PERIODISTA.- Nació en la hacienda propiedad de su madre, en la Parroquia Cojitambo, Cantón Azoguez, Provincia del Cañar, el 18 de Marzo de 1885. Hijo legítimo del Dr. Miguel Falconí Andrade (Azogues 1852 – Portoviejo 1931) abogado graduado en Cuenca en 1890 Ministro Juez de la Corte Superior de Machala y de Portoviejo el 95 y en 1909, Rector del Colegio Olmedo el 98, Senador por el Cañar, dirigente político liberal del ala placista, fundador y primer presidente del Club de La Unión Manabita en 1916 en la casa del Comandante Segundo Cantos; casó dos veces, primero con su prima hermana Teresa Zamora Andrade nacida en Déleg.
El cuarto de una larga familia de trece hermanos que pasaron a Machala cuando su padre fue designado Ministro Juez de la Corte Superior de Justicia de El Oro. Luego vivieron en Portoviejo por iguales razones. En Azogues enviudó su padre y contrajo segundas nupcias con Luz María Pazmiño en quien tuvo diez hijos más, mientras el joven Aurelio se graduaba de Bachiller en el Colegio Olmedo de Portoviejo a principios de 1904. De acuerdo con su padre viajó a estudiar Jurisprudencia en la Universidad Central de Quito.
Residía en casa del Coronel Vargas Machuca en la Venezuela y García Moreno y empezó a colaborar en la revista quiteña “Albores Literarios”, órgano de la Sociedad Científico – Literaria Cervantes, publicación mensual de ciencias, letras y variedades, precursora del modernismo.
Desde 1906 se ayudaba trabajando como Oficial del Ministerio de Instrucción Pública y enviando periódicas colaboraciones literarias al diario “El Comercio” bajo el seudónimo de “Rodrigo Méndez”, que pronto se popularizó entre la juventud capitalina.
El 15 de Junio de ese año fundó en Quito con sus amigos Julio E. Rueda y Luis F. Veloz el quincenario de literatura “Altos Relieves”, presentándose como corifeos del nuevo arte con versos aconsonantados y francamente modernistas. Al mismo tiempo Miguel E. Neira publicaba en el puerto principal su libro de versos “Baladas de la Miseria” y eran numerosos los poetas jóvenes que escribían bajo la influencia de Rubén Darío, aunque con los rezagos propios de un romanticismo anacrónico. “
La nueva modalidad literaria había ingresado al Ecuador con Miguel Valverde y Nicolás Augusto González que no persistieron por dedicarse a la política y con voces jóvenes como las de Víctor Hugo Escala con sus Medallones, el ya referido Neira, Falconí y Veloz en Altos Relieves, publicación que salió hasta el No. 19 – 20, correspondiente a la primera quincena de Abril de 1907 y terminó por causas económicas, aunque desde Enero aparecía con fotograbados y desde el No. 15 con una portada medioeval art nouveau y a pesar de su corto período pesó decididamente en los comienzos del modernismo ecuatoriano, soportando las duras críticas del profesor Alejandro Andrade Coello que enseñaba literatura en el Instituto Mejía y era un romántico a ultranza.
Entre los colaboradores jóvenes de “Altos Relieves” estuvieron desde el primer momento Miguel Ángel Corral S. desde París, Rosendo Uquillas B. y Aurelio Bayas Argudo desde Cuenca, Manuel Pimentel Coronel desde Esmeraldas, Víctor Hugo Escala desde Guayaquil, César E. Arroyo, Julio E. Moreno, Alfredo Flores y Caamaño y María Natalia Vaca Santander desde Quito. También se publicaron versos románticos de Numa Pompilio Liona, Remigio Crespo Toral, Mercedes González de Moscoso, parnasianos de Antonio C. Toledo y entre los autores extranjeros no faltaron Charles Baudelaire y Víctor Hugo, los colombianos Guillermo Valencia, José Asunción Silva, Julio Esaú Delgado y Constantino Obando Espinosa, el nicaragüense José María Zeledón, el cubano José Martí y el peruano José Santos Chocano. Michael Handelsman, en “El Modernismo en las Revistas Literarias en el Ecuador,” ha opinado que la publicación de “Altos Relieves” significó la llegada definitiva del modernismo a Quito, del entusiasmo desbordante por la belleza y el arte y que en vez de haber solamente algunos elementos preciosistas que sirvan para introducir al público la noción de un cambio estético y de una nueva manera de expresión, se ve la conciencia de un programa artístico nuevo y moderno. “Vamos hacia la luz
dijeron los directores al inaugurarla enamorados del arte queremos ser artistas y cincelar como el orfebre, con nuestra pluma, el oro virgen de la idea, adornándola con los nácares impalpables y las coloraciones diáfanas arrancadas por la fantasía al infinito. La revista constituyó una llamada a la juventud a realizar sus sueños y a decidirse a seguir el ideal. En la misma nota introductoria se decía luego: Aquellos que sentís dentro del alma la honda nostalgia de lo bello, jóvenes que lleváis en vuestra mente la fiebre del ensueño, la fiebre de infinito, venid hacia nosotros para emprender nuestro vuelo de águilas a los espacios de luz. I frente al materialismo de la época estableció como lema la belleza sobre todo: Amad en fin, jóvenes pensadores, la Belleza en todas sus manifestaciones: en un ritmo, en una tela, en un mármol, en el matiz de una flor o en el mórbido seno de una virgen; pero sobre todo, la belleza del pensamiento y del estilo, sobre todas las bellezas de la tierra. Ella solamente os hará conocer la sagrada embriaguez y el goce puro y hondo de que es capaz el espíritu humano.
