INDUSTRIAL.- Nació en Guayaquil el 4 de agosto de 1892 en un chalet ubicado en Clemente Ballén y 6 de Marzo, en los extramuros de la ciudad. Hijo del guayaquileño Mateo Feraud Mariscal (nieto del doctor Mateo Feraud, médico, natural de Santiago de Cuba, Capitán de Navio venido a Guayaquil a mediados del siglo pasado por asuntos de comercio) y de Beatriz Guzmán, natural de Piura. “Desde pequeño su afición por la música lo llevó a estudiar piano, teniendo por maestro a don Virgilio Sierra. Eran tiempos en que habían muchos músicos y pianos en las casas”. “Como éramos muy pobres desde que cumplí quince años tuve necesidad de trabajar. Me ganaba la vida escribiendo música en los cuarteles y como copista de partituras en el batallón Vencedores. Allí me pagaban setenta y cinco centavos diarios por las copias que tenía que sacar para las bandas del ejército”.
Por entonces frecuentaba la casa de Adelina de la Paz, que le daba clases de piano, conoció a su hija la joven Porfin’a Aroca de la Paz, profesora de la escuela de la señorita Dolores Macías y en 1910 contrajeron matrimonio. Ella era ocho años mayor que él, pero esta diferencia de edad no fue obstáculo para la felicidad y tuvieron diez hijos. “Después fui cajero de Rodolfo Baquerizo Moreno, dueño del Ingenio Inés María, con cincuenta y cinco sucres mensuales de sueldo. Baquerizo también importaba pianos y hasta trajo las primeras pianolas al puerto. Estos pianos automáticos usaban unos rollos de pergamino para producir música y se pusieron inmediatamente de moda. Casi no existía familia que prescindiera de ellas, pero el gran inconveniente eran los rollos, muy difíciles de adquirir porque se importaban del exterior.” “Yo siempre fui curioso y un día se me ocurrió desarmar uno para averiguar qué tenía en el interior. Observé la partitura, me di cuenta cómo debían hacerse las perforaciones y me propuse fabricarlos manualmente en mi casa de las afueras ubicada en 10 de Agosto y Lizardo García, cerca del famoso basurero de Guayaquil. El negocio comenzó el 25 de julio de 1916.
Fueron días y noches azarosos y de trabajo duro, cada rollo era de tres metros y había que perforarlos a pulso, pero fueron saliendo bien y logré la aceptación del público que me pagaba veinte sucres por cada uno.” la moda de las pianolas estaba pasando y la gente prefería los fonógrafos de bocinas grandes que tocaban discos planos y negros, estriados en ambas caras, fabricados de acetato, que transmitían ondas sonoras a una aguja metálica, que las transformaba en sonidos. Estos fonógrafos eran del sello “R.C.A. Víctor”, cuyo logograma era un perrito con la cabeza agachada y en actitud de oír la voz del amo. Después aparecerían las victrolas de cuerda, más discretas y manuables.
En 1926 estableció en Quito “una agencia de su fábrica de piezas de pianola y del almacén musical, los ritmos preferidos eran precisamente los nacionales. Se bailaba la cuadrilla, el pasillo y el vals”, un poco menos el pasodoble, que acababa de ingresar por la puerta grande de la fama con “El Relicario” y el tango que también tenía gran aceptación como baile de fantasía y como música.
Los ritmos nacionales sólo se escuchaban al sonar de las guitarras, Feraud los popularizó mediante sus rollos de pianola dio a conocer a muchos artistas que de otra manera hubieran pasado inadvertidos. El recordaría años después que en Cuenca contrató a Francisco Paredes Herrera para trabajar de ayudante de la fábrica de rollos. Paredes era un gran músico y pronto alcanzó la fama en Guayaquil. Por esos días usaba el seudónimo de Milton Page para firmar sus composiciones musicales, que le salían fáciles y con gran sencillez.
Hacia 1927 Nicasio Safadi puso música a un verso de Lauro Dávila titulado “Guayaquil de mis amores”. Feraud comprendió que el negocio de los rollos estaba terminado y requería popularizar los fonógrafos, inventados por Thomas Alba Edison a finales del siglo XIX y perfeccionados por Eldridge Johnson con las victrolas producidas por Víctor Talking Machine Co. La poderosa RCA había comenzado a fabricar discos de pizarra en 1930 con la marca RCA Víctor. Feraud decidió que era necesario aumentar el rubro de discos importados, pero la música extranjera aún no pegaba en el pueblo, era preciso grabar música nacional y para ello se necesitaba de técnica que lamentablemente él no disponía. Como primera medida se le ocurrió viajar a New York en compañía del “Dúo Ecuador” formado por Nicasio Safadi Reves y Enrique Ibáñez Mora, para hacer las primeras grabaciones de música nacional e investigar las posibilidades de ese negocio y el 4de junio de 1930 se embarcaron en el vapor “Pennsylvania” de la Grace con rumbo al norte. Por este viaje el 4 de junio ha sido declarado “Día del artista nacional”.
