FALQUEZ AMPUERO FRANCISCO J.

POETA.- Nació en Guayaquil el 17 de Abril de 1877. Hijo único del matrimonio de Francisco G. Falquez Velasco y de su prima segunda Rosamira Ampuero Lara, casados en el Callao el 19 de Enero de 1874, pequeños propietarios agrícolas en el cantón Daule. Fue su padrino de bautizo el General Eloy Alfaro y recibió por nombres los de Francisco Javier.

Su madre era muy bella e inteligente y le enseñó las primeras letras. Luego pasó a estudiar a la escuela gratuita de la Sociedad Filantrópica del Guayas y empezó a hacer versos. “Desde muy pequeño me atrajeron las musas con sus encantos”. Hacía poemas con gran naturalidad. Vivía en una casa del paseo Montalvo y “era un espíritu tranquilo y meditativo.”

Siguió la secundaria en el “San Vicente del Guayas” donde un día oyó declamar al poeta romántico Nicolás Augusto González Tola y quiso ser rico para dedicarse por entero a las bellas letras. En 1894 y con varios de sus compañeros de aula fundó “La Sociedad Amantes de la Ciencia” y editaron un semanario de pequeño formato titulado “El Pensamiento”, de ocho planas a tres columnas, que por la agitación política que se vivía solamente circuló hasta el cuarto número, y para ayudarse económicamente daba clases a los hijos del Doctor César Borja Lavayen en su domicilio.

Con Borja realizaba poéticas competencias, escogiendo autores y versos franceses que traducían al español y comparaban los resultados. “Borja tenia mayor arranque lírico, mayor vigor y elam vital que Falques. Este lo superaba en cambio por su prosa preciosista. Borja era más fiel al modelo. Falques más plástico. Ambos han sido los más importantes traductores de versos franceses que ha dado el país. Ejemplo: De Carles Baudelaire.- A una malabaresa.- Fragmento.- // Tus pies, como tus manos, son finos. Tu cadera/ firme bloque, es envidia de la blanca altanera. / Artista pensativo prefiere tu modelo / suave como es el vello de oscuro terciopelo. / Tus grandes ojos de ónix, coloración más viva / ostentan que tu pulpa de morbidez lasciva. / En tus azules islas de pámpanos y ramos, / tu oficio es ir cebando la pipa de tus amos, / llenar con agua fresca de claros manantiales / y exóticos perfumes, redomas de cristales, / lanzar del amplio toldo de leve muselina/ la ronda de mosquitos que zumban en cortina; /y en medio de la pompa triunfal de la mañana / comprar en los bazares la fruta de oro y grana. / Cantando muy bajito tus viejos aires mudos,/ diriges por doquiera los negros pies desnudos; /y al extender la tarde su púrpura procera / tu cuerpo fatigado reclinas en la estera,/ donde se enjambran sueños de abejas carmesíes,   / graciosos y floridos, como tú cuando    ríes. // ¿Por qué, dichosa niña, pretende tu ignorancia     / ver el sufrir eterno de la distante Francia, / y fiándote a los brazos de toscos marineros / dejar los tamarindos y esbeltos cocoteros? // Tú, que en fugaces telas, bajo las frondas marchas, / como echarás de menos tus ocios tibios, francos, / cuando el corpiño oprima tus cadenciosos flancos, / y te será preciso buscar en el suburbio / el pan de cada día en el arroyo turbio; / vender la esencia rara de acre vapor de incienso, / a flor de piel nacida para el placer intenso, / y seguir con los ojos videntes del deseo / de los árboles patrios el dulce balanceo(x) Malabaresa son las habitantes de las islas de Malabar.

En 1895 se graduó de Bachiller, estuvo en el recibimiento de su padrino General Eloy Alfaro y fue uno de los que tomaron la palabra en la Gobernación para dirigirse al pueblo. Su madre quiso dedicarlo a estudios de medicina pero él se decidió por los de Jurisprudencia, más acordes con sus inclinaciones poéticas, aunque tuvo que suspenderlos en varias ocasiones para desempeñar funciones burocráticas que le permitían sostener a su naciente familia; pues, de veinte y dos años, el 15 de Junio de 1899, había contraído matrimonio con Isabel María Avilés Navarro, hija legítima de Francisco Xavier Avilés Valverde y de Hortensia Navarro Torres, en quien tuvo diez hijos.

En 1900 ocupó la secretaría privada de Alfaro y saludó el regreso al país del Dr. César Borja Lavayen, quien había permanecido en el destierro de Costa Rica desde 1895.

Ese año colaboró en la Revista “Guayaquil Artístico” pidiendo que los escritores profundicen más en la temática de su tiempo, abandonando el enfadoso lirismo para adoptar la exquisita poesía o una elegante prosa.