Cada revista publicada fue el producto de muchos sacrificios y sobre todo de un compromiso firme con lo nuevo y lo moderno, lo cual, generalmente, era rechazado por los demás. La tensión que resultó de este choque entre los valores modernos y los tradicionalistas se patentizó en Altos Relieves: No hay nada que espante más a los rutinarios y satisfechos que lo nuevo, lo que viene a destruir lo añejo y viciado. Hay que evitar la atrofia mental que empieza a negrear en los espíritus jóvenes, ávidos de ensoñaciones y clarinadas de batalla. Así pues, con esta publicación en Quito, los modernistas desarrollaron el espíritu y actitud que daría unidad a toda la época dentro y fuera del Ecuador.
En Octubre del año 7 editó un volumen de poesías titulado “Policromías” en 122 páginas con Carta – Prólogo de su amigo y compañero el pintor y poeta Luis F. Veloz, donde tentó estrofas con algo del ritmo de Guillermo Valencia el de los Ritos, quien sabía imprimir sones inesperados. Con este poemario Falconí entró con paso firme al modernismo en grupo con los pintores José Gabriel Navarro y Juan León Mera Iturralde, con los poetas Ernesto Noboa Caamaño y Miguel E. Neira y con la poetisa María Natalia Vaca, mayor a él unos pocos años, se ennovió y le dedicó su poema “Clemátide.”
Mientras tanto el presidente Alfaro había fundado la Escuela de Bellas Arfes bajo la dirección del artista español Víctor Puig y con tal motivo becó a varios estudiantes distinguidos, entre ellos Veloz que viajó a Italia. Parece que también hubo la intención de enviar a varios poetas, pero se interpuso la posición política del padre de Falconí que era del bando placista. “Si tu padre estuviera conmigo tú serías becado como Veloz” le dijo en cierta ocasión el Viejo Luchador, pero de todas maneras el viaje se hizo con dinero de su padre “quien no quería que permaneciera por más tiempo en la capital debido al peligro de que se hiciera morfinómano como otros jóvenes intelectuales amigos suyos y lo mandó a España”.
Antes de partir el joven Falconí le manifestó a su enamorada María Natalia que solo estaría tres meses vacacionando en Europa y que regresaría a casarse con ella. Estuvo primero en Cádiz y Madrid, de allí siguió a Barcelona donde se quedó tres años trabajando en diversas revistas y publicaciones. En Villafranca, cerca de la Ciudad condal, conoció al boticario José María Roura Oxandaberro, a quien aconsejó viajar al Ecuador como artista pintor, pues se maravilló con su arte. En Barcelona trató a numerosas personalidades del mundo de las letras como Eduardo Zamacois en cuya revista “Blanco y Negro” escribió varios meses, a los hermanos Gómez Carrillo, al ilustre José María Vargas Vila, quien lo honró con su amistad.
De este último contaba que habiéndole visitado en cierta ocasión para mostrarle su poema “Nota de Color” a fin de que lo juzgara, le encontró leyendo una obra de Jacinto Benavente y dejándola a un lado y tomando la poesía, le expresó “Ahora Falconí, vamos a poner una rosa sobre una montaña”.
También trató en Barcelona a Enrique Baquerizo Moreno que estaba exilado a raíz de la revolución de 1907 y al político Hernán Siles, a quien después volvió a ver en Guayaquil en 1925.
El 9 apostó dos cajas de champagne con un, amigo cubano que elogiaba a un miniaturista por haber escrito su nombre en la cabeza de un alfiler. Yo también puedo hacerlo dijo Falconí y aún superarlo, voy a escribir uno de los Siete Tratados de Montalvo en una simple tarjeta y lo logró después de varias horas. La tarjeta aún la conserva su hijo como curiosidad.
