FERNANDEZ JOSÉ SALVADOR Y LÓPEZ

ENCARGADO DE LA PRESIDENCIA. – Nació en Quito el 23 de Enero de 1775. Hijo legítimo del Dr. Andrés Fernández – Salvador y Medrano, abogado natural de Villoslada en el Obispado de Calahorra en Castilla la Vieja, quien arribó en compañía de su hermano Juan, con el nombramiento de Juez Subdelegado de Cobranzas, Condenaciones y Multas de la Audiencia de Quito, portando una certificación de hidalguía y otros papeles que probaban su ascendencia hasta el héroe Jaraba el barbón (1) escaló posiciones, fue Alcalde Ordinario de Primer Voto, Fiel Ejecutor y llegó a Regidor Perpetuo de ese Cabildo y de Rosa López
Legendre, quiteña, de mediana posición socioeconómica.


En 1785 ingresó al Seminario de San Luis en goce de una beca concedida por el Presidente Villalengua y Marfil, luego pasó a la Universidad de Santo Tomás donde cursó tres años Filosofía y Derecho, se graduó de Bachiller y Maestro y el 8 de Abril de 1795 de Doctor en Filosofía con la tesis: “ln trino dimensione ¿An essentia materiae aut cuiusvis alterius corporis consistant in trina dimensione?

En 1796 reemplazó al Dr. Eugenio Espejo en la dirección de la Biblioteca Pública que había sido de los padres jesuítas, fue designado Secretario del Seminario de San Luis y comenzó a estudiar los inventarios de libros y documentos. Fruto de esta afición fue un “Resumen Cronológico y Alfabético de las Reales Cédulas” vigentes a esa fecha. También se daba tiempo para trabajar de pasante en el Estudio del Dr. Francisco Xavier Orejuela y obtuvo la dispensa del tiempo de cuatro años de práctica de esta pasantía en consideración a su “Resumen”, que vino a ser una Monografía de examen, útil y por lo tanto valioso aporte a la jurisprudencia de entonces.


El 18 de Abril de 1799 culminó su carrera de Abogado incorporándose ante el Tribunal de la Real Audiencia, ocupó la Sindicatura de la Real Hacienda y actuó de Relator. En 1801 fue promocionado a Abogado de la Junta de Pobres de la Audiencia. En 1802 fue llamado a integrar el Cabildo de Quito con la calidad de Procurador General, a su iniciativa se debió la creación de un presidio y una escuela.


El 19 de Enero de 1803 contrajo matrimonio ventajoso con Carmen Gómez de la Torre y Tinajero, en quien tendrá numerosa descendencia. En Marzo fue electo Regidor Perpetuo del Cabildo, por renuncia de su padre quien le cedió el paso. El cargo se había adquirido por compra como era usual en esa época. Por entonces pasó a ser propietario de una extensa casa en el Carmen Bajo que habitaría hasta su muerte. Al poco tiempo fue nombrado Asesor del Corregidor de Riobamba, actuó en la sublevación de indígenas de Guamote, pidió y obtuvo la aplicación de la pena capital para los insurrectos. En 1805 fue Juez General de Policía de Quito, a donde había regresado luego de su corta experiencia como Juez de los revoltosos. En 1806 fue electo Alcalde de Primer Voto del Cabildo, lo que hoy sería Juez Civil de la Función Judicial.


Al producirse la revolución del 10 de Agosto de 1809 tuvo una actuación por demás ambigua. Primero se declaró decididamente insurgente y la Junta de Gobierno (en el proyecto del Prócer Juan Salinas) lo designó Senador – Ministro de la sala de lo Civil pero no llegó a posesionarse porque le nombraron con Luís Quijano, Emisarios a Guayaquil, para establecer tratados; mas, una noche de Septiembre de 1809, emigró subrepticiamente con toda su familia y tras pasar las barreras militares pudo llegar a Guaranda, pero tuvo que esperar varios días para que su amigo José María Cucalón y Aparicio le consiga un pasaporte. En el puerto principal se puso a las órdenes del Gobernador Bartolomé Cucalón y Villamayor, que lo llegó a estimar por su lealtad a la monarquía permitiéndole ganar algún dinero como Juez Comisionado, para aliviar en algo su precaria situación de emigrado sin bienes disponibles.