En 1901 fundó y dirigió la revista mensual de Ciencias y Letras “El Renacimiento”, órgano del Circulo “Juan Montalvo”. El 2 empezó a asistir a las veladas literarias que ofrecía en su casa el Dr. Antonio Falconí y de la que eran asiduos concurrentes Juan Ignacio Gálvez, Gabriel Pino Roca, Luís Felipe Borja hijo, Darío Rogelio Astudillo. Falconí Villagómez, entonces un muchachito de calzón bombacho, recordaba haber escuchado a Gálvez recitar su composición “El Leproso”.

En 1903 obtuvo el doctorado en Jurisprudencia y se incorporó de abogado en la Corte Superior de Justicia de Guayaquil. Ese año tradujo “Los extremos de César Borja” en 66 págs. que dedicó al Dr. Borja, quien junto a Nicolás Augusto González Tola fueron sus inseparables maestros y amigos. Igualmente recopiló una colección de artículos en prosa que dedicó a “los jóvenes generosos” bajo el título de “Hojas de Primavera”, en 110 págs.

Entre 1904 y el 5 publicó “Sola”, monólogo para teatro en 14 págs. y “Amor y Sacrificio”, esbozo de comedia en 17 págs. Al triunfo de la revolución alfarista de 1906 ocupó la secretaría de la Intendencia de Policía del Guayas y fue designado profesor de Literatura del Colegio “Vicente Rocafuerte”.

Para entonces formaba fila con otros literatos contemporáneos suyos o algo mayores como: César Borja Lavayen, Nicolás Augusto González Tola, Miguel Valverde Letamendi, Víctor Hugo Escala, Modesto Chávez Franco, Rafael Pino Roca, César Borja Cordero, Wenceslao Pareja, Miguel E. Neira, Eleodoro Avilés Minuche. En 1908 editó el folleto “Lujo de Pobres” con una carta prólogo del Dr. Borja y artículos literarios, en 148 págs. Alfaro lo designó Gobernador de la Provincia de León con sede en Latacunga, pero  a los poco meses viajó a Quito y pidió a su amigo el Dr. Borja, quien estaba de Ministro, que lo cambie de destino, porque su espíritu selecto de poeta no se avenía con las pequeñeces de la política lugareña. Entonces pasó a la Subsecretaría del Ministerio de Relaciones Exteriores y colaboró en “El Tiempo” de Guayaquil bajo el seudónimo de “Perso.”

En 1909 dio a la luz su poema “Los Humildes” en 10 págs. En 1910 escribió “La muerte del poeta” en el sepelio del maestro del gay saber doctor César Borja, tras asistir a su solemne entierro y fue designado Cónsul General del Ecuador de Amberes (Bélgica) “En Francia se familiarizaría con la cultura gala y con el espíritu de su literatura, llegando a asimilarla tanto, que algunas de sus producciones en prosa se diría que son de George D’ Esparbés cuando abarca tema bélicos y hay sonetos originales de él que parecen del propio José María Heredia a quien traducía “con amore.” En 1912 escribió en Amberes “La Media Misa”, prosa dirigida al pueblo, que publicó en esa ciudad y recibió las palmas literarias en el grado de oficial, que le confirió el Gobierno de Francia por sus brillantes traducciones de Sully Prudhom, Charles Baudelaire, Paul Verlaine, Henry de Reignier, Flaubert, Leconte de Lisle, Víctor Hugo, Alfredo de Musset, Anatole France y sobre todo de José María Heredia, cuyo espíritu parnasiano había asimilado fielmente. A poco de ocurrido el asesinato de su padrino el General Alfaro en 1912 perdió el empleo, regresó a Guayaquil e inició su colaboración en varios órganos de prensa. De Europa trajo una valiosa biblioteca en la que figuraban los mejores maestros de la poesía francesa y comenzó a ejercer su profesión de abogado, sin dejar de cultivar las bellas letras.

En “El Guante” escribió con el seudónimo de “Tácito.” Meses después, en 1913, se dio a conocer en “El Telégrafo Literario” en toda su amplitud y poderoso estro poético. Su amigo Falconí Villagómez le dedicó “El poema de las Ranas” que hizo “sonreir a los cretinos” y Falquéz le escribió agradeciendo y manifestando que estaba frente al desempeño de un Juzgado Cantonal y que entre la lectura de un legado o un expediente componia un soneto en alejandrinos pareados, traducía a Heredia y a Lecompte de Liste™” En “El Telégrafo Literario” publicó una carta dirigida a la juventud, aconsejando la emancipación de los moldes clásicos ante las complicadísimas exigencias del arte nuevo, que pedía más flexibilidad, mayores arrestos, consonancias sublimes. Producto de este acercamiento a los nuevos grupos literarios (Borja Lavayen había fallecido y González Tola prefería el periodismo) es su primer gran poemario titulado “Rondeles indígenas y Mármoles lavados”, con poesías originales y traducciones francesas, que “marcó su momento de transición, de traductor a creador. En la primera parte trató temas nacionales pero lo hizo a la francesa y esta escuela no prosperó. La segunda contiene traducciones de poetas parnasianos, sobre todo de Heredia”, la obra tiene 141 págs. y lo situó en el pináculo del prestigio literario del país. Tenía de los románticos, que lo habían antecedido, el amor a lo heleno y al renacimiento y de los parnasianos la perfección de la actitud y el tratamiento del soneto. Al mismo tiempo abría causes “simbolistas o modernistas” por el gusto a lo francés.

