FEBRES-CORDERO DE AREVALO CAROLINA

POETISA.- Nació en Guayaquil en 1864 en el hogar de Joaquín de Febres-Cordero y Montoya, pequeño propietario de una heredad en el valle de San Francisco de Baba y comerciante en el puerto principal, Gobernador de la provincia de El Oro, casado en Baba en Septiembre de 1850 con Carolina Franco y Coello (1828 – 1911) viuda de Rafael Velasco y Santos e hija de Juan Bautista Franco y de María Felipa Coello (1806).

De pocos años fue llevada a la provincia de Loja, donde vivió una larga temporada como se desprende de su poesía “El Adiós” escrita al ausentarse de la ciudad de Loja, dedicada a Gertrudis, su amiga predilecta, que falleció al poco tiempo // I después de ese adiós, Gertrudis mía, / candorosa paloma, el vuelo alzaste; / en instante fugaz, sin agonía, / este mísero mundo abandonaste. // Ahogándome el torrente de mis penas / brotar no puedo llanto de mis ojos / cuando cubrí con blancas azucenas / y con velo virgíneo tus despojos. //

Nada más se conoce de sus primeros años que debieron transcurrir plácidamente entre la ciudad y el campo donde cultivaría su estro poético a la sombra de las arboledas frondosas o en las vegas de los caudalosos ríos, pero en 1882 falleció su madre y regresaron a Guayaquil.

Tenía por costumbre leer las fábulas de Esopo, Iriarte, La Fontaine y paa sus amiguitas del colegio de las Hijas de María hacía versos y les ponía música así como dramas pequeñitos que interpretaban sus compañeras en las horas sociales, pero Carolina gustaba quedar en el anonimato. Después adquirió pasión por los clásicos griegos y españoles del siglo de Oro especialmente por las obras dramáticas de Pedro Calderón de la Barca.

En 1883, a los diecinueve de edad, fue electa secretaria de la Sociedad de Beneficencia de Señoras y recitó una poesía a Guayaquil con motivo de los actos programados para conmemorar el natalicio del poeta Olmedo, en el teatro de su nombre.

Iniciada con tan buenos augurios en el mundo de las letras, debió frecuentar las tertulias literarias de otras poetisas románticas, tan connotadas como prudentes, por pertenecer a la escuela mariana que juzgaba necesario que la mujer ciña sus actuaciones al reducido campo del hogar como la virgen María en Nazareth, aunque podían cultivar las bellas letras sólo por excepción.

Tuvo buenas y grandes amigas con quienes se escribía y dedicaba poesías. Gozó de la amistad de Carmen Pérez de Rodríguez – Coello, Dolores Sucre y Mercedes González de Moscoso, mayores en edad que ella. Dedicó sus versos a otras, como Zoila Adela R. de Lemos, Mercedes M. Niemes V. Dolores Carbo de Santisteban.

En Mayo del 91 cuando contaba veinte y siete de edad, contrajo matrimonio con el Dr. Emilio Arévalo (Jaramillo) notable abogado cuencano nacido en 1859 miembro prominente del partido Radical, abogado defensor del héroe Luís Vargas Torres y de sus compañeros de presidio en 1887 y Senador por la provincia de Esmeraldas, con quien mantuvo una unión muy feliz en comunión de anhelos e ideales.

En 1892 la Academia de la Lengua publicó una de sus poesías en la Antología Ecuatoriana que editó en Quito. Su esposo defendió exitosamente al Dr. Felicísimo López en el juicio que por herejía le seguía el Obispo de Portoviejo, Pedro Schumacher. En Febrero del 93 nació su hijo Carlos Helí, el 96 María Eloísa, fallecida el 4 de Junio de 1899 a causa de una fiebre intestinal. Al año siguiente, al conmemorarse el aniversario de su deceso, escribió “A mi adorada hijita María Eloísa Arévalo. Fragmento // ¿Qué haré. Dios mío sin ella / ¿Qué puedo esperar aquí? / eclipsóse ya mi estrella / perdiendo mi niña bella / toda mi gloria perdí… //

El 5 de Junio de 1895 su esposo fue uno de los redactores del Acta de pronunciamiento del pueblo de Guayaquil.

