PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA.-
Nació en Quito y fue bautizado el 21 de febrero de 1747. Hijo legítimo de Luís de la Cruz y Espejo, hijo de Luís Chusig, de oficio picapedrero en Cajamarca al norte del Perú. En idioma quichua significa lechuza, que cambió su apellido por Benites y luego por los de la Cruz y Espejo, que debían venirle por algún ascendiente varón en aquella ciudad. Llegado a Quito de solamente quince años como criado o paje de cámara del fraile betlemita José del Rosario, Director del Hospital de la Misericordia de Nuestro Señor, fue por muchos años barchilón hasta que ascendió a administrador y cirujano en dicho centro de salud. También fue cirujano y médico de los conventos dominicano y agustino con 50 y 100 pesos mensuales de sueldo respectivamente. Hacia 1744 contrajo matrimonio con María Catalina Aldaz y Gordillo, mulata, hija de Juan de Aldaz y Larraincar y de Petronila Gordillo, vecinos de calle larga de San Sebastián, al lado de la casa del Hospital de San Juan de Dios. Esta pareja – los Espejo Aldaz – adquirió en 1758 por remate público una casa en la calle del Mesón (hoy Maldonado)
Los primeros años del niño Eugenio fueron de duro trabajo al lado de su padre, haciendo observaciones en el Hospital como buen curioso. De él recibió las primeras letras, luego estudió en las aulas abiertas por los dominicanos a los niños pobres y entre 1759 y el 62 fue alumno de los jesuitas. En el curso de filosofía figuró como discípulo del padre Juan de Hospital, quien le puso en contacto con la nueva ciencia. En Astronomía conoció los descubrimientos de Copérnico y Newton aunque para no desafiar la ortodoxia católica se continuaba enseñando el sistema intermedio de Tycho Brahe a pesar de sus incongruencias notorias, tal la hipocresía científica que imperaba en la Audiencia de Quito en esos tiempos.
El 5 de junio de 1762 se graduó de Maestro en Filosofía con cinco Ases, seguía viviendo en el Hospital de mujeres, ya había producido en Quito la irrupción de las nuevas tendencias científicas y filosóficas que la historia conoce como “la Ilustración”, fundamentada en la experimentación y el raciocinio.(1)
“A los quince años de edad se presentó a una Sabatina deseando ardientemente ser conocido por su bello espíritu y aunque logró las celebridades del Colegio dominicano de San Fernando, el vulgo le despreció por su baja calidad y tomando opuestos dictámenes se ocultó lo más que pudo y así ha conseguido el arte de esconderse, logrando ventajosísimamente convertirse en un hombre de letras y que se piense muy mal de sus alcances, conocimientos y literatura”.
Dedicaba doce horas diarias al estudio y a una lectura rapidísima, insaciable y desordenada de todo cuanto caía en sus manos confiando en su memoria; pero luego comprendió que debía apuntar datos y citas para fortalecer sus escrito y comenzó a llevar un archivo. Su naturaleza era sensible, débil y delicada, a veces enfermaba. En 1764 murió uno de sus hermanos durante la epidemia de viruela que azotó la ciudad de Quito y sus alrededores; después perdió la vida su madre,
posiblemente de cáncer al útero. Su padre era dueño de una casa propia y de varios cientos de pesos entregados a censo a los jesuitas y vivía con sus hijos solteros Eugenio, Manuela y Juan Pablo, que habiendo abrazado la carrera eclesiástica sin ninguna vocación y solo como modus vivendi, tenía una familia natural.
En 1765 ingresó a la Facultad de Medicina pues tenía experiencia como ayudante de su padre en el Hospital, donde había tomado lecciones con el padre Liria, hombre de vastos conocimientos en ciencias naturales, quien le hizo examinar de los doctores Gaudé y Urrú y estos informaron que no era necesario saber tanta anatomía para ejercer la Medicina. Se vivían tiempos agitados, ese año ocurrió la sublevación de los barrios quiteños en protesta por la creación del impuesto de las alcabalas y durante tres meses gobernaron los líderes barriales, aunque después comenzó la represión.