Falquez confesaría en el prólogo que “en medio de mi huerto de adelfas he colocado los famosos mármoles de los grandes jardines del viejo continente”; sin embargo “sus sonetos se inspiraron en múltiples temas externos y naturales, antes que vitalmente humanos, con dilección por el paisaje, la fauna. No hallamos el grito lírico, ni enajenado, ni enajenador, ni el desborde, ni la profunda palpitación humana; encontramos color, luz, estrofas trenzadas con soberbio tisú en los telares de su verso diáfano”, como factura en verso, como ritmo estrófico, como conjugación de consonantes, sus sonetos son intocables; hay en ellos línea, color, relieve y música. Falta humanización de imágenes y sobre todo palpitación interna de vida y no sólo de estética. Son poemas perfectos sin género de duda pero carecen de corazón. El 14 apareció una semblanza suya erscrita por Miguel Angel Granado y Guarnizo.

En Amberes editó un libro de truculentos relatos bélicos titulado “Sintiendo la batalla” que dedicó a su padre; crónicas periodísticas sobre la Gran Guerra con estudios y cuadros y un grabado de Teobaldo Constante García en 242 págs. y prólogo de Nicolás Augusto González Tola. Mensaje antibélico a la juventud americana. Falques “era un hombre afable, bondadoso y lleno de una gran espiritualidad”, que no podía estar conforme con la injusticia y el horror de esa guerra. Su amigo Falconí Villagómez le describió así: De aspecto de burgués pacífico, paisano de kermeses, que abominaba la guerra™”.

En 1916 ascendió al poder su amigo el poeta Dr. Alfredo Baquerizo Moreno, con quien estaba distanciado por razones políticas debido a que Baquerizo era del grupo placista y por ello se privó de figurar en cargos públicos. Igualmente en 1916 dirigió con José María Egas la revista mensual de literatura “Renacimiento”, francamente modernista, con 40 páginas de lectura. Ese año también vivió algunas semanas en Lima y al enterarse de la muerte de Rubén Darío escribió una hermosa “Oración Fúnebre”.

En 1917 su maestro González Tola fue llamado por su hijo a Buenos Aires pues estaba mal de salud a causa de un deficiente funcionamiento de los riñones y con tal motivo logró que el Presidente Alfredo Baquerizo Moreno le designe Cónsul General del Ecuador en esa capital, de manera que fue públicamente homenajeado al igual que se había hecho con Numa Pompilio Liona en 1904 y con Dolores Sucre en 1 91 0 y antes de partir reconoció a Falquez como su sucesor y poeta máximo de Guayaquil.

Ese año colaboró en la Revista quincenal, ilustrada, de actualidades “Patria” que dirigía Carlos Manuel Noboa Ledesma y en “La idea”, órgano de la sociedad literaria César Borja, que presidía el periodista Luís Alberto Sánchez.

En 1919 dio a la luz “Otoñada”, la composición titulada “El Poema de la Sangre” en 16 págs., con ocho sonetos sobre raza vencedora y raza vencida y su mejor obra titulada “Gobelinos” en 171 págs., que salió a insistencias del periodista Carlos Alberto Flores, su excelente amigo, con traducciones de José María Heredia y los Parnasianos.

Ese año Medardo Angel Silva publicó un artículo titulado Nosotros en el diario El Telégrafo y refiriéndose a Falqués Ampuero dijo: grande amador de Musagetes, que hace perenne su juventud cálida por el fervor de su vocación. Hablo de aquel buen artífice que pulió con mano benvenutina los camafeos de sus Rondeles indígenas, griego por el amor a la línea perfecta, meridional por su ardoroso verbo, en que se aspira fresca fragancia de pámpano y olor a una recién pisada.

En 1920 colaboró en la revista “Los Hermes” formada por una nueva generación de jóvenes ilustrados algunos de los cuales siguieron el camino de las bellas letras, en 1922 colaboró en la revista “Proteo”.