El 4 de Noviembre de 1903 día del natalicio de su madre, le envió una imagen de la Virgen Dolorosa con un sentido poema. El año 4 su esposo inició una serie de publicaciones por la prensa contra Lizardo García, acusándole de ineptitud o traición en el manejo de la Deuda Inglesa y durante su corta presidencia de cinco meses a finales de 1905 se mantuvo en la oposición.

Ese año 5 Carolina colaboró en la revista feminista “La Mujer” que editaba en Quito Zoila Ugarte de Landívar donde se publicó su cuento en verso “La Princesa Canillona” dedicado a su hijo Carlos Helí.(1)

En Enero de 1906 el Dr. Arévalo se sumó en Guayaquil a la revolución alfarista y la comandó con el arma al brazo pues se luchó en las calles contra el los soldados que defendía al gobierno. El día 19 tuvo en sus manos todos los poderes como Jefe Civil y Militar de la provincia del Guayas. Ese año fue designado Ministro plenipotenciario en el Brasil y viajó con Carolina y el niño a Río de Janeiro.

En Petrópolis ella hizo amistad con Hortensia do Río Branco, hija del Canciller de ese país, a quien dedicó el 1 de Enero de 1907 el verso “Los Ideales”, del más puro corte romántico, una de cuyas estrofas dice así: // Flor de divina excelencia / Con sus cambiantes de aurora / simboliza la inocencia / y la fe se llama Hortensia / esa flor encantadora. //

De esa época son sus colaboraciones para la revista femenil, mensual, de literatura y variedades “La Ondina del Guayas” de Teresita Ala – Vedra y Tama.

En Enero del 10 su amigo el poeta Juan Eusebio Molestina le envió desde Guayaquil una Postal dedicada // De los pensiles del cielo / excelsas flores cogiera / y una guirnalda tejiera / para coronar su sien; // I así, poetisa quisiera / verte en la postal grabada / como una hada coronada / con las flores del Edén //

Rosaura Emelia Galarza escribió: La prosa de la vida no existe para ella. Lleva en su alma ese mundo ideal y desconocido para el vulgo que hace del poeta un ser superior a la generalidad de los mortales.

A fines de año retornó al país con los suyos. Su esposo reabrió su estudio profesional y habitaron los altos de una casa propia ubicada en Colón No. 611 y Boyacá construida sobre un terreno municipal. Su hijo prosiguió los estudios secundarios y todo parecía grato al espíritu, pero ocurrió el fallecimiento repentino del presidente Emilio Estrada Carmona, surgieron nuevamente avivadas las pasiones y tornó la Guerra Civil, que terminó con la ocupación del puerto principal por parte de las fuerzas Constitucionalistas de los Generales Leonidas Plaza y Julio Andrade. Luego vino el asesinato en Guayaquil del Jefe de Zona, General Pedro J. Montero, el arrastre de los Alfaro en Quito y la escisión definitiva del partido Liberal radical ecuatoriano.

En 1912 su esposo fue preso y confinado por causas políticas y a raíz de la revolución de Concha tuvo que salir exiliado a Lima. Carolina empezó a carecer de medios económicos y tomó a cargo el manejo de la pequeña hacienda “Transvaal” en Naranjal, con huertas y potreros, y con el pequeño producto de las ventas del cacao y del ganado subsistió con su hijo Carlos Helí, que en Abril del 14 se graduó de Bachiller en el Vicente Rocafuerte.

Para ayudarle económicamente en el exilio hacía milagros y hasta tuvo que solicitar un préstamo de trescientos sucres al dos por ciento de interés mensual. Tantos esfuerzos sin embargo parece que eran insuficientes. Vivía en su modesta propiedad cuyos bajos arrendaba, para colmos, su inquilino Ruiz de Banegas se le fue debiendo ciento veinticinco sucres.

