FERNANDEZ ANDRES SALVADOR Z.

EXPLORADOR.- Nació en Quito el 15 de Junio de 1924 y fueron sus padres legítimos Ricardo Fernández – Salvador y del Campo propietario de 44.000 cabezas de ganado repartidas en sus haciendas: Leyto cerca de Ambato que vendió en 1930 al colombiano Marco A. Restrepo Jaramillo, cuya biografía puede verse en este Diccionario, Los Potreros Bajos en Machachi, Miraflores en Cayambe, el Vínculo en el Carchi, Tasinteo en Ambato y Sacsayacu a veinte días de camino a Quito hacia el oriente, con una extensión de 54.000 hectáreas regadas por ochenta y dos ríos con doscientas familias de indios Yumbos que lavaban oro, pero el paludismo los diezmó y los restantes escaparon a la selva. A pesar de que heredó a su tío Ignacio Fernández – Salvador que murió soltero, diversas transacciones fueron disminuyendo su fortuna, pues todo lo invertía en el oriente y con un último capital adquirió a María Zaldumbide Rebolledo de Denis las fuentes minerales de Tesalia en el Cantón Mejía, provincia de Pichincha, comenzando a comercializar dichas aguas con la marca Guitig, y Luz María Zaldumbide Freile.

Eugenia Klinger Serrano después de visitar los balnearios de Tesalia en Grecia, impresionada con su belleza, decidió bautizar con ese nombre a su propiedad en Machachi, ya que en ella se encontraban varias fuentes artesianas. Pocos años después un visitante alemán, experto en aguas minero – medicinales, al probar el agua de las fuentes las calificó de GUITIG, lo que en su idioma significa excelente, bueno o bondadoso. La primera presentación del Agua Mineral Guitig en 1909 fue en una botella de vidrio de tonalidad verdosa, similar a los grandes champagnes europeos de la época. En 1921 se masificó el producto en todo el Ecuador, luego se facilitó su consumo con la presentación en botellas de vidrio transparente. El agua de Guitig proviene de los deshielos y vertientes del volcán Cotopaxi y pasa en forma subterránea entre los Ilinizas y el Pasochoa, enriquecida con diversos minerales y gas natural para brotar finalmente en las fuentes de Machachi, bella localidad campestre cercana a la ciudad de Quito.

Fue el segundo de tres hermanos que nacieron y se criaron en la casa familiar de los Fernández – Salvador en la Bolívar y García Moreno, dividida entre Ricardo y Alfredo Fernández – Salvador del Campo. Comenzó a estudiar en la escuela del Cebollar y el Hermano Pedro le enseñó raíces latinas hasta el tercer grado. El 33 sus padres le llevaron a Francia en plan de turismo adinerado, alquilaron un departamento en el aristocrático barrio de Saint Cloud muy cerca de los bosques de Bologna, paseaban por los jardines de las Tullerías, poseían un automóvil Dusemberg de 12 cilindros con chofer y fue matriculado en el Colegio de San Luis Gonzaga mientras su padre administraba los negocios de su oficina en Londres.

El 36 volvieron a Quito, entró al Instituto Mejía y como sus padres se estaban divorciando fue enviado a Los Angeles en compañía de la familia de su tía María Fernández – Salvador del Campo. En el muelle les recibió Jacinto Jijón y Caamaño, su esposa e hijo. Pronto ingresó al “Loyola High School”, hizo mucho deporte, sobre todo atletismo, levantamiento de pesas, lucha libre y natación. La revista “Mercury” del Club Atlético de Los Angeles le consideró el 39 el muchacho de quince años de edad más fuerte del mundo.

Entonces cayó en sus manos el libro “Lobo de Mar”, con la vida del Conde Von Lutner durante la Primera Guerra Mundial y su posterior estadía en Haway. Motivado por tal lectura decidió escapar a México. Caminando arribó a Tijuana y luego a Ensenada y como había un buque que iba al Canal de Panamá y al África, decidió tomarlo, pues quería vivir como Tarzán, de manera que se lanzó al agua desde el muelle, nadó hasta él y trepó por la cadena del ancla, pero le sorprendieron los marineros mexicanos. “me moría de hambre y recuerdo que me dieron chile con carne, pero no me permitieron ir con ellos.” Al día siguiente le rescató el Cónsul ecuatoriano Ismael Avilés y fue internado por su tía en la “Southern California Military Academy” donde siguió brillando pues nadie le podía igualar en las carreras de 100 yardas planas y se graduó de Bachiller con honores.