El 27 de febrero de 1767 fueron expulsados los jesuitas y la Universidad de San Gregorio cerrada, sus discípulos quedaron mal vistos en sociedad, entre ellos Espejo, que sólo contaba veinte años de edad y tuvo que litigar contra la Junta de Temporalidades para que le devolvieran a su padre los pesos dados a censo, a dichos religiosos.
El 22 de Julio se graduó de Médico, recibió el título de manos del padre Rector Nicolás García, aunque por tiznado, así llamaban a los que no eran blancos, tuvo problemas para ejercer y recién en 1772 las continuas epidemias de viruelas hicieron imprescindibles sus servicios profesionales y sólo entonces el Cabildo le autorizó a condición de practicar un año más en el Hospital.
Leopoldo Benítez Vinueza indica que fueron muchos los dolores sufridos y las amarguras calladamente devoradas pues la sociedad colonial sólo podía ofrecerle la burla cruel o el desprecio insolente, que él creyó superar en su trayectoria de escritor y político,
minando con actitud prudentemente callada el edificio de la colonialidad. Fue eso lo que le impidió ser un revolucionario auténtico o un caudillo rebelde. Dubitante entre mundos diversos, su drama fue no sólo el personal de la evasión inoperante, sino que trasuntó el de su casta marginal, indecisa entre los bordes de una casta superior a la que aspiraba y una inferior a la que por defensa espiritual y hasta ideológica, temía volver.
Ese año 67 inició los estudios de Derecho Civil y Canónico en la Universidad de Santo Tomás regentada por los padres dominicanos. El 71 su padre hizo testamento y le nombró su Albacea.
Entre el 67 y el 79 fue un período de doce años en el cual maduró en lecturas, ejerció su profesión con éxito y formó una biblioteca. El 78 falleció su padre en Quito, el 79 emergió prácticamente de las sombras pues su nombre sólo era conocido por unos cuantos espíritus elevados, con una obra de tesis en 2 hojas y 9 conversaciones eruditas para el estímulo de la literatura, que dedicó al Presidente de la Audiencia, José Diguja y circuló manuscrita bajo el título de “El Nuevo Luciano” o despertador de los ingenios quiteños y firmó como Xavier de Cia Apéstegui y Perochena, tratando de sugerir nobleza a través de estos apellidos que le correspondían por su lado materno en Navarra. I aquí encontramos nuevamente su arte de esconderse “como contraste con el impulso hacia arriba, eternamente frustrado, que da a su vida un sabor amargo”.
(1) La Ilustración fue el movimiento ideológico y cultural surgido en Francia a comienzos del siglo XVIII, que pronto se fue extendiendo por todos los ambientes intelectuales de Europa y occidente. También se la conoce con el nombre de Filosofía de las Luces porque se fundamenta en el poder de la razón y su capacidad crítica. Emanuel Kant la definió diciendo que era el fin de la minoría mental del hombre. “Ten el valor de servirte de tu propia razón” fue la divisa, de suerte que fue la liberación de la razón de un estado de subordinación minoritario en el que había estado presa por siglos a causa de la ignorancia, la superstición, la intolerancia, el poder arbitrario e ilimitado de las monarquías, el oscurantismo y el respeto a la tradición. La revolución inglesa de 1688 permitió su comienzo y la revolución francesa de 1789 su triunfo. El fin último de este movimiento fue extender el análisis racionalista a todos los campos de la experiencia humana, a través de una búsqueda constante y rigurosa en el método. Todo lo relativo al mundo del hombre y la naturaleza tenía razón de ser, lo demás no.La Ilustración despreció por improductivo y falto de interés todo cuanto estuviere más allá de los límites de la experiencia tales como: la metafísica, la religiosidad y otras formas aberrantes de pensamiento, a las que se tiene por productos de la fantasía y la superstición. La Ilustración nació con Newton, siguió con Descartes, Spinoza, Leibniz, Malebranche, tomó cuerpo con la física y la química, triunfó con la mecánica, de manera que dio paso en el siglo XIX a la verdadera y única ciencia, que aspira a la comprensión de los fenómenos y leyes del universo prescindiendo de causas sobrenaturales y hasta aberrantes como el espíritu santo, la providencia divina, la milagrería, el shamanismo, las prácticas carismáticas, la yoga, etc. |
“Ese estado psicológico imprimió a su carácter de osada actitud, un tono entre burlesco y despectivo, que él mismo describirá luego en una suerte de autorretrato diciendo: Cuando se presenta a cualquiera, impone sin querer por su gravedad natural, pero tratado con franqueza se ve que es mucho lo que se ríe a la vista de todos, pero es muchísimo más lo que a solas se ríe, porque en casi todos los hombres halla con facilidad ese lado por el cual son más hombres, esto es, vestidos de más o menos ridiculeces”.