El 10 dictó una charla en el local del Círculo La Unión Mercantil de Barcelona. Él 12 regresó a Guayaquil y se afilió al Partido Liberal oficialista comenzando a redactar los Manifiestos con Carlos Alberto Arroyo del Río; en varías ocasiones ocupó la secretaría de la Junta Suprema aunque no le gustaba hacer política activa.
El 13 dirigió la revista quincenal e ilustrada “Sudamérica”, colaboró en las revistas “El Diario Ilustrado” de Quito y en los diarios “El Nacional” y sobre todo en “El Guante” de Guayaquil, en este último escribió como “Meñique”. El 14 salió electo Diputado por Manabí y al llegar a Quito fue atacado a sombrillazos, a plena luz del día y en una céntrica calle, por su antigua novia María Natalia Baca, que no le perdonaba que la hubiera dejado plantada por irse a Europa. Ella se casaría de más de treinta años con el notable jurisconsulto y político conservador Dr. Manuel Elido Flor Torres, quien fue candidato a la presidencia de la Asamblea Nacional en 1 945 y a la presidencia de la República el 48, elecciones que perdió por escaso margen ante el liberal Galo Plaza Lasso. En estas elecciones también terció el candidato comunista Manuel Agustín Aguirre.
El incidente de los sombrillazos tuvo cauda de recuerdos y fue materia de más de un chusco comentario, pues nuestro poeta tuvo que emprender la fuga precipitadamente, seguido de la iracunda María Natalia, a quien no le faltaba sobra de razón para perseguirle.
En septiembre del 15 contrajo matrimonio en Guayaquil con María Esther Velasco Galdós a quien había conocido dos años antes con motivo del fallecimiento de doña Lorenza Galdós de Velasco, cuya Nota Necrológica había redactado para El Guante. Fue un matrimonio feliz y bien avenido, comenzaron al lado de la iglesia de San Alejo.
En 1916 colaboró en la revista “Helios” de Medardo Ángel Silva aunque esa publicación no fue enteramente modernista. Ese año fue designado miembro de la Real Academia de Ciencias y Artes de Cádiz.
Su vida se deslizaba entre “El Guante” donde colaboraba muy cercanamente a Manuel J. Calle y el manejo de los bienes de su esposa que era una persona pudiente. Calle le distinguía e invitaba al salón “La Roma” cuando le regalaban botellas de champagne y al fallecer en 1918 le heredó su columna; la más famosa del periodismo nacional.
Entonces se cambió a Pedro Carbo y 10 de Agosto de donde salió para habitar hasta su muerte en una casa propia de dos pisos altos, de construcción mixta en la esquina de Maldonado y Chile. Desde el 18 en adelante colaboró en “La Nación”, “La Tribuna”, “El Conservador” y “El Mercurio” de Quito,
El 1918 el Director de Estudios del Guayas Dr. Carlos Monteverde, que era un viejo con fama de neurótico, le designó Visitador Escolar de Guayaquil. El joven Medardo Ángel Silva era su amigo y acostumbraba visitarle para que le permita tocar al piano. En una ocasión le pidió trabajo y Falconí se lo consiguió con Monteverde, en una escuelita fiscal. Silva le correspondió el favor dedicándole su hermosa poesía “Amanecer cordial” en la revista Patria y en un artículo titulado Nosotros, aparecido en las páginas de El Telégrafo en 1919 le menciona: Aurelio Falconí, que fue de los iniciadores de la evolución modernista, cuyo perfil recuerda los vasos antiguos en que se ve coronado de pámpanos un sátiro cuyos labios tienen el don armónico que rige el paso de una teoría de ninfas, con el suspiro melódico de una flauta pánida. Ese año colaboró en el periódico “El Progreso” y en la revista “Páginas Literarias,” ambas de Cuenca, donde aparecieron sus artículos sobre el Alfarismo y Aires de Romanzas, Lo Triste es así y Salón Antiguo.
El 23 colaboró en “La Tribuna” de Cuenca, obsequió su cuadro “La Caridad” a la Casa Cuna de Guayaquil, ascendió a miembro del Consejo Escolar y salió disgustando de “El Guante” con su amigo Rosendo Aviles Minuche. El 1 de Agosto de ese año fundó con Pompilio Ulloa Reyes el diario “La Prensa” en Aguirre y Boyacá, pero al poco tiempo se resintieron por unos artículos fuertes de Falconí contra el gobierno; por eso el l de Mayo de 1924 pasó a la redacción de “El Universo” donde continuó por muchos años como Editorialista.
