PINTORA.- Nació en Cuenca el 9 de Julio de 1925. Hija legítima de Alfonso Estrella Marchan, intelectual que escribía y hacía música y que habiendo sido rico quedó pobre y vivió estrechamente y de Eudoxia Ordóñez Zamora, propietaria de una hermosísima casa en el parque de San Sebastián. Ambos cuencanos.
Hija única, mimada por todos, se crió algo tímida por naturaleza pero con gran sensibilidad. “Me costaba hacer amistades”. Jugaba con cintas y papeles de colores y se valía del dibujo para expresarse con su madre. Era la consentida de su abuelito Daniel Ordóñez Vintimilla por ser su primera nieta. El le obsequió una pizarrita de piedra que poco después se le rompió.
Entonces le compró otra de cartón, que ella quiso probar a qué sabía y la mascó. Finalmente le dio otra pizarra más grande, que le duró meses, en la cual dibujaba incansablemente. También manchaba papeles en blanco con los de colores humedecidos con saliva, que traían los caramelos.
Fue matriculada en la escuela “Austral” de las madres de la Caridad donde siguió la primaria, pero se distraía mucho, las materias la aburrían, menos el dibujo. En 1937 su tío Aurelio Ordóñez Zamora la hizo estudiar en el Colegio “Herlinda Toral” donde siguió Comercio que era la única opción en esos tiempos, pero se salió porque no le agradaban los números.
En 1938 ingresó a la Escuela de Bellas Artes que dirigía Luis Toro Moreno – artista fino e inteligente – donde pasó los años más dichosos de su vida pintando y trabajando en asuntos artísticos bajo las influencias de sus profesores Emilio Lozano quien le enseñó a dibujar, Manuel Moreno Serrano y Luis Pablo Alvarado en retrato y ganó todos los premios, sin embargo, al finalizar los primeros cuatro años no quiso graduarse y pidió que la dejaran quedar cuatro años más para seguir experimentando y aprendiendo. Graduada en 1947 con honores, fue contratada al año siguiente con setecientos sucres mensuales de sueldo como profesora de Arte del Colegio “Manuela Garaycoa” desechando métodos absurdos, realizó innovaciones e indujo a sus alumnas a trabajar con modelos al natural – Allí permaneció doce años porque la rectora Dolores J. Torres aplaudía sus iniciativas, formando la sensibilidad de sus alumnas. Era una profesora de conducta intachable y hasta victoriana, al tiempo que asistía a las reuniones artísticas y culturales del grupo denominado “Los Lobos”, formado por jóvenes escritores que militaban en una agrupación de izquierda considerada de vanguardia, siendo la única mujer entre todos, atraída por la vasta cultura de ellos y su sentido del humor.
“Por esa época iniciará una perdurable amistad con el filósofo y escritor austríaco Egon Schwarz, judío que había emigrado a Cuenca con su familia meses antes”.
En 1952 empezó a asistir como oyente a las clases de Filosofía, Literatura e Historia del Arte que dictaban los profesores Francisco Alvarez González, Luis Fradejas Sánchez y Gabriel Ceballos García en la Universidad de Cuenca, españoles los dos primeros y cuencano el último.
En Abril del 55 su amigo el profesor Alvarez la llevó a presentar a varios amigos suyos recién llegados de España. Se trataba de los artistas Guillermo Larrazábal Arzubide especialista en vitrales, el repujador Salvador Arribas y el Ceramista Manuel Mora Iñigo, contratados para la ejecución de diversas obras de arte en la Catedral nueva de Cuenca y que habían hecho sociedad con Alvarez González.
Eudoxia era una señorita fina y educada, muy compuesta, pequeñita de cuerpo, de tez blanquísima rosada, ojos melados soñadores y el pelo negro, que se admiró al contemplar los bellísimos dibujos de Larrazabal con efectos especiales de luz. Mas, ese artista, quizá por timidez o desconfianza, ni se inmutó al escucharla.
I transcurrieron los días y como al mes se volvieron a encontrar en mitad de una calle. El había pasado por una delicada enfermedad al estómago y estaba muy decaído. Su médico le había recomendado una dieta de manzanas que como todos sabemos es la fruta más digestiva. Eudoxia llegó a su casa, sacó un gran frasco de compota de manzana, de las que su madre guardaba en la despensa y se la hizo llegar.
Parece que Larrazábal apreció mucho el presente pues a los pocos días fue personalmente a devolverle el frasco pero lleno de bombones y hasta se quedó a conversar desde las dos de la tarde hasta las diez de la noche.
