país, visitó Quito, bajó a la costa por Guaranda hasta Babahoyo y el 24 de Septiembre de 1860 derrotó a las tropas del General Guillermo Franco Herrera, elegido Jefe Supremo de Guayaquil. A los cuatro días de la toma de Guayaquil, García Moreno como Jefe Supremo de la República y Jefe del Gobierno Provisorio. dictó un Decreto restituyéndole el empleo vitalicio de General en Jefe del Ejército con el sueldo anual de seis mil pesos a partir del mes de Junio en que tomó el mando de las fuerzas nacionales y ordenando a la autoridad civil de Babahoyo para que proceda a devolverle bajo formal inventario las haciendas de su propiedad con sus antiguos linderos y dependencias. Los bienes habían sido expropiados por la Convención Nacional reunida en Cuenca y vendidos a terceras personas, que a la larga fueron los perjudicados por tan inconsulto Decreto. En Quito Flores fue calurosamente recibido por amigos, parientes y partidarios y presidió la Asamblea Constituyente de 1861 que eligió presidente a Gabriel García Moreno, quien el 5 de Octubre expidió un Decreto de reparación en honor de Flores, restituyendo su grado militar y sus bienes en Babahoyo. Su familia recuperó su posición social, política y financiera en el Ecuador, pero ya su hora había pasado pues sus detractores que eran muchísimos le habían irrespetado en la Asamblea y girando cada vez más en la órbita de García Moreno dejó de ser un figura de primer orden. Benigno Malo, que fue su Ministro de Estado, ha escrito sobre su actuación como Presidente de la Asamblea: “Tenía una elocución fácil y fluida, y un estilo cortés y amanerado, propio de los salones, pero carecía del acento apasionado, de la frase de fuego, del movimiento oratorio, que a veces brusco, desbordado y aún incorrecto, arrebata y domina a las masas parlamentarias. Tenía alguna instrucción, pero no la necesaria para luchar contra esos adversarios principistas de colegio, tan rebosantes de doctrina. Tenía talento, pero no era el talento impetuoso del orador, sino el talento frio y acompasado del estadista.

De allí en adelante vivió entre Quito y su hacienda “La Elvira” en Babahoyo, administrada por mayordomos que rendían cuentas de las utilidades, pero empezó a sentir las molestias que le ocasionaba una dolorosa hipertrofia prostática. En Noviembre de 1863 la Nueva Granada declaró la guerra al Ecuador, Flores dirigió las operaciones y el 6 de Diciembre fue aparatosamente derrotado en la batalla de Cuaspud, que no fue una batalla propiamente dicha sino un encuentro casual, en el que no peleó más que una parte del ejército ecuatoriano contra todo el enemigo, pues siendo el terreno pantanoso, se atascó la caballería nuestra compuesta de ochocientas plazas, cuando hubieran podido decidir la victoria de haberse dado la batalla en alguna de las llanuras más cercanas, la de Cumbal o la de Carlosama. García Moreno sufrió la vergüenza de la derrota militar y se encolerizó con Flores. En Marzo del 64 fue debelado un movimiento revolucionario en Guayaquil. Para controlar la situación Flores bajó en Abril a la costa y a consecuencia del viaje realizado a través de los malos caminos de entonces sus molestias se agravaron y tuvo que retornar a Quito. En Agosto el General José María Urbina invadió la frontera sur y ocupó el poblado de Santa Rosa el día 8 de ese mes. En el Acta que levantaron los revolucionarios calificaron de “criminal insigne” a Flores, poco después ocuparon las poblaciones de Machala y El Pasaje. Contradiciendo la opinión de sus facultativos Flores se apresuró a visitar Guayaquil y recorrió la costa marítima tomando informes. Estaba muy enfermo y así lo hizo saber a García Moreno, posiblemente sufría de un cáncer lento en la próstata inflamada hacía mucho tiempo, pero el Presidente no le creyó y hasta le amenazó si no partía al combate y lo hizo en términos injuriosos: Si tiene Ud. miedo avíseme para ir yo personalmente al combate… En tales circunstancias Flores no tuvo más opción que obedecer.

