FEIJOO Y MONTENEGRO BENITO

HUMANISTA.- Nació en el lugar de Casdemiro, Orense, España, el 8 de Octubre de 1676, recibió los nombres de Benito Gerónimo y fueron sus padres legítimos Antonio Feijoo Montenegro y Sanjurjo, hombre de aficiones poéticas y prodigiosa memoria, de quien su hijo escribiría: Vile varias veces dictar dos o tres hojas de muy hermosos versos sin que el amanuense suspendiese la pluma ni un instante, y María de Puga y Sandoval, igualmente de origenes nobles y gallegos. Hizo sus primeros cursos de Filosofía en el Real Colegio de San Esteban de Rivas de Silos y en 1690 cuando contaba catorce años de edad, tomó el hábito de San Benito de Nursia en el monasterio de San Julián de Samos, renunciando como primogénito a la sucesión de un mayorazgo que sus progenitores venían disfrutando. Por esos días solía hacer décimas, romances, quintillas, sonetos y liras que fueron recogidas y coleccionadas posiblemente por su ilustre amigo y admirador José de Campomanes y hoy se guardan en un volumen dentro del Archivo de la Biblioteca Nacional de Madrid.

Entre 1700 y 1707 se produjo en España la sangrienta guerra de sucesión al trono entre los partidarios del Príncipe Felipe de Anjou nieto del Rey Luís XIV de Francia y los del Archiduque Carlos de Austria, también llamados de la línea legitimista. Fueron tiempos asendereados que sin embargo no molestaron sus estudios en los Colegios de la Orden y cediendo al mandato de sus superiores pasó en l709 a enseñar teología al monasterio de San Vicente de Oviedo que había de ser su residencia habitual y en la Universidad obtuvo el grado de licenciado en teología y el de doctor. Por su voracidad para la lectura y sus dotes de fácil entendimiento fue de los primeros españoles en darse cuenta del atraso intelectual de su Patria. De carácter curioso a toda novedad comprendió la superioridad cultural del resto de Europa y sin querer se situó en la línea de intelectuales afrancesados surgidos tras la victoria del pretendiente de esa nacionalidad, de manera que llegó a conocer todos los aspectos de la actividad intelectual de su tiempo y deseando sembrar ideas nuevas y normas de conducta más humanas, recomendaba con empeño la lectura de libros extranjeros; sin embargo, como no era cándido y sabia cuan peligroso era el terreno que pisaba en una Patria inquisitorial y fanatizada, del campo de sus estudios excluyó las cosas relacionadas con la religión y el dogma católicos, imitando a su maestro el gran Melchor Cano, que nunca rozó a la religión para no caer en problemas y por eso se salvó de ser perseguido y quizá hasta quemado.

Desde 1709 hasta el 21 desempeñó en la Universidad de Oviedo la cátedra de Santo Tomás y comprendió que las opiniones basadas en el sentido lógico y filosófico de los valores puros.

– abstracciones de la realidad concreta

– chocan con la razón y el método experimental, única vía para explicar los fenómenos de la naturaleza, de manera que fue en esos años que surgió su deseo de ayudar a los intelectuales de su Patria a pensar mejor, a ver las cosas de forma distinta y más acorde con la realidad, misión que consumió el resto de sus días y le atraería no pocos disgustos y contrariedades. Pues no faltaron quienes le acusaran de ser sensualista realista, porque todo lo explicaba a través de los sentidos como si eso fuera algo malo.

En 1721 fue encargado de la enseñanza de Sagrada Escritura y el 24 leyó la de Vísperas de Teología, cátedra en la que se jubiló un año más tarde para dedicarse por entero y durante treinta y cuatro años a componer el “Teatro Crítico Universal” que llegará a Guisse en el bloqueo del golfo de Guayaquil de 1859 que tanto daño produjo al Ecuador de esos tiempos.

Miguel no reconocía que los ecuatorianos han recibido influencias foráneas a través de inmigrantes, pensadores y viajeros cuyas vidas y obras forman parte de nuestra naturaleza, es decir, de nuestra manera de ser y pensar y no tenemos por qué avergonzarnos de ello, así también de ciertos autores que sin ser ecuatorianos ni haber estado en nuestro país, merced a su pensamiento han influenciado en el nuestro; de suerte que cuantas veces estudiemos vidas importantes para la Patria ecuatoriana, las seguiremos incorporando, pues el Diccionario aparte de ser una obra ilustrativa también es explicativa y en grado sumo, ya que el conocimiento en general requiere de fundamentos para ser sólido y la erudición, es decir, la acumulación de datos útiles, ni hace daño ni perjudica al lector erudito ni al lector curioso, en cambio al lector común sí, pues a este no le interesa adentrarse en detalles ni en nada especial.