Meses más tarde el Dr. Arévalo salió de Lima y se instaló en Panamá para estar más cerca de los acontecimientos de la revolución de Esmeraldas. A veces la correspondencia se extraviaba con giros en su interior, en otras eran las autoridades placistas las que interceptaban las cartas. En fin, fue una época de graves tropiezos para la familia, pero todo se sobrellevaba con estoicismo y fe en un porvenir mejor.

El invierno del 14 trajo al Niño, fue atroz en lluvias y casi paralizó el ^ transito por los caminos. Carlos Helí

tuvo intención de ingresar a la Facultad de Medicina pues le atraía más que los estudios de Jurisprudencia, pero al final se decidió por esa última para no disgustar a su padre. Error que gravitaría negativamente en su futuro, impidiéndole un exitoso desempeño profesional.

El resto del año fue por demás crítico debido a los principales acontecimientos de la revolución de Esmeraldas y a varios levantamientos armados en Ibarra y Quevedo con resultados inciertos para las fuerzas gobiernistas. A fines del 14 al Dr. Arévalo le pareció que se podría realizar un negocio de tabaco y tanteó la exportación de sombreros de paja toquilla a Panamá, así como la hipoteca de la casa, que por estar construida sobre un solar de propiedad municipal, no pudo pignorarse.

A principios del 15 intentó arrendar la hacienda y vender un sector llamado Cañayacu, así como unas acciones del sitio Daular que sin embargo, a pesar que fueron buscadas varias veces en la biblioteca, no pudieron ser halladas.

En Marzo Carolina arrendó la hacienda a Ponciano Hermoso en doscientos cincuenta quintales de cacao de primera puestos en Guayaquil por cada año, pero el tal Hermoso no cumplió con presentar un fiador y a las pocas semanas se rescindió el contrato de mutuo acuerdo; sin embargo Hermoso había aprovechado su estada en la hacienda para robarse gran cantidad de cacao, por lo que tuvo que seguirle juicio.

En Junio la situación económica siguió complicándose cuando a fines de mes conoció que el día 15 súbitamente había fallecido su esposo en Panamá. El dolor fue muy grande no sólo por lo intempestivo de la noticia sino también por la lejanía del acontecimiento. Su amiga Dolores Carbo de Santistevan, que había tomado en alquiler el departamento bajo de su casa, le dedicó una sentida aunque defectuosa composición poética y de Quito recibió el pésame de su amiga la poetisa Mercedes González de Moscoso a quien tanto admiraba, pues eran dos corazones unidos por un ideal común.

En 1916 escribió la Corona Fúnebre de su esposo que apareció editada en la imprenta de “El Tiempo”, entonces su pluma alzó el vuelo y produjo “A la muerte de mi querido esposo” //: ¡Oh Dios! ¿Y fueron mis clamores vanos? / en la ausencia del dueño que me diste, / hacia ti alzaba sin cesar mis manos, / pidiéndote piedad, y no me oíste // Tres años de tormento inenarrable, / y tras ese tormento, horrible día, / que trayéndome duelo perdurable, / convirtió mi existencia en agonía. // que habiendose publicado en Guayaquil fue reproducida en la Pan American Review de New Orleans.

De allí adelante vivió por entero para su hijo y dedicada a guardar el recuerdo de su amado, pero en 1917 escribió una loa a la memoria de su amiga Dolores Sucre con motivo de su solemne coronación en el teatro Olmedo.

En 1923 saludó a su amigo el padre Pedro Pablo Carbó con motivo de sus Bodas de Diamante sacerdotales. El 25 intervino activamente en la formación de un Comité Cívico para aunar fondos para la construcción de un Mausoleo a su amiga Mercedes González de Moscoso y en Octubre comenzó a colaborar en la revista “Páginas Selectas”.

En 1926 criticó acremente la labor de los militares de la revolución Juliana y se excusó de escribir de política para el semanario “El Litoral”.

También se especializó en componer fábulas y no lo hacía del todo mal, lástima grande que no llegó a recogerlas en un volumen como hubiera sido de desear. Entre las principales anotaremos: “El mastín y los tordos”, “Las abejas, el chinchorro y el picaflor”, “La azucena y el girasol”.