El 25 de Septiembre se embarcó al mando de dos divisiones y el 29 trabó combate en el Pital, dispersando a un grupo de revolucionarios urbinistas aunque fue herido en el bajo vientre por una bala perdida, cayó del caballo y fue conducido a bordo del vapor Guayas. El caballo ensillado fue tomado por los contrarios, quienes encontraron huellas de sangre en la montura. El día 30 se trabó otro combate y volvieron a vencer los gobiernistas. Enterado Flores de este nuevo triunfo, pidió que lo trasladen al vapor Smyrk con el objeto de regresar a Guayaquil porque sufría intensos dolores, pero a la altura de la Puná se sintió tan mal que dispuso que lo bajaran a tierra, donde le examinaron dos médicos que ordenaron llevarle a Guayaquil de urgencia, lo cual se realizó en el vapor Bolívar, mas no pudo completar el viaje y falleció a bordo, en mitad del golfo, entre la isla Puna y la ciudad de Guayaquil, el 1 de Octubre de 1864, de sesenta y seis años de edad, lejos de los suyos y en brazos de un edecán, dicen que invocando a la virgen de las Mercedes de la cual era devoto. Su cadáver fue colocado dentro de un gran barril de alcohol para preservarlo por el resto del trayecto. Al arribar a Guayaquil le pusieron en el departamento de la casa de la Gobernación y el Dr. José lllescas lo embalsamó con centinelas cuidando las puertas y sin permitir que nadie ingrese ni observe, dictaminando con sus escasas luces que había muerto a consecuencia del mal de orina (vaya uno a saber cual será ese mal) fue puesto en el féretro, llevado a Quito y enterrado en la Catedral donde su familia hizo levantar un elegante túmulo de mármol blanco de Carrara con la siguiente inscripción “Al Padre de la Patria, el pueblo agradecido.” Roberto Andrade ha escrito: “Flores merece alabanza por haberse elevado desde la hez del pueblo, pero los más vigorosos anatemas por haber empleado, para su elevación, cuanto medio hay infame en la vida y en dicha elevación haber sido flagelo para varías generaciones de un pueblo, entre el cual, ni siquiera vio la luz. Por sus manos pasaron más de cuarenta millones de pesos y no dejó ni un árbol para utilidad de ese desgraciado pueblo”.

En lo económico se apropió de más de la mitad del empréstito nacional de 1831, por lo cual, los gobiernos posteriores no quisieron reconocer el crédito dado el mal uso que se le había dado. Creó un partido poderoso y tuvo seguidores y enemigos. Fue famoso por su carácter insinuante y lleno de afabilidad aunque como gobernante siempre se caracterizó por su autoritarismo. Un diplomático francés escribió en 1843 que era servicial y generoso con quienes quería atraerse pero que no retrocedía ante el empleo de viles intrigas y hasta el crimen para oprimir a sus enemigos. Sus conocimientos militares, cuyo nivel era muy relativo, unido a su valor personal, añadía a su fortaleza una gran ventaja sobre los generales de los estados vecinos. Festejado en la sociedad, sin bases de instrucción  pero no sin talento natural, por su dedicación asidua al estudio había reparado en los últimos años la incuria de su juventud y los conocimientos que poseía le procuraban éxitos literarios y en la tribuna. Sanguinario en la campaña de Pasto y luego de la batalla de Tarqui donde dispuso el fusilamiento de los heridos del hospital de sangre. Ducho en el arte del adulo y en el manejo de los hombres, se conquistó un puesto importante en la sociedad quiteña por su cortesanía extremada con las damas y sus atenciones con los caballeros. A Bolívar demostró en múltiples ocasiones su servilismo pero cuando le vio caído hizo lo que le vino en gana y desmembró la parte sur de Colombia, intentando mandar de por vida con el apoyo de los militares extranjeros. Para la matanza de los patriotas del Quiteño Libre dejó todo dispuesto antes de partir a Latacunga, pensando que así deslindaría cualquier tipo de responsabilidad. En cuanto a la parte económica siempre fue un mal administrador de la Hacienda Pública.

Después de la revolución nacionalista del 6 de Marzo de 1845 que le alejó del país, tramó la ruina del Ecuador y de América postrándose ante la reina madre de España a quien le solicitó diario “El Telégrafo” en protesta por el criminal fusilamiento del Coronel Nicolás Infante el 1 de ese mes en la población de Palenque, dispuesto ilegalmente por órden del General Secundino Darquea. Entre el 86 y el 89 mantuvo un romance con Angela Saá con dos hijos. En 1887 pasó a desempeñar las cátedras de Química Orgánica y de Farmacia en la Universidad de Guayaquil y empezó la fabricación de medicinas que se vendían con notable éxito dentro y fuera de la República, de manera que ganó mucho dinero a base de imaginación y dedicación total a su negocio.