Simplemente lee por no tener nada más que hacer. contener con el paso de los años nueve volúmenes de discursos que versan sobre todo género de materia y dos volúmenes de “Cartas”, que por tratar temas novedosos le dieron el título de autor originalísimo. Es menester aclarar que Feijóo solo escribió en castellano, abandonando la costumbre antigua de hacerlo en latín. Esta norma de conducta le puso directamente en contacto con el grueso de los lectores en España y sus colonias, que ya para entonces no estudiaban latín en las escuelas si no solo en laos colegios y universidades.

En 1725 viajó a Madrid con el objeto de preparar la edición del primer tomo del Teatro, palabra a la cual él daba las características de un panorama o visión general en conjunto, compuesto de sus “Opúsculos polémicos” que calificó de Discursos. En estos se en marca su pensamiento basándose en párrafos numerados. Cada tomo introduce doctrinas nuevas en algunas materias, destierra errores y preocupaciones comunes. Nunca da fórmulas concretas contentándose con señalar los problemas y la falacia de las soluciones establecidas en su tiempo, matizando cada caso con ejemplos tomados de la historia universal, tanto ^ de la antigua como de la moderna.

Sincerísimo en sus apreciaciones, lúcido en las exposiciones, abre caminos a la duda sobre los argumentos de autoridad y el dogma, señala los nuevos métodos adecuados para conseguir el justo entendimiento, cree en la experimentación que entonces no se practicaba. Es necesario aclarar que por estos años varios españoles habían iniciado un movimiento científico reformista, considerado como el primer grupo de la Ilustración en España, al que se ha dado en llamar los Novatore y cuya figura más destacada es Feijoo, de manera que está considerado uno de los precursores de la Ilustración en España. Mientras tanto la Gaceta de Madrid anunciaba la aparición de su “Teatro Crítico Universal” en edición revisada por su amigo fray Francisco Sarmiento, impresa por Lorenzo Francisco Mojados, que se vendía en la portería del convento de San Martín.

El “Teatro Crítico Universal” tuvo tanto éxito que llegó a nueve tomos expresados en un estilo fácil y suelto que le hacía ir directo al asunto sin escribir dos veces pues ni borraba ni añadía nada a lo que decía. Quienes permitiendo el ingreso a cualquiera y no solo a los nobles como hasta entonces ocurría, el 70 se crearon los Reales Estudios de San Isidro, el 76 se inauguró el Gabinete de Historia Natural al que tanto contribuyó el guayaquileño Pedro Franco Dávila con sus Colecciones botánica, zoológica, mineralógica y de antigüedades, donde figuraron estatuillas de la cultura precolombina de Manabí, el 87 se creó la primera cátedra de química del reino. Su influencia sobre la medicina tradicional del tiempo se hizo palpable en el Discurso “Lo que sobra y falta en la enseñanza de la Medicina” donde criticó con razón los métodos terapéuticos en uso y aconsejó el abandono de las debilitantes sangrías, etc. también intervino en los programas educacionales con útiles consejos siempre ceñidos a la razón y en constante combate con la ignorancia, la superstición y el error, tan arraigados en esa sociedad y algunos tan pueriles por fundados en creencias y costumbres campesinas, pero otros en opiniones erradas de la religión y de la antigüedad. Por eso se respetó su erudición nacida de muy variadas lecturas. Lo mejor de la intelectualidad española le solicitó vivir en la capital y hasta le ofrecieron la prelacía del monasterio de San Martín en Madrid que no aceptó por el acendrado amor a la ciudad de Oviedo donde se sentía felicísimo pensando y escribiendo en paz. En 1724 el Rey Felipe V le ofreció por medio de su confesor uno de los primeros Obispados en América que también rechazó. No faltaba más, alejarlo de la península era como quien dice matar su obra.

Su otro libro fundamental las “Cartas Eruditas y Curiosas”, publicadas entre 1724 y el 60 contienen ciento sesenta y seis Ensayos que son más cortos que los Discursos, sobre los temas más insólitos y variados, todos ellos presididos por un vehemente deseo patriótico de acabar con las supersticiones de esos tiempos atrasados, que él denomina errores comunes, divulgando las novedades científicas últimas y actuales tomadas de la erudición europea, para erradicar dichos errores por siempre de la mentalidad española.