En 1940 estuvo tres meses en la “Sadyer’s School of business” que no le agradó y algún tiempo más en “Los Angeles City College” en Cursos de filosofía y matemáticas, llegando a revisar el Cálculo Diferencial e integral. El 41 entró a la “Southern California University” pues había comprendido que su vocación era la biología aunque su padre le deseaba químico para que administre el negocio del agua mineral.

El 41 ocurrió el ataque del Japón a la base naval norteamericana de PearI Harbor en Haway y los Estados Unidos entraron a la Segunda Guerra Mundial. Muchos compañeros suyos se alistaron en el Army, tres de ellos morirían en la isla Guam. El 44 intentó alistarse pero no le aceptaron por ser extranjero, así es que cambió su visa de estudiante por otra de inmigrante y el 45 fue llevado al fuerte Mac Arthur en San Pedro, California, con el grado de Sargento por sus estudios militares y como instructor de combate. Luego le destinaron a los Fuertes Lewis en Tacoma en el estado de Washington, y Saint Houston en San Antonio, Texas. Finalizado el conflicto volvió a la Universidad. El 47 aprobó y su padre le pidió atender los negocios en Machachi. “Ya te extrañé diez años, no quiero extrañarte el resto de la vida. Hagamos una cosa ¿Porqué no te encargas de vender la Guitig en la costa? Así te estableces independiente en Guayaquil y estás más cerca de la selva que es lo que te gusta.” “Odviamente me interesó”. Desde el 46 y a través de un artículo aparecido en la primera página de “Los Angeles Examiner” se había enterado de la existencia de las misteriosas montañas de los Llanganatis (Llanca- na-ati, sitio de laboreo de minas del Gran Ati) situadas al este de Píllaro y de la leyenda del tesoro escondido del Inca Atahualpa en un sitio secreto de esas frías e inhóspitas regiones. En Quito tuvo la oportunidad de conversar en varias ocasiones con el sabio Luciano Andrade – Marín Baca quien le motivó a buscarlo. Desde entonces ha realizado diez y seis expediciones y en muchas de ellas, por lo accidentado del terreno, ha corrido serios peligros. Las entradas y salidas se realizaron por Píllaro donde el comerciante Villacrés provee de víveres.

El 52 participó en los Juegos Bolivarianos celebrados en Guayaquil y resultó segundo en la carrera de los 100 metros planos, tras el campeón Mundial Lloyd Labeach, panameño de color de dos metros de alto, quien impuso el Record Mundial de 10,1 segundos; Andrés la marca de 10,3 igualando la del norteamericano de color Jesse Owens en las Olimpiadas Mundiales de Berlín del 36. Ya antes, en varias ocasiones, había cronometrado 10,4 en Guayaquil. Al poco tiempo asistió a los primeros Juegos Panamericanos en Buenos Aires y en los 100 metros planos le ganó a Herbert Mac Kinley, Campeón Mundial de 200 y 400. En las olimpiadas de Londres de ese año Mac Kinley ocupó el segundo puesto mundial.

El 52 entró un mes a los Llanganatis con su primo Luis del Campo Fernandez – Salvador. Llegaron hasta las montañas de las Margacitas sin encontrar los tres cerros señalados en el famoso derrotero de Valverde y en el de Anastasio de Guzmán y Abreu, porque en varias ocasiones perdieron el rumbo debido a la espesura de la niebla.

El 54 entró con Guido Boschetti Calle, Fernando Pérez Quiñónez y Enrique Amador Márquez pero les llovió a cántaros durante trece días seguidos y no lograron avanzar casi nada. El regreso fue trágico, con agua helada hasta la cintura en ciertos tramos y al cruzar el río Milín su amigo Boschetti saltó sobre una terracita de piedra cubierta de hierba y los demás le siguieron, pero uno de los cargadores que estaba muy nervioso, saltó mal y cuando se iba para atrás se agarró de Andrés, quien tuvo que soltarse para evitar ser arrastrado por las aguas. El pobre cargador pudo tomarse de una rama pero ésta se rompió, desapareció en la corriente y por más que lo buscaron tres horas no le pudieron hallar.

El 55 volvió nuevamente con Boschetti y ocho cargadores. Durante dos semanas trataron de no perder el rumbo y finalmente pudieron arribar al valle Perdido, localizando unas gradas talladas en piedra que posiblemente conducen a una mina abandonada. Al regreso vieron el cadáver congelado del cargador del año anterior y lo enterraron. El 56 entró con Tulio Boschetti padre del anterior y ocho cargadores y arribaron al mismo Valle usando un plano antiguo de la zona obsequiado por Andrade Marín.