En 1890 abrió en el antiguo barrio del Astillero el primer laboratorio que funcionó en el país y le puso por nombre “Laboratorio de Ramón Flores Ontaneda y Cía”, allí realizó los primeros análisis bromatológicos y merceológicos que conoció la ciudad, novedad que introdujo como aporte al desarrollo de la ciencia médica ecuatoriana, para lo cual se instruyó en libros y folletos que solicitaba a Francia, cuyo idioma había aprendido con diccionarios ya que era un trabajador conciente e incansable y en 1892 viajó a París becado por el gobierno ecuatoriano pues era buen amigo y pariente del Presidente Antonio Flores Jijón. La beca le permitió estudiar en el Instituto Pasteur con el profesor Elle Roux, sucesor del inmortal sabio y con los Dres. Gautier y Selmy y figuró como alumno del curso de Microtécnica, después pasó a realizar prácticas en el laboratorio del Dr. Armand Gauthier y adquirió los implementos necesarios para instalar un nuevo Laboratorio más completo y mejor que el de Guayaquil. En 1893 regresó a Guayaquil, y hasta trajo los implementos necesarios para montar el primer taller de fotograbados que tuvo la ciudad y como era habilísimo para la mecánica en general pudo montarlo con sus propias manos y empezó a ejercer como fotógrafo. El 26 de julio traspasó su nuevo laboratorio a la Municipalidad, permaneciendo en la dirección con sueldo y en calidad de Químico Municipal y de la Aduana, publicando los análisis que practicaba al agua potable para conocer si estaba contaminada.

Durante el Incendio Grande en octubre de 1896 sufrió la destrucción de su botica y títulos, perdió el nuevo laboratorio y quedó pobre pero después del flagelo abrió la “Botica Francesa” a media cuadra de la Iglesia de San Alejo, recibiendo dinero en préstamo. El 26 de Junio del 97 casó con recibo de dote con Juana Villard. La dote había sido extendida por un tío político de ella llamado charles Lavaller natural de Orléans, fallecido en 1893. El novio tenía treinta y ocho años de edad y la novia veinte y nueve pero no se notaba la diferencia. No hubo descendencia. En 1898 fue designado profesor de Química del Colegio “Vicente Rocafuerte”. Al año siguiente obtuvo medalla de Oro en la Exposición de Muestras de la Sociedad Filantrópica del Guayas por la bondad de sus medicinas, sobre todo por su famosa “Poción indiana al tamarindo”, lo mejor que se conocía contra el paludismo y por su alcohol absoluto que extraía de los glucósicos del plátano. En 1899 había editado dos artículos sobre la “Leche Esterilizada” y sobre “Toxicología”. En la primera planta a mano izquierda del Pabellón ecuatoriano en la Exposición Universal de París de 1900 un hermoso mueble encerraba a l g u n a s preparaciones histológicas y farmacéuticas provenientes de su laboratorio, que llamaron mucho la atención de los visitantes y ganó Medalla de Oro en la Exposición Universal de París y en 1901 asistió con varias muestras a la Exposición regional de Búfalo en los Estados Unidos, famosa porque durante la visita del Presidente Mac Kinley ocurrió su asesinato a manos de un anarquista de origen europeo quien le disparó un tiro a quemarropa.

En diciembre de 1904 poseía una regular fortuna y viajó por segunda ocasión a Francia permaneciendo seis meses en Europa. A su regreso se incendió su segunda botica y sólo pudo salvar el microscopio. Entonces adquirió un extenso solar en la Calle Colón entre Chile y Pedro Carbo frente a la Casa Bonín, y construyó un cómodo edificio con columnas de hierro para vivienda, botica y laboratorio, era lo que entonces se llamaba un edificio incombustible. La inauguración fue con banda de música y numeroso público. Hubo ramos de flores y discursos, Adela Seminario de Indaburo fue la madrina y concurrió acompañada de su hijita María, que muy viejecita me refirió el hecho, para ella inolvidable, pues le obsequiaron dulces de faltriquera.