En cuanto al estilo que utiliza en ambas, el Teatro Crítico Universal y las Cartas Eruditas y Curiosas, es fácil, llano y atractivo, libre de toda oscuridad, sobre todo de la que afeaba a la literatura de su tiempo con juegos retóricos productos del post barroquismo y como se mantenía al tanto de todas las novedades europeas, podría calificarse a Feijoo de ser muy moderno para su tiempo y hasta de faro de luz en las tinieblas españolas del siglo XVIII, aunque de vez en cuando peca de una cierta candidez, como cuando aceptó la posibilidad de que existiera un ser anfibio, mitad pez y mitad hombre, en la zona de Liérganes pero en la mayor parte de las veces se muestra lúcido y hasta temerario, como al condenar el vicio del príncipe impío cuando hace una guerra injusta o atiza una guerra civil, o cuando criticó los métodos escolásticos escolares por caducos de la escolástica y la inutilidad del aristotelismo.

En 1729 editó “Aprobación Apologética”, primero de sus trabajos apartes del Teatro y de las Cartas, que dedicó a la defensa del médico Martín Martínez, autor de un tratado de medicina escéptica y cirugía moderna, impugnado injustamente por Bernardo López de Araujo en “Centinela Médico aristotélica”. Con este discurso se situó Feijoo en elplano filosófico al que responde toda su obra, cuando al contestar a López de Araujo dice: Ni Vuestra merced niega a la medicina la incertidumbre, ni yo le niego la utilidad. Lo primero consta de la carta de Ud. y lo segundo en mi Discurso Médico, especialmente desde el número 65 en adelante.

Tanta fama literaria le atrajo rechazos y críticas, a más de las clásicas impugnaciones, sobre todo entre los atrasados frailes tomistas y escolásticos. En 1729 salió el “Anfiteatro crítico”, en 1735 apareció un “Teatro anticrítico” en dos partes, en 1736, posiblemente arrepentido de estar “ocioso”, porque así se decía cuando pensaba y escribía, se opuso a la cátedra de Prima que regentó hasta su definitiva jubilación por reparos de salud, ocurrida dos años después, en 1748 aparecieron dos volúmenes de “Reflexiones crítico apologéticas”, pero en reparación recibió ciertos honores y como Maestro General tuvo diversas prerrogativas, entre otras la de poder votar en los Capítulos Generales de su Orden. Ese año el Rey Fernando VI le nombró su Consejero por la general aprobación y aplauso que sus obras habían merecido a la república literaria y el 6 de Junio del 50 dictó el mismo monarca una Pragmática prohibiendo que se escriba en su contra o contra sus obras, lo cual trajo larga cauda de consecuencias.

La Pragmática contenía una prohibición en las zonas de influencia española de todas las publicaciones opuestas a la doctrina y obras del padre Feijoo (que recomendaba la experimentación) de manera que parecía que la mayor parte de los estudios de Filosofía iban a ser liberados de la tutela eclesiástica, pero el 51 la Congregación General de la Compañía de Jesús reaccionó inmediatamente ante esta disposición emitiendo la orden de que en todas las escuelas y universidades de la Orden se prosiguiera con la instrucción de física según el método silogístico de Aristóteles. Se dijo que la falta de inteligencia o la mala fe serían las únicas razones para aplicar el método experimental fuera de la matemática pura; sin embargo el 57 se liberó del Indice de Libros Prohibidos los que trataban de la doctrina del movimiento de la tierra alrededor del sol. Según Ekkehart Keeding en su obra “Surge la Nación” que trata sobre la Ilustración en la Audiencia de Quito, esta disposición albergaba la semilla de toda una flexibilización del sistema educativo contra reformista, porque podría ser utilizado como fundamento para definir un futuro ecléctico de la enseñanza. El Papa Pablo V, el 4 de Marzo de 1616, había condenado el sistema heliocéntrico copernicano por contrario a las Sagradas Escrituras, especialmente en las siguientes partes: Salmo 103 v. 5 Fundasti terram super stabilitatem suam.- Isaías 13, v. 10, 13 Oritur sol et occidit, et ad locum revertitur suum. Salomón (predicador) 1 v. 4,5 terra autem in aeternum stat. Feijoo cambió la forma de pensar de la España de su tiempo sirviendo de puente natural entre un aristotelismo y tomismo trasnochados hacia la era enciclopedista principio de la ilustración y de la modernidad, todo ello a través del eclecticismo que significaba el abandono gradual del sistema aristotélico y tomista antiguos así como la destrucción de la autoridad eclesiástica y pedagógica hacia la apertura al conocimiento de las ciencias a través de la experimentación y la lógica. Nuestro fraile tuvo una visión más bien europea y por eso gustó tanto en el exterior y fue traducido al inglés, francés, italiano y portugués, pero en España también se le apreció aunque con reparos y refutaciones explicables a la luz de la ignorancia y de la envidia, al punto que hasta lo trataron con desdén porque siempre el más atrevido es el menos considerado; sin embargo, a todas las contradicciones supo contestar y salir con gracia y su fama fue reconocida y valorada, inclusive le repitió el ataque cerebral y falleció en su convento, a la provecta edad de casi ochenta y ocho años. Figura tan sugestiva, que habló de todo y con mucha propiedad, que atacó a las supersticiones, que polemizó con todos, con médicos por no ser partidario de las sangrías, con seudo educadores porque solo enseñaban el traspantojo aristotélico que significa darle la vuelta a las cosas para que no se parezcan a ellas mismas y que se preocupó de la higiene, que tuvo conocimientos de siquiatría, sabiéndolo todo con gran espíritu y mucha gracia, dejaba a su muerte una España y unas colonias en las Indias – que eran tan españolas como la península en los tiempos de Fernando VI y Carlos III – con la novedad de ser mejores por los cambios suscitados, sobre todo en la época de Carlos III que fue brillantísima.