A principios del 25 José Vicente Trujillo, que estaba de Rector del colegio Vicente Rocafuerte, se lo llevó de profesor de Castellano, Literatura e Historia. Entre el 26 y el 27 ocupó el Vice rectorado y durante un corto período desempeñó interinamente el rectorado en ausencia del titular. Después cambió de cátedra y dictó Estética y Mitología.
En 1926 participó en las Sabatinas del Vicente Rocafuerte. Fruto de ellas fue su “Fundamentos de Estética, como ciencia de lo bello”, texto arreglado para uso de la segunda enseñanza en el Ecuador, en 44 páginas.
También el año 26 fue nombrado Cónsul ad hoc de Bolivia en Guayaquil, escribió contra el gobierno del Dr. Isidro Ayora y fue conducido preso a Quito. Un amigo común interpuso sus buenos oficios para que se reuniera con el presidente en la Clínica Ayora, donde se produjo el siguiente diálogo: – “Usted es mi peor enemigo, me ataca ¿Por qué? Señor Presidente, Ud. mira las cosas desde arriba y nosotros los periodistas desde abajo. “Bien, queda Ud. en completa libertad y ya me confirmará lo dicho.
Al poco tiempo Ayora le designaba Concejal del Cantón Guayaquil y como tal ocupó la Vicepresidencia del Concejo durante el período del Dr. Leopoldo Izquieta Pérez que fue cuando se inauguró el Palacio Municipal. Falconí fue Concejal hasta 1928, comisionado de Parques y Alamedas, y ^ bajo su influjo se construyó el Parque
Infantil, mejorando notablemente el sector de las calles Maldonado, Chile y Chimborazo, que era casi un potrero y servía de guarida de malandrines. También amplió varias calles de la ciudad y adecentó el sector del malecón, x La rotonda y por las tardes recibía las visitas de Víctor Paz Estensoro, desterrado en Guayaquil. El 29 editó un pequeño álbum o guía de la ciudad.
El 33 fue Sub contralor de la República durante la Presidencia de Juan de Dios Martínez Mera y aprovechó para editar en la Imprenta Nacional un texto para enseñanza secundaria titulado “Tratado de Mitología Griega y Romana” en 124 páginas con numerosos grabados en blanco y negro, y el poemario “Cromática Sentimental” en 127 páginas con portada y dibujos art nouveau de Víctor Mideros, con versos que ya no significaban nada en el devenir de las ideas estéticas del país, que vivía un postmodernismo mejor conocido como Vanguardia, cuyos temas abordaban la realidad social del hombre ecuatoriano, totalmente alejada del sentimentalismo extranjerizante y superficial de los años diez al veinte. Fue una gran lástima que siguiera en los viejos temas y con las formas ya superadas por los nuevos tiempos. Su poesía se había diluido, él lo comprendió así y ya no tensó su lira; gastando sus horas de ocio en la paleta, el óleo y el pincel, e hizo muchos cuadros, copias de otros famosos, su auto retrato mirándose en un espejo, etc.
Como no tenía descendientes adoptó a un niño que crió con amor y dedicación junto a su esposa y lo llamó José.
El 35 fue electo miembro del Centro de Estudios Literarios de la Universidad de Guayaquil. El 36 figuró entre los socios iniciadores del Círculo de Periodistas del Guayas que se fundó a instancias de los directivos de El Universo. Su casa era cenáculo de poetas e intelectuales en la década de los treinta al cincuenta.
El 37 ascendió al poder su amigo personal el General Alberto Enríquez Gallo quien le designó Director Nacional de Propaganda y lo tuvo de Asesor. A veces le iba a ver por las noches y decía: “Cholito: Escúcheme bien lo que le digo y me lo pone en español” porque no tenía estilo literario. Falconí vivía en Quito en la Esmeralda y Venezuela y le tocó redactar el Manifiesto convocando a la Asamblea Constituyente.
Enríquez se portó muy bien con él pues al despedirse de sus colaboradores, a todos obsequió una pequeña gratificación en efectivo y a Falconí, en cambio, por la consideración que le guardaba, le entregó su retrato autografiado y unos pañuelos muy finos, bordados por sus hijas.
Entonces ascendió a la presidencia Manuel María Borrero, quien también le distinguía, al punto que le designó su secretario privado. Julio Teodoro Salem y la Policía consultaron a los militares para proclamar la dictadura de Borrero, pero éste se negó rotundamente en homenaje a la memoria de su tío abuelo el gran civilista y Presidente Antonio Borrero, de manera que al finalizar su período Falconí volvió a Guayaquil.