“Gobelinos” conoció dos ediciones más, tal su éxito, la de 1930 en 207 págs. y la del 39 “con 84 sonetos tan pulidos y limados por su autor, que ya no eran los originales sino variaciones sobre los mismos temas en la línea parnasiana, cuando el modernismo o simbolismo había impuesto sus ritmos nuevos y aconsonantados que Falquez jamás tentó, estacionado en una escuela literaria que no fue actitud, por eso su carácter transitorio y retrasado en la incesante búsqueda de la belleza, supremo fin estético”. Pero el aplauso no tardó en oírse de parte de críticos más bien conservadores como Arroyo del Río: ‘Tiene Ud. la rotundidad en el concepto, pulcritud en su expresión, agilidad en la forma, armonía en la rima”.

De esta época son algunas de sus mejores poesías: “DAprés nature” // A los vastos incendios de colores / de una tarde de julio bochornosa, / llegué a la granja donde se alza hermosa / la casa que ocuparon mis mayores. // Me ofrecieron los bardos ruiseñores / sus endechas, la fuente rumorosa, / espejo de la ninfa pudorosa, / cantaba a los favonios sus amores. // Mi noble overo, en sobresalto, para / junto a un cactus gigante en cuya vara / Pitón sus bodas trágicas consuma. // La cópula potente el árbol mueve / y vuela el aire por el aire leve / en un temblor de sonrosada bruma. // Sangre y Arena. A don Isaac J. Barrera. // El pueblo acude a la función de gala / cual la plebe de Roma al Coliseo / Hay de telas suntuoso cabrilleo, / mil abanicos en batir de alas, // El sol, en chorros de color, resbala / sobre capas y mantos en coleo / las manolas de rítmicos ceceo / destellan como luces de bengala. // Por los palcos, en ánforas de arcilla / ofrece la ojinegra gitanilla / sus refrescos que aceptan las huríes. // En la arena, do expira un bravo toro, / enjuga el diestro de chaqueta de oro, / su estoque tinto en gotas carmesíes. //

En 1920 escribió “Himno Gigante”, fantasía de la memorable acción del 9 de Octubre de 1820, que recitó para la sesión solemne del Centenario de nuestra independencia, en 21 págs. fue premiado y apareció en 1923. Era considerado el mayor poeta de entonces. Medardo Angel Silva había muerto y su fama aún era discutida, en cambio la de Falquez no tenía parangón y sus poesías se republicaban en todo el país. El 21 se editaron algunas en la Revista “Singulus” – uno solo – de corte arielista, que aparecía en Guayaquil.

En 1922 participó junto al pueblo en los luctuosos sucesos del 15 de Noviembre y su compadre el presidente José Luís Tamayo lo desterró a Lima donde trabajó varios meses en la redacción del Diario “El Comercio” y dejó bien sentado su nombre de poeta y literato. En 1923 regresó a Guayaquil poco después obtuvo la “Violeta de Oro” en la Fiesta de la Lira de Cuenca. En 1925 fue secretario de la Gobernación del Guayas durante los primeros tiempos de la revolución juliana, luego pasó a la secretaria del Tribunal de Cuentas y dio a la luz “Telas Áureas”, cuadros, recuerdos y narraciones en prosa en 228 págs.

Ese año ingresó al Poder Judicial y fue designado Juez Primero de Letras y “hasta los últimos días de su fecunda vida literaria, versos y prosas de ejecución magnífica fueron saliendo de sus aperos de artífice, paleta cromática o cincel”. En 1928 editó “Cajas de Cromos” con poesías líricas y versiones, precedida de una carta literaria del autor en 104 págs. En 1929 “Hojas de Acanto”, con trabajos en versos y prosa, en 200 págs.

A principios del 30 enfermó gravemente con fiebre tifoidea, se temió por su vida y fue aislado en el Hospital General donde lo atendió solícitamente su gran amigo el Dr. Leopoldo Izquieta Pérez, que logró salvarle con sulfas, pero la convalecencia fue larga y hasta penosa. Finalmente sus amigos se unieron y el 20 de Julio se le tributó solemnísimo homenaje por parte de un Comité especial organizado por el diario vespertino La Prensa y presidido por Luís Vernaza Lazarte, Modesto Chávez Franco Vicepresidente, Carlos Alberto Flores, Tesorero y Augusto San Miguel Secretario. El acto tuvo lugar en el teatro Olmedo y la reina de los universitarios Mercedes Wagner Velasco colocó una corona de laureles de oro en las sienes del “altísimo poeta”. Sólo tenía cincuenta y tres años, pero aparentaba más debido a que abusaba de la bebida. Antes que él, solo habían recibido este tipo de homenajes Numa Pompilio Liona, Dolores Sucres y su maestro y amigo Nicolás Augusto González. Sobrevivió diez y siete años pero ya no produjo como antes.

