FERRER FERRER JAIME

HERRERO.- Nació en Barcelona, España en 1952. Hijo de Jaime Ferrer Gasso (catalán) y ElisaFerrer Cirujeda (aragonesa).Vive sus primeros años en Barcelona, teniendo como talento el dibujo, desarrollando una técnica en plumilla y lápiz A la edad de 10 años viajó a Ecuador por motivo del trabajo de su padre, radicándose en Guayaquil un 31 de Diciembre del año 1962. En 1965 empieza a estudiar música aprendiendo a tocar cuatro instrumentos. Guitarra, piano, contrabajo y percusión. Posteriormente, en su adolescencia y juventud, hace de la música su profesión y trabajó tocando en hoteles de renombre y en grabaciones con artistas de la farándula, no dejando a un lado el diseño y el dibujo. Mientras transcurría este panorama, su padre le enseñó a trabajar los aceros y los bronces, forjando hierros, soldando y fundiendo. Encuentra en aquello un y un años de edad prefirió ingresar a la Compañía de Jesús y fue maestro de Novicios pero poco después solicitó ser misionero y pasó a las Indias. En 1589 residía en Lima y habiéndose fundado el Colegio de Quito fue enviado por sus superiores a estas regiones, pero debió viajar por barco a Panamá y penetrar por tierra al Nuevo Reino de Granada (hoy Colombia) En 1597 se empleó en las misiones de Pasto y Cali en el gobierno de Popayán, en 1599 pasó por Pasto con el padre Diego de Cuenca. Una vez en Quito aprendió el quichua y alternó el ministerio con blancos e indios. Estando de Obispo fray Luís López de Solís en 1602 se le ofreció la gran empresa misionera y enviado por el padre Onofre Esteban, salió en busca de operarios, para lo cual tuvo que atravesar la zona de Pimampiro hasta llegar a la región de los indios Yumbos, de allí siguió hasta los Quijos, entró en la ciudad de Baeza situada entre los ríos Napo y Coca a doce leguas solamente del habitad de los Cofanes, donde permaneció poco tiempo, pues su interés principal era llegar hasta ellos con el ánimo de catequizarlos pues nadie lo había logrado desde que en 1563 el Gobernador Melchor Vásquez de Avila les había visto al recorrer dicha zona.

Los Cofanes eran temidos por habitar un territorio fragoso y prácticamente inexpugnable, aunque no numerosos, era marcada su belicosidad. En lo político se dividían en veinte parcialidades que hablaban un mismo idioma, muy difícil por cierto, gobernándose con independencia. Ferrer iba solo y sin portar armas, con un pequeño Cristo al pecho, el breviario y un manojo de papel para anotar lo estrictamente necesario. Fue recibido de buena voluntad, pronto logró entenderse y como además tenía la salud robusta, pudo resistir. Consumió su único vestido y se hizo un grosero saco de algodón (planta que se daba mucho en la región) y unas sandalias de esparto. Tres máximas observaba siempre, con las cuales consiguió rápidos progresos: Nunca hablaba de religión hasta haberles ganado plenamente las voluntades. Ponía su mira y atención en las principales cabezas haciendo que las respeten y procedía a instruir a dichas cabezas y a otras principales.

La observancia de tan prudentes máximas, su trato afable y su modo santo de vivir, le hicieron en menos de un año dueño de la voluntad de Ios Cofanes, que le rodeaban y escuchaban, rogándole que nunca los desampare, y ganados con tal modo, procedió a bautizarles. Solo entonces convidó a las tribus vecinas a aceptar la reducción y envió a Quito por herramientas, donecillos y ornamentos para celebrar misa. El 29 de Junio de 1603 fundó la población de San Pedro de los Cofanes, que tuvo iglesia con campanas. Luego salió a recorrer las riberas de los ríos Duino y Payamino hacia el norte y Azuela y Aguarico al sur. A fines de 1604 había fundado dos poblaciones más, denominadas Santa María y Santa Cruz y entre las tres totalizó seis mil quinientos indianos. A las demás parcialidades las juzgó seguras y volvió a Quito donde solo permaneció algunos meses, volviendo al oriente en compañía del hermano Antón Martín de nacionalidad francesa, con quien realizó su segunda entrada pues la Compañía de Jesús no disponía de sacerdotes.