El Nuevo Luciano es un diálogo entre dos personajes imaginarios, el Dr. Miguel Murillo, médico pedante y conceptista y el Dr. Luís de Mera, ex jesuita ambateño, de luces, saber y prudencia. El diálogo fue escrito en imitación a los diálogos de Luciano de Samosata aunque sin la gracia de este pues siendo su primera obra adoleció de estilo, se basó en la obra del padre José Francisco Isla, autor de fray Gerundio de Campazas y tuvo el valor de una ácida crítica al sistema educacional vigente, acusando a quienes debían hacer profesión de la sabiduría y vivían en la ignorancia. Espejo encuentra que es natural que sus coterráneos estén acostumbrados a la lisonja y que llamen bello espíritu a cualquier predicador que haciendo gala de un uso abusivo de las Sagradas Escrituras, decía cuatro cosas insustanciales en estilo florido, pomposo y lleno de retruécanos. Entiende a los estudiantes por vivir en un estado de confusión al recibir simultáneamente los fundamentos filosóficos de un sistema aristotélico escolástico ya refutado en el mundo de la cultura de entonces, en extraño contubernio con los principios de la investigación inductiva y de las ciencias exactas modernas. Descubre en el sistema educativo lagunas intolerables para cualquier enseñanza que pretenda acercarse a la verdad, así como la ausencia de idiomas modernos, ignorancia de la ética, de la historia, en los planes de estudio corrientes, etc.
Tales novedades, contenidas en un simple escrito, dieron pábulo a numerosos comentarios, sobre todo entre los panegiristas de los jesuitas y el mismo Espejo se decidió a escribir en 1780 una réplica que tituló “Marco Porcio Catón o Memorias para la nueva impugnación del Nuevo Luciano” en 5 págs. que firmó como Moisés Blancardo y dividió en 20 capítulos que avivaron la polémica, pues defendió a los personajes que había ridiculizado en el Nuevo Luciano y atacó duramente al Dr. Cia que él mismo había creado, al punto que volvió a las andadas contra replicando con “La Ciencia Blancardina”, polémico escrito contra el Dr. Blancardo y ensayo erudito contra las afirmaciones del mercedario Juan Aráuz y Mesía, quien había escrito palabras injuriosas contra Espejo en una aprobación dada a un discurso fúnebre del Dr. Ramón de Yépez, en cuyo despacho había practicado Espejo el Derecho Civil.
El Dr. Fernando Jurado Noboa al examinar como psiquiatra la conducta del precursor Espejo y su tendencia a usar pasquines, dice que ella revela su agresión, su frustración y también su gran temor al medio social que le tocó vivir. Esto de la ciencia blancardina lo tomó Espejo de un cierto jesuita llamado Stephan Blankard autor holandés de un “Lexicon Medicum,” obra más que superficial pues que solo trata sobre los placeres del té, el café, el tabaco y el chocolate, publicada en Magdeburgo en 1.748 que gozó de gran acogida en su tiempo aunque realmente no decía nada en especial o de alguna importancia.
Sus tres ensayos le presentan escritor maduro, “crítico literario que luchaba por el discernimiento justo, alejado de los sistemas escolásticos y dentro de los principios de la investigación inductiva y de las ciencias exactas. Entonces comenzó a escribir sermones para su hermano Juan Pablo, que se han coleccionado en 65 págs. y su “Carta al padre La Graña” en 33 págs. dirigida al franciscano fray Pascual Cárdenas, contestándole ciertas interrogaciones en torno a las indulgencias y demostrando avanzados conocimientos teológicos y canónicos.