En 1934 su amigo el periodista Carlos Alberto Flores y también poeta en ratos perdidos le dedicó su obra “Panorama y otros Tópicos”. En 1935 publicó el poema “Jaramijó” en 46 páginas, ingresó como Miembro de Número del Centro de Estudios Literarios de la Universidad de Guayaquil y fue socio activista del Centro Liberal Radical del Guayas que dirigía el Dr. Carlos Alberto Arroyo del Río. Pasaba por ser el mejor sonetista del país, según opinión de los entendidos, pues poseía un estilo insuperable, aunque no tocaba asuntos de actualidad pues se había estacionado en la literatura de los maestros franceses del siglo anterior.

La vida, que no la jurisprudencia, mató su poesía, porque en dichos años fue Agente Fiscal Primero, después fue Segundo y finalmente, entre 1939 y el 44 Ministro Fiscal de la Corte Superior de Guayaquil.

Para explicar esta inercia final habría que considerar que no disponía de tiempo, el gusto literario había cambiado, el parnasianismo desembocó en el modernismo, éste dio paso a la vanguardia y finalmente advino el verso libre que se presta al engaño y a la mala palabra, todo tendía al plebeyismo, tan en desacuerdo, tan en disgusto de los espíritus de selección como el de Falquéz.

Sus últimos años fueron solitarios y tristes. Se encontraba distanciado de su esposa con quien vivía en la misma casa de madera que era propia pero en departamentos y pisos distintos, situada en el callejón Zaruma No. 124 entre Rumichaca y García Avllés, alejado de sus hijos que se habían casado unos y otros estaban ausentes del país, sus mañanas las gastaba en asistir a la Corte, a las doce concurría a la tertulia de la Botica Inglesa frente a San Álejo donde se reunían otros “viejos” a charlar, prolongándose las sesiones en un salón vecino hasta bien avanzada la tarde o la noche. Aunque a veces regresaba a su despacho en la Corte. Por eso en Enero del 44 Adolfo Simmonds escribió en “El Telégrafo” lo siguiente: “Allí va el poeta Falquéz Ámpuero llevado de la mano por un chiquillo. Con su grueso bastón golpea a un lado y a otro, camina ensimismado, funambulesco, extraño a la realidad, es el símbolo del alfarismo que se va.”

Con la revolución del 28 de Mayo de 1944 quedó desocupado y tramitó su jubilación, hasta que a las once de la mañana del domingo 23 de Marzo de 1947 su sirviente personal escuchó un golpe seco y al ir a ver qué pasaba, lo encontró en el suelo, fulminando por un infarto, mientras se afeitaba para visitar a su hijo Alberto, quien estaba casado con su prima Mercedes Lara Márquez, tenían familia, una posición más que mediana y le había invitado a almorzar en su casa. Le faltaban pocos días para cumplir setenta años pero representaba más.

El sepelio fue con honores como correspondía a su brillante calidad intelectual. Alto, blanco colorado y corpulento desde la mediana edad, el pelo lacio, peinaba partido el cabello por una ralla en la mitad y grandes bigotes negros que después blanquearon con el paso de los años. De majestuosa figura y rostro hermoso, fue travieso y enamorador con las damas quienes le perseguían con insistencia al punto que en Amberes no lo dejaban tranquilo con sus numerosas esquelas de amor.

Al morir solo dejó una valiosa biblioteca que ya no existe pues fue canjeada por uno de sus hijos – que solía escribir coplas bajó el pseudónimo de Mirlo Negro, – con una refrigeradora nueva. También quedó inédito el opúsculo “Pro Patria”. Su nieto político el Dr. Kléber Mora ha escrito una tesis con su biografía.

Fue un gran trabajador de la cultura. Pocos autores tan prolíficos como    Falques, él contaba que cada vez que iba donde su editor Jacinto Jouvín Arce, propietrio de la imprenta La Reforma, éste lo recibía sonreído y con cariño le palmeteaba en la espalda, diciéndole ¡Reincidente!. También fue autor de “Acuarelas Soleadas y Esbozos Tropicales” con poemas varios en 215 págs. y como por dedicarse a las letras no hizo clientela profesional, ni fue abogado de bancos o casas comerciales poderosas, vivió siempre una aurea mediocritas, bien es verdad que le tocó sufrir la mayor crisis económica del agro costeño suscitada por la caída de los precios del cacao y la drástica disminución de las cosechas por las plagas, período que va desde 1.916 hasta el 46 que comenzó el boom del banano en el Ecuador, tiempo en el cual reinó una pobreza que bordeaba en la miseria para casi todos. I no sería lógico finalizar este esbozo biográfico sin tomar en préstamo algunos párrafos de José Antonio Falconí Villagómez que dicen así:

La panthére noire De Leconte de Lisie

Une rose luer s’epand par les nuées;

l’horizont se dentelle, a l’Est, d’un vive éclair;

et le collier nocturne, en perles dénouées,

s’égréne et tombe dans la mer.

