FERNANDEZ DE ZEVALLOS Y CORRECHA PEDRO

CORREGIDOR DE AMBATO.- Nació en la Villa de Mariquita, Virreynato de Santa Fe de Bogotá hacia 1745. Hijo oponer reparo alguno prometió todo lo que se le ocurrió. Al día siguiente se publicó un bando solemne declarando exentos de responsabilidad criminal a los autores y cómplices de la sublevación y aunque los disturbios continuaron pero en menor fuerza, empezó la calma a volver; sin embargo, varias casas de españoles fueron invadidas y sus dueños puestos en fuga, pues el pueblo les odiaba. La situación era tensa y todos los días se anunciaban nuevos levantamientos. Los europeos y nobles no desamparaban el palacio donde estaban los Oidores y el tesoro real.

La noche del 24 de Junio llegó uno de los alguaciles con su compañía a la plaza de Santo Domingo, descubrió a un grupo reducido de hombres del pueblo y se lanzó sobre ellos, rompió la guitarra de uno de los mozos e hizo azotar allí, en el mismo lugar, a otros dos que cayeron en sus manos. Semejante atropello indignó a la gente de San Sebastián, sonó la campana, atronaron cohetes y como por encanto las torres de los demás barrios respondieron convocando al pueblo. Los españoles mientras tanto se habían vuelto a atrincherar en el palacio de la Audiencia y las calles se llenaban con gente que gritaba ¡Viva el Rey! Mueran los chapetones, abajo el mal gobierno, y trataron de asaltar el palacio a piedras. Los Oidores tenían armas de fuego y las calles adyacentes estaban defendidas por cañones. De pronto la turba comenzó a avanzar, sonaron los cañones pero no fue suficiente para detenerla. Los Oidores, teniéndose por perdidos, fugaron a esconderse en el Coro bajo del convento de las monjas de la Concepción donde permanecieron varios días. Mientras tanto la lucha continuó en forma intermitente en las calles de Quito. Todas las noches se peleaba en las calles y en la madrugada se retiraban los vecinos, cansados pero no vencidos y ofreciendo regresar. Cada vez eran más los revoltosos porque mucha gente había arribado de los campos a engrosarlos y traían armas de fuego y caballos, mientras los europeos estaban fatigados de tantas escaramuzas y como les faltaba pólvora y se les habían acabado las municiones, se hallaban prácticamente sitiados y no atinaban a ver la forma de salvarse.

El día 28, mientras se encontraban conferenciando en el palacio en número de doscientos, fueron interrumpidos por el estruendo que hacían los sublevados en las puertas, pidiéndoles la rendición. La Audiencia tuvo que ceder y se procedió a firmar un decreto disponiendo el destierro de los españoles solteros en el plazo perentorio de ocho días y cuando éstos salieron, empezó a volver la calma y la habitual sumisión y rendimiento. El 17 de Septiembre se recibió una comunicación oficial del Virrey de Santa Fe ratificando el proceder de la Audiencia y concediendo un indulto general a los barrios; al día siguiente empezó la solemne devolución de las armas y hasta un viejo pedrero tomado la noche del 24 de Junio fue entregado en Palacio, pintado de plateado por los bullangueros vecinos de San Roque.

Mientras tanto Fernández de Zevallos, que había patrullado el barrio de la Ronda y luchado en la calle del Mesón con el tumulto, permanecía atendiéndose una herida de piedra en la cabeza que le había tumbado al suelo, de donde lo recogió Ramón Redín, salvándole de la furia popular.

Posteriormente había acompañado al Oidor José de Cistué mientras duró su refugio en el Convento de Le Merced y cuando ingresó a Quito en calidad de Pacificador el Coronel José de Zelaya y Vergara fue, elevado a la categoría de Capitán de Milicias y estuvo al lado del Corregidor Manuel Sánchez Osorio y de Baltazar Carriedo Arce hasta conseguir entre todos la total pacificación de los barrios de la capital.

El 21 de Enero de 1768 el Virrey de Santa Fe le designó Teniente de Corregidor del asiento de Ambato y el 24 de Diciembre fue recibido por el Cabildo. En dicha Villa se hizo cargo de la dirección de la Junta de Temporalidades creada para administrar los bienes de los jesuitas expulsados de América.

En 1772 y como su designación había sido únicamente por cuatro años, al finalizar este plazo le nombraron reemplazo en la persona de Carlos Ayllón, pero interpuso influencias ante el Presidente José Diguja, quien dejó insubsistente lo actuado y le ordenó, reintegrarse y continuar en Ambato. Como Corregidor participó de Intendente de la expedición a Mainas, recorrió las riberas del Pastaza, y entró a las provincias indígenas de Jaén de Bracamoros, Luya y Chillaos. En Noviembre del 75 ayudó a los misioneros dominicanos de Canelos y gratificó a nombre del Rey a los Indios de esa reducción, Piedad y Alfredo Mariano Cevallos, a su paisano Manuel Gómez Polanco y a su amigo el español Simón Sáenz de Vergara y falleció dos días después, el 8 de ese mes, de 65 años de edad. Dejó de heredera universal de sus bienes a su hermana María Catalina Cevallos vecina de la villa de Honda en Colombia, pero sus numerosos legados y casi la totalidad de sus bienes beneficiaron a su hijo Mariano, casado con Victoria Villacrés, con hijos.