Ud. Recordará que yo me he pasado buscando el tesoro de Atahualpa todos estos años sin mayor éxito, pero ahora me es grato comunicarle que lo he encontrado en una cueva de una montaña del Ecuador. Por una absurda suerte lo he descubierto. El tesoro es tan grande que ni cien hombres podrían moverlo y todo es oro trabajado con incrustaciones de esmeraldas en cada pieza. No osé llevar nada conmigo porque incluso ahora que le escribo esta carta aquí en Píllaro, hay algunos sinverguenzas que me están mirando por la ventana. Pienso viajar a Europa la primera oportunidad y conseguir el dinero necesario para regresar a retirarlo con la debida protección.

Dicho Capitán Blake había expedicionado a los Llanganatis con su amigo N. Chapman fallecido de una enfermedad tropical en las montañas. Después de esta primera Carta que acompañó con un Mapa donde señalaba el derrotero para hallar el tesoro, Blake envió otra con un segundo Mapa, indicando que el primero contenía datos falsos para despistar a los incautos y que este otro era el verdadero. Viajó a Europa y de regreso a New York se perdió su rastro en mitad del trayecto pues cayó o fue arrojado al mar. El comandante Dyott, en cambio, tras detenido examen de las Cartas y los Mapas, expedicionó varias veces a los Llanganatis sin resultado alguno. Tal la historia que le refirió en su refugio de Quevedo y como además le obsequió apuntes, documentos y mapas suyos, Andrés decidió proseguir en la búsqueda.

Poco después le llamaron por teléfono. Era su antiguo profesor de Gimnasia en el Cebollar, alemán de apellido Moebius, citándole a su casa en la Avenida Colón de Quito, donde le presentó al Capitán Petronio Jaramillo, antiguo Oficial del ejército ecuatoriano, quien le informó lo siguiente: Durante una expedición entre las poblaciones de Limón y Méndez, fue saludado cariñosamente por un jíbaro que había sido su amigo cuando le enviaron de chico a la capital y tras sociabilizar en su choza bebiendo chicha, pasaron al siguiente día al río Santiago, donde se dejaron llevar por la corriente hacia un sitio en que existen unas gradas que conectan con la montaña cercana, que por ser caliza es de color blanco. Treparon a una cueva, entraron guiados por la luz de antorchas recogidas del suelo. Había unos nichos con estatuas hacia el fondo y cerca de una pared cosa de doscientos libros de delgadísimas láminas con escritura cuneiforme (slc.).

Ese año subió al poder la Junta Militar de Gobierno y el Coronel Guillermo Freile Posso le proporcionó el único helicóptero que tenía la Fuerza Aérea. “Yo solo tenía que poner la gasolina”. En dicho aparato sobrevoló durante tres meses los Llanganatis, acompañado del piloto Capitán César Solórzano y de un hermano del Coronel Ortega. En cierta ocasión, al tratar de aterrizar cerca de una tembladera, el rotor de cola dio contra un peñasco y se averió. Cayeron a tierra y aunque pudieron llevarlo a piso firme con la ayuda de palancas, ya no voló más. Entonces trataron de comunicarse por radio sin ninguna respuesta. Dos semanas después deshidratados y débiles por la falta de comida, pues solo se alimentaban de plantas y raíces, escucharon a un avión que sobrevolaba la zona. Era del Instituto Linguístico de Verano que había salido a buscarles y con el poco poder que aún tenía la batería, pidieron comida, otra batería y un rotor nuevo. Del avión les lanzaron la comida en dos fundas para impedir que se desintegraran con el golpe de la caída y cuatro días después volvieron con más comida y con los repuestos que necesitaban. Reparada la nave, les sobró un tornillo grande que nunca se supo para qué servía. Así pudieron salir del apuro, ^ arribando sin novedad al campamento de la Shell – Mera a las siete y media de la noche, guiados únicamente por las luces de los camiones que iban de Baños. El accidente les hizo perder, treinta libras.

La región de los Llanganati es sumamente peligrosa y Agosto el peor mes del año. El terreno es húmedo y resbaloso, con quebradas y altos picos, a veces la niebla es tan espesa que no permite ver la propia mano con el brazo extendido. Continuas lloviznas vuelven resbaladizo el piso y durante las tempestades los rayos caen a treinta metros sobre las rocas. Toda la zona está hundida como por un antiguo cataclismo, formando una inmensa depresión entre el ramal oriental de la Cordillera de los Andes y el tercer Ramal o Cordillera del Cóndor, en síntesis, parece un lugar abandonado por la mano de Dios.

El 65 fue electo Presidente de la Federación Deportiva Nacional y después ocupó la vicepresidencia de los Quintos Juegos Deportivos Bolivarianos. El 76, siguiendo el método de la eliminación, resolvió el rompecabezas del derrotero al tesoro, pues la montaña conocida como el Topo.