Toute une part du ciel se vét de molles flammes

qu’il agrafe a son faite étincelant et bleu.

Un pan traine et rougit l’émeraude des lames

d’une piule aux gouttes de feu.

Des bambous éveillés oú le vent bat  

Elle traine aprés elle un reste de sa chasse,

un quartier du beau cerf qu’elle a mangé la nuit

et sur la mousse en fleur une effroyable trace

rouge, et chaude encore, la suit.

des letchis au fruit pourpre et des cannelliers

pétille la rosée en gerbes d’étincelles,

montent des fruits frais par milliers.

Et des monts et des bois, des fleurs,

des hautes mousses,

dans l’air tiéde et subtil, brusquement

dilaté,

s’epanouit un flot d’odeurs fortes et douces,

plein de fiévre et de volupté.

Par les sentiers perdus au creux des foréts vierges

oú l’herbe épaisse fume au soleil du matin;

le long des cours d’eau vive encaissés dans leurs berges,

sous de verts arceaux de rotin;

La reine de Java, la noire chasseresse,

avec l’aube, revient au gite oú ses petits

parmi les os luisants miaulent de détresse,

les uns sous les autres blottis.

Inquiéte, les yeux aigus comme des fléches,

elle ondule, épiant l’ombre des rameaux lourds.

Quelques taches de sang, éparses, toutes fraiches,

mouillent sa robe de velours.

Autour, les papillons et les fauves abeilles

effleurent a l’envi son dos souple du vol;

les feuillages joyeux de leurs mi lie corbeilles

sur ses pas parfument le sol.

Le python, du milieu d’un cactus écarlate,

déroule son écaille, et, curieux témoin,

par-dessus les buissons dressant sa téte plate

la regarde passer de loin.

Sous la haute fougére elle glisse en silence,

parmi les troncs moussus s’enfonce et disparait.

Les bruits cessent, l’air brúle, et la lumiére immense endort le ciel et la forét.

La pantera negra Trad. de F. J. Fálquez Ampuero

Bañado resplandece

en luz rosada el horizonte. Finos

encajes deslumbrantes engalanan el célico plafondo,

y del oscuro seno de la noche

se desenjoyan lentas, titilantes,

las estrellas con feérico derroche

que el mar sepulta. Tiemblan adheridas

en rincón del espacio, leves llamas

de aspecto diferente;

10 por el viento batidas despiértanse las ramas flexibles de los índicos bambúes.

En las pomas de púrpura y las hojas

de canelo, el aljófar espumea

en producción de glóbulos de oro;

y sobre musgos, bosques y collados,

aura tibia y sutil, rápida orea;

sus pliegues desarrolla con sonoro

compás, y rueda, entre las grandes flores

de aquellos campos fértiles, cargada

de pungentes y cálidos olores.

Por ocultos caminos y senderos

de las vírgenes selvas en que hierve

la grama espesa, al sol de la mañana;

por las extensas márgenes del río

de arcos vetustos, negra soberana,

aparece la astuta cazadora, la pantera de Java que en el frío

del nebuloso amanecer regresa

hacia el cubil de bloques destrozados,

donde aguardan, famélicos, la presa,

entre montones de pulidos huesos

sus convulsos cachorros hacinados.

Con los ojos vibrantes como dardos,

más que camina, ondula acechando, nerviosa, en los jarales

a los ciervos gallardos.

Manchas de sangre, frescas, esparcidas

a trechos desiguales,         40

humedecen la piel de terciopelo.

Lleva restos calientes todavía

de una pieza asaltada en plena sombra,

y, en la inquietud febril de su recelo,

mientras avanza, cauta, por la umbría

tiñe de rojo la felpuda alfombra.

Mariposas y tábanos voraces hieren su espalda de flexiones ágiles,

y la floresta de intrincados haces

de rudas lianas y guirnaldas frágiles,

le brinda en sus joyantes canastillos

perfumes y colores;

pitón, en tanto enrosca sus anillos a gigantesco cactos escarlata,

y, curioso, debajo de las frondas

para verla pasar, yergue la chata

cabeza de tremores epilépticos.

En silencio deslizase la fiera

por calles en que el dátil y la higuera

alzan sus viejas copas a las nubes;

entre musgosos troncos desparece

su recia forma parda;

reina la calma, el aire se enrarece

y al rescoldo solar, el firmamento,

la espigada floresta, todo yace

en profundo sopor de enervamiento.