Atrás quedaban los residuos del estado español de abandono, atraso y postración mental en relación con el resto de naciones de la Europa occidental, que hizo expresar a Luís XIV en un momento de gran verdad, aquella famosa frase que todavía causa escozor a los espíritus sutiles: Europa termina en los Pirineos. Se ha dicho que Feijoo avivó a los ingenios españoles de su tiempo y enseñó a dudar de todo lo aceptado como cierto en materia humana – no divina – y a pensar a base de la experimentación, iniciando la era de la ilustración en España y sus colonias.

En la América hispana se le apreció como si fuera una biblioteca viva porque sus obras constituían una enciclopedia de conocimientos útiles, por eso fue el principal propulsor de la Ilustración. Su tendencia sensualista (abarcar todo a través de los sentidos) condujo a sus lectores a una revolución contra la epistemología escolástica que negaba a la naturaleza el ser objeto de la ciencia y de los sentidos humanos. Su consejo de aprender las matemáticas y los idiomas, el inglés por su gran respeto a la cultura inglesa y el francés por su admiración a obras tan importantes como la Enciclopedia y el Diccionario Histórico de Moren’ entre otras, le situan como sujeto eminentemente práctico. Sin su labor de zapa y la de los enciclopedistas franceses no habría existido Eugenio Espejo en Quito, Hipólito Unanue y Toribio Rodríguez de Mendoza en Lima, Celestino Mutis y Francisco José de Caldas en Bogotá,ni Andrés Bello en Caracas, pues todos ellos leyeron el Teatro Crítico y las Cartas, asimilaron sus mensajes y practicaron sus ideas.

El “Teatro Crítico” y las “Cartas Eruditas” fueron las lecturas preferidas a partir de la segunda mitad del siglo XVIII en la América hispana porque preconizaban un esfuerzo renovador de la cultura española y las ciencias a través de un escepticismo acerca de la autoridad establecida y una aguda crítica a diversos absurdos de la cultura española, de donde se originó la idea que debía corregirse sus fundamentos a partir de los conocimientos basados en la experiencia humana y a la lectura de las fuentes y escritos originales, y no debe sorprender opiniones tan laudatorias como la del erudito Ignacio de Escandón nacido en Cuenca en 1726 que años más tarde escribió un discurso “Panegírico dedicado al querido Adonis de la América el gran Feijoó”, Lima,1767, en 12 págs, de quien dijo que era el animador de la naturaleza que para nuestro entendimiento era sin vida pues fomentó el conocimiento general de las ciencias empíricas en reciente formación como la historia, las matemáticas y la geografía.

Su rechazo a teorías peyorativas sobre la América y sus aborígenes expuestas sobre todo por Bufón y de Pauw y la supuesta inferioridad de los americanos frente a los europeos, aumentó la autoestima de sus lectores americanos. A su muerte quedaron varios cientos de cartas personales, materia de su correspondencia privada que su amigo Campomanes las guardó en un tomo aún inédito en la Biblioteca Nacional de Madrid y un tomo de “Adiciones” (a sus Discursos se entiende) que el mismo Campomanes editó en 1783. A más de su Teatro y de sus Cartas publicó algunas obras más que la crítica ha considerado menores por la poca importancia de los temas tratados en ellas y que vieron la luz pública en vida de su autor.