En New York permanecieron seis meses “impresionando” treinta y ocho canciones con el procedimiento eléctrico “Viva Tonal” y el Dúo tuvo tres presentaciones por la radio, las dos últimas se trasmitieron a Sudamérica y fueron escuchadas en Guayaquil merced a la colaboración de José Morla, que hizo las conexiones eléctricas e instaló los altavoces “Kloster” en la Plaza del Centenario y frente al almacén Feraud.
Ese año salió el libro “Los que se van” – cuentos del cholo y del montubio – y Joaquín Gallegos Lara escribió: Porque se va el montubio. Los hombres ya no son los mismos. Ha cambiado el corazón de la raza morena enemiga del blanco. La victrola en el monte apaga el amorfino. Tal un aguaje largo los arrastra el destino. Los montubios se van p’ abajo der barranco. Había, pues, un ambiente propicio para realizar cambios. De regreso al puerto pasaron por La Habana y Panamá. Finalmente arribaron el martes 2 de Diciembre a bordo del vapor Amsterdam y esa noche se presentaron Ibañez y Safadien el teatro Olmedo. Con ellos Feraud Guzmán dueño de la marca de discos Columbia. Fue un gran momento para el arte musical del país.
Aquí en Guayaquil se les hizo un recibo triunfal y se vendieron mil discos en una hora. En 1935 incrementó su negocio de compra y venta de oro y brillantes, realizó buenas ganancias y conformó con varios amigos la sociedad “Mármol del Azuay” para la explotación de una cantera cerca de Cuenca, pero la defectuosa cohesión del mármol que mucho se rompía y la falta de caminos para su transporte, hizo quebrar a la empresa. Después invirtió grandes cantidades en una concesión petrolera en Santa Elena pero también le fue mal y perdió todo. Mientras tanto su negocio de música se había reducido. Tenía diez hijos y comenzó nuevamente, ayudado por ellos.
A fines de la década de los años treinta adquirió unas tierras en el kilómetro 38 de la antigua vía a la costa. Para 1942 fue incluido en la “Lista Negra” por sus relaciones comerciales con Argentina y tuvo que recluirse en su granja donde inició cultivos de hortalizas, legumbres y frutales, la cría de cerdos y aves de corral, la venta de huevos y otras menudencias, pero tampoco le fue bien.
Al termino de la Guerra y reiniciar sus negocios en 1946 volvió a grabar música nacional con el mismo entusiasmo de siempre y surgieron nuevas figuras. El encargado de las grabaciones fue Alfonso Wilmont Mancheno y lo hacía en Radio “Ondas del Pacífico”, los discos se prensaban en “Ifesa” y luego en las modernas instalaciones de “Fedisco” ubicadas en el kilómetro 7 de la carretera a la costa.
En 1956 Eduardo Salazar Gómez le solicitó que se hiciera cargo de la Radio “La Voz Liberal”. El 59 fundó “Radio Rocafuerte”, el 61 “Radio Porteña la Voz del Suburbio” y el 62 “Radio Huancavilca” completando así la “Cadena de Emisoras Azul y Blanco”.
En 1964 constituyó e instaló la Fábrica Ecuatoriana de Discos Fediscos. En 1969 fundó “Gráficas Feraud” para la elaboración de las carátulas plastificadas de los discos y fue declarado “Mejor ciudadano de Guayaquil”, mereciendo la “Medalla al Mérito Cívico” del Cabildo de la ciudad.
En 1976 al cumplir sesenta años años su empresa realizó en el Museo Municipal de Guayaquil una exposición de Instrumentos Musicales, su hijo Francisco trajo al país el célebre cantante Julio Jaramillo y la Cadena Radial guayaquileña “Caraguay” develizó una placa en su honor. Entonces volvió a abrir en Quito una sucursal de sus Almacenes de Música y la sucursal No. 2 en Guayaquil ubicada en la calle Aguirre pues el almacén principal estaba situado en el edificio Gran Pasaje de propiedad Horizontal, en el boulevard entre Baquerizo Moreno y Chile, donde su hijo Francisco supervigilaba los negocios.
El 77 la Municipalidad ordenó la colocación de su retrato en la galería de hombres ilustres del Museo, asistió al acto y se emocionó mucho. Ya no podía sostenerse en pie, usaba silla de ruedas. Diez días después, el 3 de Julio de 1977, falleció tranquilamente, de agotamiento senil. Tenía ochenta y tres años de edad. Alto, grueso, trigueño, ojos y cabellos negros, ágil y activo para los negocios y para toda iniciativa de provecho ciudadano. Buen pianista, compositor de varias melodías que han sido interpretadas y grabadas, fue un genuino propulsor de la música nacional.