Se habían encontrado dos seres afines en gustos, en ideas, la atracción resultó muy fuerte para ambos. Él tenía casi cuarenta y siete años aunque por su delgadez y musculatura parecía de menos. Ella solamente treinta y desde entonces se hicieron amiguísimos, de visita diaria, en la que comentaban de libros y dibujos, en el marco cordial del mayor respeto.
I así pasaron tres años de amistad hasta que Gerardo Martínez le ofreció una beca a España que ella no aceptó. Luego llegó la esposa de Larrazábal de España (nunca habían tenido hijos) Eudoxia dejó de verle, él le escribía hasta tres cartas al día. En eso advino el rompimiento definitivo de los Larrazábal pues ya no se querían y solo seguían juntos porque en la España franquista no existía el divorcio. Eudoxia volvió a verle.
El Obispo Serrano Abad intervino como amigo (Lazarrábal trabajaba para la Catedral) para que dejaran de verse, pero no los convenció. Eudoxia contaba con el cariño y la comprensión de su madre, pero se desesperó y para olvidar se recogió mes y medio en el Colegio de los Sagrados Corazones de Quito sin saber qué hacer y dándose cuenta que su vida era el arte expuso por primera vez sus óleos y acuarelas en el Ministerio de Educación, la Casa de la Cultura y el Museo Nacional, en Quito, con gran éxito y favorables comentarios.
De vuelta en Cuenca hacia 1960 debió renunciar al profesorado en el “Manuela Garaycoa”, con gran pena de la rectora Dora Canelos quien había reemplazado a Dolores J. Torres fallecida de cáncer, para poderse unir a Lazarrábal y fueron a vivir en la casa de San Sebastián, que es el más hermoso rincón español de la ciudad, donde fueron felicísimos hasta la muerte de él. Claro está que al principio todo quídam gritó y “hasta los Lobos me dieron la espalda” pero pronto la gente se acostumbró y dejaron de molestarnos, ocupándose cada quien de lo suyo, que es como debe ser. En 1961 intervino en el Salón bolivariano de pintura de Guayaquil. El 62 viajaron juntos a México a visitar a los hermanos Lazarrábal y fue presentada a ellos con todos los honores. El 64 logró una Mención de Honor en el II Salón de Pintura del Núcleo del Azuay.
Su vida giraba en torno a su compañero cuyo taller funcionaba en los bajos de la casa. era una pareja muy unida y a todas partes iban juntos. A él le agradaban los viajes a provincia, se extasiaba con los paisajes y con la música clásica que prefería escuchar a puertas cerradas y a oscuras. Ella entraba y salía por las habitaciones dándoles vida, como si fuera una campanita. Muy enamorada, hacía cerámica, pintaba acuarelas y óleos, así como bellísimas tarjetas para Navidad.
Larrazábal prefería el óleo pero Eudoxia se obstinaba en la acuarela profundizando en esta técnica hasta lograr un lenguaje propio, sin someterse a corriente alguna, superándose a base de búsqueda y experimentación. En 1971 fundó una Academia de Pintura Infantil en la buhardilla de su casa llevada por su amor a los niños. I como al lado funcionaba un reformatorio de menores donde se cometían verdaderas atrocidades, viajó a Quito con Celia Muñoz Chávez y tras quince días de esperas y antesalas fueron recibidas por la primera dama de la nación Corina del Parral, esposa del Presidente Velasco Ibarra, quien las escuchó con suma paciencia y algo de bueno se hizo después.
En 1975 desarrolló la técnica de la Acuarela tras haber aprendido un sistema muy duro. “Empecé a hacer pruebas en aguadas o acuarela sobre papel mojado, luego realicé un casualismo dirigido sobre bocetos, guiando las gotas y fusionando los colores. Antes había elaborado Acuarelas clásicas, llenando simplemente los espacios. Ahora hago Acuarelas lavadas metiéndolas en un grifo, pues la naturaleza ha sido siempre mi principal maestra. En sus acuarelas el agua invade la superficie blanca del papel, cabalgada por el pigmento que se apropia de la ola. Su resaca deja las exactas veladuras. Entonces vuelan los pájaros aprisionados por el color, se detiene el colibrí (quinde se dice en Cuenca) aleteando en el irizamiento de la flor y el perfume se apropia de una vegetación húmeda iluminada por el primer rocío.” Finalmente, situada en la transparencia y la pureza, con su casualismo dirigido como ella lo califica, y conectada con el vanguardismo del siglo XX, encontró su forma ideal de expresión.
