FIGUEROA FRANCISCO

HISTORIADOR DE LAS MISIONES DE MAYNAS.-Nació en Popayán hacia 1610 de padres nobles y ricos y estudió en el Seminario de San Luis en Quito donde obtuvo el apodo de Ángel por sus costumbres y al terminar el curso de Gramática tomó los hábitos de Jesuita y fue enviado con el padre Cristóbal de Acuña a fundar el Colegio de Cuenca como escuela y escala de futuras misiones, pues se les había asignado la región de Maynas. Cuando Acuña salió a su expedición en el Marañón, quedó Figueroa predicando sobre todo en lengua quechua, que conocía muy bien.

A principios de 1641 fue enviado con el padre Bartolomé Pérez, natural de Talayera en España, como coadjutores del padre Gaspar Cujía, Cura de Borja y allí concurrieron al entable del Seminario de niños y niñas, sacándolos con no pocos trabajos de las diversas y distantes tribus de esa nación, proveyendo al Seminario del necesario sustento y de los mejores maestros y maestras, trabajando personalmente en instruirá la juventud y dando el mejor orden al gobierno de aquellas casas. En 1644 acompañó al padre Cujía en la entrada que hizo a las naciones de Jeveros y Cocamas y como recién habían transcurrido cuatro años de misiones, se puede afirmar que Figueroa fue de los que las inauguraron en Maynas.

El 47 estuvo presente en las fundaciones de los poblados de San Luis Gonzaga de Maynas sobre las riberas del Marañón a una legua escasa de Borja, de San Ignacio de Loyola a otra legua más abajo y de Santa Teresa de Jesús de Maynas. Enseguida fue enviado a la nación de los Jeveros y su compañero Pérez a la de los Cocamas y Cocamillas en el Guallaga. Figueroa sacó a varias parcialidades todavía bárbaras y las llevó a vivir al pueblo de la Concepción de los Jeveros y en esos ajetreos se ocupó varios años, recorriendo la nación Aguana y amistándose en su retiro.

En 1650 fundó el pueblo de San Antonio Atad de Aguanos que por 1670 se hizo uno sólo con el de San Javier, siendo el único que logró prosperar en aquellas desoladas regiones. En esos tiempos también predicó el padre Lucas Majano conocido por su santa y penitente vida y la nación de los Cocamas del río Ucayali se levantó contra el padre Tomás Majano, quien tuvo que salir a la población de Santa María de Guallaga con poco más de cien familias de fieles indígenas. Hacia 1660 Figueroa era Superior de las Misiones y con el padre Raimundo Santa Cruz se dedicó a visitar los pueblos del río Guallaga, dejando sin cuidado a los tres poblados Maynas, donde poco después estalló una cruelísima epidemia que casi los terminó, pero el padre Lucas Majano bajó para auxiliarlos.

los Misioneros, a pesar de que le reconocieron que no era Majano, decidieron ultimarle y saltando a tierra disimularon la traición, saludándole según era la costumbre con el Alabado sea el Santísimo Sacramento, a tiempo que le besaban la mano. Preguntóles el padre -Hijos, ¿dónde el viaje? Vamos juntos, yo os serviré! y acompañaré. Pero uno que se había puesto por atrás le descargó un remo sobre la cabeza, con tal fuerza que cayó el padre sin sentidos y el Cacique Pagaya prestamente se la cortó con un hacha, aunque existe otra versión que. quien le cortó la cabeza fue el joven indiano criado en Santa María por el padre Majano. Los seis indios fieles salieron corriendo pero fueron alcanzados y muertos. Estos fatales sucesos ocurrieron el 15 de Marzo de 1 666 cuando el padre Figueroa tenía cosa de 56 años de edad y 25 de apostolado en las Misiones.

Poco después estos alzados atacaron al poblado de Jeveros, mataron 44 indios y al soldado español Domingo Salas y tras corto pillaje se retiraron a sus montañas donde la tradición ha conservado el recuerdo de un prodigio o portento, cual fue, que la cabeza cortada del padre Figueroa puesta sobre una pica en el centro de la ranchería, comenzó a hablarles, que hicieran penitencia de su atroz delito. Mientras tanto se había organizado una expedición para dar con los restos del padre Figueroa y llegados al sitio de su muerte sólo encontraron la patena del altar portátil, unos anteojos, un zapato, una Suma de Moral y varios papeles rotos, luego de lo cual siguieron a la ranchería de los rebeldes, los sitiaron y cogieron.

De aquí que en todas las pinturas que se conservan del padre Figueroa aparece su cabeza cortada y hablando; sorprendente rasgo, propio de la idiosincracia de aquellos tiempos del tenebrismo colonial profundo. Fue llamado el Ángel de las Misiones porque desde su ingreso a las Misiones del Marañón no salió de ellas por ningún motivo, siendo muy fácil hacerlo; pues no requería de licencia. Sus biógrafos le han calificado de dulce, inocente y afable y por ello se granjeó el concepto de una santidad poco común.

Su Informe de 1661 tiene por título “Relación de las Misiones de la Compañía de Jesús en el país de los Maynas por el padre Francisco de Figueroa” que recién publicó en octavo y en 420 páginas la Librería General de Victoriano Suárez en 1904 en Madrid, seguida de Apéndices y tomada de los manuscritos originales que se conservan en 214 páginas en la Biblioteca Nacional de Madrid, dividida en 24 capítulo, tratando los 12 primeros de la fundación y vicisitudes de las Reducciones desde sus comienzos en 1661 y los 12 restantes a aspectos generales de las Misiones. Por esta obra, donde Figueroa mostró su solidez y composición, le ha venido el título de primer historiador de las Misiones del Marañón y de ella ha dicho el americanista Marco Jiménez de la Espada que es el documento jesuita más ingenuo, veraz y trascendental de los que a las Misiones se refiere y que el secreto de esta calidad estriba en ese hallarse a medio camino entre el testimonio y la historia. Rodríguez Castelo concuerda que es una obra de transición entre los escritos apologéticos testimoniales y los generales que empezaban a sentir la necesidad de visiones completas de la hazañan, tan vasta y varia, de las misiones en el Marañón, y que la tónica de la prosa es la de una sencillez que no sabe de recursos literarios ni acude a ninguna suerte de intensificadores, pero es una prosa firme, justa, eficaz, sin atender a calidades literarias especiales, ni a ritmo o armonía, pero si a expresarlo todo hasta el detalle o el matiz, y que se van sucediendo los miembros de las cláusulas hasta redondear firmes conjuntos. Aparte de los cuadros de su milagro, no se conserva ninguno con su efigie, que posibimente debió ser supuesta por los artistas quiteños llamados a retratarle luego de su muerte en el Marañón.