En 1905 fue electo miembro de la Sociedad Filantrópica del Guayas. En 1906 viajó a Alemania y en Franckfurt compró la maquinaria para modernizarla preparación de sus remedios pues pensaba instalar una industria farmacéutica. Nuevamente en Guayaquil publicó en el Boletín Médico su trabajo sobre “Recopilación de Notas Clínicas útiles para el Diagnóstico Médico”. En 1907 trasladó la “Botica Francesa” a Aguirre y Chile y recabó a la Universidad de Quito la concesión de su título de doctor en Farmacia.

En 1908 preparaba un viaje a Alemania cuando se declaró la epidemia de peste bubónica en Guayaquil. La Municipalidad organizó un Cuerpo Técnico encargado de dirigir la lucha antipestosa. Por tal motivo postergó su viaje. La peste infectaba al Perú posiblemente desde 1903 pero en forma aislada lo que influenció para que se formara en Guayaquil una Junta de Sanidad Marítima presidida por el Dr. Ismael Carbo Cucalón. El 5 ocurrieron masivos casos en el puerto de Paita aunque existen dos teorías sobre el origen del brote en Guayaquil. El Dr. Virgilio Paredes Borja indica que pudo venir en ratas infectadas en un buque procedente del Callao. John D. Long de la Asistencia de Salud Pública norteamericana en cambio dice que las pulgas infectadas pudieron arribar en sacos de yute procedentes de la India, utilizados en nuestro puerto para ensacar cacao para su exportación y depositados en una bodega del malecón del río Guayas, pudieron ser la causa del brote endémico.

Flores Ontaneda fue el primero en aislar la bacteria denominada Yersinia pestis, más conocida entre la población como el cocobacilo de Yersin, causante de la epidemia. Enseguida comenzó a fabricar el suero Danis para las ratas, que al ser incubadas se muerden entre sí exterminándose. A los humanos enfermos les aplicaba el suero Yersin para lograr su mejoría y si estaban sanos los vacunaba con la Linfa Hafkins, después de fortalecerlos con el suero. Ya estaba en pleno funcionamiento un Lazareto para los enfermos de peste ubicado en las faldas del cerro Santa Ana, cuyo director era el Dr. Wenceslao Pareja y Pareja.

La bubónica o peste negra se conoció en el siglo XII de la era común y fue traída por los cruzados a occidente. La mortandad que ocasiona fue tan cruenta que atacó por varias ocasiones durante los siguientes trescientos años. Se cree que una tercera parte de la población total europea falleció El cadáver fue velado al día siguiente en el Paraninfo de la Universidad de Guayaquil y tomaron la palabra varios oradores. Entonces su amigo Modesto Chávez Franco refirió a los presentes que el ilustre fallecido había tenido una especie de premonición de su muerte, pues al terminar la que habría de ser su última clase en la Universidad, se despidió entre bromas esa tarde de sus alumnos, invitándoles a su sepelio para cuarenta y ocho horas después, extraño anuncio que los dejó intrigados y así fue. Su viuda regresó a Europa bastante enferma. La facultad de Medicina lo declaró “Hijo predilecto de Guayaquil” y pidió que se le erija un monumento como mártir de la ciencia, igualmente que se coloque una placa conmemorativa en la casa donde nació en Quito. Dejó dos hijos habidos en la Capital llamados Edmundo y Lucila Flores (Ontaneda) Saá, esta última fue una importante poetisa, autora del poemario “Alas”, dedicado a un hijo aviador, llamado Edmundo Flores Carvajal, muerto accidentalmente en vuelo. La biografía del ilustre mártir ha ^ sido escrita por el Dr. José Emilio Arias. Su fotografía lo muestra alto y de contextura robusta, piel canela y nariz ancha, ojos miopes, frente despejada y grandes bigotes. Su carácter romántico y alegre, su trato sencillo y abierto a los demás y la amplitud de sus conocimientos científicos le hicieron tan popular que siempre era tenido en cuenta y más aún cuando se presentaban problemas de salubridad, epidemias y otra clase de incertidumbres. Con los pobres fue generoso y no era raro verlo en su botica atendiendo gratuitamente y hasta poniendo inyecciones que luego olvidaba cobrar. Este notabilísimo benefactor de nuestra ciudad, introductor de modernas técnicas, merece el monumento que perennice su recuerdo, ya que la ciudad está en deuda con él.