Aquí el lector a de observar que el traductor se aparta algo del molde original, en alejandrinos y heptasílabos. Si varía la forma, el fondo permanece el mismo. No es una traducción en la acepción rigurosa de la palabra, sino más bien una feliz versión, pero en ningún caso una paráfrasis. Parecidas licencias se han tomado otros insignes traductores de poetas antiguos y modernos. La «Oda XVIII» de Horacio a Quintilio Varo, traspuesta en silvas por don Javier de Burgos, lo es en alejandrinos pareados por el notable humanista doctor Aurelio Espinosa Pólit y en tercetos alejandrinos por el magnífico poeta Remigio Romero Cordero.

Más ajustado al modelo original, conservando incluso el mismo metro, aparece en las traducciones de Leconte de Lisie: «Paisaje polar» y «Los elefantes», traducidos también impecablemente por el doctor Borja. He aquí unas breves muestras:

Paysage polaire De Leconte de Lisie

Un monde mort, immense écume de la mer,

gouffre d’ombre stérile et de lueurs spectrales,

jets de pics convulsifs étires en spirales

qui vont éperdument dans le brouillard amer.

Paisaje polar Trad. de F. J. Fálquez Ampuero

Gélido mar azota socavando

de un mundo yerto la inferaz ribera;

en la noche polar, silente, y fiera,

pesados lurtes viajan zozobrando.

[…]

Les éléphants De Leconte de Lisle

Par un oiseau ne passe en fouettant de son aile

L’air épais, ou circule un immense soleil.

Parfais quelque boa, chauffé dans son sommeil,

fait onduler son dos dont l’écaille  étincelle.

LOS elefantes

Reina el silencio, por el ancho cielo ni un ala cruza que despierte brisa; un boa dormido en el caldeado suelo mueve su escama que la luz irisa.

Curioso es advertir que tanto Falquéz Ampuero como Borja convierten los alejandrinos franceses en endecasílabos, mientras los traductores venidos después añaden tres silabas más a este metro. Ya dijimos, por otra parte, que el alejandrino francés consta de doce silabas. Un ejemplo, perfecto lo ofrece el del poeta de «Les trophées»: 1 2 3 4 La Floride apparut SOUS un ciel enchanté los versos se hallan dispuestos armoniosamente en tríadas: La musicalidad y el ritmo se puede buscar en el número de silabas, como lo hacian los griegos y romanos, constituyendo el sistema prosódico; O, bien, en la disposición de las silabas y los acentos del lenguaje, según la métrica francesa. Ambos métodos exigen tiempos marcados y pausas de cesura. La lengua alemana se aprovecha de ambos sistemas, para los efectos del ritmo.

Bec de Fouquiers, elige al alejandrino francés como modelo, susceptible de ser descompuesto en cuatro anapésticos iguales.

A pesar de que el temperamento extrovertido de Fálquez, se adaptaba más a los moldes parnasianos, no dejó de traducir a poetas de otras tendencias, incluso a románticos como a Musset, a Baudelaire, precursor del simbolismo y a los maestros de este género como Verlaine y Laurent Tailhade.

Las traducciones de Falquéz, obsérvese que nos dan la esencia de la composición, aunque no sean todo lo literales que pudieran ser, recordándonos algunas versiones de Jorge Carrera Andrade, en quien el poeta es superior al traductor. Al revésde Antonio Zayas y Diez Cañedo, y en contraste con Pedro Salinas y Emilio Carrere, que son tan excelentes como traductores y creadores de poesía original. Y es que la labor de algunos traductores se reduce a la de retocadores de imágenes O restauradores de cuadros.

No podemos cerrar este capitulo sin la tentación de dar unas últimas traducciones de Fálquez. La del «Himno al sol» de Rostand y la de «El viejo orfebre», de José María Heredia, cuyo mejor discípulo era el poeta guayaquileño, llegando en algunos sonetos a la misma perfección que el autor de «LOS trofeos».

Hymne au soleil De Edmond Rostand

Toi qui séches les pleurs des moindres graminées

qui fais d’une, fleur morte un vivant papillon,

lorsqu’on voit, s’effeuillant comme des destinées,

trembler au vent des Pyrénées les amandiers du Rousillon.

Je te adore, Soleil! O toit dont la lumiére,

pour bénir chaqué front et múrir chaque miel

entrant dans chaqué fleur et dans chaque chaumiére, se divise et demeure entiére

ainsi que l’amour maternel!

Je te chante, et tu peux m’accepter pour ton prétre,

toi qui viens dans le cuve OÚ trempe un savon bleu,

et qui choisis souvent, quand tu vas disparaitre,

l’humble vitre d’une fenétre pour lancer ton dernier adieu!

Tu fais tourner les tournesols du presbytére,

luiré le frére d’or que j’ai sur le clocher,

et quand, par les tilleuls, tu viens avec mystére,

tu fais bouger des ronds par terresi

beaux qu’on n’ose plus marcher!