Otras poesías suyas se relacionan con temas variados apartándose de su temática principal cual es: Dios, la familia, la virtud, la amistad, los ideales. Al ambiente circense dedicó dos: “Al Payaso” y otra a “La Equilibrista”, del primero no se burla, pero de la segunda dice que no debería exhibir su cuerpo en equilibrios y volteretas contrarios a su sexo, demostrando con ello sus creencias decimonónicas sobre el papel de la mujer en sociedad.

El 27 escribió la tragicomedia en cuatro actos y en prosa “La procesión de las ánimas” en 128 páginas con personajes tomados del diario vivir.

Era su vecina en los bajos de la casa y a la vez amiga de toda su confianza Dolores Carbo de Santistevan, la popular Mama Lola, que vivía separada amistosamente de su esposo Honorio, gran mujeriego. Ambas intercambiaban poemas como era usual por entonces. Dolores había sido criada en las haciendas de su padre el Coronel Rosendo Carbo Plaza en Colimes y tenía costumbres montubias. Era una señora respetable y de sentimientos nobles y generosos, vivía rodeada de sus cuatro hermosas hijas, celebraba sus santos en grande, con baile y nutrida concurrencia de personas de viso y sociedad. Su padre había sido un rico propietario agrícola en la zona de Colimes, población que ayudó a elevar a Parroquia en 1862. Liberal convencido y viajado por Europa, hablaba francés e italiano. Coronel de ejército, realizó la campaña de Mapasingue en 1883, secretario de Pedro Moncayo a quien ayudó sacando copias para la Historia del Ecuador, también fue en varias ocasiones ayudante de su tío Pedro Carbo.

Carolina dedicaba poemas a sus amigas dando rienda suelta a su bondadoso corazón poseedor de un gran caudal humano, en 1928 salió de sus temas preferidos para cantar a Bolívar y a Abdón Calderón, así como al poder de la prensa. El 34 escribió “A los Iconoclastas” y “¿Por qué?” especie de confesión con la divinidad o momento de lírica debilidad. Fragmento. // Tú lo sabes, Señor, fue mi existencia / toda de abnegación y sacrificio; / amando la virtud, odiando el VICIO / caminé rectamente en tu presencia. // Sé que no es la de un ángel mi inocencia, / sé que no soy perfecta ante tu juicio; / mas, de delito o crimen ni un indicio / halla en mi alma mi rígida conciencia//.

Poetisa de interioridades y afectos, que nunca superó la etapa del romanticismo ni se avino con las nuevas reglas, cultivó las rosas de la amistad, sufrió en la crisis del liberalismo tradicional y luego fue plácidamente languideciendo al lado de su hijo hasta que le sobrevino la muerte. Los últimos años, como bien los ha calificado la crítica, fueron el testimonio vivo y dramático de una mujer sonámbula, para quien las puertas de la esperanza se fueron cerrando una a una con la pérdida de sus seres queridos (su pequeña hija y esposo) y la desesperanza de alcanzar una redención social dentro de un orden más justo, que liberara a las conciencias y permitiera un nivel aceptable con la condición humana.

Murió en Guayaquil, en su casa, el lunes 30 de Marzo de 1936, de setenta y dos años de edad y fue enterrada al día siguiente a las cinco de la tarde, con solemne, numeroso y muy lucido ^ acompañamiento.

Su hijo Carlos Helí vivió soltera, se constituyó por fuerza de la política en un rebelde frente a las injusticias sociales; militó activamente en pro de la causa de los trabajadores y dejó sus bienes al movimiento sindical. El Lic. Elias Muñoz Vicuña editó en 1982 dentro de la colección Mujeres del Ecuador el epistolario de Carolina Febres – Cordero de Arévalo, de 1914 al 15, época trágica para ella, que coincidió con el destierro de su esposo primero en Lima y luego en Panamá. El libro contiene un poema y dos cartas en 178 páginas. En 1986, dentro de la misma colección dio a la luz los Dramas y poemas, casi todos inéditos, de su autoría, en 290 páginas, con un valioso prólogo del investigador Alejandro Guerra Cáceres.