En 1780 tuvo sus primeras diferencias con el director del Hospital el padre betlemita José del Rosario y se conoció en Quito el levantamiento que llevaría en la Nueva Granada al enfrentamiento de los Comuneros contra las armas del Rey. A principios del 81 tradujo del griego el “Tratado de lo Maravilloso y Sublime” del escritor latino Dionisio Casio Longino. En junio compuso un sermón panegírico del apóstol San Pedro para que lo predique su hermano en Riobamba. A finales de año, decidido a ingresar a una exitosa carrera dentro de la alta administración del estado, solicitó un certificado de hidalguía que le fue negado por no tener limpieza de sangre.
En 1782 estableció una demanda contra don Sancho de Escobar Cura de Zámbiza. En febrero del 83 el Presidente José García de León y Pizarro, para librarse de Espejo, a quien reputaba “hombre rencilloso, travieso, inquieto y subversivo, si bien lo era en gran parte por la buena causa”, le designó médico de la expedición del Ingeniero Francisco Requena, comisionado para demarcar las fronteras de la Audiencia de Quito con el Gran Pará y el Marañón, según el Tratado preliminar de límites suscrito entre España y Portugal y como se fijaba su residencia en el lejanísimo pueblo de Teguel, se resistió a cumplir tan decoroso destino que sin embargo le era altamente inconveniente a sus actividades y emprendió viaje a Lima, pero al llegar a Riobamba fue denunciado por su amigo el Dr. José Miguel Vallejo y el Corregidor le mandó a tomar preso aunque sin consecuencias, pues solo estuvo mes y medio en prisión porque ascendió a la Presidencia su amigo José de Villalengua y Marfil, yerno del anterior, obtuvo que se le perdone el arresto y volvió a la capital.
Entre los meses de julio y agosto de 1785, con motivo de las graves epidemias de sarampión y viruelas que asolaban Quito y que mataron entre cinco y ocho mil personas, fue comisionado por los médicos y el Cabildo para estudiar el método propuesto contra la viruela por el Dr. Francisco Gil en Madrid. Espejo atendía a los enfermos del barrio de San Sebastián y hasta quiso elaborar unas estadísticas pero no fue apoyado; sin embargo, fruto de tales experiencias fue un agradecimiento del Cabildo y sus “Reflexiones sobre la viruela” en 179 págs. manifestando que “esas partículas que hacen el contagio, son otros tantos cuerpecillos distintos del fluido elemental elástico que llamamos aire”, adelantándose a su tiempo en la Audiencia, donde – excepto los padres Juan Bautista Aguirre y Juan Hospital – que ya hablaban sobre la existencia de los microbios, aún cuando no habían podido descubrir la existencia de dichos cuerpecillos con el microscopio y recomendando la prosecución de “las observaciones para demostrar científicamente el papel patógeno de los microbios”.
I mientras en la corte española le reconocían méritos, en Quito los médicos y los frailes betlemitas le reprochaban ante el Cabildo ciertos términos injuriosos emitidos en el Capítulo final que trataba de los médicos y el asunto pasó a conocimiento del Presidente de la Audiencia que exigió “romper o no dar uso al escrito” y como se resistiera Espejo a realizar tal desatino, fue aconsejado por dicha autoridad que viaje de preferencia a Lima, donde podría lucir sus conocimientos escribiendo para el Mercurio Peruano.
El 86 partió en compañía de su hermana Manuela pero se quedaron a vivir en Riobamba, mientras tanto había dirigido al Rey Carlos III y al Ministro de las Indias, José Gálvez, Marqués de la Sonora (1729 – 1786) sendos ejemplares de sus reflexiones y cuando el Dr. Gil editó una “Disertación Médica” que circuló profusamente por España y América, incluyó entre otros comentarios un elogio al Dr. Espejo, a quien calificó de “hombre versado en todo género de literatura y verdaderamente sabio”.