Tu changes en émail le vernis de la cruche;

tu fais un étendard en séchant un torchon;

la meule a, grace a toi, de l’or sur sa capuche,

et sa petite soeur la ruche a de l’or sur son capuchón!

Gloire a toi sur les prés! Gloire a toi dans le vignes!

Sois béni parmi l’herbe et contre les portails!

Dans le yeux des lézards et sur l’aile des cygnes!

O toi qui fais les grandes lignes et

 C’est toi qui, découpant la soeur jumelle et sombre

qui se couche et s’allonge au pied de ce qui lui,

de tout ce qui nous charme a su doubler le nombre, a chaqué objet donnant une ombre

souvent plus charmante que lui.

Je te adore Soleil! Tu mets dans l’air des roses,

des flammes dans la source, un dieu dans le buisson!

Tu prends un arbre obscure et tu l’apothéóses!

O Soleil! toi sans qui les choses ne seraient que ce quelles sont!

qui fais les petits détails!

Himno al sol Trad. de F. J. Fálquez Ampuero

Tú, que enjugas el llanto de los prados,

y de la flor de mustio terciopelo haces insecto bello y juguetón; tú, que al soplo tenaz de los nevados del Pirene, ¡contemplas desde el cielo los almendros cimbrear del Rosellón!

Te adoro ¡oh sol! que generoso bañas

la frente del artista y la colmena, veneros de la idea y de la miel; y que al filtrar en yemas y cabañas repartes tu caudal de luz serena ¡como hace con sus hijos madre fiel!

¡Mi voz te canta! Si aceptarme quieres

tu sacerdote soy. TÚ, que coloras la frágil pompa de jabón azul, cuando vas a lanzar tu adiós, prefieres la modesta ventana que en las horas de la cálida siesta, vela un tul.

El rosetón del viejo presbiterio

y, en la calada torre, mi áureo hermano,

a tus ardores se los ve brillar;

bajo los tilos llenos de misterio traza arabescos tu radiosa mano,

que no osa el caminante profanar.

Tu exaltas el barniz de los jarrones.

Con el húmedo lienzo que iluminas

hacen tus rayos un triunfal pendón;

y por el oro de tus altos dones

tienen las eras blondas capellinas,

y los panales rico capuchón.

¡Gloria a ti que en las viñas y portadas,

como en los ojos del caimán artero

y en el cisne, prodigas tu esplendor!

¡Gloria a ti que con sabias pinceladas

nos das el cuadro armónico y severo 35

y el detalle feliz y seductor!

Fijas la sombra que a placer se tiende,

como africana, perezosa esclava, al pie de objeto que a la luz está;

y cada forma su belleza enciende

con el encanto que la vista clava en el trasunto que tu amor le da.

Siembras el aire de tus vivas rosas,

doras al fuego la parlera fuente

y finge un dios tu rayo en el breñal. 45

Por ti existen los seres y las cosas, tomas un árbol seco, y regiamente lo cubres de apoteosis inmortal.

Le vlell orfévre De J. M. de Heredia

Mieux qu’aucun maitre inscrit au libre de maitrise,

qu’il ait nom Ruyz, Arphé, Ximeniz, Becerril,

j’ai serti le rubis, la perle et le béryl,

tordu l’anse d’un vase et martelé sa frise.

Dans l’argent, sur l’émail ou le paillon s’irise, 5

j’ai peint et j’ai sculpté, mettant l’ame en péril,

au lieu de Christ en croix et du Saint sur le gril,

o honte! Bacchus ivre ou Danaé surprise.

J’ai de plus d’un estoc damasquiné le fer

et, pour le vain orgueil de ces oeuvres d’Enfer,

aventuré ma part de l’éternelle Vie.

Aussi, voyant mon age incliner vers le soir,

je veux, ainsi que fit fray Juan de Ségovie,

mourir en ciselant dans l’or un ostensoir.

El viejo orífice Trad. de F. J. Fálquez Ampuero

Mejor que los artífices gloriosos los Ruiz, Jiménez, Arfe y Becerril; con perlas y esmeraldas mi buril ornó el cáliz de bordes ardorosos.

Siguiendo estos impulsos misteriosos 5

me di a esculpir los mitos del gentil,

y, en vez de Cristo, en plata o en marfil,

grabé un Baco de bucles pampanosos.

Por necio orgullo, estoques y puñales

adamascó mi temeraria mano,

aventurando el alma a grandes males;

Y hoy, como viejo que sus culpas odia,

quiero, a ejemplo de Juan el Segoviano,

morir bruñendo en oro una custodia.

El poeta guayaquileño realizó el mismo deseo que el viejo orfebre del soneto de Heredia:

Aussi, voyant mon age, incliner vers le soir,

je veux, ainsi que fit fray Juan de Ségovie,

mourir en ciselant dans l’or un ostensoir.