FIGUEROA Y ANDRADE SANCHO

XII OBISPO DE QUITO.- Nació en La Coruña, Galicia, España, de noble y antigua familia. Hizo sus estudios mayores en el Colegio de Oviedo y en Salamanca, donde se graduó de Doctor en ambos Derechos, Civil y Canónigo, y obtuvo por oposición la Canongía Magistral en la Catedral de Mondoñedo. En 1664 el Rey Carlos II le designó con iguales funciones en Lima pero al mismo tiempo fue nombrado Deán en Trujillo y el Arzobispo de Lima, Pedro de Villagómez, le consagró el 17 de Mayo de 1665.

En la Diócesis de Trujillo estuvo muy atareado visitando pueblos y desde 1668 dirigió las defensas de las costas frailes. Dos sacerdotes se disputaban la prelacia. El uno era Fray Francisco Montano, americano recién nombrado Visitador y Reformador de la Provincia de Quito y el otro Fray Pedro Pacheco, último Provincial, ambos, sin embargo, de triste conducta. El asunto pasó a mayores porque Montano se extralimitó en sus funciones y se hizo reelegir y Pacheco había regresado de su voluntario exilio en Loja y gozaba de la confianza del Presidente de la Audiencia. La ciudad había vivido momentos de sobresalto, Figueroa y Andrade actuó sin contemplaciones, ratificando las medidas de hecho tomadas por la Audiencia.

Poco después fallecía en Quito el Presidente Munive y recién en 1681 la Audiencia fue notificada que el Oidor de Lima Dr. Mateo de la Mata Ponce de León debía practicar una Visita, como efectivamente lo comenzó a hacer ese mismo año, suscitándole al Obispo las cuestiones relativas al Ceremonial Romano, pues se le antojó exigirle su permanencia en el coro y no en el altar siempre que no celebrase Misa pontifical, quiso presidir las Procesiones en detrimento del Prelado y para las fiestas de la Purificación, Miércoles de Ceniza y Domingo de Ramos decidió que el Obispo estuviera de pie y no sentado, cuando distribuyera la cera, la ceniza y las palmas respectivamente a los Oidores y al Presidente, a quien deberá hacerle dos profundas reverencias, una antes y otra después, porque representaban la persona del monarca.

Figueroa y Andrade recurrió al Consejo de Indias solicitando una aclaración en punto a la observancia del Ceremonial Romano y hasta tanto recibía la contestación se alejó de Quito para ocuparse en la visita del Obispado. La respuesta llegó finalmente después de varios años dándole la razón al Obispo.

En 1693 hubo peste en toda la sierra. El 30 de Diciembre de 1696 el Obispo se hallaba agonizante, con pulmonía, desahuciado de los médicos y recibidos ya los últimos sacramentos. Dos días antes se había traído de Guápulo a la imagen de la Virgen de Guadalupe y comenzado una novena para alcanzar la salud del Prelado. Esa tarde la concurrencia al rosario fue más numerosa y cuando la procesión iba pasando por el atrio de San Francisco, dióse con una campanilla la señal convenida para indicar que estaba completa una docena de Ave Marías, se puso de rodillas todo el concurso y los cantores principiaron el Gloria Patria cuando, levantando la voz un Clérigo comenzó a exclamar: ¿La Virgen! ¿La Virgen! A los gritos del sacerdote volvieron todos la vista hacia el punto del cielo que él señalaba con el dedo, eran casi las cinco de la tarde, el aire estaba sereno y al lado del oriente destacábase sobre el límpido azul del firmamento, una nube blanquísima y resplandeciente con la imagen de la Virgen María inclinada hacia el divino niño, que sostenía con el brazo izquierdo, mientras en el derecho extendido, llevaba a manera de cetro un ramo de azucenas. La aparición se mantuvo en el aire por algunas segundos y desapareció así que comenzaron a entonar de nuevo los cantores la salutación angélica. Gozaron de la vista de tan inesperado espectáculo casi todos los que formaban parte de la procesión, otros preguntaban.

¿Dónde está la Virgen? porque no todos la vieron y con el ruido llegaron a prisa numerosos curiosos, lo raro del caso es que el Obispo, lejos de morirse como todos esperaban, empezó a mejorar y para constancia del prodigio el Provisor y Vicario General, Dr. Pedro de Zumarraga, Canónigo Doctoral de Quito, instruyó un proceso con declaraciones juradas de personas discretas que vieron el suceso. Figueroa y Andrade, por su parte edificó un altar a la madre de Dios en la Catedral y puso allí una imagen votiva que el pueblo denominó “Nuestra Señora de la Nube”, advocación que existía desde muchos años atrás en otras partes del mundo católico, originada en sucesos parecias al que se ha reseñado. El 20 de Junio de 1698 dos violentísimos terremotos asolaron Latacunga, Ambato y Riobamba. Era un Jueves, a la una de la mañana, cuando un sacudimiento fuerte derrumbó casi todas las casas de Ambato y después de un corto intervalo volvió atemblar la tierra con mayor fuerza, echando al suelo el resto de la población. Un gran estruendo subterráneo precedió al flagelo. Entonces ocurrió que los pocos sobrevivientes empezaron a desenterrar a sus parientes y amigos, muchos de los cuales aun gemían entre los escombros, en ese trabajo se encontraban cuando una tremenda avenida de agua y lodo les inundó, arrasando todo a su paso, pues su efecto fue quizás más destructor que el propio terremoto. El río Ambato se derramó en ambas orillas y llevóse el barrio bajo. En el valle del Patate no quedaron casas, huertas ni sembríos. El cono nevado del Carihuayrazo se derrumbo y la tierra formó abismos enel declive de la cordillera. En Ambato murieron cosa de 3.000 personas. En Riobamba los edificios quedaron despedazados. En Latacunga murieron más de 1.000 habitantes aplastados, según lo ha indicado el Arzobispo González Suárez en su Historia General de la República del Ecuador, que hemos seguido para este relato.

El Presidente Ponce de León se ausentó a Lima en 1701 y el Obispo Figueroa y Andrade murió a consecuencia de un cáncer lento y doloroso, a las cuatro de la tarde del 2 de Mayo de 1702, mientras rezaba devotamente el rosario y había comenzado el segundo misterio. Su vida se apagó suave. Había gobernado quince años, primero como Vicario con jurisdicción y luego como Obispo de Quito. Venerado de su pueblo, atinado en el gobierno, se hizo amar y obedecer y fue celoso en el cumplimiento de sus deberes. Visitó el Obispado y hasta bajó a las regiones calientes de la provincia de Barbacoas, siendo el primer Obispo en llegar a ellas. Se conservan dos retratos suyos de cuerpo entero, uno en la catedral de Huamanga y otro en Quito.