En diciembre fue contratado en Riobamba por Tomás García Sierra, Procurador de los curas de esa ciudad, acusados por el Alcalde Ordinario, Ignacio Barreto, comisionado para la recaudación de tributos, de ser los causantes de la decadencia económica de los indios. Espejo escribió un Alegato, compendio enjundioso de conocimientos del más variado orden político, por tratar sobre puntos tan diversos como la agricultura, el comercio, la política, las manufacturas y el real erario, que fue entregado a las autoridades y le ocasionó una inmensa polémica y numerosas querellas, pues los personajes aludidos se violentaron y el 19 de marzo de 1787 José Miguel Vallejo hasta quiso asesinarle.
Espejo se alborotó y escribió ocho Cartas riobambenses en 10 págs. especie de exabrupto o disarmonía en total oposición a sus elevados y discretos trabajos llenos de mesura; pero en esta ocasión se alteró y puso al descubierto algunas intimidades domésticas que afectaban el honor de María Micaela Chiriboga y Villavicencio, a quien fustigó bajo el apelativo de madamita Monteverde con la reseña de unos pecadillos de poca monta (sus relaciones adúlteras) rompiendo la dinámica científica y culta de sus anteriores Reflexiones.
Su amigo el Presidente Villalengua le solicitó regresar a Quito para concederle un empleo honesto, pero habiéndose enterado por parte del padre José del Rosario, ya convertido en enemigo de Espejo, que éste era el autor de un libelo injurioso titulado “El retrato de Golilla”, comisionó al Corregidor de Latacunga, Baltazar Carriedo y Arce, para que haga las averiguaciones en Riobamba. Espejo fue apresado injustamente pues como luego se supo, la sátira había sido escrita en 1772 en España contra Carlos III y su Ministro en Indias. Desde su prisión, secuestrados sus escritos, Espejo elevó varias solicitudes al nuevo monarca Carlos IV y en junio de 1788 el Ministro General Antonio Porlier dispuso que el asunto sea conocido en Bogotá, para lo cual le liberaron y viajó a esa capital donde tuvo ocasión de ponerse en contacto con diversos personajes como José María Lozano, Antonio Nariño y Francisco Antonio Zea llamados a fundar la Logia secreta y masónica Arcano Sublime de la
Filantropía y a preparar el movimiento emancipador en Nueva Granada”. A todos ellos hizo partícipes de sus ideas independentistas, que las tenía en grado sumo. También amistó con el bibliotecario y polígrafo Manuel del Socorro Rodríguez, con quien posiblemente trataría de libros.
Su protector Juan Pío Montúfar llegó de paso por Bogotá a mediados del 89 y le manifestó que el nuevo Presidente Luís Muñoz de Guzmán se mostraba dispuesto a permitir su regreso a Quito y como Espejo le reiteró sus deseos de trabajar por la fundación de una Escuela de la Concordia para el progreso y el mejoramiento de la Audiencia, ya expresados en su Defensa de los Curas de Riobamba, y le entregara el “Discurso de Inauguración,” se comprometió a hacerlo publicar a su costa. En Noviembre fue sobreseído en el proceso y pudo volver a Quito.
El 90 dirigió los trabajos de adecuación del edificio de la antigua Universidad de San Gregorio, destinado para sede de la Biblioteca Pública, cuya dirección le acababan de encomendar y como secretario de la llamada “Sociedad Patriótica de amigos del país”, entidad establecida en otros lugares, le autorizaron la impresión del primer periódico que tuvo nuestro país y que por eso circuló bajo el nombre de “Primicias de la Cultura de Quito”. Parecía haberle llegado el momento de la consagración definitiva cuando el 30 de Noviembre de 1791 el Obispo José Pérez Calama inauguró la Sociedad con asistencia de numerosas autoridades y se imprimió la “Instrucción Previa.”
El jueves 5 de enero de 1792 apareció el primer número de las Primicias y mereció unánimes elogios hasta del Obispo que era algo gruñón pero inteligente, erudito y muy moderno en su pensamiento, luego saldrían seis números más. La colección contiene la Instrucción, el Discurso, así como varios avisos y noticias de interés general en 90 págs. iniciándose en la Audiencia un nuevo espacio público para el quehacer político, distinto del Palacio del Presidente. Eran los primeros pasos del colapso del sistema colonial que ni conocía siquiera el estado de derecho, la división de los poderes, los derechos humanos, la separación de la iglesia del estado, la libertad de opinión, de comercio y de prensa. Se pasó del púlpito hacia un nuevo sistema de comunicación impresa, de maneras que los diálogos, los informes, los anónimos, los juicios y hasta las paredes se cambiaron por la comunicación abstracta y escrita.