Oswaldo Moreno ha dicho “Toda su obra es autobiográfica pero se configura distante y solitaria. Deliberadamente aparta su arte de las tendencias establecidas, permanece descomunicada. Su arte es referencial y anecdótico a propósito. Carente de complejidades, se libera de las exhuberancias interpretativas. Pintura elemental sin subterfugios ni simbologías, simple como el llanto y la risa, pero por eso mismo cargada de natural misterio, de significación”.
En 1979 obtuvo un Agradecimiento Especial en el III Salón Femenino de Arte celebrado en Guayaquil. En 1980 le fue ofrecida la dirección del Museo de Arte Moderno del Banco Central con S/. 14.000 mensuales de sueldo. “Al lado de su casa se levantaba un viejo caserón republicano de una planta, que había sido de la Municipalidad, donde funcionó la Casa de Temperancia fundada por el Obispo Miguel León y mi abuelo Mariano Estrella, al que luego se le dio diferentes usos; el edificio estaba en pésimas condiciones cuando el Ministro de Bienestar Social, Asdrúbal de la Torre, lo adquirió para Reformatorio. En 1980 solo existía el edificio vacío y tuve que hacerlo todo. Por esos días Luis Crespo Ordóñez envió sus cuadros a Cuenca y como no había donde exhibirlos, terminaron en este nuevo Museo, donde sigo de Directora-fundadora hasta hoy”.
En 1983 murió su compañero y se deprimió mucho. Él había estado mal de salud desde hacía varios meses, aquejado de un cáncer pulmonar que posiblemente se le produjo por la continua inhalación de los gases en su taller. Su paso por Cuenca fue sencillo pero hermoso. Numerosos vitrales casi mágicos, llenos de luz y color y al mismo tiempo de innegable valor artístico, mantienen su recuerdo y son testimonio de su religiosidad y fe.
En 1984 arribó a Cuenca Estuardo Maldonado y le encantó el Museo de Arte Moderno. Entonces le dijo a Eudoxia: “Porqué no haces una Bienal de pintura? La idea quedó flotando en su cerebro y un año después empezó a organizar la I Bienal Internacional, ayudada por las autoridades Municipales y sus numerosos amigos. El Presidente León Febres Cordero dictó el respectivo Decreto y la Bienal se llevó a cabo en 1.987 contra la opinión de numerosos artistas que pensaban que si Guayasamín con todo el poder de las izquierdas no lo había podido hacer en Quito ¡Cómo era posible que Eudoxia sacara adelante el proyecto en Cuenca!.
En 1986, en recuerdo de Guillermo Lazarrabal, decidió dar un buen uso al espacio que ocupaba su taller de Vidrio en los bajos de su casa y abrió la Sala de Exposiciones y Galerías de Arte que lleva su nombre, la primera que existió en Cuenca.
La crítica Elsa Bredthawer ha opinado que la pintura de Eudoxia es espontánea, originada en composición y colores apoyados en una excelente técnica, suave, pero no sin rigor. Nunca busca efectos extravagantes, sino degradaciones delicadas de una gran escala de grises, desde el más opaco al más luminoso, siendo una escala casi imperceptible, que se junta en una armonía de sutiles calidades pictóricas, con las características de los impresionistas que expresan lo esencial del objeto pintado sin dar importancia a los detalles. Es una pintura con la que se puede vivir.
Honesta, de naturaleza modesta y sencilla, no ha buscado viajes ni premios, pues su mundo se mueve alrededor de si misma, el Museo y ahora la Bienal.
Su carácter fuerte, su temperamento auténtico. Ha tenido que luchar en su mundo (el Museo y la Bienal) pero ha salido adelante y como lo decía Lazarrabal, su personalidad es marcada porque refuerza sus características personales, que se pueden sintetizar como una forma simple de ver las cosas y por tanto de solucionarlas. Una simpatía hacia los que tienen menos defensas y su sencillez, ingenuidad y ternura.
Rodrigo Villacís ha opinado en Diner’s que no es raro que le sorprenda la madrugada trabajando en su Taller. Cuando pinta no corre el tiempo para ella. Siente que nació para pintar. Su lenguaje plástico es figurativo, simple y pagado a lo nativo. Cuando trabaja con las flores su pincel es muy delicado y estas lucen sueltas y frescas, sobre fondos que cromáticamente armonizan de manera natural con el motivo.
Como profesora de arte para niños recuerda con mucha gracia algunas anécdotas que le han sucedido con ellos. Un niñito pintó unos árboles y una casa de la que salía humo. Cuando le hice notar que no había nadie en ese paisaje me respondió rápido: ¿Eres tonta, no ves que hay una casa? La casa está con gente ¡No ves el humo? Actualmente vive retirada en su casona acompañada de cuatro perros y de las palomas del vecino parque a las que alimenta diariamente.