En Octubre, el Corregidor de Riobamba, Javier Montúfar y Larrea, fugó a Quito ante el avance realista y Cucalón pidió a Fernández – Salvador que se traslade a esa villa y la gobierne interinamente con la experiencia que había adquirido cinco años antes cuando la sublevación de los indios. El 29 de ese mes recibió el nombramiento, en los primeros días de Noviembre le concedieron pasaporte “por las pruebas de fidelidad que había dado, destacando los errores de los
insurgentes de Quito” y actuó en propiedad hasta Diciembre que volvió a esa capital como Capitán de la Compañía de Zapadores y Minadores con las fuerzas del Teniente Coronel Manuel Arredondo Mioño, enviado del Perú para reprimir la revolución. Entonces “se volvió el perseguidor más encarnizado de sus compatriotas.” Por supuesto que no fue molestado aunque el Fiscal Núñez del Arco en su Informe le acusó de ser “criollo insurgente seductor. En la primera (Junta) Senador, haciéndose destinado a Guayaquil para hacer tratados, renunció su toga en el camino y escapó, por lo que el señor Conde Ruiz, cuando se repuso, le premió con el Corregimiento de Riobamba, vacante por complicidad del propietario dn. Javier Montúfar,” pero al ocurrir el atroz asesinato de los presos en el Cuartel Real de Lima el 2 de Agosto de 1810, estando de Regidor del Cabildo de Quito. tuvo el gesto de enviar una Representación al Presidente de la Audiencia, encarándole la infame agresión que se había hecho a la ciudad por parte del gobierno que mandaba.”


También tiene a su favor el haber podido preservar el soberbio edificio donde funcionaba la biblioteca pública compuesta de más de diez mil volúmenes – algunos de ellos incunables – que antes había sido propiedad de los padres jesuítas, cuando Arredondo lo solicitó para que sirva de cuartel a su tropas. Fernández Salvador logró de Ruiz de Castilla que solo le conceda a Arredondo la antesala, para servir de almacén de tabaco, poniendo doble llave y cerrojo al resto del edificio, considerado en su tiempo uno de los mejores de América, pues disponía de hermosas estanterías de finas maderas pintadas a Chinesca con perfiles de oro, estatuas colocadas sobre el famoso barandillaje dorado que circundaba una hermosa sala. Todo sobre un pavimento de madera sólida.


En 1812 sirvió a la administración del General Toribio Montes. En 1813 fue designado Fiscal interino de la Audiencia y en 1814 Diputado a las Cortes de Cádiz, que debían reunirse en esta segunda ocasión en Madrid el día 1 de Marzo, en segundo lugar y con la calidad de suplente del General Manuel Matheu pero no viajó fiel a su consigna de ir siempre sobre seguro, evitando las aventuras que a nada conducen porque los viajes eran largos y peligrosos y para colmos el 4 de Mayo siguiente el felón Rey Fernando Vil declaró disueltas las Cortes y ^persiguió a los diputados desafectos a su persona, que no concurrieron a la ceremonia del besamano convocaca en el palacio real.


En 1816 volvió a ser designado Fiscal interino de la Audiencia y en 1819 el Presidente Juan de la Cruz Mourgeón, lo elevó a la categoría de Auditor de Guerra del Nuevo Reino de Granada. Era una de las figuras prominentes de la administración colonial y se lo consideraba el Juez más erudito y experimentado; sin embargo, el 9 de Octubre de 1820, Guayaquil proclamó la independencia y el panorama se complicó. De todas maneras las autoridades realistas de Quito
quisieron conciliar los ánimos y lo comisionaron para jurar en tres pueblos la Constitución liberal española de ese año. A principios de 1822 nuevamente ocupó la Auditoría de Guerra en plena vorágine y el 9 de Mayo pasó a Conjuez de la Audiencia, en medio del general desorden por el incontenible avance de las fuerzas insurgentes que mandaban los Generales Antonio José de Sucre y Andrés de Santa Cruz, que el día 24 derrotaron a los realistas del General Melchor de Aymerich en las faldas del volcán Pichincha.


En 1829 ganó la confianza del General Juan José Flores, intendente del Departamento Sur de la Gran Colombia, quien lo nombró miembro de la Junta Provisional o Consejo de Estado, donde ocupó la Vicepresidencia y hasta la presidió en ausencia de Flores a partir del 14 de Agosto de ese año, con motivo de la Guerra con el Perú. El 13 de Mayo de 1830 firmó el Acta de separación del Distrito Sur de la Gran Colombia que pasó a llamarse República del Ecuador, fue electo diputado por Pichincha a la Asamblea Constituyente de Riobamba logrando la presidencia de dicho cuerpo por 13 votos frente a 3 que logró José Joaquín de Olmedo, pero acto seguido renunció a la presidencia argumentando que no quería verse en la obligación de asumir la presidencia de la República al faltar el Jefe de Estado y tanto insistió que a poco Flores lo hizo elegir segundo Vicepresidente detrás de José Joaquín de Olmedo, y como esa dignidad era puramente ad – honorem, lo designó Subdirector de Estudios de la República con sueldo. No fue incluido en la Comisión que debía redactar el proyecto de Constitución pero Olmedo solicitó que se sumase a ella. Fernández – Salvador pidió a los miembros de la Comisión que se incluya el voto por habitantes lo que no fue aceptado por los bloques de Guayaquil y Cuenca, dada la gran diferencia que les separaba del total de la población de Quito.