El 24 de mayo recibió su nombramiento de Bibliotecario y los libros que habían pertenecido al Colegio General de los jesuitas de Quito, de suerte que de las bibliotecas privadas y de los conventos se cambia a la lectura en un lugar público facilitando el acceso a los libros a un mayor número de ciudadanos. Ekkehart Keeding ha señalado que entre los libros entregados a la dirección de Espejo, se hallaban los de la biblioteca de obras ilustradas perteneciente al afrancesado Miguel de Jijón y León, que antes había sido de su gran amigo Pablo de Olavide, que el Precursor debió leer y consultar.
De esa época es su “Memoria sobre el corte de las quinas” en 22 págs. defendiendo el libre comercio del producto y manifestando que la falta de comercio llevaba inexorablemente a una baja de la producción, igualmente el “Voto de un Ministro togado” en respuesta de una consulta real formulada por el Oidor Fernando Cuadrado, indicando que abrir caminos y promover la población es la obra grande que se debe persuadir a todos, así como “La segunda Carta Teológica” en 9 págs. contestando a otra consulta del Dr. Ramón de Yépez sobre la tesis sustentada por los dominicanos quiteños sobre la transmisión del pecado original sin exceptuar a la Virgen María. También se le conocen como suyos dos Sermones panegíricos de Santa Rosa de Lima que predicó su hermano.
En 1794 extendió un Poder al abogado Luís Prieto de San Martín para que le tramite en Madrid una plaza de Oidor en cualquier parte de América, pues quería enmendar su error del 86 cuando en lugar de seguir a Lima se quedó en inútiles porfías en Riobamba; pero ciertos rumores de levantamientos populares ocurridos en Bogotá le motivaron a hacer colocar el 21 de octubre, por medio de Mariano Villalobos, unas banderitas de tafetán rojo con inscripciones en papel blanco superpuesto y que decían en el anverso “Liberi esto felicitatem et gloria consecuto” y al revés y sobre una cruz blanca la leyenda “Salve Croce”, lo cual se ha interpretado como un mensaje cifrado: “Libres seremos bajo la cruz salvadora, después de haber alcanzado el propósito santo de gloria y felicidad”.
Las autoridades realizaron numerosas pesquisas sin poder precisar quienes habían sido los responsables y hasta se fueron olvidando del asunto, pero a principios de 1795 una confidencia imprudente de su hermano el sacerdote a su amante Francisca Navarrete, sobre unas simples intenciones subversivas de Espejo, hizo que dicha torpe mujer las comentara a su hermano el fraile franciscano Vicente Navarrete, que habló del asunto con su cófrade el padre La Graña, para quien Espejo había escrito antes un Sermón, y éste, con los mercedarios Mariano Ontaneda y José Arízaga, decidieron llevar el asunto al deán Pedro Mesías, que inició un sumario eclesiástico contra Juan Pablo Espejo y de allí pasó el asunto a la justicia civil que encontró complicado a su hermano Eugenio. Todo el proceso había sido llevado en el más absoluto secreto y nunca llegó a sentenciarse pero el 30 de julio fue sacado a la fuerza de la dirección de la Biblioteca Pública y llevado nuevamente a la cárcel donde le calzaron grillos en las piernas y aunque escribió quejándose del maltrato al Virrey de Bogotá, José de Ezpeleta, a quien denunció que la mazmorra era húmeda, fría y maloliente, pidiendo la libertad, no lo consiguió.
Así pasaron varios meses, casi un año, sin libros ni papeles, defendido por el Dr. Juan de Dios Morales. De vez en cuando se le abrían las puertas para que saliera a atender a algún enfermo distinguido que requería sus servicios, pero era tan malsano el ambiente que enfermó de gravedad, posiblemente de amebiasis y se puso tan grave que el 20 de diciembre de 1796 le permitieron salir a la casa familiar de la calle del Mesón donde vivía con su hermana, el día 26 otorgó testamento ante el escribano Mariano Mestanza y falleció el 27 de solamente cuarenta y ocho años de edad, siendo enterrado al día siguiente en la ermita de San José de la recolección mercedaria del Tejar. Solo acompañaron el sepelio su hermana Manuela, su discípulo el joven José Mejía Lequerica y el Padre La Graña.