Una tarde le preguntó a un indiano de edad y juicio ¿De qué otras naciones situadas por las partes orientales tenían noticia? Mostróle el indiano un árbol elevado y muy frondoso cogiendo la más pequeña hoja de él y le respondió: Esto y nada más somos todos juntos los Cofanes, todas las demás hojas que ves son otras tantas naciones desde nuestros confines, regadas por tantos ríos como son las ramas del árbol, las cuales van a unirse con la madre de todos los ríos. Dicha respuesta le hizo concebir la clara idea de hallarse en medio de una multitud casi infinita de gentilidad distribuida en los inmensos países orientales, de que no tenían los españoles la menor luz, porque apenas habían llegado a salir de la gran cordillera. Esta idea, del gran árbol, que le representaba vivamente un mundo por descubrir, le dio ánimos para ejecutar tan magna empresa, sin que aterrase a su corazón, dificultad alguna. En 1605 dejó arreglados sus tres pueblos y se adentró con el padre italiano Fernando de Arnulfini por los ríos hacia el oriente hasta hallar las aguas del Aguarico, que por llevar muy fino oro en sus arenas bautizó como río de Oro hasta su unión con el Ñapo. En esta aventura viajó casi tres mil seicientas leguas y finalmente avistó el gran río Marañón, vagando dos años y siete meses por entre los pueblos Amaguas, Encabellados o Secoyas y Avijiras, sin temor a las fieras y enfermedades de la selva, enseñando el evangelio, la vida civil del presidio quería hacer la revista de los indianos del padre, quien se mostró reacio, por considerar que era una imprudencia.

El Capitán se querelló ante la Audiencia y el Provincial de los Jesuitas llamó a Ferrer a Quito para que alegue sus razones personalmente, lo cual hizo con éxito, superándose el problema, Mas, su posición se había debilitado tan ostensiblemente, que la Compañía de Jesús envió a los padres Juan de Arcos y Onofre Esteban como Visitadores y como resultado salieron todos los misioneros, dejando abandonados los campos. Ya sin mando, pues había sido nombrado Jefe de las Misiones de los Cofanes, obtuvo que le permitieran regresar como simple Párroco de San Pedro, donde los Curacas le dieron las quejas que uno de ellos había vuelto a la poligamia, Ferrer reprendió con suavidad al culpable y le redujo a una sola mujer, Disimulo “el indiano su rabia y decidió retirarse con los de su tribu a la selva, pero no quisieron seguirle y viendo que había, perdido el mando, comenzó a maquinar la muerte del jesuita, como único medio de liberación. En eso ocurrió una rebelión general entre los Cofanes debida a los excesos cometidos por la soldadesca y los encomenderos, a la par que Ferrer enfermaba de gravedad. El Colegio jesuita de Quito envió al padre Luis Vásquez para que lo cuidara y trajera de vuelta, pero al arribar a Baeza se enteró que Ferrer se había hecho llevar a hombro de indios a su querida misión de San Pedro que encontró destruida; sin embargo no se amilanó y a principios de 1612 quiso ir a los Pastos, a confesar y a proveer de lo necesario a la ruta se presentó su enemigo el Cacique polígamo, acompañado de un cómplice, sin armas y en son de paz, y hasta se atrevieron a darle un ósculo. Así las cosas, siguieron por el camino y llegaron a un correntoso río que debía ser atravesado de uno en uno por tener un puente peligroso formado por un grueso madero. Ferrer se adelantó y cuando había caminado la mitad, le fue volteado el madero, perdió el equilibrio y cayó cosa de veinte pies a las vivas peñas, perdiéndose en las turbulentas aguas. Tenía cuarenta y ocho años de edad solamente.

Su cadáver jamás pudo ser localizado y tampoco se conoce la fecha exacta de su muerte pues sus ayudantes no tuvieron noticias sino después de varios meses. Sus indios abandonaronlas reducciones por temor a las retaliaciones y se perdió esa gran obra por algún tiempo. En 1620 el Obispo de Quito fray Alonso de Santillán, mandó un Vicario Provincial a tomar informaciones jurídicas sobre el suceso, y el muy simple, en lugar de ceñirse estrictamente a la realidad de lo acontecido, se dejó influenciar por la imaginación y magia de los salvajes y escribió que el padre Ferrer había flotado varios minutos sobre las aguas, con los brazos levantados y predicando a sus asesinos con gran energía para que hicieren penitencia de sus culpas si querían evitar el castigo del cielo y su perdición eterna. A consecuencia de ello se comenzó a considerarle en Quito como a glorioso mártir de la fe que obraba milagros así como otras maravillas. El padre Detré publicó un Extracto de las Notas de Viaje del padre Ferrer, copiado años más tarde por el padre Bernards de Bolonia en la Biblioteca de la Compañía de Jesús.