El 20 de Noviembre y por ausencia de Flores que había partido hacia Pasto y de Olmedo que vivía en Guayaquil, no subió a la sierra ni encabezó el Consejo de Estado, tuvo que encargarse de la presidencia de la República y la ejerció por algunas semanas despachando en Palacio y para la revolución del General Luís Urdaneta. El día 10 de Diciembre Quito amaneció con dos gobierno: el Civil del encargado Fernández Salvador y el militar de un Consejo de Guerra hecho fuerte en la guarnición que había plegado a la revolución la noche anterior y desconocido la existencia de la República del Ecuador. Entonces lanzó una Proclama a los soldados llamándoles al Orden. Dos días más tarde, no habiendo sido obedecido, se hizo fuerte con varios partidarios del General Flores y retomó el mando, disponiendo la prisión de los revolucionarios, entre los cuales se encontraba su yerno el General José María Sáenz del Campo a quien mantuvo en la cárcel por algún tiempo y depuso de las funciones de Prefecto Departamental. Finalmente, el 17 regresó Flores a Quito y devolvió el mando. Poco después, con la noticia del fallecimiento del Libertad, se solucionó el problema. En Abril del 31 volvió a encargarse de la presidencia de la República.

En 1834 “se mostró uno de los partidarios más exaltados de la revolución contra el General Flores”, presidió la Convención de los liberales en Quito que eligieron a José Félix Valdivieso y fue comisionado para discutir con los representantes de Flores y Rocafuerte, pero después de la derrota de Miñarica se retiró a la vida privada aunque al poco tiempo regresó a la Dirección de Estudios con sueldo y formuló el Reglamento de Instrucción Pública para la nación pues el
Presidente Rocafuerte cuando emprendió su gran proyecto de reforma educativa le llamó a prestar su colaboración. Este Reglamento vino a poner orden y a corregir errores en la legislación educativa.


El 27 de Febrero de 1836, en consideración a sus méritos como abogado, le fue encargado por el Ejecutivo y el Senado, la elaboración de un proyecto de Código Civil, para lo cual debía adaptar el Código boliviano al derecho ecuatoriano, pero como dicho Código era una adaptación go Civil francés, llamado también Código Napoleónico, era necesario comparar los dos (el boliviano y el francés). Para ello se encerró a escribir comenzando por el primer libro, de los cuatro que contiene el Código Napoleónico o de Francia, consultando la versión boliviana, pero solo dio fin al Libro Primero y el país siguió gobernándose con una legislación caótica pues se aplicaban al mismo tiempo la antigua legislación indiana vigente en los tiempos coloniales y las normas que con carácter de generales dictaba la Corte Suprema de la Gran Colombia primero y luego las de la República del Ecuador. Ese año fue electo Senador y concurrió al Congreso, quizá el ejercicio de esta dignidad le restó tiempo para acabar su empresa.


En 1838 fue Director de la Academia de Derecho Práctico y Director General de Estudios de la Universidad y el 9 de Agosto se expidió el Decreto Reglamentario de Instrucción Pública que había preparado. En 1843 había vuelto al partido floreano y fue electo diputado por Manabí concurrió al Congreso, se opuso al proyecto de constitución floreana alertando sobre los inconvenientes de muchas novelerías propuestas. con ellos, se ha enterrado todo el caudal de sus conocimientos. El Dr. Salvador, biblioteca ambulante, en el decir de un escritor de nombradía, era propiamente un sabio porque abarcaba cuanto era dable saber en los pueblos americanos y como abogado podía tenérselo como el primer Jurisconsulto.


Pablo Herrera que fue siempre un curioso inveterado, poseía unos artículos de divulgación cultural sobre antigüedades del Ecuador que publicó Fernández Salvador en algún periódico de Quito hacia 1824 al 26 pero confesó haberlos perdidos. En cambio en su Antología de Prosistas incluyó varias piezas literarias.
Hernán Rodríguez Castelo, crítico eruditísimo y veraz que casi nunca se equivocaba, califica su prosa de señorial, de gran rigor léxico y elegante en las variaciones expresivas, que le procuran concisión. En sus alegatos jurídicos encuentra la claridad y propiedad, rigor y exactitud, con párrafos de ritmos armoniosos.