Espejo fue un civilizador para su tiempo pues inauguró un nuevo sistema de comunicación que ilustró a su Patria, poniendo en contacto a los lectores con las literaturas contemporáneas europeas, difundiendo la cultura universal y el conocimiento útil, pues los días de la razón habían llegado para iluminar los horizontes. Hombre cultísimo, tras haberse graduado de médico y abogado, aprendió raíces griegas, leía en francés y latín, también había leído a los enciclopedistas, conoció la guerra de la independencia de norte América y la revolución francesa y quizá por eso fue un renovador integral, con un proyecto político de aplicaciones originales.
“Vivió tiempos de transición y angustias, quiso integrarse a la sociedad caduca de su tiempo y como no lo logró por ridículos e injustos prejuicios de nobleza se volvió un arribista frustrado y luego un rebelde ejemplar que pretendió bajo el ejemplo del Inca Tupac Amaru arrebatar el poder a los peninsulares.
“Poseedor de un alto sentido analítico con relación a los temas más importantes de la economía, la política, la cultura y la ciencia de sus tiempo, se dedicó a la lectura sistemática de publicaciones contemporáneas en latín, francés y español. Tenía la capacidad de expresarse en forma rápida y convincente como escritor crítico. También fue un fiel representante del espíritu de la ilustración por haber atacado los métodos tradicionales de la enseñanza, preconizando una amplísima visión pre liberal y educadora de la ciencia, en armonía aparentemente con los principios y tradición cristiana y esa tensión, que hoy nos parecería incongruente, ha sido llamada el eclepticismo dieciochesco, fuerza liberadora de la tradición y del peripato traspantojo y aristotélico.
Fue un adelantado en todos los órdenes del espíritu. El primero en utilizar métodos auténticamente científicos en su trabajo como médico, en propender sociedades para el adelanto del país y en crear el primer periódico. Como crítico de situaciones y personas, terminó desarrollando el análisis de las causas y condiciones de posibilidad de los males de su tiempo y dio los probables remedios. Por ejemplo, más que a la defensa de la corona los estamentos debían dedicarse a la educación, al progreso y a la ciencia en la Audiencia, para lo cual había que enfrentar la cosmovisión o forma tradicional de enfrentar la realidad por una forma diferente de comprender, denunciando el saber retórico de su tiempo y en fin de cuentas criticó todo el sistema colonial vigente de manera que fue el mayor suscitador del pensamiento moderno en el momento histórico de su vida.
Su único retrato está pintado al óleo en un lienzo de grandes proporciones que se conserva en el Hospital de San Juan de Dios en Quito, donde aparece mestizo amulatado. Sus restantes retratos originado en uno que pintó Villacrés en 1909 en Quito, son idealizados, pues no fue indio puro como se le presenta.
Su estatura regular, largo de cara, nariz larga, color moreno y en el lado izquierdo del rostro un hoyo bien visible.
Al momento de su muerte quedaron inéditos varios escritos suyos. Un estudio sobre la fiebre de los indios, el tifus exantemático epidémico, fue publicado por el Dr. Homero Viten Lafronte a principios del Siglo XX. Federico González Suárez editó sus obras completas en dos gruesos volúmenes en 1912 en la imprenta municipal de Quito. El tercer volumen apareció en 1923 debido a los esfuerzos de Jacinto Jijón y Caamaño y Homero Viten Lafronte.
En 1975 el gobierno ecuatoriano creó el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo, así llamado para perpetuar su ilustre nombre en las actuales y futuras generaciones. El país me lo concedió a través de la presidencia de la República y del Consejo Nacional de Cultura el 2005 en la especialidad de actividades literarias, justamente por este Diccionario Biográfico, que modestia aparte, es el único que tiene mi Patria, los otros que circulan son simples diccionarios de currículums que no es lo mismo.