Ekkehart Keeding en “Surge la Nación” obra que trata sobre la Ilustración en la Audiencia de Quito, indica que la defensa de las ciencias empíricas hecha por Eugenio Espejo y su intento por renovar la moral de los pobladores en 1780 deben considerarse como principales evidencias de la presencia del ilustrado español Feijóo en Quito y que el método ecléptico de las clases de filosofía dictadas en la Universidad por jesuitas y franciscanos hasta 1774había tenido su mayor precursor en la enorme difusión de sus obras y que por la propia decisión de Espejo de seguir las intenciones de reforma de Feijoo se inicia el proceso dialéctico de superarlo en Quito.

Como dato curioso cabe indicar que Feijoo fue extensamente conocido en las Universidades quiteñas, sobre todo después de 1745 cuando se aceptó que la Lógica realmente es una ciencia, y no como se creía anteriormente, que solo ayudaba a las ciencias. inca confundió las palabras y casi produjo una ruptura de relaciones entre Atahualpa y los comisionados, que hubiera sido de fatales consecuencias para estos últimos. Después de la captura del inca volvió a ver a Atahualpa y se convirtió en uno de sus peores enemigos, dando a los españoles noticias alarmantes sobre supuestos preparativos bélicos, cuando lo que deseaba era que mataran al inca para quedarse con una de sus numerosas mujeres, de la que se había enamorado. Ajusticiado el inca, Felipillo reclamó su parte de la herencia y se acostó con la Colla, honor sublime dada su triste condición de plebeyo y provinciano, pero todo se puede en esta vida con tesón y suerte, así es que nuestro paisano se refociló algunas semanas en lecho de rey y colchas de lana, siguiendo hacia el Cusco y entrando entre los vencedores.

En 1534 partió con Almagro hacia el norte para impedir que Benalcázar se alzara con el santo y la limosna. Después se unieron ambos capitanes para hacer frente común a Pedro de Alvarado que llegaba desde las lejanas costas de Centroamérica a disputarles el botín. En tal trance Felipillo se pasó al bando de Alvarado creyendo que éste ganaría y hasta insinuó la muerte de Almagro, que en esto de muertos Felipillo nunca se quedaba corto; sin embargo aquí le falló la suerte y hechas las paces tuvo que achicarse ante Almagro y pedirle perdón y sólo se salvó merced a la intercepción amistosa de Alvarado, pero de todas maneras quedó en desgracia. Ya no volvería a ser como antes, el niño consentido de los conquistadores y pieza clave en el dominio de estos territorios. Nuevamente en el Perú, aceptó a su amo Pizarro que lo enviara con Almagro, esta vez a la conquista de Chile, con la secreta consigna de que viera todo y luego se lo contara. En Chile Felipillo volvió a intrigar contra Almagro metiendo chismes entre los indios para que estos se sublevaran; algunos le hicieron caso y los españoles pasaron numerosas penurias y tantas, que Almagro malició algo y forzó a Felipillo a confesarse culpable, de donde le hizo dar muerte sin más ni más, como a un traidor cualquiera. Así terminó sus correrías en estemundo quien fuera “trujamán y faraute” dejando a la posteridad su nombre para alificativo de traidores y felones.

Garcilaso de la Vega no lo quiso y en los “Comentarios Reales” se expresó muy mal de él. Otros autores siguieron esta línea y también han denigrado su memoria; pero, a decir verdad, Felipillo no fue ni bueno ni malo, simplemente siguió el ejemplo de sus amos los conquistadores que sin ningún derecho ni recato vinieron a tomar lo ajeno como propio y encima bravos.

Fue sólo un pícaro más de los muchos que vivieron por esos días en América y que dieron tanto que hablar a la novela picaresca española del siglo de oro, poblada de Gil Blas de Santillana y de otros mozos y aventureros de igual ralea, tan abominables como simpáticos, inteligentes y peligrosos. Lo que llama la atención en Felipillo no es su escasa moral sino sus agallas para tratar de engañar a los españoles con chismes y cuentecillos del inca, con el secreto propósito de amar a una de sus mujeres, que de fijo también lo ha de haber querido por igual, hambreada como estaba de sexo por la continencia forzosa a las que las sometía el inca, que según se conoce era marido oficial de más de trescientas, muchas de las cuales ni siquiera había tocado una sola vez en su vida y a todas tenía solo por lujo y como obsequio que le hacían los Caciques del imperio; de manera que sus mujeres eran para él simples objetos políticos que no de placer. Estimo que Felipillo por lo menos puso al día a una de esas desventuradas…! con el fuego propio de sus años juveniles y con las ansias de todo plebeyo que alcanza una pieza de caza mayor.