El 42 y a petición de su amigo Víctor Emilio Estrada escribió “Paginas heroicas del liberalismo, análisis del ambiente de la época en que inició su vida política don Emilio Estrada” brillante ensayo, como todo lo suyo, que se insertó en “Vida de un hombre” entre las páginas 157 y 202. Ese año viajó un mes a Rochester a operarse la próstata en la Clínica Mayo.
En la madrugada del 29 de Mayo de 1944 sufrió el susto de su vida cuando las turbas atacaron su casa a bala, con el fin de apresar al Coronel Carlos Matías Elizalde, Concejal del Cantón y presidente de la Junta Liberal del Guayas, quien vivía con su familia en el primer piso. Falconí y los suyos habitaban en el segundo, pero siendo el edificio de construcción mixta, las balas atravesaban el piso y pusieron su vida en serio peligro.
Esos días había permanecido enfermo y en cama atendido por el Dr. Juan Tanca Marengo, pero tuvo que levantarse para buscar un refugio más seguro en los cuartos posteriores. El día 30 publicó una protesta en El Universo, quejándose del irrespeto irrogado a la sede del consulado de Bolivia, cuya representación ostentaba.
El 45 recibió la Orden del Cóndor de los Andes de Bolivia en el grado de Gran Oficial e ingresó al Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana por la sección de Literatura y Poesía. Ese año terminó otro ensayo histórico que tituló “Pequeña Enciclopedia ilustrativa y Vida Política del Ecuador de 1935 – 1945” inédito, cuyos originales se han traspapelado.
Fue Decano del H. Cuerpo Consular de Guayaquil por dos ocasiones. Cada 6 de Agosto abría la sala de su casa con muebles tallados, lámparas de cristal y otras antigüedades y recibía a las autoridades, amigos y miembros del Cuerpo Consular por ser el día de la independencia de Bolivia, costumbre que no perdió jamás porque fue desde su juventud un esteta y como buen modernista amaba lo bello y la belleza en sí misma. El 58 visitó Miami durante un mes con su esposa e hijo.
En la década de los 60 decidió retirarse de toda actividad. Gozaba de una jubilación como periodista, había compuesto un poemario titulado “Gramática Sentimental” que no quiso editar y que también se ha perdido, formaba parte de la Academia Ecuatoriana de la Lengua Núcleo de Guayaquil con intelectuales de aproximadamente su edad como Arroyo del río, Justino Cornejo, Abel Romeo Castillo, José María Egas, José Falconí Villagómez, esperanza Matheus de Peña, Antonio Parra Velasco José Antonio Gómez González y monseñor Antonio Bermeo.
Permanecía en su casa leyendo o descansando, preocupado siempre de la educación de su nieta Miriam Falconí Falquéz que era su adoración. Leía en varios idiomas y hablaba perfectamente francés, italiano, alemán y catalán. Sabía algo de esperanto y de griego, nunca quiso aprender el inglés.
El 70 se comenzó a sentir mal a consecuencia de una vieja hernia en el ombligo que le dolía y mortificaba. Dejó de ir al centro en automóvil por las mañanas como era usual en él y a principios de Agosto fue a la Clínica de su amigo el Dr. Eduardo Alcívar, quien le operó sin complicaciones y cuando estaba por egresar, siendo las tres de la mañana del 6 de Agosto, le vino un súbito aplanamiento cardíaco y murió.
Fue un caballero y un periodista a carta cabal. Poseyó estilo y dialéctica, escribió mucho y bien, también usó los seudónimos de “Clavel” y “Lovelay” en “El Guante”. Su estatura más bien pequeña, muy delgado aunque después ganó algo de peso. Su rostro blanco y bien afeitado, su palabra docta, su manera suave y cortesana. Gozó de prestigio y ejerció influencia y poder a través de su pluma sobre el pensamiento de su tiempo, pero no fue erudito.
TARJETA: / Si no sabes amar ¿Para qué quieres? / que arranque una armonía de mi gama. / Mis versos son ardientes como llama / y viven del amor de las mujeres. // Si tu pecho glacial no se conmueve / al beso del amor, estro radiante, / no quiero que mi estrofa fulgurante / se apague entre los copos de tu nieve. // Su mejor época coincidió con la publicación de la revista “Altos Relieves” en Quito donde aparecieron versos francamente modernistas y ese mismo año Miguel E. Neira editaba su poemario “Baladas de la Miseria”. Meses más tarde en 1907 Falconí reincidió con versos de franca influencia rubendariana en “Policromías” al igual que lo hacía ese otro poeta joven llamado Víctor Hugo Escala, dejando a un lado el parnasianismo inicial que los había alentado.